La figura del militar siempre fue tenida en cuenta por el cine. Por general, tanto, en la ficción como en los documentales, la intención es usarlo a modo de propaganda o como blanco de críticas contra las fuerzas armadas. Los ejemplos son abundantes y ocurren en todas las épocas y en todas las latitudes. Pero Manuel Abramovich en Soldado (2017), elije un camino diferente. La cámara sigue a Juan José González, un joven que se alista en el ejército, según sus palabras, por motivos laborales, para contentar a su madre y porque le gusta. Lo que sigue es el adoctrinamiento, dentro de las aulas y fuera de ellas, trotando, realizando flexiones de brazos o practicando rutinas. Juan pronto se incorpora a la banda militar, tocando el tambor, y allí irá creciendo más. Lejos de tomar una postura, Abramovich se limita a capar la pureza de la experiencia de un muchacho que ingresa como voluntario y comienza una carrera militar. Aquí el desarrollo de un soldado se presenta como una oportunidad para este joven sin rumbo fijo, proveniente del interior. Ya no hay conflictos bélicos en los que intervenir, pero el Ejército les puede dar lugar a quienes mantienen esa vocación o pretenden encontrarle sentido a la vida. En un país, Argentina, donde las fuerzas militares son vistas de reojo debido a su activa intervención en golpes de estado, Soldado permite adentrarse en la intimidad de una persona que opta por formar parte de esas filas. Juan no pretende ni combatir enemigos, no se cree superior a nadie; sólo busca su lugar.
¿Por la Patria? ¿Qué lleva a un joven argentino a querer formar parte del ejército? Esta es la pregunta que se formula Manuel Abramovich en Soldado (2017), un documental que se mete en las entrañas del Regimiento de Infantería 1 de Patricios, ubicado en el porteño barrio de Palermo, para observar la rutina del entrenamiento militar y así encontrar una respuesta a tal enigma. Juan José González es un muchacho correntino de 20 años que tomó la decisión de ingresar al ejército. Pero, ¿para qué existe un ejército en un país sin guerras? y ¿por qué un muchacho quiere ser parte de eso? Respuestas que busca Abramovich en Soldado. El director de Solar (2016) y el multipremiado corto La Reina (2014) entremezcla el registro observacional documental con una puesta en escena ficcional para retratar los días de González que, lejos de su familia y amigos, pasan entre el entrenamiento físico, los desfiles y su incorporación a la banda musical tocando el tambor. La puesta se nutre de cierta teatralidad con planos fijos y una cámara que toma distancia del objeto retratado. Ese modo de mostrar tiene que ver con el artificio de ser soldado, donde para Abramovich da la sensación de ser una representación, un juego, un ensayo teatral. Ser soldado y actor estarían equiparados en un mismo rango. Ser soldado es un personaje impostado que cuando se quita el uniforme pasa a ser una persona real. Como en sus anteriores trabajos Abramovich utiliza el registro documental para encontrar respuestas a un tema que lo obsesiona como parecieran ser los mandatos familiares y hasta qué punto uno es capaz de elegir libremente por sobre lo que los padres deciden para sus hijos. En el caso del protagonista de Soldado vuelve a primar sobre la decisión final la influencia paternal pero también la económica. Para alguien que no tiene las mismas posibilidades que otros la elección militar parece ser una de las pocas alternativas en busca de un futuro ¿mejor?. Abramovich se consolida con su nueva película como uno de los cineastas que mejor saben conjugar las técnicas y las formas a la hora de narrar una historia documental muchas veces insignificante que bajo su lente se convierte en grandilocuente y necesaria. Donde se generan preguntas que siempre encuentran respuestas.
El documental del realizador del premiado corto La reina se centra, como su título claramente lo indica, en un soldado, un cadete del Ejército Argentino. A lo largo del film, de carácter observacional, la cámara de Abramovich retratará las rutinas cotidianas de un ejército que no parece tener más misión que llevar adelante sus propios y clásicos rituales: marchas prolijas, cánticos casi infantiles, instrumentos afinados para músicas rudimentarias, rutinas diarias que deben cumplirse a la perfección. “Al pedo pero temprano”, como decía un General. Sin subrayar de modo alguno lo que se ve, el director muestra esas rutinas como si fuera una suerte de teatro kabuki, de figuras recortadas en el espacio haciendo sus pasos, con su soldado protagónico cumpliéndolas a rajatabla (la explicación de cómo deben doblarse las sábanas según el día es antológica, lo mismo que algunos cánticos) pero dejando sutilmente entrever un cierto fastidio o desgano por la mecanización de su trabajo, trabajo que él eligió hacer, confiesa, un poco para darle el gusto a su madre. El documental seguirá a su protagonista en un regreso a su hogar y también lo meterá en una situación más compleja y ambigua a partir de lo que sucede cuando otro soldado se suicida. La manera en la que sus superiores reaccionan ante esa muerte y adoctrinan al resto de sus compañeros a continuar es, acaso, el momento en que se puede sentir con más claridad una mirada crítica sobre la institución. El resto es lo que es y Abramovich jamás ironiza de manera directa. Si las rutinas y rituales son un poco ridículos es porque, bueno, lo son y la puesta en escena plana simplemente las refleja, sin burlarse de los soldados ni de sus superiores, los que quizás pueden quedar un poco absurdos solo por su tenaz y virulenta manera de ocuparse de asuntos nimios como si se estuviera en un frente de batalla. Yo no hice “la colimba” (el servicio militar argentino), pero imagino que muchos de los que la hicieron en tiempos de relativa paz (no cuenta la época de la dictadura y menos la Guerra de Malvinas) se sentirán identificados con el soldado que oficiosa y efectivamente transpira, va, viene y se esfuerza para mantener una mitología que, al menos hoy, parece más una puesta en escena que otra cosa. Si algo diferencia a Soldado de algunos otros documentales locales que retratan a personas dejándolas al borde del ridículo es que, primero, ese “ridículo” se manifiesta sin necesidad de subrayados y quizás no todos lo vean así (lo que para algunos es absurdo para otros puede ser tradición). Y, especialmente, de haber algún tipo de ironía esta se aplica sobre los poderosos y no sobre los esforzados y sacrificados soldados, los protagonistas de una situación cuyo absurdo ellos sufren y no provocan. Como La reina, es un film que se identifica con las víctimas de tradiciones que, en el fondo, son humillantes, absurdas y hasta agresivas con ellos.
Al paso redoblado Soldado es una nueva propuesta de corte documental de observación, del director Manuel Abramovich (Solar), y fiel a su título concentra su mirada en un conscripto correntino durante su entrenamiento en el servicio militar. Institución muy resistida teniendo siempre presente la historia más contemporánea de nuestro país, con sus hitos oscuros como la dictadura militar, la guerra de Malvinas, y finalmente el asesinato del soldado Carrasco, hecho que durante la presidencia del riojano Carlos Saúl Menem dio pie a la eliminación de la obligatoriedad de la “colimba” y que en estos tiempos de bonanza democrática procura limpiar su imagen y acercarse a los jóvenes, a las nuevas generaciones y a la comunidad, con un discurso más afable y marketinero. Sin embargo, nada de eso forma parte del enfoque de Abramovich y mucho menos pasa por la cabeza del conscripto protagonista Juan José González, sino simplemente acompañar desde el inicio su pasaje por esa institución, con sus reglas, prácticas y rituales específicos arrastrados por una tradición que para muchos argentinos sigue siendo un orgullo. La disciplina, el orden y la necesidad de creer que se está haciendo algo por la patria es una de las herramientas que aún articulan un modo de entender y justificar ciertas actividades estériles, ciertas posturas que cualquiera en su sano juicio sabe que ante un enfrentamiento real en un campo de batalla no hacen la diferencia, ni siquiera ayudan a transitar bajo el espíritu de cuerpo entre el miedo y la valentía que requiere un conflicto bélico. La película de Abramovich haciendo uso de su distancia con el personaje logra captar el proceso y la intimidad tanto dentro como fuera de los cuarteles. La cámara solamente atestigua los momentos en que el protagonista se va nutriendo de toda la impronta militarista, ejercicios, tendidos de cama distintos al riesgo de ser castigado por un superior, y el apartado especial de integrar la banda militar para ejecutar marchas en los desfiles y tocar el tambor. Resulta sumamente interesante en ese aspecto cómo se le enseña a respetar y aprender la historia del legendario tamborcito de Tacuarí por ejemplo. Sin perder la profundidad del enfoque entre el ejército desde adentro y sus conscriptos integrados a ese micro universo, con un suicidio de un conscripto primerizo donde opera el blindaje institucional por encima del trágico episodio, cuando Soldado traspasa el hermetismo del cuartel para seguir el derrotero del conscripto correntino -transformado o no- no pierde la espesura de los primeros minutos y conserva esa mixtura extraña que amalgama la intimidad y la emocionalidad contenida, sin subrayados ni imposturas, con una puesta en escena limpia que hace de esta historia un interesante acercamiento a una realidad poco vista y que atraviesa prejuicios infundados y criticas fundadas.
El documental de Manuel Abramovich muestra la vida en el cuartel de un muchacho que decide hacer la carrera militar en el Regimiento 1 Patricios. Un mundo que el director veía a diario, por vivir en frente del cuartel y que despertó su curiosidad. Sigue los pasos de Juan José González que asegura, apenas entra, que siempre le gustó la vida militar, que le da el gusto a su madre y que busca una salida laboral. Así ingresa a ese lugar regido por el culto a la limpieza, el orden, las costumbres como verdades rebeladas: desde la forma de tender una cama o l manera de acomodar un cable. Un mundo de obediencia debida donde las órdenes y los conceptos no se discuten, simplemente se acatan al instante. Y ese chico que recibe entrenamiento de guerra y también ingresa a la banda tocando el tambor se convertirá en un hombre callado con las angustias y dudas bien sumergidas en su interior. Tan estructurado que en su lugar de origen se desubica. Una pintura de la vida militar sin una ideología determinada. Solo mostrarlo ya es una toma de posición.
Este documental dirigido por Manuel Abramovich (2017) relata cómo Juan José González vive su vida en el ejército, el por qué de su decisión de alistarse (imperioso deseo de su madre, necesidad económica y porque desea servir a su Patria son algunos de los motivos). Relata también con simpleza, la rutina dentro de las aulas y fuera de ellas, los ejercicios, el aprendizaje y su entrada a la Banda del Ejército cuando es designado para tocar el tambor. Al principio le cuesta pero después lo toma como un gran honor, porque así se lo inculcan y lo lleva con gran orgullo. En el Regimiento de Infantería 1 de Patricios éste joven correntino de 20 años busca un mejor futuro y Abramovich lo muestra, en éste documental que se encuentra un poco alejado del deseo de la mayoría de los jóvenes que vemos en la actualidad, pero que, trata de acercar el Ejército a las nuevas generaciones, inculcando respeto, amor a nuestro país, orden, limpieza y disciplina. Cualidades necesarias para cualquier persona de bien. ---> https://www.youtube.com/watch?v=6J6Fro1CXjk ---> TITULO ORIGINAL: Soldado GENERO: Documental . DIRECCION: Manuel Abramovich. ORIGEN: Argentina. DURACION: 72 Minutos CALIFICACION: Apta todo público FECHA DE ESTRENO: 26 de Abril de 2018 FORMATOS: 2D.
“Porque me gusta, por una necesidad laboral y para darle el gusto a mi mamá”. Así, después de titubear un poco, el correntino Juan José González le explica a una empleada administrativa los motivos de su postulación para ingresar al Ejército. La cámara de Manuel Abramovich seguirá sus primeros meses en la institución, con el registro de un aséptico documental de observación que dejará a cargo del espectador no sólo la tarea de sacar conclusiones, sino también la de encontrar algún tipo de progresión dramática y descifrar las emociones de este impávido joven. En cada cuadro, una toma fija -de una prolijidad geométrica acorde a la temática retratada- muestra un universo quedado en el tiempo. Dentro de los muros del Regimiento de Patricios todavía hay oficiales de fajina que les gritan órdenes a sus subordinados. Y usan el mismo tono marcial para comunicar la muerte de un soldado y su carencia de un seguro de vida. Es un mundo al borde del ridículo: hay un entrenamiento físico riguroso, perros incluidos, en vistas de un remoto conflicto bélico. Todo ritual, visto con distancia, es absurdo. El sinsentido flota sobre las barracas: la institución parece sostenida por toda clase de ceremonias, que van desde la limpieza de las armas hasta el seguimiento de las precisas instrucciones para hacer la venia, tender la cama o lavar el uniforme. En ese contexto, González aprende a tocar el tambor, “el oficio más noble”, según le dicen al sumarse a la banda militar: “En parches de cuero se llamó a los momentos más nobles de nuestro país”. ¿Está orgulloso, arrepentido, resignado? Sólo él lo sabe.
Un joven de 19 años decide incorporarse al ejército. Desde ese día su existencia cambiará completamente: le asignan el puesto de tambor mayor en la banda militar y su nueva rutina combina el entrenamiento de guerra con ensayos musicales. El director Manuel Abramovich logró sobre esta base, con calidez y ternura, retratar la transformación de un adolescente de pueblo en un adulto lleno de incertidumbres que va conociendo un nuevo micromundo pleno de interrogantes y de heroísmo. Con un elenco que logró dar el exacto retrato a cada personaje, con una música acorde y una impecable línea técnica, el film logra insertarse en una temática que habla de una juventud dispuesta a comenzar un nuevo camino en sus vidas.
“Soldado” refleja de manera contundente el estado de una institución que no ha sabido adaptarse a los cambios, el paso del tiempo y, principalmente, a la mirada que la sociedad tiene sobre ella. En la historia del aspirante a soldado Juan y sus intentos por encajar hay una profunda reflexión sobre el vacío y la falta de sinceridad en aquellos que siguen mirando hacia otro lado a pesar de la verdad que tienen frente a ellos.
Llega el nuevo documental de Manuel Abramovich (luego de dos muy buenos trabajos, "Solar" y el corto "La reina"), registro de observación pura sobre la institución militar, en particular sobre los ingresantes al ejército: "Soldado". Luego de que en Argentina el servicio militar dejara de ser obligatorio, la percepción social sobre la "colimba" cambió. O mejor dicho, se esfumó. Así como antes muchos sujetos estaban atravesados por esto (se sorteaban con los números del dni a los ingresantes y era un deber público obligatorio que te ocupaba, entre 1 y 2 años de tu vida, a los 18 años), la preocupación sobre esto desapareció. Y con ella la información que rodea el ingreso de los nuevos aspirantes de la fuerza militar. Pero hay gente que sigue ingresando a la fuerza. Con sus motivaciones personales. De ahí que "Soldado" recupere un poco esto. Que brinde la posibilidad de que tomemos contacto con la formación e idiosincracia que aparece como emergente en cada una de las actividades de preparación que el ejército le da al nuevo recluta. Abramovich registra diferentes actividades que realiza el jóven ingresante, algunas simples, otras no tanto, que van desde plegar sábanas de la manera correcta hasta aprender a tocar el bombo en un acto patrio. Con respecto y atención, se van desgranando acciones que definen la intencionalidad de los formadores del ejército... Creo que este doc puede ser interesante para quienes quieren poner la mirada en cómo se estructura cierta concepción sobre el deber y el trabajo, desde la perspectiva militar. Se deja ver, aunque como siempre digo, te tiene que interesar la temática para que sea una experiencia de interés.
Soldado, de Manuel Abramovich Por Mariana Zabaleta Todas las instituciones tienen sus rituales, puertas adentro las lógicas de lo privado inscriben hábitos, usos y costumbres, que no imaginamos. Soldadode Manuel Abramovich, es una propuesta desprejuiciada e inteligente, nos permite mediante cámara fija contemplar espacio y tiempo dentro del Regimiento de Infantería N°1. Lugares de tradición y costumbre, vocación y meta de generaciones pasadas siguen vigentes puertas adentro. El correntino Juan José González oficia de lienzo para esta doble “formación”, aquella que dentro de la institución corrige y da nueva “forma” a su cuerpo, gesto, maneras de hablar y caminar. Como también el ojo afilado de Abramovich, que permite dar “forma”, mediante largos planos fijos, del proceso de educación gestual y psicológico al que los jóvenes son sometidos. La cámara atestigua, distante, el porvenir del joven González. Su carrera lo lleva a integrar la banda militar. Un engranaje más, y por tanto esencial, en la gran maquinaria que es la instituciónmilitar. Avisado de ello su entrenamiento será férreo, la conciencia de conjunto parece fundamental para desempeñar correctamente sus funciones. El heroísmo del legendario Pedro Ríos, Tambor de Tacuarí, es relatado como parte de la instrucción, no solo quedando como anécdota sino, más bien, siendo antecedente y legado su patriotismo en combate. El rostro del joven Juan José no se ve como el de Pedro, quizás porque una de las grandes virtudes de este film es permitir ver la contenida gestualidad de la formación como una forma más, honesta y por momentos inocente, de los hombres-niños que se deben a los héroes. SOLDADO Soldado. Argentina, 2017. Guión, fotografía y dirección: Manuel Abramovich. Edición: Anita Remón. Sonido: Sofía Straface. Distribuidora: Compañía de Cine. Duración: 73 minutos.
En Soldado, Manuel Abramovich (Solar, Años Luz) hace algo que a priori parecía improbable: estetiza, subjetiviza y resignifica el universo militar. - Publicidad - Las distintas situaciones que vive un soldado en su ingreso al Regimiento I de Patricios y a la Banda Militar Tambor de Tacuarí son recuperadas aquí por una cámara que construye casi exclusivamente primeros planos y planos medios de Juan José Gonzalez, el soldado del título, que bien podría ser cualquier otro. Hay en cierto modo una enumeración en la observación de los revisaciones médicas, las primeras preguntas, las clases iniciales, el aprendizaje de métodos: hacer correctamente la cama, vestir el uniforme, hacer la venia, usar un arma, tocar el tambor. Es que la milicia está cargada de método y por eso también Abramovich elige el suyo propio: cerrar el plano en el rostro y el cuerpo de un novato, con una cámara fija, dejando fuera de campo todo el mundo que se le presenta a él. Soldado parece una película áspera, abundan los modos militares, las órdenes y los retos también, y mucho de eso ocurre fuera del alcance visual del espectador, allí lo sonoro encuentra su dimensión particular. Como separadores, planos generales abiertos de formaciones y de desfiles en el que también juega la distancia sonora. Tal vez es en estas vistas donde la película sea más rica y más original. No hay guerra aquí, ni siquiera referencia a ella. Se trata de presentar a un ejército en su ritualidad propia, en sus quehaceres y prácticas, cargadas de una cotidianeidad que realmente subyuga.
Vemos al joven Juan José González que viene de un pueblo y se va integrando a las distintas actividades que se desarrollan en el ejército , lugar donde eligió estar, dejando todos los afectos y costumbres atrás para formar parte de la banda militar. La historia relata cuales fueron las causas y porque quiere ser soldado. La cámara observa al protagonista como así también a cada personaje de este documental, en cada una de sus disciplinas, en los desfiles, las prácticas y las clases.
Un atisbo al mundo castrense El segundo largometraje del realizador argentino Manuel Abramovich, responsable de Solar (2016), es un documental que sigue de cerca el derrotero de un joven que se une al ejército como miembro de la banda del regimiento para descubrir que su visión de la institución y del trabajo que la misma realiza es un tanto distinto de la realidad. Soldado (2017) narra los primeros pasos de un joven en el ejército argentino, institución harto desprestigiada y relegada a un segundo plano en nuestra sociedad debido a su nefasta historia relacionada con las dictaduras militares y la derrota de Malvinas, dos acontecimientos traumáticos de nuestra historia que marcan, entre otros, algunos de los desastres causados por la incompetencia y los delirios de psicópatas con cargos militares que se apoderaron del destino político de nuestro país sin aquiescencia ni legitimidad. El protagonista descubre así que el ejército es, al igual que muchas instituciones, empresas y espacios de diversa índole, una burbuja y, al fin y al cabo, un trabajo estable en el que la disciplina es una excusa tradicional, devenida engranaje de un protocolo laxo de una institución que se sabe inútil, pero que ofrece una labor y una identidad. De esta forma el joven soldado se amolda al ejército que lo cobija y le ofrece una salida de la desocupación que le permite además enorgullecer a su familia. El documental de Abramovich analiza la institución castrense a partir de la mirada del joven soldado con primeros planos incisivos y panorámicas que buscan ofrecer una visión sobre la pretendida disciplina que siempre se desbanda, creando así una metáfora sobre el ejército argentino y las consecuencias de su larga y merecida decadencia. Soldado es un film descriptivo y contemplativo que propone una mirada atenta e inquisitiva sobre el ejército y su rol social en la actualidad.
El factor humano Sin juicio de valor, sin ideología política alguna, sin mostrar maltrato o penuria que pudiese suceder, así es como Manuel Abramovich nos trae su nueva película Soldado, la cual muestra exactamente lo que dice el título, la vida de un soldado ingresante del Ejército Argentino. Con algunos pasajes “graciosos” por no ser habituales a los civiles, el film logra mostrar con una sencillez de planos admirables (sobre todo primeros planos a la cara del soldado en sí) que la vida de este joven es tal y como se la muestra en imagen. Un detalle muy particular es que raramente vemos a aquellos que están dando las ordenes o alguna instrucción, siempre están fuera de plano y siendo una voz en off.
El realizador de Solar y Años luz, Manuel Abramovich, presenta Soldado: un film documental que recorre la historia de un joven que ingresa al Ejército Argentino. La historia se centra en Juan José González, un joven proveniente del interior que decide alistarte en el Ejército Argentino -en parte por motivos laborales y en parte para contentar a su madre-. Soldado retrata el día a día del joven dentro de la institución. El espectador estará presente desde la primera revisión médica del joven hasta los momentos donde aprende las cosas más básicas: hacer un saludo, tender las camas según el día de la semana o limpiar las botas. González termina incorporado en la banda militar, donde se dedica a tocar el tambor. El foco esta puesto únicamente en Juan José González. Todos los demás parecen ser parte de un decorado lejano al que debe adaptarse este joven. Mientras que la cámara lo muestra en todos los ángulos y planos posibles -sobre todo en planos fijos-, los demás personajes sólo son expuestos mediante planos generales. No se conoce de ellos más que la voz a la hora de entrevistar o dar órdenes. A pesar de ser un documental, Soldado no cuenta con los elementos básicos como entrevistas directas o una voz en off que sitúe al espectador. El film de Abramovich se centra puramente en lo observacional. Todo se basa en captar la experiencia y el día a día de un joven que quiere formar su carrera profesional en el ejército. La cámara sólo busca captar las emociones del protagonista frente a las diferentes situaciones que se le presentan. A diferencia de muchas películas que tienen como base al Ejército Argentino, Soldado no se detiene a realizar juicios de valor sobre la Institución. Aun así, sí deja entrever con mucha facilidad el rol que ocupa cada uno. Si bien los demás personajes básicamente no tienen su lugar frente a la cámara, Abramovich permite reconocer con facilidad quién es un superior y quién un simple aprendiz. El director muestra que dicha institución es un sitio destinado para seguir órdenes.
CHOQUE DE PERSPECTIVAS En Soldado, el foco está dado por el ingreso de Juan José González al Regimiento de Infantería 1 de Patricios como soldado voluntario. Su actividad dentro del regimiento estará abocada a ser uno de los tambores de la Banda Militar “Tambor de Tacuarí”, una actividad que funciona como punto de encuentro (y también de colisión) entre lo artístico y lo militar. El documental de Manuel Abramovich comienza con un plano que promete lo mejor, mostrando a un grupo de soldados que practica una formación y es castigado por hacerlo mal. Van ingresando otros soldados con diferentes rangos mezclándose, todo se vuelve un caos (podría ser un digno gag emparentado con el del camarote en Una noche en la ópera, aquel clásico protagonizado por los hermanos Marx), inmediatamente después títulos y ya entramos en la rutina de Juan José. Esta primera parte, en donde vemos cómo aprende a tocar su instrumento, mixturada con situaciones del entorno del regimiento, logra mantener el interés de la película, que comienza a diluirse cuando nos vamos acercando al desenlace. Allí entra en juego la dispersión narrativa y la premisa central se disuelve, lo que atenta contra la estructura general. Quizás por la relación que tiene la institución militar con el arte, los pasajes más divertidos de Soldado son los discursos que le tiran a los novatos direccionando todo hacia el valor y un patriotismo que muchos de los que van, como el protagonista, no sienten. En ese choque casi involuntario entre perspectivas (pero sin embargo buscado por la puesta en escena y el montaje), es donde el film de Abramovich encuentra sus mayores fortalezas.
Crítica emitida en radio.
Juan José González podría pertenecer al mundo de la ficción, pero no. Es un personaje real, existe y es el protagonista de Soldado. La imagen abre con el playón del Regimiento de Infantería 1 de Patricios, en un plano general e incómodo. Los minutos pasan y los soldados llegan, forman, se equivocan, mientras la cámara espera; somos nosotros: estamos lejos, entrando.
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
Juan José González es un joven decide incorporarse al ejército, dispuesto a comenzar un nuevo camino. Tiene 19 años y lo hace para satisfacer los deseos de su madre. Allí le asignan el puesto de tambor en la banda militar. Su ritual en el regimiento consiste en combinar el entrenamiento propiamente militar con los ensayos musicales al mando del instrumento. También es una metáfora de la ejecución militar, porque las instrucciones rígidas y las reglas para efectuar el instrumento de determinada manera, remiten al ritual del ejército. De manera que, su nueva rutina diaria combina entrenamiento de guerra con ensayos musicales. Allí, el tratamiento visual y sonoro nos ofrece una puesta en escena precisa, cuyo uso de planos, angulaciones y contraste en fuera de campo refuerzan el formalismo de esta mirada cinematográfica. El ejército argentino, una institución de tradición corrupta hoy es observada por el ojo público con pasiva inactividad y cuestionable autoridad. A lo largo de los últimos 35 años de democracia y aun manchada por sucesos condenables, la reputación del ejército nada tiene que ver hoy día con conflictos armados ni sangrientas dictaduras. El cine argentino está plagado de representaciones del Ejército que formó parte de la última dictadura militar, un tema que agotó su tránsito en nuestro cine, volviéndose cada vez más y más reiterativo. Sin embargo, el retrato que elige contar Manuel Abramovich es una historia particular y pequeña, acerca de la condición humana. Y como experiencia cinematográfica, no entrega al público todas las respuestas, sino las herramientas propias del lenguaje dispuestas para generar una subjetiva reconstrucción. Premio FIPRESCI en el Festival de Mar del Plata de 2017, “Soldado” combina escenas más observacionales, con otras de recreación ficcional, poniendo empeño en la potencia pura de la imagen.El director se plantea como objetivo un retrato neutro y seco, una radiografía de un soldado inmutable, inserto en una rutina inalterable y mecánica. Será tarea del espectador completar el sentido del documental con su propia interpretación, cuando el tema en cuestión invita a hacernos interrogantes acerca de un elemento tan sensible en la fibra social de nuestro pueblo.