Un anti héroe a mitad de camino En el afiche de Roa (2013), la frase “Los perdedores también escriben la historia” acompaña al título principal, en referencia a la vida de Juan Roa Sierra en la Colombia de los años 50’ y los hechos que lo llevaron a convertirse en el asesino del candidato por el partido liberal, Jorge Eliecer Gaitán. Juan Roa Sierra (Mauricio Puentes) es un humilde albañil que vive con su mujer (Catalina Sandino Moreno, nominada al Oscar por Maria llena eres de gracia) y su hija, y se encuentra atravesando un momento de crisis al no conseguir trabajo. En su desesperación, recurre en la ayuda del abogado Jorge Eliecer Gaitán (Santiago Rodríguez, de la serie de TV Los caballeros las prefieren brutas), candidato del partido liberal para la presidencia y aclamado por el pueblo, ofreciéndole a este sus servicios como guardaespaldas. Al ser rechazado por Gaitán, Roa comienza a obsesionarse con él hasta tomar la decisión de matarlo. El film está basado en hechos reales, pero no deja de ser una historia ficticia sobre la vida de Roa y los sucesos que lo llevaron a convertirse en asesino y a desencadenar la ola de violencia recordada con el nombre de “El Bogotazo”. La puesta en escena nos transporta con éxito a la Colombia de aquellos años, con la acertada recreación del tranvía, las calles y el vestuario representativo de las distintas clases sociales. El actor Mauricio Puentes, que hace con Roa su debut en la pantalla grande, genera una acertada sensación agridulce al interpretar la figura del antihéroe ayudado por sus característicos rasgos faciales. Por otro lado, es difícil para los actores ponerse en la piel de personajes ligados a tres o cuatro adjetivos calificativos. Esto es lo que ocurre por ejemplo con la mujer de Roa, de quien sus únicas características de madre, ama de casa y sumisa, no le permiten a Catalina Sandino Moreno lucirse en el rol que se le ha asignado. El tema principal gira (o debería haber girado) en torno a la obsesión creciente de Juan Roa Sierra hacia Gaitán. El problema principal se presenta en el distanciamiento de esta línea narrativa. Porque el director Andrés Baiz (La cara oculta, 2011) comienza a darle prioridad al otro conflicto que atraviesa Roa, que consiste en su frustración por la escasez de trabajo, y esto provoca que la línea principal se debilite y que por momentos pase a un segundo plano. Es interesante remarcar la introducción de la figura del cómplice, como el ejemplo perfecto del poco desarrollo de los elementos que constituyen la trama narrativa, ya que al ser introducido de un modo arbitrario, y en donde solo se le revela al espectador que es un hombre que parece peligroso porque lleva un arma, no es difícil deducir que posteriormente cumplirá un rol relevante en el asesinato. Y así se pasan los minutos con Roa. Con una sensación casi constante de que se cuenta con poco tiempo para contar los hechos y que entonces es obligatorio comprimir y dejar de lado emociones, diálogos y escenas para llegar a abarcar todo. Lamentablemente para Andrés Baiz, la acertada puesta en escena y el desempeño de su protagonista, no son suficientes para sacar adelante una película con un guión al que le faltaban todavía, muchas horas de trabajo.
Hay distintas maneras de abordar un hecho histórico desde una película; se puede atener a un rigorismo histórico absoluto, ficcionalizar una historia paralela, sacralizar/demonizar a sus personajes… y está el método abordado por el colombiano Andrés Baiz en "Roa". El hecho histórico en sí es el asesinato del abogado candidato a presidente por el Partido Popular, Gaitán. Un hecho que marcó un antes y un después en la historia de Colombia, y que, según se lee en un texto al finalizar el film, fue una de las semillas para la actual situación conflictiva que se vive en esa sociedad. El acusado del crimen fue un obrero, Juan Roa, pero hay varias versiones sobre el hecho, y por supuesto, la película nos cuenta una de ellas. Juan Roa (Mauricio Puentes) es un obrero despedido, padre de familia, insertado en el sindicalismo, y que admira profundamente a Gaitán (Santiago Rodriguez) casi hasta la obsesión. En un primer momento pareciera que vive para encontrar a su ídolo, quiere trabajar para él, lo sigue a todos lados. Pero las cosas van a cambiar, por un hecho casi fortuito contacta a Gaitán, pero quedará desilusionado. Por otro lado, hay fuertes rumores sobre un posible atentado al candidato a presidente, y unos matones contratados por empresarios presionan a Roa para que cometa el hecho. El film de Baiz tiene aciertos y desaciertos. La reconstrucción de época es casi impecable, el ritmo de la historia es bastante ameno, la fotografía y puesta en escena es correcta y denota cierta producción; también es un punto fuerte el rubro actoral generalmente logrado. Pero tenemos dudas en el espíritu que guia el libro. Por un lado, pareciera buscarse cierto rigor, los hechos fundamentales se encuentran, y la disputa política es intensa e interesante. El problema es que a este enfoque se le suma una ficcionalización en la figura de Roa (el personaje existió en realidad) y su entorno con escenas que viran más a una suerte de comedia o realismo mágico en la mejor de las suertes. A una escena dramática y grave, le sigue una reconstrucción, a veces no muy lograda; cambiando el registro constantemente. La labor de Mauricio Puentes es correcta, su presencia en pantalla es casi absoluta, se carga la película al hombro con un personaje difícil y sale airoso. Santiago Rodriguez como Gaitán pareciera necesitar de mayor tiempo en pantalla para desarrollar su personaje con mayor matíz. Se nota la decisión de Andres Baíz (también guionista) mostrar más la vida cotidiana y familiar de su protagonista que los asuntos políticos, es así que gana más espacio Catalina Sandino Moreno en correcto labor como la esposa de Roa. También veremos a nuestro querido Alberto Fernandez de Rosa (justificando la coproducción con Argentina junto con Arturo Goetz en un personaje poco claro) como un jefe que aporta simpatía al relato. Baíz viene de dirigir películas mejores como "Satanás" o "La cara oculta", y esto se nota en el profesionalismo con que todo parece ser filmado. Nos quedamos con ganas de más. Tiene sus desniveles, pero en el balance aprueba (con lo justo) y si les interesa la historia latinoamericana, deberían tenerla en cuenta para este fin de semana.
¿Y si no fue él? Hay hechos que marcan a las sociedades. Lamentablemente, muchos de esos acontecimientos tienen que ver con algún asesinato. En Colombia, el 9 de abril de 1948 murió Jorge Eliécer Gaitán, un dirigente liberal que aspiraba a gobernar el país. Lo que siguió a su muerte fue llamado el Bogotazo, un levantamiento que cambiaría de cuajo la situación sociopolítica del país sudamericano. Roa se basa en el personaje del mismo nombre (Juan Roa Sierra) que fue quien apareció como el responsable del asesinato. El director Andrés Baiz (38 años) tomó la novela El crimen del siglo, de Miguel Torres, para construir un relato que comienza en 1948 y arranca tiempo atrás, para elucubrar o imaginar quién era Roa, cómo era su vida y cuáles habrían sido los resortes que lo impulsaron (o no) a asesinar al dirigente. La cinematografía colombiana no tiene la pujanza que ha sabido tener la argentina, y Baiz acudió a la coproducción, que en cuanto a nombres propios le ha aportado a la realización el iluminador Guillermo Nieto. El habitual colaborador de Pablo Trapero, apoyándose a la vez en una dirección de arte muy precisa, logra que el ambiente se sienta bien real. Como soporte a la historia es importante, aunque algunos vaivenes del guión hagan por momentos perder el interés y cueste resignificar algunas expresiones de Roa en su casa, o con otros personajes. Mauricio Puentes, el protagonista, sabe dimensionar los distintos estados de ánimo de su personaje. Lo acompaña una segura Catalina Sandino Moreno - María, llena eres de gracia-. Patagonik es la “pata” argentina en el proyecto, que tiene a Arturo Goetz en el elenco y al compositor Iván Wyszogrod creando la música de un thriller que, a quienes no estén al tanto de las implicancias que tuvo el hecho real, puede dejarlos a mitad de camino.
Historia de un hombre común Con una austera, pero efectiva reconstrucción histórica, la película toma la figura del polémico Roa, detalla su circunstancia, la de pobre esperanzado, ingenuo, convencido de su destino de grandeza. Juan Roa Sierra (Mauricio Puentes) es un hombre común. En la Colombia de 1948, donde el tranvía es una mancha de color en medio de la arquitectura colonial, su pequeña vida comienza a tambalear. Y justo en ese momento, cuando su país parece querer crecer, poblado por distintas voces políticas. Es que nada le salió como él quería, el menor de catorce hermanos en un hogar pobre, ni pudo estudiar, ni conseguir un empleo público como alguno de sus hermanos. Todo en su vida es temporario, hasta su relación con su mujer María (Catalina Sandino Moreno), que ya lo ralea y se aisla con la hija pequeña de la pareja. LA FRUSTRACION Ahora, desempleado, pero seguro de ser superior (¿acaso no es amigo del profesor y tiene un destino que lo destaca cuando le leen las manos?), va a su entrevista de trabajo que lo ubicará para siempre en esa sociedad tan chata. Pero el hombre en el que él confía, don Jorge Eliecer Gaitán (Santiago Rodríguez), ese congresista liberal que liderara "la marcha de las antorchas" por la paz, no le da ninguna solución. Hasta le parece que lo subestima, sin pensar que la tarjeta con la dirección de su oficina que le dio y en la que cifró toda esperanza, fue puro compromiso. A Roa se le hace añicos la vida y promete vengarse. No sabe que su acción desencadenará un baño de sangre en su país. El filme de Andrés Baiz aúna elementos de ficción y realidad, alrededor de la figura de Juan Roa Sierra, quien habría provocado el atentado contra el doctor Eliecer Gaitán. La muerte del político sería una de las distintas causas de la eclosión del "Bogotazo", que desmembraría a la Nación. FIGURA POLEMICA Con una austera, pero efectiva reconstrucción histórica, la película toma la figura del polémico Roa, detalla su circunstancia, la de pobre esperanzado, ingenuo, convencido de su destino de grandeza. Y es justamente la descripción de un pobre de toda pobreza lo que valoriza el filme. Momentos como la partida hacia la entrevista de trabajo, en su traje gastado, luego del beso y la bendición a la madre, o la de Roa al borde del suicidio, mientras el viejo fotógrafo lo eterniza en su duda, pintan con emoción y austeridad el drama de un pobre tipo. "Roa" es una película con ciertos desniveles en la narración, exceso en la extensión y estupendas actuaciones. Desde la emotiva de Mauricio Puentes (Juan Roa) y Catalina Sandino (María), su encantadora compañera, pasando por la contundencia de Santiago Rodríguez, como Jorge Eliecer Gaitán, hasta los papeles más pequeños que permiten apreciar la sensibilidad de Rebeca López, como la madre, o la ternura y picardía de un veterano profesional como es Héctor Ulloa. Nuestros Alberto Fernández de Rosa y Arturo Goetz, como el profesor se destacan en sus respectivos papeles.
De políticos y perdedores Ambientada en Colombia durante los años 50, "Roa" es una historia ficticia basada en la vida de Juan Roa Sierra, a quien se declaró culpable del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, candidato a la presidencia, quien contaba con un fuerte apoyo popular, principalmente en la clase trabajadora. Roa (Mauricio Puentes) es un hombre sin trabajo, con una familia que mantener, y con más de una frustración en su espalda, ya que es un soñador que cree estar destinado a grandes cosas, pero aún así, ni siquiera ha logrado tener un oficio. Escena tras escena vemos como cada una de las esperanzas que tiene se van apagando, y como de algún modo se va alejando cada vez más de esa realidad que lo rechaza. Si bien Roa declaró haber actuado solo, en la película aparecen personajes que parecen haber apoyado su accionar; lo cual puede ser bastante probable, teniendo en cuenta que las ideas y el creciente poder de Gaitán le resultaban molestos a la clase más conservadora, donde se había hecho unos cuantos enemigos. El protagonista se convierte en una bomba de tiempo, son varias las circunstancias que lo van acorralando, y lo llevan hacia algo que en realidad no quiere hacer. No sabemos si Roa actuó solo, o si fue utilizado por alguien más, o si su vida era tan triste como refleja la película. Lo que sí sabemos es que el asesinato de Gaitán, además de desembocar en trágicos y violentos episodios que duraron varios días, y que luego se conocieron como "el bogotazo", fue un asesinato que favoreció a más de uno, y en esto la película no ahonda demasiado. Si bien hace referencias a la situación social, no lo hace en profundidad, ya que elige centrarse en el personaje de Roa, lo que por momentos agota, y hace que la historia no solo sea poco dinámica, sino más bien un tanto cercana al hartazgo. Con una excelente recreación de época, y correctas actuaciones, tanto de Mauricio Puentes, como de Catalina Sandino, quien interpreta a su esposa, la historia parece dejarnos con las ganas de saber algo más sobre un período tan complicado de la historia colombiana, y sobre las consecuencias de un asesinato tan tremendo, pero en vez de eso nos vamos con la sensación de haber recibido unos cuantos golpes bajos, después de ver la historia de alguien que cercado por la mala suerte tiene el peor de los finales posibles.
Este tercer largometraje del cotizado director colombiano Andrés Baiz (Satanás, La cara oculta) reconstruye la historia de Juan Roa Sierra, sindicado como el asesino del caudillo Jorge Eliecer Gaitán -quien tenía seguro destino de presidente- en 1948 y que desembocó en el masivo y sangriento levantamiento popular conocido como Bogotazo y en una espiral de violencia que continúa hasta hoy. Coproducida con la compañía argentina Patagonik y con el aporte de notables artistas de nuestro país (el director de fotografía Guillermo Nieto, el editor Alejandro Carrillo Penovi, el músico Iván Wyszogrod e intérpretes como Arturo Goetz), Roa es una ambicioso aunque superficial y esquemático fresco histórico que va desde lo íntimo (la gris existencia de este hombre de familia dominado por la falta de oportunidades) hasta lo sociopolítico (con una oscura y compleja trama de intereses y confabulaciones). Una película que -más allá de sus desniveles, obviedades y subrayados- se animó con uno de los sucesos más controvertidos y determinantes de la historia colombiana del siglo XX y allí reside su principal valor.
El director colombiano Andi Baiz, responsable de Satanás y La Cara Oculta, dos de los mejores exponentes del cine latinoamericano contemporáneo, nos trae Roa. El film relata los días previos al asesinato del líder político Jorge Eliécer Gaitán en manos de Juan Roa Sierra, hecho que terminaría dando lugar a El Bogotazo y posteriormente a La Violencia, uno de los periodos más nefastos de la historia Colombiana. Roa es una coproducción entre Colombia y Argentina. El crimen que cambió la historia Juan Roa Sierra está desempleado y con una esposa e hija que mantener. La búsqueda de trabajo no está nada fácil tampoco. Un día, casi sin querer, conoce a su ídolo personal y futuro candidato presidencial de Colombia: Jorge Eliécer Gaitán. Luego de una amistosa charla este le entrega su tarjeta personal. Inmediatamente, Roa ve aquí su oportunidad, se pone su mejor ropa, ensaya su mejor discurso y se dirige a las oficinas de Gaitán para ofrecerle sus servicios, ya sea como chofer o guardaespaldas o lo que necesite, pero muy amablemente Gaitán rechaza su oferta. Roa deja la oficina completamente desilusionado y poco a poco comenzará a culpar a Gaitán de todas las desdichas de su vida. Es así como ideará un torpe plan para asesinarlo. Pero cuando pareciera que Roa por fin logrará encaminar su vida y deja atrás este delirio, unos misteriosos hombres descubren lo que estuvo a punto de hacer y comenzarán a presionarlo y a amenazarlo para que asesine a Gaitán de una vez por todas. En la mente del asesino Uno sale de una película como Roa con gusto a poco. Esto es debido al gran potencial que tenia la historia, tanto la personal de Juan Roa Sierra y como la del país en aquel momento. Andi Baiz decidió dejar a un lado lo que ocurría en Colombia a mediados del Siglo XX y centrarse en como Roa decide y por ultimo lleva a cabo el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán. Si bien Mauricio Puentes en el papel de Roa está no menos que fantástico, el guión (también del mismo Baiz) hace agua en lo que al desarrollo del personaje respecta. El director no se toma el tiempo suficiente en plantear que Roa no era un hombre de todo cuerdo, por lo que la decisión de cometer el asesinato termina pareciendo arbitraria y apresurada. Se dice que Roa era esquizofrénico, que poseía delirios de grandeza y que era un aficionado a la mística, y se dice que todas estas cosas juntas, sumadas a la desilusión de ser rechazado por Gaitán, lo llevaron a tomar la decisión de asesinarlo. El problema aquí es que somos testigos de gran parte de estas cosas luego de que Roa ya tomó una decisión con respecto a Gaitán y cuando el espectador ya casi comienza a perder el interés. Catalina Sandino Moreno -nominada al premio Oscar hace un par de años por María Llena Eres de Gracia- interpreta a María, la esposa de Roa, pero su papel nunca le da la suficiente oportunidad para lucirse. Todo lo contrario con Santiago Rodríguez, quien interpreta a Gaitán con el suficiente poder y carisma de un futuro líder. A lo largo de la película encontrarán algunas caras conocidas para los argentinos como Arturo Goetz y el ex Bridada Z y bañero más loco del mundo, Alberto De la Rosa. Aunque sin terminar de caer por completo, el relato avanza a los tumbos. Muchas escenas parecen reiterativas y resulta difícil no aburrirse, aunque Andi Baiz guarda lo mejor para el climax. Cuando empiezan a correr los títulos uno se queda con ganas de ver más, pero no es justamente por lo buena que fue la película, sino porque da la sensación de que lo mejor estaba por venir. Roa cuenta con un importante trabajo de reconstrucción histórica, la Bogotá del 2013 está lejos de parecerse a lo que era la Bogotá en el año 1948 y en este aspecto el equipo de producción hizo un trabajo impecable. Lo mismo con el vestuario y la fotografía. Técnicamente Roa no tiene absolutamente nada que reprochar. Conclusión Andi Baiz escribió y dirigió un thriller psicológico con tintes políticos que no termina de cerrar por ningún lado. Por unos momentos se siente apresurado y por otros se siente lento, el film recién encuentra su mejor ritmo en la última media hora. Aun así, las fantásticas actuaciones y una gran labor en todos los aspectos técnicos hacen que Roa sea una película aceptable, pero que podría haber sido mucho más. Si disfrutaron del film (o más aun si no lo hicieron) les recomiendo que lean sobre Roa y sobre La Violencia, tal como se llamó al periodo posterior al asesinato de Gaitán, ya que hay muchas cosas que la película deja afuera y son por demás de interesantes.
Sabiendo que es un puntal clave en el panorama sociopolítico de su país, el director colombiano Andrés Baiz reconstruye en Roa la historia detrás de Juan Roa Sierra, presunto autor material del asesinato del líder político Jorge Eliécer Gaitán, hombre destinado a cambiar la cara de un país en penumbras, destino que finalmente se cumple, pero no de la forma que él esperaba. Trama de pelos engominados, trajes y zapatos lustrados, transcurre dentro de un escenario reproducido en forma pulcra que muestra a una Bogotá reluciente a finales de la década del '40. El mencionado personaje principal es un hombre demasiado común pero con promesas de grandeza en su mente, fascinado por el Destino con mayúsculas: el hombre cree que su propósito en esta tierra es mayor, pero lo que le depara el futuro no es lo que él espera obtener. Durante muchos años el misterio de lo sucedido fue, es y seguirá siendo motivo de teorías conspirativas por parte de los historiadores, ya que no se sabe a ciencia cierta qué fue lo que sucedió el 9 de Abril de 1948, cuando un crimen llamó al pueblo colombiano a las calles para tomar justicia por mano propia contra el asesinato del líder en el cual confiaban. El guión de Baiz junto a Patricia Castañeda elige recrear un posible escenario y, bajo el lema "Los perdedores también escriben la historia", sigue a Juan en su camino por dejar huella en este mundo. Por desgracia, la mala fortuna del personaje principal y el pésimo tino del mismo a la hora de hacer sus elecciones no provocan que el espectador sienta lástima por él, sino furia al dejarse a sí mismo como un mero peón en la conspiración que se teje alrededor suyo para eliminar al político. ¿Podría haber hecho algo al respecto para cambiar su situación? Totalmente, pero no es la gracia de la película más que presentar a un personaje exasperante y sumamente minúsculo. La película comienza con una escena para luego situarnos unas semanas antes de la misma y así poder empezar a explicar el por qué del comportamiento extraño del protagonista. Durante todo este tramo es cuando Roa es una gran meseta narrativa que va armando poco y nada con sus personajes, hasta el último acto, donde el ambiente se caldea y da paso a un epílogo lleno de tensión, angustia y muerte, momento en el cual esta termina, dejándolo a uno con una sensación de desasosiego pasmoso, a la vez que unas fuertes ganas de saber cómo continúa la acción. La actuación de Mauricio Puentes como Roa destaca por su solidez en la forma de un hombre ignoto, con chispa en su mirada pero invisible para otros que no sea de su seno familiar, igual que la aceptable transformación de Santiago Rodriguez como Gaitán. El nombre de Catalina Sandino -nominada al Oscar hace unos años por Maria, llena eres de gracia- convoca la atención, pero se ve relegada al papel de la mujer del hombre central, donde aporta sencillamente nada. El peso y la potencia del avance lo tienen Puentes y Rodriguez, con un plus con la amable aparición del argentino Alberto Fernández de Rosa, no obstante ni ellos pueden subsanar una trama demasiado lineal, con un protagónico principal irritante.
A pesar de ser un tema localista del país de origen del filme, la cinta tiene una lograda factura técnica de nivel internacional, con una lograda reconstrucción de época, extras, despliegue escénico y un guión de genero bien estructurado, para los amantes de la historia latinoamericana, el visionado de el filme, resultara una experiencia enriquecedora.
Indagación en la mente de un magnicida Esta es una película fuertemente colombiana. Donde, de pronto, aparecen Arturo Goetz haciendo de quiromántico alemán y Alberto Fernández de Rosa brindando trabajo a la gente honrada. Es que se hizo en coproducción con Patagonik Film Group, que además aportó a Iván Wyszogrod, excelente compositor, Bill Nieto, director de fotografía, Carrillo Penovi, editor, Martín Grignaschi, sonidista, Alejandro Cacetta y Juan Pablo Galli, coproductores, Gustavo Arnaudin, encargado de postproducción, y otros conocedores. No es por alardear, pero el buen acabado que tiene "Roa" es gracias a esta gente de la Argentina. Nobleza obliga, corresponde destacar con igual empeño el admirable trabajo de la colombiana Diana Trujillo, directora de arte que recreó para nuestros ojos la Bogotá de 1948, perfecta en todos los detalles de época, salvo uno donde la familia del personaje protagónico entra a la sala de cine con vaso y balde de pochoclo. Pero seguramente eso no es culpa suya sino de alguien que quiso quedar bien con las cadenas de exhibición. A propósito, en Colombia la película se estrenó el pasado 9 de abril, aniversario del asesinato del dirigente liberal Jorge Eliécer Gaitán, lo que provocó un sangriento caos recordado como El Bogotazo, donde murieron más de 500 personas y se incendiaron más de 140 edificios. Juan Roa fue, según dicen, el asesino de Gaitán. Se trata, entonces, de una película que indaga en la mente de un magnicida. Descuida el contexto, lo que es una pena, pero ofrece una hipótesis: el acusado no habría tenido espíritu criminal. Simple ambicioso de pocas luces, títere de quién sabe qué complotadores (porque nunca se supo qué mano hubo detrás), torpe resentido por la circunstancial desatención de su ídolo, ese día él también fue una víctima. Así al menos lo pinta Andrés Báiz, director caleño que de este modo cierra una trilogía de criminales bogotanos. Sus obras anteriores fueron "Satanás", sobre el caso real de un veterano de guerra que mató a su madre y luego hizo desastre en un restaurant, y "La cara oculta", donde el desastre lo causaron la vida conyugal, los celos y el afán de venganza. Acá el relato es algo convencional, pero tiene interés, tensión, buena factura, ilustra algo sobre la naturaleza humana (incluso la soberbia de los líderes populares y el aborrecimiento de sus parientes haraganes), y, ya lo dijimos, goza de un buen aporte argentino. Protagonistas, muy en papel, Mauricio Puentes, Santiago Rodríguez, Catalina Sandino. Puede objetarse que hayan elegido una mujer tan linda para esposa de un infeliz tan feo, pero así ocurre muchas veces en la vida real. PD.: hay una buena historia ambientada en pleno Bogotazo, "Confesiones a Laura", de Jaime Osorio, 1990, donde un tipo no puede volver a su casa y pasa la noche con la vecina, pese a los gritos de la esposa que quiere controlarlo desde la ventana. El final es un canto a la vida (y a la vecina).
En un momento particular de Colombia, en el que el asesinato del político Jorge Elicier Gaitan, presuntamente a manos de Juan Roa Sierra, desata la violencia del “Bogotazo”. El film se centra en ese hombre que admira al político pero ante un desaire cuando le pide trabajo pasa del amor al odio, se enreda con mafiosos y marginales y marcha hacia su destino en una ensoñación de temor, supersticiones, actitudes infantiles y tragedia. Una reconstrucción de época y un clima donde todo es posible.
Lo más importante de este filme colombiano, en coproducción con la Argentina, es la historia que nos narra, anticipando que está basado en hechos reales. Lo verídico del suceso es el asesinato de Jorge Eliecer Gaitan, candidato opositor al gobierno a finales de la década de 1940 con muchas probabilidades de convertirse en el nuevo presidente, y la posterior escalada de violencia popular que se suscito, conocida como El Bogotazo (09 de abril de 1948), del que, según parece, todavía hoy hay heridas que no terminan de cerrar. Hasta aquí lo que hay del orden de la realidad. Roa es el nombre de quien fuera acusado de ser el asesino. Su nombre completo era Juan Roa Sierra, quien termino muerto ese mismo día por la furia de la muchedumbre que se levanto contra el gobierno por el asesinato de su líder. Dos fueron las versiones que se articularon en el juicio posterior respecto de esos acontecimientos; una, la que narra el filme a partir de testigos que lo propondría como participe necesario, pero no como asesino, la otra, que hablaría del personaje como asesino solitario. En 1978 el gobierno colombiano dio por cerrado el caso declarando a Juan Roa Sierra como paciente esquizofrénico, que actúo solo (¿o con su doble o más personalidades?), y por motivos meramente personales. Hasta aquí lo importante de la realización. El problema es que más allá de algunos logros técnicos como la fotografía, la reconstrucción de época, incluso la banda sonora, la falla principal esta en su construcción, en la estructura del guión y posterior desarrollo, por momentos muy moroso en los tiempos, por otros muy compendiado, tal cual un resumen Leru, que hará que aquellos que no conozcan de la historia real queden fuera del registro. En otros momentos, sobre todo desde la estética, se pone en evidencia como una producción demasiado ambiciosa sin justificarlo. Nunca deja de ser tremendamente superficial, desde la presentación del personaje, las circunstancias que lo rodean y definen en lo laboral, familiar, amoroso, hasta las motivaciones que lo llevan a la resolución, no del conflicto en si sino del relato
Otra cara de un crimen político El director Andrés Baiz nació en 1975 en Cali, Colombia. Estudió producción y dirección cinematográfica en la Universidad de Nueva York. Roa es su tercer largometraje y está inspirado en el libro El crimen del siglo, de Miguel Torres. El crimen al que alude el autor es el asesinato del dirigente liberal Jorge Eliécer Gaitán, un caudillo popular que aspiraba a la presidencia de la nación. El trágico episodio ocurrió el 9 de abril de 1948 en una calle de Bogotá, al mediodía, frente al edificio donde la víctima tenía su estudio jurídico. La autoría del hecho fue adjudicada a Juan Roa Sierra, nacido en 1921. Roa estaba casado con María y tenía una hija llamada Magdalena. Era un desocupado que tomó contacto circunstancial con Gaitán y esperaba que éste lo convocara para trabajar como chofer, guardaespaldas o asistente, lo que nunca ocurrió. Era un pusilánime que padecía delirios de grandeza y solía recurrir a los consejos de un quiromántico alemán de nombre Johan Umland Gerd, a quien le confesó que creía ser la reencarnación del general Santander y del conquistador Gonzalo Gómez de Quesada. En la última etapa, previa al crimen, trabajó como pegador de carteles en la vía pública. El asesinato de Gaitán derivó en protestas, desórdenes públicos, saqueos y represiones policiales que se conoció como "Bogotazo". Eso ocurrió en la capital y también se extendió a varias ciudades del interior del país. Existen versiones contradictorias sobre el crimen y su autor. Una de ellas es la de Gabriel García Márquez, quien llegó al lugar apenas unos minutos después de ocurrida la tragedia. Pero el director expone su propia versión, que pone en duda la entronizada por la historia. Por la misma razón, centra la atención sobre Roa, a quien describe con minuciosidad. Desarrolla el relato desde su punto de vista y lo erige en una suerte de símbolo de los desheredados de entonces de su país. Tampoco glorifica a Gaitán, a quien retrata como un político más, algo demagogo, que recurre al clamor del pueblo para alcanzar el poder. De hecho, el director rompe el mito del líder o héroe sacrificado y ratifica la vigencia de la lucha de clases. Es una coproducción colombiano-argentina, que registra una encomiable actuación de Mauricio Puentes como Roa, quien concreta su primer papel importante en el cine. Un concepto similar merece Catalina Sandino como la esposa de Roa, de recordada labor como "mula" en el filme María llena eres de gracia, por la que fue nominada al Oscar.