Hace rato que no veo una película de Tim Burton que realmente me asombre, o que se sienta fresca y equilibrada. Lo último que me gustó fue El Cadáver de la Novia (2005) y, después de eso, Sombras Tenebrosas... aunque esta última dista mucho de ser un plato para cualquiera. Ahora Tim Burton decide regresar a sus origenes, remakeando un cortometraje que él mismo dirigiera en 1984; el chiste de todo esto es que en aquel momento Burton trabajaba para la Disney y cuando los ejecutivos de la corporación del ratón vieron el corto, decidieron darle una patada en el tuje a Tim y toda su oscura imaginería. Quién iba a pensar que 26 años más tarde la gente del ratón se postraría ante Burton - ante los contundentes resultados de taquilla de Alicia en el Pais de las Maravillas - y le darían un cheque en blanco para que rehiciera aquel corto que consideraron herético en su momento. Ciertamente Frankenweenie posee el sabor inconfundible de Burton pero, por otra parte, dista mucho de ser una idea redonda. El problema es que la trama se queda sin combustible a mitad de camino y, ante la falta de ideas, decidieron empardarle un exagerado e indulgente final, el cual provee fuegos de artificio pero no termina por satisfacer a la platea. Hay que admitir que la idea de fondo es loable: imaginen una versión infantil de Frankenstein, sólo que esta vez la criatura es una mascota muerta y el científico es un niño de diez años que está desesperado por revivirla a cualquier costa. El problema con el filme es que la historia no va más allá de eso, como si los libretistas no supieran cómo enriquecer la idea o cómo expandirla para que ocupe dignamente los 90 minutos que requiere un largometraje (el corto de 1984 duraba apenas 30 minutos). En cambio, deciden meter una troupe de personajes secundarios excéntricos y charlatanes, los cuales tienen un propósito más decorativo que otra cosa. En ningún momento Victor reflexiona sobre el hecho de revivir a su perro muerto, o si el animal merece el tipo de vida que él le ha proporcionado, o si la ciencia se ha usado correctamente. En el corto original la historia bajaba línea a las mismas premisas del Frankenstein original - la intolerancia al diferente - pero aquí, en cambio, el mensaje queda diluído. Es que gran parte del problema - aparte del estiramiento innecesario (o poco inspirado) de la idea original - proviene del mismo Burton, quien decide aportar su cuota de relleno al asunto, bombardeando la pantalla con homenajes a los tétricos héroes de su infancia: desde el mencionado re-versionamiento de Frankenstein pasando por menciones sutiles a filmes del mismo Burton - cometas con forma de murciélago, un poster de Marte Ataca! en el dormitorio del protagonista, un vecindario demasiado parecido al de El Joven Manos de Tijera, etc -, hasta una caterva de referencias mas o menos sutiles a clásicos de todo tipo y color del cine fantástico: una tortuga gigante al estilo de Gamera, un profesor de ciencia sospechosamente parecido a Vincent Price, un compañero de estudios que se ve idéntico al Boris Karloff de la Frankenstein original (aunque sin tornillos en el cuello; e, incluso en un momento, queda envuelto accidentalmente en un rollo de vendas, quedando idéntico a La Momia que Karloff interpretara en 1932), amén de toneladas de referencias a títulos como Gremlins (con una horda de sea monkeys mutantes atacando el pueblo), Los Pajaros, Drácula e incluso El Hombre Lobo Americano en Londres (la transformación del minino mutante que sostiene el murciélago muerto se ve idéntica). Todo esto deviene en un filme que se siente más propio de Joe Dante que de Tim Burton: Dante es un amante del cine fantastico que satura sus obras con homenajes cinéfilos hasta el punto de la saturación y la asfixia - aplastando las ideas originales que los libretos podían aportar -. Por contra, Burton es un creador de universos tétricos, un individuo abocado a lo original y no a la copia; pero aquí Burton deja de ser Burton y pasa a ser una fanático enardecido a cargo de una cámara, rodando homenajes de todo tipo y color para su regodeo personal. Ni siquiera esa horda de referencias cinéfilas contribuye a darle substancia a Frankeweenie, con lo cual toda la historia termina resultando una anécdota demasiado estirada. Frankenweenie se deja ver, pero no es el gran filme que todos venimos esperando (de hace rato) de Tim Burton. Es como un vistazo fugaz a los origenes de este creador, y nos recrea sensaciones conocidas e inconfundibles por las cuales hemos adorado a Burton durante todos estos años; pero también representa una apuesta sobre seguro, una inversión sin riesgo hecha por parte del director, el cual simplemente se ha dedicado a reciclar todos sus tics con tal de satisfacer a sus fans... algo que termina por resultar inquietante ya que, cuando un creador comienza a copiarse a sí mismo, es una clara señal de que su talento ha llegado a un punto de agotamiento.
Para los ansiosos intentaré resumir Operación Skyfall en pocas palabras: es una gran película Bond pero no es una gloriosa pelicula Bond. No hay nada en el filme que sea fascinante o descomunalmente original - entendámonos bien: Skyfall no es la nueva Goldfinger, algo que rompe la tierra y empieza a ser imitado a rabiar por medio mundo -, pero sin lugar a dudas es un sucesor más que digno para la cercana Casino Royale y, desde ya, que le pasa el trapo a Quantum of Solace. A mi gusto personal me sigo quedando con el filme de Martin Campbell y, en caso de compararlos, diría que Skyfall es un 10% más floja. Mientras que los personajes y la acción son notables, la historia de fondo empieza a resquebrajarse cuando uno comienza a analizarla después de ver el filme. ¿Era necesario armar todo este complicado bardo para intentar matar a una sola persona?. A final de cuentas, si 007 entra y sale del departamento de M como pancho por su casa, ¿por qué idear una satánica conspiración para liquidar a una anciana a la cual la artritis apenas le deja tomar un arma?. Operación Skyfall marca la entrada número 23 en la saga oficial de 007, la misma que en estos momentos se encuentra cumpliendo 50 años de antigüedad. Pero la génesis de Skyfall fue larga y complicada, especialmente después que la Metro Goldwyn Mayer - co poseedora de los derechos cinematográficos de 007 - se declarara en quiebra en el 2010. Lo que siguió fue una sucia comedia de enredos, en donde un puñado de estudios independientes comenzaron a chicanearse mutuamente para hacerse con el control de los activos de la MGM (en parte o en su totalidad) a precio de pichincha, y que terminó con un gobierno consensuado por los interesados, el cual consiguió inyectar algo de liquidez al estudio en vista del rodaje de dos futuros tanques de taquilla - como lo son la saga de El Hobbit (sobre la cual la MGM tiene los derechos) y la película de 007 que ahora nos ocupa -. Todo esto devino en una demora de cuatro años entre Quantum of Solace y Skyfall, un parate sólo comparable a los seis años de impasse ocasionados por el desastroso final de la era Dalton (tras el fracaso de Licence to Kill) y la llegada de Pierce Brosnan en Goldeneye. Al menos los cuatro años de espera valieron la pena para que el equipo creativo puliera y enriqueciera la trama. Además de los habitués Robert Wade y Neal Purvis figura el guionista John Logan (Rango) y el oscarizado director Sam Mendes, el mismo de Belleza Americana. Ciertamente es un mix bastante inusual, pero la fórmula de traer a la saga a gente que no es del género le ha venido dando excelentes resultados a la dupla de productores Barbara Broccoli y Michael G. Wilson. Aquí Mendes demuestra que es un director todo terreno, y que maneja tan bien a los personajes como a las secuencias de acción más salvajes. En sí, Skyfall es la historia de una venganza. Otro ex agente del Mi6 que viene a cobrarse una vendetta personal contra M y el Mi6. Para ello urde un rebuscado plan, el cual no sale como corresponde cuando 007 decide meter sus narices en todo el asunto. Toda esta historia se divide en un esquema clásico de tres actos, los cuales están claramente diferenciados: en el Acto I se pierde una lista que contiene las identidades de todos los agentes secretos occidentales infiltrados en las principales organizaciones terroristas existentes en el mundo (¿la lista NOC?). En el Acto II nos topamos con el tipo que se apoderó del archivo, un ambiguamente gay (!) ex agente británico que piensa ventilar esos datos para provocarle un despiole a M, su antigua jefa en el servicio secreto, y a la cual se la tiene jurada ya que ésta la mandó a otra de esas típicas misiones sin retorno. Y, en el Acto III el villano provoca tanto caos que nuestros héroes deben refugiarse en un chalet en la campiña escocesa, listos para montar una improvisada resistencia ante la llegada inexorable del malvado y sus sicarios. El Acto I es típica rutina Bond - 007 encuentra una pista en el punto A y va al B; allí encuentra otro dato y va al punto C; y, en el medio, hay pirotecnica verbal con sus superiores de turno -, hecha con prolijidad pero sin ser impresionante. Ciertamente hay una excelente escena de acción (en la secuencia pre créditos), pero el resto es bastante charla y muchas peleas mano a mano. Pero donde Operación Skyfall cobra personalidad es en el Acto II cuando - después de una hora - nos topamos con el villano de la película. Empiezan a aparecer excelentes piezas de diálogo - Bond como una fuerza letal e imparable, capaz de cambiar el destino de las personas; el malvado Raoul Silva como un individuo brillante y cinico, dotado de su propia visión del mundo - y el filme comienza a levantar vuelo de gran altura. Sin dudas Raoul Silva es el primer villano homosexual (o bi norma, como quiera llamarlo) de la saga y - como para que no queden dudas - al tipo se le hace agua la boca al ver los trabajados pectorales de Daniel Craig, tras lo cual no escatima en epitetos e indirectas para ver si el blondo protagonista agarra viaje. Ese primer encuentro podría haber devenido en una escena soberanamente kitsch, pero el libreto - y la perfomance de Bardem - se dan maña para dar vueltas las expectativas y transformar al villano en un personaje sofisticado e interesante. Raoul Silva es brillante, expeditivo y, sobre todo, carismático: el tipo sabe captar la atención de la gente que lo rodea con sus pensamientos y anécdotas. En más de un sentido Raoul Silva no deja de ser un villano nolanesco - su genética malvada es muy similar al Joker de Batman, el Caballero de la Noche: otro terrorista brillante y sangriento, chiflado y desbordante de humor negro -. Incluso la escena en donde Javier Bardem está encerrado en una celda en el Mi6 y, de pronto, toda la estación comienza a quedar bajo ataque, parece extractada del clásico de Christopher Nolan. Faltaba que Bardem comenzara a aplaudir en su celda para completar la sensación de deja vu. Y el Acto III es extraño. En vez de destruir una gigantesca base secreta, lanzarse a una persecución interminable, o pelear contra un exótico secuaz, 007 se embarca en un duelo propio de una película western. Algo así como A la Hora Señalada pero en Escocia. Toda la secuencia es tensa y prolija, pero resulta rara verla en una película Bond. Ya para ese entonces el filme transpira peligro por todos sus poros - otro punto en común con Batman, el Caballero de la Noche - por lo cual no tenemos garantía alguna de que los personajes principales lleguen vivos a la secuencia de créditos finales. Ciertamente la trama tiene problemas cuando uno la analiza en perspectiva - ¿tanto era el odio de Raoul Silva? ¿no había un método más simple de intentar matar a M? - pero los personajes y los diálogos son tan interesantes que uno nunca termina por revisar seriamente la lógica de sus actos. Quizás uno de los puntos menos fuertes del filme sea que el villano (que es un constante ladrón de escenas) aparece demasiado poco. Aún así, no me sorprendería que alguien tirara al ruedo el nombre de Bardem como posible candidato a una estatuilla como mejor actor secundario. El otro punto interesante tiene que ver con la mitología Bond. Acá pasa por dos aspectos: por un lado caen las últimas fichas que faltaban para completar la leyenda - aparece Q, esta vez como un imberbe ciber nerd, lo cual resulta muchísimo más logico y realista que ver a un geronte con guardapolvo, y lo que termina por producir algunos contrapuntos deliciosos con la hosquedad de Daniel Craig; Bond recibe su Walther PPK oficial (aunque ahora cuenta con reconocedor de huellas dactilares); y llega del cielo la dichosa Moneypenny, aunque su inclusión en la mitología 007 está metida con calzador - y, por el otro lado, toda la trama trasunta guiños a la tradición cinematográfica y literaria del personaje. Esto no es un catálogo de obviedades al estilo de Otro Dia Para Morir, sino que están mejor camufladas; por ejemplo, el Aston Martin de Craig no es el coche de serie que ganó en la apuesta de Casino Royale sino el vehículo recargado de gadgets que manejaba Sean Connery en Goldfinger (los homenajes van desde un par de tomas similares a la persecución de Connery en la fábrica suiza del filme de 1964, hasta un delicioso gag en donde Craig contempla la posibilidad de presionar el botón rojo de la palanca de cambios y expulsar a Judi Dench por el techo!). Los homenajes abundan, incluyendo un nuevo obituario de 007 (y su falsa muerte, tal como en Solo Se Vive Dos Veces), nos topamos con otro agente renegado al estilo de Goldeneye; e incluso el duelo final parece extractado del libro original de La Espia que Me Amó. Operación Skyfall es un sólido film Bond. Es mucho más satisfactorio que Quantum of Solace, pero no supera a Casino Royale (al menos, a mi juicio). Hay un gran villano, pero está muy retaceado, y hay muchos personajes interesantes en una historia que es mucho mas simple de lo que parece. Termina con éxito la trilogía de "precuelas" que sirven para parir el James Bond tal como conocemos; y, aunque no haga historia, desborda de talento creativo como refrescar este cuento kabuki que venimos siguiendo desde hace 50 años, y que parece estar encontrando la madurez justa en la etapa de Daniel Craig como protagonista. 5 CONNERYS : Gran villano, pero aparece poco y la trama es mucho más simple de lo que parece. Hay excelentes personajes y grandes diálogos, pero la historia precisaba ser más original para convertirse en un clásico. De cualquier modo, una de las mejores entradas en toda la saga.
En más de un sentido Siniestro parece uan típica película de Wes Craven: historia fallida, lógica que sale volando por la ventana, pero buen clima y un puñado de escenas efectivas que te hacen flaquear las piernas. Viene de la mano de Scott Derrickson, responsable de El Exorcismo de Emily Rose, la vilipendiada (aunque a mi juicio, mas que recomendable) remake de El Día que Paralizaron la Tierra y la inminente incursion de la Marvel en el terreno de lo sobrenatural con la versión para la pantalla grande de Doctor Strange. Honestamente, yo sé que hay tipos con muchísimo mas talento que Derrickson para el horror - basta mencionar a James Wan -, pero el norteamericano no es nada malo en lo suyo. Lo que hace aquí es reflotar con mucha altura un argumento fallido, lo cual lo hace con talento, buena fotografía y la siempre sólida perfomance de Ethan Hawke. En mano de cualquier otro director el resultado final hubiera sido un bodrio intragable. El mayor problema de Siniestro es que le interesa crear escenas de shock de manera constante, sin preocuparse demasiado si la historia de fondo tiene algo de coherencia. Al estar producida por el pope Jason Blum - que después de Actividad Paranormal y secuelas ha creado un mini imperio del bajo presupuesto basado en cintas de terror que incluyen found footage -, tenemos algo de rodaje en primera persona. Al menos el por qué está justificado - el asesino goza de rodar las matanzas y quiere que tipos como Ethan Hawke encuentren la documentación de dichas hazañas - y la integración con la cinta es lógica. El personaje principal no deja de ser un cretino narcisista que busca recuperar la gloria perdida a cualquier costa - imaginen llevar a vivir a su propia familia a la casa en donde masacraron a cuatro personas (!) - y cuyos métodos bordean lo amoral; pero, en la piel de Hawke, el actor se da maña para volverlo bastante mas vulnerable y humano. En donde el filme apuesta sus mejores bazas es en el descenso de Hawke a los infiernos: cada sesión nocturna de cine - en donde el escritor calza un rollo de 8 mm en el proyector y se espanta con cada una de las matanzas cometidas por la figura enmascarada - es una excusa para soltar al demonio y someter a Hawke a una sesión de shocks, algunos de los cuales son realmente efectivos - en particular me gustaron dos: una en donde la foto fija que aparece en un monitor cobra vida, y la otra en donde la filmación hogareña deriva a una carrera de cortadoras de pasto... en donde las cabezas de las victimas se encuentran en la trayectoria directa de devastación del aparato (!) -. Lástima que la película es PG13, razón por la cual nunca se ven tripas y a lo sumo lo que obtenemos son un par de sobres de ketchup explotando en primer plano. Ciertamente Siniestro es sólida y efectiva; lástima que la criatura de turno es más una invención del libreto - un McGuffin - para justificar las escenas de horror, que un ente real impulsado por motivos válidos. El cómo apareció ese demonio, por qué gusta de filmar todo en video, cómo hace para manipular objetos reales o qué diantres hace con los pibes es una cosa que queda en la nebulosa. El problema del cine de horror moderno es que es incapaz de crear una mitología convincente del monstruo de turno que haya creado, todo lo cual termina zanjándose en el terreno de la trivialidad: una cosa es aceptar que a los vampiros se los mata con cruces, estacas y agua bendita, y otra es decir que a Freddy Krueger se lo puede combatir no teniéndole miedo - ya que el asesino se alimenta de tu temor -. Absurdos parecidos a esos aparecen aquí, y las explicaciones se pierden por el camino. Honestamente hay veces en que prefiero que no las hayan - antes que el libretista se mande con un bolazo atómico que tire a la cuneta una buena película -, pero aquí era necesario algún tipo de explicación adicional para que todo no suene arbitrario. El por qué comenzaron a matar gente a mediados de los sesenta o cuál es la relación específica de los domicilios con la suerte de sus desafortunados locatarios (eso sin contar con el vicio voyeurista de grabar todo en celuloide). oferta software de facturacion electronica Siniestro es recomendable porque funciona como pasatiempo; no da para franquicia ni para hacerle demasiadas preguntas. Mas vale déjese llevar por las artes de Ethan Hawke y Scott Derrickson, las cuales alcanzan de manera mínima para dar a luz un buen espectáculo de terror sin insultar demasiado nuestra dignidad y nuestra inteligencia.
Uno sabe que una comedia se encuentra seriamente en problemas cuando el momento más cómico del filme lo da un actor de carrera (no uno de los cotizados humoristas que la protagonizan) y, para colmo, 40 minutos después de comenzado el filme. Eso es lo que ocurre con Vecinos Cercanos del Tercer Tipo: una comedia predecible, obvia y aburrida, a lo que se suma un guión perezoso que decide confiar toda su gracia a la improvisación de su numeroso cast de cómicos... el cual parece sumido en una nube de Valium y que carece de reflejos para generar algo que sea mínimamente gracioso. Por supuesto, hay responsabilidades compartidas en este bodrio. Para empezar el trío de libretistas, entre los que se encuentran Seth Rogen y Evan Goldberg, y al cual sólo le interesa escribir pavadas todo el tiempo. Ciertamente uno puede aceptar comedias bobas y/o absurdas, pero acá hay un licuado de cosas que no termina por cuajar ni una de ellas. Mientras que el filme intenta tridimensionalizar a los personajes (o, al menos, hacerlos algo queribles) explicando sus dramas personales - Ben Stiller como el conflictuado esposo que no le puede decir a su mujer que es estéril; Vince Vaughn como el celoso padre de una chica quinceañera, la cual tiene sus hormonas en plena ebullición -, por el otro lado se despacha haciendo imbecilidades de todo tipo y color, lo cual arruina la escasa credibilidad de los caracteres. Bah, no es que el trasfondo dramático resulte siquiera potable, pero el libreto cambia de tono tantas veces, va y viene que, al final, uno no termina más que repudiándolo. Por ejemplo, cuando Ben Stiller decide hablar de su problema de esterilidad con Vince Vaughn, éste sólo atina a bardearlo con chistes malos sobre la sexualidad, el recuento de espermatozoides y toda la bola. Es chocante ver como el filme se dispara en sus propios pies, torpedeando algo que había construido para darle humanidad a sus personajes, y mostrando su absoluta torpeza para manejar temas que podrían haberse tratado con altura. No es que esté en contra de la comedia grosera (por el contrario, a mi me gustan los filmes de los hermanos Farelly, por ejemplo) pero insertar una escena de ese tipo en este filme queda absolutamente fuera de lugar. En realidad el mayor problema de Vecinos Cercanos del Tercer Tipo es su falta de rumbo. Toda esta gente se la pasa improvisando delante de cámara y, en el caso de Vince Vaughn, ello se transforma en una experiencia sumamente excruciante. Al menos Ben Stiller intenta componer algo parecido a un personaje, y Jonah Hill hace otro de esos inquietantes inadaptados con lo cual ha construido su carrera, pero Vaughn es simplemente Vaughn: se la pasa vomitando toneladas de palabras sin sentido a 200 km por hora, una diarrea de pavadas que inunda los oidos del espectador. El otro ofensor de los sentidos es el Saturday Night Live Will Forte, que compone a un prepotente sargento de la policía. Con gente así - suelta, sin cadena - resulta fácil odiar una película como ésta. El argumento es bastante obvio. Imaginen Suburbios - aquella joyita de 1989, con Tom Hanks y hecha por Joe Dante -, sólo que con extraterrestres. Un grupo de vecinos se arma y va de ronda, y pronto comienza a sospechar que la mayoría de los que los rodean son extraterrestres que están preparando una avanzada para una invasión. Lamentablemente no hay una maldita cosa que haga gracia en todo lo que se supone que es comedia, a excepción del cameo de R. Lee Ermey como el vecino facistoide de turno, el que consigue en cinco minutos lo que los cuatro protagonistas no logra en una hora y media de filme: arrancarme siquiera una sonrisa en este estofado que pretendía venderse como película cómica. Por lo demás, es una cinta para esquivar y poner balizas de aviso para que otros desprevenidos caigan en su trampa, ya que no hay nada - pero absolutamente nada - que sea digno de rescatar en toda esta mediocridad.
En el 2007 Oren Peli se anotó un gol de media cancha con Actividad Paranormal, una de fantasmas y posesiones demoníacas rodada con cámara en mano y protagonista en primera persona a lo Blair Witch Project. No sólo el filme de Peli fue un éxito arrollador en lo comercial sino que sirvió para redescubrir la frescura del lenguaje narrativo aplicado en The Blair Witch Project, el cual pronto probó que podía transplantarse hacia otros géneros con implacable eficacia. Así se sucedieron una avalancha de filmes rodados en primera persona que tuvieron por protagonistas a alienígenas, monstruos gigantescos, zombies, super héroes y manadas de dinosaurios, por sólo mencionar los primeros ejemplos que se me ocurren, los cuales tuvieron rendimientos más que aceptables en la taquilla. Mientras que el estilo "documental" le da efectividad a los shocks, por otro lado desmerece la historia en cuanto a la tridimensionalidad de los personajes y la profundidad de la trama; todo es demasiado inmediato y circunscripto a lo que pasa en el plano que capta la cámara, con lo cual desaparece el resto del mundo, los flashbacks para explayar cosas, o siquiera las escenas protagonizadas por otros personajes que no sean los principales. En cuanto al cine de horror, Actividad Paranormal era tremendamente efectiva. Ok, es estúpido que alguien grabe todo el tiempo cosas espantosas que están ocurriendo cerca de uno o, que es peor, cuando están a punto de devorarlo a uno; pero, por el otro lado, es un enfoque delicioso que ubica al espectador en el mismísimo lugar de los hechos. Es por eso que la gente ha tolerado los problemas argumentales de Actividad Paranormal y sus secuelas, simplemente porque estos filmes tienen mayor cantidad, calidad y efectividad de sustos que el 90% de los tan mentados filmes de terror que se producen hoy en día. Pero, si uno analiza en detalle la saga, verá que la historia de fondo ha avanzado poco y nada; las secuelas han funcionado básicamente como precuelas, intentando dar pistas sobre el origen de la entidad maléfica que ha perseguido (y poseído) a la protagonista del primer filme desde que era niña pero, por otro lado, por cada pregunta respondida se generaban una parva de nuevas inquietudes... que la siguiente secuela / precuela nunca terminaba de satisfacer y que sólo terminaba por acumular en una montaña interminable de interrogantes.
Argo es una anécdota chiquita narrada con mucho estilo. Si uno se atiene al núcleo de la historia verá que es una paparruchada, cuyo único mérito es que está basada en hechos reales. Un tipo entra a Irán en el momento más sangriento de su historia, pasea dos días por sus calles y regresa por la puerta grande con 6 diplomáticos norteamericanos celosamente buscados por las fuerzas de seguridad, para lo cual usa pasaportes falsos y un pretexto poco convincente - de que son parte de un equipo de filmación canadiense -. Para colmo la historia está desvirtuada - como es de costumbre - por los norteamericanos, quienes reescribieron todo para hacerse los héroes y terminaron desmereciendo a los canadienses (y otros miembros de la Commonwealth), quienes fueron los verdaderos héroes de la historia y arriesgaron sus cabezas por los refugiados como ningún otro de los participantes involucrados. Como puede verse, una trama así es tan minúscula y minimalista (si hubiera sido escrita desde cero, como un a ficción) que jamás podría haber sido comprada por algún productor de Hollywood para ser transformada en un libreto viable. Y mientras el quid de la cuestión bordea lo insulso, en donde Argo obtiene sus mejores bazas es en los detalles y en la narración. Por un lado la construcción del engaño es deliciosa y está plagada de momentos cómicos y, por el otro, la secuencia del escape posee un suspenso notable. Hacía rato que uno no veía un filme tan intenso, y eso que ni siquiera hay balaceras o persecuciones en el climax. El trasfondo real del operativo es mas interesante que el rescate en sí. Cuando hordas de fanáticos enardecidos tomaron la embajada de Estados Unidos en Teherán en noviembre de 1979, se escaparon 6 empleados que trabajaban en una dependencia cercana y que tenían acceso inmediato a la calle. Rápidamente se acercaron a la embajada inglesa, la que acordó rotarlos en secreto por diferentes dependencias de su dominio, hasta terminar siendo alojados en la casa del embajador canadiense, en donde permanecieron cerca de 90 días. Allí es cuando entra a jugar la CIA, quienes deciden sacarlos con una falsa identidad - la de miembros de un equipo de rodaje, quienes estaban buscando locaciones para su próxima película en Irán -. Precisamente el tema de la falsa película es el punto más fascinante de la historia. En 1977 La Guerra de las Galaxias tomó por asalto las taquillas de todo el mundo y se convirtió en la película de moda. En Hollywood todo el mundo se enloqueció y salió de apuro a adquirir los derechos de cualquier tipo de historia épica de ciencia ficción, de manera que le sirviera para morder una tajada de la suculenta torta que había descubierto Star Wars. Entre todos esos proyectos surgió uno - impulsado por un grupo de productores de Arizona - que consistía en la adaptación de la multipremiada novela Lord of the Light de Roger Zelazny - la que se trataba de una gigantesca historia épica que reeinterpretaba elementos del hinduismo y del budismo en términos de ciencia ficción -. El problema es que la trama era excesivamente ambiciosa y requería un nivel de inversión importante - en un momento se manejó la cifra de 50 millones de dólares, un monto estrafalario para aquella época, y que se gastaría casi exclusivamente en sets... los cuales serían reciclados (en el corto plazo) como un enorme parque temático permanente basado en la historia del filme -. Como era obvio, pasó lo que tenía que pasar; tal como el proyecto de Duna de Alejandro Jodorowski, los números comenzaron a espantar a los inversores y, antes de levantar el primer decorado, el proyecto había quedado desierto, sobreviviendo un tosco borrador de la trama y unos storyboards diseñados por Jack Kirby (uno de los co creadores de Capitán América y Los 4 Fantásticos). El paquete comenzó a dar vueltas por Hollywood durante años hasta que la CIA decidió adquirirlo como fachada para el operativo de rescate de los diplomáticos norteamericanos. Para montar la parodia contaron con la ayuda del especialista en maquillaje John Chambers (el mismo que inventó las caracterizaciones de la saga El Planeta de los Simios), quien era un habitual colaborador de la agencia y que contribuyó a armar el andamiaje publicitario y de prensa que le daba visos de validez a la falsa película. Mientras que esa primera parte es una delicia - en especial por la química entre John Goodman (como Chambers) y Alan Arkin (como un ficticio productor de Hollywood) - y funciona como una sátira del mundo del cine, el segundo acto es más propio de un filme de espionaje, y tiene que ver con la infiltración de Affleck en Irán y el adoctrinamiento - en sus falsas identidades e historias de respaldo - de los diplomáticos a rescatar. Allí es donde la trama decae y demuestra sus limitaciones, ya que tenemos media hora de crisis personales y recriminaciones - del tipo "¿yo a usted no le tengo fe" o "¡aquí vamos a morir todos!" - que no sirven para elevar el drama como tal, sino que parecen salidos de una telenovela. Es cierto que Ben Affleck dirige como los dioses y crea un ambiente de peligro palpable, pero el grupo de diplomáticos no logra dar en la tecla sobre cómo resultar interesantes o siquiera tridimensionales. Por último está el tercer acto - el escape -, el cual está recargado de coincidencias montadas por el script para elevar el suspenso a niveles altísimos. El rescate real fue bastante más tranquilo y con menos "sorpresas" de último momento. Ciertamente la historia está muy cambiada y, aunque como thriller es sumamente efectiva, por otro lado no deja de tener un costado discriminatorio que resulta alarmante. El trasfondo de todo esto es una serie de injusticias y un choque de culturas - entre el pasado explotador y pro occidental del Sha (quien llegó al poder ayudado por la CIA y Washington), y el presente de la revolución conservadora del Ayatollah -, el cual aquí no está visto con el equilibrio que merece. Es cierto que las hordas de fanáticos tienden al exceso - los linchamientos, las ejecuciones públicas -, pero también es cierto que existía una situación de desborde que hizo estallar todo esto por los aires. Quizás mi mayor reparo sea que el prólogo del filme intenta resumir demasiado las condiciones de dicho escenario, sanitizando los detalles sucios en los cuales la política norteamericana ha metido mano. En ese sentido Argo no dista mucho de esos filmes que han surgido de la era post 11/9/2001, y que han establecido que el mundo se divide en norteamericanos justos y en árabes terroristas. Yo no apoyo ninguna de las posturas, ni justifico ningún tipo de violencia (sea un atentado o la invasión a un país); lo que digo es que el mundo es mucho más complejo que una simple división en dos bandos - blanco y negro -, y que nadie puede darse el lujo de pretender resumir con éxito semejante escenario complejo en tan solo cinco minutos de prólogo. 4 CONNERYS : Ben Affleck sigue demostrando que es un director de calidad. Aquí ha tomado una anécdota chiquita y la ha convertido en un thriller recargado de suspenso y situaciones pintorescas. Pero el desarrollo dramático de los personajes es algo corto, y el boceto del escenario de medio oriente de aquellos años no es demasiado objetivo que digamos.
A veces uno se topa con una película excepcionalmente inteligente cuyo final es meramente adecuado. Ese es el caso de Looper, Asesinos del Futuro. Durante 110 minutos se dedica a explorar en profundidad - y de manera fascinante - todas las paradojas posibles de los viajes en el tiempo; y, cuando llega la hora del climax, se despacha con una resolución que es prolija pero que a uno le deja sabor a poco en la boca. Quizás sea una sensación injusta, provocada por todo el deslumbrante desarrollo previo generado por el director y guionista Rian Johnson, y al cual le exigíamos una descomunal genialidad para apagar la luz y bajar la persiana, pero es más una cuestión de perspectiva que de balance. De acá a un tiempo, en una nueva revisión del filme - y siendo menos venales - coincidiremos en que no existía otro climax posible que el que figura en la cinta. Looper (que traduciré como "buclero") es una película de viajes en el tiempo. En general el género de los viajes en el tiempo es uno bastante bastardeado por la ciencia ficción, simplemente porque la mayoría de los autores eligen caminos fáciles para resolverlos: mandan a alguien de esta época al pasado a detener a Hitler (y, de paso, mostrar una tonelada de material de archivo, algo muy propio de la serie El Túnel del Tiempo), o lo despachan al futuro, a pelear contra los Morlocks en algún escenario post apocaliptico. En dichos casos el pasado es inalterable - surgen caminos alternativos, p.ej. nace Joe Perez y hace lo mismo que Hitler -, o el viaje al futuro es una simple excusa para despacharse con una aventura en un escenario fantástico pleno de decorados raros. Hay pocos casos en donde los autores han jugado inteligentemente con la premisa y la han llevado más allá, entre los que figura la trilogía clásica de Volver al Futuro, Primer y hasta FAQ Sobre los Viajes en el Tiempo. A ellos se suma Looper, Asesinos del Futuro, la que se anima a explorar la paradoja de poner a dos versiones de la misma persona - la actual y la del futuro - en el mismo escenario y jugar con la idea de que una de ellas puede alterar al instante los recuerdos / la vida / la evolución de la otra y viceversa. Los loopers son asesinos a sueldo. Sus victimas se las mandan desde el futuro - en donde los equipos CSI son tan sofisticados que resulta imposible esconder los cadáveres -, y los chivos expiatorios viene atachados con lingotes de plata, los cuales hacen las veces de pago. Estos loopers son organizados por Abe (el siempre versátil Jeff Daniels, que compone a un afable jefe de asesinos), quien los recluta y monitorea. Los "bucleros" se llaman así porque, llegado el caso, deberán matar a su versión del futuro de sí mismos - cerrando el bucle -y, a partir de entonces, dispondrán de treinta años para disfrutar de la fortuna que han acumulado. Por supuesto las cosas no salen bien para Joseph Gordon-Levitt (con toneladas de maquillaje para brucewillizarlo) cuando se enfrenta al geronte de su otro yo del futuro; el problema es que el tipo es extremadamente letal aún sin armas, y lo deja inconsciente en un abrir y cerrar de ojos. Resulta que Bruce Willis ha encontrado la felicidad en brazos de una mujer, la cual ha sido asesinada por un mafioso conocido como Rainmaker y que es quien lo ha mandado al pasado para freirlo. Pero Willis se ha dado maña para sobrevivir el viaje y va en busca de la versión infantil de Rainmaker - bien onda Terminator -, para lo cual tiene algunas pistas de dónde hallarlo. Mientras tanto, Gordon-Levitt sólo desea liquidar a Willis para jubilarse, amén de esquivar a las huestes de Jeff Daniels, quienes no están muy contentos de que las cosas se salieran de control y quieren cerrar la paradoja con una o, si es necesario, dos muertes - las de las versiones presente y futura de Gordon Levitt -. Si bien uno pone algunos reparos al inicio del filme - ¿nadie más en el futuro puede viajar en el tiempo? ¿siquiera la policía? -, la premisa pronto comienza a transformarse en algo absorbente, especialmente cuando el filme pasa la primera hora. Es cierto que el filme explora de manera fascinante los mecanismos de las paradojas temporales - cosas que hace Gordon Levitt provocan cambios instantáneos en los recuerdos de Bruce Willis -, pero la cosa se pone mejor cuando vemos que estos personajes se ven forzados a tomar decisiones morales peliagudas con tal de cambiar (o preservar, según se trate de la óptica de la versión vieja / nueva del protagonista) la versión de la historia que más les conviene. Casi diría que todo esto se trata de un problema de moral y redención, en donde uno - decidido a defender su bienestar - termina haciendo muchísimo mas daño que si directamente no obrara. ¿Acaso la versión futura del protagonista es tan valiosa que merece tantas muertes? ¿Acaso su misión no es de un supremo egoismo? ¿O acaso la versión actual sea la egoista, pensando sólo en la fortuna y el retiro, y no midiendo las consecuencias de su inacción?. Es dificil tomar partido, más cuando ambas versiones del personaje están interpretadas por actores que merecen nuestra gracia. Será porque son anti héroes, individuos torturados por sus pasados que se han redimido y que intentan justificar el rumbo de sus acciones desde su propio punto de vista moral... el cual nunca termina por ser equlibrado. No sé si la palabra adecuado para calificar a Looper, Asesinos del Futuro es "satisfactoria". Es apasionante, sin dudas, pero creo que en un momento el libreto desvía su atención, centrándose demasiado en el tema del asesinato de la versión infantil del futuro jefe mafioso - y la sub trama de los poderes síquicos -, cuando en realidad el punto central pasa por el quiebre moral del protagonista (actual y futuro). Incluso diría que la historia tiene cierto tufillo a western, en donde el protagonista depura su conciencia a la hora de enfrentarse con su enemigo - durante media película nos pasamos esperando que haya un gran duelo en la granja que regentea Emily Blunt -. Por lo demás Looper, Asesinos del Futuro es una película inteligente, bien armada y bien interpretada. Looper es un gran filme, aunque uno con un par de detalles - yo le hubiera sacado todo el tema de la telekinesis -. Eso no quita que uno reconozca a una obra absolutamente original cuando la tiene enfrente, pero quizás le hubiera venido bien un par de ajustes y una pequeña pulida. Eso no quita que entre al panteón de los mejores filmes sobre viajes en el tiempo, simplemente porque juega con mucha inteligencia con todos los factores posibles y los explica de manera lógica y didáctica. Y eso, para mí, de por sí solo merece un sobresaliente.
A veces correcto no es sinónimo de excitante, y eso es lo que ocurre con Dredd, la nueva adaptación del comic británico de culto que tuviera una espantosa primera aproximación cinematográfica con Sly Stallone & co en 1995. La versión 2012 está a años luz de aquella pavada y, aunque es muchisimo más fiel al comic de lo que uno podría esperar, tampoco se transforma en la experiencia cinematográfica visceral que debería haber sido. Da la impresión que algo se perdió en la traslación, y termina resultando un filme de acción más, sin nada que lo distinga demasiado. Dredd abreva directamente en la historieta homónima, la cual apareció en la revista inglesa 2000 AD en 1977, y que pronto se transformó en un ícono de la cultura popular británica. La tira ha estado publicándose de manera ininterrumpida hasta el día de hoy, demostrando la riqueza de ideas del universo que ha pintado y la fascinación del público por el personaje. Ciertamente los setentas eran años turbulentos, marcados por crisis económicas y el endurecimiento de la guerra fría, amén de la proliferación del crimen organizado en sus múltiples ramas. Vale decir, era una época propicia para el surgimiento de reaccionarios y pro fascistas, algo que derivaría en la aparición de vengadores anónimos, policías cargados con magnums enormes, y superhéroes devenidos en verdugos con superpoderes. En tal sentido Judge Dredd apareció como una sátira a dicho movimiento, un individuo monosilábico y letal, un sicópata cuyo único propósito en la vida era el cumplimiento a rajatabla de las brutales leyes impuestas en el escenario que le tocaba jugar. Por supuesto Juez Dredd terminó siendo influencial... y es posible que dicha influencia termine por jugarle en contra el filme de Pete Travis. Basta que pasen unos minutos de proyección para que uno sienta que está asistiendo a una especie de secuela de Robocop. Malos muy malos tatuados y/o llenos de cicatrices; gente hacinada en ciudades futuristas; una población infectada por drogas experimentales creadas por implacables organizaciones criminales; corrupción por donde se la mire, y oficiales de la ley partidarios de disparar primero y preguntar después. Omitan el robótico renacer de Alex Murphy y verán que Robocop y Dredd son primos demasiado cercanos, compartiendo incluso su carencia de emociones, sus sensacionales chiches para disparar balas y su brillante casco. Eso no quita que el filme en sí no sea bueno, pero a uno le queda una sensación de deja vu. Más concretamente, uno podría decir que esto es Robocop suelto en la torre Nakatomi (la de Duro de Matar). El tipo tiene 4 balas, no puede salir de ahi y tiene que exterminar a todo un ejército de malosos. Como el comienzo es bastante expeditivo - una persecución, un par de diálogos, y ya estamos dentro del interior de la gigantesca torre en donde va a ocurrir todo -, jamás tenemos tiempo de conocer a Dredd, o de sentir algo por él. Al menos el libreto - de Alex Garland (28 Dias Después, Sunshine), habitual colaborador de Danny Boyle, y fan de toda la vida del comic - debería haber trazado unas pinceladas gruesas y brutales como para darle más personalidad al protagonista y, sobre todo, brindarle la oportunidad de impresionar al público. La persecución del inicio está ok, pero creo que se precisaba la mano de un especialista en carnicerías - tipo Paul Verhoeven... y seguimos con las coincidencias con Robocop - para que la gente se quedara con la boca abierta y sintiera respeto por un personaje tan estoico y cerrado. Y ése es un problema del libreto, no de Karl Urban - quien está más que bien para el papel que le dieron en suerte -. Una vez dentro del gigantesco condominio - que es en realidad una pequeña ciudad de 200 pisos de alto y que se clausura de manera impenetrable con unos postigos gigantes de cemento - esta gente se limita a disparar y correr. Hay alguna que otra secuencia de acción buena pero todo es demasiado repetitivo y oscuro, restringido a los largos pasillos del edificio. Otra vez, piensen que Robocop está perdido en un nivel de Doom u otro video juego similar. Quizás lo más interesante del filme pase por la novata que acompaña a Dredd, y que es la única que se comporta como un ser humano. Es una chica que puede leer la mente, y su habilidad le saca las papas del fuego más de una vez al estoico protagonista. Hay un par de momentos en donde la muchacha mete la pata - casi de manera letal - o que se mete en situaciones peleadas con la moral, pero el libreto las pone como una anécdota en vez de explorarlas a fondo. Porque a veces las ejecuciones sumarísimas terminan resultando castigos excesivos a individuos que ya tienen una familia armada. Dredd es correcta, ni más ni menos. El protagonista no luce pero tampoco desentona, la villana tampoco deja una impresión duradera, las balaceras están ok sin ser memorables... Me parece que podrían haber hecho algo mejor con la historia de un verdugo de la ley suelto en una ciudad post apocaliptica y saturada de corrupción. Así como está es genérica y pasable, pero no una aventura por la cual uno quede tan entusiasmado que clame a gritos por el rodaje de su secuela.
Hay películas que prometen y después se hunden muy mal, y ése es el caso de Luces Rojas. Gran reparto, un tema interesante y un director prometedor. El problema es que, una vez que comienza la trama, el responsable de todo esto no tiene muy claro a dónde llevar el barco. Luces Rojas tiene algunas secuencias deliciosas, las cuales van compensando las desprolijidades que uno ve en el camino. Pero en los últimos 15 minutos el filme decide hacerse el hara kiri (o seppuku... o ikebana, como quiera llamarlo), y se manda con una vuelta de tuerca shyamalanesca que resulta descomunalmente estúpida y desconcertante. Habian mil formas diferentes de escribir un final decente para la película, y Rodrigo Cortés encontró la única que no funcionaba. Mal día para hacerse el banana en Hollywood. Sin dudas el director español - luego del suceso de Enterrado (2012) - debió haberse ganado el favor de algunos poderosos, quienes pusieron plata en abundancia para este proyecto. Así es como Cortés se dió el lujo de contratar a Cillian Murphy, Robert De Niro, Sigourney Weaver, el sabor del momento Elizabeth Olsen, y nuestro Leonardo Sbaraglia (ah, ése aún no es caro!). Hay que admitir que las perfomances son buenas, incluso diría - en un comentario típico del cholulismo criollo - que la actuación de Sbaraglia es una de las mejores cosas de la película. El Leo hace de un falso mentalista, pero le mete tanto picante a su rol que parece sintonizar, por momentos, a Antonio Banderas; hasta me atrevería a decir que lo suyo en este filme debería abrirle alguna que otra puerta en Hollywood. Ya tendremos más noticias de nuestro star en un próximo boletín. Mientras que el elenco es impecable (bah, la Olsen no tiene mucho para hacer y es un obvio relleno del relato como para demostrar que el personaje de Cillian Murphy es heterosexual... por si ese dato le provocaba insomnio a alguien de la platea), el relato no lo es. Por un lado el guión hace un gran esfuerzo en darle ángel y espíritu de camaradería a esta extraña pareja de científicos pero, por el otro lado, fracasa miserablemente a la hora de hacerlos intelectualmente fascinantes. En teoría éstos dos serían una especie de Sherlock Holmes y Watson de lo paranormal, pero llegan a unas conclusiones tan obvias y ped... que resulta imposible que se ganen nuestra admiración. ¿Mediums moviendo mesas con manos y pies? ¿Lectura síquica de cartas, trampeada por el reflejo de éstas en los lentes del testeador? ¡Vamos! ¿No había nada mejor (o mínimamente más sofísticado) que inventar?. Por el otro lado está Robert De Niro haciendo de Robert De Niro. Ok, el goodfella tiene un par de escenas realmente bien escritas, con lo cual se le pueden perdonar las muecas que hace siempre. Pero los problemas no pasan por los actores ni sus vicios de actuación. Verán, esto sucede así: estos dos mediocres investigadores van detrás de un siquico de mucho renombre y poderes (aparentemente) enormes. En el camino pasan cosas raras: pajaritos que se estrellan como misiles Exocet contra las vidrieras, aparatos eléctricos a los que les salta la térmica, sueños sicodélicos... Las cosas se ponen tan espesas que la Weaver se pone del tomate y decide estirar la pata (sí, otro director que quiere hacer la gran Hitchcock y extermina a su principal protagonista a mitad de la cinta a lo Psicosis). Eso ocurre a los 60 minutos exactos de haber comenzado la película y, a partir de alli, Luces Rojas se clava de nariz como el Titanic. Si antes era un pasable thriller sicológico con ribetes paranormales, después entra en los sustos obvios - habitaciones revueltas en dos segundos, puertas que se cierran solas y de golpe, más pajaritos kamikaze, etc -. Todo esto saca de las casillas a Cillian Murphy, y éste decide ir a ver en persona a De Niro para recordarle que no es un síquico sino un mal actor bien pagado. Y ahí ocurre el desastre. (alerta spoilers) De todos los finales posibles, decir que el protagonista es el responsable de todo lo que ocurre es, por lejos, el peor. No hay suficientes pistas como para que la audiencia lo justifique y, mucho menos, lo aplauda - el análisis en retrospectiva sólo termina por destrozar cualquier intento de valoración lógica -. Por contra, a mi se me había ocurrido otro final mucho mejor, y es que el personaje de De Niro realmente tuviera poderes y hubiera salido de su retiro para darle la bienvenida / cederle el cetro a Murphy. O quizás darle un giro apocalíptico al asunto, y hacer que De Niro se despachara con una serie de desconcertantes profecías. Acá nada de eso se da, y el finale queda como un enorme Deus Ex Machina que no satisface a nadie. Simplemente es una ocurrencia indignante del guión, metida con calzador en la última escena de la película. (fin spoilers) Luces Rojas no merece el precio de la entrada. Si la pasaran por la TV zafaría, simplemente porque es gratis y porque nadie se amargaría demasiado al descubrir el decepcionante final. Pero para el resto, el título lo dice todo: son luces de advertencia de un filme que hay que esquivar, sencillamente porque derrapa sobre la recta final y deja a todo el mundo pagando... y ésa no creo que sea una sensación que a usted le guste.
Este es otro producto de Luc Besson, el rey de la verdura enlatada. El francés se ha convertido en un productor con amplia llegada en el mercado norteamericano, tomando recetas creadas con anterioridad pero mezcladas de manera innovadora. Como ocurría con el cine inglés de los 50 y 60, se ha decidido a importar estrellas norteamericanas para entrar con cierta chapa en la cartelera internacional; y, por el otro lado, ha imitado a rajatabla todas las recetas habidas y por haber del cine de acción asiático, creando peleas, balaceras y persecuciones realmente vistosas y novedosas. Si El Transportador no es mas que la traslación del cine de acrobacias de Jackie Chan (humor y sorpresa incluidas), Taken es su versión de Jason Bourne. He aquí un super agente secreto lleno de recursos, expeditivo y ultrasagaz. Lo curioso es que en su momento nadie daba un céntimo por Taken - protagonizada por un irlandés secundón y algo geronte, con una trama demasiado reciclada, sin demasiados antecedentes de interés -; incluso en nuestro país salió directo en video y uno había visto el filme meses antes de su modesto estreno en USA... hasta que dejó a todo el mundo boquiabierto y comenzó a recaudar una obscenidad de dinero. Taken era intensa, con unas secuencias de acción brillantes, y con una trama que funcionaba como un relojito; Liam Neeson probó ser un héroe de acción super confiable (y se creó todo un nombre en el género), e inmediatamente puso en marcha su secuela, la cual comentamos aquí. Y mientras que Búsqueda Implacable 2 sigue siendo una película entretenida, es mucho mas absurda y prepotente que su primera parte. No es aborrecible, pero el libreto a veces se manda con cada ocurrencia que a uno lo deja rechinando los dientes. En general los productos de la factoría Besson son mas vistosos que inteligentes. En ocasiones son muy logrados - El Transportador, la primera Taken, La Femme Nikita, León, el Profesional - y, en otros, pavadas recargadas de acción que por lo menos sirve para pasar el rato (como El Quinto Elemento). Taken 2 entra en esa última categoría. La gran innovación del libreto es que ahora los secuestrados son Famke Janssen y el super agente Liam Neeson, con lo cual papito debe guiar a su hijita - desde su celda de cautiverio - a que los encuentre, los libere, y les entregue las armas para así poder patearle los traseros a esos albaneses malnacidos que tuvieron la mala idea de arruinarle el paseo a Estambul. La primera cosa estúpida que hace el libreto es obligar al hiper preparado Neeson a bajar la guardia - dejando los escudos, las pistolas y los bazookas en el hotel -, y salir sólo con un telefonito microscópico camuflado en su zapato como única herramienta para caso de emergencias. No un GPS, ni siquiera una miserable navajita suiza como para cortar las ataduras. Como con el fonito llama a su hija para que venga a rescatarlo, el tipo debe guiarla a partir de una serie de entreverados cálculos mentales - que tienen que ver con el mapa de la ciudad, la dirección del viento, y el desayuno que comió el libretista esa mañana - para que se acerque a donde se encuentra. Para ello no tiene mejor idea de orientarla a partir de una serie de granadas (!) que ella va detonando por donde pasa, y de acuerdo a la intensidad de la explosión le indica si está cerca o no. Desde ya, mas que orientar por el sonido, la hija de Neeson termina poco menos que devastando medio Estambul, con lo cual no es dificil asumir que Neeson y Janssen deben encontrarse en la única casa en pie que dejó en su trayecto la nena. Las bobadas siguen con los maleantes atando a Neeson con una piolita que corta con suma sencillez (¿no tenían presupuesto para unas esposas de acero? ¿no se daban cuenta que era ridículo maniatar a un tipo super peligroso con algo tan frágil?), una persecución disparatada a través de media ciudad... encarada por una chica que hasta hace dos minutos no sabía ni estacionar una moto y que ahora toma las curvas en dos ruedas; y después con el regreso a rescatar a su ex esposa, para lo cual el irlandés usa el mapa mental que se armó una vez que viajaba encapuchado en la camioneta en que lo llevaban secuestrado. En todo caso uno podría decir que los albaneses perecen por idiotas, ya que la prostitución de menores no le deja el suficiente dinero como para alquilar otro inmueble - que no sea de los 3 o 4 que conocen Neeson en Estambul -, y el tipo los encuentra después de dar dos pasos y volver siempre al mismo lugar. Las peleas no son tan buenas como en el original; y la premisa - de que Neeson guíe a su hija para liberarlos - prometía mucho más de lo que realmente termina por ofrecer; ni siquiera las persecuciones son una maravilla, aunque debo reconocer que entre la acción y las vistas turísticas uno termina pasando un rato entretenido. En todo caso el mérito del filme es Neeson, el cual siempre se ve creíble y astuto, y eso le basta para sostener una película que resultaría insoportablemente idiota en manos de otro tipo con menos carisma. Taken 2 es material de relleno, pasable y digerible pero corto de méritos. Para cable sirve, para irla a ver al cine no, y aunque es descartable, por lo menos no ofende al espectador y lo entretiene un rato... siquiera con los disparates que se le ocurren al libreto.