En Adjustment Team (1954), Phillip K. Dick se despachaba con una historia acerca de un ejército de individuos que monitoreaban la conducta de todas las personas, verificando que cumplieran con un plan del destino trazado por una inteligencia superior. En dicho cuento uno de dichos agentes descubría que un perro había ladrado un minuto más tarde de lo previsto, razón por la cual se producía un descalabro en el orden de todo el universo - como p.ej. que la URSS y EE UU suprimían la Guerra Fría y llegaban a un acuerdo de paz -. El individuo se veía obligado a intervenir pero un ser humano - el vecino a la casa donde estaba el perro - presenciaba por casualidad toda la operación, razón por la cual era interceptado y le advertían que no dijera nada, caso contrario produciría una sucesión de cambios mayores en el destino de toda la humanidad. Más de 50 años después la premisa del cuento es utilizada por George Nolfi - guionista de La Gran Estafa y El Ultimatum de Bourne - para despacharse con una historia romántica con ribetes metafísicos. Es obvio que el relato ha sido expandido a proporciones gigantescas para que quepa en una hora y media de duración, y ciertamente queda muy poco de su esencia. Acá Matt Damon y Emily Blunt se conocen, hacen click, y luego el buró del ajuste (como reza el título original) se la pasa impidiendo que la parejita se junte, lo que nos da una hora y media de persecuciones. Pero el resultado final es algo tibio. El problema con Los Agentes del Destino son los tipos del título. Es un gigantesco Deus Ex Machina que el guión nunca termina por desarrollar. Los protagonistas no preguntan demasiado por la naturaleza de esta gente - si eran personas (tienen nombres terrenales) o si son ángeles - ni por los mecanismos que utilizan - por qué usan sombreros; por qué tan importante es cumplir con el plan, y si el destino no encontrará rumbos alternativos; cómo funciona el mecanismo de las puertas, donde abren una y aparecen en la otra punta del planeta, etc -. Incluso en el climax, en donde podría revelarse algo más sobre la naturaleza de esta gente, el libreto decide echarse atrás a último momento. Todo esto termina por convertirse en una agradable comedia romántica que posee una excusa excéntrica y pasada de rosca como la complicación de turno que deben padecer los amantes antes de reunirse definitivamente. Lo mejor que tiene Los Agentes del Destino es la dupla central de Damon y Blunt, que poseen una química fabulosa y actúan de manera excepcional. Es una perfomance relajada y completamente natural. Pero el elemento fantástico de turno - el ejército de individuos que realizan correcciones al destino - está a medio cocinar. Si son ángeles, sería el primer caso en donde actúan contra su naturaleza para impedir la concreción del verdadero amor entre dos personas; si son entidades sobrenaturales inteligentes, deberían saber que el futuro encuentra vías alternativas para cumplir el destino real de las personas. Ni siquiera esto sirve como un caso de laboratorio, confrontando la teoría del determinismo versus el caos y la casualidad. Con todo lo que sabe (y puede anticipar) esta gente, ¿no pueden preveer que Matt Damon va a salirse con la suya?. Los Agentes del Destino es una película ok. Podría haber sido superior si se hubiera decidido a elaborar y expandir la premisa, y no a dejarla como la excusa de turno que atenta contra el romance de los protagonistas. Porque, así como está, sólo han reemplazado al obstáculo tradicional de los filmes románticos (alguna suegra o ex-novia envidiosa del galán de turno) por un ejército de entidades sobrenaturales salidos de la nada y carentes de todo misterio.
Hanna es un título con un pedigree interesante. Todo hace presagiar que se trata de una versión teen de Jason Bourne, pero el calibre de los involucrados termina por generar algo distinto y de mayor calidad que lo esperado. El responsable es Joe Wright, un tipo especializado en adaptar dramas de corte clásico como Orgullo y Perjuicio (2005) o Expiación: Más Allá de la Pasión (Atonement) (2007). En vista de eso, Hanna hace mayor énfasis en los personajes que en la acción, con lo cual se produce un thriller equilibrado y, por momentos, apasionante. Si uno analiza en detalle, podrá ver que Hanna es material típico de Quentin Tarantino. Hay un fuerte tufillo de comic en todo el asunto, desde el momento en que vemos que el personaje principal ha sido educado desde su infancia para ser una asesina letal. Desde ese punto de vista, Hanna no difiere demasiado de los origenes de Diabolik, o del universo de letales caracteres secundarios de Kill Bill (en especial, Gogo Yubari). Cuando a una niña le enseñan a armar bombas en vez de jugar con muñecas, los costos que termina por pagar semejante sujeto son altos. El filme, si bien es competente desde el punto de vista de la acción, prefiere afilar sus uñas en el terreno dramático y explorar el concepto de la inocencia robada del personaje. La supuesta educación formal que le provee el padre no deja de ser un lavado de cerebro concebido desde un punto de vista militar. La chica memoriza idiomas, datos geográficos, históricos y tácticos, de manera de ser un robot ambulante y letal. Cuando Hanna se encuentra en algún lugar y lo identifica, vomita una parva de datos geográficos, utiliza el dialecto local, y calcula las salidas de emergencia. El tema es que esta máquina de matar es, a su vez, una niña que jamás ha disfrutado la vida, que carece de urbanidad y cuyos conceptos morales están agarrados con alfileres. Cuando ella logra escapar de los cuarteles de la CIA y comienza un largo derrotero por media Europa (sin papeles ni dinero), se comporta como si fuera una extraterrestre. Se fascina con el parpadeo de un tubo fluorescente, o tiene reacciones exageradas como cuando intenta quebrarle el brazo a un adolescente calentón que quiso besarla. Todo el relato despide un tufillo triste y trágico, simplemente porque el espectador se queda con la sensación de que la chica es un instrumento utilizado por un adulto contra otro, y a que ninguno de los dos realmente le interesa su suerte. Erik la ha formado para vengar a su madre y, si bien es cierto que él ayuda a la chica en dicha operación, a uno le queda la impresión que sus motivos son más egoístas. Digo yo: si Erik es normal, ¿por qué criar a la chica como un robot?. En ningún momento se siente una relación de afecto entre padre e hija (el libreto después se despacha con una explicación sobre este punto). Erik es frío, distante y perfeccionista. Jamás se preocupó por enseñarle a socializar a la adolescente y, por eso, cuando sale al mundo real la chica se siente como si hubiera caido en la fábrica de Willy Wonka. Todo lo que la rodea es raro, es distrayente... y es nuevo. En el aspecto thriller, Hanna es eficiente en un sentido jasonbournesco. En el último acto, sin embargo, se presentan problemas. Aparecen elementos de ciencia ficción que intentan explicar como una pequeña adolescente puede vencer a un gorila de dos metros de altura que resienten un poco la credibilidad. Si bien dicho aspecto uno termina por digerirlo, hay otras cosas desprolijas que le impiden dar un cierre como se debe al filme. La suerte de la familia inglesa que la recoge en el norte de Africa es una de ellas - en cualquier otra pelicula hubiera sido el cantado broche de cierre para el relato -; la otra es la batalla final, en donde la suerte de los supervivientes queda en el limbo. Me parece un despropósito que uno se haya interesado por alguien durante 90 minutos y que luego el director venga y baje la cortina abruptamente sin dar más explicaciones. Hanna es un muy buen filme. Es un thriller ok, que tiene un plus interesante y distinto. La dirección, el ritmo y las perfomances son muy buenas; el único reproche es el libreto, que sobre el final no termina de tener muy claro cómo clausurar todas las historias que había lanzado al ruedo.
Blade (1998) fue la cabecera de playa del desembarco de la Marvel en el cine, y pronto se sumarían una parva de adaptaciones de comics de la editorial. Pero la verdadera prueba de que el negocio era muy rentable para la editorial fue el masivo hit de X-Men (2000). En lo personal, los filmes de los hombres X siempre me parecieron muy inteligentes pero demasiado estáticos - la acción era poca o no era memorable -, aún con toda la parafernalia desplegada en X-Men: The Las Stand (2006). Como todavía esa vaca tenía leche, la Marvel decidió seguir ordeñándola con precuelas, primero con X-Men Origenes: Wolverine (2009) y luego con la de Magneto, la cual terminó por mutar a último momento en un reboot / precuela de todos los hombres X. El resultado final es el filme que ahora nos ocupa. Por suerte tuvieron el tino de despedir al imitador Brett Ratner y trajeron a un tipo con talento real como es Matthew Vaughn - Layer Cake, Kick Ass -. La buena nueva es que Vaughn le aporta la adrenalina que le faltaba la saga; si bien los filmes de Bryan Singer tenía una excelente caracterización de personajes, a veces se excedían en palabras y retaceaban en acción, o las proezas superheroicas se quedaban algo cortas. Acá hay mucha más acción y es realmente espectacular, pero esto se logra a cambio de sacrificar la tridimensionalidad de los personajes. El único desarrollado como la gente es Erik Lenseherr / Magneto, después hay un borrador a trazos gruesos del profesor Xavier, y el resto es absolutamente anónimo. Si hay una palabra para definir a X-Men: Primera Generación sería inconsistencia. Es un filme que hace muchas cosas brillantes y hace algunas terribles, y da la sensación que el libreto es un conglomerado de aportes sin que hubiera un guionista rector que hiciera el control final de calidad (o puliera las desprolijidades). Si bien esto es un reboot uno no puede dejar de toparse con algunos detalles chocantes, como que todos los hombres X ahora son adultos jovenes de la misma edad - trasladando esto a la saga dirigida por Bryan Singer, cuesta imaginar que el veterano Patrick Stewart (o el mismo Ian McKellen) figure con la misma edad que la bellísima y fresca Rebecca Romijn -. Por supuesto el libreto se despacha con una explicación no muy creible para esto, lo que equivale a tapar al muerto con un diario y seguir adelante con el partido. Otro punto pasa por el cast, que es dispar. Aún cuando tengan edades similares, Michael Fassbender parece el papá de James McAvoy; y en el caso de Jennifer Lawrence, se ve demasiado insulsa en comparacion a la Mystique / femme fatale que componía Rebecca Romijn en la saga original. Bah, también es cierto que McAvoy no exhibe esa presencia imponente que tenía Patrick Stewart, aunque resulta mucho más natural imaginar a Fassbender (con toda su furia e intolerancia) como la versión joven de Ian McKellen. Otro detalle es que la mayoría de los origenes de los personajes están cambiados respecto del comic original, pero ya eso es un tema para los especialistas. Quizás mi ultimo pero hacia el filme sería la insistencia en forzar la marcha, metiendo con calzador cosas vinculadas con la saga original de Singer. El cómo Magneto se transforma en villano parece una invención de ultimo momento del libreto y no el resultado de una evolución natural dentro de la historia. Luego está la aparición del avión Blackbird característico de los X-Men, la mansión de Xavier, el incidente en donde el profesor queda lisiado, la construcción del dispositivo Cerebro para ubicar mutantes, etc, etc... cosas que yo hubiera incluido con mayor discrecionalidad en los siguientes filmes. A final de cuentas, ésta es la primera entrega de una nueva trilogía, ¿no?. Ahora que uno ha terminado de ennumerar defectos y desprolijidades, corresponde hablar de los méritos de X-Men: Primera Generación. Si uno perdona esos detalles, el filme es una gozada. El villano de Kevin Bacon es muy bueno, aunque el libreto omite imperdonablemente una explicación de cómo este tipo adquirió super poderes de un día para otro. Aquí Bacon hace de super villano (al estilo de los filmes de James Bond) dotado de su propio plancito para destruir al mundo. Lo que hace tan disfrutable a X-Men: Primera Generación es que tiene el tino de convertir a la trama en una especie de versión alternativa (y secreta) de los sucesos que llevaron a la famosa crisis de los misiles cubanos en octubre de 1962. Esto es, una epica retro de superhéroes con toques de intriga internacional. El escenario es tan gloriosamente rico que uno perdona las pifias del libreto o los errores de casting. El otro enorme punto a favor es la historia de origen de Magneto, que es realmente potente. Es una lástima que dichas escenas provengan de la canibalización de un libreto descartado - el que habían escrito para la abortada película sobre el personaje -, porque tienen una energía y calidad enorme, además de que su nivel contrasta seriamente con el resto de las secuencias (que tienen tufo a añadido). X-Men: Primera Generación es una desprolijidad brillante. Es espectacular y entretenida, aunque cada tantos minutos tenga alguna pifia. Pero como arranque para una nueva trilogía me parece excitante, y no veo la hora de ver las nuevas entregas... aunque espero que en la próxima ocasión esta gente se tome la molestia de pulir la historia como se debe. (en nota para la trivia, para los libretistas yanquis Villa Gesell es una especie de fiordo a orillas de los Andes en donde viven millones de nazis escondidos. ¡Cómo se nota que para esta gente el limite del universo es la frontera con Mexico!)
Para mí, el 99.99 % del cine de terror es descartable. Premisas estúpidas e irreales, malos directores, regocijo gratuito en maquillaje y efectos especiales, actores espantosos. Pero existe un 0.01 % del cine de horror que es efectivo, y es el que me provoca pesadillas. En ese minúsculo grupo pondría a El Proyecto Blair Witch, El Exorcista, Actividad Paranormal, y la mayoría de los filmes de la dupla Wan - Whannell. Saw, el Juego del Miedo era brillante y estremecedora; Silencio Desde el Mal tenía su cuota de momentos shockeantes; y ahora completaron el círculo con Insidious, La Noche del Demonio. El filme es una prueba patente que James Wan (y algunos directores asiáticos) son los únicos de generar algo genuinamente espeluznante en los tiempos que corren. Ciertamente el comienzo del filme no parece muy prometedor. Pareciera que Wan y Whannell estuvieran decididos a hacer una especie de Actividad Paranormal 3 (curiosamente, Oren Peli figura como productor de este filme), sólo que rodada de manera más tradicional (sin usar el punto de vista en primera persona), y salpicándola de escenas enteras recicladas de Poltergeist. Ruidos en la casa, puertas que se cierran, niños acosados por espectros. Como suele ocurrir en las películas de fantasmas, uno puede armar una explicación sicológica que justifique todo el asunto, como (p.ej.), que el stress de la mudanza ha despertado los poderes telekinéticos de alguno de los miembros de la familia (posiblemente, del hijo que cae en coma), y que dichos poderes actúan de manera descontrolada, provocando los fenómenos. Como sea, uno pega un par de buenos saltos en esa parte de la película. Pero donde las cosas se ponen realmente estremecedoras es cuando los Lambert se mudan y descubren que los fenomenos los siguen a la nueva casa, esta vez con mayor intensidad y violencia. ¿No eran estos simples poltergeist atados a una casa en particular?. ¿Por qué los siguen a los Lambert?. ¿Qué es lo que buscan de ellos?. Mientras Insidious, La Noche del Demonio se encuentra en el proceso de buscar respuestas, el filme obtiene por lejos sus mejores bazas. Uno pega repingos increìbles, con figuras siniestras que surgen de la oscuridad, demonios que aparecen detrás de uno en cuestión de segundos, y espantos que sólo se pueden distinguir en fotos. James Wan dispara toda la artillería que encuentra a su mano - planos rápidos, efectos sonoros, silencios estremecedores, cuidados efectos especiales -, y el filme obtiene una intensidad increíble. Sería completamente justo calificar a los dos primeros actos de Insidious como una obra maestra del género (no por su originalidad pero sí por su intensidad). Quizás lo último que uno haya visto y se acerque (remotamente) en efectividad haya sido Actividad Paranormal 2. El problema con Insidious, La Noche del Demonio es su tercer acto, en donde aparecen las explicaciones de turno y toda la trama deviene en un climax muy hollywoodense. No es que la explicación del fenómeno esté mal - hay personas que duermen tan profundamente que pasan a otro plano, y pueden terminar con su alma separada del cuerpo; y hay espíritus de todo tipo intentando apoderarse del cuerpo vacío -, pero la resolución del caso no es muy convincente y parece salida de algún film de Freddy Krueger. Y aunque el filme pierde bastante de su intensidad, Wan se las ingenia para culminar con un par de sustos efectivos. Insidious, La Noche del Demonio es un gran film de terror con un final algo flojo y artificial. Es dispar y no es original, pero eso no quita que sea horror 100% efectivo y dirigido con mano maestra. Dígame con sinceridad: ¿cuántas películas de terror lo han asustado de verdad últimamente?.
ofertas en programas para empresas en Datahouse Company Piratas del Caribe: La Maldición del Perla Negra (2003) es un clásico que la Disney sacó de la galera y terminó por devenir en una trilogía multimillonaria. Era obvio que el estudio del ratón no se iba a quedar de brazos cruzados si veía la oportunidad de exprimirle unos dólares más a la franquicia, y así es como se aventuró con esta nueva secuela. Todo parece indicar que a Hollywood le quedan cada vez menos pudores con tal de seguir recaudando monedas, y la última moda es la de las cuartas partes. Los intentos de revivir franquicias veneradas y archivadas como Duro de Matar, Rambo, Indiana Jones, Scream y un largo etcétera han culminado en una serie de resultados mixtos, que van de lo delicioso a lo execrable. Piratas del Caribe: Navegando Aguas Misteriosas es la última incorporación a dicho grupo, y se la podría resumir en tres palabras: "larga" y "poco inspirada". La secuela viene con unos cuantos cambios. No está Orlando Bloom ni Keira Knightley, ni tampoco ha regresado el director Gore Verbinski, ni la tripulación del Perla Negra (a excepción de Geoffrey Rush y Kevin McNally). Para compensar esto trajeron a Rob Marshall, un tipo especializado en musicales como Nine o Chicago (pero que jamás rodó un filme de aventuras), y sumaron a un par de intérpretes de renombre como Penelope Cruz e Ian McShane. Pero aún con semejantes refuerzos, el resultado final no termina de convencerme. Hay varios detalles que juegan en contra. La primera es reducir el cast, lo cual le da mayor protagonismo a Johnny Depp pero borra de un plumazo a toda una troupe de personajes que eran realmente graciosos. A mi juicio la función de Depp en la saga siempre ha sido la de ser un comic relief secundario y extravagante (que se la pasaba robando escenas), y así era como todo funcionaba mejor. La cuota de aventuras la ponía Bloom, y el romance lo ponía Knightley, pero la chica siempre estaba enamorada del héroe y no del comic relief. Acá los guionistas se sintieron con la obligación de darle un romance válido a Jack Sparrow, pero la química con el personaje de Penélope Cruz se ve forzada. Y ninguno de los recién llegados logra compensar la ausencia del mono de mal carácter, el mudo que hablaba por su loro, o el dúo del pelado y el flaco con el ojo de madera. Ian McShane es algo estoico, pero en su defensa diré que el libreto no le da las líneas que el papel precisaba para brillar; Penélope Cruz es gélida; y, de los nuevos, los que mejor funcionan son dos desconocidos - Sam Claflin y Astrid Berges-Frisbey -, que componen a un sacerdote y a una sirena, y que le dan la cuota de calidez que la trama precisaba. Lástima que sus papeles son demasiado pequeños... La primera hora se hace tediosa debido a que el director y el protagonista se pasan todo el tiempo intentando repetir - sin éxito - la magia de la primera trilogía. Las escenas de acción se ven repetidas, lentas y recargadas de efectos especiales, y son una clara señal de desesperación de un director que no sabe cómo inyectarle adrenalina al relato. Hasta los diálogos son chatos. Por suerte el que ha conservado su talento intacto ha sido Geoffrey Rush, el que resulta un deleite en cada una de sus intervenciones; pero Depp está demasiado tiempo en pantalla, y hay momentos en que se lo ve cansado y sin carisma. Donde Piratas del Caribe: Navegando Aguas Misteriosas logra repuntar un poco, es al momento del encuentro con las sirenas. Estas hermosas criaturitas marinas se transforman, de un momento a otro, en una horda de horrendos depredadores, y es el único momento del filme que funciona como debería. Lo que le sigue tiene algo más de empuje, aunque la gracia llega en telegramas; es como si el libreto se tomara muy en serio a sí mismo y quisiera poner el acento en la aventura en vez de la comedia, sin terminar de ser satisfactorio en alguno de los dos terrenos. Como película para pasar el rato, Piratas del Caribe: Navegando Aguas Misteriosas llega al status de ok con lo justo. Tiene algo de decepcionante, ya que a esta fiesta del reencuentro faltaron la mitad de los amigos y, los que vinieron, no se encontraban en sus días más graciosos. Y aunque el filme viene recaudando bien en los mercados internacionales - aunque en USA le está costando recuperar los 250 millones de presupuesto -, la impresión de que se trata de un paso en falso es extendida entre los fans de la saga (¿cuatro años de espera para esto?). Sería cuestión de ver, en una futura instancia, si los responsables han atinado a reconocer las fallas de esta entrega como para poder corregirlas antes de terminar de hundir a una saga amada por mucha gente (entre los cuales me incluyo).
Esta es la secuela de Rapido y Furioso 4 (2009). Hasta ahora la saga venía concentrándose en las carreras ilegales callejeras con algún que otro matiz. Viendo los productores que el modelo se estaba agotando rápidamente, decidieron darle una vuelta de tuerca a la saga (uh, esta sí que es prosa inspirada!), y se despacharon con la típica película de ladrones y asaltos ingeniosos. Mientras que la historia no es una maravilla y está plagada de agujeros gigantes, lo mejor - por lejos - de Rapidos y Furiosos 5in Control son las escenas de acción. Son tan disparatadas y bizarras que entran directamente en el terreno de la fantasía. Acá el trío principal - Vin Diesel, Paul Walker y la bellísima Jordana Brewster - otra vez se encuentra en apuros con la ley y deciden irse de Estados Unidos. El destino elegido es Rio de Janeiro, más concretamente las favelas de Rio, las que se convirtieron en el escenario de acción de moda luego que Tropa de Elite (2007) y el video juego Call of Duty: Modern Warfare 2 (2009) mostraran que no hay nada más excitante en el mundo que perseguir a los narcotraficantes por encima de los techos de chapa de los rancheríos. Aunque esta gente no hable un choto de portugués, se las ingenian para toparse con un viejo amigo, el cual tiene un trabajo: robar una serie de deportivos de lujo de un tren en marcha. El tren va por el desierto brasilero (porque en Brasil hay desiertos, ¿no?) y esta gente monta un disparatado operativo para abrir un vagón del convoy como si fuera una lata de sardinas, sacar uno a uno los coches, y salir pitando antes de que alguien se de cuenta. software de gestion para pymes argentinas en Datahouse Company - click aqui A partir de allí las cosas se ponen estúpidas en un 50%. La estupidez no pasa por las secuencias de acción, que son alucinantes y que me hacen acordar a las de otro éxito de Vin Diesel - XXX (2002) -, sólo que aquí están recargadas de esteroides. El problema es la trama, que la mitad del tiempo habla y hace pavadas. Por ejemplo, que un narcotraficante mande robar sus propios autos; que en los mismos haya un chip en donde se detalla el lugar donde se encuentran 100 millones de dólares del capital del narcotraficante; que haya aliados que se vuelven traidores y más tarde se alían de nuevo; que venga de la nada una fuerza de seguridad yanqui y se pasee por Rio como si fuera un barrio bajo de Nueva York; que el trío principal tenga otra caterba de amigos en Rio, fanáticos de las carreras y más armados que todo el ejército brasilero en su conjunto; que Vin Diesel pueda ganarse un Porsche último modelo después de una carrerita y tenga para echarle nafta al tanque, aún cuando esta gente carecía de plata al principio de la película; y que todo el filme se base en un elaborado plan para robarse una gigantesca caja fuerte, plan que es abandonado a último momento cuando descubrimos que a) la caja fuerte no está en medio del edificio sino montada cerca de la salida de un garage, detrás de una pared de miserables 5 cm de espesor, y b) esta gente engancha semejante mole de hierro de 10 toneladas de peso a dos autitos - que no alcanza a una tonelada de peso cada uno -, y se van campantes por Rio, arrasando a media ciudad a su paso. El final es tan asombroso y bizarro que uno sólo puede aplaudirlo de pie. Aún cuando el trio principal sean nuestros héroes, los mismos no tienen empacho en masacrar a 50 patrulleros de la policía brasilera que lo persiguen. Y son accidentes feos, de esos en donde las victimas van directo al cementerio en vez de al hospital. El colmo de la ridiculez es el visto bueno de un personaje que se supone que está del lado de la ley y terminó apoyando todo este despropósito. El climax es un típico disparate yanqui, en donde estos tipos se manejan como si estuvieran en su casa. Debe haber un centenar de muertos (entre policías y civiles), pero esta gente se ríe y festeja. Total, los brasileros no cuentan como seres humanos (dice el guión, no es lo que digo yo). Al menos el director debería haberse tomado la molestia de intercalar algún plano, mostrando que la gente salía viva y gateando de los autos destrozados. ¿O es que todos los que murieron en semejante persecución - peatones incluídos - eran corruptos o aliados del narcotraficante??. Dejando de lado el desprecio por la vida humana - yo no soy moralista, pero lo de aquí es alevoso -, Rapidos y Furiosos 5in Control tiene su cuota importante de pavadas - algo que ni siquiera el empardamiento de las estrellas de acción del nuevo milenio, Vin Diesel y The Rock, puede compensar -. El problema en sí es que el guión es mediocre pero el filme tiene un director talentoso. Mientras hace sus pases mágicos, uno no piensa en las inconsistencias de la historia ... hasta que a Vin Diesel se le acaba la nafta y uno empieza a atar cabos sobre lo que acaba de ver. No es el mejor filme de la saga, pero es intenso y espectacular... en el sentido más bizarro de la palabra.
Scream fue una deliciosa sorpresa que apareció en 1996 y sirvió para revitalizar el género del terror (en especial el slasher, que había quedado archivado desde hacía una década). Lo particular de Scream era su humor negro y su tono autorreferencial - los protagonistas combatían a la amenaza de turno utilizando sus conocimientos sobre cine de horror -. El filme tuvo una repercusión tan notable que revivió la carrera del director Wes Craven y presentó al mundo a Kevin Williamson, un guionista que parecía destinado a dejar una huella profunda en la historia del cine. Y si bien Craven y Williamson arrancaron muy bien, la dupla terminaría cerrando a gatas la trilogía de Scream, dando muestras de un evidente agotamiento de ideas. Ninguno de los dos haría algo decente durante los siguientes diez años, incluyendo su tan esperado regreso al género con Cursed (2005) - una de hombres lobos que fue despedazada primero por el estudio y más tarde por la crítica -, y todas las señales daban a entender que el dúo había perdido la magia. Scream 4 es el regreso de Craven y Williamson a la franquicia que les diera gloria, y es una intentona bastante sólida. Definitivamente no rompe ningún esquema - como lo hiciera Scream 15 años atrás -, pero al menos está mejor escrita que Scream 3. Ciertamente hay algo de desilusionante en esta cuarta parte. Considerando que han pasado más de 10 años, la dupla podría haber desarrollado algo mucho más original. El filme insiste en hablar de reboot - relanzamiento - de la serie, diciendo que es una nueva década y hay nuevas reglas... pero todo lo que pasa en pantalla es la rutina habitual de la saga. Matan a alguien, Sidney se ve mezclada, el trío de siempre es perseguido por el ghostface de turno, hay bromas sobre el cine de terror, etc, etc. Lo cual no quita que Scream 4 no sea entretenida. De vuelta está Neve Campbell, que se ve como una veterana con cara de nena, y está el matrimonio de la vida real de Courtney Cox y David Arquette, ella pasada de botox y él demasiado serio para su antiguo papel. Hay un comienzo realmente bueno - ficción dentro de ficción dentro de ficción -, en donde los protagonistas de turno intentan sacarle el cuero al género de tortura porno y a los filmes como Saw, aunque los chistes resultan algo tibios. Ahora la novedad es que el asesino acosa a las victimas usando celulares y cuentas de Facebook y Twitter. Ya que no ha quedado nadie vivo de la camada vieja, el libreto mete con calzador a una tia / sobrinas / primas de Sidney (que hacen de carne de cañón para ghostface), y aparece otro traga de filmes de terror que cumple con la cuota auto referencial que antes aportaba Jamie Kennedy. Todo esto culmina en una primera hora prolija aunque algo insípida, ya que la gente nueva es menos interesante que los protagonistas históricos de la saga. En donde Scream 4 realmente despega es en su media hora final, en donde el libreto empieza a disparar munición gruesa - comenzando con el choque de los patrulleros con ghostface, y siguiendo por la batalla campal final -, y donde Williamson - Craven recuperan el vuelo de los filmes anteriores. El humor y los shocks funcionan, y si hay algo que reprocharle es el discurso final del asesino, que es demasiado largo y rebuscado. Hay momentos en esa media hora final, en donde el filme amenaza salirse de la regla - por ejemplo, convirtiendo a Sidney en el asesino, lo cual hubiera sido impactante -, pero no pasa mucho tiempo antes de que nos demos cuenta que todo sigue por los habituales carriles, sólo que han sido debidamente maquillados como para que no se note el gusto a reciclado. Scream 4 es un buen entretenimiento. No rompe reglas, no cubre territorio nuevo, pero está ok. Es probable que sea la última vez que veamos al trío de siempre en acción, ya que el resultado en taquilla fue bastante decepcionante - costó 40 millones y recaudó 90, algo muy tibio para una saga reconocida y una secuela esperada desde hace 10 años -, y dudo que se animen a disparar una nueva trilogía en base a semejantes números.
Thor es una creación de Stan Lee, Larry Lieber (hermano de Lee) y Jack Kirby. Apareció en Agosto de 1962, y pronto generó su legión de adeptos, si bien siempre fue un personaje secundario de la Marvel. El proyecto de la posible adaptación de Thor al cine comenzó a rodar por los estudios desde 1990, al año siguiente de la aparición del Batman de Tim Burton y cuando comenzó la fiebre cinematográfica por los superhéroes. El primero en acercarse fue Sam Raimi, quien estuvo hasta 1997 intentando venderle la idea a los estudios. El proyecto se cayó, Raimi se fué, y habría que esperar hasta el año 2000, cuando los X-Men de Bryan Singer se convirtieron en un megahit, demostrando de que las adaptaciones de comics no se trataban de una moda pasajera y que se podian tratar de manera adulta mientras daban jugosos réditos en taquilla. A partir de entonces la Marvel comenzó a planear meticulosamente un desembarco masivo de sus personajes en el celuloide y reflotó a Thor, poniéndolo en las manos de Matthew Vaughn (Kick Ass) y David S. Goyer (guionista de Blade y la renovada saga de Batman). Pero ambos tropezarían con el estudio y terminarían por apartarse del proyecto, alegando diferencias creativas. La instancia final llegaría en el 2008, cuando la Marvel (en una decisión que dejó con la boca abierta a más de uno) contrató inesperadamente a Kenneth Branagh como director. Curiosamente el casting de Branagh sedujo a más de una estrella, quienes se acercaron al proyecto profundamente intrigados por lo que haría un director shakespearano con algo tan pasatista como es la adaptación de una tira cómica de superhéroes. En lo personal debo admitir que esperaba lo peor. Son contados los casos en que los directores han logrado interpretar con fidelidad la esencia de un personaje de comic o, incluso, de mejorar la idea inicial; y, cuando los cineastas no son del palo (léase, no son directores pochocleros), los resultados suelen ser desastrosos. Pero aquí Branagh le ha tapado la boca a todos y el inglés ha terminado despachándose con la mejor adaptación Marvel desde Iron Man. ¿Quieren una historia épica con visos trágicos?. Aquí la tienen. ¿Quieren una aventura pochoclera con secuencias de acción excitantes?. Thor cumple y con creces. La película funciona en dos planos: el "olimpo" de los dioses nórdicos - en donde están las intrigas por la sucesión de Odin -, y las correrías en la Tierra, en donde nuestro héroe se ve condenado a vagar sin sus superpoderes. En el primero, Branagh está en su salsa: intrigas palaciegas, herederos malhumorados, traiciones por doquier, hijos incomprendidos y padres demasiado severos. Todo esto ocurre en los aposentos de Odin en el reino fantástico de Asgard, el que parece una versión con esteroides del palacio de Ming el Malvado de Flash Gordon. Los escenarios son gigantes, las armaduras tienen un brillo que enceguece, y hay una deliciosa combinación anacrónica entre ambiente medieval y tecnología de punta. Por suerte los personajes no terminan devorados por la enormidad de los sets, y los diálogos son coherentes y bastante inteligentes. Una de las mejores cosas que tiene Thor es el tratamiento del villano, el cual no es una figura malévola de por si sino que surge como fruto de la evolución de una serie de hechos trágicos - celos, necesidad de reconocimiento, venganza -. No es el típico idiota vestido de negro y que se ríe tontamente de lo malo que es, sino que se trata de un personaje profundamente conflictuado que se ve obligado a actuar cuando descubre la ignominia de su origen. Esto lo hace humano y comprensible, pero a su vez lo hace menos siniestro y le quita estatura como villano. En donde Thor funciona mejor es en el plano terrenal, en donde el dios nórdico se despierta en un pueblito en medio del desierto y descubre que carece de superpoderes. A medida que veía el filme me asaltaba una sensación de deja vu, hasta que terminé por darme cuenta que todo esto era un reciclado de ideas de Superman II. Otro superhéroe sin poderes; otro alienígena llegado a un pueblito y preguntando para que sirve cada cosa; otro enfrentamiento campal en medio del desierto. Lo que le ocurre a Thor es una mezcla de cosas que le sucedían tanto a Superman como al general Zod en el filme de Richard Lester de 1980. Por suerte Branagh maneja las cosas de manera muy diferente y uno puede darse el lujo de perdonar las similitudes. El casting es uniformemente bueno. Hopkins está medido; Natalie Portman (que últimamente está en todos lados) está ok, aunque no es memorable; pero sin lugar a dudas la gran sorpresa resulta ser el ignoto Chris Hemsworth, una masa de músculos de dos metros de altura que derrocha carisma y sabe actuar. Hemsworth parece tener la misma estrella que Christopher Reeve; es otro desconocido con talento que surge de la nada para cargarse la película al hombro y brilla de igual a igual con tipos de mayor renombre que él. Lo más curioso de todo esto es que Hemsworth (cuyo mayor papel previo fue hacer de padre de James T. Kirk durante los cinco minutos iniciales en la nueva Star Trek) había sido rechazado para el rol, hasta que Branagh le dió una segunda oportunidad. Thor es una muy buena película de superhéroes. Su mayor virtud es que no se siente como tal. Si hay algo que reprocharle, es que el climax es algo confuso y carece de golpe. Pero, por el resto, es un espectáculo muy entretenido, sólido y muy recomendable.
Esta es la remake 2011 de El Mecánico, un filme de 1972 dirigido por Michael Winner, y con Charles Bronson y Jan Michael Vincent en los papeles principales. La historia trata de un asesino que se ve obligado a eliminar a su mejor amigo, decide entrenar al hijo de éste como sicario (sin que sepa quién liquidó a su padre), y descubre que sus patrones lo han traicionado. Como vengarse contra toda una organización criminal no es tarea para una sola persona, debe hacer equipo con su alumno, corriendo el grave riesgo de que éste termina por darse cuenta que él es el responsable del homicidio de su padre. Confieso que lo único que recuerdo de la versión 1972 es el final, y los detalles de la historia se me escapan. De todos modos no creo que fuera un clásico inmortal, ya que la filmografía de Charles Bronson está saturada de peliculas de acción correctas pero que no han hecho historia (salvo un puñado de excepciones). Acá llega esta versión 2011 inundada de esteroides; lo que antes era una bala, ahora es una avalancha de cañonazos y explosiones. Por suerte la factura técnica de Simon West hace que la acción sea disfrutable y fácil de seguir, lo cual es una virtud en estos tiempos en donde abundan los cortes rápidos y las cámaras epilépticas. Los otros puntos destacables son el ritmo, el cual no decae en ningún momento, y Jason Statham, el que aporta su simpatía habitual. El gran problema de El Mecánico pasa por el aspecto moral de toda la historia. Existen historias de asesinos que tienen epifanías, se dan cuenta de lo que han hecho, se vuelven justicieros y en contra de sus jefes, y terminan expiando sus culpas con su propia muerte. Pero aquí son todos los personajes son malos tipos - moralmente irrecuperables y completamente reprochables -, comenzando por Statham quien mató a Donald Sutherland sin darle oportunidad de explicarse. Como al tipo le agarra alguna especie de cargo de conciencia, decide hacerse cargo del vago del hijo de Sutherland, Ben Foster - quien es el único en todo el casting que muestra algo parecido a una perfomance -, y lo entrena como asesino (no es que le paga una carrera como abogado o le consigue trabajo en un locutorio). A última hora a Statham le agarra un ataque justiciero (justificado o no, eso no importa), y decide arremeter contra el mismo tipo que le ordenó matar a Sutherland, viendose obligado a poner a Foster a su lado aunque en el proceso vaya a revelarse toda la verdad... En ese momento las perspectivas del filme es que todo los que participan mueran asesinados, incluyendo al acomodador del cine. Sería lo más lógico, ya que ninguno es trigo limpio y todo el mundo cumpliría con sus respectivos castigos. (alerta spoilers) El problema es que Statham le debe haber deslizado unos dólares al guionista para que éste hiciera que su personaje no fuera demasiado oscuro, pero el resultado final es bastante bizarro. No sólo éste es un asesino con buen corazón - toma a su cargo al vago hijo de su víctima y le enseña un oficio (!) -, sino que es simpático y sólo asesina a basura mucho peor que él. Y, el colmo de los colmos, sobrevive y le niega la venganza a Ben Foster. ¿Se supone que uno debe aplaudir este final?. Sin dudas es una de las vueltas de tuerca más absurdas y estúpidas que he visto en el cine. Me parece increíble que el libretista haya escrito esto y pensara que se trataba de un climax decente y festejable. (fin spoilers). Dejando de lado el aspecto moral, El Mecánico es un espectáculo solvente en un sentido pochoclero. Entretiene, la acción está bien coreografiada, y Jason Statham derrocha carisma. Lástima que el climax ensombrece los méritos del filme, simplemente porque aquí no había héroes y había una venganza que termina por quedar insatisfecha.
Marte Necesita Mamás es el fruto de la alianza entre la Disney y la empresa de efectos digitales ImageMovers, propiedad de Robert Zemeckis y responsable de los CGI de Beowulf y El Expreso Polar. Aquí los chicos de Zemeckis demuestran que se han puesto las pilas y han depurado el proceso de captura de movimientos - lo suyo es similar a lo que hacía Andy Serkis con el Gollum de El Señor de los Anillos y el mono gigante de King Kong, con la diferencia de que lo que aquí se anima son directamente dibujos animados -, llevándolo a un nivel de realismo impresionante. Lamentablemente los chiches visuales no lo son todo y, si bien la historia no es mala, termina por resultar algo simplista. Si uno la ve en detalle, Marte Necesita Mamás funciona como una especie de alegoría sobre las mujeres profesionales que prefieren su carrera a tener una familia (o si la tienen, delegan a terceros el cuidado de la misma). En Marte hay un durísimo régimen de matriarcado, en donde las mujeres descartan a los varones, tienen niños caídos del cielo (bah, nacen en lotecitos de tierra (??)), y se lo entregan a robots niñeras para así poder seguir con lo suyo. El libreto jamás se preocupa de explorar este tema ni cómo la sociedad marciana ha llegado a esto. Existe per se, lo que motiva a que deban raptar una madre terrícola cada tantos años para recalibrar al ejército de niñeras robot y así criar a una nueva generación de bebés marcianos. Como todo esto no era más que un libro de 40 hojas, los libretistas deciden meter relleno a lo pavo con una sarta de persecuciones interminables. Desde el punto de vista técnico, Marte Necesita Mamás es un orgasmo visual. La animación digital es nítida, brillante y tan detallada que, por momentos, resulta imposible afirmar que estamos viendo un dibujo animado. La gente de Zemeckis ha mejorado los actores digitales a tal punto que se ven reales, y ya no tienen esa mirada muerta que afectaba la perfomance de Beowulf. No sólo pelo, piel, ojos se ven reales sino que los personajes son enormemente expresivos y se dan el lujo de exhibir sutilezas. Cuando la mamá (Joan Cusack) pelea con su hijo (Seth Green) y se empieza a quebrar lentamente en llanto, los gestos son de una riqueza fabulosa. El punto es que, si bien la historia tiene un par de momentos emocionantes, Marte Necesita Mamás tiene algo de oportunidad desperdiciada. Es muy correcta y es entretenida pero, desde que el chico aterriza en Marte, sólo sigue una correria tras otra para salvar a la madre, y no hace pausas para analizar el mundo en donde fue a parar el personaje. También es cierto que hay muy pocos caracteres secundarios y los que hay no son demasiado ricos. Por ejemplo, para dar explicaciones sobre lo que ocurre en el planeta rojo, el libreto inserta un terricola que también llegó a Marte cuando era niño y se tuvo que criar solo - un papel ideal para Jack Black, aunque aquí cae en manos de Dan Fogler (el anodino clon de John Belushi en Fanboys) -, pero el personaje bordea lo molesto y sólo sobre el final se humaniza y se redime. El otro compañero del protagonista es una marciana enamorada de la cultura hippie de la Tierra y que devora sitcoms de los años 60, pero su única función es salvar a los personajes principales cuando las papas queman. Ni siquiera hay un villano elaborado como la gente, y eso que contrataron a Mindy Sterling (Frau Farbissima de la saga Austin Powers), una actriz que derrocha gracia por todos los poros pero a la que relegaron a un papel pobremente escrito. Marte Necesita Mamás es simplemente correcta. No hay nada malo con el filme; sólo es demasiado lineal. Lamentablemente la gente le dió la espalda y no llegó a recaudar ni el 15% de su presupuesto de 150 millones de dólares, lo cual atenta contra la salud de la animación digital. Al parecer la magia en la taquilla de este tipo de producciones está reservada para Pixar y Dreamworks, y este filme termina por probarlo.