A partir del trabajo del reportero y fotógrafo Carlos Bosch, los directores Daniel Henríquez, Leonardo Novak y Carmela Silva reflexionan sobre la creatividad, la pasión, el trabajo. Para Bosch no hay edad, para nosotros tampoco que lo vemos poniendo el cuerpo, exponiéndose, trabajando, hablando, luchando, como así también lo hacen sus magnificas imágenes, esparcidas a lo largo del metraje como una muestra más de su existencia.
“Si la foto no tiene sujeto, verbo y predicado, no sirve”, dice Carlos Bosch en un momento de Sombras de luz. La frase funciona como una suerte de principio rector de la obra de uno de los fotógrafos más importantes de la historia argentina. También del documental que indaga en sus recuerdos, su forma de entender la imagen en un contexto que, como el actual, hace de la manipulación una de sus recurrencias más habituales. Bosch alternó entre la fotografía periodística, artística y política. Desde diversos medios dio cuenta de la realidad del país en sus momentos más cruentos, lo que le valió un viaje a Europa en 1976 del que regresó en 2007 con la idea de radicarse definitivamente en la Argentina. Es a partir de ahí que el film lo encuentra para indagar tanto en sus trabajos como en su forma de entender la fotografía. Sombras de luz registra diversas charlas con el fotógrafo y quienes lo frecuentaron tanto en el ámbito laboral como personal. Clásico en su formato de cabezas parlantes, los principales hallazgos hay que buscarlos en las reflexiones de Bosch sobre el estatuto de la imagen y en la precisión a la hora de recordar el detrás de escena de sus fotografías más famosas.
"Estamos llenos de imágenes, pero la fotografía es otra cosa. En la fotografía tiene que haber un lenguaje porque es una forma de narración y tiene una gramática", dice Carlos Bosch (1945) en uno de los tramos de este atrapante documental que tematiza las obsesiones de un personaje aventurero y singular que vivió y trabajó durante años en Europa, llevó su cámara a intensas zonas de conflicto (Líbano, Afganistán) y se infiltró en las falanges franquistas para desarrollar su arte y oficio. Las reflexiones sobre los potentes autorretratos de la serie Los miedosson un eje crucial del relato. En ellos Bosch aborda sus preocupaciones más notorias: la cárcel, el geriátrico, los linyeras, la pobreza, la muerte.
El ojo que crea Sombras de la luz (2018), documental de Daniel Henriquez, se propone la interesante tarea de seguir el proceso creativo de un artista, en este caso, de un fotógrafo. A través de un compendio de entrevistas y fotos, nos adentráramos en un álbum fotográfico que nos cuenta no solo la vida del autor, sino también la crisis actual para continuar su trabajo. Una atractiva idea sobre el seguimiento y la construcción de un archivo. El prestigioso fotógrafo Carlos Bosch atraviesa una crisis creativa de la cual parece no encontrar salida. Alejado del fotoperiodismo, busca representar sus sensaciones actuales, pero no solo le interesa fotografiar sino que indaga, busca y discute como siempre lo ha hecho, como un cazador de historias. Pero al encontrar el camino, se da cuenta que todo tiene más aristas. A través de las entrevistas de sus colegas, se conocerá su trabajo del pasado y actual, que va desde archivos de eventos extraordinarios hasta elementos sobre la violencia del siglo XX. El artista pensando sobre su creación. Es indudable que el documental a la vez de ser sobre la impronta figura de su protagonista, también es una discusión, un debate sobre la imagen fotográfica -el hecho de robar una imagen-. Se habla sobre los soportes, formatos y fines en sí mismo. Por ejemplo, se plantea la gran diferencia entre el fotoperiodismo que es inmediato y efímero, y la foto gráfica, donde se inmiscuye el método de creación y el rol del fotógrafo como comunicador. Del mismo modo resulta muy enriquecedora la reflexión acerca de la creación. El dónde colocar la cámara en cada momento a ser fotografiado. Una especie de búsqueda autoral. Una idea muy romántica y atractiva, pues Sombras de la luz intenta ser también un interesante tratado sobre el “ser fotógrafo”, una profesión que tiene como mayor virtud el trabajo con la imagen. Por ello aprovecha el silencio entre las fotos, para que éstas hablen por si solas, y que podamos ver a los fotógrafos creando, discutiendo, y sobre todo, desanimándose y alentándose sobre su propio trabajo: lo mejor que posee la película.
Es un documental, el primero producido por la cooperativa “La Olla” que reúne nombres premiados y reconocidos del género, dedicado al fotógrafo argentino Carlos Bosch y su obra. Dirigido por Daniel Henriquez, definido como un relato cinematográfico en el que participa el director con Leonardo Novak y Carmela Silva con los testimonios del Bosch, Alfredo Sánchez, Oscar Smoje, Mempo Giardinelli y Jorge Abot. Un interesante recorrido por toda la carrera del conocido y premiado fotógrafo, con su trayectoria en nuestro país, en el exterior, y sus pasiones sobre las ramas de su atención, la fotografía periodística, la artística y la política. Con discusiones, diálogos, cuestionamientos, convicciones.
El riesgo, la calle y los honores ¿Alguien conoce a Carlos Bosch? No, la pregunta debería ser otra. ¿Por qué no conocíamos a Carlos Bosch? Hay varias respuestas posibles, no necesariamente excluyentes. Porque el fotoperiodismo es un arte anónimo (¿por qué el fotoperiodismo es un arte anónimo?). Porque durante más de veinte años Bosch vivió en el exilio, y cuando volvió ya no practicaba más ese oficio. Porque la fotografía –tal vez porque se la sigue viendo, como hace más de cien años, como “una mera reproducción de la realidad”– tiene poca prensa. Y eso que dos años atrás, ya septuagenario, Bosch ganó el mayor galardón de la especialidad en el campo local, el Gran Premio de Honor en Fotografía del Salón Nacional de Artes Visuales. ¿Alguien que no pertenezca al área de las artes visuales se enteró de eso o pudo ver la foto ganadora? Filmado a lo largo de dos años por los documentalistas Daniel Henríquez, Leonardo Novak y Carmela Silva, Sombras de luz permite conocer a uno de los mayores exponentes del fotoperiodismo argentino (lo cual ya es mucho decir) y reconocido maestro. Figura representativa, a su vez, de todos aquéllos que desde el fin de la Segunda Guerra hicieron del suceso diario un arte y un oficio. Los dioses hogareños de todo periodista. Para ingresar en Sombras de luz es necesario atravesar primero una zona de cierta vergüencita ajena. Ésa en la que una voz detrás de cámara pregunta, a varios amigos de Bosch, que sería este marplatense nacido en 1945 “si fuera un medio gráfico”, o “una luz”, y así. Pasado ese primer susto, todo anda bien. La película dirigida por Henríquez y escrita por Novak, sobre un riguroso trabajo de investigación y archivo a cargo de Silva, no es, por suerte, un biopic. En lugar de la cronología sigue un orden más secreto, que los realizadores habrán hallado en el montaje, allí donde se “escribe” el “guion” de un documental. Sombras de luz encadena el presente más estricto del momento en que fue rodada, cuando Bosch hilvanaba una serie de autorretratos sobre sus miedos, llamada justamente “Los miedos” (uno de los cuales resultó el ganador del Salón de Artes Visuales 2016), y lo muestra en acción, fotografiándose a sí mismo en esa serie onírica como a algunos amigos, siendo ocasionalmente fotografiado él también. Bosch dando clase en su taller, Bosch invitado a un congreso en Resistencia, Chaco, Bosch concurriendo a la muestra de Argra, donde llega a verse una foto de quien, por su obsesivo trabajo con el blanco y negro, su perfil social, su dramatismo y su pericia técnica, bien podría considerarse su discípulo: Pablo Piovano, ex fotógrafo de PáginaI12. En el continuum de ese presente –que incluye una notable serie de invenciones, más que reflexiones teóricas– se va engarzando la biografía profesional de Bosch, desde los tiempos de Editorial Abril (Semana Gráfica, Siete Días) hasta esos nueve meses de 1973/74 en que fue editor fotográfico del diario Noticias, con el pintor Oscar Smoje como diagramador. En febrero de 1976, el general Osiris Villegas, amigo de su padre, le dice que más vale se vaya del país. Si es al día siguiente, mejor. En España fotografía a reliquias del franquismo alzando la mano, concurrentes a la primera Marcha del Orgullo Gay realizada en Europa y aldeanos tan viejos como sus aldeas. En Alemania, a miembros de la más reputada escuela de mercenarios del mundo. En Beirut, una foto “armada” de la que se arrepiente, en la que le puso un kalashnikov en la mano a una mujer anciana. Una de las líneas de su pensamiento es la de la ética profesional. “No siempre hay que mostrar la realidad”, sostiene. A Bosch siempre le atrajo el riesgo, la calle. Lo que su amigo y ex compañero de tareas Mempo Giardinelli llama “periodismo dramático popular”. Un chico en patas en Santiago del Estero, una mujer muerta, con 40 kilos de peso y un pecho al aire, un par de ancianas exóticas en la noche porteña, un auto en llamas frente a la Casa Rosada. El mismo envuelto en una malla de hierro sobre un túmulo funerario: esa es la que ganó el Premio de Honor. “Dejá de hacer autorretratos, volvé al fotoperiodismo”, le había aconsejado Oscar Smoje. Bosch, por suerte, no le hizo caso.
La obra del fotógrafo Carlos Bosch se transmite en este documental llamado Sombras de luz que retrata su historia y su presente, dirigido por el cineasta chileno-español Daniel Henríquez. Carlos Bosch es un fotógrafo argentino que viajó a Europa en 1976 y volvió a Argentina treinta y dos años después. Su obra ha pasado desde lo periodístico, a lo político y lo artístico. El documental de Henríquez presenta varias etapas de su vida: desde sus trabajos en España y su infiltración en el movimiento fascista Fuerza Nueva, hasta su actual muestra de retratos y auto-retratos en donde refleja sus miedos a la vejez, a la pobreza, a la prisión y a la enfermedad. Pasando por detrás de escenas, testimonios de amigos y colegas, fotos de archivo y recortes de diarios y revistas, como a su vez las charlas que tiene Bosch con sus estudiantes en el taller continuo de imagen. Con un ritmo pausado pero sin puntos muertos, el documental también sirve para que las nuevas generaciones de fotógrafos observen cómo funciona y funcionaba el trabajo de un artista ya experimentado como Bosch.
Imágenes de otro tiempo. Carlos Bosch y sus exilios nunca se reflejan en sus fotos, pero sí esa capacidad de sintetizar en una imagen una historia, un contexto y un tiempo de otro tiempo. Explica el artista, sin ánimos didácticos, que una foto para ser más o menos buena tiene que tener mínimamente un sujeto, un predicado y un verbo. Esa gramática sencilla de entender resulta para muchos incomprensible a la hora de aplicarla, y en ese recoveco incómodo entre la teoría y la praxis se encuentra Bosch y su arte; Bosch y su experiencia de fotógrafo tanto para la crónica periodística por ejemplo de la revista 7 Días como en su calidad de artista, que se expresa por medio de sus fotos. Para muchos de sus colegas y amigos, entre ellos Mempo Giardinelli con quien trabajó en épocas de juventud, que prestan su testimonio en este documental sobre el fotógrafo, su trayectoria y sobre todo su manera de pensar a la fotografía y más aún a la subsistencia de un arte nacido en el período analógico y que hoy debe insertarse en el mundo digital, implica por un lado una reflexión mayúscula sobre el estatuto de la imagen y por otro acerca de la representación de la realidad. Sombras de luz, de Daniel Henríquez, si bien es un documental de estructura convencional encuentra su propia dinámica en el derrotero de Carlos Bosch en una nueva etapa de su carrera con la obra de auto retratos, pretexto expresivo para que el artista transmita sus miedos desde las imágenes, y que le valiera el premio a la mejor obra fotográfica argentina hace algunos años. Para quienes desconozcan las piezas fotográficas más importantes de la historia contemporánea argentina, el documental hace las veces de compendio de grandes fotografías y en el caso de los que ya tomaron contacto alguna vez con el trabajo de Carlos Bosch la idea de reencontrarse con su filosofía de trabajo es más que bienvenida, en un momento de arte inmediato, digital, sin sujetos, verbos y con el único predicado del consumismo descartable en un click de teléfono o en el paso raudo de un dedo transpirado sobre un lienzo de millones de pixeles.
RETRATO DE UNA OBSESIÓN Al comienzo de Sombras de luz, dos hombres buscan las mejores condiciones para una puesta en escena. Uno de ellos dice “esta es una foto que hay que hacer”. Del mismo modo podría pensarse el documental de Daniel Henríquez, como algo necesario para que haya justicia y se conozca el arte de Carlos Bosch, un excelente fotógrafo exiliado varios años que en la actualidad se encuentra en un momento culminante en la Argentina: ha decidido abandonar el fotoperiodismo y concentrarse en una serie de autorretratos vinculados a sus miedos. De esta y otras obsesiones se encarga el recorrido que propone el director. Lejos de obedecer a una cronología exacta y rigurosa de una vida, los testimonios personales son los que le dan vida a su obra y figura. Lo primero que sale es el carácter inclasificable de Bosch, la imposibilidad de encajonarlo. Lo segundo, que lo teníamos bastante descuidado en la consideración. Allí están los amigos y los colegas para reparar la injusticia y compararlo con Goya, con la luz renacentista o para calificarlo con elogios sinceros. Y si uno ve sus trabajos, están en lo cierto. De modo tal que uno de los logros posibles de la película es poner el foco en lo que corresponde, evitando el sensacionalismo y las miserias en las que suele incurrir este tipo de propuestas. Por el contrario, lo que prevalece es la vitalidad del personaje en cuestión, sus ideas, las anécdotas, las experiencias, el intercambio con el público y su modo de trabajo entre otras cuestiones. No hay un patrón dominante y en todo caso el montaje sostiene cierta idea de dispersión acorde con el carácter cambiante del mismo Bosch, en continuo movimiento para repensar su labor en un mundo tecnológico del que no reniega pero tampoco parece encajar. Con respecto a esto último, es interesante la serie de argumentos que pronuncia en diversos pasajes. Por ejemplo, que una foto tiene un lenguaje a diferencia de una imagen ya que contiene tiempo y luz; o de qué modo concebir una puesta en escena (de allí la importancia del comienzo del documental) en medio de los desenfrenados avances técnicos en las cámaras actuales. Da la impresión que, sin hacer de esto una tragedia, asistimos a la experiencia de un artista que asiste a la inminente desaparición de su ser (en el plano de los miedos) como de la propia fotografía como arte. Luego, está lo más importante, sus propias fotos en diversas circunstancias que se ven enriquecidas con los comentarios vertidos en exposiciones. Entre ellas, una que llama la atención, la de haber trabajado en España durante el franquismo, motivo suficiente para alertar a los oyentes sobre el presente en Argentina y la amenaza política conservadora contra la expresión artística, uno de los tantos simulacros de nuestra democracia disfrazada. Un antídoto seguro es la posibilidad de que estos documentales se den a conocer para descubrir a tipos como Carlos Bosch, con la misma modestia y desenfado que el personaje en cuestión.
El filme de Daniel Henríquez nos lleva al mundo tan particular del fotoperiodismo y al mismo tiempo, el arte que supo desplegar en sus años más fructíferos Carlos Bosch. Esta personalidad, política y artística por su contexto histórico, es un hallazgo del equipo realizador, que entre sus productores cuenta a los reconocidos Benjamín Ávila y Lorena Muñoz entre otros. Si bien por momentos puede resultar un tanto técnico, por el lenguaje y porque el mismo Bosch aparece dando clases a un grupo de personas, el relato nos introduce en la obra llevándonos a una serie de autorretratos que buscan plasmar los miedos mismos del protagonista, que son en cierto punto existenciales y luego, nos lo muestra desde sus compañeros de labor y los trabajos que supo realizar en el exilio para periódicos españoles de la era posfranquista y de otras latitudes mundiales con conflictos a flor de piel. Fotógrafo de AGRA, colectivo que todos los años tiene su muestra abierta al público, se molestó por un premio, halago que según él descolocó su búsqueda artística, su carrera más vehemente, algo que los que lo rodeaban trataban de contener sin conseguirlo. La música de Eliane Correa complementa adecuadamente las transisiones y lo que reina son las "sombras de luz" necesarias para contar un momento, un rostro, una situación de postergación, la enfermedad, la vejez, la cárcel, con una cámara profesional y siempre, el blanco y negro. El material de la investigación y el archivo de Carmela Silva son indispensables para, como decía antes, aquellos interesados en retratar la realidad social. Se estrena en el Gaumont y tendrá su espacio en el MALBA, los domingos con una función.