Es una película de Fernando Basile que escribió el guión con Juan Aparicio, que también es el protagonista muy efectivo del film. En realidad es una traslación del drama de Edipo al cono urbano bonaerense. Un chico joven que cuando lo molestan no duda en agarrarse a las piñas con quien sea. El hijo drogadicto del dueño del lugar donde trabaja, o un borracho que advierte que tiene dinero y pretende obligarlo a pagarle más copas. Pero esta vez, la violencia contenida del protagonista lo lleva a matar a golpes a ese hombre. Huye de su casa, en realidad esta bastante cerca, se instala en una pensión y se enamora de una mujer más grande que él, hermana de un policía. Un oficial oscuro que se opone a la relación. A esa altura el espectador ya sabe que el protagonista mato al ex esposo de su amor. Y lo demás sigue al pie de la letra el drama increíble de Sófocles, que se muestra con intensidad en un barrio pobre, con gente de pocos recursos, con verdades insoportables para seguir viviendo. Y algunas pequeñas variantes inexplicables, como que el policía le oculta a su hermana que el marido que la abandonó fue asesinado. El film tiene un buen ritmo hasta que desbarranca un poco hacia el final, en algunos problemas de guión, pero el drama que describe es tan universalmente potente que se sostiene, aunque algunas actuaciones sean flojas.
En el torbellino Un joven desea progresar aun conociendo sus propias limitaciones. Las inclemencias del día a día le impiden ver con claridad cuál es el mejor camino que debería tomar para cumplir con sus objetivos, y ante los embates del entorno, hostil, oscuro, complicado, responde con estoicismo marcando su territorio, aun sabiendo que eso le puede jugar en contra y expulsarlo de su lugar de pertenencia. Ricardo o REX (2017), el protagonista de la película que lleva su nombre, interpretado por Javier Aparicio, desconoce su verdadero origen, por lo que en ese desandar rumbos para lograr un sentido a su vida, también buscará necesariamente su identidad. Y en el camino los obstáculos lo fortalecerán, hasta que, una revelación inesperada, lo ubicará una vez más frente a su propia vulnerabilidad desencadenando una tragedia. El debut en largometraje de Fernando Basile recrea el mito de Edipo en medio del conurbano bonaerense, territorio de hombres fuertes, duros, que imponen su ley ante cualquier modificación. En medio de su soledad, y ante un hecho que obligará a Rex a escapar de su hogar adoptivo, conoce a una mujer que le ofrecerá la ternura y contención necesaria para que pueda avanzar y olvidar su reciente pasado. Dicha mujer le brinda amor, pero también la palabra de aliento justa para que pueda continuar todos los días levantando peso en un corralón en el que el maltrato es moneda corriente y en el que debe enfrentarse al capataz para sobrevivir. Pero cuando el hermano de la mujer con la que convive, un oficial de policía con convicciones de derecha, comienza a hacerle cuestionamientos sobre la naturaleza de la relación y la diferencia de edades, el mundo de Rex tambalea nuevamente. Basile acompaña al protagonista y su constante vagabundear por las calles y los espacios, con la cámara ubicada detrás de su espalda, dando una idea de mirada subjetiva pero con referencia, también posicionando así el registro cuasi documental que mantiene la propuesta. La naturalidad de las actuaciones, cabe aclarar que en algunos casos mejores que otras, además de ofrecer frescura en los diálogos, acerca más el mito a la realidad aunque respetando la estructura clásica de la tragedia, con un protagonista deambulando impulsado por la pasión hacia la fatalidad, propone una revisión aggiornada a los tiempos que corren y con una identidad única. La elipsis como principal herramienta metafórica para generar avances en el tiempo, y los espacios reducidos para condensar aún más las interacciones, otorgan una atmósfera opresiva al cuento, el que, sin fábula y con la inevitable revelación final, no hacen otra cosa que reafirmar el pulso narrativo tenso y preciso con el que Basile buscó recrear la relectura del mito de Edipo y sus consecuencias para los protagonistas involucrados.
Tragedia griega en el conurbano profundo. Aunque arranca como otro retrato de la clase obrera a partir de su protagonista –un joven trabajador que, sin embargo, se mueve con comodidad en un universo sórdido y peligroso–, al final se revela como la adaptación de un clásico de la dramaturgia. Son varios los elementos que hacen de Rex una película infrecuente. Este cuarto largometraje del director Fernando Basile relata la historia de Ricardo, quien sin embargo se presenta a sí mismo usando su apodo, el Rex del título, que alguien en algún momento alguien define como “un nombre griego o algo por el estilo”, pero que en realidad es la forma en que lo llamaban sus amigos del barrio en la infancia, porque cuando era chiquito le gustaba andar con una remera que tenía la imagen de un tiranosaurio. Si bien el relato comienza de forma muy similar a la de muchas películas del cine independiente argentino, ofreciendo un nuevo retrato de la clase obrera a partir de la historia de su protagonista, en realidad se trata de la adaptación de un clásico de la dramaturgia clásica griega transportada a lo profundo del conurbano bonaerense. Una tragedia cuyo título no conviene revelar (aunque varios indicios brindan evidencia suficiente para adivinar) y cuya filiación, con inteligencia, sus guionistas y director se permiten hacer evidente recién en el breve tercer acto de la película. Esa marca de origen oculta, disimulada hasta el final, es uno de los elementos que convierten a Rex en un experimento interesante y en buena medida exitoso. Las primeras secuencias de Rex dan cuenta de un universo sórdido y peligroso, pero en el que su protagonista se mueve con comodidad. Ser un joven trabajador y responsable son virtudes que no le impiden a Rex tener los recursos necesarios para sobrevivir en un ambiente hostil. En el sentido opuesto, vivir en un mundo violento tampoco le impiden ser un buen hijo de dos padres cariñosos, aunque hay algo de incomodidad, como de pez fuera del agua, en el hecho de ser parte de esa familia. Es como si Rex supiera que en realidad no pertenece a ese lugar y eso hubiera ido acumulando tensión en su interior. La excusa para desaparecer llega cuando, luego de una ronda nocturna y de varios tragos de más, Rex acaba matando a golpes a un hombre borracho que intentó agredirlo a la salida de un bar. Esa misma madrugada llega a un barrio lejano, alquila una habitación en una pensión improvisada y consigue trabajo en un depósito donde conocerá a Yolanda, una mujer mayor que él con la que comenzará un romance. Basile narra a partir de planos secuencia y de largas tomas que les permiten a los actores construir un universo cotidiano, potenciar el carácter de verdad de los vínculos que van surgiendo entre ellos y, al mismo tiempo, lucirse en el minucioso diseño de sus personajes. En ocasiones, la duración de algunas de dichas tomas puede parecer excesiva, como ocurre con los diez minutos de una escena de sexo entre Rex y Yolanda, filmada con una cámara fija. Sin embargo, las revelaciones que la trama hará a medida que la tuerca vaya girando permitirán resignificar lo que en principio pudo ser juzgado como sobreexposición. Hay algo del cine de José Campusano en Rex, algo de la forma en que se retrata los ambientes de la clase obrera, incluso sus rincones marginales. El sino trágico de sus personajes, que sin embargo tienen en su carácter algo de heroico; la presencia de antagonistas fuertes, que marcan una oposición dramática pero sobre todo ética; un universo en donde el bien y el mal tienen un lugar claro. Pero también existen diferencias. Una está dada por el trabajo de un elenco homogéneo, cuyas actuaciones no demandan que el espectador deba adaptarse a un registro no profesional. Esto permite que entrar en la trama resulte menos arduo, pero también convierten a Rex en un trabajo menos arriesgado que las mejores películas de Campusano.
Rex, de Fernando Basile Por Mariana Zabaleta El teatro de la crueldad nunca termina. Si el mundo es un gran escenario, el cine reproduce al infinito las postales más crudas del devenir humano. El momento de la tragedia fascina y nunca dejará de funcionar, maldita máquina a sangre. Arrastrados por cada latir la tensión aumenta arrojándonos a un desenlace apabullante. Cuando todos estos elementos están dados con maestría la empatía se produce y compartimos el azoramiento de sus protagonistas. Rex es un pibe del conurbano, la pálida tensión de lo cotidiano se genera en la fricción con sus pares masculinos. Todos parecen imbuidos en un frecuente fastidio. Las cosas se suceden sin aparente relación, pequeños actos o accidentes van configurando el complejo e intrincado tablero, que como laberinto dispone el destino de sus victimas. Basile dispone el juego con cintura, nos entregamos a la historia gracias a las convincentes interpretaciones. Cabe destacar el trabajo de sonido que genera las atmosferas correctas para arrojarnos a la desconcertante desazón. Una historia tan conocida e intrigante como la mismísima cultura occidental. Desde adentro es difícil ver la configuración del mecanismo, siendo engranaje solo se puede obedecer al movimiento esperando en el reposo un buen desenlace. Marcados por los juegos de los dioses, sus protagonistas solo pueden cumplir los designios de la profecía. Una vez mas ésta trama se actualiza confluyendo en la sublime aporía del intelecto humano; la inmensidad del horror muestra la paradoja de la libertad humana. REX Rex. Argentina, 2017. Dirección: Fernando Basile. Guion: Fernando Basile y Javier Aparicio. Interpretes: Javier Aparicio, Sergio Marinoff, Juliana Muras, Yasmin Sapollnik, Manuel Intrieri. Distribuidora: Primer Plano. Duración: 102 minutos
“Rex”, una piedra valiosa (aunque aún sin pulir) Una piedra sin pulir cierra la lista de estrenos argentinos de este año. Puede ser una piedra valiosa, o al menos la señal de una posible veta digna de atención. En principio, contiene elementos de intriga, sexo y ansiedad crecientes. Y un desenlace inesperado. Le pesan algunas limitaciones propias de un autor debutante, pero eso se arregla. La trama es interesante. Un muchacho siempre malhumorado pero que trabaja, estudia y respeta a sus padres, una noche mata a trompadas a un borracho medio cargoso. Se aleja, no demasiado, e inicia otra vida de trabajo en un lugar nuevo. Pronto se enreda con una mujer. Cuyo hermano es oficial de policía, y también está siempre malhumorado. Hay una escena de cama casi en tiempo real, y otra más de cama, y otra de pie, hay por lo menos tres giros argumentales en los últimos minutos, dos intervenciones de un destino perverso que unifica la alegría con el espanto, y un solo disparo. Solo falta el sentimiento de culpa y el coro griego para que esto sea una tragedia hecha y derecha. Pero hoy la gente no siente mayor culpa por nada, y un coro es difícil de conseguir para una obra de bajo presupuesto.
Certero y angustioso romance La vida cotidiana de Rex no es fácil. Es joven, introvertido, trabajador, recto y fuerte, y no acepta abusos. Habita en la casa de sus padres adoptivos quienes lo tratan con cariño, pero él es un permanente insatisfecho atormentado por las dudas y el desconocimiento de su origen. En uno de sus paseos nocturnos se defiende ferozmente de un borracho acosador con quien pelea hasta matarlo y decide dejar su casa. Entonces su existencia cambia de rumbo, consigue otra vivienda y un nuevo trabajo e inicia una relación con una mujer mayor que él, y en esa atracción mutua ambos se unen apasionadamente usando sus cuerpos para calmar angustias y soledades. Ella, sin embargo, se enfrenta a su hermano, un oficial de policía, determinada a reconstruir la familia perdida. El director Fernando Basile recorrió con pasión esta historia en la que Rex halla en su pareja una razón para vivir, totalmente ignorante de los acontecimientos que se avecinan. Así la trama va desovillando la personalidad de estos dos seres que, de pronto, descubren un trágico pasado que no pueden remediar. Con una cámara atenta a cada gesto y a cada palabra de sus protagonistas, el realizador logró un film austero, por momentos inquietante y siempre dispuesto a las sorpresas. El elenco apoyó con calidad esta historia que habla de retazos de felicidad y de angustias permanentes.
Fern Basile nos trae un nuevo trabajo dentro del cine independiente local, una reversión de un clásico griego, en tono local, arraigado en un ambiente suburbano, reconocible para quienes transitamos el Gran Buenos Aires. No deja de ser una sorpresa interesante, y cuando promedia el metraje, entendemos mucho de la mirada del cineasta y sus razones para mostrar la actualidad del conflicto que presenta. Digamos que el intento de hacer un crossover de ese pilar de la literatura universal (al que no es bueno develar porque anticiparía los eventos del film) y corporizarlo con un pibe del barrio, pobre y cuasi marginal, es una apuesta llamativa. Y debo decirles que funciona. Más allá de la economía de recursos con la que cuenta Basile, su mayor mérito (junto al de su protagonista, con quien trabajaron el guión, Juan Aparicio) es traer a un ambiente conocido, a un sector social que no se siente reflejado a veces es tramas que hemos visto y leído miles de veces. Las tragedias griegas parecen lejanas para la vida moderna, pero la naturaleza intrínseca de sus conflictos, están subyacentes en la cotidianeidad, disfrazadas quizás, pero latentes. Aquí tenemos la historia de un chico de barrio, con cierta personalidad inestable, que abriendo el film, luego de una discusión, mata a golpes a un hombre en una situación que pocos parroquianos ven. Asustado por su accionar, huye de su hogar, y se instala, relativamente cerca, en una pensión donde dará con una mujer mayor que él, hermana de un oficial de policía, que rápidamente le dará cobijo y con la cual iniciarán una relación amorosa... Rex (Aparicio) es un pibe simple. Emocional. Directo. Y su manera de recorrer los caminos de su existencia son intensos pero claros. No hay dobles discursos. Su pareja, en tanto, lidia con un dolor previo que tomará vuelo hacia el climax del film, donde los hechos se precipitarán acorde a la profundidad del conflicto evidenciado. Desde el punto de vista técnico, creo que la precariedad de recursos materiales, priva a la historia de tener mayor impacto. Los desplazamientos de la cámara y algunos encuadres pueden ser discutibles (seguir al protagonista desde atrás o dejarla fija mucho tiempo incomoda al espectador), y le resta brillo a la idea principal, que es recrear desde la problemática de un chico del conurbano, un problema que se ha venido repitiendo (parece) a lo largo de la historia. También me hubiese gustado un desarrollo más sutil en la progresión del climax, con mayor grado de información pero... son elecciones y creo que Basile transmite su idea con conceptos claros y promueve interpretaciones cercanas. Hay intensidad y se percibe un calibre que, de haberse contado con mayores medios, seguramente sería un producto de mayor peso en la cartelera.
Los sentimientos son muy poderosos. El corazón caliente domina a la mente. El pecho está en una erupción permanente. Así se encuentra Rex (Javier Aparicio), un veinteañero que vive con sus padres en los suburbios de clase media baja, está por terminar el secundario y trabaja en una ferretería. Hasta acá parece ser un joven modelo de esfuerzo y superación, pero sus pensamientos lo inquietan, no los demuestra, los oculta hasta que se manifiestan, y no de la mejor manera. Su personalidad irascible lo desquicia ante el primer conflicto, como los que tiene con el hijo de su patrón. Una noche de verano sigilosamente sale de su casa para beber alcohol y deambular por el barriot, todo va bien hasta que en un altercado con un borracho lo mata a golpes y no vuelve más a su hogar. Se instala en una pensión ubicada en otra localidad y comienza otra historia. Al día siguiente consigue trabajo y conoce a una mujer, Yolanda (Juliana Muras), que es mayor a él y la atracción mutua es instantánea. Ellos están juntos y así atenúan en parte su dolor. De esta manera compartida se sostienen el uno al otro. Él, porque no sabe cuál es su origen, quienes son sus verdaderos padres; ella, tiene a su marido desaparecido desde hace tres semanas. Pero eso no es todo, tiene otro secreto mucho más profundo. Fernando Basile dirige este largometraje donde las dudas y la intriga es permanente. Por más que ambos rehacen sus vidas., hay algo en un segundo plano que mantiene una incómoda tensión, la que presagia un mal destino a la pareja. Relatada con mucha crudeza, los actores ponen el cuerpo para llevar a cabo la película. Mantiene un ritmo rápido y constante. Hay escenas largas, otras bastante cortas, que el director las finaliza abruptamente con un fundido a negro. La calidad de las puestas en escena es variada, con momentos bien logrados y otros que habría que pulirlas un poco más, parecieran hechas por dos directores distintos. Cuando Rex y Yolanda creyeron que habían encontrado un rumbo, se le desmoronó sorpresivamente. Con un final vertiginoso que, por pretender ser explosivo y contundente lo que aporta es una absurda confusión innecesariamente,