Dulce intimidad Marco Berger (Taekwondo, Mariposa, Hawaii) construye una historia de amor entre dos hombres que resulta ser tan apasionante como desgarradora. Un solo gesto, una sola mirada, basta para descubrir que es lo que hay más allá de lo que se expone. Si bien la premisa indica que un hombre comienza a compartir su piso con otro hombre, Un rubio (2019), el nuevo film de Berger transcurre desde el corazón, dejando de lado cualquier ambición de construcción técnica. Su relato es potente y arriesgado. Sus escenas son descarnadas. Estos hombres comienzan a jugar entre ellos y, lo que en su momento parecía un simple divertimento, la piel, el goce y el despoje de prejuicios comienzan a salir a la luz. Tan simple como efectivo, Un rubio es una historia necesaria en tiempos modernos. Dando una simple lectura, parecería que los dos protagonistas se ubican en extremos opuestos. Juan (Alfonso Barón) es mujeriego y da indicios de su orgullo viril. El otro, Gabriel (Gastón Re), quién le da el título a la obra, es viudo y se muestra serio, tranquilo y reservado. La relación que nace entre ellos está conducida por un camino de fuego que invade la pantalla. Allí la química. Allí la voluntad para que se animen. Honesta, arriesgada y sorprendente, Un rubio no es una película para todo tipo de personas. Para verla debés alejarte del convencionalismo y dejarte llevar por la pasión. Un solo gesto te hará comprender todo aquello que hay más allá de lo que reluce.
El refugio Hilary Swank brilla en esta desgarradora película donde toda una familia debe reencontrarse para combatir con amor a la enfermedad. A veces el uso de problemas psicológicos en las historias termina decayendo en un cliché. Sin centralizarse en esa enfermedad ni en cómo termina afectando a toda la familia, estos dilemas resultan maquillaje absurdo para condimentar sin gusto. Este no es para nada el caso de Lo que fuimos (What They Had, 2018). Acá estamos en presencia de una película poderosa, contundente, que de a poco va desnudando sus intenciones y te envuelve para que contengas las lágrimas. En esta ópera prima de Elizabeth Chomko, la cual habrá que seguir bien de cerca sus próximos pasos, todo se desencadena con un escape. Ruth, interpretado con calidez por Blythe Danner, la madre con cierto desequilibrio mental, sale corriendo bajo una tormenta de nieve y su marido, un conmovedor Robert Forster, descubre su ausencia y va por ella. A partir de ese momento, cada miembro de la familia, la cual denota distancia, regresa a compartir momentos y decisiones con el fin de cuidar de la mejor manera a la damnificada. Volver a acercar los mejores recuerdos y recurrir al amor como ese puente que lo une todo son los vehículos para encontrar el rumbo. Todo se desencadenó con un escape, un escape a lo que fuimos. La actriz de Million Dollar Baby (2004) brinda su mejor actuación en los últimos años. Hilary Swank se luce minuto a minuto y logra verdad. Su personaje se encuentra desbordado: la enfermedad de su madre avanzó, su matrimonio no funciona y su hija no la soporta. Volver a su hogar, a su infancia, la reconcilia con sus pasiones. Volver a ver a su hermano, el siempre correcto Michael Shannon, la reconcilia con su sonrisa. Sonrisas y lágrimas. Amores y dolores. Refugios y miedos. La vida está repleta de esos pasos agridulces. Lo que fuimos despliega belleza al cuidar a cada personaje y no atemorizarse por su núcleo narrativo. La obra va a fondo con la historia de una familia que debe reencontrarse con el amor. Y, si algo resalta escena tras escena, es ese amor con el cual cada detalle está tratado. Eso, por más enfermedad que exista, puede contra todo.
Pasión, bombo y ciencia A una legua (2019) combina diversas temáticas para sacar a la luz una historia que vale la pena conocer. Llega un documental donde queda demostrado que la ciencia y la tecnología llega a los terrenos más tradicionales. Un eco-bombo, instrumento realizado a través de un bidón de agua, se hace presente en las primeras escenas. Y eso no es casual. A partir de allí tenemos una imagen inicial de que tanto la evolución de la sociedad como el cuidado ambiental son necesarios y deben dirigirse hacia el mismo rumbo. El folclore, ritmo musical de nuestras tierras, no pasa desapercibido en esta ecuación y esto es para festejar. Una figura realza y protagoniza cada trayecto emprendido vociferando su pasión y su innovación. Camilo Carabajal, músico que expide talento a lo largo de la obra, es el personaje que da origen y fundamento a A una legua. A través de distintas charlas con diferentes emblemas del folclore, Carabajal ejerce como una especie de profeta de su arte, dónde no quedarán al margen las sorpresas en la cotidianidad y los grandes hallazgos científicos. Acompañado por bellísimos paisajes que exploran al territorio argentino, este documental dirigido por Andrea Krujosky acierta desde el vamos gracias a la distinta combinación de factores a tratar, pero sin perder de lado su objetivo. La ciencia, la tecnología y la cultura están atravesadas por la música, la cual funciona como el motor de los sueños de Carabajal. La pluralidad de voces, la emoción a flor de piel y las raíces como estandarte son razones más que suficiente por las que hay que apreciar a A una legua. En tiempos donde la tecnología y la ciencia pueden resultar perjudiciales al emplearlas sin conciencia, esta obra nos muestra una historia donde vemos que no todo está perdido cuando existen buenas intenciones. La pasión y los sueños van de la mano y los avances tecnológicos/científicos nos deberían ayudar a que todo sea posible, incluso el cuidado del medioambiente.
La fuerza del engaño No todo en la vida es color de rosa. Un amor imposible (Un amour imposible, 2018) es una película francesa que se encarga de exponer el lado amargo de la vida. No se dejen engañar. Un amor imposible no es un film romántico como quizás su cartel o título nos quiere mostrar. Allí pareciera que una pareja pretende estar junta, pero algo se lo impide. Hasta uno se la podría imaginar como una especie de feel good movie de época en tierras francesas. Pero no. Un amor imposible es una historia que transcurre durante 33 años sobre una joven que conoce a un chico pero que, luego de comenzar su relación y estar a la espera de un hijo, todo se vuelve tormentoso. No se dejen engañar. Uno se podría imaginar que los dos protagonistas del film, tal y como dice el póster, son Virginie Efira y Niels Schneider. Pero esto no es así. La historia está narrada en off por la hija en común de ambos (Chantal). Ella es la víctima de todo esto y de la puja del desamor. Es quien, en sus distintas etapas, carga de emoción a la obra. Chantal, a lo largo de los años, magnifica lo que transcurre al estar lejos de su padre. Sus escenas están en el punto ideal: no exterioriza toda su personalidad y te invita a la reflexión. No se dejen engañar. Un amor imposible no solo es una sorpresa por lo mencionado anteriormente. El film francés dirigido por Catherine Corsini encuentra en sus más de 130 minutos una entretenida mirada sobre la vida, el amor, el romanticismo, el abuso, el machismo y la psiquis de una hija con padres separados. Contundente en escenas donde el llanto se hace eco de la trama, y orgullosa a la hora de mostrar la resignación de cada protagonista, la película funciona como la cuota dramática necesaria para dejarte pensativo sobre las relaciones humanas. Déjense engañar. Un amor imposible es una propuesta que se potencia aún más gracias a la tensión dramática que fluye, te envuelve y te sorprende.
Hospedando al dolor La visita (2019), documental de Jorge Leandro Colás (Barrefondo), se presenta en la Competencia Oficial Argentina del [21] BAFICI y nos ofrece su punto de vista sobre la llegada de familiares de presos del complejo penitenciario ubicado en el pueblo de Sierra Chica. Un cúmulo de misteriosas historias son aquellas que atesora este documental, pero que no las expone. Las mismas están latentes, no florecen a la superficie. Más de quinientas mujeres, y algunos que otros hombres, viajan con la expectativa de reencontrarse con sus familiares. En dichas personas se concibe una carga de emotividad, de realidad e ilusión, profundizada por los bajos recursos a los cuales pueden acceder. La visita no excava en cada historia, si no que se encarga de exponer las reacciones de los residentes de este pequeño pueblo ubicado en la localidad de Olavarría de la provincia de Buenos Aires. Esta es una particular forma de mostrar qué es lo que sucede ante un lugar convulsionado por estas llegadas. El panorama va desde señoras que ofrecen hospedaje hasta un almacenero que distiende al cliente con un raro sentido del humor. Jorge Leandro Colás logra sostener un clima sereno, de espera, de arribo de seres con una mochila pesada, pero decae en la decisión de no intentar sumergirse aún más en esas historias. Si bien por momentos lo intenta, con alguna que otra declaración, el pueblo termina siendo el verdadero protagonista y uno se queda con ganas de saber qué vidas se esconden detrás de esas familias que se agolpan a la espera de poder ver a su ser querido. La desesperación grupal se muestra desde planos abiertos y hasta posibilita que nos aproximemos a la inocente mirada de un niño. Si bien no cuenta con la profundidad de Parador Retiro (2008), primer largometraje de Colás donde se mostraba la llegada de una población sin techo a una posada de cemento y chapa, La visita es una nueva incursión del director a la hora de retratar sucesos que nos rodean y que quizás no tenemos conocimiento. Aunque no podamos abrir la puerta y penetrar en los sentimientos de las familias, su acierto radica en su falsa apariencia de superficialidad. Cuando parecería que nada sucede, la obra nos aloja como testigos preferenciales de estos arribos y nos convierte en todo un visitante más.
Historias de rock Todos los jueves de mayo a las 21 horas en el Centro Cultural de la Cooperación se proyectará Los Periféricos, documental realizado de manera colectiva por ocho realizadores que se encargará de hacernos llegar seis historias de rock que, hasta el momento, permanecían a la sombra. El rock argentino es una máquina de generar historias. Son tantas las proezas que surgen, tantos los protagonistas que forman parte de la historia oficial del rock nacional, que deben ser aún más aquellos intérpretes que se mantuvieron al margen. Los Periféricos agrupa seis de estas historias para demostrar que también existen maravillosos personajes fuera de lo que está escrito o, mejor dicho, de lo que está escuchado. El documental está realizado de manera colectiva por ocho directores relacionados de manera íntegra por el género musical abocado. Juan Riggirozzi (Ellos son, Los Violadores), Iván Wolovik (Transformación), Tomás Makaji (Desacato a la autoridad, relatos de punks en Argentina 1983-1988 (Capítulo 1)), Luis Hitoshi Díaz (Héroxs del 88), Gonzalo Hernández (Héroxs del 88), Gabriel Patrono (Blues de los plomos), Lautaro Aledda y Pablo Arias Ulloa se encargan de dirigir este film logrando recorrer de manera sincera distintas maneras de vida a lo largo de seis décadas con el rock siempre como eje. Con una excelente dinámica que parecería estar atada al mencionado ritmo musical, cada historia emerge a la superficie y es inevitable la empatía con el espectador. La atracción por cada uno de los relatos que retratan Los Periféricos requiere de investigación y explora de forma eficiente el amor por el rock. Si bien cada vivencia está atravesada por este género, las mismas son diferentes entre sí. Algunas de ellas invitan a la reflexión a través de debates, otras nos exponen a históricos artistas muy queridos en sus barrios y otras hasta nos colocan como un invitado de lujo en un espacio que atesora los mejores recuerdos de guitarras y baterías. Cada historia cuenta de propia personalidad y eso lo convierte en un documental muy necesario de recorrer de forma completa, pese a estar compuesto de relatos independientes entre sí. Aquel mundo del rock que nos resulta conocido guarda otro lado que está oculto, el de historias que se mantuvieron al margen. Damos las gracias que un grupo de realizadores funcionen como nexo para conocer sensacionales personajes ya que, de otra forma, seguirían estando a la sombra para el común denominador de personas.
Tato no murió Un documental nos invita a profundizar en la vida de Tato Pavlovsky, exponente clave del teatro moderno argentino. "Hay que resistir" decía Eduardo Pavlovsky cuando el sistema lo iba dejando de lado. Muchas veces se aparta a aquel que expresa convicciones a través del arte. Tato no era indiferente a eso y, conociendo el riesgo, lo afrontaba. Es que era inevitable, era parte de su identidad. Pavlovsky estaba atravesado por cada una de sus pasiones: el teatro, la medicina, el boxeo y la política. No podía hacer una sola cosa sin poder combinar las otras. Miguel Mirra (La cooperativa) nos acerca un retrato conciso y necesario sobre la vida de un pionero teatral. Sin dejar de lado cada faceta del actor, el director mezcla declaraciones del protagonista, interpretaciones teatrales ('Variaciones", obra de su propia autoría) y entrevistas a aquellos que formaron parte de su vida. "Tato Pavlovsky era un hombre pleno" es una cita que resalta durante la obra. Su pasión en cada actividad denotaba su entrega. Tato era un médico intelectual envuelto en una sinergia de pasiones. Eduardo Pavlovsky, Resistir Cholo (2018) nos expone un recorrido fenomenal sobre la vida/obra de un personaje clave del teatro abierto. Y decimos vida/obra porque es imposible separarlos en este dramaturgo. Él era psiquiatra y llevaba a terrenos del teatro esos conocimientos en medicina y la psiquis humana. Él era socialista y también plasmaba esa ideología a sus obras. Ellas estaban atravesadas política y socialmente. A Tato el teatro lo salvó, como salva el arte a más de uno. Encontrar un lugar para expresarse es liberador. Entonces, ¿qué significaba "resistir" para Tato? Resistir era reinventarse, recuperar la mística del teatro. Resistir era estar firme frente al sistema: no te prohíbe, pero sí te omite. Resistir era recuperar la identidad cultural. Siguiendo esta representación de la palabra "resistir", hoy más que nunca nos damos cuenta que Tato no murió. Él está vivo: resistir es lo que debe prevalecer en cada uno de nosotros al expresar arte en los tiempos actuales.
Un viaje a la infancia Dumbo (2019), una de las películas de Disney más esperadas del año, llega con todos los condimentos para hacernos volar en familia: los mejores efectos especiales, un reparto acorde al producto y la mano de un grande como Tim Burton (El joven manos de tijera). Desde que empezaron a llegar novedades sobre el plan de una versión live action acerca de la historia del pequeño elefante de orejas grandes, las repercusiones mediante redes sociales fueron instantáneas. A medida que se iban confirmando los diversos rostros del proyecto, el entusiasmo se potenció. Tim Burton, Colin Farrell (La langosta), Eva Green (Miss Peregrine y los niños peculiares), Michael Keaton (Beetlejuice) y Danny DeVito (Batman vuelve) son artífices de una película que cumple con sus expectativas. Dumbo es emocionante y logra sacar a la luz nuestro niño interior. Su versión animada, estrenada en 1941 – antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial -, resultó ser la película más exitosa de Disney de la década de 1940. Hoy, 78 años después, el largometraje sobre un elefante antropomórfico que es ridiculizado por sus grandes orejas, mantiene su esencia, pero con un agregado que funciona como acierto: la profundización de aquellos valores necesarios en la actualidad. La discriminación, el maltrato animal, la libertad y la unión familiar se hacen presentes en este estreno que no duda a la hora de sumergirte en una historia que desborda belleza. Dumbo, el animal, es un elefante que vuela con sus orejas. Dumbo, la película, es una obra que también vuela, invitándonos a soñar y fantasear gracias a la magia del cine. Tim Burton vuelve a trabajar con Disney luego de Alicia en el país de las maravillas (Alice in Wonderland, 2010) y Frankenweenie (2012) y otra vez su estilo inconfundible, aunque ahora en menor medida, sale a la luz. El director vuelve a confiar en personajes extravagantes (los miembros del circo), recurre a payasos (el pequeño elefante aparece en un momento pintado como un payaso/bombero) y combina una gama de colores siniestros (negros, grises y rojos) con fantásticos (blanco en contraste de colores primarios). El reparto estelar que rodea al personaje del título es el atinado. Ellos parecerían concebir a la perfección que, pese a sus nombres, la verdadera estrella es el pequeño animal. Cabe mencionar el destaque de Danny DeVito como Max Medici, el dueño del circo en donde nace Dumbo. Si bien el actor de Matilda (1996) participó de manera secundaria en alguna que otra película durante los últimos años, en este film de Disney el humor lo tiene como protagonista. DeVito comprende todo a la hora de hacer reír al público. Su regreso significa un triunfo para la comedia. Disney cada vez entiende más la manera de entretener al público y, lejos de dormirse en los laureles, sus obras se actualizan. Este largometraje es el plan ideal para disfrutar en familia. Dumbo es un viaje tierno, de un despliegue técnico admirable y repleto de emociones, que en ningún momento deja de lado la mirada crítica sobre el mundo. “Cualquier persona con ambiciones artísticas intenta siempre reconectar con la forma en que veía las cosas cuando era niño”, dijo una vez Tim Burton. Con Dumbo ese reencuentro resulta inmediato.
Ser humano, ser egoísta Lobos (2019), séptima película del director Rodolfo Durán (Cuando yo te vuelva a ver), llega a las salas con tres importantes condimentos: delincuencia familiar, corrupción policial y puja por el poder. El egoísmo, la esencia del hombre. Una familia, cuyos problemas económicos comienzan a ser una preocupación, decide recurrir a la herramienta de un pasado tormentoso: delitos para satisfacer la actualidad financiera. El líder de la familia Nieto (Daniel Fanego) encabeza una banda de delincuentes donde su yerno Boris (Alberto Ajaka) es su mano derecha. Marcelo (Luciano Cáceres), su hijo, durante su juventud era miembro de este grupo, pero optó por encasillar su vida. Ahora, como personal de seguridad privada, disfruta de un empleo honrado. Hasta que un día todo se descontrola: la banda comandada por su padre ingresa a robar a una casa que él tiene que custodiar. Lobos es una obra que reúne los requisitos fundamentales de un buen policial oscuro. Envuelto en una trama familiar desconcertante, dónde no se precita en explicar la existencia del bien y el mal, el film explora de manera curiosa esta faceta. Fanego se destaca como el cabecilla de la banda y tiene un trato diario con uno de los jefes policiales, interpretado por César Bordón. En primera instancia, uno de los miembros del conjunto sale de prisión y eso funciona como el disparador para que sea el ejecutor de un encargue. En segundo término, no está clara la vida que lleva en la actualidad Marcelo, pero de manera tacita se sugiere que sus días son rutinarios y alejados de momentos hoscos. En tercer lugar, la relación de él con su padre es el sustento de la historia: el grado de emotividad se da al abocar al pasado vivido y a cierto resentimiento de un presente que va por distintos caminos. El largometraje nos regala una fotografía espléndida y el reparto sabe lo que hace y el rol que cumple. Luciano Cáceres sigue demostrando que es uno de los mejores actores de su generación. Con un claro primer acto introductorio, un segundo acto plagado de acción y un tramo final que promete revanchismo, el film logra entretener. Queda a segundo plano que por momentos se aleje de la propuesta al profundizar en la otra subtrama familiar (Boris y su mujer), la cual no le brinda tanta relevancia a la más que interesante relación padre/hijo. Una historia sombría, dónde la corrupción policial y el individualismo están siempre presentes, y con momentos cruciales que hacen que la venganza sea fruto de las emociones, Lobos es un thriller policial que explora y describe de la mejor forma la parte oscura del hombre, la cual la sociedad fracasa en su corrección.
Venganza argenta Un sujeto decide vengarse de la invasión de supermercados chinos de la década de los noventa. ¿Cómo lleva a cabo esta idea? Instalando un local argentino en esas tierras asiáticas. Es normal hoy en día encontrar a un supermercado chino en el barrio. Moneda corriente y con ofertas mediante, estos tipos de negocios fueron un derrotero para los almacenes argentinos allá por la última etapa del siglo pasado. En lo principal, varios mercados de barrio sin tanto poder se vieron afectados y nos les quedó otra que continuar sus rumbos de otra manera. Con el paso de los años, y con la realidad aceptada, un film se plantea una especie de venganza. Facundo, interpretado por su también director Federico Marcello, cuyo padre fue uno de los principales damnificados, se dirigirá a China para abrir un supermercado con productos argentinos. Una premisa de suma atracción propone De Acá a la China, la cual desde su inicio deja bien en claro que lo que acontecerá será toda una travesía. Al ritmo de la cumbia y en medio de un asado familiar, se nos presenta el personaje principal, quien empaca sus pertenencias dispuesto a partir lejos de su hogar. Todo es convicción y desafío en sus gestos. A partir de allí el viaje es una cómica osadía sincera y deseada sobre un hombre que lo único que pretende es desquitarse. Pero la vida siempre te tiene preparada una sorpresa: un verdadero viaje interno. “No tengo cambio, te doy caramelos” es un comentario naturalizado en el almacén y que Facundo ejemplifica en el local denominado La Mano de Dios. Productos de nuestras tierras forman parte del paisaje: yerba, mate, dulce de leche, golosinas y más alimentos producidos acá. Y, si por si esto fuera poco para la identificación, el típico gatito de la fortuna que mueve su mano es reemplazado por uno con la cara de Maradona. Acompañado siempre de su aventurado amigo (Pablo Zapata), Facundo comienza a relacionarse con sujetos de la zona, iniciándose en la noche china, pero siempre con la idea de no involucrarse. Su objetivo es claro: vengarse y regresar. De Acá a la China es una película divertida que bien podría confundirse en primera instancia como una especie de documental (esa era la idea original del director). Filmada en su mayoría en el exterior y con los claros valores de pertenencia inculcados, el largometraje funciona de manera perfecta a la hora de entretener y emocionar. Sin embargo, el gran sustento del film es la clave. De Acá a la China nos hace sentir identificados. Es inevitable caer en el hecho de muchas veces odiar a aquel invade. Ahí está el error, el no conocer y desestimar al sujeto que viene. Sin dudas, su historia es representativa. Todos somos iguales, todos seres humanos, sea de la cultura que sea.