A fines de los años 90 Scott Mitchell Rosenberg - en ese entonces ejecutivo de un puñado de editoriales independientes de comics y un creativo en ascenso - estuvo rondando por Hollywood con un proyecto que trataba una invasión alienígena a la Tierra en la época del lejano oeste. El concepto fue adquirido por los estudios y cayó en el development hell durante años, sin que nadie lograra hacerlo despegar. El mismo Rosenberg le inyectaría impulso al transformarlo en una novela gráfica que salió publicada en el 2006 en una de sus editoriales. Allí fue cuando los estudios vieron el potencial y decidieron darle luz verde, atrayendo a un grupo de luminarias al proyecto - desde Steven Spielberg y Jon Favreau hasta Ron Howard, pasando por el equipo creativo de J.J. Abrams con sus guionistas estrella Alex Kurtzman y Robert Orci, eso sin contar con el aporte de gente tan dispar como Brian Grazer o el bizarro Steve Oedekerk, el mismo de Kung Pow: Enter the Fist (2002) -. El problema es que tanta gente terminó metiendo mano que Cowboys & Aliens terminó siendo un pastiche, en donde millones de libretistas y productores tomaron turnos para escribir una línea o escena cada uno. Mientras que como espectáculo está ok, a uno le deja la impresión que acá había mucho potencial y el caos de la producción terminó por arruinar una buena idea. El primer problema de Cowboys & Aliens es el cast. Son excelentes actores pero se ven totalmente anacrónicos, pasados de esteroides y botox, y resultan poco creíbles como curtidos vaqueros. Daniel Craig está demasiado musculoso y bien afeitado como para verse como un desaliñado forajido del siglo XIX, y Olivia Wilde parece salida de una sesión de pilates. Para colmo Craig pelea con otros vaqueros en modo comando, con acrobacias y patadas voladoras, lo que queda totalmente fuera de lugar. En esos momentos uno cruza los dedos rogando que el libreto de una explicación coherente de por qué toda esta gente se ve demasiado moderna - que sean aliens reencarnados, por ejemplo, lo que iría bien con los ojos penetrantes que tienen Wilde y Craig -, pero las justificaciones quedan por la mitad o no muy creibles. Olvidémonos de lo físico y ocupémonos de la historia. Hay un gran arranque, cargado de misterio, especialmente por que no sabemos quién o qué es el personaje de Daniel Craig. Luego aparece Harrison Ford, que acá hace de malvado terrateniente. Ford - quien se ha cansado de protagonizar fracasos en los últimos años - parece decidido a remontar la cuesta luego del espaldarazo de Indiana Jones 4, y últimamente se ha especializado en los papeles de cínico y gruñón. Acá lo suyo no difiere demasiado del corrosivo periodista veterano de Morning Glory (2010), y es particularmente efectivo en esa línea. Casi se podría decir que Ford es lo mejor del filme. Hasta el ataque al pueblo, Cowboys & Aliens venía bien. Uno tenía curiosidad por el pistolero amnésico, el arma brazalete, y la confrontación con el villano de turno. Luego de esto, el libreto entra en una debacle y transforma en otra película, en una especie de The Searchers con aliens en vez de comanches. Los extraterrestres abducen personas y hay una cuadrilla de valientes dispuestos a rescatarlos. Ahora, ¿cómo seguirle el rastro a una nave espacial que va volando a 500 km por hora?. Ah, sí: el libreto mete a un alien herido que escapa a pie. Oh, Dios... Las cosas traidas de los pelos comienzan a acumularse. Los aliens carecen de personalidad y son una parva de blancos de dos patas, totalmente anónimos como pasaba en Batalla Los Angeles. Aparece de la nada la anacrónica Olivia Wilde - demasiado limpia, sexy y depilada para la época - y provee pistas que de otro modo resultaría imposible obtener. Aparece pandillas de ladrones, indios - ¿no queda nadie más? - y todos se unen en contra de los aliens. Hasta el malvado Harrison Ford se pone tierno y se humaniza. Eso no quita que Cowboys & Aliens siga siendo entretenida, pero los baches del libreto serruchan las expectativas creadas en el primer tercio del filme. Este vendría a ser un ejemplo de película con guión mediocre y que termina siendo sostenida por el carisma de los actores. Harrison Ford y Daniel Craig son muy buenos, aunque lo suyo no deje de ser variaciones de personajes que ya han hecho; y ellos están acompañados por una troupe de secundarios eficaces como Clancy Brown o Keith Carradine. (alerta spoilers) La única que desentona aquí es Olivia Wilde, y no sólo por su aspecto moderno, sino porque su personaje está de más. Yo hubiera fusionado los caracteres de Wilde y Craig en uno solo - sin contraparte femenina -, como un guerrero alien disfrazado de humano y perteneciente a una raza contraria a los invasores. Era algo muchísimo mas coherente. El tema es que alguien pensó que todo esto rebalsaba de testosterona y metió con calzador a una pistolera fashion en el lejano oeste. Porque, si no, ¿con quién se besaba Daniel Craig? ¿Con Harrison Ford? (fin spoilers). Vaya tranquilo a ver Cowboys & Aliens. Es un buen show, no se va a aburrir. Es algo hueco, es cierto, pero hay buenos actores que salvan las papas del fuego. La macana es que reunieron a una montaña de creativos y, entre todos ellos, no lograron hacer nada minimamente memorable.
Ya hemos hablado en otras ocasiones de Linterna Verde, uno de los máximos personajes del panteón de superhéroes de la DC Comics. Linterna Verde nació en 1940 y era basicamente un super héroe standard cuyos poderes venía de una linterna mágica. Como la premisa no sonaba interesante, nunca fue demasiado popular y el personaje terminaría siendo archivado en 1949. La segunda oportunidad llegaría a finales de los años cincuenta, cuando la Era de Oro del Comic cayera en una crisis irrecuperable. Terminada la Segunda Guerra Mundial, los superhéroes - que usualmente era representaciones alegóricas del espiritu norteamericano - ya no tenían enemigos de la vida real con quien pelear. Bah, las editoriales habían sustituído a los nazis con los comunistas rojos, pero el público había entrado en una etapa de saturación tal que resultaba imprescindible reinventar el género. Así es como la DC Comics decidió despacharse con un experimento, tomando algunos personajes menores (o archivados), y relanzándolos con profundos cambios como para ver cómo reaccionaba el público (y si ésa era la línea correcta para remodelar a los personajes estrella de la editorial como Batman y Superman). El primero en cruzar la línea fue The Flash en 1958 y le seguiría Linterna Verde en 1959, marcando el inicio de la llamada Era Plateada del Comic. Allí es cuando John Broome y Gil Kane tomaron el nombre del personaje pero elaboraron una historia completamente diferente, creando el cuerpo de élite, los Guardianes de Oa, la mitología de la energía verde y la energía amarilla, etc, etc; todo el folklore clásico de la historieta tal cual la conocemos hoy en día. Ahora llega esta versión para la pantalla grande de la mano de Martin Campbell, el responsable de rebootear exitosamente la saga de James Bond en dos ocasiones (con Goldeneye y Casino Royale). Si uno tuviera que elegir director para este proyecto, Campbell no es el primer nombre que se me viene a la cabeza - su experiencia más cercana con un super héroe (o algo parecido) ha sido con la saga de El Zorro, en donde la película original fue genial pero la secuela fue un bodrio mayúsculo -. Eso no quita que Campbell no deje de ser competente, que es lo que se deduce después de ver el filme. Acá todo es muy correcto y prolijo aunque algo insulso, y solo hay dos o tres escenas en donde la película dispara algo de adrenalina. Ciertamente uno de los méritos de Linterna Verde es que es respetuosa y fiel al original. Hay algunos cambios en el perfil de los personajes - por ejemplo la entidad Parallax, que en el comic era una forma de energía maligna que terminaba por poseer a una de las encarnaciones de Linterna Verde (precisamente Hal Jordan) y lo transformaba en un villano, y que aquí figura que es un antiguo guardián de Oa, deslumbrado por el poder de la energía amarilla -, pero la inmensa mayoría está ok. Como héroe está Ryan Reynolds, el que funciona muy bien tanto para las secuencias heroicas como para los momentos de comedia. Acá el héroe es bastante descartonado, siguiendo un perfil similar al que aparecía en la versión animada Linterna Verde: Primer Vuelo, y eso da pie a un par de secuencias cómicas logradas. También está el excelente Mark Strong como Siniestro, aunque su rol está severamente acotado. El papel de villano está dividido entre un CGI - la entidad Parallax - y Peter Sarsgaard, quien interpreta a Hector Hammond con mucha naturalidad. Posiblemente la perfomance de Sarsgaard sea lo mejor del filme, actoralmente hablando. Y si bien los efectos, la dirección y los actores son muy buenos, los problemas de Linterna Verde pasan por el libreto, que simplemente es chato. Considerando la cantidad de gente que le metió mano, resulta sorprendente que todos estos tipos no hayan escrito diálogos más inspirados o no hayan pulido un poco más las escenas. Por ejemplo, la secuencia en la que Abin Sur se estrella en la Tierra y es hallado por Hal Jordan es innecesariamente rebuscada - hubiera sido mejor que el alienígena chocara con Jordan durante la secuencia de la prueba de vuelo (tal como en el comic), en vez de que el protagonista termine el vuelo, se coma una reprimenda, visite a la familia y se pelee con la novia mientras el guardián galáctico está agonizando en otra parte del planeta durante días -. Del mismo modo el libreto se empecina en generar escenas en nuestro planeta, plagadas de personajes completamente desabridos (las participaciones de Tim Robbins y Angela Bassett son completamente nominales y no le importan a nadie), y forzando un romance insulso con la chica de turno. El tema es que Linterna Verde es un héroe galáctico y debería pasar todo el tiempo en Oa, entrenándose y escuchando apasionantes historias sobre las hazañas legendarias de los guardianes del universo... pero como hacer tantas secuencias en un planeta alienígena hubiera salido muy costoso, el libreto inserta con calzador escenas de relleno en la Tierra. Todo esto podría haberse podado, dando mayor intensidad al proceso de descubrimiento y entrenamiento del héroe, y dándole una perspectiva mucho más épica sobre lo que trata su tarea. Acá Hal Jordan va y viene de Oa como quien toma el colectivo 60 a Tigre, y nunca se lo ve demasiado deslumbrado por los recientes cambios que han afectado a su vida. El otro punto en contra es el villano, que es anónimo. Parallax es un CGI que habla poco y carece de profundidad, y Hector Hammond es un sicótico con una cabeza XXL, pero ninguno representa una amenaza decente. Y el que podría ser el antagonista principal - Siniestro - está "tapado" como para revelarse sobre la hora en una posible secuela. Todo esto no quita que haya momentos inspirados. La pelea contra Parallax es excepcional (aunque algo corta) y es la primera vez que un filme de superhéroes con actores logra captar la intensidad y el despliegue que caracteriza a las historietas del género. Si uno, por ejemplo, lo compara con las patéticas peleas con cables que tenía Christopher Reeve en Superman 2, el climax de Linterna Verde es glorioso. Linterna Verde es dispar, con cosas muy buenas y cosas ok. Yo hubiera traído a otro guionista para inyectarle vida a los diálogos y pulir escenas, y hubiera puesto a un director mas comiquero. En absoluto es un mal filme; simplemente toma una premisa de gran potencial y la ejecuta rutinariamente, lo cual tiene algo de decepcionante.
Desaparición en la Calle 7 viene de la mano de Brad Anderson, el mismo de El Maquinista. En aquel film Anderson estaba inspirado y usaba trucos narrativos de alto vuelo para trazar una línea de duda sobre la estabilidad mental del protagonista - lo que ve, ¿es real o imaginario? -. Pero acá la magia de Anderson parece haberse desvanecido y el filme, que arranca con una idea prometedora, termina sepultado bajo el peso de un guión incompetente. Les soy sincero: la primera impresión que me dió Vanishing on 7th Street es que se trataba de una remake del telefilme de 1974 A Dónde se Fue Toda la Gente? (Where Have All the People Gone?). En aquella oportunidad Peter Graves conducía un grupo de gente que había sobrevivido a un extraño fenómeno solar que hacía desaparecer a las personas ... y sólo quedaba la ropa. Era un filme extremadamente estúpido, en donde una escena típica consistía en que uno de los personajes se topaba con un vestido vacío, exclamaba "mi hermana!!" y se ponía a llorar mientras abrazaba la ropa. Acá el maderoso Hayden Christensen (¿cómo puede seguir consiguiendo protagónicos este tipo?) encuentra trajes y vestidos prolijamente apostados sobre mesas y sillas por doquier, lo cual resulta ridículo. Al menos el director Anderson tiende a compensar ese primer pensamiento (natural y compartido entre todos los espectadores del filme) con algunos efectos especiales bastante prolijos, como para darle un aire apocalíptico un poco más denso. Y sí, hay una especie de plaga sobrenatural (que parecen las entidades infernales de Ghost, la Sombra del Amor) que acosa desde las penumbras; y sí, cada vez hay menos gente, hay menos energía y la luz del día dura menos. Y ahora, ¿qué hacemos? ofertas en software de facturacion para empresas de Sistema Isis Y eso mismo es lo que debería haberse preguntado el libretista Anthony Jaswinski, quien parece haber arrojado la piedra para luego esconder la mano. Muy linda la premisa; lástima que no va para ningún lado. Jaswinski empieza a meter molestos personajes de stock, los que parecen salidos de mediocres películas de cine catástrofe al estilo de la saga Aeropuerto. Esto es: la fanática religiosa que extravió a su bebé en el caos que produjo el fenómeno; el molesto nene que está convencido que su madre va a volver (aunque ya se murió el 95% de la población del planeta); el mexicano herido que alucina y es una carga para el grupo; y Hayden Christensen, que es el ateo líder del grupo. No pasa mucho tiempo hasta que uno empieza a desear ver muertos a todos estos personajes, ya que hablan, hablan y hablan ... y no dicen nada. El filme podía haber tomado un montón de rumbos distintos; por la existencia de la fanática que compone Thandie Newton (ésta era una buena actriz!; cómo terminó en este bodrio?), bien podríamos pensar que están en una especie de purgatorio o que el resto del mundo está ok y ellos están muertos o en una dimensión paralela; o bien se podría haber hecho algún tipo de investigación para llegar a alguna teoría sobre el fenómeno (oh si, hay una explicación que es sideralmente vaga y no aporta nada). O si esto era una experiencia alegórica, los personajes deberían haber aprendido algo al final del filme. Pero el incompetente libreto toma un camino intermedio, sin resolver ni explicar nada, y dejando un final abierto que resulta indignante. ¿Uno se ha comido 90 minutos de filme para llegar ... a ningún lado?. Salvo por el inicio y alguna escena aislada en donde Brad Anderson construye un poco de suspenso, no hay nada potable en Vanishing on 7th Street. Es algo a medio cocinar, fruto de un libretista perezoso. Déjela pasar, ya que no se va a perder de nada que valga la pena.
Hay películas que no se condicen con las expectativas que ellas mismas crean y Super 8 es una de ellas. Esta es una inusual colaboración entre J.J. Abrams y el pope Steven Spielberg (quien oficia de productor). Todas las señales dan a entender que éste se trata de un sentido homenaje de Abrams a los filmes dirigidos / producidos por Spielberg en los años 70 y 80 - los que van desde Encuentros Cercanos del Tercer Tipo hasta Los Goonies y Los Exploradores -. El problema es que, cuando Abrams deja de imitar a Spielberg y debe hacer algo por su cuenta, termina siendo insípido y decepcionante. Seamos claros: los dos primeros actos de Super 8 son muy buenos. Este es un canto de amor hacia la ciencia ficción ochentosa y spielberiana, esa plagada de pueblitos ideales, adolescentes de noble corazón, monstruitos encantadores, y militares malosos que oficiaban como los villanos de turno. A excepción de estos últimos, nadie es demasiado malvado (ni siquiera el monstruo), y la aventura sirve como un proceso de expiación para el protagonista. Vale decir: el chico vive en una familia de porquería (que no es tal), o es perseguido por el matón del barrio (que no es tan malo), o no logra hablarse con la chica que le gusta (y a la que deberá rescatar de improviso para transformarse en el héroe del momento). Y como a nosotros nos gustan los perdedores (o nos identificamos con alguna de las situaciones que debe vivir), terminamos por simpatizar con nuestro sufrido protagonista. Mientras que el setup y los personajes funcionan muy bien, los problemas de Super 8 pasan por el tercer acto. Hasta ese entonces, J.J. Abrams venía retaceando la exhibición del monstruo (tomando de ejemplo lo que hizo Spielberg en Tiburón, y que luego el mismo Abrams aplicaría en Cloverfield), lo cual me parece una decisión creativa válida. El problema es que, cuando el bicho entra en escena ... no hace nada memorable. Ahí es cuando queda en evidencia que Abrams es un pálido imitador de Spielberg, simplemente porque no le da la neurona para crear alguna secuencia sensacional, de esas que uno sigue hablando después de salir del cine. No sólo las acciones de la criatura son insípidas sino que el libreto comienza a flaquear con detalles importantes - los chicos encuentran en dos minutos unos informes secretos que los militares estuvieron rastreando durante días; un dúo de enemigos irreconciliables hace las pases demasiado rápido; y, lo que es peor de todo, se revela que el bicho secuestra pero no mata a algunos personajes políticamente correctos de la trama, incluyendo al interés amoroso de nuestro héroe -, con lo cual a uno se le termina de caer la estantería. Después de construir durante una hora un setup tan bueno... ¿por qué no escribieron algo más excitante y original para el climax del filme?. Super 8 es una aventura correcta pero decepcionante. El inicio de la película crea unas expectativas que el desenlace no termina de corresponder. Y no es que el final sea malo; lo que pasa, simplemente, es que es demasiado standard.
A veces la codicia te puede llevar a que te dispares en tus propios pies. Es el caso de Capitán America: El Primer Vengador. Tiene un gran cast, una excelente reconstrucción de época, formidables efectos especiales, y una historia cuidada. El problema es que, en los últimos cinco minutos, el filme decide tomar una motosierra y amputarse los miembros inferiores, arruinando casi todos los méritos que había hecho hasta ese entonces. Sin dudas los conocedores del comic lo anticipaban (y toleraban) el desenlace... pero, ¿y el resto de la gente?. Me imagino al 90% de la platea disparando insultos a la pantalla apenas se encienden las luces. ¿Es para esto que nos tuvimos que tragar 125 minutos de película? ¿Para quedarnos en ascuas?. Seamos claros: Capitán America: El Primer Vengador es una muy buena película. Tal como pasaba como X-Men. Primera Generación, viene en la onda de superhéroe retro. En este caso resulta indispensable, ya que el Capitán América es un dinosaurio que viene de la época de la Segunda Guerra Mundial - en su caso, es un fetiche patriótico nacido en 1941, diseñado para enardecer el espíritu norteamericano adolescente de aquellos años -, y la única manera de digerir a un tipo disfrazado como la bandera yanqui es explicando cómo caczo llegó a calzarse semejante disfraz. Para esta tarea trajeron a Joe Johnston, un tipo que ha dirigido muchas cosas - Jurassic Park III, Jumanji, etc - pero, sobre todo, filmó Rocketeer que era un respetuoso (aunque algo aburrido y muy sanitizado) superhéroe retro. No le echen las culpas a Johnston sino a la Disney que producía la película y quería algo que fuera políticamente correcto por los cuatro costados. Por suerte acá Johnston tiene más libertad creativa y por ello termina de armar una buena pelicula de matineé. El debilucho patriota convertido en superhéroe, el villano que tiene su propia agenda - entre lo que se incluye, traicionar al mismísimo Hitler y dominar al mundo por su cuenta -, una fuente de poder inconmensurable (procedente del olimpo de los dioses nórdicos de Thor??) que le permite construir un ejército futurista, la materialización en pantalla de algunos de los proyectos más fascinantes y delirantes de la ingeniería militar alemana de la época - como tanques gigantes o bombarderos intercontinentales ala delta -, un grupo de amigos y fieles compañeros de lucha, y el sentimiento de que la guerra está a punto de salirse de madre por la irrupción de nuevas fuerzas, más poderosas que los bandos en conflicto hasta ese momento. Oh sí, Capitán America: El Primer Vengador tiene mucha tela para cortar, y nadie le puede negar que la narración es sólida. Tan sólo ver cómo los guionistas se las ingeniaron para explicar el mote y el disfraz del personaje resulta digno para aplaudirlos de pie. ofertas en software de facturacion para empresas de Sistema Isis El tema del filme pasa, en realidad, por el manejo de los tiempos. A mí me gustan las historias de origen, a otros no: prefieren saltárselas y pasar directamente al medio de la acción, con dos bandos pre existentes y ya enfrentados. Acá la historia de origen es buena, pero se toma sus tiempos - pasan 40 minutos antes del experimento del super suero... y aún así debe transcurrir otra media hora como para ver al superhéroe en acción por primera vez - y, cuando llega el momento de la adrenalina, la dirección de Johnston se vuelve algo rutinaria. Es correcta pero no excitante. Por supuesto los tiempos siguen y siguen... y ahí es donde viene el error de criterio fatal. Tanto nosotros como la Marvel sabemos que el Capitán América es una reliquia de la Segunda Guerra Mundial, frente a lo cual se presentan dos opciones: a) seguir con el personaje seteado en los años 40, o b) traerlo a la época actual, y ponerlo a pelear contra villanos modernos. La editorial, históricamente, eligió la opción B; el personaje había entrado en decadencia en los años 50, lo archivaron y lo revivieron en los 60, diciendo que habia quedado en estado de animación suspendida cuando, luego de un accidente, quedó enterrado y congelado en el Polo Norte. Ahora bien: ¿cuándo debemos hacer el cambio de época?. En la espantosa versión de Albert Pyun de 1990, el personaje vivía media hora de aventuras en los años 40, y el resto del filme transcurría en la época actual. En otras versiones (como las televisivas de 1979), directamente se omitía la referencia a la Segunda Guerra Mundial. Esos dos enfoques son mucho más coherentes que el tomado aquí, que es dejar al personaje durante el 99% del filme en la década del 40 y, en los últimos 2 minutos, congelarlo y revivirlo 70 años después. Digo yo: uno venía siguiendo una historia y había creado expectativas - el romance con la chica, la suerte de la organización Hydra, el destino de los compañeros de combate de Rogers, etc - y, de pronto, todo eso es cercenado en menos de cinco minutos. Y, lo que es peor, es que el filme ni siquiera tiene la valentía de llamarse Capitán América Volumen I como hizo en su momento Kill Bill. Al menos la obra de Tarantino - partida al medio entre gallos y medianoche, debido a la ambición desmedida de sus productores - t resultaba mas satisfactoria como capitulo unitario en cada una de sus partes, que lo que ocurre aquí. No se explica en absoluto qué le pasó a toda la gente que habíamos conocido durante los 120 minutos previos; y es un intento tan descarado por forzar al público para que vaya a ver la inminente Los Vengadores (2012) y allí recién se entere de cómo terminó la historia. Y, a menos que Tony Stark invente una máquina del tiempo como para que Rogers regrese a su época y se bese como corresponde con su amada imposible, la saga del Capitán América resultará un mamotreto brillante pero amputado en su parte más importante, que es la de darle un final satisfactorio tanto al público como al personaje.
Los artistas pierden su talento con el tiempo. Hay algunas excepciones en lo que esto no pasa, pero es lo que ocurre con la mayoría. Como con John Carpenter, otrora maestro del terror, que hace rato que viene en picada. Atrapada es el primer filme que rueda Carpenter después de esa vergüenza pública que fue Fantasmas de Marte en el 2001. En el medio hizo algunos capítulos para la serie Masters of Horror, pero uno podría afirmar con total justicia que Carpenter no ha hecho nada decente desde mediados de los 90. Desde En la Boca del Miedo (1995), que fue su última gran película. Y Atrapada no representa un cambio de tendencia. No es un mal filme, pero es genérico, light, desabrido. Hay unos pocos sustos, no hay un gran clima, ni siquiera el monstruo de turno se ve terrorífico. El problema es el libreto, hecho por un par de desconocidos, y en el cual Carpenter parece no haber metido mano. O, si la metió, no se nota. He aquí otra historia de hospitales embrujados cuyo desarrollo se vuelve predecible. Esa mano que sale de la sombra, ese reflejo inesperado en el espejo, eso espectral que se mueve en el fondo detrás de la protagonista. Es todo tan soso que uno se asombra que el tipo responsable de esto fuera el mismo que hizo Halloween hace una parva de años atrás. software de gestion para pymes argentinas en Datahouse Company - click aqui A esto se suman otros problemas. El libreto insiste en ambientar la acción en 1965... ¿para qué?. ¿Para que no existan celulares, computadoras ni internet?. La reconstrucción de época es muy mala, comenzando por la troupe de muchachas que protagonizan la historia y que, en ningún momento, se ven como pertenecientes a la década del 60. Tiene pelos con claritos, hablan de manera decidida y anacrónica, y son demasiado avispadas para su época. Considerando que el personaje de Kristen es una chica amnésica y con problemas mentales que vive en 1965, el libreto comete el grueso error de enfrentarla al médico y discutir con él en sus propios términos, utilizando un vocabulario técnico que sería desconocido para cualquier joven que hubiera vivido en esa época. Hoy todos nosotros, sin ser sicólogos, tenemos alguna idea de lo que es esquizofrenia, bipolaridad, electroshock, etc, ya sea por los diarios, la TV, el cine o internet. En los sesentas, la gente leía la revista Life y veía películas de Walt Disney. ¿Cómo podría enterarse de toda esa terminología a menos que no fuera estudiante de sicología?. Uno no puede negar que Atrapada es un filme prolijo. Las actuaciones son buenas y el libreto no mete la pata (o al menos, no lo hace de manera irritante). Incluso el guión se atreve a meter una vuelta de tuerca que, sin ser maravillosa, al menos repunta la puntería de la película a último momento. (alerta spoilers) El tema, claro está, es que cuando uno ve el climax en perspectiva, tampoco tiene mucho sentido. Si aquí todo ocurre en la mente de la protagonista - tal como Shutter Island (2010) o, más concretamente, como Identidad (2003) -, ¿qué es lo que viene a representar el fantasma putrefacto?. ¿al terapeuta que va matando personalidades una a una?. (fin spoilers) Atrapada es un tipico filme directo a video: no es malo, pero tampoco tiene nada fuera de lo común. Exhibe el nombre de John Carpenter en la portada, pero es sólo un adorno para destacarse de entre cientos de filmes genéricos que poblarían la estantería de un videoclub. Y definitivamente no es una película por la cual yo gastaría el valor de una entrada para verla.
Los que empezaron con el engendro de partir filmes en dos fueron los hermanos Weinstein, quienes hicieron lo propio con Kill Bill en el 2003. Ahora se sumaron a la moda la saga de Harry Potter, y la de Crepúsculo, y aunque intenten disfrazarlo - diciendo que el capítulo final merecía ser extendido para poder disfrutarlo en toda su gloria -, hay olor a vulgar oportunismo comercial en todo esto. Es vender dos veces el mismo filme, y uno debe esperar un año para ver los 90 minutos faltantes de la historia. Si Harry Potter y las Reliquias de la Muerte Parte 1 fue un engendro manipulado, al menos la Parte 2 tiene la decencia de disparar toda la carga emocional que venía reprimida en los últimos filmes. Por supuesto, tiene los mismos bodrios característicos del estilo de J.K. Rowling: hay demasiados Deus Ex Machina (piedras resucitadoras que salen de la nada, vinculos mentales que le dan pistas en todo momento a Harry Potter sin que el mago deba quemar una neurona en algo siquiera parecido a una investigación, etc, etc), los secundarios son más heroicos que el propio Harry, y la trama es tan compleja - saturada de intrigas y personajes secundarios y terciarios -, que uno precisa media hora para situarse en dónde estamos y quiénes son estas personas. O es eso, o es ver la Parte 1 media hora antes de ir al cine. ofertas en software de facturacion para empresas de Sistema Isis Pero a pesar de mi lanzamiento compulsivo de piedras, no dejo de reconocer que Harry Potter y las Reliquias de la Muerte Parte 2 es emocionante. Olvidando el despiste inicial del filme - sabía que Potter tenía que destruir horocruxes, pero ni me acordaba del enano ni del personaje de John Hurt, ni cómo llegaron a ese punto de la historia -, la cosa se encarrila y, por suerte, para bien. Eso no quita que si uno tiene algo de conocimiento cinematográfico comience a notar influencias de todo tipo y color. Harry y sus amigos quedan atrapados en una boveda llena de cacharros que comienzan a clonarse, llenando todo el espacio posible... y uno espera que agarre el intercomunicador y grite "C3PO, sácanos de aquí y apaga el compactador de basura!!"; o los magos armando una defensa con una cúpula de energía, similar al climax de Episodio I: La Amenaza Fantasma; o una batalla masiva y desesperante, en donde los buenos están al borde de la muerte como El Señor de los Anillos: Las Dos Torres. No me quedan dudas que el asedio de Hogwarts es la versión J.K. Rowling del sitio del Abismo de Helm, eso sin mencionar en que Potter - en un momento - se transforma en una especie de clon de Gandalf el blanco (vi luz y subí!). Todo esto no quita que las cosas sean intensas gracias a que David Yates es un director formidable. Las batallas son espectaculares y la acción tiene un gran ritmo. Ralph Fiennes es muy bueno como Voldemort. Hay una enorme cantidad de personajes secundarios de la saga que regresan, ya sea para hacer un cameo o para morir en la batalla de Hogwarts. Los malos van teniendo su merecido por turnos, y la gente aplaude esas victorias. Y si bien el climax es rebuscado - para variar, un personaje secundario termina de sacarle las papas del fuego a Potter & Co -, igual es muy bueno. Considerando que se trata de una serie con 8 filmes en sus hombros, Harry Potter y las Reliquias de la Muerte Parte 2 es una conclusión más que potable. En lo personal creo que la saga tendría que haberse finiquitado hace 3 o 4 películas, pero a J.K. Rowling le costó un Perú hacer los giros correctos para encaminar la serie hasta un final espectacular y aquí lo ha logrado. Aún con todos sus problemas narrativos, Harry Potter y las Reliquias de la Muerte Parte 2 triunfa en lo emocional y contagia su adrenalina; y eso es lo que hace que uno le de carta blanca y mire para el costado cuando sus defectos salen a la luz.
Transformers: El Lado Oscuro de la Luna es una deliciosa película mala. Uno se ríe con los pasos de comedia. Uno se ríe con las escenas dramáticas, ya que son horribles. Y uno se ríe con los efectos especiales, que son descomunalmente exagerados. La historia tiene huecos enormes, el villano (del lado de los humanos) no sirve, y hay perfomances que a uno le hace apretar los dientes. Pero todo es tan descerebrado que uno termina por aplaudir de pie. Si 2012 representó el pináculo de la carrera del auteur Roland Emmerich (otro especialista en excesos), Transformers: El Lado Oscuro de la Luna debería ser el opus máximo de Michael Bay. Todo el mal cine que han desarrollado durante estos años ha sido pulido de tal forma que ha encontrado su estado de gracia, en el cual tanto los errores como los aciertos resultan festejables a rabiar. En primer lugar hay que admitir que Michael Bay ha mejorado mucho su estilo. Ha aprendido de Zack Snyder y ha ralentizado la acción, de manera que se puede seguir sin que a uno le agarre un ACV. De todos modos el tipo es una especie de masturbador crónico con los efectos especiales y, cuando inicia una secuencia, dura 15 minutos como mínimo. Pero al menos aquí rebosa de inspiración y la coreografía de la destrucción termina siendo deliciosa. La última hora de Transformers: El Lado Oscuro de la Luna es delirantemente épica, con ciudades arrasadas, rascacielos partidos a la mitad, y centenares de criaturas robóticas marchando por cielo y tierra como si fueran una legión de destructores de mundos. Oh, sí, a la hora de los efectos especiales el filme es un orgasmo y es el sueño de cualquiera que quiera probar al límite el televisor alta definición de 50 pulgadas que se acaba de comprar. En cuanto a la historia, debo admitir que arranca muy bien. Siguiendo la moda creada por Watchmen (y seguida por X-Men: Primera Generación y Liga de la Justicia: la Frontera Final), acá enlazamos a los personajes de comic con la historia reciente de la humanidad. Los Estados Unidos no fueron a la Luna a recoger roquitas sino a revisar los restos de una gigantesca nave espacial estrellada a principios de los 60. Esa nave contenía un generador de portales dimensionales, del cual se encontraron algunos pedazos. El resto del generador lo tienen los villanos de la historia, la raza Decepticon, quienes planean dar un golpe para recuperarlos. Mientras que esa parte está muy bien, lo que sigue está insertado con calzador, y es la trama vinculada al protagonista humano que encarna Shia LaBeouf. Acá nuestro héroe está en la mala, sin trabajo y siendo verdugueado por sus padres sobreprotectores. Su antigua novia lo ha abandonado, pero ha caido en brazos de otra belleza - Rosie Huntingdon-Whiteley, quien reemplaza a Megan Fox, y que tiene las dotes actorales de un ladrillo -. La chica tiene conexiones, así que le consigue trabajo en una de las tantas empresas que tiene su multimillonario jefe, encarnado por Patrick Dempsey. Lo que sigue es una larga serie de pasos de comedia - algunos efectivos, otros horrendos - que sirven para matar el tiempo mientras el guión intenta encontrar cómo hacer que el personaje de Shia LaBeouf se vuelva útil para la historia y llegue como un héroe hacia el final. Debo admitir que me reí mucho con Transformers: El Lado Oscuro de la Luna y, en el 50% de los casos, me reí en secuencias que se suponían que era serias o dramáticas. Yo no diría que eso es un efecto indeseado; después de todo, la única manera de que funcione como entretenimiento un filme que va a mostrar cientos de edificios colapsados y miles de muertos en las calles es que no se tome en serio a sí mismo (tal cual como ocurria con 2012). Imaginen exhibir esta película frente a una audiencia que aún permanece sensible por el atentado del 11/9/2001. Ciertamente hay aciertos y hay errores. Entre los aciertos figura la decisión de Bay de mostrar muertos en pantalla. Acá mueren humanos y mueren robots, lo que lo aleja mucho del espectáculo infantil que le dió origen (y que suele ser el defecto de la fórmula: esos shows en donde los villanos siempre son vencidos pero nunca matan a nadie). Por su parte, los efectos especiales son formidables, y la escalada de destrucción masiva es excepcional (hay una escena cerca del final, en donde LaBeouf y sus amigos quedan atrapados en un rascacielos que está a punto de partirse a la mitad... que hay que verla para creerla). Imaginen Batalla Los Angeles, pero con sobredosis de testosterona. Pero en el apartado de los errores, los mismos se acumulan como una montaña. La Beouf tiene su cuota de escenas fabulosas y otras en las que parece estar en coma. Patrick Dempsey es terriblemente insulso como villano. La perfomance de John Malkovich es, como mínimo, bizarra. Las alianzas y traiciones de turno resultan demasiado rebuscadas y poco creíbles (el diálogo final entre la novia de LaBeouf y Megatron es totalmente absurdo). Y 2 horas y media es demasiado tiempo para desarrollar toda esta bonita pavada (por lo menos le sobran 45 minutos). Con toda su caterba de errores y aciertos Transformers: El Lado Oscuro de la Luna es recomendable. Si a usted le gustaron las entregas anteriores y 2012, entonces le encantará esta película. Y si a usted no le gustó ninguna de ellas, ... váyase al videoclub y alquile la última de Woody Allen.
8 Minutos Antes de Morir es el nuevo trabajo de Duncan Jones, el hijo de David Bowie que tuviera un espléndido debut con Moon (2009). Las buenas nuevas es que Jones ha vuelto a confirmarse como director de calidad, y se trata de uno de esos talentos que vale la pena seguir. Este es un thriller inteligente y prolijo, lo cual equivale a encontrar diamantes en el barro considerando los tiempos de pobreza creativa que últimamente dominan a Hollywood. En sí, 8 Minutos Antes de Morir no deja de ser mas que una sofisticación de Hechizo del Tiempo (1993), sólo que ahora la premisa está tomada en serio y está salpicada con toques de Phillip K. Dick. Imaginen despertarse en el medio de una situación irremediable, sabiendo que dentro de 8 minutos va a explotar una bomba, y que uno deberá vivirla una y otra vez hasta que logre dar con el responsable del atentado. Por supuesto la trama avanza y comienza a sofisticarse con detalles inquietantes: en el sueño no somos nosotros mismos sino tomamos la personalidad de una de las víctimas del atentado; y a pesar de todo nuestro esfuerzo por desarmar la bomba, descubrir al culpable o intentar advertir a las victimas, la explosión ocurre de manera inevitable. Lo que al principio parece onírico - ser otra persona; estar atrapado en un bucle temporal imposible de alterar, en donde los eventos ocurren y se reinician de cero de manera automática - pronto se revela como algo mas standard y propio de la sci fi: el protagonista está corriendo una simulación de realidad virtual basada en los recuerdos de los últimos 8 minutos de vida de una de las víctimas del atentado. La situación ha sido real - la bomba explotó hoy a la mañana -, y ha sido recreada hasta el más minimo detalle en una computadora a la cual estamos conectados. Por supuesto el mismo argumento termina por caer en una falacia - de que el pasajero fallecido es poco menos que Dios, ya que sus recuerdos son tan completos que es posible simular cualquier cosa que ocurriera en cualquier parte del mundo en el momento de la explosión como, por ejemplo, lo que sucedía fuera del tren -, pero eso es lo de menos. El tema es encontrar al terrorista en menos de 8 minutos, caso contrario habrá que vivir nuestra propia muerte una y otra vez. Cuando el filme devela que se trata de una simulación, 8 Minutos Antes de Morir entra en carriles más standard y, de algún modo, permite anticipar el giro de tuerca final del guión - al menos los espectadores experimentados pueden preverlo desde leguas de distancia -. Esto termina por diluir el impacto del climax sin que uno deje de reconocer que toda la obra está construida de manera inteligente. Lo que uno podría reprochar, en cambio, es que los operadores militares del proyecto están escritos como clichés inflexibles. Aún conociendo las circunstancias en las que opera Jake Gyllenhaal, a estos científicos le tendrían que haber dado unas nociones tipo Sicología 101 como para tratar - y especialmente, guiar - a los sujetos con los cuales están experimentando. Dar órdenes a alguien y tratarlo como si fuera un robot es chocante, y es el primer indicio de que las cosas no son lo que aparentan. Ciertamente la revelación final, cuando uno la analiza en detalle, termina siendo una pavada - ¿el mundo virtual de la simulación en realidad es un mundo paralelo y conectado al real? -, pero el resto del filme es sólido, prolijo e inteligente. Revelar más datos es arruinar la experiencia y, a mi juicio, 8 Minutos Antes de Morir es un filme que merece verse.
Entre 1998 y 2007 se publicaron 16 volúmenes del manhwa (el equivalente coreano del manga) Sacerdote (Priest), el cual tuvo una repercusión notable en el sur de Asia. Era una historia épica que abarcaba desde la antigüedad hasta las cruzadas y la época del lejano oeste, narrando la batalla entre una horda de ángeles caídos (celosos del amor de los hombres por Dios) y el resto de la humanidad. Al final se formaba un cuerpo de guerreros - denominado sacerdotes - que combatían a los ángeles renegados. La historia llamó la atención de Hollywood, y en el 2005 se adquirieron los derechos para generar una adaptación para la pantalla grande. Pero el proyecto cayó en el típico development hell durante un lustro, pasando por diversos directores y actores hasta que fue a parar a manos de Scott Stewart, el mismo de Legion. Y, viendo el producto terminado, uno puede concluir un par de cosas: primero, que alguien le dijo a Paul Bettany (cuando era niño) que parecía un angelito, el tipo se lo tomó en serio y pasó la mitad de su carrera interpretando a sacerdotes y emisarios celestiales; lo segundo es que Priest, El Vengador es superior a Legion por amplio margen aunque tiene su cuota importante de fallas, muchas de las cuales terminan por arruinar una premisa con mucho potencial. Uno debe partir de la base que el filme tiene poco y nada que ver con el comic coreano. En vez de los ángeles caídos de la historieta original tenemos vampiros, y todo lo que sigue es un Weird Western en donde los chupasangres vienen a jugar el típico papel de indios. Imaginen a Paul Bettany como un antiguo miembro de una legión de pistoleros que limpió el oeste de indigenas y que ahora un antiguo compañero - que fue raptado y reconvertido por los indios - regresa para vengarse de él y del resto del mundo que lo abandonó. Otra que Danza con Lobos. Los problemas con Priest, El Vengador pasan por una cuestión de credibilidad básica. A los cinco minutos de comenzado el filme, o usted abraza la historia o le prende fuego al cine. El tema no pasa porque sea un Western excéntrico en un ambiente futurista y plagado de vampiros - ojalá solo se restringiera a eso -, sino porque la historia empieza a disparar muchos más conceptos de los que uno puede digerir. Por ejemplo, que la humanidad vive en ciudades estado, regidas por una dictadura conformada por la Iglesia Católica. Que las metrópolis se ven como una mezcla de Blade Runner, 1984 y El Vaticano. Que la Iglesia formó a un grupo de élite - llamado los sacerdotes -, quienes son extraordinarios en combate y vencen a mano limpia a decenas de vampiros (alguien dijo Equilibrium?). Que alrededor de las ciudades hay estatuas gigantes (alguien dijo El Señor de los Anillos: La Comunidad del Anillo?), construidas en medio de desiertos inmensos, y donde aún vive gente que pretende cultivar algo en las planicies estériles. Y que los vampiros han sido restringidos a reservaciones (en donde mantienen gente infectada como sus esclavos), a pesar de que se trata de una amenaza que la humanidad ha intentado exterminar durante siglos y siglos. Sí, hay momentos en que la historia se siente como un collage de películas anteriores y superiores a esta. Cuando Priest, El Vengador logra salir de la mezcolanza de influencias y se mete de lleno en el terreno del Weird Western, es cuando mejor funciona. Eso no quita que, por cada escena buena, haya una mediocre. Como en el primer ataque de los vampiros, en donde los granjeros se ven demasiado limpios, maquillados y cargados de botox como para verse como gente curtida que vive en medio del desierto. O como en la mayoría de los combates, en donde los sacerdotes no parecen humanos entrenados sino supermanes capaces de hacer cosas imposibles. En un momento Paul Bettany pelea con una bestia que se ha ido a un lugar muy alto... y Maggie Q lanza adoquines al aire, los que terminan siendo usados por Bettany como si fuera escalones para pisar en ellos, alcanzar la cima y voltear a la criatura (tsunami de wtf!!). Pero si uno le perdona los problemas de credibilidad y/o ridiculez de algunas escenas, verá que Priest, El Vengador tiene ideas muy ricas y su cuota de aciertos. Las perfomances son muy buenas, en especial la de Karl Urban que es un villano efectivo. Aquí todo pinta para una franquicia interesante - el filme se encarga de dejar una buena cantidad de cabos sueltos como para disparar una posible secuela -, la que podría tener potencial si va a parar a manos de otro director más equilibrado. Lamentablemente la recaudación fue muy tibia y la crítica se encargó de despedazarla, con lo cual jamás veremos como sigue la historia.