Una vez, un amigo me contó que su papá le contó que El “Polaco” Goyeneche dijo algo así: “El tango te espera. Es paciente. Cuando menos te lo esperes ahí va a estar para decirte lo que sos”. No es una verdad de Perogrullo créame y la película Tata Cedrón: el Regreso de Juancito Caminador está para ser descubierta, quererla y nunca olvidarla...
Reencuentros Este documental registra el regreso definitivo de este revolucionario del tango a su Buenos Aires luego de más de tres décadas de exilio en París. La ocasión -un verdadero punto de inflexión- es perfecta para que el Tata recuerde su pasado, analice su presente y piense en su futuro. La película tiene algunos momentos muy simpáticos (como esas charlas pletóricas de humor negro entre el protagonista y sus compañeros del Cuarteto en la trastienda de los shows, con esa intimidad que sólo se da en los camarines) y otros emotivos (como cuando el Tata va a visitar el predio donde estaba su casa, ya demolida). Porque estamos ante una película de reencuentro: con lugares, con amigos... con la propia esencia y la historia personal. También hay, claro, notables pasajes musicales con shows en vivo a puro tango y apariciones de grandes artistas que estuvieron vinculados a él como Paco Ibáñez, Enrique Morente o Eduardo Makaroff, de Gotan Project. Un más que digno testimonio de vida y de cultura que los seguidores del Tata sabrán apreciar y disfrutar en toda su dimensión.
Una cuestión de identidad Tata Cedrón, El regreso de Juancito Caminador (2011) retrata la vuelta de Juan “Tata” Cedrón a la Argentina, su tierra natal, luego de 30 años de ausencia y éxitos en el exterior con su Cuarteto Cedrón. La película pone el foco en el reencuentro del músico con su pueblo, su gente y sus recuerdos de tango. Grabaciones del pasado presentan a un joven Tata Cedrón tocando con su banda en el exterior. De gira por Europa, ya en la actualidad, el músico junto a su cuarteto viaja por distintos países (Francia, Holanda, Bélgica) presentando su música natal a los extranjeros. En entrevistas comenta las razones de su éxodo en 1974 y su afianzamiento en París, donde vivió treinta años y triunfó como músico. Pero esto es sólo el comienzo del documental que rápidamente se instala en la Argentina para seguir al Tata Cedrón por el camino de sus recuerdos. “Nóstos” es la palabra griega que define el regreso de los héroes de guerra troyanos. Palabra que le cabe al protagonista de este documental en su regreso triunfal a su anhelada tierra natal. Luego del éxito en París –recorrido gardeliano- vuelve a la Argentina. Pero no a causa de la consagración sino del contexto histórico que reconoce a sus héroes nacionales. El Tata Cedrón comenta su militancia adolecente, motivo de desarraigo y desencuentro con su gente. El contexto político histórico de la Argentina cambió y el tanguero retorna con todos los laureles. El documental intercala distintos fragmentos musicales del Cuarteto Cedrón en vivo con imágenes de calles de Buenos Aires. Ya no será como en Europa un aeropuerto o una estación de tren el motivo del viaje, sino su propia música, el tango, el que lo trasladará a su país. Los barrios donde deambulará reconstruyendo su memoria, recuperando sus recuerdos, son Boedo, Villa del Parque, Saavedra, La Boca y San Martín. En este último se lo ve almorzando en la Cooperativa de Trabajo “Los Constituyentes”, una fábrica recuperada por sus obreros que marca la ideología intacta de Cedrón. Lo demás será el camino del reconocimiento como parte de una historia, una identidad nacional. El reconocimiento de sus pares, los grandes músicos argentinos, de lo institucional, al ser nombrado Ciudadano Ilustre de Buenos Aires, y finalmente del público. Tata Cedrón, El regreso de Juancito Caminador realiza en la figura de Cedrón, el trabajo de recuperación de la identidad, de la memoria de todo un pueblo, para reconstruir aquello que signifique “lo porteño”, “lo nacional”, “lo tanguero”. Partes de un sentido antropológico que consolida el ser argentino.
Fiel boceto del Tata Cedrón No a todos les gusta la música, ni menos la entonación de Juan Carlos Cedrón, alias Tata, pero se hace querer. Transmite entusiasmo, simpatía, amor al barrio, que en su caso es el Saavedra de la infancia, que ya no existe, y la Boca de la juventud, que también ha cambiado. Así lo registra este documental de Fernando Pérez, que sigue sus pasos por Amsterdam, Paris y Buenos Aires, entre otros lugares, porque el hombre ha caminado bastante. «Este tipo que canta milongas con inflexiones de como chiflaba un tango mi viejo mientras hacía su trabajo de marroquinería», lo retrata y da en el clavo el violinista Miguel Praino, alias El Profesor. Praino es cofundador del Cuarteto Cedrón, y todavía lo acompaña. Se fueron en 1974 escapando de la Triple A, se hicieron un nombre, ahora tienen nietos franceses, en el 2004 se instalaron de nuevo como si fuera ayer. Como si repitieran el Nocturno del gordo Troilo: «dicen que me fui de mi barrio. ¿Cuándo? ¿Pero cuándo? Si siempre estoy llegando». Sólo que en vez de repetir el Nocturno, Cedrón crea felicidades diurnas, vitalidades propias, inspirado en versos de escritores como Raúl González Tuñón (el de Juancito Caminador, por supuesto). E inspirado también en sus propias andanzas por bares y calles. La película suma diversos momentos, andenes, bambalinas, sobremesas, caminatas, recitales en la vereda de La Verdulería de Villa del Parque, para los vecinos, o al pie del Obelisco, para más vecinos. Junto a Paquillo, visita la tumba de su hermano Jorge, en Paris. Junto a nosotros, señala el Puente Negro, donde se despidieron de su hermano Alberto. Cuenta anécdotas, bromea, evoca el café concert Gotán de Talcahuano casi Corrientes que supo hacer historia en los 60, discute con dos viejos xeneixes apoyándose en unas líneas del «Arrabal salvaje» de Celedonio Flores («la resaca social de cien naciones, la miseria y la mugre vegetando. Es este mi arrabal, así lo veo, así lo quiero ver cuando me muera...»). Cada tanto, Praíno, Paco Ibáñez, que los introdujo en España, viejos y nuevos miembros del Cuarteto, un alumno que hoy vive en Paris, Eduardo Makaroff, y un par de cantaores andaluces, dicen lo suyo. Pero es su voz la que se impone, y su voluminosa figura de hombre satisfecho de su obra. Retrato inconcluso, abocetado, feliz, el documental se hace agradable, si bien, por la misma falta de hilación, se alarga un poco, y pareciera que bien pudo terminar de un modo u otro. Igual, todo no iba a entrar, y como dice el propio Juancito Caminador, «terminada la función -canción, paloma y baraja- todo cabe en una caja. Todo, menos la canción».
Un recorrido por la vida del músico que lo tiene a él como guía Hay una escena de este documental que define su objeto de observación, el músico Juan Tata Cedrón, y a sí mismo, en un solo movimiento. La cámara del director Fernando Pérez está siguiendo a Cedrón por las calles de La Boca mientras el músico recuerda, en detalle asombroso y fascinante, sus tiempos allí. El deambular los deposita en un almacén donde el músico insiste en charlar con los parroquianos, que lo miran con desconfianza cuando pide permiso para filmar unas imágenes para la película "de cuando yo vivía por acá". La conversación deriva en discusión cuando la Argentina de fantasía que Cedrón construyó en sus treinta años de exilio europeo se choca con la realidad de la xenofobia de los que se quedaron en el barrio. Allí está entonces desplegado el gran personaje que es el músico, que relata sus experiencias con la justa medida de nostalgia, alegría y una locuacidad que atrapa. Del mismo modo que lo hacen los pasajes musicales conseguidos por el director, intensos en sí mismos, además de un acierto de la edición que los intercala con las partes más emotivas del relato sin desestimar su fuerza, sino simplemente redirigiéndola hacia la música. Después de todo, éste es un film sobre un gran artista que es también un hombre que tuvo que dejar la Argentina por su militancia política durante la dictadura militar y que siempre supo que regresaría. "Pienso todos los días en volver. Seguro vamos a volver", dice un joven Cedrón en uno de los pasajes de archivo más valiosos conseguidos por el realizador. De hecho, es tanto el material con el que cuenta Pérez que a veces los pasajes más ricos -el violista Miguel Praino y su melancolía- aparecen apenas como notas al pie en el transitar de un personaje, el Tata Cedrón, inigualable.
Las mil y una vidas del Tata Un notable documental. La verdulería de Jonte y Cuenca, allá en Villa del Parque, en una esquina transitada que de tanto en tanto es interrumpida por la guitarra del Tata Cedrón y amigos que se suman entre vasos de vino, choripanes y zapallitos a la venta. Boedo, La Boca, Saavedra. El Tata recorre Buenos Aires y cuenta historias: se explaya, se enfervoriza, cruza nostalgia con la necesidad de transmitir que esa sensación puede ser recuperada. Y suena su música, los poemas musicalizados, sus interpretaciones solistas, acompañado por bandoneón o junto al Cuarteto con el que empezó a construir un universo musical a mediados de los ’60, universo que con alteraciones, pérdidas, exilios y distancias, continúa hoy. Tata Cedrón... es una biografía del músico tan expansiva, desorganizada y carismática como su protagonista, que puede pasar de pelearse con un vecino troglodita a compartir la mesa con Leopoldo Federico y Horacio Salgán. Lo muestra con su “alumno” Eduardo Makaroff (Gotán Project), a quien se cruza a orillas del Sena, recorriendo estaciones europeas, haciéndose un tatuaje (“una flor, un barco y un nombre: Rosita”) y tocando aquí, allá y en todas partes. La historia de los Cedrón excede el marco de esta crítica. Juan, creador del Trío Cedrón, luego convertido en Cuarteto, se exilió en 1974 y estuvo en Francia hasta 2004, año en el que decidió volver acá. Con archivo de diferentes épocas (y soportes), Pérez construye una autobiografía impresionista, que se deja llevar por los relatos de Cedrón, sus recuerdos del Gotán, sus noches con “amigos” (Tuñón, Gelman, Piazzolla, Mercedes Sosa, Rovira y así…), su visita a la tumba de su hermano Jorge (el cineasta asesinado en París en 1980) y la emotiva ceremonia en la que fue declarado ciudadano ilustre. Cedrón no empuja la emoción. La encuentra en la falta de afectación de sus relatos, en la forma de presentarse en el escenario, en la fuerza vital que transmite. Es un gran documento de un artista vital, de un tipo de barrio, alguien que devuelve a la música a la gente.
Herencia de los mayores poetas Si bien el filme de Fernando Pérez, se centra en la figura de Juan Carlos "Tata" Cedrón, puede decirse que el documental también cuenta tangencialmente, aspectos que hace a la Argentina. El Cuarteto Cedrón se fue de nuestro país durante la dictadura militar. Invitados por Paco Ibañez, que los conoció en Buenos Aires y los llevó a tocar con él en Europa, el equipo liderado por "Tata" Cedrón, guitarrista, compositor y voz del grupo, tuvo tanto éxito en sus actuaciones, que finalmente y debido a los vientos en contra que se vivían en la Argentina, por aquellos años, consideraron que era mejor quedarse. AYER Y HOY En 2004 Cedrón regresa a Buenos Aires y del equipo original (dos de los músicos originales fallecieron) sólo quedó Miguel Praino. Actualmente el Cuarteto lo integran además de "Tata" y Praino, Roman Cedrón, en contrabajo y Miguel Angel López, en bandoneón. Entre la década de 1970 y la actualidad, el director Fernando Pérez, va haciendo un recorrido que relatado por Cedrón, incluye y detalla, lo sucedido por aquellos años de exilio, la llegada de Juan Gelman a París, la muerte de Jorge Cedrón (padre de la conocida cineasta Lucía Cedrón), director de "Operación Masacre" y el asombro siempre vigente del cuarteto por no entender, a veces, la aceptación de esa música y esa poesía que hablaba de una Buenos Aires, vista por poetas como Raúl González Tuñón (autor de Juancito Caminador, que da título al filme), Gelman y tantos otros. BUENOS AIRES-PARIS Escenas que marcaron una época, la que incluso puede verse en la vestimenta, en los cortes de cabello y un sonido en el que el tango se fusiona con otros acordes típicos de la música de Buenos Aires, parecen ser el secreto que aún hoy sigue atrapando la atención de europeos y porteños. Juan Carlos Cedrón es el guía que hilvana épocas, recorre las calles del barrio de La Boca, en el que vivió, la vieja edificación hoy cerrada del teatro que tenía con sus hermanos "El taller de Garibaldi"; o el lugar en el que estaba "Gotán", el café concert, de Paraná y Corrientes, que fundaron antes de irse a París y por cuyo escenario desfilaron desde Piazzolla, Alfredo Zitarrosa, Héctor Alterio, entre tantos otros. La inmigración pasada y presente, formas de mirar la ciudad y los porteños, el Riachuelo como testigo de una época y una música que llega a ámbitos populares -como una verdulería de barrio y sus vecinos- y también a otros, entre ellos los universitarios, son hoy el testigo de una herencia musical con la que Juan Carlos "Tata" Cedrón, Miguel Praino, Román Cedrón y Miguel Angel López, aún hacen emocionar al público, ya sea en el barrio de San Telmo, o en París.
El regreso de un exiliado en París con su vida a cuestas y una poesía que traspasa la pantalla. por Andrea Migliani Cuando la dictadura arrecia lo mejor es irse, entre otras cosas porque además de la vida (menuda cosa), lo que está en juego es la continuidad del arte y todos sabemos que sin el arte muchos se mueren aunque sigan respirando. Este es el caso de Juan "Tata" Cedrón que en este magnífico documental de Fernando Pérez Vacchini, es su propio guía. Nadie conoce mejor la propia praxis. París puede ser una gloria pero el regreso es el que cuenta. París es el plano para exhibir un regreso que matizado con hermosos momentos musicales retoma una vida en el lugar en el que Cedrón elige vivir a pesar de los 30 años de exilio. A pesar de que allá todo marchaba bien. Un reconocimiento y una recorrida devuelven el Buenos Aires de hoy al que le faltan cosas de ayer pero que mantiene ese sabor ameno de lo conocido. Tango en París, tango en Buenos Aires, que sea en Buenos Aires entonces. Así desde el contraste de aquellos raros peinados viejos y el hoy, una vida se configura con sus ausencias, la de los amigos/músicos, parientes y la de los arraigos, su casa natal fue demolida pero Cedrón es más que un lugar, es más que un bar, es más que la suma de todas las cosas que lo configuran como sujeto y como artista. Entonces, las ausencias se pueblan de poesía y la música que se intercala sensible, maravillosa, poética, no es un efecto de montaje sino que es más del mismo ser. Un Cedrón auténtico. Lo ideológico se monta inmanente en las recorridas barriales que operan como un reconocimiento del pasado y una activación de la memoria, una ideología que desde la más tierna juventud operó en el músico para que fuera quién es, se fuera adonde se fuera y regresará alguna vez porque siempre se vuelve al primer amor.
La historia de Juan Carlos “Tata” Cedrón y del Cuarteto que lleva su apellido es la de un grupo musical que renovó el tango, pero también una forma de acercarse a la experiencia de toda una generación de músicos, intelectuales y artistas locales. Será por eso que, después de entrevistar a Cedrón para un programa de televisión, el director Fernando Pérez empezó a imaginar una película entera sobre el Cuarteto y sobre el regreso de Cedrón a la Argentina luego de 30 años de exilio en Francia. A Cedrón le pareció que era importante mostrar al Cuarteto y aceptó la propuesta. Y después de tres años de rodaje en Buenos Aires y en varios países de Europa, el jueves 1 finalmente se estrena en las salas el documental Tata Cedrón. El regreso de Juancito Caminador. Cedrón recibió a El Guardián en su casa de Villa del Parque para conversar sobre el documental. La historia en cuestión empieza en la prodigiosa década del sesenta. En el 64, Cedrón fundó el trío que luego devendría cuarteto y editó el disco Madrugada, en el que le puso música a los poemas de Juan Gelman. Era el comienzo de una relación novedosa y fructífera entre tango y poesía. A lo largo de casi cinco décadas, el cantante, guitarrista y compositor musicalizó poemas de Raúl González Tuñón, Julio Huasi y Homero Manzi, entre otros, que no habían sido escritas para ser canción. En 1974 el Cuarteto se fue de gira a París. Como explica Miguel Praino -uno de los miembros fundadores del Cuarteto- en una escena del documental, cuando llegaron a Francia lo músicos creían que se quedarían allí un rato, hasta que acá se calmara un poco la situación política. Pero como la situación no hizo más que empeorar, se instalaron allí, y se quedaron tocando tangos por toda Europa durante 30 años. Hasta que en 2004 Cedrón decidió volver. El documental de Pérez es una crónica personal de ese regreso. Noventa minutos en los que la cámara acompaña a Cedrón y evoca, a través de imágenes de shows en vivo, anécdotas y recorridos por la ciudad, la historia del protagonista. “Había que mostrar el Cuarteto porque es poesía, es música, y me gustaba la idea del Juancito Caminador, de contar por qué volví a Argentina después de 30 años en Francia. A nosotros nunca nos gustó decir exilio. Nos fuimos porque si no nos mataban aquí, pero nunca especulamos con eso. Lo interesante de la película es que cuenta la historia de un grupo que estuvo 30 años fuera del país y conserva su identidad, su estilo; un grupo que tiene un discurso coherente con el discurso que tenía en los 60. Sociológicamente hablando me parecía importante contarlo”, explica Cedrón, que este año también vio su historia plasmada en Tango y quimera, un libro sobre la historia del Cuarteto escrito por la socióloga chilena –y esposa de Cedrón- Antonia García Castro. La música de la película es, por supuesto, del Cuarteto y vale la pena disfrutarla en una sala de cine. Cedrón cuenta que al principio quería que la película incluyera seis temas completos del Cuarteto. “Le dije a Fernando poné seis temas del Cuarteto y preguntame lo que quieras. Pero después me di cuenta de que no se podía hacer eso, y entonces hay pedazos de temas muy lindos. Los elegimos juntos, yo fui el veedor, hubo un trabajo conjunto. Él respeto mis dudas, mis deseos y mi punto de vista”, señala. El documental empieza en París, pero luego se concentra en Buenos Aires. Cómodo y divertido frente a la cámara, Cedrón recorre la ciudad y visita lugares emblemáticos de su historia personal: el barrio de Saavedra donde pasó su infancia, el terreno vacío de la calle Olavarría en donde solía estar su casa en La Boca; el Taller de Garibaldi, el galpón cultural que creó con sus hermanos en 1972. Porque Tata no es el único Cedrón. Junto con sus hermanos Alberto, Jorge, Osvaldo, Roberto y Rosita formaban un verdadero clan de artistas que Julio Cortázar retrató en el cuento “Un tal Lucas”. Su hermano Alberto, pintor, fue el responsable de las tapas de varios discos del Cuarteto. Y Tata colaboró con su hermano Jorge, cineasta, componiendo la banda sonora de varias de sus películas, entre ellas la de la adaptación cinematográfica de Operación masacre (1972). Esa comunión artística entre los hermanos Cedrón es uno de los tantos temas que aparecen en el libro y en la película. “En el libro se ve muy bien que hay toda una línea plástica: las tapas la hicieron mis hermanos y hay una unidad de tapas con pintura. Y todo eso me pareció extraordinario contarlo en la película”, comenta Cedrón mientras muestra orgulloso la tapa original del disco Madrugada. Otro de los lugares evocados por Cedrón es el famoso café concert Gotán, un espacio creado a pulmón que enseguida se convirtió en punto de referencia e inspiración para toda una generación de artistas e intelectuales, donde tocaron grandes nombres del tango como Eduardo Rovira o Astor Piazzolla. Sobre Gotán, Cedrón cuenta que cuando abrieron no tenían un peso. “Tuvimos que pedirle al primer cliente los 150 pesos de la entrada adelantados y fuimos a comprar una botella de whisky. No había nada, los vasos eran del boliche anterior pero bebidas, nada. No habíamos comprado porque no teníamos guita”, recuerda. Entre los testimonios de la película están los del cantaor Enrique Morente, fallecido hace un año, el de Eduardo Makaroff, alumno de Cedrón y creador de Gotán Project, y los de los integrantes actuales del Cuarteto (Miguel Praino en viola, Román Cedrón en contrabajo y Miguel Ángel López en bandoneón). Con el regreso de Cedrón, el Cuarteto quedó geográficamente dividido, pero sigue activo. “Hay dos en Francia y dos acá y se produce igual. Acabamos de tocar en Francia dos meses, y después ellos vienen para acá uno o dos meses y se vuelven. Como dice mi hijo (Román) en la película, ‘es difícil porque el Tata se fue, pero como hay tanta obra…’. Hay mucha obra trabajada. Igual cada vez que vamos ensayamos tres o cuatro temas nuevos, pero no todo un repertorio”, explica Cedrón. Mientras tanto, él y el bandoneonista del grupo se dan el gusto y se presentan solos en el Espacio Ecléctico (los sábados 3 y 10 de diciembre). Después de París, Saavedra y La Boca, el documental recala en Villa del Parque, donde se mudó el Tata para escapar del ruido de su querido Boedo. Y la llegada de Cedrón a Villa del Parque no pasó desapercibida. A poco de mudarse, ya había armado en el barrio un proyecto de lo más original: las célebres presentaciones en la verdulería de Alvarez Jonte. Cedrón cuenta: “Un día paso a tres cuadras de acá por una verdulería, el tipo me saluda, charlamos. Después me mude y el muchacho, que es pintor, me dijo de hacer unos choripanes el 9 de julio en la vereda. Y yo dije ‘bueno, hagamos unos choripanes, yo traigo la viola’, y él trajo los cuadros para hacer una exposición acá, con las verduras”. Y así surgió lo de la verdulería, que se repite cada tanto, en algunos feriados, y convoca a buena parte del barrio. “Yo invité a alguna gente amiga que canta (como Lidia Borda, por ejemplo) y ahí empecé o a largar mensajes de que no queremos promocionar esto, no queremos poner sonido, queremos que sea acústico y que la gente lo descubra, no decir ‘vení a verme’, que descubran la belleza donde hay buena música. Hubo gente que pasaba y se bajó del colectivo para ver. Es una cosa espontánea”. La espontaneidad de Cedrón, hombre de barrio, marca tanto la entrevista con El Guardián como casi todas las escenas del documental, como aquella del almacén de La Boca. Cedrón recorre el barrio, recuerda los viejos tiempos y en un momento entra a un almacén que solía frecuentar. Casi naturalmente empieza a hablar con el dueño y con otro señor sobre la gente que solía vivir en el barrio, pero se choca con la opiniones intolerantes y racistas de uno de ellos, que termina por añorar a Cacciatore. Ante semejante despropósito, Cedrón, que ha sido siempre un militante, se planta y da la discusión. “Yo soy así siempre, a veces puteo. Fue muy espontáneo porque empezó a decir barbaridades y ni pensé que estaban filmando: me tire contra el tipo. Empezó que los chilenos, que los bolivianos y cuando dijo lo de Cacciatore me volví loco. Yo soy así, enseguida me prendo, puteo, soy peronista de antes”, dice Cedrón. Y no sólo de antes. Cedrón, que tuvo que dejar el país por razones políticas y cuyo hermano Jorge fue asesinado en París también por razones políticas, está contentísimo con el gobierno de Cristina Kirchner. “Es extraordinario lo que está pasando. Ahora la juventud está militando de otra manera, es muy sano, muy positivo, hay jóvenes que están queriendo participar, aportar. Nosotros antes queríamos justicia social, queríamos que la gente viva bien, que no se entregue el país y ellos ahora también”. Tan entusiasmado está con el ciclo político que comenzó en 2003 que señala que ésa fue una de las razones del regreso. “Acá la gente es macanuda, es mi lenguaje, mi manera de hablar, me comunico de otra manera. En Europa son muy cartesianos, muy occidentalistas, el único modelo es el de ellos. La crisis que están pasando es por eso, porque se creen que son los únicos que tienen la verdad y están encerrados en Occidente. Pero también volví por lo que estaba pasando acá en 2004 con Kirchner, que me pareció extraordinario. Yo quise venir a traer lo mío, a mostrar que había otros sonidos, que nosotros veníamos de ultratumba. Es mucho 30 años para los jóvenes. Nosotros nos fuimos en el 74. El que nació ése año o en el 80 o se crió con los milicos no conoció al Cuarteto. Fue duro”.
Juancito Caminador es un viejo y bello poema de Raúl González Tuñón, que el cuarteto Cedrón hizo suyo, cuyo tema es la historia de un prestidigitador y cuya reflexión es lo que ocurre después de su muerte. El regreso de Juan “Tata” Cedrón a la Argentina, luego de un exilio de 30 años trae a la memoria una infinidad de nombres de una generación con los cuales se compartían vivencias intelectuales, políticas y las vivencias de la cotidianeidad, que probablemente son las que Cedrón viene a recuperar en su regreso al país. El resto de la familia Cedrón, Tuñón, Urondo, Gelman son algunos de los nombres que poco a poco va trayendo su memoria. El cuarteto Cedrón se funda en 1964 y 10 años después se trasladan a París en plena dictadura. Fernando Pérez realiza este documental intentando explicar los porque de su regreso al país, después de vivir y trabajar durante 30 años en Francia, un país, donde no les faltó trabajo, ni reconocimiento. Mientras el actual cuarteto realiza una gira por Holanda y Bélgica esas imágenes se entrecruzan con un gran material de archivo de sus actuaciones, relatos y anécdotas biográficas y musicales, a la vez que se describe el contexto mundial del exilio. Luego la figura de Cedrón ya en la Argentina comienza a efectuar su propio recorrido afectivo, su infancia en Parque Saavedra, Boedo, La Boca, Barracas, en un intento de apresar el pasado desfigurado por el tiempo, donde permanecen algunos reductos puntuales, como el bar “El modelo” de Boedo. Pero la nostalgia que por momentos se homologa a la letra de una canción que dice:”en un corralón de Barracas esperan que vuelva el mate y la vaca...”. Son palabras, que no logran empañar las imágenes de un pasado feliz y la contemplación del Dock Sur y el puente Avellaneda tienen la suficiente fuerza de los recuerdos felices y la belleza inmodificable de uno de los paisajes más intensos de Buenos Aires. Mientras tanto se aferra a nuevos espacios donde la gente se reúne espontáneamente, a tocar, cantar y ver pasar la vida siempre fiel a su pasión por el tango, y a su trabajo. Actualmente, el grupo se reúne dos veces al año en Argentina o en Francia para armar sus recitales, como el último que realizara en Buenos Aires con el festejo del Bicentenario. Una figura que representa a uno de los músicos más renovadores del tango sumado a un abundante material de archivo hace de este trabajo un documento, que seguramente los amantes de una de las marcas de nuestro lenguaje disfrutarán.
Tiene una vida intensa: vivió en Francia 30 años, tiene editado más de 30 discos y recorrió todo el continente europeo con el tango, Cedrón decide regresar a la Argentina en busca de lo que perdió pero nunca olvidó. Aquí visita a sus amigos y familiares y se siente renovado, (en esta imágenes recordé algunas actitudes de Gustavo Santaolalla en cada momento que se encuentra con su gente y con su país); “Tata” disfruta tocando en una verdulería amiga en Villa del Parque entre cajones de verduras, la nostalgia están en las calles, en el Bar “el modelo” en Boedo, en Saavedra lugar donde nació en 1939, en la localidad de San Martin donde lo vemos almorzando en una fábrica recuperada por los trabajadores, en los Festejos del Bicentenario cuanto toco para millones de personas y en tantos otros lugares. La cámara lo acompaña sutilmente su recorrido, se entrelazan los relatos biográficos y musicales, imágenes y fotos, donde se presenta la historia de toda una generación de artistas con los que compartió tantos momentos y proyectos. Donde cada uno de estos artistas habla entrañablemente de Tata Cedrón de la pasión por la música, de su estilo de cantar, de frasear, contando sus vivencias y sus anécdotas. Y fue declarado Ciudadano Ilustre, en una ceremonia conmovedora. El documental contiene sensibilidad, melancolía, frescura, las vivencias y no pretende analizar a este personaje, sino que va descubriendo a través de sus relatos parte de su vida y de su obra, hay ciento de personajes, de historias y de recuerdos. Actualmente vive en Argentina, aunque viaja regularmente a Europa, allí tiene a su hijo, nietos y amigos, y continúa manteniendo su obra.