En el relato de las decisiones de un hombre, que cree tener control absoluto de su vida y que entiende que puede pisotear como quiere a quien quiere, el realizador Rodrigo Fernández Engler se permite reflexionar sobre las consecuencias directas del neoliberalismo en los sujetos, y, principalmente, en los vínculos esenciales para vivir. Gran trabajo interpretativo de Mariano Martínez, secundado de una manera única por Arturo Puig, Osvaldo Santoro, Jorge Marrale y Mercedes Laborde.
Ser socios y familia puede traer sus dificultades. Pero cuando Máximo decide abrirse paso y encontrar su camino, desencadena un malestar que no hace más que crecer entre él y su hermano.
La nueva película del realizador Rodrigo Fernández Engler (cuya ópera prima ha sido “Soldado Argentino sólo conocido por Dios”) propone, ya desde su título un juego de traiciones, dobles morales y falta de códigos, enmarcados dentro de una tradicional empresa familiar manejada por un padre y sus dos hijos. Con un inicio al que se lo puede vincular con algunos toques de “Succession” – salvando las distancias-, seguiremos al protagonista, Máximo Ferradas (Mariano Martínez), en un viaje de negocios en donde se decidirá la venta del paquete accionario de la empresa familiar a un grupo de inversores extranjeros. Como todo emprendimiento familiar, quedará entramado con lo vincular y saca rápidamente a la luz las tensiones que tiene con su hermano (Sergio Surraco). Luego de operar su jugada, Máximo le pedirá a su padre (Jorge Marrale) la parte de la herencia que le corresponde. Este será su primer movimiento para alejarse de las imposiciones familiares y comenzar a construir su destino y su propio imperio, alejando del clan familiar. Se instalará en la Patagonia, en el pueblo pesquero de Perla del Mar (antes llamado Penitentes, cuyo nombre original tendrá más que ver con la historia de redención que encierra el relato) donde finalmente conoce a Caviedes (un gran trabajo de Arturo Puig), el gestor de negocios y apoderado que había intervenido en la venta de la empresa familiar a los americanos. De alguna manera, la figura de Caviedes lo deslumbra, ya sea por sus contactos con el poder, por el ascenso social que a primera vista le representa o por las diversas posibilidades de negocios que aparecen rápidamente sin ningún tipo de barreras ni escrúpulos, lo que facilitará su objetivo de ocupar un cargo en un ministerio y desde allí digitar las modificaciones de la ley de pesca que tendrá un gran impacto para la zona. Al adentrarse en esta contienda interna del pueblo de los pescadores, algunas reglas de la política comienzan a entrar en juego y complican la situación de Máximo, que parece empeorar a cada paso. Es así como se genera el típico espiral descendente del protagonista, donde comienza a ser artífice de su propio infierno personal a medida que se vaya alejando de los mandatos familiares, como una especie de castigo divino o compensación por su absoluta falta de lealtad. Mucho de lo que sucede en “YO, TRAIDOR” cumple no sólo con una estructura típica vinculada con la parábola del hijo pródigo sino que, con algunas pequeñas diferencias y adaptaciones, también se relaciona con la construcción del típico camino del héroe al que va siguiendo respetuosamente en todos sus pasos principales. Aparecerá entonces la aventura, los aliados, los enemigos, las pruebas, la aparición del elemento romántico (con un muy buen trabajo de Mercedes Lambre) y la llegada a lo más profundo, para después emprender el regreso e intentar su propia “resurrección” y generar el tan ansiado conocimiento. La película logra tomar un mayor vuelo sobre el tercer acto a partir de que, literalmente, un chiquero conduzca la historia a su parte más animal, más visceral, momento en el que el protagonista logre tocar fondo y el guion pueda asentar la historia, dejar de dar permanentes giros escalando esa ambición desmedida, y se enfoque en el mensaje central que quiere transmitir. Para Mariano Martínez, sin dudas, ésta es una excelente posibilidad de destacarse en un protagónico diferente, pero la complejidad que requiere su Máximo, lo encuentra en algunos tramos sin poder tocar el alma de su personaje y hace que la composición luzca superficial y exterior. De todos modos, tiene momentos muy logrados y el resultado se fortalece más aún con el elenco que lo acompaña donde todos los roles secundarios están muy bien cubiertos. Arturo Puig vuelve a componer un villano temible (tan alejado de su bondad televisiva) junto a Jorge Marrale, Sergio Surraco y Osvaldo Santoro que despliegan todo su oficio. “YO, TRAIDOR” logra fortalecerse entonces en su parte final, que es la que logra un mayor impacto y la que aparece como más sólida –con algunos mensajes sobre la paternidad, el sentido de la pertenencia y una parábola muy interesante que establece con la figura del rio, su corriente y su cauce- que imprimen un toque poético, acompañado de imágenes más luminosas que se contraponen con la Patagonia gris en donde se desarrolla la parte más oscura del devenir de Máximo. POR QUE SI: «Elenco donde todos los roles secundarios están muy bien cubiertos «
“Yo, Traidor” Crítica. El precio de la culpa El drama dirigido por Rodrigo Fernández Engler se enfoca en la posibilidad de redención ante los errores humanos. Maria Paula Iranzo Hace 13 horas 0 31 La culpa que carcome al alma es señal de que uno ha cometido un error y es necesario enmendar, por más difícil y complicado que eso sea. Sobre estas bases se asienta Yo, Traidor, de Rodrigo Fernández Engler, uno de los estrenos de cine de la semana del 6 de enero. Máximo Ferradas (Mariano Martinez) y Coletto (Osvaldo Santoro) Basada en la parábola bíblica del hijo pródigo, Máximo Ferradas (Mariano Martinez) le pide a su padre (Jorge Marrale) su parte de la herencia. Esto lo llevará a querer construir su propio camino, donde se encontrará con Caviedes (Arturo Puig), un enigmático empresario; Coletto (Osvaldo Santoro), un pescador artesanal; y Maite (Mercedes Lambre), una solitaria mujer de la que consigue enamorarse. Entramados políticos y criminales opacarán su juicio y llevarán al ambicioso joven por lugares empantanados. Con una historia ya conocida, el largometraje se sostiene por sus grandes actuaciones. Mariano Martinez supo ponerse al hombro un protagónico desafiante, tanto emocional como físico, y logra en el espectador el querer acompañarlo y que le salga todo bien. Arturo Puig como Caviedes. Gran interpretación del actor y director de teatro Pero también es necesario destacar el trabajo de actores como Arturo Puig y Jorge Marrale, el mal y el bien, respectivamente. Es maravilloso ver cómo esa amabilidad que tanto caracteriza al director de teatro puede ser también usada como una herramienta de inescrupulosidad extrema; en donde su mirada marca la gran diferencia entre el actor y el personaje. Por su parte, Marrale entiende a la perfección la parábola en la que se basa el film y construye desde ahí a un padre sabio y comprensivo que sin importar lo que haga y a donde vaya, recibirá a su hijo siempre con los brazos abiertos. Filmado parcialmente en hermosos escenarios patagónicos, Yo, Traidor demuestra que siempre es posible limpiar, no solo las propias heridas, sino también la propia suciedad; lo único que hace falta es aceptar que está.
"Yo no soy ellos", dice Máximo Ferradas (Mariano Martínez) ante el apoderado de la flamante empresa creada luego de la adquisición de lo que hasta entonces era un emprendimiento familiar por parte de una multinacional. Con “ellos” se refiere a su hermano (Sergio Surraco), su padre (Jorge Marrale) y su abuelo, quienes durante ochenta años timonearon con honestidad y esfuerzo los destinos de la empresa pesquera instalada en un pequeño paraje patagónico. Honestidad: un término ausente del diccionario de Máximo, quien negoció a espaldas de su familia un cambio en el acuerdo original. Pero Máximo no tiene intenciones de retirarse, así como tampoco parece muy cierto eso de que la pesca no es lo suyo. Lo que inicialmente es un viaje hasta la Patagonia para darle los papeles al apoderado de la empresa norteamericana (Arturo Puig) termina como el primer paso de un ambicioso plan que como meta tiene el acceso a un cargo ministerial. Para eso, claro, deberá contar con el apoyo del gremio para cambiar las regulaciones, algo que no parece sencillo, sobre todo teniendo en cuenta la resistencia de un grupo de pesqueros más pequeños. Ya desde el título queda claro que la película sigue a un protagonista orgulloso de una condición que disfruta. Pero la película quiere dotarlo de un buen corazón, como demuestra la aparición de un interés romántico que no termina de cuajar con la lógica de un tipo dispuesto a pisar cuanta cabeza le pongan delante. Tampoco ayuda que los diálogos luzcan por momentos forzados, confundiendo intimismo con frases altisonantes sobre la vida, los deseos y el pasado. Yo, traidor funciona mejor como la fábula de ascenso de un inescrupuloso antihéroe de traje y corbata que como estudio de un personaje al que Mariano Martínez no logra darle los matices necesarios: hay una distancia insalvable entre su inexpresividad y su malicia. Distinto es el caso de Arturo Puig, una figura oscura que maneja los hilos de sus negocios –y los de otros– desde su casa y cuya mirada intimidante hiela la sangre.
La ambición desmedida siempre es riesgosa. A Máximo Ferradás (Mariano Martínez), empresario e hijo menor de una poderosa familia de pescadores, esa ambición lo lleva al borde de la tragedia. Apurado por triunfar en el mundo de los negocios, Máximo le pide en vida a Francisco, su padre, su parte de la herencia. Eso primero lo enfrenta con su hermano y después se transforma en un trampolín al abismo: su intento de pisar fuerte en un pueblo pesquero en la Patagonia se complica muy pronto, cuando comprueba a los golpes que el mundo es más salvaje y más cruel de lo que imaginaba, sobre todo si la idea es ganar dinero rápido y sin reparar en cuestiones éticas. Para Martínez, más habituado a lógica de las tiras televisivas, donde el actor debe apelar a la intuición y la resolución inmediata más que a la profundización en la construcción de un personaje, el papel era un evidente desafío. Lo enfrentó con convicción y, apoyado por un elenco de actores sólidos y con mucho oficio (Jorge Marrale, Sergio Surraco, Arturo Puig, Osvaldo Santoro, Adrián Fondari), consiguió un buen resultado. El maremagnum de circunstancias en el que queda envuelto Máximo (incluyendo una flamante relación amorosa) podía conducirlo al recurso de la hipérbole, pero logra resolverlo con sobriedad. Y el camino de la traición, el ocaso y la redención que recorre el protagonista se hace entonces más llano y más asequible.
Dirigida y escrita por Rodrigo Fernández Engler, la historia del film recorre los destinos de una familia compuesta por un padre y dos hermanos, en el momento de vender el tradicional negocio pesquero que los hizo ricos. Uno de ellos, decide iniciar un camino y no permite que nada lo detenga, una suerte de modelo del cultor del capitalismo más salvaje, el arrogante que se cree dueño de la verdad, que no permite que nada lo detenga, ninguna consideración figura en su manual de conducta. Para encarnarlo, bien dirigido y en escenas creíbles y logradas, Mariano Martínez tiene la oportunidad de demostrar que es un actor comprometido y que puede profundizar en ese ser oscuro que tendrá alguna posibilidad de perdón. En el elenco un verdadero dream team; Jorge Marrale, Arturo Puig, Osvaldo Santoro, Sergio Surraco. Libremente inspirada en la parábola del hijo prodigo, la película convence y entretiene con elementos de drama y policial.
En el comienzo de Yo, traidor vemos a los Ferradas a punto de vender su empresa, “Buen Mar”. Máximo (Mariano Martínez) es el hermano menor del grupo familiar y quien guía las negociaciones, mientras que su padre (Jorge Marrale) y su hermano Darío (Sergio Surraco) son un poco arrastrados a una venta turbia. Para el benjamín de la familia, el acuerdo le permite explicitar su rechazo a la actividad pesquera, que dice odiar además de sentir que la empresa no es para él. El grupo comprador es una corporación estadounidense, que encuentra en Máximo un buen aliado para que la venta de la empresa se lleve a cabo rápidamente. El resultado de la operación tiene como beneficio que el protagonista recibe una cuantiosa parte de la venta, mientras su su padre se retira y su hermano mayor, con quien no se llevó nunca bien por razones que no vamos a revelar, básicamente lo expulsa del grupo familiar acusándolo de traidor. El enriquecido abogado se va a la Patagonia para cerrar el trato y allá empieza mostrar sus ambiciones, que como mínimo, parecen no tener techo. Todo empieza cambiar para Máximo cuando en el Sur conoce a Covides (Arturo Puig), que es el hombre de la corporación en la zona. El operador maneja todo y rápidamente le ofrece al ex heredero de “Buen mar” ser el apoderado de la nueva empresa que manejará los temas de la actividad en la región y Máximo sube la apuesta explcitando su deseo de ser Secretario de Pesca. Todo este comienzo tiene un buen desarrollo y Mariano Martínez se ve convincente en la piel del codicioso Máximo. El relato luego comienza a complejizarse, con la trama política del lugar y la aparición de la hija de un pescador que tiene un viejo barco con el que trabaja para las empresas de la zona, una mujer con la que el protagonista se siente inmediatamente atraído. Todos estos elementos sientan las bases de una historia que se encamina al desastre y el tono seco que maneja la puesta va desandando el camino hacia la tragedia. Yo, traidor entonces, se asienta en la Parábola del hijo pródigo del Nuevo Testamento de la Biblia, así que lo que pudo ser una historia al estilo de la serie “Succession”, se vuelve una fábula moral. A favor de la película se encuentra el sólido elenco que rodea a Mariano Martínez, particularmente está muy creíble Arturo Puig encarnando a un hombre todopoderoso y algo demoníaco. Lo que juega en contra de esta nueva película de Rodrigo Fernández Engler (Soldado Argentino solo conocido por Dios, Cartas a Malvinas) es que en tiempos de relatos sobre el poder, en donde los potenciales espectadores ya están habituados a esa clase de historias y saben que para llegar a ciertas cumbres es necesario entregar el alma, por sí solas las parábolas bíblicas ya no son suficientes y hasta suenan ingenuas. YO, TRAIDOR Yo, traidor. Argentina, 2022. Dirección: Rodrigo Fernández Engler. Guion: Rodrigo Fernández Engler y Mario Pedernera. Intérpretes: Mariano Martínez, Arturo Puig, Jorge Marrale, Osvaldo Santoro, Mercedes Lambre, Sergio Surraco y Francisco Cataldi. Fotografía: Diego Arroyo. Directora de arte: Carolina Vergara. Edición: Martín Sappia. Sonido: Hernán Conen. Duración: 105 minutos.
Relato sobre el poder y la avaricia con Mariano Martínez El film de Rodrigo Fernández Engler habla de lealtades corporativas y traiciones familiares en el mundo empresarial argentino. Yo, traidor (2021) comienza como si se tratara del más oscuro cine negro a plena luz del día. La trama de corrupción, mafia y complicidad política marcan el tono de la película y prefiguran la idea del ascenso rápido al poder y sus nefastas consecuencias. La película dirigida por Rodrigo Fernández Engler y co escrita junto a Mario Pedernera (Pies en la tierra, 2012) funciona como un cine de denuncia con moraleja en tono con los films de Adolfo Aristarain o Fernando Ayala de la década del ochenta. El poder corporativo que hace negocios a espaldas -y a costa- de los trabajadores. En esa línea aparece Osvaldo Santoro con similitud a los personajes de Ulises Dumont o Julio De Grazia. Pero el film no busca dar un mensaje sobre el valor de la resistencia como aquellas películas sino sobre la redención. Se centra en Máximo Ferradas (muy buena actuación de Mariano Martínez), un joven empresario de la pesca que busca hacer negocios en una localidad costera de la Patagonia Argentina. La estructura narrativa encuentra parecidos con Wall Street (Oliver Stone, 1987), Máximo entrega la empresa de su padre Francisco (Jorge Marrale) a un inescrupuloso empresario del sur llamado Caviedes (Arturo Puig) con el fin de lograr un rápido ascenso al poder, que incluye entramados mafiosos, políticos y judiciales. Encontrará resistencia en Coletto (Santoro), un pescador con principios que no se deja seducir por sus propuestas de manipulación. Yo, traidor habla también de la relación padre e hijo. Cada uno de los hombres mencionados son figuras paternas para Máximo de quienes deberá aprender el mejor camino a seguir. El ascenso rápido proporciona una veloz y estrepitosa caída y sanar la culpa será su meta. Yo, traidor puede pecar de subrayados innecesarios en la moraleja que desliza, pero demuestra también pasión por la narración. Esta bien actuada y mejor filmada, con estéticos planos y movimientos de cámara que “cuentan” por sí solos la historia de un hombre que choca contra sus propias ambiciones y debe aprender la lección.
Mariano Martínez brilla en un thriller bañado en moralina ahuyentadora El viraje dramático de Mariano Martínez es de lo más interesante, no así la resolución de la historia creada por Rodrigo Fernández Engler. El thriller no logra mantener toda la potencia con la que arranca logrando un trabajo a medias, sostenido por el oficio del elenco. Ver a Mariano Martínez en una película dramática, con un personaje oscuro y cegado por la avaricia, es, como evento en sí mismo, de lo más interesante. El actor de Polka protagoniza Yo, traidor, un thriller político dirigido por Rodrigo Fernández Engler y con un mejunje de virtudes y defectos a la luz y al alcance del espectador que agudice un poco la mirada. Bien por el elenco; mal por los caminos de moralina inentendible con los que culmina el relato. La película cuenta la historia de Máximo (Martínez), un joven y ambicioso abogado que mezcla el beneficio propio con el familiar. A partir de la venta de la empresa que maneja junto a su padre y hermano, mueve los hilos para ingresar en un nuevo negocio que solo lo beneficia a él. La traición a su sangre y las internas políticas del pueblo de pescadores en el que se instala, trastocan su personalidad al punto de llevarlo por caminos sinuosos y hacía contactos siniestros. Alejado de los roles cómicos o de galán de telenovelas, Martínez ofrece una de sus interpretaciones más maduras hasta el momento. Se hace presente en él una búsqueda por superarse, lo consigue y llega a registros dramáticos -poco explorados durante su trayectoria- que sorprenden. Llegado el punto de quiebre del personaje, la entrega total de Mariano Matínez logra conmover. El reparto (Jorge Marrale, Osvaldo Santoro, Arturo Puig y Sergio Surraco) acompañan con sólidas interpretaciones, aunque Puig es el roba escenas por excelencia, en la carne de un mafioso inescrupuloso que no duda en mancharse de sangre para alcanzar el éxito. El problema de Yo, traidor inicia en el último tercio de película y es la destrucción total del clímax que lentamente se va tejiendo sobre la historia. La escena del punto de quiebre (atención spoiler), con Máximo cayendo abatido por la frustración y la derrota del que lo tenía todo y lo perdió por subestimar los hilos de la mafia política, podría haber sido un cierre espectacular, desolador. Y no. El director prefiere ir a por rumbos convencionales, dándole al personaje la oportunidad de redimirse y actuar como buena persona.
El Ícaro moderno. “Yo, traidor” de Rodrigo Fernández Engler. 04/01/2022 Siendo de los primeros estrenos del año, el director de “Soldado Argentino sólo conocido por Dios” regresa a los cines. Acompañado de un elenco de gran nivel, entre los que se encuentran Mariano Martínez, Jorge Marrale, Sergio Surraco, Mercedes Laborde y Arturo Puig, “Yo, traidor” inaugura las carteleras del 2022. La última película de Rodrigo Fernández Engler representa el complejo entramado que implican la adquisición de poder, sus diversos factores y cómo son solo invitados los poderosos a participar. Disponible a partir del próximo jueves 6 de enero en las salas de cine. Maximiliano es el hijo menor de su familia, la cual posee una importante empresa de pesca. En cuanto llega una jugosa oferta del exterior para comprar la empresa familiar, Maximiliano mueve sus hilos y convence a su padre para que esto suceda. Con el dinero en el bolsillo, se marcha rumbo al sur para terminar el papeleo y buscar su camino en la vida. Allí conocerá a gente poderosa, quienes lo tentaran de seguir su rumbo. Un dicho popular reza: “quien tiene plata, la gasta como quiere”. ¿Pero qué pasa cuando se tiene tanto dinero para gastar? Dicha ambición necesita ser llenada con otra cosa, en la mayoría de los casos se busca el poder. Maximiliano no es la excepción, con sus necesidades completamente cubiertas, solo la adquisición de poder logrará satisfacer su ambición. Esto lo lleva a jugar en otra liga diferente, una en la que no está acostumbrado a moverse. La pecera crece y los peces son más grandes, sus reglas no son las mismas y sus ambiciones tampoco. Lo que nadie le avisa a Maximiliano, tal vez porque se encuentra tácito, es que a este nivel no se aceptan errores. De cometerlos, los costos para remendarlos son extremadamente altos. Con un personaje que constantemente se encuentra al filo del abismo, Mariano Martínez logra desenvolverse sorprendentemente bien. Incluso ante la maquiavélica y escalofriante performance de Arturo Puig, quien entiende el juego como lo hacen los expertos. En contraposición, el amoroso pero cansado padre compuesto por Jorge Marrale, le otorga a la película el corazón que todos los negocios involucrados en la trama buscan erradicar. En “Yo, traidor” de Rodrigo Fernández Engler vemos el oscuro universo de los grandes negocios, mediante los ojos de alguien que lucha por mantener su alma. El concepto de paternidad se encuentra muy presente, sobre todo en el protagonista, quien constantemente recae en fuertes figuras masculinas a fin de que guíen sus pasos. Un drama refinado, llevado adelante por un protagonista con el que cuesta horrores empatizar. Aunque al final del camino logremos hacerlo, pues ¿quien no cometió errores en la vida?
MARIANO MARTÍNEZ VA POR EL PRESTIGIO Y SE DERRUMBA ENTRE LOS CHANCHOS Más allá de sus videos en Tik Tok, en donde se muestra bailando, cantando o reflexionando (y que, a su pesar, se convirtieron en pasos de comedia involuntarios, alimentando a un grupo de detractores que terminaron por volverlo un icono del consumo irónico), Mariano Martínez también es actor. Ligado a las tiras televisivas, sí, y con más reconocimiento por su físico que por sus dotes interpretativas, pero un actor al fin. Con 43 años, y ya alejado de aquel galán que intentaba ser un héroe de acción junto a Pablo Echarri en la infame Peligrosa obsesión, realiza ahora una nueva jugada para ser tomado en serio. En Yo, traidor, dirigida por el santafesino-cordobés Rodrigo Fernández Engler, Martínez interpreta a Máximo Ferradas, el heredero de una empresa pesquera con gran influencia. Un personaje complejo y contradictorio, al mismo tiempo capaz de esforzarse por conseguir un reel de pesca para su padre (Jorge Marrale), como de manipular los negocios con una empresa norteamericana para su propio beneficio, convirtiéndose en el traidor del título. Durante la primera mitad, la película funciona como un thriller en donde se mezclan las disputas familiares con el entramado político en torno a la actividad pesquera, a partir de la mudanza de Máximo a un pueblo de la Patagonia. Allí conoce a dos personajes claves para lo que vendrá: Caviedes (Arturo Puig), un empresario poderoso que le ofrece ser parte de su grupo de cara a las elecciones sindicales, y Coletto (Osvaldo Santoro), un pescador con sus intereses puestos en los trabajadores de las pequeñas y medianas embarcaciones. A pesar de no ser muy sutil, con “buenos y malos” bien diferenciados en sus actitudes y sus costumbres, Fernández Engler construye durante un rato una historia con ciertas posibilidades. Desde la disección de los claroscuros de la política pesquera, a la exploración del carácter de Máximo, el único personaje que presenta matices, y al que Martínez trabaja con la ambigüedad suficiente para evadir un juicio rápido por parte del espectador. Los problemas se dan con la entrada en escena de Maite (Mercedes Lambre), una chica del lugar con la que Máximo se involucra. Si parece que el vínculo entre los dos está tratado con desgano, y que la existencia misma de esa relación no se integra demasiado con el resto de la historia, es porque el personaje de Maite es tan solo una excusa para una vuelta posterior del guion. Lo mismo ocurre con Aguilar: el personaje de Francisco Cataldi, un discípulo de Caviedes que pasa a trabajar como guardaespaldas de Máximo (o algo así), se presenta como un sujeto inestable y misterioso, pero pronto deriva en actitudes que se sienten forzadas. La misma sensación se traslada a toda la última parte de la película, donde las cosas se resuelven de manera torpe, al borde de la confusión. Y la emoción que podría desprenderse del final, ligada a la redención, aparece diluida, sin peso ni trascendencia. Yo, traidor termina siendo fallida (incluso un poco más que eso), pero es un cambio de registro interesante para Mariano Martínez. Al menos, es mejor que escucharlo cantar Crimen de Cerati.
Será posible el sur En un juego de opuestos, arbitrario, claro, “Yo, traidor” podría ser la contracara de “La hija oscura”, uno de los últimos éxitos de Netflix. En ese filme, una madre expone su derrotero sobre tener hijas sin desearlas y se lamenta de sus postergaciones personales sin reflexionar sobre la oportunidad única de ser madre. Rodrigo Fernández Engler hizo una película dedicada a su padre, y en los títulos finales (no funciona como spoiler) aclara "por él soy papá”. Esta es la historia de Máximo Ferradas (logrado rol de Martínez), un joven que integra una empresa pesquera familiar, muy bien posicionada, pero que aparentemente no siente como propia. En una tensa situación con su hermano Darío (Sergio Surraco) y mucho más amorosa con su padre (Jorge Marrale), toman la decisión de venderla a una firma estadounidense. Desde aquí cambia el rumbo de Máximo. Su ambición de poder, su egoísmo, la necesidad de hacer buenos negocios y su poca empatía con su entorno hará que rápidamente pida su parte de la empresa vendida, se instale en Perla del Mar, una localidad pesquera del sur, y se contacte con lo peorcito de la zona. Entre ellos estará Antonio Caviedes (excelente papel de Arturo Puig), quien es el hombre más oscuro y poderoso del pueblo, enfrentado con un sindicalista (Osvaldo Santoro) de buena fe, que se opone a la idea for export de consensuar una ley de pesca. Máximo se dejará seducir por la estirpe de Caviedes y hasta por su habilidad culinaria, pero se quedará sorprendido cuando muy suelto de cuerpo le diga: “Yo le resuelvo la vida a la gente, de todas las maneras”. El realizador logra un relato dinámico, pero con el espacio suficiente para reflejar los tiempos muertos de la vida de pueblo, con diálogos profundos, y utiliza la fotografía de bellas playas sureñas (està filmada en Chubut) para que el espectador se meta de lleno en ese paisaje y ese universo. Con la lógica “pueblo chico, infierno grande” (quizá algo exacerbada) ocurrirán hechos inesperados para Máximo que lo obligarán a tocar fondo. Lo único bueno es que la única manera de salir del pozo es yendo para arriba. Sobre el final se verá lo mejorcito de la historia, cuando sobrevuela un mensaje de resiliencia y se respira la importancia de buscar en lo mejor de la familia (por caso el papá de Máximo) para sacar la cabeza debajo del agua y volver a empezar.
Rodrigo Fernández Engler, guionista y director argentino, lleva a cabo su versión libre, personal y contemporánea de la parábola del hijo pródigo, constituyendo «Yo, Traidor» el primer estreno de cine nacional en salas para la reciente temporada 2022. El autor de «Cartas a Malvinas» (2008) nos trae la universalidad de un relato que nos habla acerca del alejamiento de nuestro hogar. En sentido literal o figurado, tal paradigma nos atraviesa a todos, de alguna u otra forma, a lo largo de nuestras vidas. Con protagónicos de Arturo Puig, Jorge Marrale, Osvaldo Santoro y Mariano Martínez, la película reflexiona acerca de la búsqueda de un propósito, prueba y error como preludio a un camino de redención, que no diferencia de creencias religiosas, culturas o sociales. Fernández Engler interpela al espectador mediante un relato de tintes autorreferenciales: las cuentas pendientes de un hijo con su padre lo llevan a escribir una historia que transita el dolor de una pérdida y se concibe bajo la fórmula que mixtura drama familiar y thriller, vertebrando un mensaje que nos alecciona acerca del perdón y las segundas oportunidades.
Máximo Ferradas (Mariano Martínez), empresario e hijo menor de una poderosa familia de pescadores de toda la vida, le pide a Francisco, su padre (Jorge Marrale), su parte de la herencia. Así, comienza un largo viaje que lo llevará hacia tierras lejanas, intentando construir su propio imperio. En ese comienzo el personaje tiene esa condición que el título de la película parece establecer. Máximo se instala en “Perla del Mar”, un pueblo pesquero en la Patagonia argentina, donde conoce a Caviedes (Arturo Puig), un enigmático empresario que le ofrece la cima de los negocios. Pero los pescadores más humildes, liderados por Coletto (Osvaldo Santoro) le hacen frente y el gran desafío es imponer o no una ley de pesca. Como una especie de Wall Street (1987) pesquera, la película muestra el ascenso sin medir las consecuencias de un joven y las trampas que su conducta le pondrá en el camino. Un poderoso mensaje religioso y moral irá asomando en la película de forma tan infantil y torpe que aún creyendo en el camino de ascenso y caída y redención que ha dado tantas buenas películas, aquí es difícil tomarse las cosas en serio. Un elenco de actores importantes al servicio de una película muy fallida que a primera vista no parece serlo. En todo caso, el mayor mérito de Yo traidor es disimular tan bien lo mala que es.