Un consorcio alocado La nueva película del director Rodolfo Durán, el mismo que brindó un título interesante como Cerca de la frontera, focaliza ahora la atención en los vecinos de un edificio, que son de "armas tomar" ante el peligro que los acecha. Con un tono de comedia negra, Durán costruye una trama que podría haber sido mucho más divertida contando con estos elementos. Un adolescente que vive con sus padres, es amigo de un dealer de poca monta, El Gato, quien acaba de traicionar a sus socios en un robo, y el joven decide instalarlo en su departamento. Esto dispara el conflicto. Un botín, muchos deseos por recuperarlo, gritos y dos secuaces que toman como rehenes a los integrantes del consorcio, quienes pronto intentarán revertir la situación. Entre perros perdidos, palos de amasar y personajes que parecen cercanos a la locura, Vecinos intenta divertir, pero apenas lo consigue. Inspirada en La comunidad, de Alex De La Iglesia, este film coral está plasmado como si se tratara de sketches, viñetas que intentan construír una única situación cómica. Pero el ritmo no llega. Las aparciones de Tina Serrano, Mercedes Funes y Antonio Ugo son las más logradas dentro del clima caótico que reina en el edificio y...en la película.
La comunidad robada En cine hay películas fallidas y películas malas. Por ejemplo Terapias alternativas (Rodolfo Durán, 2007) fue una película fallida que cinematográficamente estaba bien pero que narrativamente no funcionaba. Vecinos (2009) es una película mala, que por más condescendiente que uno sea no se le puede rescatar ningún elemento positivo. Un grupo de habitantes de un edificio se encuentran con un bolso cargado de dólares y un director de cine que le robó la idea a Alex de la Iglesia y filmó La comunidad (2000) bajo el nombre de Vecinos. Suena cómico pero así sería, a grandes rasgos, la sinopsis de esta película. Como rescatar una película donde la idea original de original no tiene nada. Los personajes parecen calcados del film de Alex de la Iglesia y los que no, se sienten perdidos en un set sin saber qué hacer con sus diálogos inverosímiles, causando más lástima que risas. Por más contemplativo que uno intente ser y se tome la historia como bizarra, clase b o un grotesco, resulta imposible ante los errores formales que denotan que se quiso realizar una película en serio, algo que nunca ocurrió y que termino por ser un pastiche cinematográfico cuyo único objetivo fue el de provocar verguenza ajena en el espectador. Problemas de continuidad, de racord, de verisimilitud, sumados a una pésima dirección de actores que tienden a la sobreactuación –solo Sergio Boris y Juan Minujín salen airosos-, una pésima iluminación y un terrible sonido que remite a los años 70, confluyen en un film que atrasa unos treinta años en técnica y forma. Rodolfo Durán (Cerca de la frontera) había dirigido en el año 2004 un interesante documental llamado Dirigido por… sobre varios realizadores argentinos, luego vino la fallida Terapias alternativas y ahora nos larga Vecinos, sin duda, un caso más de retroceso involutivo en la que un director no aprende de sus propios errores y que para colmo de males no se le cayó una idea sino que se la robó a un grande que, a pesar de tener películas fallidas, logró con La comunidad el reconocimiento mundial a su carrera. Algo que Durán por el momento no va a tener. Una lástima.
Peligro en el consorcio Sátira en un edificio con propietarios más salvajes que delincuentes. La comedia negra, coral, ambientada en asfixiantes edificios, fue probada en el cine argentino en los últimos años. El ejemplo más reciente fue la fallida Horizontal/Vertical; el anterior, Chile 672. Ahora es el turno de Vecinos, de Rodolfo Durán, que apuesta al cruce de clases sociales y que, a partir de una especie de policial satírico, intenta demostrar que los propietarios de un consorcio pueden ser más salvajes que algunos marginales de los que se quieren proteger obsesivamente. Pero el planteo, en teoría interesante, y el buen elenco (Sergio Boris, Tina Serrano, Juan Minujín, Hilda Bernard, Carlos Kaspar, entre otros) no alcanzan para remontar un guión que carece de la solidez y la gracia necesarios como para redondear un buen filme. Si pensamos en La comunidad, de Alex de la Iglesia, que tiene ciertas premisas en común con Vecinos, notaremos -aun tomando en cuenta las distancias y atenuantes- el abismo que separa a una película de otra. En el filme de Durán, los propietarios de un edificio se enfrentan -en esas reuniones de consorcio pesadillescas- por un grupo de okupas que vive enfrente y por varios travestis que trabajan en la calle. Puertas adentro, los vecinos protestones no actúan de un modo más civilizado ni menos "peligroso". El conflicto principal, no el único, se desata cuando un adolescente (Nicolás Condito) que vive con sus padres permite que un amigo dealer -de clase baja, claro- se quede en su departamento y venda droga en el edificio. Una vuelta de tuerca, forzada, hará que los propietarios -casi todos o todos de doble moral- crucen la línea de la delincuencia y demuestren su ambición y su desdén por la ley. El tono es paródico; el resultado y el humor, demasiado elementales, previsibles.
Consorcistas unidos por el peligro Vecinos es una eficaz comedia negra Los habitantes de los edificios de departamentos desconocen, casi siempre, lo que les ocurre a sus vecinos. Sin embargo, y cuando las circunstancias lo requieren, todos ellos se asocian para enfrentar algún problema que pueda hacer peligrar esa tranquila cotidianidad. En este caso, el ingreso a una de las viviendas de dos desconocidos en busca de un bolso con dinero. Todos quienes poco antes casi se desconocían procurarán salir de esa angustiosa situación en momentos en que los delincuentes intentarán huir con el suculento botín. Así se juntarán una casi anciana solitaria, una prostituta de lujo, un portero cómplice de alguno de los vecinos y otros personajes que se empeñarán en impedir que el robo se lleve a cabo. Poco a poco, el clima se va enrareciendo hasta poner a sus protagonistas en una situación tan insólita como peligrosa. El realizador trazó, sobre la base de un guión de María Meira, las facetas de una comedia negra con algunos toques de humor y algunas pinceladas de dramatismo en torno de alocadas situaciones que, si por momentos caen en la exageración, no por ello dejan de lado la pintura de seres humanos en los momentos más comprometidos de sus vidas. La comedia negra, un género no muy transitado por la cinematografía nacional, halla en Vecinos una buena muestra de que nuestra pantalla puede transitar con comodidad por otros caminos, y así Rodolfo Durán logró con su problemática un film que entretiene y permite descubrir las aristas más profundas de los hombres. Para ello supo rodearse de un elenco solvente -Tina Serrano vuelve a mostrar su indudable oficio para este género; Mercedes Funes logra atrapar con seguridad a su insólito personaje, y Antonio Ugo reafirma su calidad de actor-, mientras que los rubros técnicos responden con seguridad a la propuesta.
“Hasta hace un par de años, viví en un lugar donde se daba la misma situación que en el guión: un edificio tradicional con familias de clase media ubicado justo frente a un viejo edificio tomado por okupas. Dos mundos, uno frente a otro con códigos distintos. Pero… ¿tan distintos?” y me dije: Acá está mi película” Rodolfo Durán Desde “Dirigido por…” (2004), donde un grupo de cineastas debaten sobre políticas del cine, pasando por, “Terapias Alternativas” (2007), “Cerca de la frontera” (2008), a “Vecinos” (2009), Rodolfo Durán continúa afirmando, que todavía nuestro público sigue teniendo una resistencia al cine argentino, ya que la mayoría del mismo acude a los Shopping o a las multisalas. De modo que si los grandes complejos deciden no programar la película, y el público que se concentra en el Gaumont es muy reducido y no hay cuatro o cinco Gaumont repartidos por la ciudad de Buenos Aires y menos por el Conurbano, las condiciones para sumar espectadores se ven afectadas. A lo que agregaría otro factor, que no todas las películas argentinas gozan de la misma inversión en publicidad, como por ejemplo “Dos Hermanos”, donde además un grupo de críticos coinciden en otorgarle cinco estrellas y otro, que se abstiene de opinar viene concentrándose cada vez con mayor insistencia, en evaluarlo por las estadísticas de concurrencia. Lo que deviene en algo que no es justo por las razones expuestas, ya que sus posibilidades son muy diferentes, aunque quizá la comparación más apropiada sería el caso de la esperadísima “Esperando la carroza 2” (2009). Vecinos está hecha con muy pocos recursos, su acción se desarrolla dentro de un edificio de propiedad horizontal, donde a un grupo de personajes peculiares les sucede algo inusual, y a ese acontecimiento responden de la manera menos imaginada. Hay un bolso con dinero, dos matones que quieren recuperarlo y estos vecinos, que pasan de víctimas a victimarios resultado de la codicia y la violencia, que brota del interior de cada uno. Con una reminiscencia a ”La Comunidad” de Alex de la Iglesia (2000), con esa inolvidable actuación de Carmen Maura. Vecinos se mueve entre la comedia negra y el grotesco, matizado por momentos divertidos acompañados por algunos de logrado suspenso. El abordaje del género, que viene resucitando, ya supone una valentía por parte de su director. El humor negro, que podría definirse como ese impulso irrefrenable por satirizar la desgracia ajena se apoya en lo más siniestro de nuestro: “Ser Humanos” , para generar la risa ante la adversidad, sumada a un tono inquietante, que socava subversivamente los valores establecidos, mediante altas dosis de ironía. La vida real no deja de ser, un enorme escenario de humor negro, que por obra y gracia del cine hace que podamos reconocernos en alguna actitud frente al espejo, o que reconozcamos al “Otro”, y así poder lograr una especie de catarsis, al reírnos del absurdo que nos rodea. Vecinos es una comedia para entretenerse a través de esa violencia desmedida que se presenta naturalmente, como parte del recurso de desenmascarar a los personajes, con una acertada descripción patética de los mismos y de su entorno familiar, propias del grotesco. Con actuaciones no igualmente logradas, como la del portero del edificio, que es correspondiente destacar.
Bipolaridad humorística Neighbors es una comedia bipolar, que por momentos explora rutas alternativas, originales y sumamente interesantes para el humor, y el resto del tiempo tan solo rellena su contenido con recursos gastados de la típica comedia para adolescentes. Algún que otro chiste con matices sexuales, o incluso explícito, suele ser divertido, dependiendo de su contexto; pero cuando el tema se torna recurrente, es difícil no cansarse de lo mismo una y otra vez. Es curioso el guion de Neighbors, porque en su médula argumental contiene muy buena materia prima, con escenas muy divertidas, y luego tan sólo se remite a mostrar erecciones, drogas, consoladores y un par de imágenes más desagradables que graciosas. Lo grotesco, ya sea por repetición o por contenido, no hace más que opacar lo satírico dentro de la película, que termina siendo apenas una propuesta más en su género. Yo me divertí con ciertos segmentos de la película, y no pude evitar sorprenderme con la gran actuación de Rose Byrne, quien se destaca por sobre el resto en una faceta desconocida dentro de su trayectoria actoral. Sin embargo, la película no es más que una buena idea arruinada por la excesiva e innecesaria vulgaridad que suele hacer reír sólo a aquellos que atraviesan, a paso acelerado, la inevitable edad del pavo.