Vilca, la magia del silencio, el nuevo documental de Ulises de la Orden, se trata de un film de algún modo atípico dentro de una filmografía que, con este último, ya cuenta con nueve largometrajes. En parte porque no está en primer plano la impronta militante y más abiertamente comprometida con una causa presente en la mayoría de sus películas. Pero en parte también porque remite a un sector específico de su obra, a su ópera prima Rio Arriba (2005), acaso su película más personal, con el propio realizador como protagonista en una Road Movie documental en búsqueda de explorar tanto su historia familiar como las consecuencias del accionar de la industria del azúcar (de la que esta familia formaba parte) en algunas comunidades Kollas. La música original de aquel film, cuyo destino estaba en la localidad salteña de Iruya, fue compuesta y ejecutada por Ricardo Vilca, un músico jujeño residente en Humahuaca, que por aquel entonces ya estaba disfrutando de una creciente atención que le había sido esquiva la mayor parte de su vida. Vilca, que se convirtió en amigo del director y falleció tempranamente en 2007, dos años después del estreno de Rio Arriba, es el objeto de este nuevo documental que por razones evidentes le da a este proyecto un carácter más personal y constituye no solo un recorrido por la vida y obra de Vilca sino también una suerte de vuelta a su propia obra. Vilca es un personaje interesante de por sí, y no solo por su historia de vida o la calidad de su música sino también por la forma, la actitud con que encaraba su arte. Un músico autodidacta que arrancó su carrera tocando la guitarra eléctrica en grupos de cumbia y que luego iría encontrando su propio estilo en el marco de la música folklórica con un sonido ecléctico que remite a la música andina pero en el cual se sentían influencias varias que iban del rock al jazz, de Bach a Piazzolla. Algo que se aprecia por ejemplo cuando uno de los músicos de su banda cuenta que Vilca le confesó haber “robado” para una de sus canciones un fragmento de un tema de Deep Purple. Por otro lado se comentan en el film sus influencias extramusicales, o ambientales si se quiere, por lo que uno de los entrevistados sostiene que en sus composiciones lo que se escucha, lo que se siente, es “el silencio de la puna”. Lo que lo vuelve también interesante es la forma particular en que Vilca construyó su carrera o más bien como no lo hizo. En todo caso de una forma periférica, lenta pero a su manera, sin moverse de Humahuaca, sin abandonar sus raíces, continuando con su trabajo como maestro, donde jugó un poco lo casual, los encuentros providenciales, la ayuda de amigos y la persistencia en su propia visión. Esa persistencia en por ejemplo la naturaleza melancólica de su música que le generó resistencias en un principio pero terminó dándole una impronta propia y fue generando un sostenido boca a boca. Así es como se fue alimentando un culto que hizo que fuera reconocido por músicos consagrados como Ricardo Mollo, León Gieco o Skay Bellinson y disfrutara en sus últimos años de un éxito ganado sin concesiones. Construido de una manera tradicional, con entrevistas y material de archivo, el documental respeta una cronología y hace un repaso por los momentos clave, pero lo que parece interesar más a sus autores es comprender a Vilca y transmitir algo de su esencia como artista y como persona. Por eso se da tanta importancia al repaso por su vida como a lo que género su música y su personalidad en los que lo conocieron y acompañaron (familiares, músicos, amigos). Parte del archivo de sus actuaciones permite apreciar a un personaje tímido pero que se divertía en el escenario, que le gustaba comunicarse con el público y que además poseía un disfrutable sentido del humor. Este documental es también particular en su filmografía ya que aquí de la Orden comparte la dirección con Germán Cantore, el editor de casi todos sus films y quien fuera además co-guionista precisamente de Río Arriba. El lazo personal que une ambos autores con su personaje se puede percibir sobre todo cuando se llega al momento en que colaboraron en aquel primer film y el material audiovisual de estos pasajes tiene su origen precisamente en el archivo personal de Cantore y de la Orden. Aun así prefieren no sobrecargar esta vertiente y es por eso que se privilegia siempre a Vilca en el centro de la escena, a su personalidad, su manera de componer y su inspiración para quienes lo rodearon, en un relato cálido que a medida que avanza va apostando cada vez más por lo íntimo y emotivo. VILCA, LA MAGIA DEL SILENCIO Vilca, la magia del silencio. Argentina. 2019 Dirección: Ulises de la Orden, German Cantore. Fotografía: Federico Bracken. Cámara: Agustina Lasagni. Dirección de Sonido: Diego Martínez. Montaje: Germán Cantore. Música: Ricardo Vilca. Dirección de Arte: Mariano Moscuzza. Producción Ejecutiva: Ulises de la Orden. Duración: 96 minutos.
Vilca, la magia del silencio. Crítica El maestro de las nubes La película da cuenta de la ligazón profunda entre el arte ancestral, las melodías clásicas y la seducción del paisaje norteño. Un primerísimo primer plano de unos dedos rasgando la guitarra. El viento abraza las cumbres de los Cerros de los Siete Colores. El documental argentino “Vilca, la magia del silencio” (2020) es una reivindicación y una vuelta a la esencia de la Madre Tierra a través de la obra del artista jujeño Ricardo Vilca. El filme de los directores Ulises de la Orden y Germán Cantore, que se verá el jueves 17 y sábado 19 de septiembre, a las 20:00 horas por CINE.AR TV, es un recorrido por la historia y la producción del creador andino que supo combinar magistralmente los ritmos de su querido terruño con la música clásica y las resonancias provenientes de la naturaleza. Vilca siempre buscó pintar la tristeza, la melancolía y la profundidad. Él mismo solía comentarles a sus amigos y familiares: “Hasta el sonido del viento te pasa ideas”. Su magia siempre la llevaba a las escuelas rurales donde ejercía su vocación de profesor. Sentía que en aquellos rincones inhóspitos también brillaba la música. Luego de haber estado unos meses en Buenos Aires deleitando al público con su arte, decidió volver a su amada Quebrada de Humahuaca y regalarles sus melodías a los miembros de una comunidad de pueblos originarios de Cangrejillos, cerca de La Quiaca. El ritmo elegido les transmitió una vivencia ancestral: la danza de los caballos. Las calles estrechas de piedra. La oscuridad de la noche sobre ellas. Las sombras de los cardones en vela. El compositor y sus amigos compartían unos vasos de vino y el silencio cósmico de la Madre Tierra. Él les contaba que, un día, raspando unas piedritas recogidas al borde de un camino, había salido una cadencia y una tenue melodía. Las campanas de la iglesia sonaban en Humahuaca. Ricardo había muerto a los 53 años. Todo un pueblo en procesión despedía a su artista con música y ofrendas florales. No era el sonido de los instrumentos sino el llanto para decirle adiós. Tocar para sentirlo vivo. Y, entre las montañas, el eco del viento arrastrando una canción: “De cerro en cerro el cielo es un azul…”. Vilca, la magia del silencio. Crítica Dirección Montaje Arte y Fotografía Música El documental argentino "Vilca, la magia del silencio" (2020) es una reivindicación y una vuelta a la esencia de la Madre Tierra a través de la obra del artista jujeño Ricardo Vilca.
"La vida es una oportunidad para hacer algo bueno", decía Ricardo Vilca, apoyado en la sabiduría sencilla, elocuente y honesta que había sabido forjar como hombre del altiplano. Todos los recuerdos que este emotivo documental agrupa -de familiares, amigos, periodistas y músicos que trabajaron con él- apuntan en una misma dirección: Vilca supo aprovechar esa oportunidad de la que hablaba para dejar un repertorio -y también una imagen- cargada de generosidad, misterio y una poética muy singular tejida en estrecha interacción con sus vivencias y su entorno, ese paisaje de abrumadora belleza al que Ulises de la Orden, consciente de su relevancia en el imaginario del artista, le otorga un espacio importante en el relato. El director conoció al protagonista de cerca: Vilca fue el autor de la banda sonora de otro de sus documentales, Río abajo. Y el retrato que pinta de este personaje entrañable enraizado en Humahuaca revela con claridad la admiración y el cariño que nacieron a partir de ese vínculo y se mantienen hoy, a trece años de su muerte. Vilca podía componer uno de sus temas folclóricos a partir de un encuentro fortuito con el sonido de Deep Purple, tocar con Divididos, metabolizar en su propio lenguaje a Bach y Piazzolla y, siempre, mantener su personalidad, marcar a cada paso un antes y un después, como bien señala el especialista Gabriel Plaza, uno de los mayores conocedores de su obra.
Un documental para conocer a Ricardo Vilca, un destacado músico jujeño, hecho con rigurosidad y, principalmente, con afecto por parte de sus directores Ulises de la Orden y Germán Cantore. Se estrena en Cine.Ar TV y Cine.Ar Play. Ulises de la Orden conoció a Ricardo Vilca (1953-2007), guitarrista y compositor, cuando musicalizó su filme Río arriba allá por 2006. Desde ese momento se creó una amistad que creció a la par del conocimiento del público por el músico. Festivales, recitales, colaboraciones con otros colegas de renombre (Ricardo Mollo, León Gieco) fueron haciendo conocido a Vilca, quien igual decidió quedarse en su tierra natal, Humahuaca, aún sabiendo que “Dios está en todos lados pero atiende en Buenos Aires”, como suele decirse. Vilca compuso su repertorio fusionando la música andina con el rock, el jazz, el tango piazzolliano, la música clásica (Bach especialmente) y los sonidos de su terruño, no sirviéndose de la alegría esperable en ese ritmo, sino apostando a incorporar la melancolía y la tristeza. Entrevistas varias (a sus amigos, colegas, hijos, periodistas, entre otros), se mezclan con material del archivo familiar y los propios de uno de los directores. Igualmente, más que a las palabras, el documental da un gran espacio a la música recuperando recitales, ensayos y grabaciones, y también musicalizando las bellas imágenes del norte argentino con sus cerros, sus valles, sus colores y su aridez. Hay que destacar el uso del primerísimo primer plano en la mayoría de las presentaciones del protagonista. Una decisión que se vuelve afección sentida y que va logrando emocionar, luego de un inicio algo errático y que recurre a la sumatoria de cabezas parlantes. Vilca, la magia del silencio es un documental que permite conocer a un músico excepcional, lamentablemente poco conocido y que se merece este homenaje.
HOMENAJE Y RECUERDO Ricardo Vilca fue un compositor jujeño que murió en 2007 a los 53 años, dejando una obra enorme y, todavía, digna de descubrimiento. Precisamente a esa revelación apunta Vilca, la magia del silencio, documental que Ulises de la Orden y Germán Cantore dirigieron desde el más absoluto de los respetos hacia el artista venerado, recopilando testimonios de amigos, músicos, hijos, ex esposas y especialistas en la materia. Un recorrido de voces que no hacen más que apuntalar el carácter mítico de un artista enorme desde lo conceptual, a la vez que sumamente humilde e introspectivo. Introspección, por otra parte, potenciada por los sonidos de su guitarra y su música sugerente. La obra de Vilca es singular, su sonido es único e irrepetible. De evidente raíz folklórica, sin embargo abreva en múltiples ritmos y géneros, en la mayoría de los casos de forma impensada. Uno de los testimonios cuenta que fue a grabar a Vilca y su banda, creyéndose que iba a encontrarse con un típico grupo de altiplano y de repente descubrió entre los sonidos a Bach. Otra anécdota, muy divertida, la cuenta uno de sus músicos. Una vez le preguntó a Vilca cómo había llegado a la inspiración de uno de sus temas: “¿Conocés Deep Purple? -le dijo- Bueno, agarré una partecita de un tema y me la robé”. La anécdota termina con los músicos recorriendo disquerías de Capital Federal buscando discos de Deep Purple y tratando de encontrar ese fragmento inspirador. Nunca lo encontraron. Además de todo eso, en la obra del artista también hay rastros de rock, jazz, minué, de tango a lo Piazzolla. Las influencias en la obra de Vilca están ahí, pero nunca de forma evidente, siempre sugeridas, escurridizas, como un hombre perdido en el paisaje. En el de la Quebrada de Humahuaca, por qué no. Vilca tocó con muchos: Ricardo Mollo, León Gieco, Skay Beilinson y más. La figura de Mollo y Divididos, que grabaron uno de sus temas, fue clave. A partir de ahí Vilca tuvo gran reconocimiento en Capital Federal, que termina siendo el destino al que hay que llegar (si se quiere llegar) en un país centralista como este. Sin embargo el músico siempre volvía a su hogar. Para él el lugar propio es el que brinda la inspiración, el que da personalidad a la obra. Y vaya si la obra de Vilca la tenía: no lo convocaban a Cosquín porque su música era demasiado triste; tampoco le importaba demasiado. Sin mayor ambición que la de hacer conocer la obra de este músico jujeño, el documental avanza hacia el final con la emoción fuerte del recuerdo y del vacío que deja el silencio. Y con alguna frase que pinta de cuerpo entero al personaje: “La vida es una oportunidad para hacer algo bueno” decía Vilca. De eso se trata, ni más ni menos.
Al maestro con cariño Ulises de la Orden (Chaco) y Germán Cantore recuperan, con estructura sencilla, entrevistas y material inédito de archivo, la figura de Ricardo Vilca, compositor, músico y maestro rural jujeño en Vilca, la magia del silencio (2019), cálido documental que homenajea a esta figura clave de la cultura norteña, un hombre que no necesitó de flashes y discos de oro para validar su trabajo y apasionamiento. No es casualidad que la propuesta haya sido seleccionada como la película de apertura del pasado Festival Internacional de Cine de las Alturas, en su Jujuy natal, como tampoco es coincidencia que participen de la película no sólo sus familiares y amigos, sino que en la representación de sus discípulos y colegas, se posibilita la reconstrucción de una figura de la que muy pocos del gran público conocen. Al igual que otros recientes documentales centrados en figuras de la música regional, aquí se habla del esfuerzo de un hombre que atravesó generaciones y legó una obra única, pero sin correr tras una carrera exitista, al contrario, haciendo del anonimato y el cuidado de su intimidad un santuario. Intercalando entrevistas, con el propio Vilca desde el archivo hablando y deslumbrando con su talento, la progresión narrativa bucea en una estructura clásica para apelar a la empatía con un hombre que hizo de la docencia y el profesionalismo un sacerdocio. El recorrido de Vilca, la magia del silencio es simple, pero cuenta con el valioso testimonio audiovisual del artista, haciendo lo que más le gustaba, música, en un registro que además, permite reflexionar sobre el estado del patrimonio cultural en Argentina, librado a la buena de quién sabe y que exige una política de Estado para recuperar piezas claves del folclore popular, entre otras. Archivos en poder de individuos particulares, materiales valiosísimos de los cuales sus detentores desconocen su real peso, son algunos de los disparadores que particularmente plantea la propuesta si uno analiza más allá de aquello que se evidencia en su superficie temática en este homenaje Sin caer en obviedades, o en detenerse en la necesidad de ir a por el bronce de Vilca, justamente al evitar subrayados, e intentar exponer objetivamente alguno de los sucesos e hitos de su vida, el recorrido se hace sin sobresaltos, con una fórmula probada de imagen, entrevista, archivo, y nuevamente entrevista. Tal vez, en esa chatura dramática se imposibilita hacer volar aún más alto a un hombre que transitaba el arte de una forma completamente natural y que en su virtuosismo se ejemplificaba la vida de muchos hombres que en el anonimato, hasta que se los descubre, caminaron sin sorpresas su trayectoria. En tiempos de influencers, de correr tras la novedad de ayer, de ejercitar innecesariamente la crítica sin sustento, la película se para frente al objeto que desarma y propone, con admiración y pasión, y no por ello negando sus contradicciones y ambigüedades. Vilca, la magia del silencio habla de la humildad de un hombre, que hizo de la amistad un culto, de su familia un templo, de su vocación un monumento y que nunca dejó de soñar, pero que nunca, también, necesitó de la exposición para demostrar su virtuosismo, conocimiento y musicalidad.