… y ahora, algo completamente diferente. Una vida por una vida. Un prestigioso cirujano, otrora alcohólico crónico, comete un error y mata a un paciente. Ahora el hijo del mismo se ha hecho su amigo, pero la relación posee toques bizarros. El cirujano le hace costosos regalos, está a disposición de sus caprichos, incluso va contra su voluntad a una cena que el chico organiza en su casa con su solitaria madre… la cual trata de seducirlo. ¿Es remordimiento de conciencia, o el muchacho realmente ejerce algún tipo de poder sobre el médico?. Y cuando las cosas se están por volver intolerables, el chico se despacha con una sorpresa… una revelación que altera por completo la vida del cirujano y de su familia, y que lo va a obligar a tomar una decisión espantosa. ¿Es simplemente paranoia, o realmente el destino está a punto de hacerle pagar puntos de karma al conflictuado médico?. The Killing of a Sacred Deer es una película perturbadora. Desde ya no es realista, existe en su propio universo en donde no hay policías ni se hacen investigaciones por errores médicos. Esta gente actúa como robots, viviendo maquinalmente una vida sosa y hablando sin demostrar emociones – un detalle extremadamente bizarro, como si los actores estuvieran leyendo sus papeles palabra por palabra -. El médico que compone Colin Farrell no es el tipo mas normal del mundo – para hacerle el amor a su esposa Nicole Kidman, ésta tiene que simular que está muerta o anestesiada -. En medio de esa existencia anodina aparece Barry Kheogan, un pibe prepotente y repulsivo, que habla raro, hace preguntas raras y manipula a Farrell todo el tiempo. Y, como una cuestión karmática / metafísica, el flaco le lanza una maldición – ¿o es simplemente una lectura de la realidad? – de manera de que Farrell deberá cometer una acción impensable – el “Sacrificio del Ciervo Sagrado” al que alude el título, el que refiere a la tragedia del rey Agamenón de la mitología griega, quien ofendiera a la Diosa Artemisa y fue obligado por ésta a saldar la deuda con el sacrificio de su hija Ifigenia -. Ahora toda esta gente anodina, insulsa, snob comienza a tener vida. La crisis les hace hervir la sangre, ahora demuestran tener humanidad. Pero la situación es exasperante y quizás la familia esté dispuesta a quebrar mas de un tabú antes de llegar a la última circunstancia. ¿Podrán revertir el curso de la maldición?. (alerta spoilers) En sí el tono de la historia es eminentemente alegórico. El destino le ha otorgado una carta de poder a Barry Kheogan quien la decide jugar a placer con tal de cobrar la deuda. Una de las secuencias mas inquietantes es cuando los hijos de Farrell – que por culpa de la maldición no pueden caminar ni comer – están en el hospital y Kheogan llama a la chica, con la cual parece tener un interés amoroso. Mientras la piba está en el teléfono puede caminar y comer, e incluso saluda a Kheogan desde la ventana del hospital… pero, ni bien corta la comunicación, todos los síntomas regresan a su estado anterior. Si la tortura no alcanza para obtener una explicación de boca de Kheogan, entonces la explicación está mucho mas allá de la razón. Es una escena realmente bizarra en donde los pibes se arrastran como babosas por toda la mansión de Farrell, Kidman no sabe como seducir al pibe para que saque el conjuro (o lo que sea que esté pasando y que él maneje), y Farrell que no cesa de trompearlo y torturarlo hasta que se da cuenta que está con un espíritu indomable que solo clama a gritos que le paguen su deuda. (fin spoilers) Con actuaciones intensas, tomas claustrofóbicas de pasillos inmensos y desoladores (que harían las delicias de Kubrick) y un planteo lento pero extremadamente intrigante, The Killing of a Sacred Deer es una experiencia para aquellos que buscan cine pensante, un filme que – aunque no es totalmente redondo – te transmite cosas inquietantes y te deja un sabor tan extraño como único en la boca.
¿Qué hacer frente a la adversidad mas gigantesca y temida jamás enfrentada?. ¿Ocultar la cabeza y el orgullo, negociar una tímida paz y quizás convertirse en el futuro en la colonia de un imperio nefasto?. ¿O plantarse con orgullo hasta el final, muriendo en sus propios términos y resistiendo con la frente en alto?. En Mayo 1940 Winston Churchill se enfrentó a semejante dilema, y aunque la leyenda nos hable de un hombre de hierro, impertérrito frente a la abominación y la injusticia, Darkest Hour nos presenta a un individuo tan apasionado como falible, doblegado por el peso de la realidad y obligado a reconstruirse de apuro para convertirse en el faro que guiara al pueblo británico – primero a la resistencia, y después a la ofensiva y a la victoria – en la hora mas oscura que enfrentara el imperio. Las Horas Mas Oscuras trata sobre el primer mes de Churchill como primer ministro inglés, un puesto abrasador al rojo vivo considerando que la Segunda Guerra Mundial había estallado hacía un puñado de meses y Europa, en su vasta mayoría, había caído ante el imparable y devastador avance del ejército nazi. Sólo quedaba Inglaterra como último bastión para detener a Hitler y defender al mundo libre; y mientras que los Estados Unidos observaban a la distancia y apoyaban moralmente la causa, lo cierto es que Churchill e Inglaterra estaban solitos y tenían que bailar con la mas fea en un escenario en donde la invasión de Gran Bretaña sonaba como altamente probable. Siempre he dicho que la Segunda Guerra Mundial fue ganada por los rusos y por Winston Churchill. Los soviéticos, por reconstruir su ejército de apuro y doblegar a los nazis en masividad y tecnología, cobrándose con sangre los millones de vidas que los alemanes habáan segado en su campaña en el frente oriental. Si la historia ha ensombrecido el heroísmo ruso se debe a que su líder era un tipo tan sanguinario como Hitler, y porque las exigencias del deber eran brutales para el ejército soviético hasta el punto de fusilar a los cobardes por considerarlos traidores a la patria… eso sin considerar las masacres y las violaciones que infringieron a los civiles germanos durante la invasión de Alemania en 1945. Pero el otro factor se debe a un solo hombre: un tipo venal e irascible pero de retórica inflamable y sagacidad incomparable. Es Churchill quien movió sus fichas para empujar a los Estados Unidos a la guerra (y, mientras tanto, conseguir su apoyo material y logístico), quien se alió con los rusos cuando éstos fueron traicionados por Hitler (y los abasteció como pudo durante el feroz sitio que hicieron los germanos), quien organizó comandos y evacuaciones, campañas en el desierto para levantar la moral y detener al enemigo, y quien mantuvo la moral del pueblo inglés en alto en su momento mas aterrador, durante los raids aéreos que los alemanes lanzaron sobre Inglaterra y que amenazaron con arrasar el suelo británico durante los durísimos primeros años de la guerra. Como muestra la película, un tipo difícil para convivir y soportar, pero un idealista capaz de saltearse la burocracia (y la idiosincracia) británica con tal de hacer que sus órdenes se cumplan y se avance a toda costa con tal de derrotar al enemigo. Darkest Hour está plagada de planos extraños, claustrofóbicos, que ilustran la soledad de Churchill en mayo de 1940. En su partido no lo quieren por ser un personalista; y la oposición lo odia porque considerarlo un incapaz luego de orquestar la batalla de Gallipoli en 1915, la cual culminó en una masacre y la derrota del imperio británico. Y ni siquiera el Rey es partidario de su nombramiento, aún cuando nadie quiere tomar el cargo de Primer Ministro. Claro, la hora de blandos y negociadores ha terminado con la renuncia de Neville Chamberlain, lo que no significa que hayan salido de escena sino que están presentes, todo momento, para limitar la egolatría de Churchill y forzarlo a abrir negociaciones de paz con Hitler, algo que es incompatible con todo su ser ya que hace 10 años que Winston viene predicando la urgencia de detener al führer alemán antes que se apodere de toda Europa. Si hay algo que ilustra de manera formidable Darkest Hour es la soledad de Churchill y su desasosiego al descubrir lo abrumador de la realidad bélica. Los alemanes son imbatibles y, lo que es peor, los británicos están a punto de perder el grueso de su ejército en Dunquerque, en donde quedaron acorralados e indefensos – de hecho Las Horas Mas Oscuras puede verse como filme de compañía de la excelente cinta de Christopher Nolan, mostrando la cocina de la evacuación naval mas grande de toda la historia -. La verborragia épica no puede frenar los acontecimientos y llega un momento en que el férreo Chruchill se encuentra abatido, tembloroso, dubitativo… perdido y emocional frente a una situación que se le escapa de las manos. Es realmente el mejor momento del filme en donde el protagonista, en su peor momento, recibe apoyo de quien menos lo espera, se rehace, consulta con el pueblo y saca valor de donde sea para inflamar los corazones de los británicos ante una resistencia inminente, feroz y sangrienta. Y si todo esto funciona de maravillas es porque Gary Oldman se despacha con la perfomance de su vida, dándole calidez y ferocidad a un Churchill realmente memorable. Cada vez que Oldman recrea los memorables discursos del político británico, los corazones del público se empapan con su épica. He aquí un intérprete genial que sabe transmitir la emoción del personaje original a una audiencia moderna, contagiándole su incorruptibilidad y su épica incendiaria. Las Horas Mas Oscuras es una fantástica pelicula. No sólo es una visión vasta de Churchill como ser humano con todo su caleidoscopio de emociones, sino que convierte al primer ministro británico en un héroe en el sentido mas clásico, un individuo que defiende a muerte sus ideales y que, frente a la adversidad – en el frente interno y externo -, sólo toma mas impulso para abatir a su enemigo con la carga de las palabras mas apasionadas que existen en el lenguaje, aquellas que doblegan oposiciones y encienden corazones con el fuego del amor a la patria.
Honestamente, nunca vi antes nada parecido a Black Panther. La gente de Marvel le ha encomendado una aventura pochoclera a un director de calibre – Ryan Coogler – y el tipo se ha despachado con un acontecimiento cultural. No solo ensalza de manera maravillosa la cultura tribal africana – mezclándola con la modernidad y la ciencia ficción – sino que se despacha con un ferviente discurso sobre el orgullo de pertenecer a la raza negra. En el fondo Black Panther no deja de ser blaxploitation en envase de super lujo, matizado con detalles de altisima calidad que lo convierten en un producto único y diferente. He aquí una de superheroes con subtexto. La trama de fondo no deja de ser una típica intriga shakespereana – intrigas palaciegas, parientes secretos que vienen a reclamar el trono, traiciones de último momento -, pero el envase es deslumbrante. El reino de Wakanda parece ser una civilización asentada 300 años en el futuro, dotada de avances técnicos de todo tipo y color debido a poseer la única y mayor mina de vibranium del mundo – el mineral indestructible con el que hicieron el escudo del Capitán América -. Con el vibranium se cura, se come, se educa y se hacen super proezas. Utilizando una barrera de camuflaje, esta super civilización africana se esconde del mundo porque prefiere el aislamiento a que vengan los demonios extranjeros y pretendan conquistarlos. Ciertamente Wakanda posee tal capacidad tecnológica que está en condiciones de doblegar a toda la humanidad si así lo quisiera – y el cual termina siendo el objetivo principal de villano – pero prefiere la paz de la soledad. El lacónico príncipe T’Challa (Chadwick Boseman) se ha visto coronado de golpe debido a la súbita muerte de su padre – empardando con los acontecimientos ocurridos durante Capitán América: Guerra Civil -, y no se acostumbra ni al luto ni al trono. Cumpliendo con los ritos de coronación, T’Challa bebe una poción de flores nacidas del vibranium, lo que le hace prácticamente invencible pero, a su vez, le permite viajar al mas allá y contactarse con sus seres queridos. Ahora su misión es atrapar y ajusticiar a Ulysses Klaue (Andy Serkis, que perdiera un brazo en Vengadores: la Era de Ultrón, y ahora tiene un reemplazo multipropósito y super poderoso), quien ha estado robando vibranium desde hace tiempo para venderlo en el mercado negro. El problema es que, en el proceso de captura, T’Challa se topa con Erik Killmonger (Michael B. Jordan), quien no sólo resulta ser su primo sino que tiene una deuda de sangre con su fallecido padre (y, ahora, con su heredero regente). Frases De Cine: un compilado de los mejores dialogos de las peliculas mas famosas de la historia del cine La acción es espectacular como siempre, pero lo que mas impresiona es el aspecto visual, que es sencillamente orgásmico. Las Dora Milaje – el ejército de guerreras que conforma la custodia personal del rey – es una de las cosas mas formidables que jamas haya visto en pantalla, y gracias a la interpretación de Danai Gurira – que exhibe una ferocidad que haría pishar de miedo a las amazonas de la Isla Paraiso – deja una impresión imborrable. A ella se le une Lupita Nyong’o como la osada ex novia de T’Challa, devenida en agente de inteligencia del reino, y la irreverente hermana del rey, Letitia Wright, que tiene el intelecto de un genio y hace la veces de una Q con faldas, proveyendo todo tipo de gadgets al rey. Pero si la disputa por el trono es shakespereana, el tono de los contrincantes es tema viejo y se remota a los albores de los X-Men. Si T’Challa es un Martin Luther King pasivo y aislacionista que solo piensa en la paz de su pueblo, Killmonger es Malcolm X, un tipo que ha vivido en el resto del mundo y que desea las armas de Wakanda para sacar a los morenos de la opresión que han sufrido en todas partes del globo. No es un loco megalómano sino un tipo que desea usar la superioridad wakandiana para borrar las injusticias que ha padecido su raza y, como consecuencia, castigar a los blancos construyendo un imperio wakandiano que se extienda de sol a sol. Sí, es un hombre que ha vivido en el dolor como Erik Lehnsherr y que éste lo ha endurecido hasta el punto de abocar su existencia a la venganza. Si todo es genial en Black Panther, el único punto flaco es Boseman, el cual mantiene un perfil demasiado modesto para la épica que reclama su personaje. Boseman es un gran actor, y en filmes como Marshall es un lujo exhibiendo determinación y honestidad, pero acá termina menoscabado cuando debe compartir pantalla con gente mucho mas carismática. Parte del drama es que el trio de mujeres que lo acompaña, Michael B Jordan y hasta Andy Serkis devoran la pantalla con un gusto que él no demuestra por exhibirse restringido. Puede que le falte asentamiento en el rol – fijense lo que le pasó a Chris Hemsworth con Thor -, o que Coogler deba escribirle un rol mas descollante – hasta el mismo Michael B. Jordan parece una mejor elección para Black Panther que Boseman -. El tiempo dirá si es el hombre adecuado para el papel, ya que aquí llega con lo justo. Black Panther es un gran gran filme. Es inteligente, denso, tiene montones de personajes formidables, una estetica genial y una buena historia. Pero su mayor valor es la reivindicación de la cultura africana, la que se asoma como fascinante. Honestamente, después de ver el filme, salí corriendo a leer en la Wikipedia sobre tribus africanas, ritos, escudos y mascaras, implicando que Black Panther tiene muchisimo mas para ofrecer que una simple aventura pasatista y taquillera.
Alex Garland: director y escritor de culto. Todas las obras en donde metió mano son inteligentes, lo que no implica que sean totalmente redondas. Por cada 28 Days Later hay un Sunshine, Alerta Solar, en donde el brillante desarrollo termina tirado por la borda sobre el final. Algo se eso ocurre con Aniquilación, un filme excelente en muchos sentidos, en donde el clímax no satisface. No es indescifrable, pero era de agradecer algún pequeño speech que explicara lo que había ocurrido, o diera una opinión sobre la naturaleza del fenómeno. Sin reflexiones ni conclusiones, la película baja la persiana y te deja con una sensación incómoda, como si hubiera que esperar a una futura secuela para obtener algunas respuestas. Y considerando que el público yanqui la odió – qué se puede esperar de un pueblo que vuelve taquilleras las películas de Michael Bay y Tyler Perry, eso sin contar al cromagnon de jopo rubio que pusieron en el sillón presidencial – y terminó siendo adquirida por Netflix a precio de ganga apenas dos semanas después de su estreno, olvídese de que haya un segundo capítulo. Una lástima, considerando la altura que Garland había demostrado en Ex-Machina y que quizás despuntara aquí, si le hubieran dado 90 minutos mas de metraje… Yo tengo la firme opinión de que todo director de calibre quiere despacharse, en algún momento de su carrera, con su propia 2001 – una obra de ciencia ficción pensante que te haga tambalear tus creencias; un filme existencial que dé pie a debates intelectuales durante años -. Danny Boyle quiso hacerlo con Sunshine, Alerta Solar (con libreto de Garland), y Darren Aronofsky hizo la prueba con La Fuente de la Vida. El único que logró algo parecido fue un tipo que estaba fuera del sistema, el ruso Andrei Tarkovsky, con obras maestras como Solaris y Stalker – La Zona. Precisamente Aniquilación absorbe muchas ideas de estos dos filmes: la idea de una zona dominada por anomalías fuera de lo comprensible (y que la transforman prácticamente en una zona alienígena), y la idea de una entidad pensante que afecta la vida de una pareja de amantes y se dedica a crear (real o mentalmente) clones de ellos. Acá el concepto es mas ambicioso: un meteorito ha caído en un pueblito de Estados Unidos y ha creado una zona plagada de mutaciones, rodeada por una neblina espesa y cuyos limites se expanden de manera constante día a día. Y si no detienen / averiguan la naturaleza del fenómeno, quizás en un par de años absorba al resto del país y, mas tarde, al mundo entero. Y si la idea es desactivar ese fenómeno, donde se queda corto Aniquilación es al restringir la visión del relato a la pareja protagonista. La fría científica que compone Natalie Portman, y el soldado de élite que interpreta Oscar Isaac (¿cómo estos dos pudieron enamorarse?). Ver a la Portman teniendo un amante explicaría el desapego de Isaac y el deseo de aceptar una misión suicida como es internarse en “El Resplandor” (como le llaman a la zona)… pero cuando llega el final, la reacción de Portman resulta incomprensible. (alerta spoilers) Si no lo amaba, si lo dañaba al estar con su amante, si la cosa que ha regresado de la zona es un clon no demasiado maduro de su esposo… ¿por qué aferrarse a él?. ¿A esa pálida imagen de un ser querido que, para colmo, carece de personalidad?. Eso sin contar que ella misma está contagiada con el virus mutante alienígena. (fin spoilers). Terminamos dejando de lado el destino del mundo – o la naturaleza del fenómeno, su último significado – para darle bola a una pareja de amantes desgastados. Lo cual es una lástima porque el resto del desarrollo de Aniquilación es fascinante. El meteorito despierta todo tipo de mutaciones bizarras y es, en cierto sentido, un tumor que viene a absorber toda la vida del planeta Tierra tal como lo conocemos. Garland no escatima en golpes de efectos, algunos de ellos espeluznantes como el oso mutante que absorbe la naturaleza de las victimas que devora – y que genera la secuencia mas inquietante y sangrienta de todo el filme -, o la vivisección de un soldado infectado, el cual muestra que sus intestinos han cobrado vida propia…. oh, sí, Aniquilación está plagado de momentos que te erizan los pelos de la nuca. El problema con todo esto – los excelentes shocks, las conclusiones científicas brillantes, las buenas perfomances, el suspenso, la sofisticación del misterio – es que termina desinflándose en los últimos cinco minutos del filme. No se trata del clímax del faro sino de lo que ocurre después, que se alterna entre lo deprimente y lo inexplicable, y que te deja una sensación incómoda. Garland se despacha con un final pesimista – las obras maestras están plagadas de ellos, ese no sería el problema – pero te deja con la palabra en la boca. Me resulta imposible imaginar lo que ocurriría después con toda esta gente, amén de seguir sin saber si el meteorito era una simple infección de procedencia alienígena que llegó a la Tierra de manera fortuita, o si realmente hay un propósito superior detrás de todo esto. Preguntas que lamentablemente quedarán sin respuesta a menos, claro, que uno termine adquiriendo el resto de los libros que escribió Jeff VanderMeer sobre el tema, una necesidad acuciante para aquellos a los que nos gustó la película.
Ultimamente hay unos cuantos directores veteranos que están sacando películas como chorizos. Y no hablo de cineastas ignotos sino tipos de la estatura de Ridley Scott, Clint Eastwood o, quien ahora nos ocupa, Steven Spielberg. Es como si el demonio estuviera a punto de chuparles el alma, que filman, filman y filman a un paso agotador, como un deseo de engrosar su legado antes que los alcance la muerte. El drama con esto es que el apuro los hace cometer pifias (vean sino las últimas Alien de Scott o 15;17, Tren a Paris de Eastwood, que no tuvieron el beneplácito de la taquilla ni de la crítica), y ahora es el turno de Spielberg. Con seguridad nadie va a encontrar una critica mala de The Post: Los Oscuros Secretos del Pentágono debido a la prominencia del tema y del director… pero lo cierto es que es una película terrible. Buenas perfomances (y malas pelucas) no camuflan la desprolijidad de la historia y, mucho menos, la ausencia de tono didáctico para ubicar al espectador en algo que ocurrió hace mas de 40 años. El intento de hacer un fuerte discurso sobre la libertad de prensa termina trivializando otros temas de fondo (¿cambió la guerra después de exhibir los documentos secretos del Pentágono que mostraban que la guerra de Vietnam era imposible de ganar y que todos los gobiernos previos la apañaron, manipularon y ocultaron al público norteamericano, eso sin mostrar la inutilidad del conflicto y la locura generalizada que cundía en el escenario bélico?), y hasta la esperada batalla legal final frente a la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos termina siendo omitida de manera tan inesperada como atroz. Entonces, ¿cuál es el punto?. Uno revisa The Post después de haber visto la miniserie La Guerra de Vietnam (2017) que actualmente se exhibe en Netflix, y por lo cual uno tiene todos los datos frescos en la memoria. El enfoque del libreto es atroz: en vez de apuntar a la épica del New York Times (quienes descubrieron los papeles secretos del Pentágono gracias al accionar de su reportero estrella Neil Sheehan), decidieron hacer hincapié en la publicación tardía de The Washington Post, quienes consiguieron los documentos 5 días después que el New York Times, hicieron artículos con información complementaria y ambos diarios terminaron jugándosela en la pulseada con el gobierno en la Corte Suprema de Justicia, quienes dictaron la prevalencia de la libertad de prensa. ¿Cual es la gracia de esto?. La movida, en todo caso, sólo contribuyó a que The Washington Post se volviera un periódico de prestigio y, años mas tarde, le disparara directo a la cabeza al retorcido Richard Nixon (presidente de EE UU de aquel entonces), revelando el escándalo Watergate y terminando con la renuncia de éste en 1974. En realidad el único merito de The Post es obrar como una precuela de Todos los Hombres del Presidente (1976), la cual es la película por antonomasia de conspiraciones gubernamentales y un filme que le saca varios cuerpos a la cinta de Spielberg. La realidad era ésta; en el gobierno de Kennedy había un secretario de defensa – Robert McNamara, un tipo brillante que venía de la Ford y que era amante de los datos estadísticos debido a su formación como CEO – que sobrevivió a la muerte de JFK y quedó en el gobierno de Lyndon B. Johnson, haciendo de intermediario con el gobierno de Vietnam del Sur. Para medir la eficiencia de su gestión McNamara alimentó las computadoras de la Rand Corporation con miles y miles de datos (personal propio y del enemigo, armas de ambos bandos, cantidad de bajas, etc) e hizo miles de cálculos cruzados llegando a la conclusión inexorable de que la guerra era imposible de ganar aún poniendo millones de soldados en el campo y gastando miles de millones de dolares en armas y recursos. A Johnson no le gustó el informe, a McNamara lo pasaron a la presidencia del Banco Mundial y LBJ puso un reemplazo menos analítico, mas sumiso y mas agresivo. El tema es que una copia del informe de McNamara quedó en la Rand y un asesor militar – desencantado con lo que vio en Vietnam – lo buscó y se lo filtró a la gente del New York Times. Los del Washington Post llegan tarde – desesperados por morder algo de la primicia -, agarran la segunda parte de los documentos y los publican, atrayendo todo el odio de Nixon. Es entonces cuando el presidente decide evitar posibles fugas de información en el futuro y crea un grupo de tareas llamados “los plomeros”, los que harían operativos sucios para espiar a periodistas y opositores… y quienes serían los torpes que caerían arrestados plantando micrófonos en las oficinas del partido Demócrata en el edificio Watergate. Portal SSSM / Arlequin, critica de cine fantastico, de culto, filmes de terror y ciencia ficcion Tomando este último párrafo como guía, uno puede intentar entender qué o quienes son los tipos que Streep y Hanks nombran al pasar y, lo que es peor, el filme los descarta porque prefiere subrayar las luchas intestinas de la dueña del The Washington Post con sus posibles inversores justo cuando precisa desesperadamente una inyección de capital y se topa con todo este escándalo. No sólo trivializa el tema desviándose por las finanzas del diario, sino que mete parrafadas para nada interesantes sobre la vida del personaje de Streep, eso sin siquiera profundizar en el personaje de Hanks (es Ben Bradlee!! el tipo que apoyó a Woodward & Bernstein a echar a Nixon de la Casa Blanca!). The Post es un filme profundamente anticlimático. No hay suspenso, no hay momentos de tensión, ni siquiera discursos profundos sobre la situación y la libertad de prensa. Todo va rápido y al pasar, y si a los yanquis le gustó es porque le gusta entronar películas de aire épico donde los periodistas derrotan a corporaciones e instituciones malvadas (algo parecido ocurrió con Spotlight, que me pareció tremendamente blanda – incluso figura el hijo de Ben Bradlee como el editor del diario que descubre los casos de abusos de niños por parte de sacerdotes católicos en Estados Unidos -, y que solo me parece una mala imitación de Todos los Hombres del Presidente con micrófonos ocultos, gobiernos amenazantes, corridas en callejones oscuros, jueces que aparecen a ultimo momento a proteger a los héroes, e imágenes de diarieros repartiendo fardos de periódicos con títulos rimbombantes). Si Spotlight era correcta pero estaba hecha de manera maquinal, The Post es una enorme pifia porque pone el acento en quienes acompañaron la historia y no en los verdaderos héroes (los del New York Times), se ocupa de las acciones del diario, va a las apuradas y ni siquiera reflexiona demasiado sobre la enorme importancia del asunto que acaban de destapar. Es una tonelada de frases hechas que pegan poco y llegan tarde, ya que The Post sólo hubiera sido efectiva si la hubieran rodado hace 40 años y cuando el público de la época (no los gerontes de ahora ni los millennials que ni siquiera saben escribir su nombre) hubiera tenido fresco el recuerdo y el impacto de un momento histórico tan importante, un suceso que aquí queda lamentablemente diluido y termina sin fuerza por la falta de un libreto mas ordenado y mas inspirado.
Está visto que la moda de remakes / reimaginaciones / reboots es una tendencia imparable en Hollywood. Después de todo el aliciente es que tienen un trabajo de marketing ya pre-hecho – todos conocen de antemano a una determinada película o serie, así que no hay que gastar tanto como cuando se quiere vender un producto totalmente nuevo -. Yo estoy absolutamente en contra de las remakes de clásicos indisputables – desde los proyectos de americanizar Akira y hacerla live action hasta Robocop (aunque la versión 2014 no era totalmente mala) -, pero hay otras películas que tienen una fama sobreinflada. La versión femenina de Ghostbusters me pareció muy graciosa y no es como dice el clamor popular “que le violaron los recuerdos de la niñez”. La primera Ghostbusters tampoco era una película suprema, sino una cosa estirada con un Don Murray denso, y que tenía un final espectacular que compensaba todo. Es cierto que cuando uno es niño la impresión es mayor, pero viendo la película original ahora de adulto uno ve que los méritos son menores – no quita su valor histórico, como el de ser un super blockbuster anunciado un año antes de su estreno -. Algo parecido pasa con Jumanji: a mi no me parece un clásico intocable, apenas era una buena película de matineé con algunos efectos especiales horrendos (era el albor de los CGI así que los monos y los leones no se veían reales ni por asomo) y un Robin Williams pasado de rosca. Es muy muy superior – en términos de historia, suspenso y equilibrio – la seudo secuela Zathura dirigida por Jon Favreau que el original de Joe Johnston. Pero todo el mundo disfrutaba de Williams haciendo morisquetas y como era la que había empezado todo… Si la mala onda que ocurría con Ghostbusters 2016 estaba presente al anunciar una nueva Jumanji, las buenas nuevas es que la secuela / reimaginación 2017 es muy superior a lo esperado (e incluso mejor que la original). Tampoco es la super película, solo es una aventura plagada de momentos simpáticos y dotada de un cast de comediantes de lujo que realzan lo que sugiere la trama. Pongan a otro tipo que no sea Dwayne Johnson a decir las líneas con “intensidad ardiente” (uno de los perks de su personaje dentro del videojuego) y la cosa hubiera resultado insípida. También es cierto que la Roca no está solo: la química del grupo es genial y se conforma con Jack Black (que hace de adolescente snob atrapada en el cuerpo de su personaje, un obeso arqueólogo, y que es un ladrón de escenas constante) y el encanto de Karen Gillan, la muchacha nerd ultra tímida que se despierta como un clon super hot de Lara Croft, una femme fatale exterminadora de asesinos que, cada vez que hace una proeza, abre los ojos como dos platos. Hasta el usualmente anodino Kevin Hart brilla, como el matón de la escuela que ahora descubre que está atrapado en el cuerpo de un moreno super petiso. Portal Datacraft: codigos postales, telefonos utiles, articulos de interes en tu revista digital Ciertamente el principio está ok pero los actores que hacen de adolescentes no son un prodigio de carisma. Esto es básicamente El Club de los Cinco encuentra La Dimensión Desconocida, con un montón de parias absorbidos por un videojuego con poderes mágicos. Deben completar la misión para regresar al mundo real, amén de vencer al rey de los cazadores (el personaje de Bobby Cannavale es el mismo cazador de salacot que perseguía a Williams en el original de 1995, si no me equivoco) quien posee una joya mágica con la cual puede dominar a todos los animales. Johnson recupera la joya y debe devolverla a su templo original, con lo cual deben pasar peripecias de todo tipo y son perseguidos por los esbirros de Cannavale. El chiste del asunto es ver a estos soberbios actores hacer de pendex traumados, inseguros, llenos de tics, que siguen comportándose como si estuvieran en la secundaria. Jack Black descubriendo que tiene pene, Kevin Hart queriendo prepotear a la Roca como si aún fuera el urso que era en la escuela, Hart quejándose de todo, o el bizarro romance que surge entre Johnson y Gillian (que da para una memorable escena de beso). Pero la cosa funciona por ráfagas, ya sea el humor o la acción, con lo cual está ok y uno se divierte con alguna carcajada fuerte de vez en cuando. Jumanji: En la Selva está muy bien y es recomendable. No es guau, está mejor que el original, pero tiene chispa suficiente para ser entretenida. Y como resultó un taquillazo salido de la nada (arañó los 800 palos verdes de recaudación, casi lo mismo que una pelicula Marvel), desde ya la secuela está garantizada. Lo único que pido es que aceiten un poco mejor los mecanismos para que las escenas de la escuela tengan tanta gracia como las de la selva, o al menos sean mas breves como para pasar a lo que nos interesa (actores gigantes haciendo de adolescentes idiotas y escapando de un peligro tras otro) en poco tiempo y con mayor disfrute.
14 años de espera para esto. Algunas secuelas se demoran demasiado y, cuando terminan de ver la luz, suelen ser decepcionantes. El caso de Jeepers Creepers 3 podría ser el ejemplo, sólo que es tan dispar que resulta difícil condenarla. La criatura continúa siendo fascinante y sus ataques están bien orquestados, lástima que lo que hay en el medio como historia es un pastiche. Creo que lo mas aterrador del filme es ver cómo Meg Foster – la belleza de ojos glaciales de They Live y Los Amos del Universo – se ha convertido en un zombie en la vida real. Siempre fue una tronca y ahora en la vejez parece haber aprendido a actuar, lástima que está tan deteriorada que impresiona. Aún es flaca y tiene el pelo castaño y largo, pero el rostro es como si un parásito alienígena la hubiera consumido hasta los huesos, dejándola con la apariencia de una mujer de 40 años convertida en un muerto viviente. Ok, la Foster tiene 69 pirulos y el tiempo pasa para todos, pero a ella le ha hecho estragos. De algún modo ese estado de deterioro la hace ideal para una película de terror, y en Jeepers Creepers 3 tiene sus momentos de lucimiento: hace años perdió a su hijo a manos de la criatura, y ahora mantiene contacto con su fantasma, el cual le advierte que el demonio está por empezar a cazar en la zona, y va a ir tras sus pasos. Todo esto podía haber desembocado en una especie de vengador a lo Ray Wise (como en la segunda película) con poderes paranormales y sed de sangre, pero no: en cambio la Foster actúa de medium improvisada que encuentra un pedazo de la criatura (aún viviente) y su contacto le da información sobre el origen y las debilidades del demonio. ¿Que cuáles son?. Nadie sabe, porque el libreto se olvidó de explicarlo. Así como esto hay toneladas de ideas a medio cocinar que el guión dispara sin cesar para mantener el ritmo, pero nunca terminan de cuajar. Desde el escuadrón anti creeper que maneja Stan Shaw, hasta el inexplicable secuestro de Gabrielle Haugh – que se mantiene viva en la van del demonio, sin que éste perciba su respiración (!) -, pasando por la camioneta del creeper que ahora tiene vida propia y está llena de gadgets infernales, desde puertas que te parten al medio hasta un arpón que se dispara – con precisión endiablada – desde su caño de escape. Todo esto resultaría medianamente digerible si no fuera porque Victor Salva ha convertido a Jeepers Creepers 3 en el capítulo 1.5 de la saga. Ya que ahora hablamos de secuelas y precuelas…. ¿qué tal una intercuela?. Jeepers Creepers 3 ocurre minutos después de que el demonio rapta a Justin Long en el final de la primera película, con lo cual ya sabemos que al demonio no lo van a poder matar (si no, no hubiera existido el segundo filme) y derriba de un plumazo toda la expectativa épica que planteaba la guardia del personaje de Ray Wise sobre la criatura empalada que mantenía en su granero. Es un cachetazo al fan de la saga, y una decisión artística que aniquila todo tipo de expectativa sobre esta entrega. Es posible que Salva haya querido meter mas cosas a la mitología del Creeper – la van con vida propia no daba señales de su comportamiento autónomo en el segundo filme – como los escuadrones de cazadores y el contacto síquico que podría develar el origen de la criatura (sin hablar de Gina Phillips jurando vengar a su hermano en el ultimo fotograma del filme), pero todo está insertado con calzador, forzado e insatisfactorio. Todo el filme da la impresión de haber sido rodado con dos mangos, con demasiadas escenas a la luz del dia (en vez de las nocturnas como Jeepers Creepers 2, que son mucho mas atmosféricas pero son mas caras de rodar), actores adolescentes demasiado insoportables, y actores veteranos serie B que, si bien le aportan carisma y aplomo a la historia, son despachados demasiado pronto. Hasta el final es excesivamente abrupto. Cuando funciona Jeepers Creepers 3 prueba que la premisa sigue siendo atrapante; el drama es todo el relleno con malas perfomances y ataques a la luz del día, eso sin contar de que no se descubre nada nuevo sobre el bicho – salvo que su combi es una prima lejana de Christine -. Mas que por fallida, Jeepers Creepers 3 resulta decepcionante, porque queríamos saber por qué existe la criatura y porque estábamos ansiosos de que terminaran de exterminarla en algún momento. Así como está es una excusa estirada que aporta estilo pero no substancia, y no satisface los deseos de venganza de la audiencia.
Llámenme un viejo choto, un cincuentón equivocado o un hereje… pero, la verdad, las películas originales de Star Wars nunca me impresionaron demasiado, incluso cuando era chico. Ok, los efectos especiales eran maravillosos pero la historia me parecía ñoña y hasta Luke Skywalker nunca me dió la impresión de ser un héroe badass sino uno con demasiados prejuicios. La escena de El Regreso del Jedi en donde el emperador Palpatine lo forr… lo provoca durante media hora para que lo ataque y se pase al lado oscuro me parece ridícula y eterna. Quizás el tema pase porque Star Wars era tan innovadora como verde en muchos aspectos, y nunca se atrevía a cruzar un limite que traicionara a su audiencia principalmente adolescente. Es por eso que la nueva trilogía, plagada de elementos reciclados, calzan mucho mejor en una audiencia moderna – compuesta de gente joven pero también de gerontes como yo que vieron la Star Wars original en 1977 con apenas 10 años – que la versión original. Ok, el cine moderno creció a la sombra de lo que George Lucas creó hace 40 años, y maduró generando un nuevo lenguaje, y lo que vemos ahora es la versión 2.0 de esa misma historia. Fallan los villanos, es cierto – no hay nadie que se acerque ni a los talones de Darth Vader – pero estos héroes emocionan. Y si hay quienes polemizan por el perfil de Luke Skywalker en la versión 2017 de Los Ultimos Jedi, permítanme decirles que están equivocados. Por primera vez veo a Luke como un héroe duro, sabio, expeditivo, un Jedi hecho y derecho. También es cierto que es un individuo mas curtido, perseguido por sus propios demonios como puede ser el atormentarse al haber entrenado a otro posible Darth Vader. En todo caso es una versión mucho mas natural de lo que fueron Yoda y Obi Wan Kenobi, tipos que vivieron lo mas tranquilos en el exilio después de haber dejado que el lado oscuro de la fuerza se devorara a toda la galaxia. Este Luke ha visto el desastre y prefiere morir en soledad, extinguirse como el resto de los Jedi ya que cree que la religión – y el poder de la fuerza – es mas una maldición que una virtud. Pero cuando las papas queman los héroes salen del olvido y recuerdan su temple, y dan un paso al frente dispuestos nuevamente a defender a los inocentes aún cuando ello suponga poner en riesgo su propia existencia. Si Luke no es un Yoda dócil dispuesto a entrenar a Rey de buenas a primeras, al menos demuestra la lógica de su ostracismo y los motivos de su reacción. Oh, sí, el reciclado is strong in this one too, pero la gracia la tiene Rian Johnson que va en contra de las expectativas. “Ohhh, Rey encontró a Luke, le dió el sable de luz… qué momento… ¡¿qué?. ¿lo tiró al diablo?”. Y así como ésa pasan decenas de otras cosas inesperadas, muertes que no se ven venir, amistades inconcebibles y sacrificios imposibles de creer. No todo lo que cocina Johnson le sale bien – la persecución de la Rebelión, que debería haber creado un clima al estilo de La Batalla del Abismo de Helm (he aquí los ultimos rebeldes diezmados por la Primera Orden, la ultima esperanza para restaurar el orden en la galaxia masacrada sin piedad y reducida a un callejón sin salida donde la muerte es inevitable) no logra captar ese clima de desesperación, y la subtrama con Finn y la japonesita buscando infiltrar los códigos secretos de la flota imperial suenan a excusa superinflada para que el moreno tenga algo que hacer mientras Rey completa su entrenamiento en la isla – pero el 90% sí le funciona y, lo que es mejor, emociona. Y cómo. Desde las bravuconadas de Poe Dameron (“por favor, ponganme al general Hux en línea para hablar su rendición… sigo esperando”) hasta la expresividad de Rey al descubrir sus poderes en toda su magnitud… incluso Carrie Fisher tiene su cuota de momentos notables (alguno de ellos bordeando lo hiper ridiculo como cuando termina varada en medio del espacio… y sin traje que la proteja), y desde ya Adam Driver, que usa una especie de WhatsApp espacial (gracias a lafuerza.com) y habla en directo con Rey, lo que permite descubrirlo mas como personaje (y montando una dualidad de consecuencias incalculables: ¿quién seducirá a quién para llevar al lado oscuro / luminoso de la fuerza?). La frutilla es Domnhall Gleeson, el cual es tan estirado que termina bordeando la autoparodia (y da lugar a algunos de los momentos mas cómicos del filme). Portal Datacraft: codigos postales, telefonos utiles, articulos de interes en tu revista digital Es por todo ello que creo que Los Ultimos Jedi es la mejor película de Star Wars después del filme original de 1977 (por supuesto está Rogue One, pero no es parte de las trilogías principales). La perfomance de Mark Hamill es muy muy buena (y hablamos de un tipo que se la pasó haciendo papeles en cine serie B o Z casi toda su vida, a excepción de su notable Guasón en Batman: The Animated Series y derivados), exuda dignidad y respeto, y encarna a Luke Skywalker como uno siempre lo ha esperado – un defecto constante de la nueva trilogía ha sido el no saber respetar el espiritu de los personajes clásicos y darle mas bola a Rey, Finn y toda la nueva troupe -.John Boyega es menos payaso y mas héroe, Oscar Isaac es un ladrón de escenas constante, y Daisy Ridley se la ve mas aguerrida y mas mujer (sigue siendo una delicia de protagonista). En todo caso la mayor macana (alerta spoilers) es que Snooke , justo cuando se estaba poniendo realmente sabroso, decide hacer mutis por el foro. (PD: ¿cuándo le van a dar un Oscar a Andy Serkis?; PD2: ¿podría la gente de DC Comics tomar nota de cómo se hace un villano digital realmente digno y amenazante en vez de ese moco de plástico que fue Steppenwolf en La Liga de la Justicia?). (fin spoilers). Pero, por lo demás, La Guerra de las Galaxias: Los Ultimos Jedi es un filme que emociona, y por ello termina triunfando sobre su principal defecto que es el reciclado de una mitología harto conocida. El mundo precisa héroes por el cual uno pueda vitorear y aquí abundan, lo que demuestra la maestría de Rian Johnson como director para llevar a Star Wars a un nuevo estadío de popularidad entre el público moderno… aunque sea una decisión que resulte muy discutida entre los fans a ultranza de la saga.
Por fin DC Comics parece haber encontrado el camino para Marvelizar su universo cinematográfico. Claro, precisó importar a Joss Whedon, algunas peliculas mediocres para entrar en calor y que el destino le jugara una mala pasada a Zack Snyder – el suicidio de su hija que lo hizo abandonar el rodaje del filme que nos ocupa – como para que toda esta gente disfrazada se sintiera heroica, amigable y menos contispada. Y si los personajes son bárbaros, los actores formidables y la química de equipo resulta notable, lo que la DC aún precisa es un villano decente, un plan diabólico interesante y una casa de efectos especiales potable. Hay momentos en que la mediocridad de los FX te hace crujir los dientes, y eso que estamos hablando de un filme que desborda de efectos especiales. Comparada con El Hombre de Acero y Batman v. Superman, La Liga de la Justicia es un gran paso adelante en el camino correcto… pero aún está a miles de kilómetros de ese sólido sabor heroico y memorable que fue Mujer Maravilla. No hay nada memorable aquí. Hasta la banda sonora del pope Danny Elfman suena tremendamente genérica – y eso que se da el lujo (o la herejía?) de revivir su propio tema de 1989 de Batman, amén de la icónica tonada de John Williams de Superman 1978 siquiera por unos segundos -, y las batallas son caóticas e imposibles de seguir. La Warner / DC necesita urgente un nuevo editor y un director con menos desquicio para las secuencias de acción. Pero aún con todo ello La Liga de la Justicia no es el desastre que todos proclaman, o merece ese 40% que Rotten Tomatoes se empeña en adjudicarle (como pasa siempre, cuando un crítico norteamericano se ensaña con un filme, el resto le sigue en masa como si fueran lemmings, compitiendo por ver quién le adjudica el epíteto mas horrendo). Es simplemente una película pochoclera mas que pasable, con actores mas asentados en sus papeles (por fin Henry Cavill se siente como un verdadero Superman; Affleck sigue descollando como Batman; la Gadot destila confianza y carisma como la amazona que todos adoramos), y algunas incorporaciones muy eficaces: Ezra Miller es un ladrón de escenas constante con su Flash neurótico y desubicado, y Jason Momoa es un Aquaman badass y borrachín que no tiene reparos en irse de boca. La escena en donde se sienta sobre el lazo de la verdad de Diana y empieza a disparar los defectos del equipo no tiene desperdicio. El drama, en todo caso, es que hay mucha gente en un solo filme y el desarrollo dramático va a los saltos. La relación nuera – suegra de Lois Lane y Martha Kent está metida con calzador, y toda la carga karmática de Ray Fisher / Cyborg queda sepultada por la velocidad de los procedimientos. Digo: acá hay tres personajes nuevos cuyo origen está explicado en una charlita de dos segundos dicha al pasar, y hay gente a la cual le pasan cosas muy grosas. Ya sea la perdida de humanidad de Cyborg o (y no es ninguna sorpresa) la inesperada resurrección de Superman, sobre la cual Miller bromea aludiendo a Cementerio de Animales. Portal Datacraft: codigos postales, telefonos utiles, articulos de interes en tu revista digital El villano se ve horrible, habla sandeces, es tan genérico que solo inspira aburrimiento. El McGuffin de todo el asunto – las Cajas Madres, tres computadoras semivivientes capaz de destruir planetas enteros – va de los incomprensible a lo anónimo. En todo caso uno va a ver como estos tipos chapurrean entre ellos, se dan murra, bromean y salvan al mundo a último momento. Considerando lo que la competencia ha venido vendiendo desde hace años – léase, Marvel y la primera de Los Vengadores -, La Liga de la Justicia se ve increiblemente genérica. Yo me acuerdo de Loki parando en seco las flechas de Hawkeye, el sacrificio de IronMan al mandarle la bomba atómica a los Chitauri, el Shawarma, “Shakespeare en el Parque”, Hulk y Thor peleando en el helicarrier de SHIELD…. pero dudo que recuerde algo de La Liga de la Justicia 2017 la semana que viene, a excepción de Superman siguiendo por el rabillo del ojo a Flash (ante la mirada desorbitada de Ezra Miller), o Momoa diciéndole a la Gadot que está bien buena. Ok, vienen mejorando pero aún les falta mucho por limar para dar pelea mínimamente potable a la Marvel en un terreno en donde el gigante del logo rojo domina con holgura. El otro día ví como James Corden traía a Chris Hemsworth, Tom Hiddleston, Cate Blanchett, Mark Ruffalo y Jeff Goldblum a hacer una hilarante versión bajo presupuesto de Thor Ragnarok en un teatro (ante el delirio de los fans). Y se veía a un montón de actores serios divirtiéndose como chicos con sus personajes. Del mismo modo me resulta totalmente imposible imaginar a Affleck, Gadot, Momoa, Miller, Fisher o Cavill haciendo algo parecido, intentando bajarse del caballo del estoicismo que tienen impregnados sus papeles. Acá, al menos, sonríen bastante y son mas light, y mientras que eso es una buena señal, aún precisan encontrar un libretista que les de una historia decente, apasionante y memorable, la cual – lamentablemente creo – solo podrá ocurrir con aquellos filmes DC que sean fabricados fuera de la esfera de influencia de Zack Snyder. Hasta que llegue ese momento la DC seguirá produciendo filmes de superhéroes que parecen dirigidos por Michael Bay, en donde el sonido y la furia termina sepultando las buenas intenciones bajo una catarata de mediocridad y malos efectos especiales.
Que Thor: Ragnarok es lo mejor que la saga de Thor ha ofrecido hasta ahora, que a nadie le quepan dudas. Es súper movida, está plagada de chistes, tiene villanos formidables, está Hulk como nunca se lo vió (y similar a como uno lo conoce de los comics), y tiene fantásticos personajes. Pero, por otra parte, te deja cierto escozor incómodo deslizándose por la espina dorsal. Mientras que en Guardianes de la Galaxia James Gunn integraba el humor de manera natural e integral a la trama (produciendo un relato tremendamente afectivo y efectivo), Thor: Ragnarok pasa el límite de la parodia en mas de una ocasión. Que el humor le saca la solemnidad almidonada a la saga (que es algo que desesperadamente precisaba) es evidente, pero, por otro lado, si la movida se contagia, puede llevar a todo el género de los superhéroes a la decadencia. Ragnarok no se siente como Guardianes de la Galaxia o Deadpool, sino como una de superhéroes hecha (por momentos) por los directores de Airplane!. La primera media hora es caótica. Va muy rápida, hay cosas empardadas de apuro (el escape de Thor del Infierno, el destino de Odin, la revelación de la primogénita maldita del Padre de Todos, la toma de Asgard, el exilio de Thor) y uno cruje los dientes por lo vertiginoso del relato. Por suerte la historia encuentra sus pies cuando se despacha con su propia versión de Planeta Hulk (digamos, Planeta Thor), en donde el Dios del Trueno, despojado de su martillo mágico y sus poderes, termina como gladiador en una arena intergaláctica regida por Jeff Goldblum… el cual hace de Jeff Goldblum con todas las letras mayúsculas. Ciertamente Goldblum arranca las mayores risas de la película, pero hay momentos en que se pasa de ridículo y es incómodo. Igual el relato está mechado con la integración de Tessa Thompson como una ex valkiria (una integrante de la mítica guardia personal de Odin) que ha preferido el exilio después de ver el manoseo de influencias y poder que ha hecho el Padre de Todos con cada uno de sus hijos. Si Chris Hemsworth y Mark Ruffalo se sacan chispas en el planeta alienígena, por el otro lado Cate Blanchett se devora la pantalla con ganas. Oh, Dios, no sólo es tremendamente sexy sino deliciosamente mala. Ultimamente la Marvel viene mejorando la puntería con sus villanos (el Buitre, Ego el planeta viviente) y la Hela de Blanchett (secundada por su ex compañero de El Señor de los Anillos Karl Urban) es uno de los mejores. Y desde ya el Loki de Tom Hiddleston que sigue haciendo de las suyas. Como show pochoclero, Thor: Ragnarok no tiene desperdicio. Hasta alguno que otro puede cometer la herejía de decir que es el mejor filme de superhéroes que ha dado la Marvel hasta ahora (ehh… yo me apunto). Sobre el final se vuelve mas serio y épico, y le da una gran estatura a Hemsworth, un tipo que viene foguéandose en la comedia (¿se acuerdan cómo se robaba todas sus escenas en Los Cazafantasmas 2016?) y que ha probado tener carisma de sobra para llenar la pantalla. Marvel no escatima recursos a la hora de poner a sus personajes (y sus historias) al limite, y aquí toma varias decisiones arriesgadas, las cuales prueban la seguridad que se tiene la editorial para manejar las franquicias con total prestancia. Quizás haya un exceso de chistes que termina por incomodarme un poco pero, viendo la pelea épica de Thor contra una tonelada de enemigos al son de la Canción de Inmigrante de Led Zeppelin, me da la pauta justa que el director Taika Waititi tienen condiciones de sobra para llevar la franquicia a nuevos y apasionantes territorios, sólo que le pediría un poco mas de equilibrio (tal como lograra James Gunn en Guardianes…) para que esto siga siendo épico, emocionante y gracioso sin caer en la pura parodia.