Chapado a la antigua El documental de Baltazar e Iván Tokman, Tiempo Muerto (2010), tiene propósitos genuinos, pero recurre a técnicas y argumentos vetustos que lo estancan en las buenas intenciones. En básquet, la estrategia que le sirve de título a la película consiste en solicitar algunos minutos para planear la siguiente jugada. Según una superstición, esto puede cambiar el curso del partido, pero estadísticamente es erróneo, de hecho, refuerza el juego del partido que iba ganando aunque no sea el que lo solicite. De la misma manera, Tiempo Muerto parece creer que el tono nostálgico, la simplificación y ciertas herramientas tipificadas construyen una declaración reveladora, pero este no es el efecto que consigue. La narración gira en torno a los jugadores que integraron el equipo argentino de básquet que se consagró campeón mundial en 1950, tras ganarle en el Luna Park a Estados Unidos, haciendo foco en la persecución política que sufrieron durante la Revolución Libertadora. La acusación radicaba, por más ridículo que parezca, en el aparentemente excesivo profesionalismo del equipo dentro de un deporte considerado amateur. Al lado de esta, al parecer, intolerable falta, un permiso entregado por Perón, antes de su derrocamiento, para que los jugadores pudieran importar un auto le hizo saltar la cadena a Aramburu tanto como para suspenderlos de por vida. Se trata de una de las decisiones políticas más absurdas de la historia, y algo que escapa tanto a la racionalidad resulta muy difícil de plasmar en un documental, dado que no hay argumentos dentro de los límites de la lógica que puedan servir como contestación. Es por eso que la película por momentos se vuelve un anecdotario nostálgico de historias de vestidor, adolescentes deportistas que se esconden tras las gradas a fumar y chistes viejos en asados domingueros. A su vez, la imposibilidad de argumentación, también la lleva a caer en una serie de lugares comunes: por un lado, la utilización de técnicas muy homologadas en el género documental como montajes con tapas y titulares de diarios acompañados por una música dramática; por otro lado, el intento de crítica se opaca cuando las posturas de cada uno de los jugadores se simplifican al enunciar: “soy radical”, “soy socialista”, “soy peronista de Perón”, e incluso “soy apolítico”. Este gesto elimina toda posibilidad de argumentación posterior, ya que engloba y homogeniza en una palabra lo que podrían llegar a decir después. A pesar de la tentación a vincular el título con la atemporalidad que caracteriza a la realización del documental, el planteo inicial de Tiempo Muerto sostiene a la película y, al mismo tiempo, los protagonistas se presentan como cercanos, permitiendo una cierta compenetración. Pero, a fin de cuentas, eso no le alcanza para construir argumentos fehacientes ni para postular propuestas innovadoras.
Campeones olvidados Mucho antes de los Manu Ginóbili (que tiene una participación especial aquí) y los Luis Scola, hubo una selección argentina de básquet que se consagró campeona del Mundo. Fue en 1950, en pleno gobierno peronista, que obviamente intentó capitalizar la hazaña de aquella victoria en la final contra Estados Unidos en beneficio propio. Los militares de la Revolución Libertadora no tuvieron piedad -entre otros- con esos jugadores, que prácticamente fueron borrados del mapa con una denuncia/pretexto por demás endeble. Cinco décadas más tarde, los hermanos Tokman recuperan aquella historia, reconstruyen la épica deportiva y la tragedia política de estos hoy queribles octogenarios. Los hechos (por sus múltiples derivaciones) son apasionantes y sirven como metáfora de esa argentinidad al palo que tanta vergüenza genera (con el cinismo, la hipocresía, la utilización de seres humanos con fines oscuros), pero más allá de la simpatía de los protagonistas y de algunos pasajes de genuina emoción, el documental resulta algo elemental y previsible. De todas formas, a partir de su tema y de su cuidada producción, debería alcanzar cierta repercusión, especialmente si consiguiera una buena difusión en las nuevas plataformas televisivas. (Esta reseña fue publicada durante el Festival de Mar del Plata 2010)
La historia del equipo de básquet que, en 1950, se consagró campeón mundial Cuando en 1950 la Argentina se consagró campeón mundial de básquet, al derrotar por 64 a 50 a los Estados Unidos en un partido disputado en el Luna Park, no fue sólo un gran mérito para el deporte local, sino que logró reunir en un apretado abrazo de amistad a esos jugadores que tanto habían luchado por lograr tan deseada conquista. Este documental refleja la trayectoria de esos basquetbolistas que continúan todavía hoy reuniéndose una vez por semana y que tuvo particulares momentos. Seis años después del triunfo, en el contexto de la llamada Revolución Libertadora, la Confederación Argentina de Básquet los acusó de profesionales en un deporte amateur y todos ellos fueron suspendidos de por vida. Su única falta: haber recibido de manos de Perón, como único premio, una autorización para importar un automóvil. Nombres tan emblemáticos como los de Oscar Furlon, Ricardo González, Rubén Menini, Jorge Canavessi e Ignacio Poletti, entre otros, relatan frente a una cámara atenta a sus gestos y a sus palabras aquellos días en que, todavía con la alegría del triunfo a flor de piel, debieron dejar de lado lo que más querían: reunirse en una cancha para demostrar que todos habían hecho de ese deporte lo más entrañable de sus existencias. Los directores Baltazar e Iván Tokman lograron reconstruir una de las páginas más brillantes, y también más dolorosas, del básquet argentino. El film rescata a esos deportistas que nunca perdieron su amor por las canchas en que transcurrieron sus vidas y que hasta hoy son el refugio de sus recuerdos y de sus añoranzas. Una impecable fotografía y una música de agridulces tonos ponen marco a esta historia que no es sólo la historia de un deporte que en la actualidad se identifica con el nombre de Manu Ginóbili, quien aquí tiene también una emocionada participación, sino que retrata un suceso que el tiempo ya casi había borrado de la memoria de los aficionados.
Héroes anónimos Documental sobre los campeones mundiales de básquet del ‘50. La Generación Dorada no existía entonces. No había partidos de la NBA televisados donde Manu Ginóbili o Luis Scola, entre otros, deleitaban a millones de espectadores de básquet de todo el mundo con su talento frente a los más grandes de ese deporte, con títulos y finales en Juegos Olímpicos y Mundiales. Nada de eso. Corría el año 1950 y muy pocos podían imaginar que una selección de básquet local podía llevarse el título mundial. Pero sucedió en 1950, durante el primer gobierno de Perón, cuando la Argentina fue elegida sede del campeonato del mundo ante una Europa que todavía se estaba reconstruyendo tras la Segunda Guerra Mundial. Ese hecho histórico -y las consecuencias no del todo conocidas que tuvieron para sus protagonistas- son el centro de este documental de Baltazar e Ivan Tokman en el que muchos de los sobrevivientes de aquel equipo, que se reúnen desde entonces, cuentan historias de la época. El eje es el título y lo que pasó después, cuando al caer el gobierno justicialista, esos mismos jugadores fueron marginados y olvidados en la época del golpe militar de la llamada Revolución Libertadora a partir de denuncias (los acusaron de haber recibido permiso del gobierno para importar un auto cuando eran amateurs) que dejaban en claro que buscaban castigarlos. Con material de archivo de la época, más las charlas de jugadores (el equipo lo integraban, entre otros, notables como Oscar Furlong y Ricardo González), herederos notables y familiares, los hermanos Tokman van y vienen del pasado al presente, se meten en esa mesa de recuerdos y van desgranando no sólo los hechos tristes que sucedieron tras la épica victoria, sino la actualidad de cada uno de estos simpáticos octogenarios. El documental corre por los caminos convencionales, pero eso no le quita intriga ni emoción. Héroes al fin, por más que la historia quiso ocultarlos, los ganadores del Mundial ‘50 cuentan su historia, de la alegría al dolor y de ahí a la serena reflexión de la edad adulta.
Primero campeones, luego el silencio El campeonato mundial de básquet obtenido en 1950 merecía una película. La historia, lamentablemente, excedió el marco deportivo, ya que aquellos jugadores fueron prohibidos y censurados por la Revolución Libertadora con el visto bueno de la Asociación de Básquet (o baloncesto) de aquel entonces. Tiempo muerto investiga la historia valiéndose de los testimonios de los sobrevivientes, entremezclando material de archivo (fotos fijas, portadas de diarios, el noticiero Sucesos Argentinos) e intentando explicar los hechos o, en todo caso, pretendiendo encontrar las razones por las que aquellos campeones quedaron en el olvido. El documental, en ese sentido, reúne convenciones del género, aferrándose a trazar un puente entre el grupo de 1950 y el seleccionado de los últimos años, con Ginóbili (quien aparece en el film charlando con los “viejos”) como líder. Los recuerdos del Club Palermo, el debate entre amateurismo y profesionalismo, la final con los Estados Unidos y la incidencia del primer peronismo en el deporte son algunos de los temas que se desarrollan en el documental. Sin demasiadas novedades desde sus elecciones estéticas, Tiempo muerto transmite cierta dosis de emoción en los relatos de Ricardo González, la voz principal del grupo, y en las idas y vueltas de ese seleccionado silenciado durante casi 60 años. En este punto, la película se decide por responsabilizar al sector dirigencial, eludiendo la fusión política-cine a la que tanto adscribían Perón y Evita, pero también, insinuando que los militares golpistas del ’55 no fueron los únicos culpables del hecho. Allí, en esas aseveraciones, el trabajo de los hermanos Tokman se convierte en un mero informe periodístico de denuncia sobre la eterna y coyuntural responsabilidad de los dirigentes deportivos. Por suerte, el himno del Club Palermo, entonado por los protagonistas, actuará como desenlace de aquella epopeya deportiva.
Cuando la política tira la pelota afuera Existió un tiempo en el que la televisión no era un medio de divulgación de información sino un objeto de lujo y donde la mayoría de las noticias llegaban al publico en general a través de los diarios o de los cortos informativos que ya forman parte de nuestro imaginario argentino llamados “Sucesos Argentinos”. Los protagonistas del documental Tiempo muerto han sido en su momento motivo de orgullo y de metros de celuloide al ser los gestores de una epopeya deportiva como pocas veces se vio. Corría el año 1950 y en el marco del gobierno del General Perón la selección argentina de básquet obtuvo su primer campeonato mundial, epopeya que les valió el alto honor de conocer personalmente al mandatario y recibir como premio un permiso de importación de un auto para cada uno de los jugadores. Los años y la intervención militar venidera ( autoproclamada “libertadora”) hizo que todo lo relacionado con el peronismo fuera desterrado de la vida pública, así fue como estos deportistas fueron denunciados por “profesionalismo” en el marco de un deporte amateur. La inverosímil excusa para la suspensión de por vida de estos deportistas es el puntapié inicial para la construcción de un documental realizado por Baltazar Tokman e Iván Tokman que retrata los años subsiguientes de estos atletas y como cada uno tuvo que rearmar su vida, renegando de su vocación y sumergiéndose en una obligada nostalgia de épocas pasadas que definitivamente no volverán. Los diversos protagonistas de la historia comparten con el espectador sus mas preciados valores (fotos, recortes, cartas) que han sabido guardar como la infructuosa esperanza de una reparación histórica que tal vez llegue con los años. El grupo de deportistas ha continuado su amistad a través de los años, reuniéndose semanalmente en el club que otrora los cobijó, demostrando que a pesar de las proscripciones el verdadero espíritu de equipo subyace en todo aquel que ame profundamente lo que hace. En tiempos de polarización y miradas binarias este film tal vez nos sirva para aprender que la intolerancia sólo nos lleva a una infinita sucesión de tiempos muertos.
Emotiva evocación de una hazaña deportiva Los hermanos Tokman, Baltazar e Iván, son altos. Por eso juegan al básquet. Y piensan alto. Por eso han hecho este documental sobre la hazaña que sus mayores hicieron cuando jóvenes, y también sobre la infamia de un grupo de soberbios que pensaba muy bajo. Hoy esos mayores son «solo unos viejos» que se juntan una vez por semana en un club de barrio. Pero en 1950, Año del Libertador General San Martín, como decían las monedas, los membretes, los locutores, y el corazón del pueblo, ellos le dieron a la Argentina su primer título mundial de básquet. Y se lo dieron acá, en un torneo tremendo, en el Luna Park, que esa noche encendió todas sus luces, como solo las enciende cuando se consagra un título mundial. Es hermoso verlos recordar ese momento, y los noticieros de entonces, y los titulares. Popularizaron entre nosotros ese deporte, lo llevaron al cine, apareciendo en una deportiva de Torres Ríos con Armando Bo, «En cuerpo y alma», empezaron a formar nuevos jugadores, nos representaron debidamente. Hasta que en 1956 la Libertadora los inhabilitó de por vida mediante una argucia ridícula. Se tronchó así, durante décadas, lo que ellos habían sembrado. Lo mismo, y sufriendo peores difamaciones, le pasó a la tenista María Terán de Weiss, que justo estaba compitiendo en Wimbledon. En fin, por suerte con el tiempo pudieron ver cómo pasaba el cadáver de su enemigo, y hoy tienen su revancha, con homenajes, el público respeto de la nueva Generación Dorada, y esta buena película, atrapante, emotiva, aleccionadora. Oscar Furlong, primera estrella argentina solicitada por clubes de la NBA, Ricardo González, capitán del seleccionado nacional 1950, y los otros héroes, allí están. Y junto a ellos, Emilio Gutiérrez, autor del libro de investigación «1956. Donde habita el olvido», que debería reeditarse.
La política manda al deporte En 1950, durante el último tramo del gobierno de Juan Domingo Perón, la Argentina ganó el Campeonato Mundial de Básquet, cuyo partido decisivo se realizó en el estadio Luna Park. El equipo local se lució ante un competidor difícil: Estados Unidos. A partir de ese momento los integrantes argentinos tuvieron un enorme reconocimiento, que cinco años después se tradujo en la inhabilitación para jugar por parte de las autoridades de la llamada Revolución Libertadora. En aquel momento, según muestra el filme, los jugadores, que en la actualidad continúan reuniéndose los miércoles en el Club Palermo, no entendían por qué se los castigaba. DEPORTE AMATEUR Según van detallando algunos de aquellos hombres, cuando un equipo ganaba tenía que visitar al Presidente de la Nación. Lo cierto es que cuando fueron a la Casa Rosada y los recibió Perón y Evita -quienes siempre decían que "el deporte ennoblece"-, el presidente les preguntó que les hacía falta y asimismo les dio autorización para importar los automóviles que quisieran, ya que por entonces no se fabricaban en el país. La mayoría prefirió no aceptar el "regalo", que no era tal porque al vehículo había que pagarlo. Como el básquet era un deporte amateur, se los acusó de profesionalizarse y de recibir regalos y a partir de ese momento los jugadores comenzaron a sentirse perseguidos. A la distancia son varias las generaciones que reconocen en ellos la valentía y la dedicación a un deporte que por esa época implicaba un gran sacrificio. Había que compartir trabajo con entrenamiento y abandonar a las esposas y novias por semanas. HACIENDO MEMORIA "Tiempo muerto" es un filme que rescata para la memoria un hecho deportivo que ignoran quienes no están en ese tema y a la vez saca a la luz una situación de injusticia. Dividido en seis capítulos y un epílogo, la película permite escuchar opiniones del que fuera el entrenador del equipo: Jorge Canavesi, o de jugadores como Omar Monza o Ignacio Poletti. También en un tramo puede oirse a Manu Ginóbili, uno de los representantes del básquet más reconocidos internacionalmente. El ayer y el hoy en el deporte, el conocer unas y otras voces, los cambios y costumbres que se fueron produciendo en el deporte, el teñir una competencia con banderas políticas, los recortes de los diarios, los cuadernos de notas que guardan los históricos protagonistas y una amistad que sigue intacta son parte de un documental, que disfrutarán plenamente los amantes y los aficionados al básquet.
El deporte es la industria del entretenimiento que más dinero mueve. Sin dudas. Hoy ya se habla que más allá del deporte, está la noción del evento deportivo, razón por la cual los picos de rating del entretiempo del Superbowl o la apertura de los Juegos Olímpicos pueden hacer que a más de uno se le pare el alma. “Tiempo muerto” cuenta la historia del equipo argentino de básquet que ganó las primeras olimpiadas. Cuenta cómo se preparaban, cómo se estructuraba el grupo y cómo fueron prohibidos. El Gobierno de Perón apoyaba abiertamente al deporte, pero como todo en este país, el que llega convierte en mala palabra todo lo que había hecho el anterior, por lo cual no sólo tuvieron que declarar ser parte de la política, sino que les prohibieron volver a jugar profesionalmente. El relato de los jugadores, de cómo esto afectó su vida, sus sueños y cómo ese equipo hoy sigue viéndose es la mitad del relato. La otra mitad es el material de archivo y por último, unirlos con el siguiente camada que pudo llegar a ser equipo olímpico. Baltazar e Iván Tokman nos llevan al interior de las casas, a las reuniones de amigos, a la nostalgia casi como si los testigos estuvieran a punto de pasarnos un mate. Creo que narrativamente es muy emotivo pero les faltó una generación intermedia: Marcelo Milanesio y sus coetáneos no aparecen, sino que saltamos directamente a Ginóbili pero de alguna manera explica cómo esto también detuvo al desarrollo del deporte. Es innegable que cuando se tienen jugadores que están bien posicionados en los rakings mundiales, las escuelas y clubes se llenan en su país de origen. Un lindo homenaje y un importante planteo de lo que no debe dejarse en el olvido.
Un emotivo y necesario documental sobre la Selección nacional de básquet que en l950 logró triunfos históricos en el mundo y en nuestro país. Sólo tuvieron un pecado, ser apoyados por el entonces presidente Perón. Cuando llegó la revolución libertadora y mucho después fueron perseguidos y separados. Reparación histórica necesaria. Manu Ginobili tiene una participación especial. Para la emoción y la información.
Documental evocativo que rescata un hito en la historia deportiva argentina Hay leyendas del deporte mundial cuyo contexto histórico-político las hace aun más grandes. Las mitifica frente al tiempo, aunque el paso de este vaya diluyendo un poco la pintura y generación tras generación, son apenas recordadas de vez en cuando por algunos nostálgicos o especialistas. Gracias a ellos el inconciente colectivo funciona y las saca a la luz de su inmerecida oscuridad. El equipo argentino campeón del mundial de basquet 1950 es uno de estos ejemplos, y “Tiempo muerto” es un brillante documental que lo rescatan del olvido los hermano Ivan y Baltazar Tokman. Pocas veces se da tanta coincidencia entre el contenido conceptual de una obra y el juego de palabras que se propone honrando una historia tan cierta como irónica. Al comienzo uno ve que todo está y será dividido en capítulos con nombre y definición del reglamento del basketball, sólo para darse cuenta que dichas definiciones (posesión de balón, falta antideportiva, etc.) se usarán a manera de metáforas funcionales a un subtexto cinematográfico que apunta a una visión mucho más profunda. Así comenzamos a conocer a los protagonistas que vivieron los hechos de esta historia. Hombres que se reúnen todos los miércoles, desde hace más de 50 años, en el Club Palermo. Ex jugadores como Ricardo Gonzáles, Juan Carlos Uder y el “profe” Canavessi, entre otros, le ponen el cuerpo y la voz a la evocación para que todo sea tan claro como entrañable. Cada testimonio genera vivo interés porque los realizadores y compaginadores dan una lección de cómo aprovechar un material de entrevistas sin aburrir ni redundar. Simplemente dejando que los protagonistas le den el tinte nostálgico, junto al inapreciable material de archivo, mientras los inserts de un profesor enseñando en la facultad le van sacando el tinte rosa para ir contando cómo esta hermosa leyenda se enterró en el tiempo por burocracia, conveniencia política, y la complicidad de una sociedad que una vez más aplicó los prejuicios para destronar y condenar a aquellos mismos que puso en el altar. "Los pasamos por una picadora de carne" será una de las frases lapidarias. Es cierto, los titulares y la Revolución Libertadora ayudaron mucho para que se diluyera en el olvido. Momentos como la entrega de un reconocimiento internacional, el conjunto de los veteranos con la mirada perdida mientras recuerdan las luces del Luna Park que se encendían cuando había campeón argentino, o uno de ellos picando una pelota hasta dejar la cancha vacía, son de colección. Otro acierto es la música de Javier Ntaca está puesta en el momento justo para subrayar la emotividad. Realmente si con esta calidad de películas se pudiera enseñar la historia en cualquiera de sus aspectos seguramente seríamos los espectadores más concientes, sabios y, por ende, capaces de elegir mejor.
Publicada en la edición digital de la revista.