Otra tumba subacuática Los submarinos, en términos cinematográficos y en lo que respecta al canon narrativo más simple, suelen ser sinónimo de suspenso claustrofóbico ya sea por el constante peligro de hundimiento, por el fantasma de morir aplastados debido a la presión y/ o por la posibilidad de que los tripulantes enloquezcan y comiencen a reventarse entre ellos, más allá de lo que ocurra en el exterior y las inclemencias marítimas de turno. Ahora bien, otra dimensión desde la cual suele ser encarado este “medio de transporte”, uno por cierto homologado a un arma enorme/ dispositivo de espionaje, es la de la tragedia lisa y llana porque es uno de los pocos vehículos -junto a las aeronaves, por ejemplo- en los que no existe margen para las fallas porque al menor problemilla en diseño, construcción, puesta a punto o manejo todo se irá al demonio con una rapidez inconmensurable y de seguro nadie saldrá con vida. No muy lejos a nivel conceptual de la explosión y el hundimiento del ARA San Juan del 15 de noviembre de 2017, hoy tenemos un retrato de la catástrofe del K-141 Kursk del 12 de agosto de 2000 en medio de una mega misión de entrenamiento, la más grande movilización a la fecha de la Armada Rusa desde la disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas en 1991, un claro ejemplo de abandono, incompetencia, estupidez y negligencia similares a las del submarino argentino y la lacra macrista que lo puso en el agua: Kursk (2018) es un trabajo correcto y no mucho más escrito por Robert Rodat, a partir de un libro de Robert Moore, y dirigido por Thomas Vinterberg, el gran realizador danés de La Celebración (Festen, 1998), Dear Wendy (2005), Submarino (2010), La Cacería (Jagten, 2012) y Lejos del Mundanal Ruido (Far from the Madding Crowd, 2015). El film entrega un pantallazo sencillo -y quizás un poco mucho sentimentaloide- del desastre militar, causado por controles defectuosos sobre un torpedo obsoleto y en mal estado que estaba perdiendo peróxido de hidrógeno, su combustible, el cual al entrar en contacto con el cobre de los tubos de lanzamiento terminó provocando una primera explosión y dos minutos después una secuela cuando comenzaron a estallar las cabezas de los otros torpedos, un panorama apocalíptico que mandó al Kursk al fondo marino destruyendo gran parte de los compartimentos aledaños a la sala de torpedos y obligando a una veintena de los 118 hombres a bordo a encerrarse esperando un hipotético rescate. La trama explora la dignidad e inventiva de los tripulantes encabezados por Mikhail Averin (Matthias Schoenaerts), una figura de autoridad de nivel medio, la patética soberbia de un gobierno ruso lerdo e hiper inepto a cargo de Vladimir Putin, la frialdad paranoica del mando militar de Vladimir Petrenko (Max von Sydow), y la angustia/ desesperación de los familiares de las pobres almas atrapadas, representados sobre todo por Tanya Averina (Léa Seydoux), esposa de Averin y típico personaje femenino de relleno que no aporta casi nada. Si bien el desempeño de Vinterberg resulta impecable y consigue imágenes poderosas en cuanto a esa tragedia a la que nos referíamos al inicio, lo cierto es que el esquema retórico es excesivamente hollywoodense ya que pretende abarcar más de lo necesario con un montón de escenas de ese afuera que hasta incluye un trasfondo etnocentrista anglosajón poco disimulado -la película está hablada en inglés, además- a través de la intervención en el rescate de las tropas británicas del Comodoro David Russell (Colin Firth). Si se hubiese dejado de lado el melodrama familiar y los “no salvadores” extranjeros, optando por una perspectiva 100% rusa y militar, la obra podría haber trepado por sobre tantas propuestas parecidas gracias a la obtusa negativa de la administración a la asistencia foránea, los problemas que atravesaron los tripulantes y la situación pesadillesca en general de esta tumba subacuática, triste parábola tanto de los gastos exorbitantes en defensa por parte de los países centrales como de la indolencia de los estados modernos para con estas torres maquiavélicas de naipes que pretenden esgrimir cuando les conviene o cuando su egoísmo considera que hay que sacar a pasear las “joyas” acumuladas del patrimonio nacional…
La mañana del 12 de agosto del año 2000 el submarino nuclear K-141 Kursk, perteneciente a la Armada rusa, sufre un terrible accidente durante unas maniobras, desencadenando dos gigantescas explosiones. Esta historia, muy conocida por todos, es llevada ahora al cine por Thomas Vinterberg en una película de ficción que reconstruye la previa y el momento del desastre, así como sus consecuencias y todo lo que ocurrió después cuando el gobierno ruso pasó de la negación al pedido de ayuda. Thomas Vinterberg pasó de su momento de gloria dirigiendo La celebración a quedar un poco al margen de la historia con películas de menos repercusión. Incluso aquí, con Kursk, su película más clásica, Vinterberg no tuvo la repercusión que un proyecto de esta calidad merecía, incluso con algunos actores importantes en roles pequeños – Colin Firth, Max von Sidow- para llamar aún más la atención. Pero Kursk tiene todo los elementos de un gran film. Tiene todo el drama de una tragedia anunciada, tiene incluso pequeños rastros de humor dentro de la angustia, tiene el suspenso llevado al límite y tiene un trabajo de dirección que consigue captar todas los matices de la historia. Tanto los familiares que esperan con desesperación como los marineros que esperan encerrados en el submarino, todos los personajes conmueven y generan empatía. También está claro que la película es implacable con la burocracia rusa y la orgullosa y fatídica decisión del gobierno de no pedir ayuda a los británicos y los noruegos. La figura del presidente Vladimir Putin salió del guión a último momento, aunque él estaba en el gobierno hacía solo hacer tres meses y el guión era muy favorable en su mirada de él. El padre de Putin fue submarinista y el presidente se tomó las cosas personalmente. Aun así, los mandos de la marina tardaron y la película los expone no solo por esta decisión sino las que hicieron en el pasado. Por otro parte, los británicos son los héroes que no consiguen hacer su trabajo debido a esta traba. La película consigue emocionar es muchos momentos y todo el trabajo dentro del submarino demuestra que Vinterberg domina a la perfección su oficio. Alguna vez alguien dijo que todas las películas que transcurrían en submarinos son interesantes. Kursk parece confirmar esta regla.
Thomas Vinterberg recorrió la distancia que va de La celebración, una de las películas que inició el Dogma 95, hasta Kursk, una película catástrofe que sucede en un submarino nuclear. Lo suyo debe ser una especie de maratonismo: no cualquier director supera la distancia que va de un proyecto independiente ceñido por un número ridículo de reglas autoimpuestas a una producción de gran porte como pide el cine catástrofe (incluso si se trata de una catástrofe filmada discretamente). Lo que importa es que Vinterberg parece sentirse cómodo tanto en uno como otro territorio, a la manera de esos directores ágiles que prefieren moverse entre proyectos disímiles sin preocuparse por forjar un montón de intereses recurrentes (“obsesiones” les decimos a veces, para decorar un poco lo que no es más que un montón repeticiones, de tics). La buena nueva además es que acá el género parece imponérsele: la vitalidad de la película catástrofe cancela rápidamente la conocida delectación del director por la miserabilidad y las crueldades, que suelen ser la marca más reconocible de sus películas sin importar la naturaleza de sus historias. Kursk empieza como debe hacerlo cualquier buena película del género. El relato sigue a un montón de tripulantes de un submarino y a sus familias en las horas previas al inicio de un ejercicio militar. Estamos en el año 2000: la Guerra Fría quedó lejos pero persisten los trazos de precariedad y homogeneización de la era soviética. Los marinos integran un cuerpo solidario y fraterno, con algunas pocas excepciones que la película quiere que leamos como rémoras del viejo régimen. En las pruebas que anteceden a la operación se anuncia la falla técnica que habrá de desencadenar el desastre: un misil cuya temperatura se eleva por fuera de los límites esperados y estalla. La película filma con buen pulso los esfuerzos por sobrevivir de los tripulantes; uno se hace ilusiones y espera que Vinterberg se anime a retratar el universo tecnológico movilizado por una mole acuática de esa escala. Pero no, el director toma la ruta más simple: muestra la maquinaria y los protocolos de acción elementales y apuesta todo a sus personajes (el gusto por la reconstrucción técnica, entonces, sigue quedando en manos de unos pocos directores exquisitos como Peter Berg). La primera mitad, que incluye la preparación del viaje y la explosión que deja al submarino tendido en el lecho del mar de Barents, se interesa por la situación desesperada de los marinos tanto como por la de sus esposas, altos cargos ubicados en naves cercanas y un comodoro inglés que ofrece la ayuda de su flota. La película va y viene y se muestra solvente para maniobrar todas las líneas narrativas, pero se tiene la impresión de que Vinterberg descuida un poco el centro de la historia, como si el director no estuviera del todo cómodo filmando una película catástrofe y necesitara apoyarse en lo que sucede en la superficie. Pero se trata solo de una impresión apurada: resulta que la película, incluso dentro del espectro de una producción relativamente chica, puede capturar plenamente el peligro y la destrucción, como lo certifica la escena en la que dos personajes van a buscar una batería para mantener funcionando el sistema de oxígeno. Un plano secuencia los sigue desplazándose lentamente bajo el agua: los dos marinos dan brazadas y se impulsan con una elegancia que hace pensar en una especie de baile acuático mortal. La ausencia de cortes vuelve creíble la amenaza de asfixia, que crece a medida que pasan los segundos. Vinterberg, a su vez, logra una feliz aleación: consigue que las críticas al gobierno ruso se integren en la trama, como puede verse en cada intento por abrir una escotilla que lleva adelante un destartalado submarinito de rescate; el vehículo, único medio disponible en toda la armada rusa, es una antigualla incapaz de cumplir con las tareas de salvamento, pero la película se las arregla para que cada nueva incursión de la nave funcione narrativamente. Como en Titanic, no importa que se conozca el destino de los marinos reales: cada vez que el submarinito trata infructuosamente de posicionarse sobre la escotilla principal sin éxito, la tensión llega a niveles casi insoportables. Un jerarca militar frío, que lleva la cara colgante de Max Von Sydow, es el blanco oficial de los comentarios políticos de la película, que se derraman sin embargo a todo el régimen. Entonces: película catástrofe con presupuesto insignificante, comentarios políticos que no debilitan la potencia del relato y un director por lo general mediocre que se revela como un narrador sólido. Kursk tiene todo el aspecto de una anomalía más o menos feliz que seguramente no vuelva a repetirse.
Una película donde hay que tener en cuenta que todo lo que sucede dentro del submarino es en gran parte fantasía..Es correcta, pero un tanto monótona,.y a pesar de contar un gran drama, no....
Sumergidos: Tragedia bajo el agua. El gran director Thomas Vinterberg trae a pantalla grande este thriller dramático con una bella y trágica historia real sobre un submarino ruso, Kursk K-141. Hay historias verdaderas que merecen ser contadas. Sean muy tristes, o no, son dignas de estar en pantalla grande. Kursk o Sumergidos, es un gran ejemplo. Cuenta la historia de la tragedia del submarino nuclear de la armada Rusa, Kursk K-141 en el año 2000 y la negligencia gubernamental que siguió. Sinceramente si el espectador ve la película sin tener ninguna información sobre lo que pasó, apreciará mucho mejor ciertas secuencias del film. Como varias películas de este estilo de tragedia, rescate y resolución, vemos ambos puntos de vista desde los marineros que luchan por sobrevivir y por otro lado, sus familias que desesperadamente intentan sobrepasar los obstáculos políticos Aunque esta última perspectiva es menos impactante que la otra. Al conocer al gran director que está a cargo de esta película, el nivel sube mucho. Thomas Vinterberg trajo The Hunt y Festen en el pasado. Y en este caso logra entretener pero de forma intermitente. Empieza muy bien, presentándonos a los marineros en un casamiento a lo The Godfather. ¿Qué mejor forma de presentar a personas felices y divirtiéndose que en un casamiento? Esto ayuda mucho a interesarnos en estos personajes. Además el director utiliza algo técnico muy interesante relacionado al formato, utilizando 1.66:1 en algunas escenas, siendo el estándar de formato panorámico en Europa tiempo atrás, pero luego la pantalla se agranda en un bellísima escena en donde el submarino se sumerge, mostrándonos 2.39:1 siendo lo más común en estos tiempos para mostrarnos exteriores y grandes espacios. Las caras conocidas en el elenco ayudan mantener el interés de la película en sus casi 2 horas de duración. Desde Matthias Schoenaerts y Léa Seydoux, con la aparición de Colin Firth, y más tarde Max von Sydow, como también August Diehl, Peter Simonischek y una de las últimas películas de Michael Nyqvist antes de fallecer en 2017. La historia por sí misma se sostiene, con un buen guion de Robert Rodat (Saving Private Ryan, The Patriot) basado en un libro de Robert Moore. Además de tener una bella fotografía de Anthony Dod Mantle (Slumdog Millionaire, 127 hours, Antichrist) tanto fuera como debajo del agua, con situaciones que hará faltar el aire al espectador. Pero también existen escenas quizá innecesarias, solo para utilizar a algunos actores de renombre, que aún así salvan cualquier situación. Lo mejor pasa debajo del agua, con efectos y la esencia del thriller que brilla en todo el submarino. Te llegas a encariñar con los personajes gracias a esa primera secuencia, pero a la vez la película parece, por momentos, distraerse de lo que cuenta. Al igual que los políticos pareciera que no le dan la importancia a lo que realmente pasa. Algo que podemos sentirnos identificados con lo que pasó con el ARA San Juan en Argentina. Al no ser algo que sea común de representar en Hollywood, me refiero a historias rusas, es probable que esta película no tenga mucha distribución. Como por ejemplo llegar muy tarde a estrenarse a la Argentina. Pero sin lugar a dudas vale la pena ver este film en los cines, con buen sonido y una hermosa imagen.
por Laura Pacheco Mora "El día que nunca llega" Basada en una historia real, una terrible tragedia que nos indignará y revelará de manera bastante cercana a lo real, la injusticia ocurrida con un submarino nuclear ruso. Se pondrán en juego la capacidad del ser humano de sobrevivir en situaciones límites y, en este caso, su proceder según las diferentes responsabilidades asignadas. En KURSK (2018), el director danés Thomas Vinterberg nos relata el hundimiento del submarino nuclear ruso K-141 Kursk en el Mar de Barents, que ocurrió el 12 de agosto de 2000 con 118 tripulantes a bordo, en un ejercicio naval que fracasó y provocó un grave e irreversible daño. Mientras veintitrés marineros luchan por sobrevivir debajo del mar, en tierra, sus familias confrontan de manera desesperada, a la burocracia que aleja la posibilidad de salvarlos. El capitán Mikhail Averin (Matthias Schoenaerts) está a cargo en el océano y su esposa Tanya (Léa Seydoux)lo espera en tierra. Nada menos que Max von Sydow para interpretar al militar ruso Vladimir Petrenko. Colin Firth es el aliado británico Commodore David Russell y por otra parte el único partidario ruso en la historia es el Admiral Vyacheslav Grudzinsky, interpretado por Peter Simonischek. Para comprender un poco más el trabajo del controversial director Thomas Vinterberg, su inquietud, impronta y personalidad artística, es importante destacar que es el cofundador del Movimiento Dogma 95 (cuya búsqueda era recuperar la pureza del cine estableciendo estrictas reglas para simplificar la producción de películas) y su consagración fue con Festen o The celebration (1998) que junto a Los idiotas (1998) de Lars von Trier se convirtieron en los mayores exponentes del Dogma 95 -films muy interesantes que recomiendo ver y en lo personal mi preferido es Dancer in the dark (2000), aunque no cumpla de manera estricta con las reglas del movimiento por los recursos utilizados en sus musicales, sin embargo está inspirada en este movimiento -. Dicho esto, cabe destacar que trabajó con el guionista Robert Rodat, para la adaptación de A time to die: the untold story of the Kursk, un libro del periodista Robert Moore. Su estilo detallista y desafiante al dirigir, justifica cada elección tomada para generar un suspenso extremo y permanente. Un excelente manejo de dirección y fotografía; muy bien lograda la sensación fóbica y de ahogo dentro del submarino y el notable contraste cuando observamos el grandilocuente mar, en verdad, respiramos; además de buen uso de la música, la construcción de los personajes nos habla de un gran guionista y los actores que responden de manera atinada al guion y al director. Todo esto, se consigue debido a la química y armonía con el guionista, director y equipo, consiguen transmitir simplicidad y credibilidad en medio de una verdadera catástrofe. Sin lugar a dudas, Vinterberg fue el indicado para dirigir este difícil film por su dramático contenido, logrando captar la esencia del mismo, de cada actor y situación. Aprovecha cada recurso de manera extraordinaria. Luego de su acierto con Festen, no tuvo grandes éxitos taquilleros, no obstante con Kursk demuestra estar a la altura de una gran película y con una producción muy importante, -a diferencia del Dogma- y, además, con corazón, lo cual resulta admirable. Se limita a respetar la historia real, conservando la estructura original del libro, haciendo foco principalmente en las vidas de los que partieron y respetando a sus familiares. Nos involucramos y sentimos lo que sucede al mismo tiempo que los protagonistas, pasamos por distintos estadíos: pánico, desesperación, ansiedad, fobia, ahogo, alivio por escasos momentos, impotencia, tristeza y el inevitable encuentro con la muerte. Las interpretaciones de Matthias Schoenaerts y Léa Seydoux, son remarcables. No obstante las de todo el elenco puesto que logran una empatía especial en el espectador, que se identifica con ambas historias que se relatan en paralelo: una debajo del mar y la otra en tierra. "El estilo del director es atractivo, de una impactante personalidad y seguridad al tratar un tema tan delicado y sensible. Hombres silenciados que esperan ser rescatados mientras luchan por mantenerse con vida, nos brindan una gran lección: no hay peor guerra que luchar contra el egoísmo e individualismo humano, como así mismo el orgullo inhumano de ciertos individuos con poder, representados aquí por militares rusos de alto rango. Una película digna de ver en pantalla grande." Calificación: 8/10 Título original: Kursk Año: 2018 Duración: 117 min. País: Bélgica Dirección: Thomas Vinterberg Guion: Robert Rodat Música: Alexandre Desplat Fotografía: Anthony Dod Mantle Reparto: Matthias Schoenaerts, Léa Seydoux, Colin Firth, Max von Sydow, Michael Nyqvist, Peter Simonischek, Martin Brambach, Guido De Craene, Geoffrey Newland, August Diehl, Matthias Schweighöfer, Fedja Stukan, Miglen Mirtchev, Jehon Gorani Productora: Impacto Coproducción Bélgica-Luxemburgo; Europa Corp / Belga Productions / VIA EST Género: Drama | Basado en hechos reales. Submarinos
En el año 2000; un submarino ruso salió a hacer un ejercicio en condiciones que no eran óptimas. Hubo una explosión de un torpedo de ejercicios, a la que siguió otra mucho más severa que mató a casi toda la tripulación, con la excepción de 23 sobrevivientes que esperaron que los rescataran en una parte de la nave aún no inundada del todo, y a la que le quedaba un poco de oxígeno. Robert Rodat, guionista de “Rescatando al soldado Ryan” de Spielberg, es el encargado de contar esta historia de una tragedia evitable, que se pone más tensa a medida que trascurren las dos horas de proyección, sobre todo cuando va quedando claro que a las autoridades rusas no les interesa tanto salvar a los sobrevivientes como proteger sus supuestos secretos militares y la honra de su Armada frente a las fuerzas occidentales que podrían ayudar. Similar en algunos aspectos a la más costosa “K 19” de Kathryn Bigelow, excelente film con Harrison Ford y Liam Neeson impostándose como rusos, “Kursk” luce más auténtica por lo bien ensamblado de su elenco internacional y el talento del director Thomas Vinterberg para armar un logrado contrapunto entre el drama en alta mar y los acontecimientos en tierra. Todo lo que tiene que ver con la dirección de arte y los efectos especiales apunta a volver creíble este drama submarino.
El 12 de agosto de 2000 el submarino nuclear Kursk de la Armada rusa se hundió en el mar de Barents con 118 tripulantes a bordo y convocó un operativo de rescate internacional, luego del silencio inicial de las autoridades, que cederían ante la presión de la realidad y la desesperación de los parientes de los tripulantes. El 15 de noviembre de 2017, el submarino Ara San Juan de la Armada Argentina con 44 tripulantes, en un trayecto de Ushuaia a Mar del Plata, sufriría una tragedia aparentemente similar. Ninguno de los dos dramas tendría sobrevivientes, habiéndose en ambos casos recurrido a una ayuda internacional. Basado en un libro del periodista y corresponsal en Moscú Robert Moore, se realizó el guión de este filme que firmó Robert Rodat, recordado por "Rescatando al soldado Ryan". La película desarrolla el drama con eficiencia profesional, especialmente en lo que hace al diseño de producción y reproducción de interiores. DIRECTOR DEL DOGMA El director danés Thomas Vinterberg, uno de los creadores del "Dogma 95" no se especializa en este tipo de filmes, pero lo asume con profesionalismo y capacidad artesanal. La clásica presentación de los integrantes del submarino, formados para lograr una convivencia armónica y que por razones obvias manifiestan reacciones acordes a la crisis que estalla, no difiere demasiado de las presentadas en filme similares como "La caza al octubre rojo", un clásico de McTiernan o filmes-catástrofe, que una y otra vez aparecen en la cartelera cinematográfica. Temas como la burocracia y la negligencia, aparecen en un filme donde ciertos clichés atrapan también algunos diálogos y situaciones impidiendo un mejor desarrollo narrativo. La extensión del filme se hace sentir y el elenco se mantiene en una línea de discreción general, mostrando sorpresa como la aparición de Pernilla August, la actriz de "Con las mejores intenciones" y "Fanny y Alexander" en el papel de Oksana y Max von Sydow en el papel de Vladimir Petrenko. Un filme que más allá de sus aciertos y desaciertos interesa al espectador argentino por trágicas similitudes con nuestra realidad.
El estreno por streaming de la película rusa Sumergidos, dirigida por Nikita Argunov, quien debuta en la realización luego de producir Guardians (Zashchitniki, 2017) y supervisar los efectos especiales en Proyect (2018), combina el thriller y la ciencia ficción con un gran despliegue de efectos especiales, que le permiten crear una nueva realidad, que sólo es percibida en el estado de coma. A partir de un accidente automovilístico, un joven arquitecto despierta en un mundo que no reconoce. Un lugar donde las leyes de la física no cuentan y todo es posible. Allí, descubre que todo lo que percibe se basa en la memoria de lo que conoció y que él, como quienes los rodean, están internados en coma. El grupo que lo recibe es un escuadrón de resistencia comandado por un líder junto a sus soldados, que luchan contra unas criaturas llamadas Readers. Víctor tiene la posibilidad de elegir quien desea ser e intentar buscar una salida que le permita regresar al mundo real. Bajo una estética onírica y oscura, se despliega un escenario pos-apocalíptico, donde todos luchan por sobrevivir. Hay ciudades boca abajo, o inclinadas, glaciares en el aire, puentes que no llegan a ningún lado, y personas incompletas. Sueños dentro de sueños. Todas las imágenes evocan lo vivido o conocido en el estado consciente, pero allí no se rigen por la ley de gravedad ni por normas que guíen la conducta, todos tienen la posibilidad de realizarse, y de lograr lo que no pudieron en la vida real. Ellos forma parte de un experimento que desconocen, una suerte de segunda oportunidad, en manos de la ciencia. Sumergidos recuerda muchos aspectos visuales de El origen (Christopher Nolan) en su constante deformación de la realidad, como de cierto estado de confusión en la construcción del relato, y de los personajes que no terminan de entender que sucede a su alrededor. Un rasgo propio de los relatos omniscientes, que evoca también la saga de Matrix (Hnas. Wachosvsky) donde escapar de la realidad hacia otra virtual, es fruto de una manipulación cerebral que genera manipulación, dependencia, dominio y lucha de poder. En relación al guion, la historia no escapa de las fórmulas del cine de género, en cuanto a los conflicto internos dentro del escuadrón, las disputas de poder, el aspecto de megalomanía de los ensayos científicos, como el triángulo amoroso entre los personajes principales. Si bien Sumergidos no presenta una propuesta totalmente original, logra impactar y destacarse desde lo visual, a partir de un gran trabajo digital en los efectos especiales. Y, no si menos ambición, la propuesta de Nikita Argunov, manipula la temporalidad narrativa lejos de la linealidad formal, para funcionar como metáfora de un mundo en decadencia, donde cada vez es más difícil ser feliz, alcanzar un lugar o llegar a ser quien nos proponemos. SUMERGIDOS Coma/Koma. Rusia,2020. Dirección: Nikita Argunov. Guion: Nikita Argunov, Timofei Dekin, Aleksey Gravitskiy. Intérpretes:Milos Bikovic; Anton Pampushnyy; Lyubov Novikova, Rinal Mukhametov, Aleksey Serebryakov, Vilen Babichev, Albert Kobrovsky, Polina Kuzminskaya. Edición: Sergey Dyshuk. Fotografía: Sergey Dyshuk. Música: Ilia Andrus. Duración: 111 minutos.
EL SUEÑO DE NOLAN Está la post-verdad, la post-pandemia y el post-inception, que es en verdad un tipo de película de acción y aventuras que toma como modelo El origen, aquel bodrio filosófico y pretencioso de Christopher Nolan, que al menos tenía el acierto de haber instalado el concepto: una realidad alternativa explicitada a partir de geografías errantes y retorcidas, fortalecidas por el uso sorprendente del CGI. En Sumergidos el ruso Nikita Argunov retoma la idea: aquí un arquitecto se despierta de un sueño y descubre que el mundo está al borde de la destrucción, con sus estructuras desintegrándose como en una realidad virtual y con unas curiosas criaturas persiguiendo a los humanos. Del asedio lo rescatan unos aventureros, que le explican lo que está sucediendo: en verdad está en coma y ese mundo se construye de sus propios recuerdos, pero también de los recuerdos de los demás. Ahí uno de los grandes problemas de este tipo de películas, construir un universo surrealista para ponerse a explicarlo sin confiar en las capacidades del espectador para decodificarlo por su cuenta. Todo es explicado por los personajes, no vaya a ser cosa que no se entienda. Sumergidos podía tomar aquel camino marcado por Nolan, pero tener su propia personalidad (como en algún sentido lo hizo la original Doctor Strange de Marvel, que usó el recurso y lo mejoró). Nada de eso pasa por la cabeza de Argunov, que replica el molde del cine hollywoodense sin la mayor gracia. Eso sí, hay como una ingenuidad constante en relato, como si sus giros y revelaciones fueran algo novedoso, y eso la vuelve un poco querible. No hay aquí pretensión ni solemnidad, ni un intento por reinventar el cine. La película es una aventura con sus héroes arquetípicos, sus antihéroes, sus villanos, sus romances y sus personajes que tendrán que hacerse cargo de que han sido elegidos como los líderes. Con estas herramientas, expuestas como en un orgulloso Clase B, Sumergidos avanza durante varios minutos como un relato con algunos hallazgos visuales, con personajes interactuando entre espacios que niegan las leyes de la gravedad: eso es lo mejor del film de Argunov, su creatividad en el diseño de algunas secuencias de acción. Pero de tanto rizar el rizo, Sumergidos termina con una última media hora donde los personajes tienen giros poco verosímiles, con algunas redenciones inexplicables y una lógica interna que termina derrumbándose. Es ahí cuando se comprende que este tipo de películas surgen como una simulación de películas preexistentes, que a su falta de originalidad le suman una absoluta falta de ideas para descubrir los espacios donde tomar distancia de sus apreciables influencias. Como si al concepto “inception a la rusa” no se le pudiera agregar nada más y la historia muriera ahí, en la comparación. O tal vez Sumergidos sea un sueño de Nolan injertado por Vladimir Putin.
Confusa producción rusa que “homenajea” a varias propuestas foráneas de ciencia ficción, y que estimula su narración a partir del impacto visual pero que se debilita al avanzar la progresión dramática. El coma como punto de partida de una película que supuestamente se muestra como “novedosa” pero que su oferta ya estuvo en el mercado varias veces.
Crítica: Sumergidos (Coma) Fantasía y ciencia ficción rusa en el estreno de esta semana. Lautaro Franchini Aquí no habrá revolución rusa. Desde el país más extenso del mundo, el director Nikita Argunov presenta su nueva obra: “Sumergidos”. Una interesante película de ciencia ficción que desarrolla un gran argumento pero que falla en su relato. Clichés y semejanzas con otras cintas del género logran que los Fuegos de Octubre se apaguen. Por Lautaro Franchini. “Koma“, el título original, refiere su traducción al estado comatoso, algo más relacionado y centrado con lo destacable del largometraje: su historia. Argunov crea un mundo multidimensional y surrealista en el que solo se puede acceder al sufrir un coma profundo. Su caracterización y la verdad detrás de esta realidad son los puntos más altos del film. Pero del otro lado, su pálido guion y el inicio, nudo y desenlace, no alcanzan a cumplir las expectativas. El protagonista, un joven arquitecto (Milos Bikovic) que padece un accidente automovilístico y luego aparece en este lugar misterioso, en escasas horas pasa de no entender que ocurre a convertirse en “el elegido”. El nuevo integrante del grupo irrumpe como una falsa promesa pero a la escena siguiente descubre sus fortalezas. Despierta la atención de su compañera y le declara la guerra a quien comanda el escuadrón. Tramas muy conocidos que carecen de fuerza narrativa. La película, que podrá verse por las plataformas de Apple TV, iTunes o Google Play, se vuelve un atractivo film para degustar en nuestra propia realidad inimaginable: la cuarentena. No cumple con todos los parámetros, pero entretiene y se disfruta. Capaz, solo será una rebelión de la que ya hemos visto, leído o escuchado. Puntaje: 40/100. Actuación Arte Guión Fotografìa Música
BF Paris estrena, en VOD en Google play y Apple TV, Sumergidos (Coma) de Nikita Argunov; película rusa de ciencia ficción que retoma algunas ideas ya vistas en Hollywood pero también recuerda un poco a ciertas películas de fantasía moderna rusa. En Sumergidos seguimos la historia de un hombre que conoceremos como “el arquitecto”. Él está en coma y dentro de un mundo donde otros pacientes, en el mismo estado, viven una vida tratando de sobrevivir de los “reapers”, unas figuras sombrías en las que se convertirían aquellos con muerte cerebral. Dentro de este mundo del sueño, el tiempo es diferente, los personajes no recuerdan nada de su vida pasada, algunos tienen habilidades y otros no. La comunidad y su líder buscan crear una isla alejada de los “reapers” y para ello necesitan al arquitecto. En su argumento Sumergidos tiene bastante de El origen de Christopher Nolan y algunos conceptos de un elegido o enviado para salvar la humanidad como en Matrix. También un género muy común en el anime llamado Isekai (donde una persona entra en un mundo de fantasía) con ejemplos como Sword Art Online y The Rising of the Shield Hero. Con tantos ejemplos, a la película rusa le es muy difícil despegarse de estas referencias y, lamentablemente, cae en los lugares obvios. Sin sorprender ni tampoco tener una gran vuelta de tuerca al final. Actoralmente no se puede pretender mucho, pero hay ciertos diálogos que rozan la repetición y la idea de explicar todo el tiempo el mundo y cómo funciona. La relación amorosa de la pareja protagonista también parece salida de la nada, aunque al final parece que se explica, tampoco se da a entender qué es lo que los une. Ni hablar de ciertas motivaciones de los “malos”, ni que desaprovecha estas figuras espectrales que tienen un gran impacto en los primeros minutos del film. El apartado visual es la apuesta de Sumergidos. Su director Nikita Argunov estuvo a cargo de los efectos especiales de otras películas rusas como Vychislitel (2014), Furious (2017) y Proyecto (2018). La apuesta del cine ruso moderno es construir ciertos efectos especiales que tienen un poco de Occidente pero también parecen hechos por un diseñador independiente. La mezcla termina teniendo escenas buenas y otras no tanto. Esto pasa en Sumergidos como también lo vimos en Guardians (2017) o la famosa saga inconclusa Guardianes de la noche (2004) de Timur Bekmambetov. Sumergidos tiene una idea que podría funcionar si hubiera destacado en algún aspecto sobre un argumento ya visto varias veces. Su apuesta visual entretiene principalmente en sus primeros minutos, pero el cine ruso moderno ha dado mejores ejemplos de fantasía y ciencia ficción.