En las antípodas de Graba, o de Abrir puertas y ventanas, Tiempos menos modernos de Simón Franco finalmente obtiene el premio máximo en Pinamar. Balance de Oro a la mejor película tras la votacion de público y los críticos esta ópera prima, realizada por un patagónico, con protagonista tehuelche y temática sobre los medios de comunicación resulta una sorpresa fresca e inteligente (sobre todo esto último) narrada estupendamente por este cortometrajista que vuelve al tema y a su protagonista en un corto del 2004. Como Taretto en Medianeras, Tiempos menos modernos tambien proviene de un corto. Interesante fenómeno que habrá que analizar en algún momento. Siendo tambien que el segundo premio de Pinamar para El dedo, dirigido por Sergio Teubal, tambien cortometrajista. Tiempos menos modernos parte de aquel concepto de Chaplin que puede parecer obvio: la modernidad altera nuestra vida cotidiana. A esto, insoslayable y evidente, se le agrega una ubicación, un tiempo del relato y sobre todo, un tipo de protagonista que le da a la película de Franco una dimensión crítica a la vez que divertida. Y ahi precisamente radica su inteligencia. Payaguala es un tehuelche que tiene su chacra, con ovejas y una buena porción de campo en el límite con Chile. Es tiempo de liberalismo menemista y su propiedad se ve amenazada por la llegada de vecinos canadienses, la probable instalacion de una mina y algún que otro cuatrero. En el medio de todo esto, le llega a Payaguala, una caja que contiene una TV con transmisión satelital, perteneciente a un plan del gobierno. La tele, primero resistida, se irá metiendo en la vida de Payaguala alterando sus gustos, las actividades del día y provocando un antes y un después en su vida. Hay cosas que aparecen al pasar: la relación con un hombre que contrata turistas extranjeros y lo contrata como cantante "exótico", la relación con una mujer que lo abandona, la propiedad de la tierra de los pueblos aborígenes. Pero en el centro está la relacion de Payaguala con ese aparato que genera adicción y a su vez un adormilado estado de resignación. La película de Franco tarda en arrancar: una serie de planos largos que ocupan unos cuantos minutos del comienzo parecen ir en una dirección no muy prometedora, pero cuando llega su amigo chileno la película toma un dinamismo que no para hasta el final: una serie de programas de TV mostrados a modo de zapping, especialmente hechos para la película: una especie de Gran Hermano, una telenovela con el estilo de los años 90. Aunque no tuvo la mejor proyección en la sala Oasis de Pinamar, y se perdieron los colores de los cambios de estación, es muy merecido el premio a este film patagónico en coproducción con Chile que se estrenará por ahora solo en el Gaumont a fines de marzo. También recibió el PREMIO EGEDA (ENTIDAD DE GESTION DE LOS DERECHOS DEL PRODUCTOR AUDIOVISUAL) AL PRODUCTOR DE LA PELICULA GANADORA DEL PREMIO BALANCE DE ORO, TIEMPOS MENOS MODERNOS, CONSISTENTE EN 6000 EUROS.
“La mirada que Centro construye sobre la ciudad intenta resistir a la interpretación, se rige por la idea de que no se puede, no se debe, comprender todo." (Sebastián Martinez) No es una película del montón Centro, distanciada, construída en base a una sostenida acumulación de imágenes, asociadas por espacios, personas, formas, colores, letras, objetos. El tema: el centro de la ciudad de Buenos Aires más exactamente las calles Florida y Lavalle, desde donde resaltan lugares habituales, pero observados con una mirada nueva. Es políglota de imágenes la película de Martínez: la complejidad de la ciudad se lo devora todo, lo iguala todo. Y sus 90 minutos resultan tan inquietantes como ásperos. Un objeto que extrema los límites del documental: la mostración sin causa y efecto, sin idea de continuidad. Una manipulación de asociaciones que apunta más a la abstracción geométrica que al realismo documental: el gimnasio, la peluquería antigua, el restaurant, la puerta de un centro evangelista, la casa financiera son temas en donde las formas se adueñan de los planos, todos fijos. Las cúpulas, y detrás, el río. Una película de montaje límpido, entre planos visuales y planos visuales y sonoros donde lo esencial es que cosas, personas, acciones e ideas tienen todas, el exacto mismo valor que le da esta posible mirada de un director de cine. Centro, obtuvo el apoyo del Fondo Metropolitano de las Artes, y participó de la Competencia Internacional del 12º BAFICI.
Me cuesta ver entre tanta “lata escenográfica, tanta fotografía de época y tanta actuacion telenovelesca aquela sutileza que parecía inextinguible y que Scorsese mostraba en la fínisima A leter to Elia, con su aproximación al cine de Elia Kazan ,o ese otro sincero documental, analítico y deconstructivamente sensible que era A Personal Journey with Martin Scorsese Through American Movies. en el que se entraba con placer a la revision personal y cinéfila del cine norteamericano de todas las épocas. Scorsese está en el Olimpo de la historia del cine, muchas pelíclas lo comprueban: Quién golpea la puerta, Taxi driver, Toro salvaje, Buenos Muchachos, Casino o la misma un poco más discutida Isla Siniestra. La pertenencia a este Olimpo cinéfilo es sustentado además por una militancia del rescate del cine antiguo, la conservación de films de la época muda y sonora, su consecuente restauración a traves de la Film Foundation. Insisto, me cuesta ver en esta megaproducción portentosa que levanta polvareda por su multinominación a los Oscar y que le permite a Scorsese coquetear con el 3D, la sutileza, aún la potencia que lo caracteriza. Es tanta la obviedad de las escenas, la previsibilidad de los diálogos y las reacciones de sus personajes, los gestos que encadenan la operación causaefecto del montaje narrativo hollywoodense que toda la belleza de la profundidad de campo o de los planos secuencias, de estética excesivamente digital, quedan como funcionales a esta historia edulcorada demasiado maniatada al punto de vista de un niño no tan niño, y no tan inocente. Un niño en busca del secreto de su padre muerto, para lograr hacer funcionar a un autómata al que le falta una pieza del mecanismo. Esto lo lleva, en la Estación Montparnasse de la década del 20´a conocer a un hombre que finalmente le abrirá un mundo de ensueños. Ese hombre resulta ser Georges Meliés, el mago, el primero que explota las posibilidades de la ficción en el cine, el francés que fue arruinado por las políticas de distribución de empresas norteamericanas como la de Edison que exhibían su material sin regalías, para el francés, claro Scorsese en Hugo es Hollywood, y aún cuando Melies no lo era en el 1900 en pleno apogeo de su imaginario, aquí es vilmente fagocitado por la necesaria explicación de su decadencia tras la Primera Guerra Mundial, la celebrada reaparición de sus películas en el homenaje de los últimos momentos de Hugo. El cine fue sólo negocio durante mucho tiempo, y olvidó el rescate esencial de las películas del pasado, durante por lo menos 80 años, aún cuando las cinematecas o los archivos existen desde los 30. Cuando la película se concentra en este tema, no pierde de vista al niño que nos hace entrar en con su mirada esa operación de rescate. Hacia el final el punto de vista narrativo de la niña que comienza a relatar la historia dispersa, confunde pero a esta altura todo terminó. En este mundo de porcentajes, la película que en Argentina se llama La invencion de Hugo Cabret roza el 100% del gusto de muchos críticos en EEUU relevados por rotten tomatoes, seguramente Todaslascriticas, nuestra version vernacula de los tomates repite esa temperatura. El espectáculo y la grandilocuencia del 3D se comió el arte de Scorsese mostrándolo como el director más obvio del mundo. Pero como la ilusión sigue funcionando, para algunos eso está más que bien. Publicado en Leedor el 10-02-2012
Hay dos momentos en los que La piel que habito pone en evidencia su procedencia: el ingreso a la casa del Hombre tigre, el hijo bestial de la sirvienta, personaje del melodrama más acérrimo que interpreta Marisa Paredes. Minutos que son un vértigo de situaciones bien almodovarianas: el habla del personaje, la violencia contra su madre, la irrupción y violación de la joven cuidada en la habitacion-carcel vigilada especialmente y finalmente la muerte en manos del héroe (?). Esa casa hasta esa instancia inexpugnable, la mansión de un cirujano plástico renombrado. El otro momento: el plano final con la presentación de ese "yo" diferente, plano interrumpido abruptamente por los títulos, como una nota musical seca y terminante que da su tesis precisa para que no quepan dudas dónde está el problema central de la película. No hay lugares a salvo en La piel que habito. Tampoco hay cuerpos a salvo. En esos dos momentos está Almodóvar, para los que lo buscan. No en el tratamiento gélido de sus composiciones de color, o la correcta y refinada propuesta de uno de sus actores fetiche, o en la historia de venganza desmedida que tiene por detrás más vínculos con el melodrama y la tragedia, y toda la referencia mitológica, literaria e incluso cinematográfica de la "construcción" de la mujer ideal. Tampoco está siquiera en la música (que muchos coinciden es casi lo mejor del film) de Alberto Iglesias, recurso que es importante en toda la filmografía de Almodóvar o en las propuestas simbólicas: citas a la maja desnuda, costureras y costureros que cosen vestidos como el cirujano cose la piel, Louise Bourgeois. Incluso en lo más parecido a la perversión de Cronenberg y Dead Ringers o al voyeurismo de David Lynch en Terciopelo azul. La piel que habito es lo que es: una piel que no se quiere habitar, a la que se llega violenta e involuntariamente tras una máscara de pulcritud exasperante. Interesante esto de nunca involucrar al espectador. Todo es demasiado fuerte, demasiado provocador para su comodidad. Nada hay de conmovedor en todo eso, y es porque no tiene que haberlo. Porque a un tipo como Almodovar le viene en ganas. Y está muy bien. Almodóvar, que nunca le temió a los cuerpos (ni a los fantasmas), va un poco más allá en la cuestión actual de las problemáticas del género, el transgénero y las disforias del cuerpo: para un director para el que los cuerpos (sobre todo femeninos) siempre son punto de encuentro (Inolvidable Hable con ella ) la vuelta de tuerca está en el punto de la ficción que bordea la parodia, que anuda la historia real, que se pierde en los laberintos de las pasiones desmedidas: esta es la ciencia ficción que evidencia La piel que habito. Una ciencia ficción no tan lejana de lo real que la subyace.
"Del otro lado de la General Paz tambien es Argentina", decía Eduardo Pinto cuando presentó Caño Dorado a principios de este año en Pinamar. Estábamos en ese momento mos del otro lado de la gran autopista también, y en aquel momento se recibió bien a esta película de los suburbios oscuros de Don Torcuato. Registro duro sobre la marginalidad que se compensa con el luminoso paseo por los riachos del Tigre, donde Panceta va en busca de algo más que de la pesca del dorado. Con un padre ausente que le enseñó el oficio de herrero y una madre devota que bordea el arquetipo de la madre sufriente, Javier (Panceta) hace "caños" (armas) baratos que les vende a los pibes de la villa "para que se defiendan". En el medio, un desaforado traficante, vendedor de articulos robados se enfrenta por la demasiado joven nieta del buffetero de la Sociedad de Fomento. Vimos muchas películas parecidas a Caño Dorado, pero ninguna igual. En los barrios furiosos de Campusano, sin la naturalidad brutal de Vikingo o Vil Romance, Pinto tiene, al contrario, una mirada más esteticista, a su vez más externa y lejana, que muestra a su criatura en lucha por la supervivencia más que por buscar una salida. Forma tambien parte de esa mirada la música: "Ardimos" de Estelares, o "Un secreto" de Pity Alvarez-Intoxicados, o Karamelo Santo sosteniendo siempre la expresividad de las imágenes; tanto como el altar de El gauchito gil, la cumbia, o la fiesta para juntar dinero para un chiquito que perdió el ojo en un asalto. Los dos espacios del relato de Caño dorado son bien contrastantes: la cámara Silicon imaging 2K (la misma de Slumdog Millionaire) en el destacable trabajo de fotografía de Daniel Ortega logra una imagen por momentos hiperreal que no hace otra cosa que acentuar el formalismo sonoro-visual, con encuadres cuidados y angulaciones enrarecidas a su vez que acompañan el conflicto de su personaje. Bien por otro lado Lautaro Delgado en el papel protagónico. Pinto, conocido director de videoclips, había incursionado con cierto éxito de público pero no de crítica con Palermo Hollywood, cuenta con un film inédito Dora, la jugadora y está presentando por estos días en el MALBA y la película del Buen día, día el documental de Miguel Abuelo que ya había podido verse en BAFICI.
Es verdad que Habemus Papam tiene momentos finamente resueltos. Prestar atención sino, a la primera situación que se suscita en el cónclave: se corta la luz en la capilla Sixtina previo a las primeras votaciones, y las velas perjudican los frescos, un cardenal cae al piso. Hay algo del Fellini de Ensayo de orquesta en esa escena del corte de luz que preanuncia el tono que va a tener la pelicula: vamos a asistir al making off del nombramiento de un nuevo Papa, uno de los momentos más secretos de la institución eclesiástica. Desde el desayuno de los cardenales a los juegos de cartas. Hay un transcurrir que comienza ahi por las dubitativas certidumbres del hombre frente a Dios y del hombre frente a la Institución, una de las mas poderosas del mundo. Pero Nani Moretti lo hace a través de un acuerdo tácito con el espectador: esto que se va a ver es pura ficción, ni parodia ni crítica, ficción, y por lo tanto muy probablemente nada de lo que veamos pase realmente. Ese alejamiento de lo real le da a Habemus Papam la entidad de pelicula distinta. Sutil y distinta. Un humanismo que aparece una y otra vez en uno de los directores italianos mas importantes de su generacion. Como en La habitacion del hijo, cuando la tragedia hace que un hombre se pregunte por la vocacion de su profesion como por las posibilidades del destino. En Habemus Papam dos verdades aparecen enfrentadas: la cientifica que impone el psicoanalisis (sí parodiado acá) y la verdad religiosa. La falta de cualquier tipo de desborde, el cruce con el teatro de Chejov en los preparativos de la puesta de La Gaviota, la irrupcion sorpresiva del tema over que canta Mercedes Sosa "Cambia todo cambia", mientras los cardenales bailan, los prelados australianos que no ven la hora de hacer turismo por la ciudad. Por momentos Habemus Papam, recientemente proyectada en Cannes, se detiene sin demasiado cauce en algunas situaciones, como el campeonato de voley que organiza el psicoanalista más para su divertimento que por una estrategia del tratamiento o el divagar del Papa (magistral Michel Piccoli) por las calles de Roma. No es una película estridente pero el publico la disfruta enormemente y siempre es bueno que un director como Moretti se vuelva a ver en Buenos Aires. Invita también a volver a revisar su filmografia.
Confieso que antes de disponerme a escribir sobre la película de Santiago Mitre, que vi en el MALBA el viernes anterior a la Nochebuena, estuve dando vueltas, gracias a los amigos de todaslas criticas.com que recopilan los comentarios de los medios argentinos sobre las peliculas estrenadas, por algunas críticas que se publicaron cuando se estrenó En principio, debo decir que Mitre, (guionista de Leonera y Carancho por ejemplo) logró que una película argentina figure cómodamente en el top five de los gustos de los críticos este año, con 31 críticas favorables sobre 33 (cuando digo favorables digo al 100%, cosa que no es menor). Dejo a los lectores cuestiones de argumento que seguramente podrán leer o escuchar en otros medios, y elijo dos críticas para modelar este comentario tardío sobre una película cuyo derrotero es, al menos, singular. Primero, la que aparece en el sitio web cordobés Bitácora de vuelo (lo recomiendo, me sorprendió gratamente). El comentario de Lucas Moreno empieza diciendo: El Estudiante como mercadería artística es estrategia pura. La maximización de sus recursos es guacha, precisa y astuta. Verdad: hay ciertamente una estrategia, entre lúcida y hábil, diría yo: el tema del entusiasmo contemporáneo por el fenómeno de la politización estudiantil y por el de la politización en general. Los pasillos de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA son, por momentos una recreación de los años 70. A veces, incluso, podemos confundirnos.” El estudiante es una película de guión, pero sus planos sellados, el movimiento de cámara entrecortados, las elipsis y el modo narrativo la distinguen por sobre el resto. La nota del amigo cordobés ya me enganchó. Sigo leyendo: "Su agudeza narrativa asusta. Entiende tiempos, elipsis y su puesta en escena es clara. Santiago Mitre goza teniéndote al borde de la butaca." Y me pregunto: ¿una película argentina haciendo esto? ¿Atrapando al espectador con artilugios retóricos? ¿Haciendonos entrar y salir durante sus casi dos horas en un sistema de manejos temporales y estructura de ocultamientos?: En El estudiante todo parece ser lo que en realidad no es: un estudiante que no estudia, una carrera que no se precisa, una temporalidad anacrónica, una "política abstracta", signo de una contradicción central como señaló en algún momento el director-guionista, un "no" que puede ser "sí". Y que en realidad parece (también acá) descentrar el tema de la política argentina, correrlo al status de mero recurso dramático, fílmico diría mejor. Sigo leyendo a Lucas Moreno: “Lo que se escucha en la toma final es un verdadero acto performático del habla: implica la clausura del ser político. Gesto de anarquía y renuncia. En ese final, El Estudiante corta sus lazos con la política para quedarse con la grandeza del relato. ¿Quién tiene el poder, quién gana, qué hacer? ¡No importa! Suprimiendo la manía del discurso político nos llevamos una película contundente y perfecta.” Me gustó esto de la grandeza del relato, evidenciado de manera contundente sobre todo en el final del último plano de El estudiante. Y enfatizando aún más lo que decía más arriba: por relato hablamos del modo, los modos en los que el film se hace sustancia fílmica. Una palabra no dicha, sino pensada en término de constitución de planos (cerradísimos), montaje en función de una narración rítmica y un punto de vista central. De la critica de Horacio Bernades en Pagina 12 rescato una cosa: la referencia a la invención del paradigma que produce un Festival como el BAFICI, puerto para la partida de las peliculas del cine argentino desde 1998 (coincidentemente con la aparición del Nuevo Cine Argentino): Mundo Grúa a Los labios, la comparación con El bonaerense, donde se cuela la cita de la participación de Pablo Trapero en la producción de este film. ¿Es El estudiante, el nuevo paradigma del cine argentino? No me parece, pero la película es inteligente, nos acecha, saca conclusiones visibles, no se queda en las maneras. No es paradigma, como tampoco parece serlo Abrir puertas y ventanas pero tal vez es un punto de atención y marcan una saludable continuidad de ciertos cines al margen. BAFICI- Premio Especial del Jurado/ Premio ADF Mejor Fotografía/ Premio FEISAL FESTIVAL DE LOCARNO- Premio Especial del Jurado FESTIVAL DE TORONTO Publicado en Leedor el 28-12-2011
Gran Premio del Jurado en el último Festival de Cannes, la película francesa De Dioses y Hombres se pudo ver en Buenos Aires en la Semana de Cine Europeo en Buenos Aires que repite el próximo domingo (Ver la programación) Candidata a los premios Oscar, y según el director del Festival de Cannes Thierry Frémaux que la presentó en esa oportunidad, éxito total en Francia con más de 3 millones de espectadores. Xavier Beauvais, coautor tambien del guión junto a Etienne Comar, parte de una historia real, la de una congregación de monjes cistercienses de misión en Argelia en los 90´ y su convivencia con el pueblo absoluta mayoría musulmán, criado a la vera del monasterio desde los años 30. La película está sujeta en primer lugar a la descripción de la vida cotidiana de esos monjes (el trabajo en la huerta, la atención médica a niños y mujeres del pueblo, la venta de miel en el mercado) hasta que irrumpe la amenaza terrorista en el contexto de un gobierno corrupto y el estado de zozobra con asesinatos sistemáticos. No hay demasiada atención sobre ese contexto político (ni siquiera el religioso) sí está puesta en el debate racional de si irse o quedarse, de si la misión de Dios es ésa, la muerte segura, o es otra. Signo de la acción del colonialismo francés en Africa la presencia del monasterio en medio del paisaje argelino, es tomada en la película como un lugar de santificacion y salvación. Los monjes aparecen en el centro de un triángulo fatal: el ejército argelino, los terroristas y el gobierno francés. Ese debate, sin embargo, no va más alla de lo que la película dice, a través de los textos religiosos, de las sentencias teológicas, de los mismos salmos. Hay una descompensación en ese sentido entre la primer parte, menos hablada, y la última, más argumentada, ausencia de ritmo que termina de confirmar la secuencia de la "última cena" con la musica de Tchaikovsky. Lejos de ser una joya, Des hommes e des dieux es una película que nunca llega a atravesar el estado de espiritualidad, al que apenas asoma en algunas pocas escenas. Tampoco logra hacer convivir, al menos cinematográficamente, las dos religiones involucradas, católica y musulmana, sino, antes,hay un sobrevuelo de didactismo desde lo occidental y cristiano claramente basado en el punto de vista que lo genera.
¿Es lo mismo un coleccionista de cine que “un juntador de películas”? En todo caso, de los requisitos que debe cumplir un coleccionista de cine, ¿es el más importante tener las películas bajo posesión?, o sí o sí hay que tener un amor ineludible por las máquinas de reproducción?. ¿Saber de cine?. ¿Estar moralmente obligados a mostrarlas? Es difícil hoy vivir experiencias al ver una pelicula. Justamente, lo experiencial es lo que el cine contemporáneo fue dejando de lado para multiplicar las pantallas individuales y homologar los accesos de reproducción. Por eso fue tan pregnante la experiencia de la que participamos el pasado viernes, con frío, casi por llover, en una calle de Parque Patricios, al ser invitados a la función de prensa del documental Alfredo Li Gotti Una pasión cinéfila, de Roberto Angel Gómez: el mismo Ligotti a sus 84 años, nos proyectó la película y en su propia sala, cosa que permitio asomarnos al mundo siempre fascinante del coleccionismo de cine. Las proyecciones en el MALBA que comienzan el domingo 5 de junio, van a tener un algo menos: esa a magia de la que la película habla y que replicó nuestra proyección y que sí parece estar directamente ligada al coleccionismo de cine: “películas antiguas no viejas” dirá desde la pantalla este hombre, empleado durante 41 años de SEGBA la empresa de Luz del Estado, que empezó con un proyector que le regaló su tio a pasar peliculas a los chicos de su barrio en La Boca, que incursionó en el musical a fines de los 50, y que terminó siendo su gran frustración, que ahorraba su sueldo de empleado para comprar copias de francés o italiano, alguna película norteamericana o los cortos de Carlos Gardel que pudo pasar en varios festivales entre el 2001 y el 2002, que juntaba a toda la familia para doblar y poner voz a las películas mudas. Algo de la magia, decía, se repitió cultualmente en esa amplia sala de la calle Catamarca, levantada por sus propias manos, con cantidad de afiches colgados, proyectores de distintos formatos, y mucho olor a celuloide y a latas de cine. "El olor de un rollo es algo único" dice Li Gotti mientras recuerda emocionado a su amigo Félix Giuliodori, nombre que lleva la sala en su homenaje y coleccionista de cine mudo. Nosotros sentimos ese mismo olor en esa misma sala. La película es ópera prima, tiene la pericia del que está encantado con su criatura, los testimonios justos, las duraciones justas, la información acertada, ni más ni menos. Equilibrando el idilio con la crítica, la mirada sobre esa red de relaciones y de caprichos que Li Gotti conoce bien. Un mundo privado que es apuntalado también por otros coleccionistas: los testimonios de Fermando Martín Peña, Enrique Bouchard, el hijo de Félix, Luis Giuliodori, el nieto de Li Gotti,heredero natural de esa pasión cinéfila. Todos acompañan la voz de Li Gotti que con una natural verborragia da sustancia al personaje coleccionista, apasionado del que siempre se aprende que el cine antes que nada es una cosa hecha de materialidad que hay que atesorar.
De todas las cosas de la que es capaz esta pelicula sería posible elegir aquella menos inocente, la menos evidente, la más política, la más angustiante, o cualquier otra. No sería posible, eso sí, quedarse con una sola: hay tal entramado en esta historia de tres mujeres, contratadas por la municipalidad de un paraje de la provincia de Santa Fe, para realizar un relevamiento de asistencia social, tal densidad que lo que la imagen misma denota condensa lo que es la película. Nada en Los labios hace suponer que la realidad es sencilla. Lo único sencillo y claro es la gente, la pauperización, la falta de trabajo y la desnutrición. Todo lo demás es complejo. Por eso, quizás la cámara de Loza y Fund elige el primerisimo primer plano. Lo suficientemente asfixiante como para que ni el espacio, ni el tiempo corran lógicamente. Lo suficientemente humano como para sentir la cercanía de los cuerpos, preocupados por otros cuerpos, hasta en el acto de maquillarse para salir a comer en la parrilla del pueblo. ¿Cómo constituir un documental de problemática social desde una mirada excluyentemente femenina, sin que esa mirada lo defina todo?; sin que el espectador pueda saber de dónde vienen esas mujeres o quiénes son, cuando en realidad todo lo que son, lo son en función de eso que les propone esa nueva realidad que viven. Una película austera cuando se pone en registro documental y sorprendentemente compleja cuando se aproxima a los bordes de esos universos femeninos que parecen sostener hogares, además de sostenerlo todo.