Memoria del (otro) saqueo A los 75 años, y con medio siglo de carrera cinematográfica, Pino Solanas sigue con sus documentales políticos (y, de alguna manera, haciendo política con sus documentales) sobre la Argentina post-2001. Luego del tríptico Memoria del saqueo, La dignidad de los nadies y Argentina latente, Solanas filmó La próxima estación (sobre los ferrocariles) y Oro impuro (sobre la minería a cielo abierto). Ahora, es el turno del petróleo (y del gas) en Oro negro, un muy interesante documental a cargo de alguien que sabe del tema y que, por lo tanto, tiene llegada a quienes son capaces de exponer en toda su dimensión el despojo que se produjo tras la privatización de YPF y Gas del Estado a finales del menemismo. La película está construida en varias líneas: la reivindicación de la figura señera y modélica del general Enrique Mosconi, creador e impulsor del crecimiento de YPF; un panorama de la importancia estratégica de la empresa durante décadas hasta llegar a la actual situación de desabastecimiento e importación de combustibles; y el retrato íntimo de luchadores populares (ex trabajadores de la industria petrolera) en zonas arrasadas como la propia ciudad salteña de General Mosconi. Más allá del didactismo de la narración del propio Solanas (de todas maneras, mucho más relajada y menos altisonante que en oportunidades anteriores), Oro negro es un trabajo inobjetable por la calidad de sus testimonios, la contundencia de sus datos, la potencia de su denuncia hacia la connivencia entre políticos (incluido los kirchneristas) y las empresas privadas; y la sensibilidad en el acercamiento humano (sobre todo, hacia las comunidades de los pueblos originarios afectadas por la contaminación de sus tierras por parte de las grandes corporaciones). La película es apasionante y por momentos conmovedora, pero también lastima, se padece en las entrañas ante la evidencia de que la Argentina ha regalado una parte esencial de su patrimonio porque no ha sabido (o no ha querido) defender sus intereses. El desatino del pasado (y del presente) ya lo estamos pagando, pero lo sufriremos aún más en los próximos tiempos. Así, Oro negro resulta un documental esclarecedor, esencial y, por lo tanto, destinado a perdurar.
Después de varias presentaciones, llega finalmente Tierra Sublevada II –Oro Negro- la última producción de Pino Solanas precedida en Agosto por Mosconi de Lorena Riposati. En el caso de Oro Negro, se realizó una vasta investigación sobre la historia de la explotación del petróleo en Argentina. Comienza con jugoso material de archivo narrado por el propio director, el cual nos va subrayando no sólo la riqueza mineral descubierta, sino también la gran obra infraestructural comandada por el General Mosconi, tanto en Comodoro Rivadavia como en la región salteña. Se describen todos los beneficios y la instrucción recibidos por los trabajadores de la ya prolífica YPF. También se hace hincapié en el orgullo con el que dichos trabajadores y especialistas llevaban a cabo sus tareas a la vez de mostrar las grandes comunidades que se formaban alrededor de cada lugar en el que se montaban las refinerías. Como sucedió con sus documentales (y también con ficciones como El Viaje, 1989) Pino Solanas inyecta una alta dosis de contenido político con lo cual es difícil a veces disociar la propaganda de la denuncia. El director toma testimonios de expertos en el tema para llevarnos a la insoslayable conclusión de la gran pérdida sufrida por los argentinos al privatizarse YPF durante la presidencia de Menem y las consecuencias posteriores incluida la política de Kirchner. Oro Negro resulta un documental útil para conocer la vejación que se ha hecho con YPF y para concientizar sobre la importancia de estar mas enterados del tema. No es lo mejor de Pino Solanas (acaso la mas lograda sigue siendo La Última Estación); pero es coherente con su ideología, su manera de filmar y su línea narrativa. Pino Solanas hace docencia primero y baja línea después aunque en realidad, con la docencia sólo alcanza para sacar las trágicas conclusiones con sólo ver las imágenes de archivo y prestar atención a los testimonios. Si el cine documental sirve para ponernos al tanto, bienvenido sea. En este sentido, técnicamente es impecable y ojala se pueda ver en buenas salas. Eso si, la parte política decídala Ud.
En primera persona, porque como siempre quiere tomar partido y dejar sentada su opinión, con un relato de tono didáctico que él mismo asume y que ocupa buena parte de la banda sonora y con la misma intención de esclarecimiento y denuncia que ha venido mostrando en esta suerte de relevamiento propio de la realidad nacional que ha emprendido desde Memoria del saqueo (2004), Fernando "Pino" Solanas recorre ahora los principales yacimientos petroleros y gasíferos del país para que de las voces de conocedores del tema y de muchos de los que han estado o están vinculados con esas explotaciones surja un informe actualizado sobre el estado de esas industrias y en especial sobre los efectos de las privatizaciones de la década del 90 y años posteriores y sobre las políticas que se han venido sucediendo desde los tiempos del general Mosconi, figura fundamental. Más allá de la afirmación de las ideas que Solanas sostiene respecto del tema y que ha venido exponiendo con frecuencia desde que se volcó a la política, el acento está puesto en el aspecto social. El film recoge abundantes datos, cifras y opiniones de los expertos, pero a esos pasajes que pueden resultar algo arduos para el espectador común, y a la elocuencia de las imágenes del abandono, la enfermedad, el daño ambiental u otras estampas igualmente desoladoras de la actualidad de zonas donde antes YPF y Gas del Estado llevaban el progreso y ahora es notoria la ausencia o la sordera del Estado, Solanas opone los retratos humanos que captan con sensibilidad la sinceridad y la sencillez de los entrevistados. Es en esos tramos donde el film, dividido en capítulos, crece en emoción y conmueve. El cacique de los 21 hijos o la solidaria Mary, entre muchos otros de los que han participado de distintas formas de resistencia a las que el film concede atención, son personajes inolvidables. Se podrá coincidir o no con las opiniones políticas de Solanas o con su lectura de la historia, pero Oro negro tiene la valentía de hacer oír sus denuncias (casi todas con nombre y apellido) y el mérito de poner el tema en discusión. Con eso basta para que se lo considere un film valioso.
El petróleo que no tenemos Solanas y la privatización del petróleo. Tierra sublevada parte 2: oro negro , el nuevo documental de Pino Solanas, demuestra dos cosas. La primera, y que post-documental parece tan obvia como un chorro de petróleo en el medio de la cara, es la irracionalidad de que nuestros recursos petrolíferos todavía se encuentren privatizados. La segunda, no tan obvia pero si potente, es que Solanas, hoy opositor al Gobierno K, es, antes que nada (es decir, antes que militante, antes que didáctico, antes que una leyenda que nace de alguna forma en 1968 con La hora de los hornos ) un tipo que sabe contar, que sabe caminar un documental, que su principal legado es su amable dominio de una forma cinematográfica que hoy, frente a la posibilidad de cualquiera de filmar, se encuentra bastante bastardeada. Porque lo que sorprende del filme que Solanas considera parte de un sexteto que llama Crónicas de la Causa Sur (iniciado con Memorias del saqueo en el 2002 y que ha tratado acerca de la minería a cielo abierto, los ferrocarriles y el potencial de Argentina para superar su actual estado) es la habilidad de Solanas de tomar recursos hoy considerados básicos, como una voz en off del propio Solanas y entrevistas en formato “cabezas parlantes”, y aprovechar esa simpleza. Es por esa fluidez que Oro negro va y viene, sin perderse, entre registros de historias individuales que reflejan los daños causados por la contaminación o la miseria generada por la privatización de YPF y la lectura constatable en hechos de datos concretos, que parten desde la figura del General Mosconi y su ayuda en la creación de YPF hasta la actual e irreal situación en la que Argentina debe importar reservas de petróleo y gas. También existe un uso, casi quirúrgico, del material de archivo donde, por ejemplo, aparecen las figuras de Perón y por Néstor Kirchner en extremos opuestos. Solanas se permite, sin caer nunca en la “historia de vida”, hablar con una mujer que ha “adoptado” (les da trabajo y comida) a muchos jóvenes desempleados para así llegar a sentar frente a frente a la abogada defensora de protestantes de Gral. Mosconi detenidos y al Juez que los manda a detener. Y eso sin ponerse amarillista, sino dejando que el propio desarrollo de los cruces de palabras demuestre la coherencia de uno y lo insostenible de la otra posición. Solanas, decíamos, sabe caminar y su figura es importante, tanto dentro como fuera del plano: no se para con distancia, pero tampoco falsea una igualdad. Y en esa posición puede mostrar, a mitad de camino entre la comedia y una realidad tremenda, un pozo petrolero casero de una familia de 21 habitantes (que encarga, al final del filme, a su integrante 22) como la denuncia de mostrar la apropiación de caminos nacionales por empresas privadas. Sin negar la belleza de ciertos paisajes en sus recorridos por la Patagonia y las selvas de Salta, sin relegar lo humano, pero tampoco usándolo como bala de salva contra el problema, sin esconderse pero desapareciendo lo suficiente para perder lo panfletario, Solanas demuestra que su mejor política sigue siendo su forma de narrar.
Solanas, un más calmo fiscal de la República La estructura es algo irregular, el narrador, el propio Pino Solanas, está más calmo que otras veces. ¿El viejo luchador empieza a cansarse? Difícil. Afloja el ritmo, pero sigue firme en su puesto de fiscal de la República. Y nadie como él, todavía, para tensar registros de batallas campales entre balas y gomeras, volcar su simpatía natural en las entrevistas familiares, recordar pautas de la Gran Argentina, o refregar material de archivo (Néstor Kirchner celebra en el Congreso la privatización de YPF, Manzano asegura «el dinero que de esto surja irá para los jubilados», etcétera). Luego de «Tierra sublevada: oro impuro», sobre los permisos de explotación abusiva de minerales a cielo abierto, Solanas denuncia los permisos de explotación petrolera y gasífera, que a su juicio siguen y profundizan la política económica del 90, ya que ningún contrato fue denunciado, y algunos ya se renovaron a 40 años sin siquiera un llamado a licitación. Lo dice y lo rubrica, dispuesto a discutir. Lo suyo siempre es para sentarse a discutir, como «La próxima estación», sobre el actual desmantelamiento de los trenes. Pero también, como en «Argentina latente», evoca mejores tiempos y muestra ejemplos, como los técnicos, obreros y científicos de «la familia ypefera» que aún mantienen el orgullo y la mística de la YPF fundada por el general Mosconi. «No te daban un lápiz nuevo si no entregabas el cabito del viejo», recuerda alguien admirado. En climas extremos, sentían que estaban haciendo patria. Desde el sur más lejano y ventoso hasta la selva norteña, evocan su funcionamiento, señalan nuevos males que nadie controla (por ejemplo, las piletas de deshechos que desbordan por los cañadones hasta el rio Neuquén) y siguen trabajando. Así, el conductor de la Unión de Trabajadores Desocupados organiza labores y también actividades recreativas, una capataza impone disciplina laboral a los chicos borrachines, un cacique indio emplea su propio pocito de petróleo en el fondo de las casas, la abogada enfrenta al juez, ex apoderado del PJ. Con ellos, una ecologista mapuche que le ganó un juicio a Repsol, los guardabosques enfrentados a la firma petrolera que usufructúa el Parque Nacional Calilegua pese a la Ley de Bosques, el médico rural, etcétera. Alguien muestra su mayor orgullo: una foto que el general Mosconi le regaló a su padre. Y Solanas remata con un solo dato: la empresa estatal de petróleo de Noruega es uno de los mayores fondos de inversión de todo el mundo. ¿Será que son noruegos?
Una realidad que aún estremece Balzac se propuso una vez realizar un fresco de la sociedad francesa y escribió más de noventa obras con ese propósito. Pino Solanas toma a la sociedad argentina como cuerpo de análisis y de una manera militante, organiza su fresco cinematográfico, desde la mítica "La hora de los hornos" (1968), donde muchos de los problemas denunciados permanecen actualmente sin solución, con su carga de desigualdad e injusticia social, hasta continuar con "Memoria del saqueo", "La dignidad de los nadies", "Argentina latente", "La próxima estación", "Tierra Sublevada (Primera Parte)" y esta "...Oro Negro", recientemente estrenada. EL SAQUEO Nuevamente el tema del saqueo, tocado en la mayoría de sus obras, se reactualiza con la lamentable privatización de YPF y Gas del Estado, durante el bien llamado por David Viñas, "período del menemato". Solanas marca los logros de figuras providenciales como el ingeniero Mosconi, nombrado director de YPF por Alvear, haciendo hincapié en su política nacional que revalorizó los recursos naturales como servicios de la Nación y logró el autoabastecimiento petrolero de la Argentina. Subraya la actitud de gente de pueblo que superan su circunstancia alcanzando connotaciones de liderazgo como el salteño Pepino Fernández, que despedido de YPF, protesta sistemáticamente por las privatizaciones petroleras, generadoras de polución ambiental y desocupación endémica. El realizador no olvida, también, la actitud de Mari Acosta en la devastada General Mosconi (Salta), al frente del microproyectos maderero de la UTD (Union de Trabajadores Desocupados), relacionado con la madera, que establece límites al avance sojero y la destrucción de bosques. MISERIA O EXILIO Solanas elabora su cuadro de situación con datos, imágenes de archivo, testimonios de profesionales, gente de pueblo, representantes de pueblos originarios, agobiantes visitas a parques nacionales que conviven con el petróleo, ciudades devastadas, luego de las privatizaciones, que dormitan desocupación, miseria o exilio interno, ante la total indiferencia del gobierno que en 1992 decidió la privatización, sin solidificar medidas que previeran lo que vendría, más allá de irrisorias indemnizaciones que el desconocimiento de los receptores evaporaría en poco tiempo (leyes utópicas que economistas crearon sin considerar que los resultados siempre estarían destinadas a los hombres que las sufrirían). "...Oro Negro" es una suerte de Via Crucis de lo que quedó. De la poca atención a los desechos que envenenan la tierra, de la inconsciencia ante el agotamiento del petróleo y del agua a nivel mundial, de la desprotección de zonas habitadas por los pueblos originarios y el privilegio de la rentabilidad sobre la seguridad el hombre. Filme que estremece y hace pensar.
Haciendo campaña En tiempos electorales, el cineasta devenido político -devenido nuevamente cineasta- Fernando "Pino" Solanas, estrena su nuevo documental Tierra Sublevada II: Oro Negro (2011) donde explicita las consecuencias nefastas de la privatización de YPF. Si bien la denuncia es legítima, la postura del director de La hora de los hornos (1968) no es inocente. En 1992 se concreta “la mayor estafa al pueblo argentino”, la privatización de YPF (Yacimientos Petrolíferos Fiscales), de manera fraudulenta, arrastrándo gravísimas consecuencias para la Argentina en su totalidad. Fernando "Pino" Solanas habla de lo que sabe. Era diputado entonces y lo balearon en las piernas por denunciar la maniobra política, algo que el documental omite, si bien estaba presente en Memoria del saqueo (2004). Solanas utiliza como en sus anteriores cinco películas, una narración dividida en capítulos. Y, si la película en su totalidad está dividida en tres grandes episodios, está subvidida en fragmentos dedicados a los afectados directos por la privatización de YPF. Serán ex trabajadores de la empresa, abogados que siguieron el caso, habitantes de pueblos originarios damnificados por la contaminación del área, etc. Solanas hace su lucha como propia (pero no como argentino sino como político), orientando su narración hacia la primera persona del plural y mostrándose caminando junto a ellos en más de una ocasión. No estamos frente a una intención de documental objetivo, ni éste ni en sus anteriores documentales. La narración es del propio Solanas que incluso aparece en escena. Sin embargo, el director se ubica del lado más cómodo: los UTD (Unión de Trabajadores Desocupados). El lado más afectado de las privatizaciones de YPF y Gas del Estado. Reiteramos que la denuncia es legítima, la privatización fue, es y será una estafa al pueblo argentino. Pero el estreno del film en tiempos electorales, y la búsqueda de culpables que incrimina al Gobierno Nacional, le otorga un carácter de campaña política personal en la que Solanas sale beneficiado. Es decir, utiliza a las víctimas de la privatización, para pasarle factura a su enemigo de turno. Hay ciertos pasajes muy buenos en Tierra Sublevada II: Oro Negro. La historia del petróleo en Argentina con la figura de Mosconi a la cabeza, queda graficada excepcionalmente. Es lo mejor de un documental necesario por lo que denuncia, pero que se banagloria en la figura del propio Solanas, de patriota y luchador de causas nobles, cuando prioriza concientemente, su rédito político antes que nada.
Balance de un saqueo sin fin La demagogia y la mentira, pilares de un discurso oficialista que habla de una Argentina que no existe recibe un revés implacable cuando se desarman los resortes de la hipocresía y las frases grandilocuentes estallan a partir del testimonio vivo de los sobrevivientes de la mayor estafa al pueblo argentino que comenzara a ser documentada allá por el 2002 con Memoria del saqueo para denunciar con nombre y apellido a los máximos cabecillas de una asociación ilícita que hipotecó el futuro del país –otrora pujante, ejemplar, granero del mundo- por muchos lustros y que encuentra sus mayores referencias en la sistemática destrucción de todo lo público por la connivencia de la clase política (sea del partido que fuere) con empresarios nacionales corruptos y multinacionales que se apropiaron ilegalmente de todos los recursos naturales para dejar tierra arrasada, desde la Patagonia hasta el norte argentino. Ya sea el fabuloso negocio de la minería a cielo abierto; el desmantelamiento de los ferrocarriles o en este último caso la dilapidación de un recurso no renovable como el petróleo, las voces de la lucha y la desesperación encuentran un vehículo poderoso en las manos de Fernando Pino Solanas, quien con Tierra sublevada parte 2: oro negro, cierra contundentemente su exhaustiva y didáctica obra cinematográfica con un estilo personal y en primera persona para corroborar una honestidad intelectual irreprochable y elogiable. Podrán recaer tal vez algunas críticas sobre la forma un tanto vetusta del tratamiento documental que apela al recurso de la voz en off y las cabezas parlantes para desarrollar con coherencia un hilo narrativo, de cuyo centro se desprenden varias líneas que pueden resumirse en: revisionismo histórico con material de archivo que acompaña sólidamente; crónicas pequeñas de hombres y mujeres con nombre y apellido que dentro de lo macro encabezan moléculas de resistencia diseminadas en un escenario apocalíptico, pero que abrigan una cuota de esperanza desde el punto de vista de la revolución cultural silenciosa y quijotesca de los sin nombre. Allí, entonces aparecen los gérmenes de los piqueteros de General Mosconi y en perfecta sintonía se yuxtapone como un viento pampero el pensamiento de un empresario visionario para el que nada era imposible y que se atrevió a crear una de las empresas más importantes de la historia del petróleo mundial como YPF, que incluso llegó a contar en sus épocas de esplendor con una flota naviera; infraestructura modelo capaz de producir, refinar y distribuir cantidades de barriles, los cuales en el día de la fecha la empresa Repsol extrae y se lleva sin la más mínima intervención ni control estatal. Parafraseando el dicho: cuando la coima es grande hasta el más ladrón desconfía. La radiografía de la más cruda realidad de Argentina se construye en las imágenes que la cámara de Pino Solanas recogió en su odisea desde el norte hasta el sur de la nación; caminando las provincias y dejando que los interlocutores y expertos ingenieros expliquen con lujo de detalles algo que resulta en la actualidad inexplicable y mucho más terrible de comprender sin un dejo de tristeza cuando un gobierno que levantó las banderas del nacionalismo y la defensa de los recursos pactó con el enemigo entre gallos y media noche para que el negocio del saqueo continúe hasta la última gota. ¿Será por ese motivo que Tierra sublevada parte 2: oro negro se exhiba en tan pocas salas?
Para un debate que sigue vigente Si en Tierra sublevada: oro impuro abordaba el tema de la megaminería a cielo abierto, aquí Solanas presenta el problema del petróleo. Para eso recorre el país de sur a norte. Lo que encuentra son perdurables focos de resistencia a la política privatizadora. Ultimo capítulo de la inmensa saga que Pino Solanas inició en 2004 con Memoria del saqueo, Tierra sublevada. Parte 2: oro negro es, a su vez, el complemento de Tierra sublevada: oro impuro (2009). Si en el film anterior, el realizador de La hora de los hornos denunciaba la expoliación de los recursos naturales a la que históricamente ha sido sometido el país, con el acento puesto en la megaminería a cielo abierto, aquí Solanas completa el cuadro refiriéndose al problema, no menos grave, del petróleo. Como siempre en las películas de esta serie, que no esconde un objetivo didáctico, el film rastrea su tema desde sus mismos inicios, para poder dar un panorama lo más amplio posible de la materia a abordar. Es así como Oro negro refiere –en palabras del propio Solanas, desde el off de la banda de sonido– “la historia de los hombres y mujeres que protagonizaron la creación de una de las grandes epopeyas nacionales”. Entre ellos, el film señala inmediatamente la figura del militar e ingeniero argentino Enrique Mosconi (1877-1940), “el San Martín del siglo XX”, creador de la primera petrolera estatal del mundo, en los años ’20: Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF). “En los tiempos del Made in England, Mosconi debe inventarlo todo”, relata Solanas, mientras da cuenta de la fabulosa riqueza que puso en marcha, a partir de su visión y de su esfuerzo: pozos de extracción, destilerías e infraestructura de transporte y comercio. Contra la enajenación que proponen las compañías británicas o estadounidenses, Mosconi entiende muy tempranamente que los hidrocarburos son recursos estratégicos inalienables, que deben estar al servicio de la Nación y que su explotación debe ser considerada política de Estado. Oro negro no tarda, sin embargo, en encontrar las primeras defecciones a esa política, inicialmente en el gobierno de Arturo Frondizi, el primero en privatizar algunos yacimientos, y luego durante el golpe militar que derriba al presidente Arturo Illia que, según el film cae, entre otras razones, por negarse a enajenar el patrimonio petrolífero de la Nación. El clímax llegaría en 1992, durante el menemato, cuando el Congreso de la Nación aprueba la privatización de YPF y comete, en palabras del propio Solanas, “una de las mayores estafas de la historia argentina”. Del actual período, Solanas reconoce las medidas progresistas de los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández (la renovación de la Corte Suprema, la política de derechos humanos, la Asignación Universal por Hijo, la recuperación de los fondos de pensión y de Aerolíneas Argentinas), pero afirma que son “el contrapeso de la continuidad de la política privatizadora de los recursos minerales y petroleros”, mientras denuncia la prórroga de las concesiones por otros treinta años. Para narrar esta épica de la lucha por el petróleo que propone el film, Solanas recurre, como en otras oportunidades, no sólo al gran plano general (el film se abre con unas imponentes tomas aéreas que permiten ver los pozos y destilerías en el marco de la silueta del país), sino también al relato coral. Tomando como guías o cicerones a miembros muy diversos de la familia “ypefiana” (delegados de base, abogados, ingenieros, militantes o simples desocupados por la destrucción del patrimonio público), Oro negro recorre el país desde el sur profundo hasta las alturas de Tartagal. Lo que encuentra son perdurables focos de resistencia a una política privatizadora, que no ocasiona solamente perjuicios económicos, sino también sociales y ambientales. La deforestación compulsiva de montes enteros –expone el documental– provoca inundaciones y aludes que luego causan la contaminación de las napas de agua, con consecuencias gravísimas para la salud de la población. Además de esos protagonistas que el film elige como narradores, Oro negro también ostenta coloridos personajes secundarios, como el cacique Paliza, padre de 21 hijos, que en el fondo de su rancho tiene su propio pozo petrolero, del que extrae sin dificultad unas latitas de combustible, para hacer funcionar el calefón familiar. O la aguerrida abogada salteña Mara Puntano, defensora de los trabajadores procesados por reclamar por sus derechos, que enfrenta a cámara, y sin pelos en la lengua, al juez federal que sistemáticamente ha ordenado reprimir la protesta social. Algunos de esos momentos airean un documental quizá demasiado encerrado en su propio discurso, pero siempre valiente y necesario como disparador de un debate que sigue vigente.
Después de Oro impuro, sobre la minería a cielo abierto, Pino Solanas completa la saga La tierra sublevada con Oro negro, gran documental sobre la explotación de gas y petróleo. Solanas se centra en la importancia histórica de los recursos, a partir de la enorme figura de Enrique Mosconi; la vergonzosa privatización durante el menemismo, con palos para el hoy Secretario General Oscar Parrilli y el kirchnerismo en general; las luchas sociales y el doloroso escenario actual. Oro negro mantiene el encanto visual de las películas del cineasta político y su voz en off esta vez no peca de didáctica. Pino Solanas demuestra que estos últimos diez años fueron los más productivos, en todo sentido, de su larga y atractiva carrera.
Algunos recordarán y otros no, que en setiembre de 2009 se estreno “Tierra Sublevada, oro impuro”, bajo la dirección y guión de este mismo cineasta (75 años), donde narra la situación actual de la minería en Argentina, mostrando cierta similitud entre la colonización española en América y el saqueo del oro, y como opera la empresa Barrick Gold Corporation. Esta película está basada en la empresa dedicada a la extracción de oro a cielo abierto más grande del mundo, con sede en la ciudad canadiense de Toronto, manteniendo más de 27 minas operativas en Estados Unidos, Canadá, Australia, Perú, Chile, República Dominicana, Argentina y Tanzania; El film hace hincapié en el daño medioambiental, la corrupción, la opinión de los pobladores y propone la utilización de una minería sustentable. En este nuevo documental Oro Negro, (es interesante ver ambas pero se pueden ver en forma separada y cada uno sacará sus conclusiones), haciendo un recorrido por los yacimientos petroleros del país, en la Patagonia, las selvas del norte (provincia de Salta) y cerca de la frontera boliviana; cuenta las resistencias populares a la privatización del petróleo en la Argentina y sus trágicas consecuencias, los despidos, el fracaso económico, social, la contaminación ambiental y lo humano. Tomando en cuenta los negociados llevados a cabo quedaron a la venta las dos principales empresas argentinas -Y.P.F y Gas del Estado que fueron del Estado, (esta última en una época llego a ser la tercera compañía gasifica del mundo, y varios países la tomaron como modelo y fue vendida por la tercera parte de su valor). Siendo una de las mayores estafas de la historia nacional y que está ligada a la ilegítima deuda externa que dejó la dictadura militar, y el proceso privatizador se profundizó con la prórroga de las concesiones de Menem (quien dijo –“Yo me atrevía a calificar este día como un día histórico”) autorizadas por el ex -presidente Néstor Kirchner. Relata uno de los pobladores cómo es vivir en soledad, y como al no tener tanto contacto con el resto de las personas, luego le resulta difícil el vincularse con el resto, los chicos se crían casi sin la presencia del padre y las mujeres deben acostumbrase a esto. Mientras vamos viendo imágenes, testimonios, datos, como si estuviera dando una clase se escucha la voz en off de Solanas, también lo vemos interactuando en distintas situaciones, dejando preguntas, reflexiones, ofreciendo una cuota de humor, con personajes como el cacique como el padre de 21 hijos, este tiene hasta un libro de Mosconi, posee un pozo de petróleo puro en el patio de la casa que con un palito a 10 metros o mas lo extrae y lo utiliza para su vida diaria. Nos alerta sobre el riesgo para la comunidad Wichí, en campo Durán cerca de la mayor destilería del norte argentino las tuberías están al descubierto bordeando los asentamientos indígenas; y otra situación: el calentamiento global esta provocando la disminución de los glaciares que son la principal fuente del agua potable y si la humanidad no reacciona a tiempo nos encaminamos a una tragedia ambiental, a grandes sequias, inundaciones y millones de muertos.