Sobre afectos, penas y esperanzas El ambiente árido del Este de la Patagonia, el clima irascible, sus silencios, distancias y vacíos, son el reflejo del ser de Eduardo. Se trata del protagonista de la nueva película de Juan Taratuto, un director que ha mostrado en su filmografía un interés peculiar por los vínculos afectivos, que hasta el momento ha desarrollado a manera de comedia, con las efectivas No sos vos, soy yo y Un novio para mi mujer. La cinta de hoy, La reconstrucción , vira de género aunque no de eje. A modo de drama, vuelve a indagar en el amor, la amistad; lo ganado, lo perdido; lo que la vida da y quita, y la contínua necesidad del ser humano de capitalizar, madurar y seguir construyendo desde la experiencia. Sí varían en forma drástica las circunstancias y Eduardo (Diego Peretti) parece no tener nada que construir, excepto aquello que hace a su labor como ingeniero de planta de una petrolera en Río Grande. Sus movimientos se limitan a lo justo y necesario para cumplir con la tarea para la que fue contratado. Habla poco y nada. Come de lo que caza y su casa tiene el aspecto de un reducto marginal, que no condice con la posición que ocupa. Tiene la actitud de un inadaptado, y no exactamente a sus expensas, y es un ser que genera en su entorno una dualidad de rechazo-apego, que el director, muy inteligentemente, logra trasladar a la platea, porque se trata de un personaje que molesta, pero intriga. Atrapa. La falta de compromiso de Eduardo con el otro se ve alterada ante el insistente llamado de Mario (Alfredo Casero), un amigo que lo convoca desde Ushuaia, para ayudarlo a apoyar a su mujer (Claudia Fontán) en un asunto personal. No se sabe bien por qué, Eduardo termina respondiendo y arriesgándose, en la realidad, lo que su amigo le anuncia en una frase: "esto es un viaje al pasado". Porque, en un tiempo --se irá descubriendo--, Eduardo tuvo una familia que compartió momentos felices con la de Mario; pero eso fue. ¿Cómo ese hombre que, se entiende, logró una educación universitaria de alto nivel y un futuro promisorio e ideal, llegó a ser quien es? ¿qué es lo que ve en él la gente que lo llama a compartir su mesa? Y, sobre todo, ¿por qué Mario cree en él para llamarlo a cumplir una misión que, hasta en el más agnóstico de los seres humanos, implica un acto de fe? El espectador debe entregarse a este relato que responde a partir de la pluralidad de elementos que ofrece el lenguaje cinematográfico, más allá de las actuaciones y las palabras. Respecto de las interpretaciones, Taratuto le puso a Peretti la carga de una película que funciona a partir de su más mínimo gesto, pero le dio el sostén de un elenco tan breve como sólido y de un guión que no se desluce en trivialidades. En un tono muy diferente del ensayado hasta el momento, el realizador demuestra que, como narrador, puede contar y conmover con historias personales y profundas, y trasladarle al cinéfilo la sensación de compartir una experiencia humana común. De hecho, Taratuto dedica esta película, en principio, a sus padres ya fallecidos, motivo de pena; y a continuación, a su mujer, la actriz y productora Cecilia Dopazo, y a los hijos de ambos, una prueba de la esperanza.
Buena idea sustentada en los efectos visuales El origen de esta historieta futurista fue una novela gráfica que el propio director Joseph Kosinski comenzó a escribir en 2005 para la editorial Radical Comics, cuando se mudó a Los Angeles. Curiosamente, la novela nunca se publicó. Fue adquirida por la factoría Disney, pero no la filmó y el proyecto lo asumieron los estudios Universal. La historia se desarrolla en el año 1077, después que una guerra atómica que destruyó el planeta Tierra. Ganamos la guerra, afirma el protagonista, pero al precio de la devastación y contaminación. Eso ocurrió en 2017 por causa de una invasión de alienígenas. El protagonista es el comandante Jack Harper (Cruise), uno de los pocos sobrevivientes, cuya misión es vigilar la Tierra y combatir a los aliens y enemigos conocidos como "carroñeros". Harper vive en una estación espacial, donde dispone de todas las comodidades, se moviliza con un aparato similar a un helicóptero, pero ultra veloz; responde a las órdenes de Sally, quien dirige las operaciones desde la Misión, una suerte de "gran hermano" estacionado en una de las lunas del planeta Saturno; y cuenta con el eficaz apoyo de naves robots denominadas "drones". El brioso Harper es asistido por la joven y bella Victoria, alias Vika (Riseborough), quien también es su amante. Ella se ocupa de las comunicaciones y de protegerlo en sus riesgosos regresos a la Tierra para la eventual reparación de los drones dañados por los enemigos. Esta primera parte de la película, la más agradable de ver, dura 45 minutos. En ese momento el relato sufre un quiebre. Eso ocurre cuando Harper descubre a una muchacha de nombre Julia (Kurylenko), cuyo apellido se conocerá hacia el final de la película. Julia se mantuvo en una estado de invernación durante sesenta años (se habla de "sueño delta") y a Harper le trae recuerdos de su vida anterior a la guerra nuclear. Luego Harper también se topa, en la Tierra, con integrantes de un grupo insurgente, fuertemente armado, liderado por Malcolm Beech (Freeman). La evolución de la historia se sostiene sobre la interacción del protagonista con esos personajes. En ese trajín, Harper --quien también oficia de narrador en off-- se interroga una y otra vez sobre su verdadera identidad, siempre obsesionado por recuerdos que no sabe de dónde provienen y tampoco alcanza a encasillar. Inclusive se podría hablar de un sujeto de doble personalidad. La película fue rodada en gran parte en fantásticos escenarios naturales de Islandia, fotografiada por el chileno Claudio Miranda (el mismo de Una aventura extraordinaria ), quien realiza un excelente trabajo. Pero el principal sustento son los efectos visuales digitalizados. El filme incluye todos los tópicos del cine de ciencia ficción y demuestra que la condición humana no se modifica a pesar de eventuales cataclismos. El director también reconoció influencias de 2001, odisea del espacio , de Stanley Kubrick; y Avatar, de James Cameron. Aunque es evidente que también vampirizó ideas de la obra de Philip K. Dick, como viene ocurriendo desde que su novela ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? le sirvió a Ridley Scott para realizar la inolvidable Blade Runner. Como es habitual en esta clase de filmes, las actuaciones pasan a segundo plano, aunque se puede decir que tanto Cruise como Freeman cumplen bien su cometido, cada uno con su perfil. Además, como sostenía Dick, el verdadero protagonista de una relato futurista es una idea y no un personaje. Aquí hay varias ideas y el convocado a descubrirlas es el espectador.
Una acumulación de barbaridades Es la remake de Diabólico (The evil dead , 1981), la ópera prima de Sam Raimi, que los fans del "cine pesadilla" y de terror convirtieron en "película de culto". Raimi escribió el guión de este nuevo esperpento fílmico y lo hizo con la colaboración de Rodo Sayagues Méndez y Diablo Cody. Y para dirigirlo, convocó al uruguayo Federico (Fede) Alvarez, cuyo único antecedente en el cine es un cortometraje de cinco minutos titulado ¡Ataque de pánico! , realizado mediante imágenes generadas por computadora. El director y los guionistas practicaron una relectura de la historia original, optaron por un desarrollo más atemporal y apelaron a los efectos visuales para acentuar la violencia física. Como en la versión original, cinco jóvenes deciden pasar unos días de vacaciones en una vieja cabaña situada en medio de un bosque. El propósito primario es lograr que uno de los personajes femeninos, de nombre Mia, abandone su adicción a las drogas. El grupo se completa con David, el hermano mayor de Mia, Eric, Olivia y Natalie. David arrastra un complejo de culpa por haber abandonado la casa y a su madre enferma, cuya atención quedó en manos de su hermana, que entonces era una niña. Apenas instalados, Eric descubre un libro titulado Natorum Demonto (El libro de los muertos ), que describe escenas demoníacas y advierte que pueden ocurrir nuevamente si se lee algunas de sus páginas. Pero a pesar de la advertencia, la curiosidad de Eric lo vence. Y allí comienza la más sangrienta y espantosa historia de terror del cine de todos los tiempos, mucho más repulsiva que La masacre de Texas , que hace algunos años nos entregó el norteamericano Tobe Hooper. Quienes osaron ver aquel filme, podrán hacerse una idea de lo que es este engendro titulado Posesión infernal. En lugar de articular y dosificar el suspenso a la manera clásica, el director procede por acumulación de barbaridades a cual más repugnante: disparos de clavos, escopetazos, mutilación de brazos, piernas y manos con sierra eléctrica, lluvia sanguinolenta y bocas que arrojan sangre a borbotones. Todo vale en estos tiempos posmodernos y de fronteras axiológicas borrosas. Alvarez lleva la historia hasta extremos alucinantes, que desafían los más elementales códigos de verosimilitud, con personajes que apenas resultan frágiles estereotipos, mal caracterizados y sometidos a un truculento crecendo grandguiñolesco. Hay dos preguntas que surgen espontáneas frente a tanto horror: ¿por qué y para qué se filman esta clase de películas? Y ¿por qué se los estrena con bombos y platillos, habiendo tantas buenas e inclusive excelentes películas que no llegan a las pantallas de los cines de nuestra ciudad?
Con el sello de Allen, sin ser lo mejor de su cosecha Esta séptima película "europea" de Woody Allen no está a la altura de, por ejemplo, Medianoche en París , pero lleva su inconfundible sello. En este caso rinde homenaje a Roma y también a los directores italianos admirados por él: Fellini, De Sica, Risi y Monicelli. El relato abre y cierra con Nel blu dipinto di blu , el famoso tema musical de Domenico Modugno. En el medio, narra cuatro historias en clave de comedia, en las que se pueden descubrir algunos matices de la cuentística de Bocaccio. Esas historias le permiten mostrar sitios emblemáticos de Roma como el Coliseo, Piazza Navona, Piazza di Spagna, la Fontana di Trevi, las termas de Caracalla, Via Veneto, Piazza Venecia, Trastevere, Piazza Mattei, Via del Corso y los jardines de Villa Borghese. En una de las historias, el arquitecto norteamericano John Foy se encuentra con un joven estudiante de su profesión, quien lo invita a recorrer el barrio de Trastevere, donde aquél vivió un año y se convierte en su ubicuo ángel guardián para evitar que repita los errores que él cometió. En otra historia, que también trata sobre la infidelidad y la hipocresía, una pareja de recién casados llega a Roma procedente de Pordenone para su luna de miel y el azar los separa. A él le llega la inesperada visita de una ramera interpretada por Penélope Cruz. Su esposa se pierde en las calles de Roma cuando sale del hotel a buscar una peluquería, llega a una plaza donde se está rodando una película y es seducida por un veterano actor de cine que ella admira. Pero las dos historias más hilarantes, mejor logradas, pero también las más sarcásticas son las interpretadas por Benigni y el propio Woody Allen, aquí en el papel de un director de orquesta retirado, llamado Jerry, quien equipara la jubilación con la muerte. Jerry, inevitablemente hipocondríaco, llega a Roma acompañado por su esposa Phyllis (Davis), quien es psiquiatra. Con ironía y muy suelto de cuerpo, le dice: "Vos que tenés contacto directo con Freud, decile que me devuelva mi dinero". En Roma, Jerry descubre en el dueño de una funeraria, encarnado por el gran tenor Fabio Armiliato, a un notable cantante de ópera, que lo hace bien sólo cuando se ducha. Jerry pretende realizar con él una dislocada puesta en escena de I pagliacci y convertirlo en luminaria lírica de los más grandes escenarios de Italia y de Roma, pero casi muere en el intento. Benigni interpreta a un humilde empleado a quien súbitamente la televisión transforma en una celebridad, sin que él entienda nunca las razones de su convocatoria y su consagración. A través de esta historia, Allen elabora una crítica feroz contra los paparazzi, los movileros y la televisión "carroñera", que contribuyen a alimentar lo que Vargas Llosa denomina "la civilización del espectáculo" y en el mundo del periodismo se conoce como infoentretenimiento. A Roma con amor es una de las películas más críticas de las realizadas por Allen en Europa. Registra una exquisita fotografía, mientras que la música, como es habitual en su cine, contribuye a crear climas o contrapuntear lo que muestran las imágenes.
Apenas una aproximación al genio Resulta difícil capturar en un filme de ficción la singular personalidad de Alfred Hitchcock, "el maestro del suspenso". El proyecto emprendido por Sacha Gervasi es apenas una aproximación al cineasta, a su relación con su esposa Alma Reville y al making off de la película Psicosis. Además, la interpretación casi caricaturesca de Anthony Hopkins tampoco contribuye a generar la adhesión de los espectadores. Un colega español afirmó que para "disfrutar de la actuación de Hopkins es mejor cerrar los ojos". Y no está muy equivocado. Gervasi fue el autor del guión de La terminal, de Steven Spielberg, y luego dirigió el documental Anvil. Hitchcock es su primer filme de ficción como director. Para ello recurrió a un libro de Stephen Rebello, quien inventó una vida privada de Hitchcock a partir de ciertos tópicos de su imagen pública como director. El lanzamiento del filme coincidió con el estreno en Estados Unidos de The girl , que indaga en la relación de Hitchcock con la actriz Tippi Hedren durante los rodajes de Los pájaros y Marnie. Hitchcock, quien en su vida real fue un notable histrión, dirigió 53 películas, desde El jardín del placer en 1925 hasta Trama macabra en 1975. El relato de Hitchcock comienza el 8 de julio de 1959, con una apoteótica aparición pública junto a Alma Reville, quien además fue su gran colaboradora. Algunos historiadores sostienen, inclusive, que su cine no habría sido posible sin ella. Casi inmediatamente después se obsesionó con Psycho , la novela de Robert Bloch, cuyo rodaje se concretó entre finales de noviembre de 1959 y los primeros días de enero de 1960. Como la Paramount le negó apoyo financiero, Hitchcock hipotecó su mansión en Los Angeles para producir Psicosis . Y para el rodaje recurrió básicamente a su equipo de trabajo de las series de televisión. El costo de Psicosis ascendió a 800 mil dólares, pero gracias a un contrato ventajoso, la película --la más famosa y exitosa de su carrera-- le proporcionó ganancias millonarias. Según el historiador Donald Spoto, "el legendario asesinato en la ducha cambió el curso de la historia de Hollywood". Psicosis es un thriller psicolócico que recoge una amalgama de conductas sexuales y posee un penetrante sentido de fatalidad y locura. Aunque los temas centrales son el rodaje de esa película y la relación de Hitchcock con Alma Revelle, la película también muestra su obsesión por las actrices rubias, sus caprichosos cambios de carácter y los celos por la amistad de su esposa con el guionista Whitfield Cook, que el director pretende equiparar con los que padece el protagonista de Psicosis. También se lo ve a Hitchcock afectado por pesadillas nocturnas, que incluye algunas apariciones del asesino serial Ed Gein, quien inspiró el libro de Robert Bloch. Una presencia clave en este filme es la de la actriz británica Helen Mirren como Alma Reville. En algunos escalones más abajo figuran Scarlett Johansson como Janet Leigh/Marion Crane, y Danny Huston como el "acosador" guionista Whitfield (Whit) Cooke.
¿Qué hacer ante la catástrofe? Es la ópera prima de Lorene Scafaria, quien hasta ahora trabajó como guionista en el cine y la televisión. Impensadamente la película cobró actualidad por lo ocurrido hace poco en Rusia, con la caída de un meteorito y sus consecuencias. En este caso el relato comienza con el anuncio, a través de los medios de comunicación, que un enorme asteroide de setenta millas de ancho caerá indefectiblemente sobre algún sitio de la Tierra dentro de exactamente tres semanas. Pero la información añade que no importa dónde se produzca el impacto, porque creará una tormenta de fuego que arrasará con todo. ¿Qué vas a hacer el resto de tu vida?, es la pregunta cargada de ironía que un personaje formula en el contexto de la historia, a sabiendas que el "fin del mundo" está próximo. Y la directora imagina o ensaya algunas variantes. Algunos cortan el césped de su casa como si nada ocurriera, otros se dedican a saquear o destrozar negocios y automóviles, o concretar venganzas que siempre quisieron ejecutar. También hay suicidios, fiestas u orgías de despedida, padres que estimulan a sus hijos menores a beber, algunos que se lamentan por no haberse conocido antes y otro con sentimiento de culpa que propone un brindis por el comienzo de un nuevo mundo. Pero no es el caso de Dodge, quien luego de ser abandonado por su esposa, decide dejar la ciudad para encontrar a Olivia, su gran amor de la época del secundario, que acaba de enviarle una carta perfumada. En esta tarea cuenta con la circunstancial compañía de Penny, una joven nacida en Surrey, donde sigue viviendo su familia, que ama los discos de vinilo y pretende abordar un avión en algún aeropuerto para regresar a su país y reencontrarse con sus padres. Las circunstancias los llevan a cruzarse con algunos personajes algo insólitos. Y en ese itinerario, Carell nunca abandona una inquebrantable conducta protocolar adquirida como vendedor de seguros, ni su habitual cara de "yo no fui". La historia se sostiene básicamente sobre Carell y Keira Knightley y en algún momento asoma un secundario de lujo que posee la encarnadura de Martin Sheen. Como es habitual en las road movies (películas de caminos), también en este caso los protagonistas experimentan un revelador cambio cualitativo.
Filme más de acción que policial negro La película está dedicada a Donald Westlake, el autor de la novela Flashfire , que se recrea en este filme, y de otras veintitrés escritas con el seudónimo de Richard Stark. Varias de sus novelas fueron llevadas al cine. Westlake falleció el 31 de diciembre de 2008. En 1965 el francés Jean Luc Godard se inspiró vagamente en The jugger para filmar Made in USA , con Anna Karina. Pero la primera novela con el personaje creado por Westlake fue A quemarropa , dirigida por John Boorman y protagonizada por un excepcional Lee Marvin. Durante su vida, Westlake nunca permitió que Parker, el personaje de sus obras, conservara ese nombre en las versiones fílmicas. Por eso, Marvin se llamó Walker y con posterioridad, en otros filmes, fueron utilizados los nombres de Stone, Porter o Macklin. Este filme de Hackford es la primera versión cinematográfica en la que el protagonista, por expresa autorización de la viuda del escritor, aparece con la denominación original, aunque durante el desarrollo de la historia también apela al seudónimo de Daniel Parmith. ¿Quién es Parker? Un ladrón enemigo del caos, que habla poco, planifica rigurosamente sus atracos, nunca se da por vencido y sólo roba a los poderosos porque tiene conciencia de clase. Con cierta ironía, por su condición, afirma que una sociedad bien constituida debe regirse por leyes y normas de convivencia y respetarlas. Además, a diferencia de los políticos, cumple lo que promete. "Si digo que voy a hacer algo, lo hago". Y lo hace, aunque tenga que llegar al mismísimo infierno. La primera secuencia de este filme lo pinta de cuerpo entero, luego pierde algo del perfil concebido por Westlake. El relato comienza con un atraco a una feria. A Parker le corresponden doscientos mil dólares, pero el mafioso que lo contrató lo deja en la estacada. Parcialmente sanado de sus heridas, Parker decide recuperar el dinero que le birlaron y, por supuesto, tomarse venganza de quienes lo traicionaron, que se radicaron en Palm Beach, Florida, con la idea de concretar el "atraco del siglo". En Palm Beach, Parker toma contacto con la agente inmobiliaria Leslie Rogers, interpretada por una estilizada Jennifer López (evidentemente la Medicina puede hacer milagros). Leslie vive con su madre en un condominio, sueña con abandonar el lugar y su trabajo y ve en Parker la posibilidad de concretar su objetivo. El resto de la película es una sumatoria de acciones, a cual más violenta, reservada al espectador. Parker es interpretado por el británico Jason Statham (El transportador ), un exponente del cine de acción en su sentido más físico. Pero como Parker o como Parmith, el personaje nunca puede desprender del actor que lo encarna. En otras palabras, nunca deja de ser Statham. Las novelas de Westlake fueron una tardía expresión de policial negro. Sin embargo, el director respetó sólo parcialmente los códigos narrativos del género. La película es entretenida, está bien filmada, pero es más un cine de acción que policial negro. Además, Jennifer López en ningún momento da el perfil de mujer fatal.
Los balcánicos, en busca del "tiempo perdido" El croata Rajko Grlic se inició en el cine en la antigua Yugoslavia y desde comienzos de la década de 1980 desarrolló una filmografía en la que se propuso reflejar los conflictos étnicos y sociales de aquella región, ahora disgregada en varios países. En cierta medida la historia que narra en Todo queda en familia , ambientada en la ciudad de Zagreb, pretende metaforizar la supuesta inquieta inestabilidad de los croatas, que parecen apresurarse en recuperar el tiempo perdido después de las represiones sufridas en el pasado. Los ejes de esta historia son los hermanos Nikola y Braco, hijos de un artista plástico y mujeriego hasta el último minuto de su vida. Nikola es empresario y un bon vivant, que durante la guerra se trasladó a Estados Unidos y a su regreso consolidó una respetable posición económica. Braco es profesor de Literatura española y un bohemio que enamora a sus alumnas y mantiene un conflicto permanente con su esposa, de la que está separado. Nikola también está casado, pero mantiene en secreto a una segunda esposa. Y tanto uno como el otro son extremadamente mendaces e infieles, al extremo que la hija adolescente de Braco no sabe a ciencia cierta quién de los dos hermanos es el padre. El director los retrata como los prototipos del "macho balcánico", aunque las mujeres tampoco les van en zaga en materia de adulterios, porque en apariencia esa "debilidad" hace a sus naturalezas de amorales, aunque hoy prefieren ser catalogados de transgresores. Grlic no los juzga ni tampoco los condena. Observa sus comportamientos e inclusive afirma que en la actualidad, en su país y ya superadas las guerras, el adulterio sería la expresión de una nueva rebeldía social. Hay secuencias que producen repulsión y por momentos no se sabe bien si el director apologiza, celebra o condena la conducta de sus personajes. Porque al fin y al cabo, como reza el título, "todo queda en familia", sin importar quién es el padre y quién el tío de los hijos. El filme está dividido en capítulos, dedicados a cada uno de los protagonistas de ambos sexos. El enfoque es el de una tragicomedia familiar en su vertiente más desaforadamente folletinesca, salpicada de un humor ácido y con un sostenido ritmo narrativo. Una baza de este filme son las actuaciones, en especial de Bojan Navojec en el personaje de Braco, y de Miki Manojlovic, el intérprete fetiche de las primeras películas de Emir Kusturica, que compone con solvencia al burgués amoral Nikola.
Una película con doble moraleja "¿Quién eres?". La pregunta le es formulada al capitán William Whitaker por un estudiante universitario y aunque aparece hacia el final, la película está dedicada a dar respuesta a ese interrogante, una tarea que requiere más tiempo de lo que se podría suponer. Whitaker también es conocido con el apodo de Whip, que en inglés significa "látigo". Es un hombre arrogante, mendaz, irresponsable, mujeriego y el típico sabelotodo. Está separado, tiene un hijo al que hace años que no ve y, además, es moderadamente alcohólico y drogadicto. Whip trabaja como piloto de una línea aérea comercial. En el inicio del relato aparece en calidad de comandante de un avión que une a las ciudades de Orlando y Miami. Emprende vuelo en una mañana tormentosa, atraviesa algunas turbulencias y lo hace sin mayores contratiempos. Pero a nueve mil metros de altura, Whip y su copiloto deben afrontar algunas fallas mecánicas que los obliga a realizar un aterrizaje forzoso en un campo. En la emergencia mueren cuatro pasajeros y dos azafatas, aunque la destreza de Whip ha logrado que la operación no se haya convertido en una catástrofe total. La empresa y los medios de comunicación califican el aterrizaje como una hazaña y a Whip como un héroe nacional. Pero por las pericias y análisis que realiza la NTSB (Junta Nacional de Seguridad del Transporte), se descubren algunas cuestiones que oscurecen su perfil heroico. Las investigaciones demuestran que Whip consumió alcohol y drogas la noche anterior. Y aquí comienza el segmento central de la historia y lo que realmente interesa de este filme: la lucha íntima de Whip entre ocultar, disimular, rechazar o aceptar la realidad y la culpa por lo ocurrido. En ese itinerario, Whip alterna distintos momentos y circunstancias con varios personajes secundarios. Por caso, Harling Mays (Goodman), un dealer acostumbrado a llevarse el mundo por delante; el abogado Hugh Lang (Don Cheadle), que canaliza la intriga judicial; y Nicole (la británica Kelly Reilly), una adicta que procura rehabilitarse y ayudar a Whip. Pero quien soporta el mayor peso es Denzel Washington y lo hace con su solvencia habitual, que le permitió forjarse un lugar destacado en el universo de Hollywood. El director utiliza a su personaje para indagar en el flanco más contradictorio y oscuro del ser humano. Abundan los tópicos y estereotipos que ya son característicos en el cine de Hollywood, y también cierta artificiosidad en el desarrollo de la historia, que lleva al espectador a adoptar una postura ambivalente respecto de la verosimilitud de la historia. Pero finalmente lo que en las primeras secuencias aparece como algo extemporáneo va adquiriendo un sentido, hasta arribar a un doble final y una doble moraleja, que también nos debe hacer reflexionar en cuanto atañe a nuestras propias tareas cotidianas.
Propuesta cargada de historia La historia que Steven Spielberg narra en este filme se desarrolla desde los primeros días de enero de 1865 hasta el 15 de abril de ese mismo año, cuando Abraham Lincoln fue asesinado mientras asistía a una función de teatro con su esposa Mary Todd y su hijo menor. El guión escrito por Tony Kushner (el mismo de Munich) está parcialmente basado en el libro Team of rivals: the political genius of Abraham Lincoln , de la historiadora Doris Kearns Goodwin, editado a mediados de la década pasada. Spielberg comentó que la figura de Lincoln le interesó desde que tenía seis años. Lincoln fue el decimosexto presidente de Estados Unidos y el primero por el Partido Republicano. Asumió su mandato el 4 de marzo de 1861 y fue reelecto en junio de 1864, durante la Guerra de Secesión o Guerra Civil, que comenzó en 1861 y produjo 750 mil muertos. Durante el período evocado por el filme, Lincoln logró terminar la guerra y que el 31 de enero de 1865 la Cámara de Representantes (el Senado lo había hecho previamente) aprobara la 13ª Enmienda de la Constitución, que abolió la esclavitud. La enmienda de marras confirmó la emancipación de los esclavos que Lincoln había proclamado en 1863. Sus grandes objetivos fueron, precisamente, terminar con dos siglos y medio de un sistema económico basado en la esclavitud, concluir la guerra y unir a la Nación. Pero además de esos temas, a Spielberg le interesó rescatar la incansable dedicación de Lincoln a sus funciones de presidente y líder de uno de los bandos en pugna, y su conflictiva relación con su esposa, que no alcanzaba a elaborar el duelo por la pérdida de dos de sus hijos. Spielberg lo muestra como un hombre reflexivo, envuelto en dudas y contradicciones, pero decidido a concretar sus objetivos, aún apelando a intrigas y triquiñuelas políticas y turbias negociaciones, porque la política --según el director-- "no es el reino de la pureza". En esa tarea desarrollada por Lincoln también adquieren relevancia los personajes del republicano Thadeus Stevens, interpretado con la solvencia de siempre por Tommy Lee Jones; y el negociador W. N. Bilbo, asumido por James Spader, en su feliz retorno al cine. Pero el gran protagonista de este filme es el británico Daniel Day-Lewis, legítimo ganador del premio Oscar de la Academia de Hollywood, cuya presencia llena la pantalla y valoriza cada una de las escenas en las que interviene, que son la mayoría de la película. La película incluye sólo dos secuencias referidas a la Guerra Civil. La primera muestra una batalla y concluye con un revelador diálogo de Lincoln con dos soldados negros, y la segunda ocurre hacia el final del relato, donde se pueden observar las terribles secuelas de la batalla de Petersburg. Por su estructura, Lincoln es casi un filme de cámara, porque muchas de las escenas se desarrollan en ambientes cerrados, ya sea en la casa de gobierno, en el hogar del presidente o en reuniones políticas donde impone su carisma, pero sustentado en sus profundas convicciones. Quizás por ese mismo carácter la película registra un exceso de diálogos, lo que no es habitual en el cine de Spielberg, y ésta es la principal observación que se le puede formular, además de cierta lentitud narrativa y reiteración temática. Sin embargo, Lincoln nunca deja de ser una propuesta apasionante y cargada de historia, que Spielberg recreó con mesura, sin afanes panfletarios, procurando privilegiar el perfil humano y de estadista del personaje.