Cien años adelantado. Hace algunos meses, en este sitio, Jose Luis de Lorenzo se preguntó sobre la capacidad de reconocimiento autoral –auteurismo– del trabajo efectuado por un guionista. Tarea harto difícil de descifrar, debido en parte a la tendencia (¿Actual?) de sopesar toda acción colectiva sobre la mera individualización de una persona, y en parte, a la indefectible incapacidad de ver el todo más que como la simple suma de compartimentos separados; al fin y al cabo: componentes dispersos. Entonces, ¿es un error considerar toda una empresa en función de la voluntad de un único individuo? El auteurismo (la teoría insípida) siempre deja espacios para este cuestionamiento. Lo que no deja ningún tipo de duda es que el autor (el ente creador) siempre aparecerá en función de ese sistema que habita. El autor es tal en cuanto pueda comulgar un ideario único en un ambiente compuesto por diversidades. Bueno, más allá de este inevitable exordio, llego a ver Yanka y el espíritu del volcán como parte de la obra de un autor, su guionista Fernando Regueira. Hay un ánimo muy particular en sus obras. Allí siempre somos testigos de una construcción en desarrollo; una leyenda ninguneada y restringida al ámbito de lo popular (la leyenda de Saigo en Samurai, o la propia leyenda mapuche en Yanka) se transforma en la constitución final de estos mundos. De tal forma, para certificar la unión de un territorio como Nación (en Samurai, dentro del marco de la Conquista del Desierto), es necesario comprender que la tradición ahondante particular (el honor, la concepción del guerrero y de la familia) debe ser actualizada como universal, y así -en la última y mejor escena de dicho film- que el sable icónico pase de un samurai a un soldado; ahora, de un guerrero a un guerrero. El despliegue de Samurai se repite en Yanka. Observamos, nuevamente, a ese protagonista enraizado en lo familiar (aquí Yanka mantiene su nombre mapuche pese a ser criada fuera de su comunidad primigenia) que sale en busca de su madre perdida. En ambos films el personaje persiste en encontrar a su progenitor material (el padre de Takeo en Samurai, la madre mapuche de Yanka) tanto como al progenitor simbólico, mítico (Saigo en Samurai/Pillán en Yanka), con un elemento icónico de su tradición que deberá revalorizarse en el pasar de la aventura (el collar ritual vuelto adorno/chuchería para trascenderse finalmente como piedra sacrificial, similar al sable de Takeo que pasa de ser un artilugio museístico para transformarse en un legado raigal) y un compañero contrastante (el bufón Chucao en Yanka, o el disminuido Poncho Negro en Samurai). Ello desemboca en un final de síntesis donde es menester hacer un repaso, un toma y deja de lo que se expuso en el film. Es en este punto final donde mejor se desenvuelven las obras de Regueira, donde mejor se efectúa ese gusto agridulce que sus haceres tienen, ese “dorar la píldora amarga” que une de consuno la tragedia del sacrifico crepuscular con la esperanza en un proceder legendario. Es la virtud de saber que ha de conservarse. Y eso es estar verdaderamente adelantado.
[REVIEW] Yanka y el espíritu del volcán. “… Cien respuestas para que se abran cien nuevos vacíos, cien nuevas preguntas. Los relatos son el modo más humano del tiempo. Y solo narrando, de tarde en tarde, de boca en boca, nos hacemos eternos.” ― Liliana Bodoc – Relatos de los Confines: Oficio de búhos Es mentado que toda fantasía que se precie sea sostenida por la dubitativa entrada de un héroe que no sabrá, por obvias razones de narración, cual es su finalidad en la historia. Roto, quieto, ausente, asustado y reacio a creer, lo son, lo deben ser, porque parte de la aventura es descubrir de lo que es capaz. Empujada o por entrometida la criatura recorrerá el sendero cambiando al mundo a través de sus propios cambios. Yanka, es eso, el ser que desencadena la aventura, en su vida, al inmiscuirse en una mayor. Es la niña elegida, quien sabe porqué hado, para desandar el camino del héroe, el guerrero, la vindicación de un mito que se manifiesta para ser reconocido. Historias de estas pueblan las páginas de la literatura y ni que hablar de la cinematografía. Lo interesante, de la visión moderna de estos relatos fantásticos tiene que ver con el hecho de que los personajes son los mundanos seres que somos hoy, sin mística ni chispa mágica. Yanka es una niña/adolescente que perdió a su madre y se encierra en su habitación aislándose de un mundo que continuó girando sin el consentimiento del abandono y orfandad que la rige. Observa como todos intentan reconstruir con los dejado atrás por aquella que no está, la madre ausente. Un padre que vuelve a casarse, y como ley de todo cuento, una futura madrastra con poca empatía con los tristes pensamientos de la niña. Esta es la historia de como ella, la joven, cruza el umbral, se atreve y trasciende el dolor del desamparo para protagonizar la historia de todos. Y lo hará a través de la rica mitología mapuche. Un día la madre se fue, sin dejar nada que explicara su huida, excepto un collar de piedras que Yanka lleva como vestigio de una vida que fue, ignorando que es la llave de lo que vendrá. La pista, el guía, la sabia y el secuaz del oscuro antagonista. El sur, los bosques y las montañas. Copahue, Caviahue y el volcán que achaparrado, frente a las altas cordilleras, ruge desolación. La aventura es a través de las historias, como decíamos, de la tradición mapuche, como también en el espíritu de la niña y su maduración. Fernando Regueira, Julieta Ledesma e Ivan Abello (quien también dirige) reconstruyen las tradicionales leyendas de los pueblos originarios del sur en una historia clásica, en la que el espectador tendrá como guía a una excepcional Maite Lanata interpretando a Yanka para desandar el camino de las olvidadas historias. Que a su vez tienen como escenario una realidad vivida en la provincia de Neuquén cuando el volcán hizo erupción en los últimos seis años. Una extraordinaria historia, decimos no sin cierto prurito a la hora de fijarnos en el relato que por momentos puede antojarse algo infantil en la forma que fue encarado, y entiéndase que somos conscientes de que es un film dedicado a la familia, a los niños. Es solo que a medida que los personajes fantásticos son presentados, éstos no dejan de declamar sus líneas como si de una vieja puesta teatral infantil se tratara, de esas en que una clara dicción era más importante que el peso dramático. Irónicamente, comenzamos por ello, porque el resto del film ha sabido, en los apartados técnicos en general, crear un magnifico contexto. El diseño de vestuario, el departamento de arte, los efectos especiales, la banda de sonido, todos se conjugan en un equilibrado trabajo de sustento para el film. Al igual que la actriz protagonista, la ya mencionada Maite Lanata. Hay momentos realmente logrados en atmósfera y composición, que lamentablemente se perderán en esas líneas enunciadas con altisonancia. Y algún que otro bache en el ritmo narrativo que esto mismo genera. De todas maneras, la aventura es sin dudas una atrevida y agradable travesía fantástica, que tanto se debe la filmografía nacional, que rescata la rica y compleja tradición de los pueblos originarios para narrarlos desde un presente complejo y deprimente. Ellos cantan, todos, a la liberación, a la aceptación del destino cualquiera fuere. No habla de recuperar, cuenta sobre trascender. Tamaña búsqueda merece ser tenida en cuenta, tan graciosa, refiriéndonos a lo agradable y atractivo, en sus maneras.
“Yanka y el Espíritu del Volcán” es una película dirigida por Ivan Abello y escrita por él mismo junto con Fernando Regueira y Julieta Ledesma. Está protagonizada por Maite Lanata, Yanka y el espíritu del volcánHugo Arana, Lucía Arroyo, Laura Azcurra, entre otros. La historia trata sobre Yanka, una niña de trece años que vive en la ciudad junto a su padre. Su madre los abandonó diez años atrás, dejándole a ella como único recuerdo un collar con tres piedras. Según testigos, la mamá se perdió en el bosque del Copahue la noche en la que el volcán entró en erupción por última vez y nunca más se volvió a saber de ella. Tras intensos meses de búsqueda, las autoridades la dieron por muerta. Yanka nunca creyó en esta versión y siempre sostuvo que ella estaba viva. El día del casamiento del padre, Yanka se revela y, mientras él se va de luna de miel, ella decide ir al bosque a buscar a su madre. Pero el bosque es un lugar lleno de trampas y seres extravagantes. La historia es bastante simple y no busca complicaciones, el problema es que la cinta es una complicación en sí misma. Tenemos una trama contada en 85 minutos que se siente realizada a las apuradas y que todo debe pasar porque así está en el guión. Aunque creemos que puede llegar a ser algo positivo, hasta cierto punto, para entretener. Observamos que hay escenas forzadas y muy mal actuadas y una innecesaria “relación de amor”. La historia es muy predecible e incluso la misma cinta te hace un “spoiler” en los primeros 15 minutos. Podemos observar que, salvo Maite Lanata, las demás actuaciones son desastrosas. Hay momentos y escenas en donde ni los actores ni sus personajes expresan el sentimiento o el gesto que tendrían que estar expresando según el contexto determinado y lo que nos explica la escena. Hay personajes molestos que solo tratan de hacer reír y se vuelven completamente densos y luego hay otros que si no aparecían, la trama seguiría su rumbo sin problema. Y es una lástima, porque creemos que había una gran calidad actoral para demostrarnos otra cosa a los espectadores. En cuanto a los aspectos técnicos, tenemos una banda sonora que acompaña “medianamente bien” a las situaciones de aventura que durante el filme. Los efectos visuales están pasables pero no son perfectos. También tenemos bastantes planos generales mostrándonos la naturaleza y el medio ambiente argentino, aunque por momentos parece falso y hecho en pantalla verde. En resumen, “Yanka y el Espíritu del Volcán” es una película flojísima que solo se puede disfrutar si pasamos todos sus errores por alto.
“Yanka”, de Ivan Abello Por Jorge Bernárdez Una leyenda aborigen, una mujer que da su vida al espíritu del volcán para salvar al mundo y la hija de esa mujer que busca la verdad. El planteo no estaba mal pero ya se sabe que una cosa es la teoría y otra la práctica. Yanka es una película con muchas buenas intenciones que básicamente, naufragan por culpa de lo elemental de su realización, que pese a mostrar algunos efectos interesantes a la hora narrar de manera coherente, encuentra vallas insalvables. La presencia de una de las actrices del momento, Maite Lanata, a la que rodearon de un elenco de actores profesionales que hacen lo que pueden, no alcanza para rescatar a esta película dirigida a un público infantil al que les preparan las diferentes franquicias que los grandes estudios, por lo que ya están bastante curtidos para que se los trate de entretener con cuestiones tan elementales como las que pone en pantalla Yanka. YANKA Yanka. Argentina, 2018. Dirección: Ivan Abello. Guion: Ivan Abello, Julieta Ledesma y Fernando Regueira. Intérpretes: Maite Lanata, Juan Palomino, Enrique Dumont, Ezequiel Volpe, Aymará Rovera, Gastón Pauls, Hugo Arana. Producción: Ignacio Rey, Gastón Rothschild, Fernando Sirianni, Manuel Faillace. Distribuidora: Digicine. Duración: 85 minutos.
Iván Abello acierta en tomar una leyenda mapuche para desarrollar una leyenda que el escucho como tradición familiar y que transforma con efectos especiales en un film para niños y adolescentes. Tuvo la suerte de contar con Maite Lanata para su protagónico cuando contaba con trece años (los tiempos en el cine argentino suelen ser eternos) y ahora ella está transformada en una estrella por su personaje en “100 días para enamorarse”, como atractivo. El film se basa en la historia de esta jovencita que el día en que su papá vuelve a casarse se ve impulsada a encontrar a su madre de sangre mapuche que desapareció sin dar explicaciones. Y en esa aventura se cruzará con deidades terroríficas, duendes, humanos y su destino marcado Por momentos confusa y grandilocuente, con efectos subrayados más en la música y el trazado grueso, pero con la audacia de transformar para la mayoría las creencias mapuches de un rica tradición.
Cómo subestimar al público infantil Yanka y el espíritu del volcán (2018) intenta unir temática y paisaje natural y autóctono con el género fantástico de aventuras pero se queda por debajo del nivel de cualquier película infantil. Yanka (Maite Lanata) no puede dejar de pensar en la desaparición de su madre. Al enterarse que se perdió en el bosque del volcán Copahue la noche que entró en erupción por última vez, decide embarcarse en su búsqueda, topándose en el camino con una serie de obstáculos y criaturas fantásticas que la conducen hacia una aventura. Iván Abello dirige esta película que apunta a un público infantil al que cada vez estamos más acostumbrados porque ese mercado se ha afilado para crear un discurso tan apto para niños como para adultos con un genuino disfrute para ambos. En este caso hay un lenguaje que interpela el costado más simplista y sin inventiva que busca ser fácil de entender pero que está despojado de todo encanto. Poco inteligente por otro lado ficcionalizar la imagen de una tribu mapuche al punto que parecen indiecitos salidos de Pocahontas (1995), lleva a repensar el discurso y cuestionarse si al final el hecho de incorporar lo autóctono fue una pantalla que quedó lejos de cualquier intención de nutrir el relato y hacerlo propio. Un guión flojo que descansó ante el servicio de los efectos. Efectos muy buenos en general que tenían una maravillosa potencialidad aunque en este caso todo tiene una vuelta de más que hace que se vean los hilos. Maite Lanata es la figura de la película con momentos de lucidez y poca constancia al igual que el resto del elenco que no destaca. Todos los integrantes parecen desganados al igual que su fotografía que desaprovecha un paisaje de una belleza monumental. Todo esto teniendo en cuenta que tenemos referencias como Los pequeños aventureros (Daniel Pires Mateus, 1977) que demostró hace ya muchos años que se puede hacer una película con un contenido más sustancioso dentro del formato infantil e incorporar en ella una identidad cultural más propia.
Una aventura neuquina “Yanka y el Espíritu del Volcán” es una película nacional fantástica dirigida y co-escrita por Iván Abello. Julieta Ledesma y Fernando Regueira también formaron parte del guión. Producida por Sudestada Cine y Nomad VFX, el reparto incluye a Maite Lanata (El Elegido, 100 Días Para Enamorarse), Ezequiel Volpe, Juan Palomino, Beatriz Pichi Malén, Aymará Rovera, Hugo Arana, Enrique Dumont, Gastón Pauls y Laura Azcurra. La historia se centra en Yanka (Maite Lanata), una chica de 13 años a la que nunca le contaron qué pasó con su madre. Lo único que sabe es que hace diez años su mamá se fue no sin antes dejarle un collar con tres piedras. Ahora, Yanka no está feliz: su padre (Gastón Pauls) se está por casar con Rita (Laura Azcurra), mujer que no le cae para nada bien. Mientras la pareja se va de luna de miel, Yanka le pide a su abuelo Carlos (Hugo Arana) que la lleve al volcán Copahue. Desde pequeña la joven tiene sueños recurrentes sobre su madre en ese lugar, por lo que el presentimiento de que está allí es muy fuerte. En el bosque neuquino, Yanka conocerá a la “Mapu” (Beatriz Pichi Malén), protectora del pueblo mapuche que le indicará el camino correcto. Con la ayuda del duende Chucao (Enrique Dumont) y el huérfano Lighuén (Ezequiel Volpe), Yanka se pondrá en marcha para encontrarse con Pillán, el espíritu del volcán que en el eclipse de Luna piensa descargar toda su furia. Resulta una novedad encontrarse con una película de género fantástico en el cine nacional, que va dirigida especialmente a los chicos. Con “Yanka y el Espíritu del Volcán”, Abello tomó leyendas del lugar donde nació para armar una trama relacionada a la naturaleza y los mapuches (su origen, ceremonias y creencias). La idea no está mal, ya que tendremos tópicos interesantes como que el volcán está enojado porque los hombres usaron su fuego para la guerra, el respeto que hay que tener por la Tierra y los antepasados, el alma en contraposición a la oscuridad, etc. Sin embargo, el problema mayor radica en cómo se llevó a cabo el relato. Por empezar, la cinta está plagada de efectos especiales y escenas con croma que en ningún momento llegan a lucir aunque sea un poco reales. Fuego, bandada de murciélagos, humo, caída de piedras, una serpiente y hasta una criatura celeste medio invisible hacen que al film haya que tenerle mucha paciencia. Cuando el espíritu del volcán habla con la protagonista, la forma en la que lo manifestaron parece una copia del árbol de “Un Monstruo Viene a Verme” (A Monster Calls, 2016), con el detalle de que aquí no está bien logrado. En cuanto a la actuación de Maite Lanata, que grabó la película cuatro años atrás, al compararla con sus trabajos más recientes puede notarse cuánto mejoró. La culpa no es toda de ella sino del guión, que no la favorece al estar lleno de diálogos que tienen cero naturalidad. Además, la relación de Yanka con Lighuén, el mapuche que la acompaña en la misión, no posee un buen desarrollo, lo que genera que el desenlace de ellos no convenza del todo. “Yanka y el Espíritu del Volcán” consigue abrir paso a que se hagan más historias sobre la diversidad cultural y rompe con el estereotipo de que todos los mapuches son de piel y ojos oscuros. Lamentablemente, la película falla en muchos otros sentidos.
Hubo un tiempo en el que el cine familiar convocaba hordas en los cines. Miles de espectadores para narraciones simples, con algún atractivo anclado en la incorporación de figuras televisivas que aseguraran taquilla. Aquí el camino es similar, solo que la protagonista, Maite Lanata, que vive tal vez su momento televisivo más exitoso, filmó antes el proyecto, una propuesta que bucea en la cultura originaria para encontrar el motivo de su motor, una maquinaria que se ve pobre en pantalla y sin ningún atractivo.
"Sigue el camino amarillo" cantaban los Munchkins en El mago de Oz. Ese sendero debía llevar a Dorothy a Oz para de allí volver a casa. Como en todos los cuentos de hadas, el camino conduce siempre al inicio, luego del aprendizaje que implica toda aventura. En Yanka, el destino no es Oz sino el volcán Copahue, corazón de leyendas mapuches. Lo mejor de la película de Iván Abello es el camino de la heroína, la terquedad y el malhumor que le aporta la interpretación de Maite Lanata, su viaje hacia una madre perdida, hacia una historia recobrada. La fantasía que habita en el bosque, bajo la apariencia de duendes y criaturas legendarias, tiene sus altibajos, y por momentos se pierde en efectos digitales en lugar de potenciar la fuerza del fuera de campo y el pulso de lo irracional que tiene siempre todo desmedido sentimiento.
Texto publicado en edición impresa.
Raíces populares No es fácil hacer cine infantil fuera de las esferas de las grandes producciones de Hollywood. A las problemáticas habituales de contar con otros niveles de presupuesto, se le suma repensar cómo llegarle al target adecuado. Un público acostumbrado al bombardeo de consumo extranjero, con un estilo muy propio y neutralizado. La ecuación es: ¿se cede a intentar hacer películas con el estilo impuesto, o se sigue intentando crear un sello propio? Al cine argentino, que avanza a paso firme dentro del cine de género, todavía le cuesta el cine infantil y adolescente, intentando resolver la dicotomía entre el copiar y ser fiel a nuestra cultura. Una muestra de ello es Yanka y el espíritu del volcán. Realizada en 2014, Yanka y el espíritu del volcán es un intento por acercar la mitología de nuestros pueblos originarios a un film para el público amplio. Más específicamente, la mitología mapuche. Ya de por sí esta intención es de valorarse. Para encontrar un antecedente inmediato (Patoruzito no cuenta) habrá que remontarse a casi veinte años atrás con esa rareza que fue El secreto de los Andes, o la mezcla retrofuturista de Cóndor Crux. En menor medida, el año pasado Mi mamá loraincursionaba aleatoriamente. Por esta simple razón, Yanka y el espíritu del volcán representa todo un desafío en sí mismo. Aventuras en Copahue Yanka (Maite Lanata) es una adolescente de trece años en crisis desde el momento en que su padre (Gastón Pauls) decide casarse con una nueva mujer (Laura Azcurra). El temor a que se pierda la memoria de su madre (Aymará Rovera) la conflictúa y comenzará a tener una serie de sueños en los que parece que está la llama. Yanka decide responder a ese llamado, se escapa del casamiento y viaja junto a su abuelo (Hugo Arana) hasta Copahue, en donde el llamado se hará aún más fuerte. Allí, ellá descubrirá la verdad sobre su madre y el collar con tres piedras que le regaló. Su madre desapareció en el bosque de Copahue, y Yanka está convencida de que aún puede estar con vida. Abello plantea un viaje iniciático para una protagonista que cada vez se va sintiendo más parte del lugar; y a su vez, debe sortear todo tipo de dificultades. Habrá aliados y enemigos. Kú (Juan Palomino) será el enviado por Pillán –representado como una masa de fuego– para frenar los planes de Yanka, aunque este mismo parece más obligado que convencido a hacerlo. Lihuén (Ezequiel Volpe) es un adolescente cuyo propósito al inicio es distraerla, pero terminará ayudándola; y Chucao (Enrique Dumont) será el duende de bosque con buena fe, pero embustero. No es difícil encontrar paralelismos en la historia de Yanka y el espíritu del volcán con Laberinto de Jim Henson. Desde la primera escena en la que veremos a Yanka con un vestido lleno de tules y volados, se huele la inspiración, que nunca pasa de ser eso: un punto de partida para hacer su propio camino. Abello le imprime el suficiente ritmo al relato, pero sabemos que esta propuesta apunta a un público menor a la mayoría de edad, sin necesidad de abusar de los chistes, ni de referencias a la cultura actual (más allá de una banda sonora algo intromisiva, suerte de folclore rockero). Peleando contra el presupuesto y algo más No se puede negar que Yanka y el espíritu el volcán haya tenido buenas intenciones. Pero constantemente se la ve peleando contra determinadas limitaciones que exceden sus ambiciones. Si bien se ambienta en la actualidad, Yanka y el espíritu del volcán parece más de una vez un film hecho hace treinta años. Con escenarios naturales abiertos, variado diseño de vestuario y diálogos de estructura clásica –que parece hablarle a los jóvenes de esa época más que a los actuales–. Al contrario de perjudicarla, este clima la favorece; y cada vez que se arrime más a un estilo actual (como en los FX digitales) es cuando más flaquezas mostrará, o más impostado suene su tono. Por último, hay determinados errores (continuidad, verosimilitud) que se hacen algo difícil pasar por alto. Yanka y el espíritu del volcánparte de una buena idea, buenas intenciones, y el fin noble de acercar lo autóctono a un público acostumbrado al consumo extranjero. Las limitaciones que complican su propuesta ambiciosa y varias fallas indisimulables opacan un resultado final promisorio.
El cine infantil es un género que cuando no está bien realizado, a pesar de partir de una buena idea, tiene cuestiones que generan mucho ruido en los espectadores. Suele caer en el cliché constante y en una sobre explicación que en una audiencia con experiencia de la realización cinematográfica produce cansancio y rechazo. Por lastima, en “Yanka y el espíritu del volcán” se ve notablemente esta cuestión, al punto que no es necesario contar con mucho conocimiento para entender que tiene graves errores en la realización, que eclipsan una idea que podría haber aportado de gran manera a nuestra cultura y a la educación de niños y niñas que contribuye al consumo audiovisual en edades tempranas. Individualmente, prefiero enfocar este escrito en este sentido, de forma constructiva, y no hacer una critica destructiva de sus falencias actorales, narrativas, técnicas y artísticas del film. La historia que nos cuenta es la de Yanka; una chica que vive en el sur de la argentina, en un pueblo pequeño cerca del volcán Comahue, en donde hay una historia para niños basada en la leyenda mapuche de Pillán, en la cual un espíritu todopoderoso que le enseño a usar el fuego a los humanos y, al ver que fue usado para la guerra, se enfurece y su ira se ve acompañada de erupciones volcánicas. Cuando Yanka era niña su madre se escapa al volcán desapareciendo y abandonando a su familia sin antes dejarle un collar de piedras a su hija. El presente del relato comienza cuando el padre de la chica se está por casar con otra mujer e impulsada por sueños sobre su madre, Yanka decide rebelarse durante la boda y al día siguiente se dirige al volcán a buscarla con la idea de cumplir su misión. En esta circunstancia se introduce en el bosque de la montaña realizando un camino (lo central del relato), en el que se encuentra con diversos personajes, que la ayudan o le ponen trabas, tomados de la cultura originaria de la región y comparte un tiempo con una comunidad mapuche. En este recorrido la joven descubre cuestiones de su identidad y de su madre que cambiarán su forma de percibir y actuar. A pesar de su mala realización, considero que hay dos elementos fundamentales escondidos, o manifiestos según como se lea, que es importante reconocer. En primer lugar, está el hecho de la reivindicación de lo mapuche en nuestra identidad. Si bien Argentina es una nación conformada en primacía por descendientes europeos, previamente en este territorio habitaron comunidades que tienen una historia y una identidad reivindicada hasta hoy en día. Entonces, en un contexto social de crisis cultural y política, es interesante el hecho de buscar incorporar en el arte local las identidades, costumbres, mitos y leyendas de los pueblos originarios para así enriquecer la cultura común a quienes habitamos este suelo. En segundo y último lugar, está la cuestión, por suerte creciente en las últimas producciones, del lugar de la mujer en la historia. Rodeada de personajes que no convencen, se puede entender al único con una cierta solidez, a la protagonista Yanka. Lejos de ocupar un rol protagónico débil como suele ocurrir en casi todos los relatos, ella tiene mucha fortaleza y convicción. Está convencida de su objetivo y en ningún momento se plantea la idea de que tiene un varón al cual convencer de quién es ella o la necesidad de uno para resolver sus problemas; sino que avanza en la historia con mucha firmeza y tenacidad hacia su objetivo, superando adversidades inesperadas que obstaculizan su camino. En conclusión, “Yanka y el espíritu del volcán” es una película que parte de una buena idea y tiene cuestiones muy interesantes que aportar para el contexto actual, pero que su mala realización impide que se disfrute el relato.
Como leerán en la síntesis es una historia bastante sencilla, se va relatando una leyenda, con cierto suspenso e intriga, con una breve semblanza de los pueblos originarios, se desarrolla sobre un bello paisaje lleno de fantasía, una banda sonora que acompaña bien a las distintas situaciones que van ocurriendo y con efectos especiales pobres. Algunos de los personajes son para olvidar y no aportan demasiado, las actuaciones resultan fatídicas salvo la de Maite Lanata (“Mía”) que en todo momento intenta sobrellevar el film, que tiene buenas intenciones pero lamentablemente resulta muy flojo.
Aunque sea una aclaración obvia, lo que hay que tener en cuenta antes de ver Yanka, es que se trata de una película para chicos. Son ellos los que verdaderamente puedan juzgarla, y los que la disfrutarán, más allá de un análisis adulto y/o profesional. Teniendo en cuenta eso, me pareció una buena película y muy original para la cinematografía argentina. Un film de aventuras fantástico, con leyendas de pueblos originarios, no es algo que se vea seguido, así que hay que aprovecharlo. Otra cosa para destacar es la factura técnica pese a su presupuesto acotado. Hay mucho laburo de VFX, y, por lo tanto, algunas secuencias están mejores logradas que otras. Pero las que están bien, se disfrutan mucho. La historia es muy simple y tiene algún que otro agujero y cosas innecesarias, sobre todo al principio, pero es llevadera si no te ponés muy exigente. Hay claras influencias de filmes tales como Laberinto (1986) o La historia sin fin (1984), salvando las distancias claro. En cuanto al elenco, Maite Lanata es todo. Gran labor la de la actriz, muy famosa ahora por su rol en la tv, pero aquí tenía cuatro años menos. Después tenemos un correcto Hugo Arana, un par de cameos que adornan el póster y los créditos, y actores secundarios muy olvidables. Uno con un doblaje muy raro. El director Iván Abello hace un buen laburo en su ópera prima, si tenemos en cuenta todas las dificultades por el tipo de film que es. Yanka y el espíritu del volcán es una gran película para que vean los más chicos en el cine.
Yanka (Maite Lanata) una niña de trece años que inicia un viaje en un mundo fantástico, derivado de la mitología mapuche (1) en busca de su madre desaparecida diez años ante, de la cual sólo le quedo un collar con tres piedras, lo que ella no acepta. La última heredera del linaje Gwen Winkul se verá enfrentada a una serie de pruebas para detener la furia de Pillan (Lego Dugatkin),. Dios del fuego, que vive en el volcán, y que es ayudado por Kú (Juan Palomino) en su peregrinar, se encontrara con personajes como: Chucao, el mentiroso (Enrique Dumont), Hombre gigante (Marcelo Peralta), Hugon Arana (Abuelo) y Lihuen (Ezequiel Volpe), nativo de la zona, que la guiara en un trayecto lleno de misterios, trampas, y que pondrá la parte sentimental en la historia. Opera prima de Iván Abello, director, y coguionista con Fernando Regueira y Julieta Ledesma, guión flojo que sucumbió ante los efectos especiales. Rodada en dos meses, en los hermosos paisajes vecinos del volcán Copahue, en la Provincia de Neuquén, no siempre bien aprovechados por la fotografía de Matías Nicolás. Se habla de “la película con mayor cantidad de efectos especiales del cine nacional”, pero no olvidemos que cantidad no es calidad, pues quedan a mitad de camino y como algo extravagante, en tanto que la música de Ruy Folguera intenta acompañar a las situaciónes e imágenes, pero le pasa lo mismo. Respecto de la actuación, sólo se salva la protagonista por su frescura juvenil y naturalidad, el resto inexpresivo, con problemas en los diálogos, falta de intensidad y ligereza, que creo debe atribuirse a falla de la dirección, que no supo aprovechar a actores de reconocida trayectoria como Hugo Arana (Abuelo), Gastón Pauls (Padre), Laura Azcurra (Madrastra), a los cuales sólo bastaba decirles: ¡Acción! Al director, según sus propias palabras, lo llevaron a elegir los temas que toca en su obra…” la primera imagen que se me vino a la cabeza fue un volcán, y es algo que está impregnado en mi memoria y en mis orígenes, porque mi abuela, que es mapuche, nació al pie del volcán Lanin, junto al lago Huechulafquen”… En resumen, “Yanka y el espíritu del volcán” es una más de las buenas intenciones que está plagado el camino al infierno cinematográfico, y en verdad …merecía un mejor camino. (1) Para los Huilliches no hay nada más perverso que el demonio Pillan, un ente maligno, quien encontró una aldea huilliche, donde vivía Licarayen hija del cacique, hermosa y bondadosa, lista para casarse con Quitralpe, joven gallardo y noble, pero Pillan se fijó en ella y castigo a la aldea con fuego y lava, arrasando sembrados, ganado, rucas y gente. Se apareció un anciano que dijo lo que había que hacer para derrotar al Pillan; era sacrificar a la doncella más hermosa, pura y bondadosa y de esa forma estarían a salvo de las garras del demonio, quien aunque vencido, espera la ocasión para vengarse de su encierro, liberarse y provocar temblores intensos.
Fusión de drama, aventuras, road movie y relato con elementos fantásticos, “Yanka” viene a ocupar un espacio en el segmento de cine argentino dedicado a los adolescentes. El relato está protagonizado por Yanka, una chica que hace años que busca una respuesta a la ausencia de su madre que desapareció cerca del volcán Copahue, en el sur argentino. Todas las respuestas que recibe son ambiguas hasta que un día decide ir con su abuelo a averiguarlo. Allí se encuentra con duendes y seres fantásticos que la ayudan o la perjudican en su búsqueda, hasta encontrarse con el mismísimo Pillán, el espíritu del volcán que está furioso porque ya nadie le rinde honores. El filme marca el debut de Maite Lanata como protagonista en el cine después de la repercusión de su personaje de adolescente trans en la serie “100 días para enamorarse”. Lanata, que antes había trabajado en “Mia”, una película que reivindicaba la identidad de género, acierta en la construcción de Yanka como una chica que no acepta un no por respuesta. El director Iván Abello ofrece en su ópera prima un relato bien resuelto en lo formal y con un argumento original al llevar al cine una historia de aventuras y reconciliación con el pasado que involucra la mitología y las ceremonias del pueblo mapuche.