Los hermanos García Bogliano llevan el suspenso al límite Activa mujer de negocios, Marga llega desde su España natal a Buenos Aires para trabajar temporariamente en una empresa inmobiliaria. Cuando dos posibles interesados en una muy desvencijada y sombría mansión desean cerrar inmediatamente el trato para su alquiler, Marga comienza a desconfiar de esa pareja que, aparentemente, lo que buscan en la vivienda es algo más que simplemente habitarla. Las cosas se van enredando de tal manera que la muchacha se ve de pronto presa de esa pareja a la que se suman otro misterioso individuo y un hombre elegante y de pocas palabras que hacen de Marga una prisionera cada vez más aterrada y dispuesta a escapar de esos siniestros personajes que van preparando un cruel ritual para el exacto momento en el que el eclipse llegue a su total oscuridad. Así la historia se sumerge en esas tétricas escenas en las que aparecen un cadáver dentro de una bolsa y la preparación de un sangriento rito en el que todos sus integrantes deberán morir. Los directores Ramiro y Adrián García Bogliano no dejaron escapar ninguno de esos elementos que poseen este tipo de temáticas, y así lograron un thriller (bastante bizarro) en el que el miedo se va apoderando de la protagonista mientras asiste, despavorida, a la preparación de ese ritual concebido por ese grupo de alocados y supuestos clientes de la mansión dentro de la que, casi siempre, se desarrollan los hechos. Por momentos el relato cae en algunas exageraciones, hasta llegar a un final inesperado en el que Marga cree salir de esa pesadilla para caer en otra mayor. La actriz catalana Cristina Brondo aporta el necesario rostro para dar verosimilitud a su maltratado personaje, en tanto que Arnaldo André compone, en una breve parte, al atildado hombre que decide aprovechar el eclipse para sembrar el terror a su alrededor. El resto del elenco, la fotografía y la música apoyan con eficacia este entramado que, sin duda, se convertirá en un plato fuerte para los seguidores del género de terror.
Felipe Pigna recorre, desde diferentes ángulos, la historia y la geografía chaqueñas Larga, accidentada y envuelta en diversos problemas sociales y étnicos, la provincia del Chaco transitó los años con la altivez de sus habitantes y las luchas llevadas a cabo por sus diversos gobernantes hasta llegar a nuestros días. Este documental es, pues, un recorrido por la historia de una región que tiene una vida cultural que llega desde sus ancestros y recala en su gran diversidad de situaciones que hablan de la valentía de aquellos quienes desearon hacer de Chacu (nombre con el cual sus habitantes distinguen a su lugar de nacimiento) un espacio de libertad y de trabajo. El director Felipe Pigna logró así un recorrido que atraviesa temas como la cosmovisión indígena, la Guerra de la Triple Alianza, las primeras poblaciones, el ciclo forestal, las huelgas de los años 1934 y 1936, la masacre de Margarita Belén, el peronismo en el Chaco y las ligas agrarias, además de recoger el testimonio de innumerables entrevistados, quienes relatan diversos detalles de la evolución y de la problemática de esa provincia. Imágenes fotográficas capturadas en distintas localidades chaqueñas como El Impenetrable, Las Palmas, Campo del Cielo, Misión Nueva Pompeya, Parque Nacional Chaco, Resistencia e Isla del Cerrito van recorriendo el film y mostrando, así, cómo fue esa provincia desde su creación hasta la actualidad. Esta investigación histórica significó ponerse en contacto con elementos casi desconocidos para la mayoría de la gente y aquí Pigna, con una cámara atenta a todo ese acontecer chaqueño, logró ponerse en contacto con la historia profunda, valiente y digna de ese sufrido pueblo. Chacu es, pues, una producción austera que muestra, desde distintos ángulos basados en todo lo que se ha publicado acerca del Chaco, sus leyendas y sus pasiones hechas sobre la base del trabajo y del sacrificio de sus pobladores. Una impecable fotografía y una música acorde con el relato suman a esta producción el necesario y cálido ambiente que el realizador se propuso para su no fácil tarea.
Un relato conocido, teñido de espectacularidad visual Nuevamente las sangrientas luchas que tuvieron por escenario la antigua Grecia son aquí el eje central de esta historia que, en 3D, adquiere la grandiosidad de sus escenarios y de sus batallas. Aquí es el brutal y sangriento rey Hiperión quien, al frente de su ejército, declarará la guerra a la humanidad en su alocada búsqueda del arco Epiro, un arma legendaria creada por Ares, el dios de las más furiosas contiendas, cuyo hallazgo le permitirá liberar al resto de los malignos titones y vengarse de aquellos que, en su momento, provocaron su caída. De conformidad con las antiguas leyes, los dioses no son capaces de tomar partido en esa guerra entre Hiperión y la humanidad, y será el joven Teseo quien tratará de detener el inexorable avance del malévolo rey en su tarea por conquistar el mundo. Teseo, que había jurado vengar a su madre muerta en uno de los ataques de ese sanguinario rey, pide consejo a una bella sacerdotisa que ante las perturbadoras visiones del futuro del joven, se convence de que sólo él podrá detener la terrible destrucción de la humanidad. Así, con su ayuda, Teseo y un pequeño grupo de hombres asumen sus destinos en una desesperada batalla por el futuro de aquellos que fueron los seres más castigados por Hiperión. Como en la totalidad de estas tramas en las que el bien deberá luchar contra el mal en remotas épocas, Inmortales no presenta demasiados elementos originales, aunque el guión está aquí estructurado sobre la base de enormes escenografías y efectos especiales, sumado a las impecables escenas de guerra, más el entramado entre la lucha del malvado rey (un impecable Mickey Rourke) y de ese muchacho siempre dispuesto a ponerse el frente de esos improvisados soldados que lucharán con denuedo para que el mundo no se convierta en un caos. El director Tarsem Singh supo mover con destreza las piezas de esta audaz aventura que mezcla traición, venganza y destino, y así el film no pierde interés a medida que los dos protagonistas se enfrentan en una lucha final que hablará de sacrificio y de férrea voluntad. Los productores (los mismos de la recordada 300) no escatimaron dólares para reconstruir esos monumentales castillos y esas sombrías montañas, y así el relato va tomando consistencia apoyado por el esfuerzo de esa aventura que, en definitiva, va en busca de Teseo, ese héroe que nunca deja de luchar por la justicia y la libertad. Henry Cavill y Freida Pinto completan con vigor la plana mayor del elenco de este relato que, sin duda, entretendrá sobre la base de su armónica concepción y de la brillantez de sus enormes escenarios.
Un original thriller que narra una anécdota sencilla dentro de una trama compleja Un día miércoles de un año cualquiera, una amplia mansión ubicada en un pequeño pueblo se ve alterada por la llegada de la policía. Dentro de esa casa vivía doña Rosa -una mujer casada con don Jaime, un hombre extraño y poderoso-, que aparece muerta en uno de los rincones del espacioso vestíbulo. Un subcomisario se hará cargo del caso y comenzará por indagar a los vecinos del lugar, y así empezará a comprender que un hombre solitario y misterioso, y un jardinero de mirada torva podrían ser responsables de ese aparente asesinato. Sobre la base de este eje la historia retrocede en el tiempo y saldrán a la luz muchos secretos bien guardados, entre ellos el oculto romance del subcomisario y de doña Rosa, y las idas y venidas de esos dos individuos que, aparentemente, tenían algunas razones para sindicarlos como culpables del homicidio. El film transita por una propuesta estética y narrativa que va construyendo su relato desde los puntos de vista de los diversos personajes. El director José Glusman, también coautor del guión, decidió con este film internarse en el thriller, género al que muy pocas veces acude la cinematografía nacional, y así logró una propuesta que se va armando y desarmando como un conflictivo puzzle del que irán surgiendo las encarnaduras de esos individuos que, cada uno a su manera, tenían razones para deshacerse de la mujer. Por momentos el relato cae en una serie de conflictivas situaciones que exigen del espectador una atenta mirada para descubrir todas y cada una de las circunstancias que conducirán a un final inesperado, y así el entramado va tomando consistencia frente a esos personajes, fundamentalmente el taciturno vecino y el jardinero, que siente despedazarse su pequeño mundo. Mientras tanto el subcomisario -un muy buen trabajo de Gabriel Goity- tratará por su parte de reunir todas esas piezas para intentar responder a las muchas preguntas que surgirán. Con originalidad y un logrado suspenso, el realizador cumplió su tarea dentro de un clima por momentos opresivo que recorre el pasado y vuelve al presente; elementos que hacen del film una historia que va cobrando interés hasta sus últimas y decisivas escenas. Gigí Ruá, Mauricio Dayub, Pompeyo Audivert y Héctor Bidonde completan con acierto el elenco, mientras que los rubros técnicos, fundamentalmente la fotografía y la música, aportaron valor a este thriller pueblerino que narra una anécdota sencilla dentro de una trama compleja.
Una historia que permite reflexionar sobre cómo percibimos nuestras vidas No siempre lo que se vive puede dejar íntimamente satisfecho a aquellos hombres que parecen tenerlo todo para ser felices. A los 40 años, Javier tiene una esposa que lo ama y un buen pasar económico, pero de manera recurrente sueña con otra vida, con conocer lugares soñados. Por su parte, Biguá, un trabajador portuario, espera un hijo de su joven novia y se embarca a alta mar para dejar flotando en su cabeza sueños y emociones que no había conocido antes. Un día, ambas historias coinciden como en un sueño mágico y misterioso, sacudiendo los cimientos de sus destinos. Esos dos hombres buscan, en definitiva, la manera de ser otros. El director Alejo H. Taube logró, con un guión que le pertenece, radiografiar tanto a Javier, que parece haberse convertido en el hombre de mar que siempre deseó, como a Biguá, ese ser que deja transitar su melancolía entre las encrespadas aguas. La trama va encaminándose hacia un viaje emotivo y permite guiar a través de la vida imaginada de esos dos hombres tan iguales como diferentes. Si por momentos el relato cae en cierta confusión, no por ello sus dos protagonistas, encarnados con indudable calidad por Rafael Spregelburd, retratan esas existencias que son, en definitiva, la necesidad de hallar cada uno de ellos su ansiado destino. En este, su segundo largometraje -el primero fue Una de dos-, Taube supo conciliar lo cotidiano con lo onírico y pudo hallar así un film que permite recapacitar acerca de la necesidad de buscar más allá de la realidad esos íntimos deseos de ser otro y de hallar en su nueva personalidad lo que ambos siempre, y muy dentro de sí, necesitaban para proseguir su camino en el mundo. Impecable en sus rubros técnicos -una excelente fotografía y una música que apuntala el clima de la historia- Agua y sal es un film tan atípico como fascinante al que se le deben sumar los muy buenos trabajos, además del protagónico, de Mia Maestro, de Paloma Contreras y de Daniel Cúparo, convirtiéndolo así en una anécdota que relata el misterio de la vida y de la muerte, así como el deseo de trascender y mantener vivo un sueño a pesar de la naturaleza efímera de nuestra existencia.
Terror, suspenso y una elevada cuota de sadismo son los principales elementos en los que el director Eduardo Spagnuolo se basó para esta historia que tiene como principal protagonista a Patricio Podestá, un exitoso hombre de televisión cuya vida se ve trucada cuando, al tomar con su auto un camino equivocado, es asaltado por un encapuchado. El delincuente lo reconoce y en lugar de robarle, lo veja impiadosamente. Desde ese momento esa máscara sonriente que ocultaba el rostro del ladrón persigue sin cesar a Patricio, quien al mismo tiempo se convierte en eje de un conductor de chismes televisivos que hurga en los pliegues de su vida y parece descubrir su más íntimo secreto. La víctima del delito, ya casi al borde de la locura, se encierra en un búnker tecnológico que le ofrece la empresa para la que trabaja y Patricio cree estar en un mundo seguro, sin interferencias humanas, pero todo a su alrededor se convierte en una pesadilla en la que el alcohol y las drogas le servirán para tratar de salir de ese pesadillesco micromundo. El film cae en la permanente exageración, en un entramado que por momentos se hace muy difícil de seguir y en una serie de situaciones alucinantes que ponen al protagonista -un esforzado trabajo de Carlos Belloso- en la obligación de representar a un individuo muy poco creíble. También los personajes que lo rodean caen mucho más en la caricatura que en la dramaticidad, ya que tanto la actuación de Antonio Birabent como la de Carla Crespo no logran apoyar esta historia bizarra que pretende acudir a lo terrorífico pero que apenas se sostiene sobre la base de una intención que pocas veces consigue atrapar al espectador. Poco es lo que queda para rescatar de esta alocada aventura, y ese poco se da en la buena fotografía y en una música que le otorga el adecuado clima al relato. Lo que no es mucho para que el film interese como ejemplo de ese horror que la cinematografía norteamericana realizó, dentro de la clase B, durante muchos años.
Gonzalo es un joven escritor y periodista nacido en la Argentina y criado en España que decide volver al país para terminar de escribir una novela acerca de sus padres, torturados y asesinados durante la dictadura militar y también para lograr, ambiguamente, vengarse de los asesinos de aquellos. Con esos propósitos se instala en un pequeño pueblo de las afueras de Buenos Aires donde es recibido por unos parientes que entenderán sus intenciones, aunque tratarán de hacerlo olvidar de aquellos años de horror, cuando él era un niño y observó el trágico fin de sus padres. Al paso cansino de su caballo, Gonzalo conocerá a un estanciero hosco y a la hija de éste, y ambos comenzarán a vivir un apasionado romance. El escritor, sin embargo, no cejará en su intento de averiguar el destino de sus mayores y dialogará con Marta, esa muchacha que ahora halló a su amor y parece feliz en su entorno familiar. De esas conversaciones le surgirán a ella las dudas de que quienes son aparentemente sus padres podrían ser, en realidad, aquellos que la adoptaron cuando fue separada de sus progenitores y llevada por ese hombre que, en aquellos tiempos, había sido uno de los verdugos de numerosos desaparecidos. Las dudas de Marta crecen y, en un viaje a Buenos Aires, va a la institución de las Abuelas de Plaza de Mayo para tratar de averiguar su origen mientras Gonzalo va descubriendo en aquel torturador a uno de los asesinos de sus familiares. La historia se desarrolla sobre una base algo artificiosa. Una serie de personajes, muchos de ellos concebidos con trazos demasiado simples, rodean a esa pareja que aúna sus esfuerzos para desentrañar su verdadera identidad. En su cuarto largometraje, Víctor Jorge Ruiz quedó a mitad de camino entre una trama de amor, una necesidad de venganza y ese esfuerzo de definir la identidad de los descendientes de los desaparecidos. Se destacan los trabajos de Arturo Bonín, Katja Alemann y Eugenio Roig.
Historias de aquellos que deciden abrazar una nueva religión La novel directora Matilde Michanie transita con este documental por una serie de hombres y mujeres que se disponen a elegir al pueblo judío como propio, cada uno con una razón y un fundamento que conviven con contradicciones reales o aparentes. Film coral, quienes deciden abrazar el judaísmo como una nueva forma de vida explican sus propósitos de integrarse a una comunidad muchas veces perseguida. Saben que el judaísmo no es proselitista, no busca adeptos, es un desafío, una prueba de enorme resistencia y recuerdan al escritor Sholem Aleijem cuando afirmó lo difícil que era ser judío. Cada uno de esos hombres y mujeres posee sólidos argumentos y los relata frente a una cámara que por momentos recorre con indudable pericia y colorido calles porteñas y lugares sagrados contando cómo adoptaron otras costumbres, otros modos de comportamiento, otras formas de exponerse frente a quienes no comprenden del todo esa decisión. El documental puede abrir alguna puerta a la polémica, pero quienes aquí aparecen poseen sus razones para que el ser judíos se transforme en una nueva forma de expresión, de pensamiento y de igualdad de derechos y obligaciones. La realizadora logró con este documental insertarse en los pensamientos de esos personajes aparentemente tan disímiles entre sí que finalmente se verán unidos por iguales pensamientos. Judíos por elección, pues, queda como el relato de ese grupo de buscadores empeñados en vivir la dificultad de su elección y de tratar de trascenderla.
Un film que pone el foco en los engaños en el matrimonio La relación matrimonial entre Joanna y Michael se desliza por los más románticos caminos de la felicidad. Ella es una mujer completamente dedicada a su hogar, y él, un activo hombre de negocios que viaja sin cesar entre Nueva York y los puntos más insólitos del mundo. Jóvenes y ricos, nada parece alterar esa vida cotidiana que los une, pero sin embargo esa existencia tiene algunos riesgos, ya que cuando Michael deberá hacer un viaje de una noche, acompañado por Laura, una bella y seductora compañera de trabajo, el lazo que une al hombre con su esposa amenazará con romperse. Entretanto, Joanna, que había quedado en Nueva York, se encuentra de improviso con Alex, un apuesto francés con el que tiempo atrás había vivido una apasionada aventura. Así, cada cual por su lado, intentan impedir que la infidelidad los traicione y, llevando al extremo los límites de sus respectivas relaciones, tomarán decisiones que pueden tener inesperadas consecuencias. La tentación es muy grande tanto para Michael, que procura mantenerse alejado de su sensual acompañante, como para Joanna, quien recuerda aquellos viejos tiempos en que ella y Alex vivieron horas de ardiente pasión. La historia recorre así el camino por el cual durante una sola noche el feliz lazo matrimonial puede transformarse en una sucesión de engaños que pondrá en duda aquella felicidad que nada parecía empañar. La directora Massy Tadjedin, guionista de varios films, entre ellos Leo y Regresiones de un hombre muerto , se coloca por primera vez tras una cámara, y sobre un relato que le pertenece logró un film que no sólo habla de la infidelidad sino que se detiene, con indudable habilidad, en radiografiar a esos cuatro protagonistas que, cada cual a su manera, no pueden sucumbir a la tentación del sexo. Keira Knightley, nominada en 2006 al Oscar por su labor en Orgullo y prejuicio , aporta su indudable pericia para encarnar a esa mujer que trata de no engañar a su marido; en tanto que Sam Worthington, héroe del film Avatar , tratará por su lado de convertir su atracción por Laura (un muy buen trabajo de Eva Mendes) en algo pasajero. Los rubros técnicos apoyaron con acierto este relato que habla de cómo los engaños pueden, en una noche, destruir todo un sólido andamiaje matrimonial.
Alberto de Mendoza protagoniza este film sobre los oscuros secretos de una familia Secretos y mentiras pueden instalarse en una familia y hacer estallar la cotidianidad hacia un fatal desenlace. En uno de esos hogares viven la pequeña Bárbara; su madre, Laura, y su abuelo Ernesto. El hombre es de apariencia formal y posee un autoritarismo que cae sobre el resto de su familia, y sobre todo de Bárbara, una niña de aspecto triste con poca concentración en su labor escolar y siempre temerosa ante cualquier situación de violencia. Poco es lo que puede hacer la sumisa Laura para que su hija despierte de ese micromundo que parece agobiarla. Sin embargo las actitudes de la niña no pasarán desapercibidas para su maestra y, sobre todo, para Sara, la psicopedagoga de la escuela, quien tratará de descifrar ese misterio que diariamente observa en Bárbara. La historia girará constantemente en torno de esos personajes, pero se centrará en Bárbara, que en sus dibujos repite sistemáticamente la figura de una niña que va perdiendo su rostro. ¿Cuál es el motivo de su conducta? ¿Por qué siente un profundo rechazo cuando algún hombre desea acariciarle tiernamente la cabeza? ¿Qué siniestros fantasmas rondan por su habitación? Estas y otras son las preguntas que desvelan a Sara. El director y coguionista Miguel Angel Rocca supo insuflar a la laberíntica trama una gran sutileza y dotar a este entramado de un aire de misterio. Poco a poco las charlas entre Bárbara y Sara comenzarán a revelar la oscura verdad que se esconde dentro de esa familia. Alberto de Mendoza, como ese abuelo de mirada altiva, realiza un muy buen trabajo de composición, en tanto que las labores de Malena Solda, de Carlos Belloso, de Analía Couceyro y de Norman Briski apuntalan eficazmente la anécdota. Pero sin duda es la labor de la niña Ailén Guerrero la que sobresale en esta madeja que permite una gran diversidad de comprensiones, lo que por momentos hace del film un producto de nada fácil digestión. Impecable en su fotografía y en su música, La mala verdad es, sin duda, un film para pensarlo con calma y para radiografiarlo con los ojos del alma.