Mientras Resident Evil siga generando plata, no habrá manera de cerrar la saga. Nada de remordimientos de conciencia, ni de la ley georgelucaniana de que las series van por trilogías, ni de que el público y la crítica estén cansados de ver siempre lo mismo. A mi Resident Evil comenzó a gustarme a partir del segundo filme, y siempre pensé que era de lo más potable dentro del fallido género de adaptaciones de videojuegos a la pantalla. El problema pasa en realidad por Paul W.S. Anderson - fuerza impulsora de toda la saga -, que no pudo con su genio, y volvió como director de la serie en el capítulo 4, Resident Evil: Ultratumba, A nadie le gustó, y las plateas de medio mundo comenzaron a chiflar para que los muertos vivientes se mueran de una vez. Anderson se tapó los oídos, y se despachó con el comentario de que la saga todavía podía drenar dos filmes más. Las buenas nuevas es que Resident Evil: La Venganza es mucho mejor que Resident Evil: Ultratumba. Las malas noticias es que es un delirio que bordea lo incoherente, en donde reaparecen un choclo de personajes que uno creía muertos; y mientras que el libreto ensaya alguna que otra explicación para justificar la mayoría de dichos cameos, por el otro lado trampea salvajemente con un par de caracteres principales. Como sea, el origen / reaparición / cambio de bando de personajes no es el peor de los problemas de la trama, sino que la misma no es mas que un largo (pero bastante) entretenido ejercicio de estilo, en donde se cuenta poco, se dispara mucho, se corre bastante y se destapan sorpresas de todo tipo y color... ninguna de las cuales resiste el más minimo análisis en retrospectiva. Que no queden dudas, ésta es una bobada entretenida y espectacular. Por lo menos Paul W.S. Anderson ha reconocido sus excesos y los ha moderado un poco, y al menos ha tenido el tino de crear coreografías de acción que son elabordas y más excitantes que en ocasiones anteriores. El punto es que no hay mucho más que eso: Alice debe ir del punto A al B, matando todo lo que hay a su paso. Para que la cosa no sea excesivamente lineal, Anderson tira un par de galimatías al ruedo, como para que el espectador quede rascándose la cabeza un rato. Ciertamente el intringulis - la Jovovich reaparece en un pueblito en donde no existen los zombies, sus vecinos son todos los amigos y conocidos muertos en la primera Resident Evil, está casada con Oded Fehr e incluso tiene una hija (!) - provoca más confusión que misterio, y suena más a una excusa para agregarle minutos de duración al filme y que éste llegue a la hora y media que marca el reglamento. Mientras que hay gente enojada por el giro metido por Anderson (que parece un homenaje a la secuencia inicial de El Amanecer de los Muertos, versión Zack Snyder), a mí me termina por caer bien: es un momento de desorientación, amén de que permite que viejos actores - Michelle Rodriguez, Colin Salmon, Oded Fehr, etc - regresen en participaciones y cameos. Imaginen esto como la versión andersonesca del grand finale de la saga de Harry Potter, en donde todos los caracteres conocidos reaparecen para hacer un último acto de presencia... con el detalle menor de que la mayoría de ellos está muerto. Las balaceras y persecuciones están muy buenas, y la Jovovich parece haber retomado un poco de su antiguo carisma. Los sets son monumentales - la base de Umbrella es una ciudad entera enterrada bajo las heladas aguas del ártico, plagada de sets gigantes que recrean locaciones como Nueva York, Moscú, etc -, y se sienten efectivamente como las fases de un videogame. La rutina es la usual: los personajes hablan 5 palabras, pasan a otro escenario, se balean un poco y vuelven a comenzar el ciclo. Es posible que mi estado de ánimo fuera comatoso al momento de verla, pero lo cierto es que Resident Evil: La Venganza me entretuvo. Es un 0.5% mejor que la entrega anterior. La historia apesta y no resiste el más minimo análisis - ¿cómo es que el villano del filme anterior sobrevivió y ahora se convirtió en uno de los buenos? -, pero la película tiene su cuota de adrenalina y la Jovovich sigue demostrando que es la única mujer que patea traseros de manera convincente en el cine. Definitivamente es un filme apto sólo para aquellos que hemos seguido la saga desde el principio; pero, para el resto del mundo - o sea, el 99% del planeta -, le resultará una estupidez mortal, con lo cual no digan que no les advertimos desde antes de que fueran a comprar el ticket de entrada.
Ted es el debut en la pantalla grande de Seth MacFarlane, el humorista responsable de las exitosas series animadas Padre de Familia, American Dad y The Cleveland Show. Acá MacFarlane se ha despachado con el concepto propio de una sitcom, y lo ha expandido al formato de largometraje. Ciertamente Ted tiene sus momentos divertidos, pero la historia de fondo es corta y rutinaria, y toda la premisa se ve innecesariamente estirada. A eso se suman problemas de casting y el ego del creador, lo cual termina por opacar la efectividad de la propuesta. No soy un gran fan de Seth MacFarlane. He visto sus series animadas - y su trilogía de especiales que parodian a la saga Star Wars - y las encuentro divertidas... hasta que el mismo MacFarlane decide tomar el centro de la escena y se vuelve denso y plomizo. Es como una versión malhablada y descontrolada de Vince Vaughn - habla por demás y se despacha con las peores guarradas que puedan existir, vomitándolas por toneladas -. Como he dicho cientos de veces no tengo problemas con el humor procaz o políticamente incorrecto, pero pareciera que la procacidad fuera el único recurso que dispone MacFarlane. Los hermanos Farrelly, por ejemplo, son excelentes narradores de historias y tienen momentos inspirados en los que pueden emocionar; en el medio está South Park, el cual bombardea ácido sobre la típica moralina estadounidense; y, yendo al otro extremo, uno puede mencionar a John Waters con su pornografía naif cargada de ridiculeces cómicas. Pero lo de MacFarlane parece restringirse a pirotecnia verbal y nada más que eso (no hay otra idea de fondo ni otra intención); y, lo que es peor, el tipo insiste en acaparar pantalla la mayor parte del tiempo, en vez de repartir bocadillos por igual al resto de personajes e intérpretes. Pasa con sus series (en donde le pone la voz a los personajes principales), pasó con Blue Harvest (en donde su Han Solo / Peter Griffin ocupa más tiempo que el rechoncho Luke Skywalker, y arruina las bondades de la parodia), y pasa con Ted. El oso de peluche dispara cataratas de guarradas - el 50% de las cuales tiene su gracia; el resto, la pifia feo -, y apenas le deja algún que otro momento cómico al resto de los personajes, la mayoría de los cuales están interpretados por tipos con mucha más gracia que el mismo MacFarlane. Pero aparte de eso, el filme tiene otros detalles importantes. Comenzando por el protagónico de Mark Wahlberg, un tipo que definitivamente no sirve para la comedia (bah, tampoco es que Wahlberg sea muy efectivo para el drama, o siquiera como héroe de acción). Wahlberg es blando y anodino, y uno piensa seriamente que su elección de casting depende de una cuestión egocéntrica del mismo MacFarlane, quien buscó a un actor no cómico para que no le cuestionara sus decisiones creativas (y para cortarle cualquier posibilidad de aporte personal); pero el rol de Wahlberg merecía haber caído en otras manos, tipo las de James Franco, Seth Rogen, Kevin Reynolds... cómicos de carrera que podían haberle dado más lustre al rol. Wahlberg es opacado por casi todo el mundo en el filme (el cual se supone que es su show) y, en especial, por Mila Kunis, la cual posee un rango interpretativo enorme y se despacha con una perfomance propia de una película infinitamente superior a ésta. El otro punto es que la historia de fondo es sosa y estirada. MacFarlane tira por la borda las reglas de la premisa - "el pez fuera del agua"; la inclusión en una situación standard de un tipo que posee su propio (y bizarro) punto de vista sobre el mundo, y que ha sido la base de cientos de sitcoms, que van desde Mi Marciano Favorito hasta Tercera Roca del Sol, Alf o incluso The Big Bang Theory -, y nunca hace que Ted llegue a alguna conclusión interesante en vista de su situación inusual. Dejando de lado algunos chistes gruesos sobre un oso de peluche revolcándose con una rubia infernal, el resto de la comedia es bastante standard, algo así como una version bizarra y políticamente incorrecta de Tu, Yo y Dupree. ¿Cuál es el sentido de meter un oso de peluche parlante en el relato?. Todo lo que sigue lo podría haber hecho un amigote humano, un fumón mujeriego de esos que es preferible perder a encontrar. A lo sumo MacFarlane atina a disparar algunas bromas sobre la decadencia de las celebridades, empardando a Ted con algunas estrellas infantiles que terminaron en el tacho - cuando Ted termina trabajando en un supermercado, no es dificil relacionarlo con Gary Coleman empleado como guardia de seguridad en un Mall -. Quizás el momento más gracioso del filme sea el encuentro con Sam Jones - el pétreo protagonista de Flash Gordon, convertido aquí en objeto de culto trash -, en donde Jones entra a full en el modo de autoparodia (similar a lo que ha venido haciendo últimamente David Hasselhoff, y con lo cual se ha creado su propio nicho). Pero el resto del tiempo es MacFarlane haciendo de MacFarlane y robándole aire de pantalla a un cast costoso, reducido a roles cuasi decorativos. Como comedia procaz, Ted es bastante potable, pero hay filmes mejores. Acá hay una trama rutinaria que sirve de excusa para que el responsable de esto se despache con una caterva de chistes zarpados, y no hay mucho más que eso. El problema es que no todo lo zarpado tiene gracia, e incluso hay un par de situaciones chocantes - como la pelea entre Wahlberg y Ted, que es excesivamente violenta - que sólo contribuyen a desmerecer el esfuerzo, y muestran las limitaciones de la propuesta.
Mientras la vaca sigan dando leche, difícil que un estudio de Hollywood deje de ordeñarla. Eso es lo que ha ocurrido con la venerable saga de Jason Bourne, una trilogía que dejó una marca importante en el cine de acción - hasta el punto de modificarle los papeles a la franquicia de 007 y obligarla a bournizarla para seguir manteniendo el interés del público -. Acá la cosa viene disfrazada como una historia paralela a los eventos ocurridos en El Ultimatum Bourne: mientras Matt Damon va a los cuarteles de la CIA a buscar su identidad y recoger pruebas para destapar toda la corrupción de los programas experimentales secretos destinados a crear super soldados, por otra parte tenemos la trama de otro super agente que decide volverse renegado ya que sus superiores quieren liquidarlo y hacer tierra arrasada del operativo al cual pertenecía. En sí, El Legado Bourne está ensamblada de un modo que me hace acordar a El Juego del Miedo IV, en donde se veían flashes de la historia de la tercera entrega intercalados en un hilo argumental que ocurría en paralelo. Al menos El Juego del Miedo IV tenía la picardía de camuflar que el hecho de que todo pasaba al mismo tiempo que la parte III, alterando el orden cronológico y reservando la verdad para una gran revelación final; pero acá los flashes (en donde aparecen personajes de la trilogía Bourne como David Straitharn, Albert Finney y Joan Allen, amén de varias fotos del mismo Matt Damon) sólo sirven para llorar la partida de Damon de la saga y reclamar su presencia, siquiera en un cameo que le de cierta legitimidad a la secuela. En sí, El Legado Bourne no es mala. Hay buenos actores, la dirección está ok, la acción está filmada con brío sin llegar a ser esas genialidades que Doug Liman o Paul Greengrass destilaban en la saga original. El problema pasa por el libreto, que le falta foco y carece de personalidad. Mientras que en la trilogía original Matt Damon era una fuerza vengadora imparable y capaz de realizar las cosas más increíbles - como irse a los cuarteles de la CIA a atacar a la fuerza en su conjunto él solito -, el personaje de Jeremy Renner resulta más simplista y hasta vulgar: habla demasiado, no tiene mucho misterio, y lo único que le preocupa es conseguirse un buen puñado de pastillas - las drogas que le daba la CIA para hacerlo superfuerte y super inteligente, y que se han vuelto imprescindibles para el correcto funcionamiento de su organismo; un detalle cuasi de ciencia ficción y que lo pone en una circunstancia similar al Capitan América - para poder irse a algún lugar remoto y desaparecer sin dejar rastro. No es un problema de Renner sino del libreto, que no sabe muy bien cómo darle algo de personalidad a Aaron Cross o, siquiera, despegarlo de la sombra de Jason Bourne. Incluso el final tiene algo de abrupto e insatisfactorio, como si el guión se hubiera quedado sin ideas; no hay castigo para los responsables de la conspiración, y tiene más el tufillo de una película larga que fue cortada al medio para venderla como dos partes, algo parecido a lo que ocurría con Kill Bill o la última entrega de Harry Potter. El Legado Bourne es buena. Le falta foco, pero es un entretenimiento sólido. Quizás el otro punto discutible es que requiere un conocimiento previo de la trilogía Bourne como para saber de qué se trataba Treadstone, Blackbriar o qué pito tocaba el personaje de Albert Finney. Sin dudas no está a la altura de las otras entregas de la saga, pero tampoco comete algún error imperdonable. Lo que precisa es una inyección de ideas frescas como para darle personalidad a la nueva saga, ya que es inevitable que hagan una Bourne 5. Están a tiempo de hacerlo y, por ello, se merecen una segunda oportunidad.
Los Indestructibles 2 es una película horrible. Ciertamente no pretendo que esto sea Bergman pero al menos podrían haber armado la cosa con un poco más de inspiración e inteligencia. La idea era montar un gran circo con las glorias del cine de acción de los 80 y 90, y al menos hay que reconocer que el filme funciona cuando llegan las balaceras; pero - cuando los disparos cesan y estos gerontes tienen que hablar - uno rechina los dientes. Los diálogos son espantosos, los chistes están metidos con calzador y se caen de obvios, y la credibilidad de toda la historia marca un rojo de menos 100. Hubiera sido mejor que le hubieran sacado todo el proyecto a Stallone (que acá oficia de guionista) y se lo hubieran dado a un libretista mas experto. Al menos Los Indestructibles 2 no hubieran culminado como un catálogo de obviedades protagonizado por una caterva de sesentones pasados de arrugas, tinturas y malas cirugías. No lo niego, la película tiene momentos divertidos. La acción está bien coreografiada y se puede seguir, y la química entre Stallone y Statham es formidable, pero el resto ya es discutible. Acá toda la trama parece un reciclado de El Pacificador (y alguna que otra correría de James Bond), con mercenarios persiguiendo a otros mercenarios que se robaron un cargamento de plutonio. En el medio hay drama de cuarta: en un momento Liam Hemsworth se despacha con un monólogo (muy en la onda de aquel que disparaba Mickey Rourke en la película original) sobre por qué abandonó el ejército para hacerse mercenario. Mientras que Rourke armaba un speech que parecia salido de un filme candidato al Oscar, la parrafada de hemsworth es para revolcarse de risa por su carga de ridiculez. Al tipo le mataron el pelotón en Afganistán y para colmo le liquidaron el perro en la base militar donde estaba asentado. ¿Cómo no llamaron a Meryl Streep para una secuencia tan profunda?. Por supuesto la credibilidad de todo el meollo es inexistente. Esta gente entra y sale de Rusia como si la frontera tuviera puertas giratorias, y asesinan a cientos de tipos sin que aparezca siquiera un gendarme. Cuando hay una refriega fea, aparece algún geronte como exterminador invitado, sea Chuck Norris, Arnold Schwarzenneger o Bruce Willis. En particular las escenas con Norris resultan notablemente descolgadas: no comparte ningún plano con alguno de los estelares de la troupe principal, y pareciera que todo está rodado después que terminaron el filme, poniendo algunos dobles de espaldas. Si Norris se enfermaba, podrían haber hecho lo mismo con Steven Seagal o Guillermo Francella. Pero si esto es bizarro, esperen a ver la tonelada de malos chistes y referencias obvias que Stallone pergueñó de su sesera. "Ahora... ¡voy a regresar!" dice Schwarzenegger en un momento... hasta que Willis lo frena y le dice "Pará!. Vos ya regresaste demasiadas veces". "Yipi Kayei, maldito!" le replica el Arnold. Qué pieza de literatura inspirada, por Dios. Ciertamente Los Indestructibles 2 es una tipica película ochentosa rodada treinta años después de la época en que estaba de moda. Imaginen Comando, pero hecha con jubilados. El problema es que todos se ven demasiado viejos y deformes - increiblemente Stallone es el que más zafa de los veteranos, pero Schwarzenneger está demasiado flaco y anciano, y el resto está excedido de tinturas y mal botox -, y eso arruina un poco el show. Por supuesto mantienen su carisma intacto pero, por otra parte, uno piensa si todo este espectáculo no lo podrían haber armado un poco mejor, meténdole un poco más de neuronas y originalidad. Así como está parece una pelea de exhibición de veteranos boxeadores, quienes conservan las mañas pero que son incapaces de resistir un asalto frente a un combatiente más fresco. Lo que vemos es el show de una troupe de viejas glorias... lo cual, por momentos, se acerca demasiado a una exhibición circense de fenómenos.
A la crítica nunca le convenció Total Recall 1990. Que traicionaba al espiritu de Phillip K. Dick y trastocaba todo en un vehículo de acción para el entonces floreciente superstar Arnold Schwarzenegger, o que el tercer acto estaba plagado de problemas... y un montón de paparruchadas más. Pero, para el resto del planeta, El Vengador del Futuro era (y es) una gran película. No sé si es un clásico, pero era inteligente y super entretenida y, lo que era mejor de todo, estaba plagada de momentos memorables. 22 años después llega esta innecesaria remake, clara muestra que en Hollywood las ideas se han muerto de hace rato, y de que creen que todo lo viejo, clásico y memorable, puede mejorarse con más plata y mejores efectos especiales (amén de contar con el prestigio de la versión original como herramienta de marketing). El Vengador del Futuro 2012 es una bobada sobreproducida. Así de simple. Mientras que visualmente es un orgasmo - aquí hay un futuro gigantesco y detallada hasta lo más mínimo, influenciado por una docena de películas mejores que ésta, que van desde Yo, Robot hasta Blade Runner -, no hay ni un solo momento en que logre despegarse de la sombra del filme de Paul Verhoeven. Hay escenas idénticas, sólo que barnizadas con más dinero y hechas por actores más frescos; ni siquiera esas re-creaciones están re-armadas con inspiración o esmero. Por ejemplo cuando el protagonista llega a la agencia que implanta recuerdos, toda esa secuencia está hecha con absoluta desidia. Podrían haber construido un clima de tensión - en vista de que algo está saliendo espantosamente mal con el implante de recuerdos - pero, en cambio, lo que obtenemos es un par de botoncitos en rojo, un ejército que entra enseguida al lugar, y Colin Farrell liquidando a 20 tipos..., todo esto, confeccionado en menos de 10 segundos. Lineal, insípido y vulgar. Estos tres adjetivos podrían aplicarse al resto del filme. La sorprendente revelación de la amada esposa como una super asesina que quiere partir en dos al protagonista es arruinada por la torpeza del director, quien parece mucho más interesado en llegar a las secuencias de acción que en intentar crear algo de suspenso. Todo es demasiado exagerado - las balaceras, las persecuciones, las revelaciones -, matando todas las posibilidades de "piedad" que uno - habiendo visto el filme de 1990 - podría tener con esta remake. Los problemas se acumulan. Si bien el director (Len Wiseman, el mismo de Ultramundo) es malo para crear tensión, el peor ofensor de los sentidos es el auteur Kurt Wimmer, guionista de este engendro y un tipo especializado en crear bolazos siderales como Equilibrium, Ultravioleta, Ciudadano Bajo Vigilancia o Agente Salt (y la lista sigue de manera interminable). Wimmer troca la Marte original (y el conflicto principal de la trama, que era que el consumo del aire estuviera en manos de una corporación) por una alegoría sobre Primer y Tercer Mundo y rebosa idiotez por los cuatro costados. El mundo se murió a causa de la contaminación, y quedan sólo dos paises, ubicados en las puntas opuestas del planeta, los cuales están unidos por un tren que atraviesa el centro de la Tierra (tsunami de WTF!). En un país trabajan y en el otro viven de los recursos de los laburantes. A medida que la trama avanza e intenta profundizar sobre la existencia de los explotadores y la utilidad del dichoso tren, el indicador de estupidez general rompe varias veces el límite de lo tolerable. ¿Por qué, Dios, consideraron que ésta imbecilidad era mejor que setear todo el argumento en Marte - tal como el libreto original de Dan O'Bannon -?. ¿Era porque tenían que justificar sus honorarios como libretista? ¿Para qué se hicieron los originales con esto, si el resto del libreto es un calco exacto del script del filme de 1990?. Lo único que salva de la quema a Total Recall 2012 es Kate Beckinsale. Debo confesar que prefería a Sharon Stone en el papel original, pero acá decidieron fusionar el rol de esposa asesina con el de sicario del villano (que hacía Michael Ironside en el filme de 1990) y, al cabo de un rato, la Beckinsale termina por descollar en lo suyo. Cuando se acerca el climax la inglesita transpira veneno por todos sus poros y nos hace olvidar que es una chica menudita que jamás podría doblarle el codo a Collin Farrell. El Vengador del Futuro 2012 es una película que no vale la pena ver. ¿Un consejo?. Alquile el original de 1990. Es más violenta e inspirada, y tiene a Arnie demoliendo gente. Aún cuando el filme de Paul Verhoeven se vea más pobre, hecho en estudios, y con efectos especiales antiguos, supera por años luz a esta paparruchada de segunda mano que, aunque viene barnizada de oro, no logra camuflar su pobreza creativa.
Hay cosas que sólo pueden ocurrir en Norteamérica y Abraham Lincoln, Cazador de Vampiros es una de ellas. Imaginen tomar a un venerado padre de la patria y lanzarlo contra una horda de zombies en una de las ideas mas sacrílegas que uno haya escuchado en la vida. Todo esto salió del coco de Seth Grahame-Smith, un tipo al que se le ocurrió mezclar literatura clásica con el género de terror, y terminó por descubrir una auténtica mina de oro. En una próxima horneada tendremos la oportunidad de apreciar otro hit de este auteur, Orgullo y Prejuicio y Zombies, la cual se encuentra a la espera de su inminente rodaje en los estudios de Hollywood. Ciertamente mezclar ficción clásica (o personajes históricos, como es este caso) con una trama de terror suele devenir en un licuado que resulta tan fascinante como bizarro. La idea de Grahame-Smith no difiere demasiado de la esencia del género de historia alternativa - p.ej. los dichosos escenarios en donde Hitler gana la Segunda Guerra Mundial -, en donde se toma algo conocido por todo el mundo y se genera una versión radicalmente diferente. Mientras que la historia alternativa fantasea con escenarios posibles (qué pasaría si...?), la ficción alternativa de Grahame-Smith no cambia en lo más mínimo la base de una trama o una historia archiconocida, pero le encuentra otro significado a los sucesos más trascendentes de la misma. Por ejemplo, decir que el personaje X no murió de difteria sino a causa de una mordedura de vampiro, o que la Guerra de Secesión fue en realidad un conflicto entre humanos y vampiros, los cuales no querían desprenderse de los esclavos ya que eran una fuente fresca e inagotable de sangre. En sí, Abraham Lincoln, Cazador de Vampiros no deja de ser una humorada nerd. Es necesario conocer la versión seria del tema - la historia real de Lincoln - para apreciar en su justa dimensión el chiste que nos quiere hacer Grahame-Smith. Como los yanquis son muy devotos de sus próceres - conocen hasta lo que desayunó el día que fulano se fue a la batalla de mengano, o cuándo le metieron una bala en el coco a zutano -, seguramente se deleitarán con los pormenores tergiversados que inventó el autor. Para el resto, esto no es mas que la historia de un superhéroe del siglo XIX, dedicado en su tiempo libre a exterminar chupasangres. Cuando el filme encarrila por ahí, Abraham Lincoln, Cazador de Vampiros es divertida. Cuando se pone seria y estoica - recreando los grandes momentos históricos de los cuales Lincoln fuera realmente el protagonista - el filme se achancha terriblemente. Incluso diría que lo histórico atenta contra lo narrativo, forzando a que el relato de saltos para cumplir con las fechas, batallas, citas y discursos memorables del barbudo protagonista. La película camina mucho mejor durante la adolescencia de Abe, ya que es un periodo más informal y en donde la trama tiene mayores libertades narrativas. La primera hora es buena. Como al mando está Timur Bekmambetov (Wanted, Nightwatch), la acción está filmada como los dioses. Hay una disparatada persecución en medio de una estampida de caballos, y algunas sangrientas peleas a hachazo limpio que parecen salidas de Matrix - otra que hacha time -. El problema es la segunda hora, en donde entra a jugar fuerte la historia real del personaje y que termina siendo un parche encajado con fórceps. Mientras que en los primeros 60 minutos el protagonista era un cruzado enemigo de los vampiros, de pronto descubrimos que el tipo largó todo, pasaron como quince años, y se convirtió en presidente norteamericano. Ok, la excusa es que el tipo sigue peleando pero esta vez desde la política - como detalle original, resulta que los vampiros utilizan a los esclavos como fuente fresca de sangre y por eso Abe decide abolir la esclavitud - y, como los vampiros son racistas y sureños, se levantan en armas provocando el estallido de la Guerra de Secesión. Pero el relato va a los saltos y la credibilidad se fuerza de una manera terrible. En especial en el climax, en donde la acción pasa de espectacular a absurda, y en donde ocurren tantas cosas ilógicas que a uno le provocan ganas de abuchear a la pantalla. En sí, Abraham Lincoln, Cazador de Vampiros es como ver dos películas juntas. La primera hora está buena, la segunda es más estoica y traída de los pelos. Es entretenida sin ser emocionante, y me da la impresión de que toda la premisa daba pie para generar algo con más gracia (o al menos, que se tomara a sí misma mucho menos en serio). Según entiendo, el libro era mucho más enciclopédico y entretenido, y acá transformaron la historia en un espectáculo de acción para satisfacer a Bekmambetov. Como sea, es una pelicula ok que no amarga a nadie pero que tampoco hará historia... por lo menos hasta que nosotros nos despachemos con algún simil criollo del estilo de José de San Martin, exterminador de chupacabras, o Manuel Belgrano, matador de pomberos.
Terror en Chernobyl viene de la mano de Oren Peli, el mismo de Actividad Paranormal y sus secuelas. Ok, Peli no dirige pero escribe y produce, y es la verdadera fuerza creativa detrás del proyecto. La idea de ir de expedición a la ciudad fantasma de Pripyat (en donde vivía el personal que trabajaba en la contigua planta nuclear de Chernobyl y la cual fuera abandonada a causa del masivo accidente atómico de 1986) suena deliciosa como premisa de película de terror, pero los resultados obtenidos no son tan efectivos como uno podría esperar. Es posible que el enfoque de cámara en primer plano - a lo Blair Witch - esté comenzando a mostrar signos de desgaste, pero también es cierto que el libreto es demasiado mecánico y no contribuye a mejorar la puntería de la historia. Acá hay un grupo de turistas que decide hacer "turismo de alto riesgo" y contratan a un guía turístico re-pirata que los lleva a Chernobyl. Por supuesto el panorama es desolador - si bien no está filmada en las locaciones reales, la reconstrucción que hacen para la película se ve muy verosímil - y parece salido de un episodio de la serie "La Tierra sin Humanos" del Discovery Channel: edificios rajados, montañas de mugre, autos abandonados y cubiertos por la vegetación, manadas de femélicos perros salvajes que se lanzan sobre cualquier cosa que se mueva, etc. Los norteamericanos de turno pasan un par de horas ahí, se asustan con un oso que se les aparece encima en un departamento y, después de reirse un rato, intentan irse. ¡Para qué!. El guia ruso no logra arrancar la camioneta y, cuando levantan el capó, descubren que ha sido saboteada. Y, a partir de entonces, la película empieza a patinar. No diría que Terror en Chernobyl es un mal filme, pero al menos es uno que desperdicia una idea muy buena. Hay dos cosas que torpedean la efectividad de la pelicula: la primera es el enfoque en primer plano, al que aquí le han hecho tantos cambios que terminaron afectando su eficiencia. Usualmente en estos filmes hay un nardo que está grabando todo el tiempo - incluso aunque el bicho de turno se lo esté devorando vivo -; mientras que eso le da inmediatez, por otro lado no dejar de ser algo ilógico (si a mi me estuviera atacando algo, le partiría la cámara en la cabeza del bicho en vez de seguir rodando). Para resolver esa incoherencia terminaron por inventar otra, que es la del cameraman "fantasma": se mantienen los primerísimos planos (y las reacciones nerviosas de la cámara ante los ruidos y los golpes), pero ninguno de los protagonistas está filmando. La cámara flota y sigue a los protagonistas como si perteneciera al grupo... pero también se asusta, corre y se cae al mismo tiempo que ellos. Mientras que en un principio este enfoque no está taaan mal, pronto demuestra tener sus limitaciones e incompatibilidades; la cámara de pronto se aleja 100 metros (como si fueran los ojos de las criaturas que acechan al grupo) o da un plano aéreo de la escena a 50 metros de altura. Todo eso deriva en una narración esquizofrénica que, cuando cambia de primer a tercer plano, aniquila toda la tensión que había creado. Pero si la cámara es distrayente, al menos lo suyo no es tan grave como el diseño de los personajes, que son superficiales, mecánicos e ilógicos. Esta gente jamás hace preguntas sobre lo que está ocurriendo - quién rompió el auto, quién secuestró a un par de miembros del grupo, quién asesinó al guía ruso, etc, etc - si no que se la pasan pensando en ellos mismos (¿estás bien?; esperemos por ayuda; no, no quiero caminar hasta la ruta; no, quiero quedarme a buscar a fulano; no, quiero tal o cual cosa). Son tan egocéntricos que jamás elaboran una teoría de lo que ocurre, o diseñan algún plan, o siquiera se arman como es debido. En un momento se topan con una horda de criaturas, pero ni siquiera discuten qué es lo que han visto (!). Cuando huyen, ni siquiera cierran las puertas para entorpecerle el paso a las cosas que los persiguen. Son un grupo de individuos anónimos, carne de cañón que manipula el libreto mandándolos de un lado para otro sin demasiado sentido: hay que ir para allá porque, en el medio, haremos una escena en donde las criaturas nos atacarán; ahora hay que ir para el otro lado... así dejamos solo a fulano y lo secuestran. Por Dios, cuánta gente estúpida. En sí, Terror en Chernobyl no es un engendro. Hay algún que otro momento efectivo, y la historia tiene su enganche... lástima que los cambios de estilo narrativo diluyan la tensión de la premisa, y que el libreto esté poblado de tipos con dos neuronas en la cabeza. Si tuviera que hacer un resumen, le diría que espere a que la den por cable: no se pierde demasiado con la espera y puede utilizar el mismo dinero de la entrada para ver en el cine una película de terror mucho más efectiva que ésta.
Aunque parezca estúpido el tema, es importante que entendamos bien de qué se trata una trilogía. Son tres películas que narran una historia; y son una versión expandida del concepto tradicional de dividir una obra en tres actos - apertura, desarrollo y conclusión -, de modo que cada uno de ellos (por su extensión) ha merecido su propio filme. Por ejemplo, en Star Wars - saga fundacional en el concepto de las trilogías - teníamos un primer filme en donde el muchachito de turno se descubría a sí mismo como héroe; en la siguiente película se desarrollaba como héroe; y, en el último capítulo, terminaba por triunfar como héroe. Mientras que la mayoría de nosotros percibe con facilidad dicha evolución, por el otro lado se nos olvida el sentido final de la historia, que es la de contar el proceso de restauración del equilibrio en un universo determinado. Vale decir: después que el Imperio ha sido derrotado, ya no hay más trabajo para Luke Skywalker. Si Sauron no existe más, lo único que le queda a los héroes de la Tierra Media es engordar, envejecer y tener hijos. La paz le sienta mal a los paladines de la justicia, y los castiga con una jubilación antes de tiempo. La conclusión natural de las trilogías es el fin de la amenaza y el retiro del héroe. Mientras que esto resulta obvio en las mas conocidas gestas épicas de la fantasía y la ciencia ficción, es una regla repetidamente ultrajada por el género de los superhéroes, simplemente porque su naturaleza de origen es serial. Están diseñados para pelear todas las semanas contra un villano nuevo, no para extinguirse al final del tercer tomo. Y ni siquiera monstruos venerados e intocables del género - como Watchmen - se han salvado de ser secuelizados y precuelizados. Esto ocurre tanto por ambición como por economía de esfuerzo; si tuvieramos que archivar a Superman después del tercer tomo, ¿podríamos inventar otro formidable superhéroe para reemplazarlo a la semana siguiente?. ¿De qué vivirían las editoriales de comics si se vieran obligadas a inventar héroes nuevos - y desconocidos para el público - todas las semanas?. Es por todo esto que resulta sorprendente descubrir que Batman: el Caballero de la Noche Asciende es el final real (y no nominal) de una trilogía. No hay una cuarta parte posible, simplemente porque Christopher Nolan ha aplicado el razonamiento descripto en el primer párrafo de este artículo y ha construido un escenario de equilibrio en donde la presencia de Batman ya no es necesaria. Para desarrollar este tercer (y último) capítulo, el director ha aplicado su habitual criterio ultra realista: ¿qué pasa cuando el héroe se cansa y siente que la lucha lo supera?. ¿O cuando los costos personales de la batalla contra el mal han sido demasiado altos?. Mientras que en el comic Batman podía batallar contra los villanos durante décadas, aquí es un ser humano diezmado físicamente, estancado emocionalmente y perseguido por el remordimiento. Y eso que se trata de su tercera aventura como el personaje que él mismo ha creado para combatir al crimen. Todo esto le da un giro totalmente inesperado a la historia. No sólo esperamos que Batman derrote al villano; también esperamos ver qué es lo que pasa con Batman. Y semejante osadía - narrar el ocaso de un superhéroe - sólo la puede cometer Nolan después de contar con dos megaéxitos sobre su espalda. Mientras que las intenciones de Nolan son loables, la ejecución no es todo lo pulida que debería ser. Batman: el Caballero de la Noche Asciende tiene varios problemas que atentan contra la inteligencia de su propuesta, y el primero de ellos es el desprolijo ritmo narrativo de la primera hora. Pasan demasiadas cosas, hay demasiados personajes y la historia va a los saltos. Da la impresión que faltaran escenas de transición, las cuales deben haber quedado tiradas en el piso del cuarto de edición. Por contra, la historia le da demasiado espacio a personajes totalmente decorativos (como el insufrible jefe de policía Foley, el cual es una máquina de razonar estupideces y haría juego con los oficiales con los que lidiaba Bruce Willis en Duro de Matar I), y le resta tiempo de desarrollo a personajes principales. El caso más obvio es el de Selina Kyle / Gatúbela, la cual está criminalmente subdesarrollada. Se supone que Selina es una bomba sensual y atrevida, un caracter tan fascinante que debe deslumbrar a Bruce Wayne y darle una causa por la cual vivir. En vez de eso lo que obtenemos es un desabrido y forzado romance que me hace acordar a los amoríos de Neo y Trinity en Matrix (desafío a cualquiera a que intente convencerme que éste es el gran romance de la trilogía de Batman). Más que ensañarse con la perfomance de Anne Hathaway (o con su elección como partner de Christian Bale), uno debería reprocharle a los hermanos Nolan la falta de puntería a la hora de escribir los parlamentos del personaje (aunque creo que se trata de una falla generalizada con los roles femeninos, ya que el de Marion Cotillard es otro ejemplo de pobreza creativa). En todo caso el problema con Selina pasa porque el libreto jamás le da peso propio y se limita a usarla como elemento decorativo (para que Christian Bale pueda besarse con alguien) o como caballería de última hora, apareciendo en el momento justo para salvarle las papas del fuego al protagonista. Mientras que los personajes femeninos están pobremente escritos, los que tienen buen espacio y están bien desarrollados son Bane y el recién llegado John Blake. Ciertamente el Bane de Tom Hardy no es tan memorable como el Joker de Heath Ledger en The Dark Knight, pero no deja de ser un villano efectivo. Es brutal e inteligente, expeditivo e idealista. Cuando pelea o despacha gente, es impresionante... pero carece de humor negro y eso le quita carisma. El otro agregado es John Blake, el que se transforma en un soldado a las órdenes de Jim Gordon. Es glorioso ver el enorme crecimiento actoral de Joseph Gordon-Levitt, y podría afirmar que su perfomance es la mejor de la película. También es cierto que el libreto pone especial cuidado en su personaje, ya que se trae un as bajo la manga. Otro de los problemas es que toda la premisa tiene cierto tufillo a reciclado del primer filme. Otra vez la Liga de las Sombras, otra vez un dispositivo de destrucción masiva, otra vez el propósito de arrasar Ciudad Gótica... Acá Nolan y su hermano Jonathan se han basado en varias sagas del comic, que van desde Knightfall hasta No Man´s Land, las que contemplan la derrota de Batman y el surgimiento de Ciudad Gótica como un estado anárquico, independiente e intocable. Pero ese mix de influencias termina siendo re-escrito en términos de melodrama comiquero, en donde nuestro protagonista se la pasa sufriendo el 90% del camino hasta que termina por reconstruirse y resurgir como el héroe que había sido en un principio. Eso es particularmente notable con la shockeante pelea entre Batman y Bane, que en Knightfall tenía un desenlace aterrador y acá termina siendo sanitizada hasta el punto de bordear lo increíble. Que alguien me explique cómo un tipo implacable como Bane deja vivo al encapotado, o cómo hace Batman para recuperarse de semejantes heridas de gravedad. Es en esos momentos en donde, por primera vez en la trilogía, siento que la credibilidad es forzada hasta tal punto que Nolan termina suplicándole a los fans que hagan un salto de fe y se olviden de las incoherencias narrativas. Ello es particularmente notable en el acto III, en donde siento que el relato parece haber caído en algún pozo espacio - temporal digno de un episodio de La Dimensión Desconocida: Batman se recupera milagrosamente en un puñado de semanas, la gente apresada en la ciudad (y, especialmente en las alcantarillas) sobrevive de manera increíble, y los tipos entran y salen de la zona sitiada como si estuviera a la vuelta de la esquina. Es posible que uno se vuelva demasiado exigente con Leonardo Da Vinci cuando entrega una obra de menor calidad que La Gioconda o La Ultima Cena. Acá me ocurre lo mismo con Nolan y, hay que admitirlo, Batman: el Caballero de la Noche Asciende no llega al nivel de esa obra maestra que fué The Dark Knight, simplemente porque el director ha querido acaparar demasiado y debe comprimir personajes, tramas y hasta credibilidad para que el filme no dure las 5 horas que hubiera precisado un desarrollo pausado de los hechos que pretende contar. Pero esas desprolijidades no impiden que el filme sea emocionante, especialmente en sus últimos 45 minutos en donde todo confluye de manera notable. El desenlace es un electrizante despliegue de virtuosismo. Si tuviera que pasar en limpio, diría que Batman: el Caballero de la Noche Asciende es inteligente, emotiva y desprolija. Tiene su cuota de problemas - los últimos 5 minutos finales, aunque son fabulosos, me parecen algo forzados -, pero ni por asomo es el desastre de otros finales de trilogía como Spiderman 3 o Matrix Revoluciones. Nolan se atreve a mostrarnos un universo sin Batman... y aunque la jugada no le sale todo lo redonda que debiera, no por ello deja de ser menos admirable.
¿Quién no ama a Los Tres Chiflados?. Quizás no sean los fundadores de la comedia física (o humor slapstick, como le llaman los norteamericanos), pero indudablemente son los mayores exponentes del género. Comenzaron como acto de relleno para la varieté de Ted Healy en 1925, y pronto tuvieron repercusión propia. Lo que siguió fue una historia tan conocida como triste: tuvieron su época de gloria entre 1934 y 1957, filmando decenas de cortos para la Columbia; la llegada de la televisión comenzó a asfixiar al cine, los cortometrajes dejaron de rodarse, y el trío terminó en la calle, con el agravante de que sus fortunas personales (que no eran muy grandes; recordemos que en esa época los actores trabajaban para los estudios a cambio de un sueldo fijo) habían sido dilapidadas durante décadas de mala administración. Súmense a esto la muerte de varios miembros en el medio (Curly en 1952, su reemplazante Shemp en 1955), algunos reemplazos posteriores sin lustre, y una perspectiva realmente oscura a finales de los 50. Por suerte una nueva generación de fans los redescubrió a través de la exhibición de sus cortos en la TV, y los Tres Chiflados regresaron - con mejores contratos y más dinero - a la actividad, generando películas, shows y hasta una serie de dibujos animados. Al menos esto les permitió llegar a la vejez con una situación económica mucho más holgada y con un sólido reconocimiento profesional. Larry y Moe fallecerían en 1975 - con meses de diferencia - y sus reemplazos (Joe Besser y Joe De Rita) partirían en 1988 y 1993 respectivamente.(si desean profundizar en el tema, les sugiero que lean el artículo especial que escribimos hace un tiempo para Portal Datacraft, haciendo click aquí). Ciertamente la comedia física de los Tres Chiflados es atemporal. Uno puede verla hoy en día y sigue generando tantas carcajadas como en su emisión original, 60 años atrás. Lo más curioso es que sus reglas son sencillas, repetitivas y efectivas; uno puede anticipar qué va a pasar de un momento a otro - cuando Curly se manda una macana o cuando Moe se enoja - y, sin embargo, termina riéndose igual. Establecida dicha mecánica, es fácil repetirla; lo dificil es tener el talento para hacerla con gracia. Entre las imitaciones fracasadas figuran una parva de dibujos animados (usualmente, inventos de la Hanna Barbera que han intentado caricaturizar a conocidos cómicos como Laurel & Hardy, Abbott & Costello, y los mismos Chiflados), que no fueron más que un bizarro intento de Hollywood para capturar el espíritu de una formula y extenderla hasta el cansancio sin la necesidad de contar físicamente con los creadores de la misma. El fracaso de esos experimentos no impidió que las afiebradas mentes de los productores no probaran con otras suertes - como The All-New Adventures of Laurel and Hardy: For Love or Mummy (1999); una del Gordo y el Flaco, pero con actores modernos -, los que terminaron generando patéticos largometrajes. El caso que ahora nos ocupa comenzó a gestarse en el 2000, precisamente cuando Mel Gibson decidió homenajear a sus venerados chiflados produciendo una biopic sobre ellos para la TV. La gente de la Columbia vió el gran suceso del telefilme y empezó a jugar con la idea de armar una película para la pantalla grande. Ahora, el cómo evolucionó el proyecto a lo largo de todos estos años sigue siendo un gran misterio. Cuando uno piensa en que un gran estudio va a hacer un filme sobre un artista (o grupo de artistas) ya desaparecido, piensa en dramas y nominaciones al Oscar. El paso por el proyecto de Russell Crowe (como Moe!), Sean Penn (como Larry!), o incluso Jim Carrey (como Curly!) dan a entender que se iba por el mismo sendero dramático que el telefilme de Mel Gibson; pero, por otra parte, el reclutamiento de los hermanos Farrelly como directores terminaba por indicar exactamente lo contrario ¿Acaso los Farrelly querrían encarar su primer filme serio y aplicarían todo su expertise en la recreación de los pasos de comedia de los Chiflados?. Por supuesto la versión final de Los Tres Chiflados terminó por contradecir todas las expectativas creadas sobre el filme. Esto no es más que una comedia liviana, recreando a los Chiflados en el mundo moderno y technicolor del siglo XXI. Ciertamente los Farrelly se arriesgaban a cometer el mismo sacrilegio que The All-New Adventures of Laurel and Hardy: For Love or Mummy, reclutando a imitadores que - por más talentosos que fueran - iban a verse como impostores de un grupo de venerados artistas. Recordemos que esto no se trata de reemplazar al inspector Clouseau sino de revivir a un grupo de gente que hicieron de sí mismos unos personajes (y vivieron toda la vida de ello). Los Tres Chiflados 2012 captura con absoluta fidelidad el espíritu anárquico de los cortometrajes del grupo. El trío de comediantes elegidos para encarnar a los chiflados es impecable - Will Sasso (de Shit, My Dad Says); Sean Hayes (de Will & Grace), y el poco conocido Chris Diamantopoulos (que hizo varias series y participó en la temporada 2010 de 24) - y recrean a la perfección las rutinas fisicas de los chiflados. Por supuesto los hermanos Farrelly se encargan de aggiornar los gags y aportan su cuota habitual de salvajismo - como el duelo con bebés "meones" en la guardería de un hospital, o la impagable secuencia en el zoológico que involucra disparar maníes a los testículos de un león -, trasladando con éxito el humor anárquico de los chiflados a la época actual. Si hay algo para reprocharle al filme, es que el acto III no es tan pulido y satisfactorio como debiera. Aún considerando que se trata de una historia disparatada, la resolución de la trama no se condice con la evolución natural de los sucesos del filme y tiene algo de emparche de último momento. Lo otro que tampoco calza demasiado bien es la subtrama del programa televisivo - la peculiar personalidad de Moe termina por fascinar a los productores de un insulso reality show (el cual existe en la realidad!), quienes lo contratan para que torture a los participantes y suba los ratings -, que suena como una satira fallida. Por lo demás, el filme es un delirio constante, con gags atroces e insanos, y maldades de todo tipo y color. Es una lástima que Los Tres Chiflados 2012 haya tenido una tibia recepción de crítica y público. Ciertamente no es un filme perfecto pero es muchisimo más cómico y efectivo que cualquier comedia vista hasta ahora en lo que va del año. Tiene formidables perfomances y tiene un timing impecable; y aún cuando no gane un Oscar, es un excelente homenaje para los Chiflados, mostrando un trabajo de amor y pasión por parte de los hermanos Farrelly. ¿Hace falta agregar algo más, aparte de que la recomendamos de todo corazón?.
Hasta hace poco, Pixar era sinónimo de excelencia. Excepcional técnica digital, formidables guiones... una máquina de generar clásicos y tanques de taquilla. Pero algunas piezas se deben haber desplazado en el tablero - léase, creativos de porte que se van, u otros de menor calidad que llegan en reemplazo-, o bien la todo poderosa subsidiaria de la Disney ha entrado en la meseta de desgaste por la cual pasan todos los genios... como sea, lo cierto es que los últimos títulos de Pixar vienen flojos, y Valiente no hace más que confirmar el punto. Mientras que la animación es sobresaliente, el libreto deja mucho que desear, ya que la historia se vuelve confusa, dispersa y - lo más increíble de todo - bastante violenta para ser un producto orientado al público infantil. Da la impresión que el libreto comenzó con una idea, después el guionista se perdió en el camino y terminó rumbeando para cualquier lado, ya que el final dista bastante de ser satisfactorio. Bien se puede poner a Valiente al lado de Cars 2 como los títulos más opacos de la historia de Pixar. La cosa viene de fantasía medieval, con princesa rebelde y algo salvaje que está en contra de las tradiciones, y que decide hacer las cosas a su modo. La protagonista exuda carisma y terquedad, y su excepcional talento con el arco y la flecha hacen presagiar algún tipo de aventura formidable. Si al fin y al cabo la película se llama Valiente y la heroína es una pelirroja de mal carácter que dispara flechas mejor que Robin Hood y Legolas juntos, uno anticipa que en algún momento la chica deberá ir a cazar algún bicho gigante o, bien, se internará en algún terreno super peligroso en donde ejercerá sus dotes de arquería. ¿Verdad que uno piensa eso?. Pues la gente de Pixar piensa lo contrario y, a mitad de la película, decide pulverizar toda la utilidad de la subtrama sobre el talento arqueril de la chica de cabeza de fósforo. Saca de la galera una bruja - que no es buena ni mala, sólo incompetente -, la cual se cruza en el camino de la protagonista y le da una poción para cumplir su deseo: sacarse de encima la ceremonia de elección de candidatos a desposarla, una tradición que viene de épocas ancestrales. El problema es que la pócima sale para el traste y la madre de la pelirroja - que es la que insiste con llevar a cabo la ceremonia - termina convirtiéndose en un gigantesco oso negro. Mientras que hasta ese entonces todo venía salpicado con aventura y humor, a partir del hechizo Valiente empieza lenta - pero progresivamente - a descarrilarse. Los hechos van a los saltos y la fluidez brilla por su ausencia; por ejemplo, tenemos que la bruja ha desaparecido y sólo atinó a dejarle a la pelirroja un puñado de pistas sobre el hechizo (en un caldero que actúa como un bizarro contestador automático), las cuales no son muy claras que digamos; hay una subtrama en donde este hechizo se relaciona con otro anterior (que involucra a unos príncipes herederos peleados entre sí), y que tiene que ver con el oso asesino que ronda la zona; hay un tapiz que debe ser emparchado para corregir el hechizo - una conclusión que saca de la nada la protagonista -; y un montón de peleas entre humanos y osos, o entre osos y osos, que son bastante mas violentas de lo que uno podría esperar de un producto Pixar / Disney, incluyendo tajos, mutilaciones y alguna que otra muerte. Mientras que el aspecto violento es discutible pero ineludible - a final de cuentas, no se trata de una historia sobre carmelitas descalzas, y tanto la era como el lugar en donde viven los protagonistas son de por sí peligrosos -, uno se pregunta por qué la puesta en escena no resolvió ese punto de una manera mas diplomática. Siempre viene a cuento la muerte de la mamá de Bambi, la cual ocurre fuera de cuadro y se escucha sólo el disparo. Algo similar podría haberse aplicado acá, resolviendo las cosas sin la necesidad de ser tan explícito. Pero Valiente no pierde puntos sólo por eso; la segunda mitad de la historia es desprolija, con cosas traídas de los pelos - por ejemplo, Merida cosiendo un tapiz de apuro mientras cabalga a toda velocidad por el medio del bosque (!!), amén de que todo esto ocurre de noche (!!!) -, subtramas que quedan sin explicación (por ejemplo, la del antiguo heredero del reino que también fuera hechizado), y una sensación generalizada de que todos los sucesos del final están forzados. Es posible que lo que uno ve no sea mas que el reflejo de los problemas de producción que tuvo el filme - la directora Brenda Chapman se tomó el piro a mitad del rodaje, citando diferencias creativas -, porque el 50% del filme anda muy bien y después se va de foco mal, metiendo historias, recursos y personajes que no se condicen con las expectativas creadas en la primera mitad. Da la impresión de que es un libreto que se quedó sin ideas a mitad de camino, y decidieron empardarle una trama de una fantasía a último momento. Valiente está ok, aunque no la veo recomendable para alguien con menos de 10 años de edad. Para el resto del público es un espectáculo pasable pero con problemas de historia, los cuales son indisimulables. Todo esto da como resultado algo medianamente entretenido y tolerable, aunque en absoluto memorable.