En la historia de tres amigas, completamente diferentes entre sí, se habla de los vínculos como posibilidad de transformación y supervivencia. Un día Marie (Kirsten Olesen) recibe una dura noticia para su organizada y “gris” vida, su marido la deja, tras 44 años de matrimonio, por otra mujer. Y si bien en esto de “dejar” nadie deja a nadie, sino que son situaciones que se precipitan tras tiempos de maduración y sufrimiento, de un lado o el otro, le sirve la premisa a Barbara Topsoe-Rothenborg para impulsar una entrañable comedia dramática sobre la amistad y el amor. Sorprendida pero no paralizada, Marie decide ir a Italia con las dos amigas de toda su vida, Vanja (Kirsten Lehfeldt) y Berling (Stina Ekblad), a quienes hacía tiempo que venía postergando por su trabajo y obligaciones. Y el viaje, claro está, será el marco propicio para que se repregunten qué quieren para su vida, a la par que empiezan a desligarse de viejas ataduras y mandatos que las tuvieron presas, aun en su creencia de ser libres, y que imposibilitaron que, como Marie comienza a hacer “soltarse el pelo”. Topsoe-Rothenborg, hábil, presenta a cada una de las amigas con pausa y detalle, para que, al momento de empezar sus cambios, estos sean notorios, y pese al subrayado y edulcoramiento con el que trata muchas de las situaciones, Una receta perfecta, se presenta como un maridaje perfecto entre la comedia, el drama, sumado el exotismo y belleza de los paisajes de Italia, y las preparaciones culinarias. Una receta perfecta es una película que emociona, a pesar de los lugares comunes, y que sostiene su narración gracias a las solventes actuaciones del trío protagónico.
El film, se inicia con la presentación de tres mujeres mayores de 60 en sus vidas cotidianas. Allí, se pueden observar claras diferencias por las que transita cada una de ellas. Amigas, durante numerosos años, que por distintos motivos hace mucho tiempo que no logran reencontrarse. Ellas son: Berling (Stina Ekblad), soltera y muy liberal, que se niega a aceptar su edad. Vania (Kirsten Lehfeldt), viuda que concurre diariamente al cementerio a conversar con su difunto marido y que vive junto a su hija y su amado perro. Y finalmente, Marie (Kirsten Olesen), quién pasa sus días exageradamente pendiente de su familia y su trabajo, sin pensar demasiado en ella.
Un brindis por la amistad eterna. Una receta perfecta es una amena película danesa, dirigida por la realizadora Barbara Topsøe-Rothenborg, que cuenta la historia de tres amigas que se conocen desde muy jóvenes, y que el destino volverá a juntar en la plenitud de sus vidas para redescubrirse. Marie (Kirsten Olesen) es una mujer madura de 60 años que se entera de la noche a la mañana que su marido tiene una amante y le pide el divorcio sin demasiadas explicaciones. Sus hijos, sin saber de la separación de sus padres, les regalan un soñado viaje para realizar un curso de cocina en Italia. Pese a este abrupto cambio en su vida, decidida a no dejar pasar esta maravillosa oportunidad, Marie invita a sus dos mejores amigas de las que hace un tiempo que está distanciada, Berling (Stina Ekblad) y Vania (Karoline Hamm), para que la acompañen en esta travesía italiana donde nacerán nuevas oportunidades para ser felices y estar plenas nuevamente. Una receta perfecta plantea, a lo largo de su metraje, la importancia de la amistad a través de los años, del apoyo y el acompañamiento en los momentos difíciles y decisivos de la vida. También de la sanación en el alma de Marie, la simpática protagonista de esta historia, y de la diversión que vivirá en este viaje gastronómico a una hermosa campiña italiana junto con sus amigas; por un lado, Vania, una viuda que no puede olvidar a su difunto esposo y a quien le habla diariamente, y por el otro, Berling, una mujer madura de mentalidad liberal e independiente, que de ninguna manera acepta o asume la edad que tiene realmente. Una vez en tierra italiana, las tres mujeres se dejarán llevar por la intensa y deliciosa comida local, los bellísimos escenarios naturales y hasta se permitirán ser seducidas por algún hombre italiano que aparecerá en su camino. Será entonces este viaje una gran experiencia para poder volver a confiar las unas en las otras, de olvidarse de los malos tragos del pasado y dejar atrás las dificultades que la vida les presentó en algún momento. La directora decide comenzar el relato en víspera de Navidad, todo un símbolo social de la unión de la familia, para romper con esta milenaria y clásica tradición donde todo es felicidad, y mostrarnos como lamentablemente una familia también se puede terminar, la de Marie, en una situación ideal. Será obviamente para esta mujer un momento muy duro, pero que la hará más fuerte, decidida y la reconectará con esas amigas que siempre estarán a su lado, ya sea en las buenas como en las malas.
Si como invoca el título local para su estreno el cine fuera una receta, una fórmula preconcebida (¿o precocinada?) de antemano y con un destino placentero para el espectador (¿acaso una buena digestión?) este film de origen danés bordearía la perfección. Veamos: tres mujeres en trance a la última curva afectiva de sus vidas concurren a un curso de comidas en Puglia, al sur de Italia, paisaje paradisíaco de aquellos. Una de ellas se acaba de enterar que su esposo le es infiel y le propuso el divorcio; la segunda, tal vez la más “liberal”, vive una relación tensa con su hija, en tanto, la otra, viuda, añora y recuerda al difunto. Con esta receta donde se mezcla el paraíso de Puglia con la preparación de comidas, la propuesta de Barbara Topsoe-Rothenborg (tres largos para cine y el resto una prolífica carrera en televisión) fusiona dos ejes temáticos pautados (y, ya que estamos, digeridos) en otras películas. Por un lado, un cine aristocrático y liberal de señoras de buen pasar económico: desde ese punto, Una receta perfecta se aproxima a El exótico Hotel Marigold (con Judi Dench y una pléyade de actores bien british) y a Bajo el sol de Toscana (un bodrio solo rescatable por la presencia y belleza imbatible de Diane Lane). En estas dos películas, como en la novedad procedente de Dinamarca, la mirada del afuera (el recién llegado) hacia ese nuevo paisaje y sus habitantes, aúna alguna escena simpática con un montón de momentos previsibles. Y, por el otro lado, la comida como centro operativo del relato que, en todo caso, tiene su inicial puntapié temático a fines de los 80 con la celebrada La fiesta de Babette (vaya… ¡de origen danés!) aun cuando la película de Gabriel Axel autoriza una lectura religiosa en relación a la gastronomía que va mucho más allá de la exhibición de un manual de cocina clase A para turistas alegres y sorprendidos por “lo extraño”.
Ubicada en algún lugar entre Eat, Pray, Love y Sex & the City para mujeres maduras, Una Receta Perfecta funciona gracias a su apacible naturaleza y su pintoresca atmósfera.
Si hay una película que sigue al pie de la letra el recetario para levantar el ánimo, esa es la danesa Una receta perfecta. Nada de Dogma 95 ni represión protestante, de fríos invernales ni tormentosos recuerdos. Desde el inicio pone sus cartas sobre la mesa: amistad recobrada, amores maduros, bromas inocentes, los paisajes del sur de Italia y un muestrario exquisito de la cocina mediterránea. No hay mucho más, pero esa falta de originalidad no le arrebata a la historia su espíritu de consciente reconciliación con el tiempo presente. Marie (Kristen Olensen), Berling (Stina Ekblad) y Vanja (Kirsten Lehfeldt) son amigas desde la secundaria y ahora que ya tienen más de 70 años, encontrarse de vez en cuando es todo un desafío. El lema de su adolescencia era ‘¡Konumátur!’, una especie de grito salvaje traído de Islandia a Dinamarca que reclamaba la igualdad de las mujeres, jóvenes impetuosas de aquellos años del feminismo de los 70. Pero el tiempo ha pasado y cada una de ellas, antes combativas, ahora tiene su vida encaminada. Marie se divide entre un trabajo exigente como contadora en la compañía que administra con su marido Henrik (Peter Hesse Overgaard) y la atención a su numerosa familia. Vanja reparte sus días entre su prologado duelo por la muerte de su esposo hace ocho años y los paseos con su perro Miller (por Glenn, obvio). Y Berling resiste el paso del tiempo a fuerza de esconder sus sentimientos junto con sus arrugas. Esa insalvable distancia que ha instalado la despiadada rutina parece sortearla de repente una imprevista infidelidad de Henrik que empuja a las viejas compañeras a unas vacaciones mediterráneas con un curso de cocina incluido. Lo que resta son las canzonettas, el vino tinto y los exquisitos manjares de una posada en Apulia que resultará una oportunidad perfecta para el reencuentro (de cada una con las demás y también consigo misma). Al principio todas siguen a pie juntillas su arquetipo: Marie ensimismada en su bronca, esperando el mensaje de Henrik para la reconciliación; Berling dispuesta a encuentros fogosos con algún turista desprevenido; y Vanja esperando las “charlas” con Miller vía Skype. Pero a medida que pasan los días y circulan las recetas, los límites se aflojan, los silencios se hacen gritos y algunas cosas cambian de lugar. La directora danesa Barbara Topsøe-Rothenborg no nos pide más que seguir el previsible recorrido de la historia con una risa por aquí y una lágrima por allá. Pese a ello y al afán de dejarnos contentos, Una receta perfecta no viste a la vejez de falsos colores, no esconde los temores y el patetismo, encuentra en los lazos de amistad destellos de emoción genuina. Kristen Olensen brinda a su Marie -quien debe ver aquello que ha tenido mucho tiempo escondido- el lento compromiso con ese mundo del que se había alejado, aquel que en sus momentos más ridículos consigue sentir su adormecido dolor. Sin perder los hilos de la comedia ingenua, es allí donde asoma algo de verdadero corazón.
Este filme danes, cuyo titulo original es “Madkluben” y su traducción “El Club de la Comida”, se anuncia en principio como un canto a la amistad, pero que esconde en medio otras variables muy significativas. De hecho las primeras imágenes nos presentan a Marie (Kirsten Olesen), Vanja (Kirsten Lehfeldt), Berling (Stina Ekblad), tres jóvenes casi veinteañeras, en los años finales de los ´60 o principio de los ´70 que se constituyen como amigas y adoptan un grito de guerra, “Konumatur” que significa “Mujeres al Poder”. Salto temporal mediante,
Esta semana nos llega desde Dinamarca, una película que a priori podría parecer la típica cinta sobre borrachines que se van de gira un tiempo a alguna ciudad exótica. Pero Una receta perfecta, tiene la particularidad que sus protagonistas no son hombres adultos de despedida de soltero, o adolescentes en un viaje de autodescubrimiento; sino que son un trío de señoras que ya están entrando en la tercera edad. Seguimos a tres amigas, en especial a una de ellas, llamada Berling, a quien están engañando desde hace un tiempo, pese a estar en un matrimonio que ya lleva cuatro décadas. Totalmente descolocada y sin saber que hacer, decide irse a la Toscana con sus ya mencionadas amigas para aprender a cocinar platos regionales, y de paso despejar su cabeza y decidir cómo seguir con su vida. Antes de continuar, vale aclarar que claramente no soy el público al que apunta esta película, y si bien uno puede identificarse con algunas situaciones, o empatizar con otras, quien les habla no tiene la edad de las protagonistas. Pero aclarado esto, hay que decir que Una receta perfecta termina volviéndose amena para el espectador, tenga la edad que tenga. Esto se debe al buen hacer de las tres mujeres protagonistas, quienes demuestran una química digna de mencionar, haciéndonos creer que al menos fuera de rodaje, las señoras se llevaron bien y hasta quizás sean amigas como en la ficción. Gran trabajo del trio principal, que aparte pasa por varios estados emocionales; como la tristeza, la soledad, la camaradería e incluso la seducción. También decir que el lugar elegido para situar la historia funciona bastante bien. Un sitio exótico como la Toscana siempre es lindo de ver en la gran pantalla, y más aún si se nos hace un tour por su gastronomía; dándonos bastantes ganas de probar los platillos que están cocinando los personajes, y por qué no, también aprender a hacerlos. Y hasta ahí podríamos hablar de las virtudes de la película. Y quizás eso mismo sea lo que espante a varios de darle una oportunidad; porque todo se siente bastante simple, sin grandes revelaciones, o sin meterse en algún tipo de humor político, siendo la historia bastante “sana”, entendiendo este término como algo despectivo. En conclusión, Una receta perfecta es una película disfrutable y poco más. Si rondan la edad de las protagonistas, seguramente la disfruten mucho más, en caso contrario, véanla si no tienen mejores opciones.
Tres amigas de la juventud se reúnen después de tiempo sin verse. El divorcio inesperado de una de ellas le permite disponer de pasajes y un curso de comida en el sur de Italia y con esa excusa se embarcan en el reencuentro. Con grandes actrices, dirigidas por Bárbara Topsoe- Rothenborg, estas mujeres de más de setenta años se mostraran en sus dudas y reflexiones, dolores y sueños. Un film típico dedicado también a un público mayor, que permite momentos logrados y otros con reflexiones un tanto obvias y esperables. Sin embargo posee el encanto de estas interpretes que se juegan en sus roles para sacarles provecho. Esta la que fue madre sin quererlo, coqueta, negando sus años, la que no se repone de su viudez de años y se aferra a esa situación para no seguir adelante y por último la abandonada por su marido casi eterno, que tiene el tacto de un papel de lija. En una casa de ensueño, en un región bellísima, la Puglia, entre recetas de cocina, enredos, confesiones y dolores, irán encontrando un camino que vale la pena recorrer.
"Una receta perfecta": sabor a poco. Perteneciente a esa categoría de películas que se proponen construir una mirada cariñosa sobre los conflictos y dramas que genera la llegada de la vejez, desde un punto de vista positivo e intentando si no quitarle, al menos aligerar sus componentes traumáticos, la danesa Una receta perfecta aborda la amistad entre tres mujeres que se enfrentan a ese momento crítico de formas distintas. Marie, Vanja y Berling se conocen desde la adolescencia y su vínculo se ha hecho fuerte a partir de eso que ahora se denomina sororidad: una serie de lazos que las hermana en virtud de su naturaleza femenina. Sin embargo, el tiempo y los diferentes caminos que cada una ha elegido seguir han puesto entre ellas cierta distancia. Pero cuando en plena celebración navideña Marie descubra que su marido está a punto de dejarla porque se ha enamorado de otra mujer, también septuagenaria, las otras dos amigas no dudarán en venir en su apoyo. Con el fin de distraer a Marie de su tristeza e intentar conectarla con sus impulsos vitales, el trío decide realizar un viaje al sur de Italia, tierra que en el imaginario de los países del norte europeo representa la posibilidad de un marco emocional menos rígido. El deseo, la sensualidad e incluso cierta ligereza y desprejuicio para vincularse forman parte de la fantasía italiana de las tres “chicas” danesas. Cualquier parecido con aquella canción de Rafaella Carrá que postulaba que “para hacer bien el amor hay que venir al sur” no es mera coincidencia. La película realiza ese cruce cultural de modo superficial, apelando a recursos costumbristas y lugares comunes que alimentarán las consabidas situaciones de comedia, aunque nada de eso se encuentre en el centro de su relato. Más bien lo usa para poner en perspectiva los diferentes dramas que las amigas atraviesan, pero cuidándose de no perder nunca de vista su aspiración de feel good movie. Cuestiones como la soledad, el abandono o la añoranza de quienes ya no están ponen al sentimiento de pérdida como principal motor de la angustia de las protagonistas. Y cada una lidia con eso como puede: Marie se deprime ante la posibilidad de que su mundo se desmorone; Vanja le teme a reabrir su corazón; y Berling juega a ser más desprejuiciada de lo que es en realidad. Cada una detrás de su máscara, descubrirán que la vida no es aquello de lo que llegaron a convencerse a golpes de rutina. Pero la película no consigue que nada de eso alcance demasiada profundidad. Por un lado porque sus escenas de comedia pocas veces resultan originales y nunca terminan de alcanzar la gracia buscada. Por el otro, sus personajes se vuelven esquemáticos, tanto los principales como los secundarios, haciendo que en todos ellos lo previsible se vuelva inevitable. Aun con su ternura y simpatía, que las tiene a pesar de lo anterior, se trata de Una receta perfecta que termina dejando sabor a poco.
El aprendizaje culinario de Barbara Topsøe-Rothenborg La realizadora Barbara Topsøe-Rothenborg dirige esta película danesa sobre la amistad, el paso del tiempo, la familia y las nuevas oportunidades. Desde la mirada de tres amigas nos adentramos en una situación particular que les producirá un cambio en sus vidas, en esta historia atractiva que tiene a la cocina como un elemento importante y con el ritmo propio de un espacio gastronómico. Marie (Kristen Olesen), Vanja (Kristen Lehfeldt) y Berling (Stina Ekblad) son tres amigas unidas desde muy jóvenes. Muchos años después siguen juntas pero no han conseguido reunirse. Cada una tiene un drama familiar, asociado a sus vidas matrimoniales y a las relaciones con sus hijos. Sin embargo, Marie debido a la infidelidad de su marido Henrik (Peter Hesse Overgaard), entra en una crisis personal y vuelve a reunirse con Vanja y Berling. Deciden entonces irse de viaje a un club de comida en Apulia, Italia. Ahí tendrán la oportunidad de replantearse sus vidas y a la vez, enfrentarse a los cambios de la edad adulta. En aquel lugar conocerán a Alessandro (Michele Venitucci) quien las orienta en el tema gastronómico y las impulsa a continuar, al igual que los demás personajes que conocerán mientras aprenden a cocinar. Si bien tiene un inicio dedicado al conflicto y al comienzo de la aventura a partir del viaje a Italia, resulta interesante la manera en cómo la película se va convirtiendo en un relato atractivo al aumentar el drama y a la vez las escenas de comedia. Una receta perfecta (The Food Club/Madklubben, 2020) hace que sus protagonistas vayan pasando por distintos matices. De esta forma el lugar donde aprenden de cocina se convierte en un lugar de descubrimiento y aprendizaje personal. Las imágenes turísticas y culinarias comienzan a ser parte del drama junto a las relaciones con las demás personas y parejas que comparten la estancia en el club de comida. La interacción entre los personajes organiza el tono emotivo de cada situación. El relato plantea metáforas sobre todo, con el paso del tiempo. La edad mayor, que está presentada como el inicio de una nueva etapa, se relaciona con elementos naturales, en especial con el clima. El sol y la lluvia sirven también para enfatizar lo que está sucediendo. De igual manera, el lugar donde aprenden a cocinar tiene problemas de cortes de luz, haciendo de la oscuridad y de la luminosidad, elementos de descubrimiento y cambio. Las conversaciones que ocurren durante la ausencia de la luz trae revelaciones sobre el pasado de las tres protagonistas. Lo mismo ocurre con lo gastronómico, se convierte en motivo de unión, amistad y superación. Las actuaciones de las tres protagonistas marcan el ritmo y la emotividad que la historia necesita, en este relato sobre el avance de la edad y los cambios que eso conlleva.
Una nueva adición del subgénero de la “gastronomía porno” que vive su momento de gloria con el apogeo de los reality shows de competencias culinarias. Hace poco tuvimos el estreno de Una pastelería en Notting Hill que ofrecía una propuesta muy similar y en esta oportunidad el aporte proviene del cine danés. En Una receta perfecta tenemos como protagonistas a tres amigas de 60 años que atraviesan una crisis existencial y viajan a un pueblito rural de Italia, la locación clásica donde personajes de todas partes del mundo encuentran la solución a sus problemas. En breve llegará a los cines una producción con Liam Neeson que comparte el mismo escenario. En ese lugar paradisíaco, donde es fácil olvidarse de las tribulaciones cotidianas, las amigas participan de un curso de cocina que las ayuda a reconectarse con la existencia humana. La directora Barbara Rothenborg apuesta a la misma fórmula argumental de enredos graciosos y romances que suelen trabajar los filmes de esta temática sin profundizar demasiado en los conflictos dramáticos que introduce el relato. Como es habitual en este subgénero sobresale la labor de fotografía que se encarga de hacerle justicia a los paisajes italianos y los platos de comida. Aunque el resultado final es terriblemente predecible no deja de ser una propuesta simpática dirigida al segmento del público que tiene una conexión generacional con las protagonistas y probablemente disfrutará más del espectáculo.