“¡Arriba la birra!”, escuchamos en cierto momento del documental. A simple vista es un grito celebratorio de la preciada bebida. Luego entendemos que es un grito distintivo para estos investigadores aficionados del palíndromo, palabra o frase leída igual hacia delante que hacia atrás. El director de cine y palindromista Tomás Lipgot hace un recorrido por cuatro países para hurgar en su pasión por las palabras y frases reversibles. En el camino, encontrará muchas perspectivas al respecto, como el Club Palindromista Internacional e incluso un cortometraje enteramente palíndromo. Lo que hace tan apasionante el nuevo documental del realizador de Moacir III (2017) es el rastreo detallado de la afición a este juego de palabras. A través de su mirada, explorando la cotidianidad de esa cofradía, no estamos ante una convención de excéntricos que se reúnen para salvaguardar nimiedades, no. Estamos ante un rastreo amoroso fácilmente extensible a cualquier afición o hobby. Se trata, a fin de cuentas, de una oda a la pasión estudiosa por cualquier lenguaje: sea el de las palabras, el de los gestos, el de las imágenes e, incluso, el de la música. Y oda para Lipgot es juego, armonía y minuciosidad. El director reúne a estudiosos y aficionados del palíndromo para brindarnos diversas maneras de relacionarse con él. Hay quienes lo componen a diario. Otros publican poemarios exclusivamente formados por poemas palíndromos, y otros observan atentamente estas actividades con la cámara, mientras piensan reversiblemente en sus ratos libres. Lipgot traspola el espejismo del juego de palabras a la imagen, por momentos de forma literal, pero también en la estructura general de la película. Un detalle de la obra es que Lipgot pertenece oficialmente al club palindrómico que investiga. Por lo tanto, su observación no es desde fuera. Está indagando en sí mismo y se nota en su forma de abordar las situaciones. Cuando se somete a un escaneo cerebral para ver cómo funciona su mente al componer palíndromos, no solo lo hace desde la mera curiosidad sino también con la agudeza y la emoción de quien piensa el lenguaje (¿y el conocimiento?) a través de un espejo. Sin delatar mucho del final, pocas pruebas hay como esta de que lo visto hasta ese momento era apenas un preámbulo al goce de pertenecer. La película se convierte en una celebración a la afinidad después de ahondar en la perspectiva aficionada, científica y hogareña del palíndromo. Una celebración nunca estéril sino muy bien afinada con respecto a lo que significa conseguir un nicho desde el cual expresarse, así sea lateralmente.
Más que un juego de palabras Damas y caballeros, con ustedes Los palindromistas. A no confundir, no se trata de un partido político ni siquiera de una religión, simplemente de personas apasionadas, como el director Tomás Lipgot, por los palíndromos. ¿Y qué son Los palíndromos?, hacia ese espacio viaja este increíble documental, a reinventar un juego de palabras de derecho y revés; a romper los códigos del lenguaje castellano convencional para crear otras palabras dentro de las palabras. No se trata de buscar un significado desde la razón, no se trata de etiquetas nominales en frases donde abunda la inteligencia y el ingenio en la construcción de oraciones. Se trata ni más ni menos de comprender la simetría de las cosas. Tomás Lipgot comparte su pasión por los palíndromos, su falta de pudor para dejar que el niño que vive en los verdaderos artistas salga a jugar y se emocione con los descubrimientos de palabras, o al menos trate de ordenar algunas frases, siempre bajo la premisa lúdica por encima del rigor científico. Los personajes persona que lo acompañan en el derrotero por cuatro países también rompen las barreras del prejuicio como ocurría con el entrañable Moacir (recientemente fallecido) y sus dos películas. La singularidad de Viva el palíndromo no sólo alcanza los niveles de obsesión del cineasta, sino los correlatos con la genética y el ADN, la Neurociencia y claro está la Literatura. También con un cortometraje sumamente gracioso y creativo o la particularidad de cortar la película justo en la mitad del metraje para que sea simétrica. Imposible no terminar tarareando el leiv motiv de Viva el palíndromo, imposible no contagiarse con ese entusiasmo de todos aquellos apasionados por algo, a quienes no les importa la mirada ajena y tampoco les interesa encajar en un mundo donde jugar parece sólo cosa de niños y el ocio una pérdida de tiempo.
Un documental sobre quienes hacen de la búsqueda del palíndromo en las frases una verdadera obsesión pero también una profesión. El director es un ávido palindromista, Tomas Lipgot, es un realizador talentoso que redondeó un documental de manera creativa, ingeniosa, humorística e informativa. No por nada nació en Neuquén, un palíndromo, porque se lee igual del derecho y el revés. Pero crear esas frases reversibles como “dábale arroz a la zorra el abad”, no esa fácil y como bien señalan los fanáticos se trata solo de un camino de ida. Una verdadera puerta a otra realidad y principalmente a un juego donde nadie sueña ni quiere parar. Y así desfilan en este regocijante trabajo desde profesionales y amateurs, científicos, investigadores, músicos, poetas, todos reunidos en un congreso internacional y único. Lipgot juega con imágenes capicúas, simétricas, laberintos y hasta se deja escanear su cerebro cuando crea palíndromos. Una película divertidísima.
Además de cineasta, Tomás Lipgot es palindromista. Es decir, un aficionado a los palíndromos, esas palabras o frases que pueden leerse de izquierda a derecha y de derecha a izquierda, como “Dábale arroz a la zorra el abad” o “Neuquén”. Es esa ciudad, creáse o no, nació Lipgot, que se lanzó a la inverosímil tarea de filmar un documental sobre su hobby. El resultado es esta curiosidad intitulada ¡Viva el palíndromo! Lipgot es narrador en primera persona de esta travesía que lo lleva a Cataluña, Francia y Alemania tras los pasos de los integrantes del Club Palindromista Internacional. Entre sus miembros hay escritores, filólogos, matemáticos, abogados, y hasta un sindicalista (dueño de 700 ediciones del Quijote, obra que asegura haber leído también al revés). Ellos van trazando la historia de este “juego ludolingüístico” -también etiquetado por alguno como “enfermedad crónica” o “neurosis obsesiva”-, que se remonta a la antigua Grecia. Sótades de Maronea es señalado como el iniciador de un movimiento que tuvo a Julio Cortázar, Juan Filloy y los escritores de OuLiPo como algunos de sus aficionados célebres. Fiel a su temática, el documental tiene un espíritu lúdico que vuelve atractivo un tema de otra manera árido e infilmable. Además de algunos personajes increíbles, ante nuestros ojos pasan canciones alusivas, una revista especializada, unos cuantos libros, un congreso sobre el tema y decenas de ejemplos de palíndromos, incluidos algunos eróticos, que tienen premio propio: el Falolaf de bronce. En la exacta mitad de la película -los portadores de este virus buscan la simetría- hay un corto animado con diálogos exclusivamente palindrómicos. Por eso, antes de entrar al cine, diálogos exclusivamente palindrómicos. Por eso, antes de entrar al cine, hay que tener en cuenta una advertencia: esta manía puede ser contagiosa.
Obsesión por la lengua Tomás Lipgot es un director apasionado. Dejando ya de lado la épica que construyó en la saga de Moacir (2011), retorna con ¡Viva el palindrómo! (2018) un ejercicio documental, que lo incluye, y que rastrea la obsesión por la lengua y sus características lúdicas. El film arranca con el propio Lipgot como objeto de estudio de la película. Abiertamente se manifiesta como un obsesivo del lenguaje, y un verdadero fanático de los palíndromos. Para aquellos menos avezados, un palíndromo es aquella palabra o expresión que se lee igual de izquierda a derecha y viceversa. No por nada el destino quiso que naciera en Neuquén (palíndromo). ¡Viva el palindrómo! casi como un ejercicio para poder comprender la verdadera obsesión detrás de las palabras y sus significados, desandará los pasos del director en tierras lejanas, en donde sus fanatismo puede ser compartido por personas que sienten y generan el mismo ida y vuelta. La cámara acompaña y busca en los espacios la simetría, y donde no la encuentra la genera, con efecto de pantalla partida al medio que refleja el reverso de aquello que se muestra. De hecho, a la mitad de la película un corte buscará generar un palíndromo cinematográfico para completar el mensaje de la propuesta. Lipgot encuentra en su búsqueda personajes pintorescos, como Silvia, aquella mujer que canta la canción que da nombre al film, mezcla de Margaret Atwood con el científico de Los Simpsons, y que en su exagerada locura para llevar a cabo sus juegos de palabras, se la muestra desmesurada, explosiva, y feliz, ante la inquietud del director de entender a los palíndromos como un verdadero problema en su vida. “Todo el tiempo leo al revés, todo el tiempo busco simetría y palíndromos” manifiesta en algún pasaje, para luego también referirse a la soledad de esta cansadora, abrumante y desafiante tarea. El viaje ofrece aire a un tema que al poco tiempo de iniciado el relato, agota algunas posibilidades discursivas, pero que intenta volver al eje con, por ejemplo, la consulta a transeúntes sobre el significado de la palabra. ¿Qué es un palíndromo? sondea Lipgot, algunos no desean responder, otros dicen que es un animal feroz, otros aciertan con su escueta respuesta, lo que sí nadie menciona es que detrás de ellos hay una serie de personas obsesionadas con la simetría y con darle a todo un nuevo significado a partir de expresiones y palabras, como aquel que llevó hasta el punto máximo su capacidad para generar expresiones dobles publicando una versión de la biblia en palíndromos, o el otro que escribió un libro con una cantidad de páginas simétricas. ¡Viva el palindrómo! ofrece una mirada particular, desde dentro del conflicto que presenta, buscando algunas respuestas con la participación de lingüistas, científicos, profesionales, amateurs, a una obsesión que avanza en la vida de aquellos que se obsesionan con los palíndromos y pintando un fresco sobre la particularidad de los personajes entrevistados y sus mecanismos de creación y defensa.
Uno de los directores de documentales con mayor proyección en los últimos años en la escena local, es Tomás Lipgot. El hombre detrás de la cámara en la saga "Moacir", abre la puerta a un universo íntimo que lo conecta con su aficción personal, los palíndromos. Porque sí, Lipgot es palindromista. Y como tal, está conectado vía internet con otros sujetos del mundo que comparten su pasión. Este documental cuenta la historia de una búsqueda exploratoria sobre el mundo de quienes aman esta simetría verbal, cualquiera sea su profesión. Para ello, el director viaja a Cataluña, Francia y Alemania para conocer a los miembros del Club Palindromista Internacional. Y en ese viaje, estará dispuesto a dejarse llevar por el entusiasmo de sus colegas, y aceptará toda prueba o comentario que enriquezca el registro documental que está rodando. Lipgot genera una atmósfera relajada, divertida, inocente, a través de la música y la forma en que relata cada tramo de sus aventuras palindrómicas. No deja de ser curiosa la estrategia, porque (debo reconocerlo), el tema mucho a priori no me llamaba. Sin embargo, la forma en que me conducen a la historia y el humor que se desprende de lo que se muestra, terminaron por redondear un film muy atractivo. Hay realmente de todo, y creo que vale la pena descubrirlo (la obra de teatro erótica con palíndromos, es sólo una muestra). Se escucha en el documental (aportado por un entrevistado), "El palíndromo es una frase que se resiste a ser escrita y en la que puede pasar cualquier cosa". Pues Lipgot da forma a esta idea y reviste su propuesta de una serie de recursos vistosos para mostrar el valor de los palíndromos y su impacto en un reducido, pero colorido, grupo de adeptos y fans. Es un gran documental, pero creo que Lipgot es tan talentoso, que logra que aquello que parece extraño y banal, se transforme en un contenido atrapante luego de pasar por su mirada e intervención. Ese es su poder creativo. Y lo hace con un correcto uso de los ajustados recursos con los que cuenta. Sorprende realmente. Es muy divertida. "Viva el palíndromo!" acordamos entonces, es una grata sorpresa en cartelera. Puede verse en el Centro Cultural de la Recoleta desde hoy.
Además de prolífico y reconocido director, Tomás Lipgot es un obsesivo palindromista; es decir, de esas personas que se la pasan buscando palabras o frases reversibles, que se leen igual de izquierda a derecha y de derecha a izquierda. Que el cineasta haya nacido en Neuquén o que el vuelo a Barcelona -epicentro del universo del palíndromo- haya sido en la aerolínea Level parecen meras casualidades, pero de estas ocurrencias (y otras bastante más complejas) está hecho este documental luminoso, entrañable, festivo y decididamente disfrutable. Lipgot vivió siempre con el trauma de ser "un freak antisocial", pero al conectarse con decenas de pares (muchos de ellos artistas e intelectuales de notable trayectoria) se dio cuenta no solo de que no estaba solo en este mundo, sino que existe además una cofradía de cultores de la simetría de las palabras. Y hacia Cataluña (con algún paso también por París) enfila Lipgot para conocer a los hilarantes y cautivantes integrantes del Club Palindromista Internacional y participar de su congreso anual, que incluye desde solemnes hasta muy lúdicas actividades. ¡Viva el palíndromo! resulta una reivindicación emotiva y divertida a la vez sobre todo aquello que el capitalismo y la sociedad de consumo suelen despreciar: seres distintos que se dedican a actividades que no generan rédito. Pura pasión por el lenguaje y por cultivar el sentimiento de camaradería.
Buen documentalista y, sobre todo, persona sensible, generosa y bienhumorada, Tomás Lipgot es también un fervoroso palindromista. Con lúdico entusiasmo, aquí se larga al encuentro de más gente como él, a lo largo de cuatro países y decenas de reuniones y charlas ingeniosas, donde se lanzan frases inesperadas, a veces muy jugosas, dignas del recordado maestro Juan Filloy. La película no es más que eso, y puede parecerle ingenua a ciertas personas de vocabulario reducido, pero en cambio será un bonito estímulo para quienes se deslumbraron desde niños con aquella frase clásica del arroz, el abad y la zorra. Ellos amarán además las simetrías visuales que también les ofrece la película, y seguramente saldrán del cine dispuestos a hacer suyo el brindis con que chocan sus copas los amigos de Lipgot: "¡Arriba la birra!".
Palíndromo quiere decir “palabras o expresiones que se leen igual de izquierda a derecha que de derecha a izquierda”, y vale la aclaración en caso que el lector distraído no lo sepa. A lo largo de este documental, Tomás Lipgot recorre diversos países para encontrar a obsesivos del palíndromo tan fanáticos como él. Sólo se trata de descubrir la singularidad detrás del arte de conjugar las palabras en forma simétrica, un ritual que sus seguidores practican fervientemente. Hasta la fecha, Lipgot dirigió una serie de cortometrajes y largometrajes entre los que destacan “Ricardo Becher, recta final” (2011), Moacir” (2011), “El árbol de la muralla” (2012), y “Vergüenza y Respeto” (2015) . Por esas cosas misteriosas que tiene la vida, el realizador nació en Neuquén (el nombre de una ciudad que se lee en reversible), cultivando desde joven una afición que descubrió por accidente y que nació en la soledad de aquel que posee una manía incomprendida, sintiéndose por ello inseguro de comunicar a sus pares su fanatismo. En su hora y media de duración, el documental intenta retratar a una porción de la legión de fanáticos de todo el mundo que desatan su pasión por jugar con el sentido de las palabras y potenciar el costado más lúdico del lenguaje. Con producción de Duermevela (Argentina) y Aved Producciones (España), este documental se procura el registro de la esencia del palíndromo, inclusive desafiando su propia lógica. Como toda manía, la fascinación que esconde en su interior sólo es entendible para aquellos que comparten esta diversión desenfrenada, y allí el realizador encuentra su reflejo en la camaradería de un grupo de personas entregados al incansable arte de rimar palabras, con el acompañamiento de una canción que funciona como leit motiv durante la película. La del palindrismo es una actividad que alcanza a la literatura, al lenguaje musical, a la neurociencia y a las ciencias exactas. En tal sentido, esta obra filmada en Barcelona, Buenos Aires, Alemania y Paris, intenta persuadirnos de que lo científico y lo poético van de la mano. Pensemos acaso en el número áureo y veremos su reproducción infinita en la historia del arte y la cultura del hombre a través de los tiempos. Recurriendo a palabras de especialistas o simples aficionados que apoyen y validen la teoría, Lipgot descubre las características lúdicas que intrínsecamente posee el lenguaje y la necesidad creativa inherente a todo ser humano. En este sentido, bastaría para darnos cuenta sobre su importancia al leer a teóricos de la escritura creativa como Gianni Rodari, experto precursor del uso de juegos fantásticos como mecanismo para desestructurar la lengua con fines didácticos. Se sabe que el acto creativo no es una acción precisamente racional y parte desde el inconsciente. En el Club Palindromista Internacional, con sede en Cataluña, sus miembros parecen vivir en mundos paralelos y perseguir el objetivo irrenunciable de la simetría perfecta y permanente, sin abandonar el tono alegre y recreativo. Inclusive haciendo abuso de lo meramente anecdotario y reiterativo, el documental resulta una singular visión del mundo bajo una serie de lemas como máxima: romper los códigos de la palabra, reinventar el lenguaje, subvertir la lengua, descubrir significados y reordenar frases. Un pasatiempo más frecuente de lo pensado, que deriva en lo paradójico de alterar un sentido y en lo eminentemente cíclico de la práctica. El realizador intenta comunicar la percepción del mundo de estos personajes tan estrafalarios, a través de su mirada que comparte-cómplice y entusiasta- la excentricidad de esta práctica, sumando originalidad con un corto animado que muy logrado que divide la película en dos mitades iguales. El rastreo pormenorizado en diversos rincones del mundo deja el claro testimonio acerca de las distintas maneras que alguien puede relacionarse con la palabra teniendo la clara premisa de que las estructuras están hechas para derribarse. Para propios y extraños, la actividad del palíndromo denota lo exagerado que puede convertirse en pintoresco y, justamente por ello, si bien la mayoría del público quizás no empatice con sus participantes. La obsesión con la que la simetría puede ser llevada al extremo resulta un inquieto disparador en búsqueda de respuestas a eternos interrogantes acerca del sentido final de la palabra. ¡Vaya desafío!
“¡Viva el Palíndromo!”, de Tomás Lipgot Por Marcela Gamberini Cierta obsesión por la simetría recorre la película de Tomas Lipgot. Simetría que se revela en el lenguaje como un palíndromo como en la estética y la forma de la película, sus imágenes, sus encuadres son deliberadamente simétricos. Película lúdica, viajera que, de la mano de su director y protagonista recorre el universo secreto del juego constante con el lenguaje. De obsesiones y de compartir esas obsesiones se trata Viva el palíndromo. Personajes extraños recorren el film empezando por el propio director que aparece en el primer segundo de la película haciendo eje en sí mismo. Pareciera que hay una especie de “cine del yo”, así como existe la llamada “literatura del yo” donde la primera persona, como cuerpo, como palabra, como elemento central de las películas las definen y las construyen a su alrededor. Su experiencia es la que formatea el documental, su cerebro es el que se pone en la pantalla para encontrar el lado científico del asunto, su cuerpo es el que viaja, el que recorre, el que entrevista. El cuerpo de Lipgot es la columna vertebral (que suele ser simétrica) de su película. Tal vez la película apele a relevar a esos grupos que, en sus juegos inocentes, en sus estrategias lúdicas encuentran una salida amable a cierto estado de situación que nos aplasta y nos ahoga en un capitalismo donde el dinero es la única moneda de cambio. Los palindromistas son un grupo de gente que están un poco afuera de este sistema, no hay moneda de por medio, es el placer y el goce en sí mismos los que importan. Tampoco Lipgot –apellido que él mismo da vuelta, como un palíndromo único y personal- deja de notar que el tema de la simetría es uno de los órdenes que rigen la naturaleza y de ahí dispara la narrativa de la película que pone de manifiesto siempre el costado científico de esta manía contagiosa que se va alimentando de cuestiones estéticas y también un poco intuitivas. Viva el palíndromo genera curiosidad por la actividad de estos personajes, por el modo en el que se conglomeran, por la manera en la que se relacionan. Y además genera un par de sonrisas amables, un poco ingenuas y esto, en este contexto de tanta rigidez no deja de ser un gesto más que interesante. ¡VIVA EL PALÍNDROMO! ¡Viva el Palíndromo!. Argentina/España, 2018. Guión y dirección: Tomás Lipgot. Fotografía: Javier Pistani. Música: Alfonso Vilallonga y Pablo Urristi. Edición: Bruno López y Leandro Tolchinsky. Distribuidora: Duermevela. Duración: 99 minutos,
El arte de la simetría El director y “palindromista” Tomás Lipgot hace un recorrido por cuatro países siguiendo su pasión: las palabras y las frases reversibles. En este viaje, encuentra instituciones como el Club Palindromista Internacional y un cortometraje sobre el palindromo. Lipgot se identifica a sí mismo como un palidromista, su amor y curiosidad por este tipo de lenguaje lo trasladó a tierras lejanas para profundizar más su conocimiento acerca de este extraño mundo. A medida que avanza la película, conocemos a diversas personas que comparten su amor por los palíndromos. Sin importar su profesión, personas de todo el mundo forman parte del Club Palindromista Internacional, un club particular que nuclea a las personas con tan peculiar interés. El palíndromo es el protagonista, aparece como una ciencia y una pasión que no se centra solo en las palabras, sino que se puede observar en gestos, imágenes y música. Lipgot logra transmitirnos este interés por la simetría perfecta a través de lo que dicen los palindromistas. También se percibe una cierta estructura palíndroma misma en la película, con imágenes partidas al medio y en espejo. Lipgot genera a través de la música y el guion un relato relajado, simpático, divertido y entretenido. Nos muestra personas diferentes, estrafalarias, y su mirada sobre el mundo discursivo. La obsesión por la simetría es llevada al extremo, lo que nos lleva a preguntarnos sobre los verdaderos sentidos de las palabras, gestos e imágenes que utilizamos en nuestra vida diaria. La originalidad de Viva el palíndromo! se centra en mostrar desde adentro un mundo desconocido para la mayoría de las personas. También se diferencia del resto de los documentales ya que toma el concepto de palíndromo como una forma de ver el mundo y como una forma de mostrar a través de la imagen este mundo. El documental podría describirse como perfectamente simétrico, siguiendo el concepto de palíndromo, ya que contiene un cortometraje exactamente en la mitad del film.
Este es un documental bien construido que nos introduce en el mundo de las palabras. El director de cine y palindromista Tomás Lipgot (“Moacir”) hace un recorrido por cuatro países, hasta llegar al Club Palindromista y a lo largo de su camino va obteniendo varios testimonios, ilustra la cinta con imágenes de animación y locaciones bien seleccionadas. De forma muy didáctica te va explicando que es ser un Palindromista y como se construye un palíndromo, palabra o frase leída igual hacia delante que hacia atrás. Como invitación Lipgot nos da su saludo final que es ¡Arriba la birra!”.
Los palíndromos son palabras o frases que se leen igual de izquierda a derecha y viceversa. El director de cine y palindromista Tomás Lipgot (Moacir) presenta ¡Viva el palíndromo!, un documental que indaga (y homenajea) este tipo de expresiones. El cineasta (y especialmente palindromista) realiza un recorrido por cuatro países para ahondar sobre los palíndromos: su significado, su importancia, su utilidad, y, sobre todas las cosas, el amor que un determinado grupo de personas siente por este tipo de palabras y frases. Para esto reúne a especialistas de diferentes áreas, como filósofos o escritores, quienes además son aficionados a los palíndromos. ¡Viva el palíndromo! no cuenta sólo con esas voces “autorizadas”, sino también con las de personas que muy alejadas están de este tema. La cámara sigue al cineasta en plena calle consultando a la gente común si saben qué es un palíndromo. La gran mayoría no lo saben y dejan volar su imaginación hasta el punto de afirmar con total seguridad que un palíndromo es un animal salvaje. Muy pocos logran acercarse realmente a la respuesta correcta. La obsesión por los palíndromos parece ser algo de muy pocos. El documental no sólo ahonda en los palíndromos, sino que, además, está, en parte, construido en base a uno. Esto se ve claramente cuando justo en la mitad del documental, Lipgot realiza un corte para destacar esta información. Los planos de la película también juegan con la importancia de la simetría. Las imágenes que se presentan (y los planos en general) destacan por su perfecta composición armónica (en varios momentos esto se muestra de manera explícita). En un momento determinado, uno de los transeúntes a los que se les consulta sobre los palíndromos -y luego de conocer su significado- pregunta: “¿cuál es el fin de este documental?”. Lipgot responde esta pregunta a lo largo de todo el metraje. ¡Viva el palíndromo! no tiene otro fin que mostrar el amor hacia los palíndromos. Como algunos se obsesionan con un videojuego, con una saga de películas o con un grupo musical, estas personas se apasionan por las palabras y los diferentes significados que le pueden dar a estas.
Un documental que busque ser al mismo tiempo una obra de arte gozosa es, desde ya, una sorpresa. Esta película de Tomás Lipgot constituyó uno de los momentos más alegres y divertidos del último Bafici y cualquiera que pueda acercarse a verla a partir del jueves no solo va a entender por qué, sino que va a recomendarla. El film trata sobre aquellas personas que han hecho del palíndromo (esas frases que se leen igual al derecho que al revés, pero el concepto puede superar la lengua) una obsesión. Y el film se contagia de todo eso. Pura alegría en forma de película.
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