Una comedia adolescente para el nuevo milenio; algo así como un filme de John Hughes para el siglo XXI. Es otra de esas historias del coming of age (como le dicen los estadounidenses cuando el protagonista madura a lo largo del relato y se encuentra a sí mismo), con la novedad de que el personaje de turno es un chico a punto de salir del closet. Ciertamente es una historia edulcorada y bien intencionada - desde la discriminación hasta la adaptación a la sociedad con su identidad sexual asumida, pasando por el momento de revelación ante los padres, están narrados con demasiada corrección - pero, considerando los tiempos que corren, supone un gran avance. ¿Cuándo un filme sobre la vida romántica de un gay supuso un éxito mainstream?. Es un signo de los tiempos que vienen, de la corrección política, de la tolerancia... y de que las historias románticas siempre atraen, sin importar la identidad sexual del protagonista. Honestamente la primera impresión de Nick Robinson no es muy favorable. El hermano mayor de Jurassic World suena tosco y no parece muy expresivo, pero el chico empieza a sentirse mucho mas cómodo a medida que avanza el relato y, al final, termina siendo carismático y encantador. Es un chico bueno que vive en una familia demasiado buena - madre sicóloga, amorosa y comprensiva; padre bromista y sensible; hermana querible -, con lo cual el shock de salir del closet no debería ser demasiado dramático - mucho mas realista hubiera sido poner a un grupo de gente conservadora, chapada a la antigua, con padre machista y gritón, pero acá la idea es pasar un grato momento con un grupo de personajes simpáticos -. La traba es mental, y el gran giro dramático (bastante artificial, por cierto) es que uno de sus compañeros de escuela descubre la identidad sexual de Simon por mero error... lo que le permite chantajearlo para que le acerque (forzadamente) a concretar una cita con una de sus mejores amigas. Es que Simon ha descubierto un anónimo en el blog de la escuela, en donde hay otro chico gay que también está apresado en el closet. Mails anónimos mediante, comienza una amistad que se transforma en un romance electrónico... hasta que el meterete de turno descubre un correo mal cerrado de Simon y se entera de su secreto. Los enredos por el chantaje del entrometido divierten hasta ahi nomás; lo que apasiona es el crecimiento de la relación entre el chico y su par anónimo, el intento de descubrir quién realmente es dentro de su circulo de amigos, y el lento proceso de salir del closet. Eso da pie a algunas escenas emocionantes, en especial el discurso de Jennifer Garner que le da a su hijo diciéndole que lo peor ya pasó, que él sigue siendo el mismo chico adorable de siempre, y que ahora puede respirar y ser feliz, ser auténtico porque conoce al fin su verdad. Con situaciones simpáticas, buenas perfomances y una historia tratada con tacto Con Amor, Simón es una linda comedia romántica. Hasta ahora el cine se ha empeñado en vendernos historias de amor con lesbianas (salidas de la portada de algún magazine de modas) porque resulta mas tolerable (y hasta ratonero) para el público masculino. Pero Berlanti rompe un tabú que parecía imposible y sabe vender un romance gay apto para todo público, con el plus que emociona mas allá de la identidad sexual del espectador.
(ésta va a ser una review super medida en spoilers; en todo caso, si no quieren arruinar la experiencia, vayan a ver el filme y después regresen a ver la critica. Es una película super recomendada, y de lo mejor que ha dado Marvel hasta ahora) Oscura. Muy oscura. Aquellos que comparan a Avengers: Infinity War con El Imperio Contraataca dicen sandeces. El segundo capitulo de la trilogía original de Star Wars no tenía ni el 5% de la carga afectiva que posee la última película de Marvel, y mucho menos se daba el lujo de masacrar a tantos personajes principales. No sólo abundan los momentos tristes, sino que se da el lujo de ser brutal; y cuando llega el final, uno exige sangre a los gritos. Larga va a ser la espera de 12 meses hasta ver el momento en que a nuestros héroes le toque el turno de la revancha. Ciertamente hay que reconocer que los chicos de Marvel son maestros en su territorio. Se tienen tanta confianza que no tienen miedo de arrojar a la hoguera a varios personajes principales de su galería, y abandonar el tono épico y pasatista de sus dos últimos filmes. Los cinco minutos iniciales de Avengers: Infinity War aplastan todo el delirio de Thor: Ragnarok y todo lo que sigue va de mal en peor para nuestros héroes y para nuestro planeta. Desde ya el filme tiene su cuota de momentos de humor (uy, Dios, el chiste de Chris Pratt sobre la barbilla de Thanos es descomunal!) y victoria épica, pero son aislados: el tono constante es la urgencia y la desesperación, la obligación de tomar medidas brutales para salvar a la humanidad,… y el sacrificio. Quizás lo que mas me impresionó del filme es ver llorar de desesperación e impotencia a tantos héroes que uno adora. Allí es donde vale cada dólar que Marvel ha invertido al contratar semejante staff de actores de calibre, oscarizados o no, y enfundarlos en un disfraz y un papel que otros hubieran juzgado ridiculos pero que han llevado con una dignidad admirable. Al igual que Capitán America: Guerra Civil, la gracia es ver a toda la galería de personajes Marvel en la pantalla. En ese sentido es un filme como nunca antes se había visto (y el sueño húmedo de cualquier fan comiquero). Acá figuran casi todos, salvo Ant Man, Hawkeye y algún invitado de último momento como la Capitán Marvel. Como son tantos, el guión decide dividirlos en equipos: Thor, Groot y Rocket van en buscar de un arma que pueda vencer a Thanos; Spiderman, Iron Man y Doctor Strange llevan la guerra al planeta natal del titán; y el resto se queda en la Tierra, defendiendo el último bastión (Wakanda) donde yace una de las gemas del Infinito mas poderosas. Es una batalla épica, al estilo del combate del Abismo de Helm de El Señor de los Anillos: Las Dos Torres, en donde la facción defensora tiene todas las de perder pero posee un espíritu indomable. Oh, sí, la acción es tan imparable y espectacular (no cesa desde el primer minuto del filme) que te deja exhausto. Y si se le suman los golpes emocionales, Infinity War se convierte en una experiencia agotadora. Pero que no te confundan estas palabras: Avengers: Infinity War es de las mejores películas de Marvel (sino la mejor). La gracia no son solo los héroes sino Thanos, que es un gran villano. En realidad Infinity War es la pelicula de Thanos, y el staff de héroes solo figura de complemento; la historia del titán que está obsesionado con el equilibrio del Universo y cree que cometiendo genocidios a nivel planetario reestablece el balance entre recursos y bocas a alimentar es de una inteligencia suprema. No es el vulgar sociópata que disfruta de la matanza, sino un personaje trágico, un individuo conflictuado que cree estar investido por una misión sagrada, que está convencido que su poder posee un propósito y que, al poseer todas las gemas (y poder evaporar la mitad del universo con un solo chasquido de sus dedos) habrá cumplido con el objetivo de su vida y recién allí podrá descansar como un Dios que ha cumplido su tarea. Thanos no es un idiota ridiculo que se rie de sus maldades; es un tipo que sufre, llora, y te explica con lujo de detalles la causa racional del por qué debe matarte… momentos antes de darte un final brutal. Mis advertencias finales son estas: ésta no es una película para neófitos al género de superhéroes (o ajenos al universo Marvel) o para espectadores casuales (como ocurría con Mujer Maravilla, que la disfrutaron muchas mujeres que odian el género). Hay que tener los deberes hechos y saber quién es quién y cuál es su historia previa para saber como funcionan sus relaciones y su odio hacia Thanos. Tampoco es una película para los mas chicos, porque es oscura y dramática (casi Nolanesca). Yo le aconsejaría a los padres que esperen un par de años para tener Infinity War y su secuela en DVD, y poder verlas juntas en una tarde para que los chicos puedan tener las versión completa de la historia, y la sensación infinitamente placentera de que el bien siempre triunfa sobre el mal. Aquí quedamos a mitad de camino, con un cliffhanger brutal y una urgente necesidad de justicia. Y eso es algo que no puedo sacudirme de encima, aún cuando haya pasado un par de días desde que viera la película.
Esta es una muy buena película pochoclera. Si no es una excelente película pochoclera es porque Rampage tiene serios problemas de tono en algunas de sus escenas. He aquí un puñado de tipos que vieron que el Monsterverse de la Warner y Legendary era potable (y era lo mas cercano a hacer algo taquillero y funcional en un universo cinemático a lo Marvel), y decidieron hacer algo parecido reciclando un jueguito de computadora de hace mil años. La historia debe ser de lo mas estúpido que haya escuchado en las últimas décadas, pero la destrucción es divertida y, para los yanquis que se golpean el pecho y sueltan una lágrima cada vez que ven donde estaban las Torres Gemelas y recuerdan el 11/9, ver como unos monstruos digitales tiran rascacielos como si fueran papa fritas debe ser lo mas contradictorio y catártico del mundo. Como cuando Rambo reivindicaba la derrota de Vietnam y liquidaba a miles de vietnamitas con 2 balas. ¡Trauma superado!. He aquí a Dwayne Johnson asegurándose un puesto de honor en la taquilla. Al principio su carrera era dispar pero últimamente la viene acertando bastante (especialmente después de Jumanji) y, si Rampage puede probar algo, es que el magnetismo del actor en el box office sigue estando intacto. Recaudar 422 palos verdes con este bolazo es una proeza, pero Johnson no está solo: lo acompaña Brad Peyton (el de San Andreas), que es una especie de Roland Emmerich del nuevo milenio. Filma bodrios completamente mirables, pero películas de las cuales nadie se acordará en menos de 10 años. La estupidez está a la orden del día con el plan malévolo de los villanos. No sólo creen estúpidamente que pueden vender (como un arma) una toxina que produce animales gigantescos y mutantes sino que, para colmo, piensan emitir una señal sónica para atraerlos hasta los cuarteles centrales de la corporación. Oh, sí, todo es un inmenso WTF – los tipos piensan que el ejército va a matar a los bichos mutantes y ellos van a sacar un cachito de sangre para reproducir la formula ya que perdieron la receta (no se les ocurrió que el gobierno de Estados Unidos puede hacer exactamente lo mismo??) -, amén de que son incapaces de considerar que los monstruos se regeneran instantáneamente y son prácticamente indestructibles. Por otra parte… ¿cual es la utilidad de infestar un área con bichos gigantes a prueba de balas?. Porque, una vez que derroten al enemigo, lo único que van a hacer es arrasar el resto de la Tierra. En fin… Para que la copia no se note mucho, el bicho bueno es un gorila gigante que se llama Kon… George y es albino, como para que no haya problemas con el copyright. George es amigote de Davis Okoye (Johnson), un primatólogo misántropo que sólo cree en la bondad de los animales. Cuando una estación espacial supersecreta explota en órbita y tres cápsulas con el virus caen a tierra, George es uno de los que se infecta y empieza a crecer como polenta pasada de cocción. Oh, sí, las restantes cápsulas infectaron a un lobo y a un cocodrilo, y los villanos planean reunirlos a los tres en un solo lugar, emitiendo una señal subsónica que sólo ellos pueden escuchar y que, por su ADN modificado, los obliga a ir a buscar el punto de origen. La Roca intenta salvar a su amigo, aparece un hombre de negro chistoso (Jeffrey Dean Morgan, sintonizando a la perfección a Robert Downey Jr., y con las mejores líneas de diálogo de la película) que primero los acosa y después decide apoyarlos, y el ejército que no para de tirar bombas al cuete ya que los bichos son imparables. Lo que sigue es Chicago hecho trizas, un combate mano a mano que anticipa lo que puede ser King Kong versus Godzilla cuando llegue en el 2020, y unos militares apuraditos para tirar la Madre de Todas las Bombas (como una especie de mini bomba nuclear sin efectos radiactivos… nocivos, jajaja, como si vaporizar 10 manzanas a la redonda no fuera lo suficientemente dañino). El drama con Rampage es que, entre los chistes y los tortazos de los monstruos, a Brad Peyton se le escapan algunas escenas con tripas y violencia excesiva. Como la historia de origen de George cuando, siendo bebé, vió como fileteaban a machetazos a su madre para venderla en el mercado negro, o la excursión a los bosques de Wyoming que termina con un inesperado reguero de intestinos. Dejando de lado la sangre y las estupideces, uno pasa un buen rato con Rampage. La destrucción masiva en technicolor y HD es genial, y Morgan es muy bueno con sus chistes (por algo era el Comediante!). Si hacen una secuela no me indignaría y me prepararía para verla, adquiriendo de antemano un enorme balde de pochoclo azucarado y un vaso de gaseosa tamaño gigante.
Películas de último fotograma: esos raros especímenes en donde, en los dos minutos finales, el espectador no sólo puede respirar sino también vitorear con toda la potencia de sus pulmones, soltando todas las emociones reprimidas de los minutos previos. Como La Pasión de Cristo, en donde Mel Gibson nos estuvo haciendo sufrir una hora y media hasta que Jesús revive y se recupera – como si fuera el mas poderoso superhéroe de todos los tiempos… ¿acaso no lo es? – a pesar de que cayera sobre él todo el odio del planeta. Ver a Jim Caviezel erguirse con el agujero en la mano – rezago de su crucifixión – es estremecedor. Algo parecido ocurre con A Quiet Place, una joyita que haría las delicias de Hitchcock en todo sentido de la palabra, y que viene de la mano del nardo John Krasinski. No es la primera vez que dirige – ésta es su tercera obra – pero es la primera que acierta con todo en un mega hit; acompañado por su esposa en la vida real Emily Blunt, Krasinski y su equipo toman una premisa muy simple y la transforman en una obra maestra. Ecos de Señales de M. Night Shyamalan resuenan por todos lados – el sitio en una granja, el terror escondido en los maizales, el jugar a las escondidas con el monstruo de turno -, pero lo de Krasinski es ampliamente superior. Es que la ausencia de palabras amplifica el suspenso, y de qué manera. En un mundo en donde el sonido se ha transformado en sinónimo de muerte, esta gente debe moverse con el sigilo de un gato. Armar senderos enormes tapizados con arena, andar descalzos, cocinar bajo tierra para no se escuche la fritura, hablar con lenguaje de sordomudos – tienen la ventaja de tener a una hija con tal carencia, los que les da una ventaja sobre el resto de los mortales -, usar señales visuales para transmitir mensajes, intentar una y otra vez conseguir señales de contacto humano por una radio de onda corta que sólo emite estática desesperante… Claro, el fin del mundo ha llegado de la mano de una invasión alienígena – una mas de tantas que ha dado a luz el cine – pero ésta es especial: los aliens son indestructibles pero ciegos, y su única guía es el excepcional oído que poseen, que los dirige – a una velocidad pasmosa – a destrozar a a la ruidosa victima de turno. La humanidad ha caído en menos de 80 días, y los que quedan vivos se debaten entre la supervivencia, la locura y el suicidio. ¿Qué hacer en un mundo sin esperanza?. AutosDeCulto, el portal sobre la historia de los autos Pero la familia protagonista no ha salido indemne de la refriega. Su hijo de 4 años ha perecido por una torpeza propia de un niño – coquetear con un juguete plagado de luces y sonidos – y, para su horror, ahora han pasado meses y la Blunt está embarazada (¿dónde hay un preservativo cuando mas se lo necesita?). Un presagio estremecedor de que van a ocurrir cosas espantosas cuando ocurra el parto, la embarazada esté a los gritos pelados y el niño haga estreno de sus pulmones. Krasinski & Cía prevén todo lo que pueden prever – armando refugios bajo tierra, convirtiéndolos en cámaras de aislamiento acústico, creando una cuna hermética con oxigeno (que semeja, inquietantemente, a un pequeño ataúd), y un sistema de alertas basado en luces -. Pero Murphy hace acto de presencia con su ley, y si algo puede salir mal, va a salir mal… y va a ser necesario improvisar sobre la marcha. Las mejores películas de ciencia ficción se basan en una premisa simple, y A Quiet Place es una de ellas. Tomen el mundo tal como lo conocen y alteren una de sus reglas – una de las mas simples y comunes – para, luego, comenzar a experimentar con las consecuencias lógicas de dicho escenario. Como las epidemias de ceguera de El Día de los Trifidos, o Eva Green y Ewan McGregor perdiendo sus sentidos en Perfect Sense. Acá el sonido equivale a la muerte, y eso es terrible no sólo por los cuidados que hay que tener, sino por el estado de represión en que viven los protagonistas. Si no puedes gritar, reirte o llorar, ¿cómo vas a desahogarte?. ¿Cómo vas a sacar toda tu furia, tu miedo, tu impotencia?. Es ciertamente una situación enloquecedora y, por otro lado, es la representación extrema de la esperanza a ultranza y la protección paternal a toda costa. Si puedes terminar todo este sufrimiento con una bala en la cabeza en menos de dos segundos, ¿por qué sigues protegiendo a tus hijos y trayendo niños al mundo?. Porque tú y tu esposa pueden morir en cualquier momento, dejando a los chicos desamparados… pero estás tan seguro de que vas a protegerlos siempre y de que vas a encontrar la solución para la amenaza – o, al menos, poder descubrir un paraje tan aislado en donde puedas sobrevivir como se te cante -, que ni siquiera piensas en ese placentero e instantáneo atajo que supone el suicidio. Las perfomances son geniales, pero lo mejor de todo es la originalidad de las situaciones… y el desesperante desenlace de las mismas. Cuando la Blunt rompe fuente, estando sola en la casa, el suspenso se dispara a la estratósfera. Y todo lo que sigue es un shock tras otro. Un Lugar en Silencio es una película recomendadísima. No tiene desperdicio, no hay defecto visible – salvo la falta de criterio de Blunt & Krasinski por traer otro hijo a un mundo infernal que ya se ha cobrado con su propia carne -, es todo un carrusel de sensaciones donde las situaciones enervantes se suceden una tras otra… hasta llegar a ese dichoso fotograma final en donde la sonrisa del espectador se perfila de oreja a oreja en una situación de revancha que parecía imposible pero que termina por llegar.
Un bolazo que emociona. La historia no tiene pies ni cabeza, pero las perfomances y las situaciones – cuando están ancladas a la realidad, como es la supervivencia de la familia después de haber perdido a uno de los seres queridos – son formidables… y eso es lo que salva a Un Viaje en el Tiempo de la quema. Por lo que veo, el libro es ampliamente superior pero prácticamente infilmable: quizás éste sea el caso en donde una miniserie hubiera sido el mejor formato. Como sea la película zafa aunque, cuando llega el momento de la fantasía, la directora Ava DuVernay se va de mambo con la imaginería visual. En el fondo la historia no es mala. Científico obsesionado con viajar en el tiempo y el espacio (Chris Pine, cada vez mejor actor) deduce que se puede hacer el viaje si uno descifra la frecuencia de las dimensiones como si se tratara de sintonizar una radio. Para Pine, todas las cosas (en el micro y macrouniverso) están en realidad unidas por agujeros de gusano y con la frecuencia adecuada uno los abre y está al otro lado de la galaxia en un instante. La macana es que el flaco, al probar esto, abandonó a su familia compuesta por su esposa, su hija y el niño que recién adoptaron. Como detalle de la política inclusiva que gusta exhibir Disney, el elenco es multirracial e incluye latinos, morenos e hindúes. Como Pine tiene un matrimonio interracial su hija es la morenita Storm Reid, la cual tiene una sensibilidad descomunal. Su personaje es conflictuado – no logra procesar el duelo por la desaparición de su padre hace ya cuatro años – y va de nerd y solitaria, la cual se transforma en una fuerza de la naturaleza capaz de devorarse a quien le hable mal de su familia. Hay un pibe que le arrastra el ala y, por supuesto, su hermano adoptado, todos los cuales tienen cerebros super avispados (la Reid es un prodigio de matemáticas y física, aunque su conducta amenace con convertirla en una delincuente juvenil). En el momento de mayor desesperación se le presentan tres “hadas” (digamos así): Qué, Quién y Cúal, las que le advierten que su padre está vivo pero en peligro, y reside en el lugar mas peligroso de la galaxia: el Camazotz, una nebulosa de mal puro que amenaza dirigirse a la Tierra y enloquecer a los hombres para sumir en el caos al planeta. Mientras que la primera hora es algo lenta pero sólida – construye el drama a costa de ser estática, lo cual deja en sopor al público infantil -, la segunda hora es donde empieza la fantasía y el viaje, y DuVernay te bombardea con imágenes fabulosas de mundos imposibles por donde los chicos y las hadas deben pasar para llegar al paradero de Pine. El drama con esto es que la causa de su existencia está totalmente traída de los pelos: por ejemplo, no sabemos nada de las hadas, por qué existen o por qué ahora (después de cuatro años) se deciden a ayudar a la Reid a encontrar a su padre. Tampoco sabemos donde quedan esos mundos fabulosos donde las flores hablan, hay brujos que perciben señales a través del universo, y existe esa nebulosa maligna (¿V’ger?), la cual crea todo tipo de mundos imaginarios para que los chicos atraviesen en su camino hasta la celda donde está preso Pine. Algo tiene que ver con el potencial de Reid, pero la batalla final con el Mal en estado puro carece de reglas claras y resulta frustrante. Si la historia es mala (o está mal adaptada) y si las hadas son mas molestas que simpáticas, lo que uno disfruta son las perfomances de los personajes humanos, los cuales tienen una enorme calidez y tienen los sentimientos a flor de piel. Cuando padre e hija se reencuentran, dudo mucho que quede algún ojo seco en la platea. Es en esos momentos intimos en donde DuVernay (Selma) maneja la situación como los dioses; el drama es el aspecto fantástico, el cual lo pintaron como una excusa banal para pasear sin descanso por una tonelada de escenarios digitales hasta el esperado reencuentro con el padre al que creían muerto. A Wrinkle in Time no es, por lejos, lo peor de Disney – considerando la enorme racha ganadora del estudio del ratón, éste fue uno de los pocos fracasos de taquilla que tuvo -, pero se salva por su emotividad. El cast es una maravilla (aun cuando lo de Oprah Winfrey, Mindy Kaling y Reese Witherspoon no sea mas que cameos glorificados) y a la hora de expresar emociones te conmueven… lastima que la trama no esté a la altura de las perfomances.
Es difícil pegarle a una película de Spielberg. Una enorme cantidad de momentos inolvidables de la historia del cine le pertenecen y, aunque esté viejo y algo oxidado, sabe cómo generar adrenalina. Acá se despacha con un mundo virtual desbordante de referencias pop principalmente ochentosas, mantiene la tensión y crea escenas de acción intensas… pero la historia de fondo – y el escenario donde todo esto transcurre – es esencialmente estúpido. Es como esas utopías sin pies ni cabeza que suelen generar las novelas para Jóvenes Adultos, ésas donde la gente se ve obligada a jugar deportes tan mortíferos como terriblemente arbitrarios en un futuro de pacotilla; o separándolos al nacer por su cualidad mas destacada, o siendo los elegidos de quien sabe qué corno de profecía artificial que la historia invente con toda la pompa, e intente vender de manera desesperada. Si Ready Player One se tratara de quién hace mas puntos jugando al Pac-Man, se darían cuenta de que el futuro que pinta el libreto es espantosamente absurdo. Cierto, Esteban Espilbergo camufla las cosas como los dioses pero, cuando llega el climax y la Realidad Virtual se apaga, ahí te das cuenta de todos los defectos de construcción que tiene la trama. He aquí un mundo futuro arbitrariamente oprimido – ¿por qué? ¿por quién?; nadie sabe, nadie contesta -. El cómo la civilización humana ha llegado a vivir en villas de emergencias con edificios hechos con montañas de coches es absurdo e inexplicable. No se sabe de qué vive esta gente, sólo que está enganchada todo el tiempo a Internet jugando OASIS, un mundo virtual creado por un genio a lo Steve Jobs interpretado (o sobreactuado, como siempre es su caso) por Mark Rylance. El tipo se murió, y dejó un “huevo de pascua”, un premio secreto oculto en el juego para el cual se precisa dar con el paradero de tres claves. Si lo hacés y encontrás el huevo, te transformás en el dueño de OASIS, de su corporación y de los billones de dólares que dejó Rylance como herencia. Portal Datacraft: codigos postales, telefonos utiles, articulos de interes en tu revista digital El chocante drama con esto es que el millonario de marras no deja de ser un cretino. Si ha ganado billones, bien podría apagar Internet y dejar toda su fortuna a la reconstrucción de los desposeídos y la rehabilitación de los adictos a los videogames. El tipo solo quiere pasar el cetro y darle su fortuna a uno de la plebe, pero le importan tres pepinos resolver las miserias del mundo. Si tan absorbente es OASIS y la corporación que lo maneja, tampoco se explica como existe IOI al mando de Ben Mendelsohn, ya que no sé de qué vive si acá nadie trabaja. Sí, es de la competencia pero la gente solo juega OASIS; entonces el tipo compra deudas de la gente pobre (como un usurero) y los obliga a hacer trabajo esclavo… en la Realidad Virtual. En serio, ¿acá nadie cultiva siquiera una zanahoria?. ¿Qué come toda esta gente?. En un mundo plagado de viciosos el hallar el control de su vicio principal se convierte en una causa épica. Ok, meterse en OASIS es todo un orgasmo visual y popero, dado que los cameos son interminables – Fiebre de Sabado a la Noche, el DeLorean de Volver al Futuro, MechaGodzilla, El Gigante de Hierro, los soldados de Halo, King Kong, el Trans Am de Smokey and the Bandit, Batman, Robocop, criaturas varias de Ray Harryhausen, las mantarrayas marcianas de La Guerra de los Mundos 1953, y un millón de temas ochentosos como para que la película desborde nostalgia por todos sus poros -. He aquí una medida inteligente para aquellos obsesionados con construir un universo cinemático a la Marvel: ¿por qué no, simplemente, contratar miles de licencias de personajes ya establecidos y reconocidos por todo el mundo, tal como lo hacen las películas de LEGO y usarlos a muerte en otro entorno?. Quizás lo mas inspirado de Ready Player One es cuando el grupo de héroes debe hallar una llave que está escondida en una simulación de El Resplandor, con lo cual se meten en la misma película reconstruyendo sus escenas mas recordadas, pero de manera sui generis (lamentablemente toda la secuencia asusta tanto como el original de Kubrick y termina matando el valor Apto Todo Público de la película). Pero cuando el simulador se apaga, los problemas del relato quedan en evidencia. ¿Un futuro hiper pobre y una corporación maligna que no ha comprado a la policía?. ¿Tipos que prefieren el combate en el mundo virtual antes de ubicar a los pendex que tienen el secreto, sacárselo a golpes y matarlos?. ¿La corporación malvada sólo tiene un sicario que, para colmo, es una máquina de hacer malos chistes?. No, no; Ready Player One es una gozada cuando todo el mundo se calza los cascos, pero cuando vuelve a la realidad no cuaja ni con Poxipol, y te deja con cierta sensación de futilidad, de que estos héroes son mucho mas banales de lo que parecen, y que sólo van a prohibir el vicio un par de días a la semana para que la gente coma, se besuquee y duerma como corresponde durante unas horas en vez de corregir todos los males e injusticias del mundo con la obscena fortuna que acaban de ganar en un jueguito de computadora.
Y seguimos con las películas pochocleras, bobas y divertidas. Ahora es el turno de la secuela de Titanes del Pacífico – ese homenaje de Guillermo Del Toro a toda la cultura cinematográfica japonesa de los monstruos y robots gigantes -, la cual anduvo floja en Norteamérica (claro, porque los yanquis prefieren los Transformers de Michael Bay en vez de una pelicula hecha y derecha) pero hizo estragos en la taquilla china. Como en USA se ha puesto de moda filmar películas pensadas casi exclusivamente para el mercado externo (especialmente para el masivo mercado chino), qué mejor que despacharse con una continuación co-producida con los mismísimos chinos. Y si la acción y las perfomances son muy buenas, el drama acá es que todo va muy rápido, algunas cuestiones fundamentales del filme original se pasan por arriba olímpicamente, y el guión tiene agujeros enormes de lógica por los cuales podría pasar tranquilamente todo un kaiju. Datahouse Company: el portal sobre management y estrategia de negocios Honestamente, el primer filme tenía un buen argumento, escenas de acción geniales y un par de sorpresas bajo la manga pero, por contra, la pareja protagonista era detestable (Charlie Hunnam tenía carisma cero y Rinko Kikuchi parecía un pollo mojado). Acá Pacific Rim: Uprising tiene protagonistas de muchísima mayor calidad – John Boyega sigue irradiando gracia y honestidad, y la gran novedad es Cailee Spaeny, que tiene una intensidad formidable; esa chica tiene un futuro enorme -, mas carismáticos y simpáticos; el drama es que les tocó un argumento de segunda. Ok, hay una cultura post kaiju donde la gente rapiña las ciudades devastadas por los bichos, los restos de los monstruos se venden en el mercado negro, los renegados construyen sus propios jaegers (¿en serio? ¿cómo hace una piba de 1.50 metros que apenas puede llevar una bolsa de supermercado para poder ensamblar una mole de acero sin tener grúas ni gente que lo ayude?), y hay algunos robots que parecen tener su propia agenda. Como Boyega es el hijo rebelde de Idris Elba (el severo comandante del primer capítulo de la saga), al tipo lo traen a la fuerza para una estación jaeger para que entrene nuevos equipos de pilotos. Por la ventana salió volando todo el drama de la compatibilidad mental entre los pilotos, los que debían ser hermanos, gemelos o padre / hijo para que el vínculo no les hiciera explotar el marulo: ahora cualquiera se conecta al cable como si fuera una Xbox con enchufe USB. Todo el mundo espera que los alienígenas (los Precursores, ahora se dignan en nombrarlos) regresen, pero no cuentan con que hay gente infectada / dominada por los extraterrestres desde la época de la guerra, los cuales se han convertido en colaboracionistas que complotan en secreto. Curiosamente ahí es donde Pacific Rim: Insurrección se mete en una onda visualmente inspirada en Evangelión – la idea de las ciudades que pueden esconder sus edificios bajo tierra; los jaegers hibridos (con cerebros alienigenas mutantes en vez de pilotos) que se transforman en unos robots monstruosos con mandíbulas que me hacen acordar a los EVAs cuando se salían de control -. Lástima que todo eso dura dos minutos porque el libreto – que vive inventando todo tipo de situaciones artificiales para mostrar que hay un complot (¿para qué corno se reúnen en Sidney? ¿qué diantres van a buscar a Siberia?) – decide cancelarlo todo en un instante para que los enemigos sean menos y manejables. La destrucción divierte, Boyega y la chica son bárbaros, el hijo de Eastwood sigue siendo de madera (¿captan el chistonto?), y hay algunos homenajes para los fans del género (como la batalla final en el Monte Fuji), pero la trama no es limpia, y las motivaciones de los villanos son traídas de los pelos. En serio, ¿nadie en la corporación china vió venir la conspiración?. Aún con todo eso, Pacific Rim: Insurrección me dejó bastante satisfecho. Será que uno pasó por momentos horribles hasta hace poco tiempo que ahora precisa un remanso de paz y desahogo, y películas como éstas calzan perfecto para lavarte la cabeza de toda la mier… que existe en el mundo (como le pasaba a mi vieja, que después del divorcio vivía en el cine viendo películas de terror!). El pasatismo es el pasatismo y Uprising no está pensada para hacer historia sino para pasar un buen rato, por lo cual soy amable y le doy un ok y una palmadita en el hombro por ser agradable y tibiamente recomendable.
Mas plata, mas talento, mejores efectos especiales, mejor libreto no siempre redunda en una mejor película. Comparada con la primera iteración basada en el personaje (del 2001 con Angelina Jolie), la versión 2018 es tan prolija como inerte. Cuando en el fotograma final Alicia Vikander se hace con el par de pistolas Heckler & Koch que caracterizan a su personaje, uno lo único que siente es indiferencia. Tomb Raider 2018 no hace nada mal, pero es incapaz de despertarte algo o dejarte un recuerdo mínimamente perdurable. ¿En donde está la falla?. Vaya uno a saber. Quizás sea porque se trata de Lara Croft Begins, y el personaje es tan falible como sufrido, distante a millones de años luz de la arqueóloga badass que todos conocemos de los videojuegos. O será que no cancherea cuando patea traseros. O quizás sea que le falten tres talles de corpiño mas. En todo caso el protagonista hace la diferencia, y Tomb Raider 2018 lo que termina ejemplificando es que, para ciertos papeles, no se precisa una gran actriz sino una estrella, alguien que irradie carisma y que ocupe toda la pantalla cuando aparece. Los musculitos de la Vikander impresionan, pero la perfomance de la actriz resulta anónima. Al menos la Jolie – que actuaba mal y canchereaba demasiado en el filme del 2001 – parecía disfrutar de las refriegas cada vez que se enfrentaba a una tonelada de malos hace casi dos décadas; acá en cambio esta sueca (de aspecto latino) mueve todos los músculos faciales como la actriz de altura que es, pero no va con lo que uno espera de Lara Croft. Es simplemente un acto fallido. Lo cual es una lástima ya que la producción está cuidada y la trama es medianamente interesante. La primera media hora es algo soporífera y sorpresiva ya que a la Vikander la cascan de todos lados, hace piruetas fallidas con la bici (trabaja como delivery en un restaurant chino), nunca estudió un pomo (olvídense de la arqueóloga descifradora de misterios), nunca disparó un tiro y ni siquiera tiene la fortuna que todos conocemos. Su padre desapareció hace 20 años y ella se niega a dar el parte de muerto, lo que implicaría darle una chorrera de empresas y la enorme fortuna que éste le dejara. En cambio obtiene una pista, empeña un talismán de jade y se va con la plata justa a la otra punta del globo, a rastrear una pista sobre el paradero de su viejo, que fue a buscar la tumba secreta de una emperatriz china semi bruja y maldita por toda la eternidad. Se topa con el dueño de un cascarón flotante, le ofrece unas libras y el tipo – sin más preámbulos – decide hacerle caso y viajan al rincón mas peligroso del planeta, un mar plagado de nieblas y rocas que parece salido de la versión de King Kong de Peter Jackson. Bah, el filme toma prestadas demasiadas cosas de otras peliculas – el piso que se cae y la posición del penitente en la tumba de la emperatriz suenan demasiado parecidos a Indiana Jones y la Ultima Cruzada -, y las repite de manera prolija pero poco excitante. Una vez en la isla perdida Lara se topa con Walton Goggins, que hace un villano decente, inteligente y bastante despiadado. No es guau pero es potable, un buen némesis para nuestra chica. Al ver que la muchacha le trajo los papeles de estudio de su padre – que reiteradamente le ordenó destruir en grabaciones de audio, video y mensajes escritos (!) -, tiene las respuestas servidas en bandeja. Después de 7 años de estar varado en la isla podrá encontrar el cadáver de la emperatriz y regresar a su hogar ya que es malo pero tiene una familia adorable. Y el cadáver de la susodicha posee un secreto letal, tan grave que puede borrar a toda la humanidad de un plumazo. Pero eso no le importa a Goggins ya que simplemente es un esbirro de una organización malvada (inserte su risa malévola aquí) que quiere tener semejante poder devastador en su mano como para extorsionar naciones o venderlo al mejor postor. PortalColectivo, tu guia de colectivos urbanos en internet: recorrido de lineas de Capital Federal, Gran Buenos Aires y principales ciudades del interior de Argentina Si bien el libreto tiene cosas traidas de los pelos, el principal lastre es la Vikander. No hay manera que el guión la venda de manera simpática o carismática. Cuando Harrison Ford iba a tirar abajo medio ejército alemán en la clásica persecución del camión en Los Cazadores del Arca Perdida, uno sentía la adrenalina y se maravillaba de la locura y el disparate del protagonista. Acá la Vikander tiene una escena muy jugada – en un bombardero de la Segunda Guerra mundial, varado en el borde de una catarata – y es incapaz de sacar un wow de la platea. La secuencia no está para nada mal; lo que ocurre es que, en todos los minutos previos, vimos con indiferencia a la protagonista y ahora no la acompañamos cuando está en riesgo su vida. A los héroes uno debe admirarlos y eso no ocurre aquí, resaltando la enorme distancia que hay entre un director prolijo como Roar Uthaug (de La Ultima Ola) y uno talentoso como Steven Spielberg. El noruego no mete la pata, no es un amante del disparate a lo Rob Cohen (que resulta nada creíble y hasta chocante), pero no logra inyectarte nada de energía en las venas. Imaginen este filme con Margot Robbie o Daisy Ridley (que fue barajada como candidata en su momento) en el rol, y verán que la actriz elegida le hubiera dado otro cariz al personaje. Tomb Raider 2018 es simplemente correcta. Que la heroína favorita de los fichines se ve demasiado blanda y golpeada es cierto, y que la perfomance de la Vikander es superior al producto es verdad, pero también es cierto que uno precisaba alguien que radiara algo mas que una buena interpretación. Fíjense sino en Gal Gadot, que es de madera en las escenas serias pero brilla como el oro en la acción y en los momentos álgidos. Acá tenemos una historia rutinaria con escenas prolijas y un buen elenco, en donde el principal detalle es que la protagonista es tan buena actuando como cero impresionando.
12 Strong (12 Valientes o Tropa de Héroes, título que le asignaron según el lugar donde la hayan estrenado) no es Pelotón, o Nacido Para Matar, ni siquiera le llega a los talones de Apocalipsis Now. Claro, el género de películas de guerra ha ingresado en una etapa tan existencial y reflexiva que ha dejado de convertirse en un espectáculo pochoclero – como lo era hace 50 o 60 años, cuando las principales estrellas de Hollywood molían a palos a los nazis y antes que la Guerra de Vietnam ensuciara todo y mostrara lo salvaje e inhumano que es el conflicto -. En ese sentido, 12 Strong es una película chapada a la antigua: tampoco es Rambo, o algún disparate que sobreglorifique al súper soldado / macho alfa norteamericano capaz de exterminar a un ejército él solito. En todo caso hay que tomarlo como lo que es: una de aventuras con momentos interesantes, secuencias intensas y una historia ligeramente basada en la realidad. Postrimerías del 11/9. Chris Hemsworth es un capitán de las fuerzas especiales que ha pasado a ocupar un cargo administrativo; pero al ver la caída de las Torres Gemelas sólo piensa en regresar al servicio activo e irse a cargar a Al Qaeda él solito. Como el personaje de Hemsworth demuestra ser un avispado estratega, sus jefes le dan la oportunidad y lo mandan – con su equipo de once hombres – a Afganistán, donde Al Qaeda tiene su base de operaciones y cuenta con el ejército de los Talibanes como su seguridad privada. ¿Qué puede hacer Hemsworth y once tipos contra miles de afganos armados hasta los dientes?. Pues aliarse con un caudillo local – el general Rostum -, que posee su caterva de razones personales para patearle las tripas a los talibanes. El problema no es la alianza occidente – oriente sino que Afganistán es una zona balcanizada donde todos los caudillos cuidan su terreno e intentan matarse entre sí cada vez que se cruzan, sin importar si los Talibanes se les están viniendo encima. Al principio Hemsworth acepta las reglas de juego – y provee soporte aéreo a Rostum – pero poco a poco empieza a cortarse solo. El tiempo demanda acciones, y las tácticas circulares y redundantes de Rostum no lo ayudan a complir con la agenda – tres semanas para atacar el bastión Talibán antes de que el tiempo cambie y se retrase el ataque hasta el siguiente año -. Es en ese momento cuando los soldados se ganan el respeto de los guerreros… aunque quizás ese tipo de apoyo incondicional llegue demasiado tarde en la batalla. Hemsworth sigue irradiando carisma, simpatía y honestidad, y es muy bueno cuando le corresponde el drama; la taquilla le sigue siendo algo esquiva fuera de las franquicias Marvel, pero está probado que es un intérprete todo terreno. En cambio éste es uno de esos raros papeles en que Michael Shannon hace de bueno. Se luce como soporte de Hemsworth, aunque no está todo el tiempo que debiera en pantalla. Las buenas películas de guerra se caracterizan por personajes interesantes, enseñarte algunos secretos sobre la guerra (como aquí, el alcance aéreo de los Chinook, los razonamientos que hace Hemsworth sobre la zona de batalla donde van a ir a pelear – y sus antecedentes a lo largo de la historia -, la peculiaridad de hacer cargas de caballería con armas modernas mientras toneladas de bombas lanzadas desde los B-52 arrasan la zona, etc), tener acción y paisajes espectaculares, y dejarte con un plus que no tenías antes de ver la cinta. 12 Strong no cambiará la historia del cine, ni tampoco es un empalagoso panfleto pro yanqui y pro belicista, y carecerá de la profundidad dramática de otros filmes mas reconocidos, pero te provee un poco de historia, bastante adrenalina y dos horas de entretenimiento pochoclero, aún cuando sepas que esta historia está basada (muy muy libremente) en sangrientos hechos reales.
Sexo, soledad, minorías y zoofilia. Así se puede describir a La Forma del Agua, el último opus de Guillermo Del Toro. Lo que empezó como remake (o secuela moderna) de El Monstruo de la Laguna Negra se transformó en una fábula sobre el amor sin barreras, lástima que el sexo lo mancha todo. Es ciertamente el aspecto mas original del filme – Del Toro no se queda con el amor incondicional, asexuado, a lo El Juego de las Lagrimas, en donde lo que se enamoran son las almas de las personas (sin importar su género… o, acá, su especie), sino que va mas allá y llega a lo explícito -, pero también el mas discutible. El problema no es el intercambio sexual interespecies – como Splice – sino ponerlo en un relato que venía con altura. No deja de ser un reciclado de E.T. El Extraterrestre (bicho atrapado por el gobierno para abrirlo y estudiarlo, aliados de último momento que procuran su escape a toda costa aún cuando haya que sacrificarse en el proceso), sólo que acá ET usa el dedito para otra cosa aparte de llamar a casa. Ciertamente La Forma del Agua se siente como si fuera una versión de El Monstruo de la Laguna Negra dirigida por Marc Caro & Jean-Pierre Jeunet (los de Delicatessen, La Ciudad de los Niños Perdidos). El ambiente deprimente y corroido, la vida oscura de los protagonista, la visión fashion de la decadencia. Elisa vive una vida opaca, hace la limpieza en una instalación secreta del gobierno, es muda y jamás nadie le ha puesto un ojo (ni un dedo). Todas las mañanas mientras cocina sus huevos se despacha con un polvillo en la bañadera (vaya imagen) y hasta allí se reduce su vida sexual. De pronto, en esta Area 51 de principios de los 60 – marcada por la Guerra Fria, la discriminación y el nacionalismo acérrimo – aparece un bichejo “que vino del Amazonas donde lo adoraban como un Dios” (tal como ocurria con GillMan en la película de Jack Arnold), el cual cae en manos del sádico de turno (Michael Shannon, en nonagésimo papel de sicópata). El tipo gusta de torturarlo, lo cual es una estupidez ya que ni siquiera es un científico. ¿Para qué, que alguien me diga? ¿Piensa que la criatura va a comenzar a hablar?. Claro, está el odio porque el bicho le arrancó dos dedos, pero dudo de que Shannon se hubiera comportado de manera diferente con la mano completa. software de gestion comercial, sistemas para empresas y profesionales en Datahouse Company La Hawkins (que será algo narigona pero despierta una ternura especial) ve todo ese horror y se compadece del bicho. Se transforma en su amigo, comparten huevos (!) y, ante la inminencia de la vivisección de GillMan decide sacarlo de allí. Lo que sigue es una alianza impensada de un grupo de minorías – científico ruso espía de buen corazón, la compañera de trabajo que es afroamericana, el vecino que es un viejo gay enclosetado por las restricciones morales de la época -, ninguno de los cuales tiene una vida sexual como la gente. El ruso, nula por su trabajo; la morena Octavia Spencer, porque su marido ya no la ama más y la ve como su sirvienta personal, razón por la cual hace años que no la toca; el vecino, porque la época es super dura para los homosexuales, mas cuando son ancianos y cortejan apuestos empleados de restaurant; y la muda, porque nadie se fija en ella y sigue su rutina de huevos toda las mañanas. En el fondo todos estos individuos frustrados terminan haciendo causa común con la Hawkins, no solo para salvar la criatura, sino para que la muda pueda vivir su historia de amor con el anfibio (a nadie le extraña que la Hawkins vaya a trabajar con baranda a pescado todas las mañanas, ni se sorprenden por el hecho de que una humana tenga relaciones con un bicho humanoide con garras y branquias). Y del otro lado del mostrador está Michael Shannon como el americano patriota promedio, un burócrata que tiene familia, hijos, un Cadillac y una vida sexual normal, aunque algo agitada y tirando a perversa. A Shannon le gusta hacer chillar a los mudos y, así como tortura a GillMan, también quiere hacer chillar a la Hawkins en un bizarro episodio de acoso sexual sesentista. La Forma del Agua no es una mala película, yo no la denosto. Tiene grandes perfomances y situaciones inspiradas, aunque la historia de base es rutinaria. El problema es que Del Toro se mete con el tema de los tabues sexuales y, aunque lo desmitifica y embellece (es una fábula a lo Bella y Bestia), termina dejándonos un resabio bizarro en la boca. Es posible que si La Forma del Agua no tuviera a la Hawkins haciendo el amor bajo el agua con GillMan hubiera pasado como una película buena mas, platónica pero no memorable, pero acá Del Toro insiste con llevar todo al paso siguiente, y yo no sé si el sexo tiene cabida en esta historia. Porque acá se trata de una historia de amor y compasión entre dos personajes únicos y solitarios y, al mostrarlos en situaciones sexuales, termina por salpicar con morbo una romance de fabula.