Es difícil que yo encuentre un filme malo pero, cuando es el caso, se tratan de cintas que están construidas de manera odiosa o frustrante. Dream House entra en la última categoría. Acá hay una buena cantidad de talentos - Daniel Craig, Rachel Weisz, el director Jim Sheridan (el cual tiene títulos bajo el brazo como Mi Pie Izquierdo o En el Nombre del Padre) - que se muestran totalmente impotentes a la hora de repuntar un relato que nunca termina de cuajar. Es posible que la historia de base sea una estúpidez, o que el guión fuera incompetente; o incluso podemos culpar al estudio que metió mano por su cuenta - algo habitual para Morgan Creek, los mismos que hicieron dos versiones de la precuela de El Exorcista, o que tijeretearon Razas de Noche -. Como sea el caso, lo cierto es que el resultado final parece un engendro generado por un circo de negligentes, los que arruinaron cualquier minima posibilidad de que el filme fuera interesante o siquiera potable. En primer lugar Dream House tiene enormes problemas con la narración. Nunca se ve fluida, siempre da la impresión de que faltan escenas en el medio, y jamás hace el más mínimo esfuerzo para crear un poco de atmósfera. Tampoco ayuda el hecho de que la historia se ve demasiado remanida - un tipo compra una casa vieja con una historia maldita detrás, la cual lo obsesiona y comienza a investigar -, y que la misma tiene problemas de identidad (nunca termina de definirse si se trata de un thriller policial o de un filme de terror). A esto se suma que el libreto basa toda su gracia en dos revelaciones clave: la primera es muy Shyamalanesca y se da a los 40 minutos de iniciado el filme, en donde descubrimos de que el protagonista es el mismo asesino que ha sido liberado del siquiatrico y que padece un fuerte ataque de amnesia (ups, sorry!; se me escapó). La "gran revelación" está manejada con tal grado de torpeza que carece de impacto y en realidad provoca una especie de pantano narrativo, ya que la historia no sabe muy bien cómo seguir a partir de allí. Pero cuando llega la segunda gran vuelta de tuerca - en donde descubrimos por qué pasó lo que pasó -, a uno le entran ganas de volarle las gónadas al guionista de un escopetazo. Es la explicación más idiota que escuchado en el cine en mucho, mucho tiempo, y termina por hundir a Dream House en el más profundo de los abismos. Aun cuando Jim Sheridan proteste y quiera quitar su nombre de los créditos, yo creo que es culpable de gran parte del fracaso de la película. Simplemente era el individuo inapropiado para el trabajo, un director incapaz de generar el clima de tensión que precisaba el filme. Si hubiera sido eficiente, el 70% de Dream House - hasta la llegada del horrendo final que insertó con calzador la gente de Morgan Creek - hubiera funcionado de manera decente. Otro director hubiera explotado con mayor profundidad la posibilidad de que las alucinaciones de Daniel Craig no fueran tales sino que él viera los fantasmas de su mujer y sus hijas fallecidas (algo que se explora muy al pasar en el terrible climax), pero acá todo es demasiado lineal y pristino, y las revelaciones llegan sin demasiado entusiasmo. Y si uno no aplica un mínimo de estilo a un thriller, simplemente termina por generar una experiencia fallida y frustrante, como si viéramos una comedia incompetente en donde los chistes son rematados sin gracia o fuera de tiempo.
Gigantes de Acero es una regurgitación masiva de clichés, y que conste subrayado en actas. No hay un momento original en todo el film - si uno conoce bastante de cine, puede ir poniéndole a cada escena el titulo de la pelicula de las cual fue tomada- y, a pesar de ser una tonelada de material reciclado, tiene su gracia. Quizás sea porque los mecanismos que prueba están tan usados, pulidos y perfeccionados, que resulta imposible fallar con ellos. No sé si el espectador promedio sentirá fresco al material de Real Steel, pero seguramente lo encontrará emocionante y, en definitiva, eso es lo que importa. Resulta curioso ver un filme americano con robots. Pareciera que su mitología fuera patrimonio exclusivo del cine fantástico japonés y, por momentos, Gigantes de Acero se siente como la adaptación live de algún anime nipón - el desahuciado robot que llega a las grandes ligas; la arena de combate de androides, etc, cosas que se pueden encontrar en Astroboy sin ir más lejos -. Pero en vez de obsesionarse con los robots luchadores, Real Steel prefiere hundir el cuchillo en el típico melodrama deportivo. Imaginen a El Campeón (1979), pero con la excepción de que Ricky Schroeder hubiera utilizado un "avatar" mecánico para salir a combatir en vez de su padre Jon Voight (y que tuviera más talento que él!); súmenle algunos elementos melodramáticos típicos de los filmes de boxeo - tipo Rocky -, sacúdanlo en la coctelera y sírvalo bien frío. Eso es Real Steel. Acá las cosas funcionan en gran forma gracias a que el elenco es más que competente. Hugh Jackman satura la pantalla de carisma, y está bien acompañado por el pequeño Dakota Goyo. El filme tiene su cuota de melodrama sanitizado - hay algunos malos que son más orgullosos y torpes que malvados; no hay conflicto que no se resuelva en menos de cinco minutos; nadie intenta sabotear o robar al robot; hasta la pareja de ricachones con la custodia del chico resultan más permisivos de lo que a primera vista uno podría pensar -, y decide poner la emoción en dos aspectos: el volátil padre que comienza a poner los pies en la tierra gracias a su hijo mientras recomponen la relación entre ambos, y los feroces combates de androides, los cuales están dirigidos con gran dosis de energía. Real Steel funciona gracias a que alterna una cosa con la otra, y de ese modo se vuelve cada vez más emocionante a medida que se acerca al final. Es posible que Shawn Levy haya encontrado la horma de su zapato y se redima artísticamente luego de engendros como la reimaginación 2006 de La Pantera Rosa, y la saga de Una Noche en el Museo. Acá ha logrado inyectar algo de magia a una historia remanida, convirtiéndola de nuevo en interesante y hasta apasionante. Y ésa es una virtud excepcional que amerita su recomendación en estas épocas de sequía creativa.
Ya hemos hablado de Conan en nuestra reseña del filme de 1982. Conan nació como personaje de novelas pulp, y terminó por formar su propio género llamado la Fantasía Heroica, el que se caracterizaba por narrar las aventuras de musculosos guerreros en mundos infestados de monstruos y magos infames. A diferencia de la Fantasía común (como, p.ej., las leyendas arturianas o la Tierra Media), la Fantasía Heroica transcurría en un entorno saturado de sexualidad y testosterona, con lo cual llegó a transformarse en una especie de literatura masculina fetichista. Esto quedó en evidencia cuando Conan llegó al comic y Frank Frazetta le impuso la interpretación definitiva de lo que hoy entendemos como Fantasía Heroica - un universo saturado de hombres y mujeres semi desnudos, bañados en sangre y enarbolando enormes espadas -. En 1982 John Milius llevó el personaje al cine, en lo que muchos consideran que es la interpretación definitiva. Ciertamente Conan el Bárbaro 1982 tiene puñados de grandes aciertos - la fotografía, el excelente guión de Oliver Stone, la partitura wagneriana de Basil Pouledoris, la presencia de Arnold Schwarzenegger -, que han quedado marcados en la mente de todos, y que han servido para disimular en la memoria colectiva las debilidades de Milius como director en otros aspectos. Pero esas flaquezas de estilo quedan completamente olvidadas cuando uno ve una pifia de proporciones gigantescas como es esta versión 2011 del personaje. Hay tantos errores de criterio que se acumulan hasta formar una pila gigantesca que termina por sepultar cualquier mínimo mérito que pudiera tener la película. La primera impresión es que se trata de una versión de Conan dirigida por Uwe Boll. ¿Cuales son los problemas mas sobresalientes y habituales del detestado director alemán?. Primero el casting, luego la excesiva copia de estilos de otros directores mas originales y talentosos que él, y - tercero - la mala dirección de actores. Acá hay otro alemán a cargo - Marcus Nispel, que viene haciendo carrera a fuerza de remakes que no le han gustado a nadie -, y una dupla de guionistas trasnochados (responsables de Sahara, Dylan Dog y El Sonido del Trueno, entre otros libretos mal cocinados) que dan muestra de no haber leído nunca un libro o un comic de Conan. Da la impresión que todos estos tipos se dedicaron a reciclar algún capítulo perdido de Xena, la Princesa Guerrera - que daría muy bien para los standáres de la TV, pero que queda muy corto de ideas y desarrollo para una película a estrenar en cine -, generando una trama con personajes huecos, excesivas correrías copiadas de otros filmes, villanos que no impresionan a nadie y culminando con un climax rebuscado, largo y estúpido. Si hay tanto material generado sobre el personaje en sus ochenta años de vida, ¿por qué no molestarse en abrevar en dichas fuentes?. El arranque es muy poco convincente. Cómo la madre da a luz a Conan y lo bautiza en pleno campo de batalla lo deja a uno sacudiendo la cabeza. Luego sigue la flojísima interpretación de Ron Perlman, un tipo que está muy curtido en estas lides pero que acá da la impresión de que le han dado los lineamentos erróneos desde el sillón del director. Hay una competencia de valentía completamente estúpida, hay dos villanos que se relamen en su maldad barata, y hay un héroe que aparece totalmente formado en medio del relato (explicación cero de cómo aprendió a pelear, cómo sacó tanto músculo o cómo se unió con los piratas). Todo es demasiado rápido y muy poco convincente. Y a esto se suman los diálogos, que van de lo simplón a lo anacrónico. En las historias épicas se precisan grandes narradores, grandes discursos y una prosa inspirada. Acá da la impresión que son todos tipos comunes, sin nada que los haga especiales, y hablan como recién hubieran llegado al set luego de hacerse la peluquería en Beverly Hills. Ciertamente Jason Momoa es una decisión interesante de casting. Tiene presencia y da los looks del personaje, con lo cual es una bestia pero también es apuesto. El problema es cuando abre la boca; o es demasiado moderno y canchero, o le tocan unos parlamentos muy pobres en contenido. Al menos Stephen Lang le pone energía a su hueco villano y Rose McGowan da muestras de pasarla bomba con su sangrienta hechicera. Conan el Barbaro es fallida; es errónea la puesta en escena, el libreto tiene problemas y la historia se ve demasiado superficial. Cuando Schwarzenegger tomó el personaje, le dió la energía oscura que éste precisaba (y eso que el austríaco era un actor terrible). Y cuando John Millius rodó su filme le impuso un tono fuertemente épico, narrando la historia de un hombre signado por la tragedia, formado en el odio y convertido en una máquina de matar para poder ejecutar de manera eficiente su propia venganza. Ese sentido del destino está completamente ausente en esta versión 2011, lo cual convierte al filme en un ejercicio de futilidad.
En Hollywood no entienden lo que significa una remake. Esto es, básicamente, tomar algo que todos conocemos y adoramos, y pulirlo, expandirlo y mejorarlo. Pero hay una diferencia muy grande entre mejorar y cambiar; el tema pasa porque, en el cambio, se pierde la identidad del producto. En esta remake de La Hora del Espanto (rebautizada ahora como Noche de Miedo), le han hecho tantas modificaciones al original que termina siendo prácticamente irreconocible. No sólo han aplastado la premisa original (y todos los mecanismos que funcionaban en ella), sino que la han reemplazado por una historia que resulta corta tanto en humor como en terror. Es un caso similar a la serie remake de Kolchak, el Cazador Nocturno, en donde los nuevos creativos se la dan de genios y engendran un bofe que no satisface a nadie; y, lo que es peor, dan sobrada muestra de que son unos ignorantes que no entendieron (ni entenderán nunca) cuál era la esencia y cuáles eran los elementos por los cuales el público amaba el filme original. Seamos sinceros. La Hora del Espanto no era una maravilla pero era (y es) un pequeño clásico de culto ya que todo el mundo que ama este género (¿hace falta decir cuál?) la ha visto y se ha deleitado con ella. Desesperados por revivir marcas que puedan generar cualquier tipo de franquicia rentable, los cráneos hollywoodenses han decidido resucitarla, esta vez con más plata y con un equipo de creativos notable. Ciertamente Noche de Miedo es superior al original en los aspectos técnicos (no así en las criaturas, en donde sigo prefiriendo al maquillaje tradicional en vez de esos deformes y poco convincentes CGI), y en el elenco. Ver al quinteto principal en acción - Anton Yelchin, Colin Farrell, Toni Colette, David Tennant e Imogen Pootts - es una delicia y dan muestras de sobrada química entre ellos. El problema es la historia y la dirección. Noche de Miedo pierde demasiado tiempo con la caracterización de personajes, lo cual no sería tan malo si no fuera porque, cuando llega la hora de los sustos o de los chistes, el filme la pifia de una. Es como si fuera un capítulo extendido de Desperate Housewifes, sólo que con vampiros como los nuevos vecinos tétricos de turno. La historia está muy cambiada, demasiado para mi gusto. El protagonista ahora es un escéptico que sólo comienza a creer cuando desaparece su amigo. A los 15 minutos - y totalmente de la nada - el relato tira la teoría de que Colin Farrell es un vampiro... y así como eso, hay varios saltos abruptos en la historia - la idea de contactar al cazador de vampiros (que es una ocurrencia surgida en cuestión de segundos), o el cambio de actitud de Farrell, quien a los 50 minutos del filme abandona su fachada y empieza a perseguir implacablemente a Anton Yelchin, su novia y su madre -. Para colmo el vampiro de Colin Farell es demasiado vulgar, en contraste al aristócrata que encarnaba Chris Sarandon en el original (y que acá tiene tiempo para un brevísimo cameo). Come manzanas, ve realitys por TV y maneja una pickup. Oh, que groncho... Toda esta gente habla y habla... y habla demasiado. No es que lo que hablan no sea interesante, pero no es exactamente la cúspide del entretenimiento. El genio del guionista tiene la brillante idea de masacrar al personaje Peter Vincent, trocando al veterano actor de películas por un mago recargado de efectos especiales a lo David Copperfield (sinceramente, me hubiera gustado ver a Robert Englund reemplazando a Roddy McDowall). Gracias a Dios David Tennant (uno de los ultimos Doctor Who) se relame con el papel, y es el único que aporta comicidad a un relato burocrático y chato. Quiten a Tennant y no hay nada en el filme que lo califique como "comedia". Y, en cuanto al horror, las cosas tambien vienen muy flojas. Al menos el maquillaje intenta ser respetuoso del original, pero en un momento pasan directamente a CGI... y las cosas se van al diablo. Farrell disfruta mucho del personaje y se nota, pero no es exactamente una amenaza sino mas bien un chico malo con colmillos largos. El combate final es demasiado rebuscado y, en sí, todo el relato tiene problemas de fluidez. La gente hace cosas abruptas o cambia de postura de un momento a otro, y sin dar ningún tipo de explicaciones. Si uno se olvida del original, quizás Noche de Miedo le resulte una buena película. O simplemente sea un filme demasiado chato, tanto para la gente que no conoce la historia como para los seguidores del original. No terminó por entretenerme ni asustarme, con lo cual se queda a mitad de camino de lo que debe cumplir un espectáculo para ser considerado eficiente. Yo creo que es algo a medio cocinar, que abandona el espiritu del original y que prueba con su propia receta... la cual no termina siendo muy exitosa que digamos.
Paul es un hijo dilecto de la dupla de comediantes británicos Simon Pegg y Nick Frost, los que son amigos en la vida real, han hecho juntos numerosas temporadas de sitcoms británicas, y vienen trabajando en cine desde su impresionante debut en Shaun of the Dead. Como está visto que esta gente es ultra fanática de la ciencia ficción (dentro y fuera de la pantalla), decidieron escribir una comedia sobre sus gustos personales. El resultado final es Paul, una comedia que tiene gracia y angel... el suficiente como para prendar a Steven Spielberg y que éste decidiera prestarse a hacer un cameo en el filme. Por supuesto, esta es una comedia nerd. Las referencias a filmes de ciencia ficción abundan, desde ET hasta toda la saga de Alien (incluyendo un sorpresivo cameo y la inserción de parlamentos completos de dichos filmes, hecho con mucha elegancia). Aquí hay dos fans de vacaciones, que deciden hacer turismo alienígena: ir a todos los lugares en donde hubo avistamientos, visitar el Area 51, Roswell, etc. En el camino se les suma un alienígena mal hablado y sucio (con la voz de Seth Rogen), que sólo les trae problemas y les pide que lo ayuden a huir. La película se transforma así en una road movie, en donde el trío se conoce sobre la marcha y protagoniza situaciones cómicas mientras huye de hordas de implacables hombres de negro. La comedia funciona muy bien debido a que la gracia está repartida entre todos los personajes, y éstos caen en manos de excelentes comediantes. Es cierto que el centro pasa por Paul, y que el alienígena sigue siendo Seth Rogen a pesar que sea un CGI de piel verde que mide un metro cincuenta, pero la personalidad de Rogen - fiestero, drogón, malhablado - curiosamente funciona en esta ocasión. Usualmente Rogen tiende a saturar al poco tiempo de estar en pantalla, pero aquí demuestra tener cierto ángel que lo hace querible. Una de las cosas que mejor funciona en el filme es un subtexto religioso que aparece de la nada y termina teniendo conotaciones realmente interesantes. El trío se ve obligado a secuestrar a una fanática religiosa (Kristen Wiig), la que se transformó en testigo accidental de la presencia del alien. Pero entre la chica y el extraterrestre comienza un debate sobre la existencia de Dios, evolución darwiniana y milagros cristianos, todo lo cual termina yéndose al tacho cuando el alien le cura a la chica su ojo enfermo y completamente irrecuperable. En detalles como esos es donde Paul demuestra una inteligencia completamente inusual para una comedia de estas características, y los libretistas Pegg y Frist reafirman que saben de sobra sobre el tema. Paul es un deleite sin desperdicio. Las situaciones cómicas son realmente cómicas, los personajes son queribles, y las referencias cinéfilas abundan por los cuatro costados. Simplemente la recomiendo acaloradamente y sin abundar en detalles, ya que eso mataría el efecto sorpresa de sus escenas.
Así como existe el voto castigo, también existe la calificación castigo. En el caso de Splice - la última obra de Vincenzo Natali, el creador de El Cubo - decidimos aplicarlo con todo el rigor. No es que el filme sea tan malo, pero la manera como arruina una premisa fabulosa resulta indignante. El tema está en lo rebuscado del libreto, cuyas vueltas de tuerca van de lo fascinante a lo ridículo y terminan por explotar en un climax realmente bizarro. La Idea de Natali es tomar el molde de Frankenstein - científico que crea vida en el laboratorio y cruza barreras morales de todo tipo y color - y aplicarlo sobre la ingeniería genética del siglo XXI, la que viene cuestionada desde la época de la clonación de la oveja Dolly a esta parte. Como para que no queden dudas de su influencia, los personajes principales se llaman Elsa y Clive - como Elsa Lanchester y Colin Clive, los actores que encarnaron respectivamente a la novia y al creador del monstruo en la clásica Bride of Frankenstein (1935) -, y aquí vienen a ser un par de científicos amorales que crean unos engendros mutantes diseñados genéticamente para producir hormonas, proteínas, tejidos, etc. que de otra manera no podrían obtenerse. Los bichos en cuestión son una especie de babosas gigantes agresivas a las que pinchan todo el tiempo para extraerle las mencionadas sustancias, y que fueron creadas a partir de un mix de ADN de diversas especies animales - Splice en inglés significa empalme y es el término usado para referirse a los ensambles genéticos -. Como la corporación para la que trabajan los está apurando con la obtención de resultados a corto plazo, al dúo no se le ocurre mejor idea que añadirle ADN humano a la mezcla, con lo cual obtienen una especie de pollo alienígena mutante que no resulta muy amigable desde el vamos. Como a Elsa y Clive no le importan los tabúes morales y éticos que quiebran - pero sí sus trabajos - deciden sacarlo del edificio y llevárselo a una cabaña aislada en medio de las montañas, en donde ven como el bicho de marras evoluciona hasta convertirse en una especie de demonio alado femenino de extraña belleza. Y como el engendro es salvaje por naturaleza termina por transformarse en una presencia amenazadora, con lo cual el filme entra en los carriles típicos del cine de monstruos y empieza a vomitar un cliché tras otro a medida que se acerca el final. Splice arranca de entrada con un problema importante, y es que los protagonistas principales son despreciables. Es un dúo de amorales ambiciosos y enamorados de su intelecto. Hubiera sido mejor ajustar el libreto como para presentarlos como un par de apasionados científicos que deciden cruzar el límite de lo prohibido porque creen que, mas allá de esa barrera, los beneficios son abrumadores y compensan de sobra los tabúes que han quebrado. Pero acá Elsa y Clive no tienen discurso interno, no están atormentados con lo que han hecho, y son en realidad un par de robots con apariencia humana - la discusión sobre el "desliz sentimental" de uno de ellos es realmente patética y queda abandonada a los 10 segundos de haber comenzado la escena -. Para colmo Dren ha comenzado a evolucionar hasta convertirse en una criatura de bizarra belleza, la cual empieza a encandilarlos. Oh sí, mal día para dejar la zoofilia, más teniendo en cuenta que la mascota cachonda de la familia también tiene los genes de uno, con lo cual se suma incesto a la lista de cargos. ¿No será demasiado? visita los foros de discusion y descarga gratis de peliculas de SSSM - Arlequin Mientras que al principio el relato tiene sus momentos fascinantes (en especial cuando vamos descubriendo las características de la criatura, su agresividad y los alcances de su inteligencia), la historia pierde efectividad cuando Dren llega a adolescente, simplemente porque el pollo mutante deja de ser un CGI y pasa a ser una actriz con maquillaje - y eso la hace menos alienígena -. Pero eso sería un defecto menor sino fuera porque el libreto empieza a despacharse con exageraciones y deux ex machina de todo tipo - Dren se escapa y se devora un par de conejos con piel y todo; la criatura tiene alas y la dejan sola todo el día en una miserable cabaña sin las adecuadas medidas de seguridad como para impedir que se escape; los primeros experimentos mutantes empiezan a tener cambios hormonales de último momento que repercuten en la historia -, como para decir "muchachos, miren que éste también es un filme de terror". Por eso, cuando llega el final, Splice se derrumba como un castillo de naipes, disparando un montón de cosas insólitas en cuestión de segundos y arruinando todos los méritos de algo que había comenzado de manera interesante. En realidad el problema de fondo con Splice es Vincenzo Natali, que tiene un puñado de ideas interesantes pero las ejecuta de una manera muy pobre. Al complejo de Frankenstein y a la crítica sobre la moralidad de la manipulación genética de hoy en día, Natali le agrega una visión retorcida y alegórica sobre la paternidad moderna que me hace acordar a Eraserhead de David Lynch. He aquí dos ineptos morales y emocionales haciéndose cargo de un hijo monstruoso. El tema es que Natali va alternando la demostración de estas tres ideas a lo largo de todo el guión ... pero la historia (como un todo) termina por resentirse en su credibilidad. Ahora tenemos una escena sobre padres que no están preparados para serlo (p.ej. Adrien Brody intentando ahogar a Dren, porque ella les representa demasiada responsabilidad); ahora tenemos otra secuencia para mostrar la amoralidad de los científicos (ellos, que deciden no eliminar a la criatura para seguir analizándola y explotar sus descubrimientos científicos); le sigue otra escena a lo Frankenstein (con Dren matando animalitos y siendo castigada por sus creadores)... y así todo el tiempo. Y los personajes terminan por actuar como unos robots, carentes de cualquier tridimensionalidad. En todo caso, el personaje más humano de todo el film es la criatura. Splice es una obra fallida plena de puntos fascinantes. Esa es la cuestión de por qué resulta indignante que no termine por arribar a buen puerto en ninguna de las teorías que postula. Es un mix de cosas brillantes y ridiculeces monumentales, manejadas con mal tempo dramático. Y al final termina por transformarse en una experiencia frustrante.
Con El Proyecto Blair Witch se pusieron de moda los falsos documentales. Esas mentiras grandes como una casa, en donde se presenta material falso como "videos descubiertos a último momento y que documentan algo totalmente fuera de lo común". Para mí, ese chiste tiene gracia si está armado por alguien con dos dedos de frente. En el caso de Blair Witch, era la sensación de inmersión en lo que ocurría en escena, ya que había un palurdo (perteneciente al grupo de protagonistas) que filmaba todo el tiempo, aún cuando la amenaza de turno estuviera por devorárselo. Con ese modelo siguieron otros filmes, reemplazando a brujas por monstruos mutantes del espacio (Cloverfield) u hordas de zombies que dominaban el planeta (Diary of the Dead). Y en el 2007 apareció Actividad Paranormal, que reemplazó al nardo que filmaba todo el tiempo por una serie de cámaras de vigilancia, dispuestas en el interior de una casa embrujada. Aún así, el estilo de "cámara testigo" seguía siendo eficiente porque la pasividad y el silencio que brindaban las cámaras de Actividad Paranormal terminaban por producir sus buenos sobresaltos cuando algo salía de la nada luego de 30 segundos de contemplar la escena mientras uno contenía la respiración. Apolo 18 es la última película de terror en intentar subirse a ese carro. Intenta ser una especie de Actividad Paranormal en el espacio, ya que tenemos a otro idiota rodando todo el tiempo - en este caso, uno de los astronautas - y hay una parva de cámaras dispuestas por el interior y el exterior del módulo lunar. Hay una cuidadísima reconstrucción de época, y las filmaciones se ven como si dataran de mediados de los setenta. Pero ¿saben qué?. Nada de semejante mise en scene funciona como debiera. Ciertamente el escenario que plantea Apolo 18 es fascinante - imaginen estar solitos en medio del desierto lunar, y que algo desconocido empiece a golpearles la puerta -, pero la puesta en escena es errónea. Es recargada. Es distrayente. Cuando pienso en la impresionante desolación de la superficie lunar me acuerdo de 2001, Odisea del Espacio, o de la reciente Moon. Es más: el filme de culto de Duncan Jones plasmaba mucho mejor el clima de paranoia que transmite la aridez de semejante geografía. Acá no sólo hay demasiados cortes de planos que duran tres segundos - vemos la cámara del astronauta, una cámara externa al módulo lunar, otra cámara externa, una cámara dentro de la cápsula, otra en el baño, etc - sino que, por el esfuerzo de reconstrucción de época, todo se ve como un video VHS borroso. Algo se mueve al lado de la bandera estadounidense clavada en suelo selenita, pero la imagen es tan turbia que resulta imposible adivinar de qué se trata. En ese sentido, Apolo 18 se hubiera beneficiado mucho más con un enfoque tradicional (cámara en tercera persona) en vez de ser Blair Witch en el espacio. No sólo el director no logra crear el clima necesario de tensión y horror sino que, cuando vienen los supuestos momentos de shock... no shockean a nadie. Ok, también es cierto que la trama no ayuda ya que es predecible - esta gente llega en misión secreta a la Luna para instalar unos aparatos medidores pero a) empiezan a desaparecerle cosas b) encuentran una misión lunar soviética completamente diezmada por algo desconocido c) su propia nave es atacada por algo inesperado d) un miembro del grupo es infectado por algo extraño -, y parece un rejunte de cosas, que van desde Alien hasta El Enigma del Otro Mundo (la exploración del módulo soviético abandonado parece calcada de la investigación de la base noruega del clásico de John Carpenter). Resulta increíble que un filme realmente corto - 86 minutos - y con una premisa tan clara la pifie en gran forma. Y si bien no es completamente original, Apolo 18 podría haber sido rutina bien hecha. Hasta uno podría haberle perdonado la vida... hasta que llega la revelación final de qué (o quién) los está atacando, y ahí es cuando Apolo 18 decide lanzarse por el precipicio. Oh, Dios: ¿no se les podría haber ocurrido algo mejor?. Apolo 18 no es un filme terrible, pero tampoco es uno bueno. No asusta, es rutinaria, el estilo "testimonial" es distrayente, y el alien malvado de turno es ridículo. Todo esto podría haberse mejorado bastante si la hubieran rodado de manera standard, pero quisieron hacerse los graciosos y el tiro le salió por la culata. A lo sumo es un filme típico de cable, al cual decidieron estrenarlo en cine para ver si recaudaban un poco más con los inocentes que pasaban por la puerta de la sala, se engancharon con el afiche y decidieron entrar.
Este es el quinto capítulo de la saga Destino Final, inventada por los ex The X Files James Wong y Glen Morgan. En un principio, Destino Final no difiere demasiado de los filmes de terror de los años ochenta - inventemos una excusa estúpida para ver morir gente de manera creativa y/o a manos de algún homicida excéntrico -. Antes hubo asesinos que mataban imitando escenas de películas de terror; homicidas disfrazados de Papá Noel; tipos con navajas en las manos destripando gente en sueños; grandulones munidos de machetes que partían al medio a sus víctimas; asesinos de fiestas de graduaciones; homicidas que acosaban a niñeras; sicópatas liquidando mujeres en fechas determinadas o siguiendo leyendas urbanas... y un larguísimo etcétera. En el caso de la saga Destino Final, siempre hay un grupo de gente que escapa milagrosamente de alguna muerte segura y, tarde o temprano, termina espichándola de manera creativa. Y, como no hay asesino al cual combatir, lo unico que puede hacer el espectador es sentarse a esperar los minutos reglamentarios que hay entre una muerte y otra, tragándose una tonelada de malos diálogos y pésimas actuaciones. En tal sentido, Destino Final 5 es porno horror con todas las letras. A nadie le interesa un pepino los conflictos ni los dramas de los protagonistas, sino que espera ansiosamente la llegada de los cinco minutos que dura cada masacre, las cuales son orquestadas de manera creativa - tal como ocurría con Jason, Freddy y el 99% de los filmes de terror de los últimos 30 años -. Acá todo funciona como una especie de versión gore del video juego The Incredible Machine - en donde un tornillito cae en una máquina que explota y larga una chispa, la que incendia un tacho con combustible y y prende fuego una cuerda, la que sostiene una caja fuerte justo encima de la cabeza del protagonista -. Si bien es un concepto estúpido y limitado, acá está confeccionado con tanta energía que termina resultando entretenido en el sentido más descerebrado de la palabra. Pero saquen esos momentos - entre los cuales se destaca la fantástica escena inicial de la masacre en el puente - y verán que Destino Final 5 no tiene nada más para ofrecer. Y a esto se suma la bizarra elección del casting, en donde el grupo principal parece salido de un concurso de dobles de actores famosos; tenemos un falso Christian Bale, un falso John Krasinski, un Paul Giamatti trucho, un Mos Def de cuarta, una Megan Fox fotocopiada y una Uma Thurman made in La Salada. Destino Final 5 es boba pero entretenida, y hay que reconocer que el mérito le corresponde exclusivamente al director Steven Quale, el que le inyecta tanta creatividad visual que termina por crear un espectáculo más que pasable. Cada empalamiento, decapitación o rebanamiento masivo termina siendo pura diversión gracias al virtuosismo del director, el cual la pasa bomba explotando todas las posibilidades que le da la tecnología 3D y lanzando ojos, miembros y objetos filosos contra la cámara. Quizás Destino Final 5 no haga historia, pero es un pasatiempo bastante sólido, y eso ya es pedirle demasiado al quinto capítulo de una saga basada en una premisa ingeniosa pero minúscula.
Esta es la remake del clásico televisivo Don`t Be Afraid of the Dark (1973), que fuera dirigido en su momento por el padre de la serie The Outer Limits, John Newland. El filme representaba otro ícono de calidad en cuanto a la producción televisiva de horror de la decada del 70, la cual generaría su cuota de perlitas memorables gracias a otros títulos como Kolchak, El Cazador Nocturno y Sombras Tenebrosas (siendo estos últimos productos, frutos del talento de Dan Curtis). Por supuesto hablamos de una época pasada, en donde a los guionistas de turno se les pagaba un sueldo para que crearan cosas originales, no como los vagos de ahora que prefieren reciclar todo y condimentarlo con mejores efectos especiales. A su vez la versión 2011 de Don`t Be Afraid of the Dark es una clara señal de que a los productores se les han quemado las neuronas y, una vez agotadas las re-versiones de franquicias famosas, han comenzado a remakear (si dicho verbo existe) cualquier cosa que ocupe un minimo lugar en la memoria del público. No se sorprendan si en algún momento vemos la nueva versión de Mac y Yo (1988), o Manos, the Hands of Fate (1966). Al menos esta gente ha tenido la decencia de traer a Guillermo del Toro - Hellboy, El Laberinto de Pan - como productor. Ello establece una cuota mínima de calidad aunque, luego de ver el resultado, desconfío de si del Toro era la mejor elección para este proyecto. Como sea, el tema es que la versión 2011 de No le Temas a la Oscuridad es pulcra y garantiza un par de buenos sustos, pero no llega ni por asomo al nivel de efectividad del original, debido a algunas pifias creativas que - según el caso - pueden llegar a ser importantes. El primer problema con la nueva versión es el usual de la mayoría de las remakes, y es que una idea modesta termina siendo sobreproducida. Es lo mismo que pasaba con la versión 1999 de The Haunting frente al formidable clásico que representaba el original de 1963; mientras que el filme de Robert Wise era creativo, minimalista y opresivo, el engendro mutante de Jan de Bont ocurría en medio de una parafernalia de efectos especiales y con una casa iluminada como un estadio de futbol. Siempre menos es más, pero en Hollywood, si una película no cuesta menos de 100 millones de dolares, no es una película - aún cuando filmen a un tipo disparando un monólogo cómico sentado en un banquito -. Acá Troy Nixey traslada la acción a una casona grande como un castillo y llena de vitrales, y el grueso del efecto de "casa embrujada" se pierde por falta de ambientes claustrofóbicos o mal iluminados. El cambio siguiente, sin embargo, es bastante efectivo, y es transformar a la figura central de relato en una niña. Acá trajeron a la pequeña Bailee Madison - que era una de las mejores cosas que tenía la comedia de Adam Sandler Just Go With It - y la plantaron en el centro del escenario... y la niña se lo banca de sobra. Lamentablemente su personaje es el único escrito como la gente, ya que el resto de los adultos están pintados como autistas - para colmo Katie Holmes y Guy Pearce parecen dos bulímicos recargados de maquillaje, lo que me lleva a cuestionar si eso se trataba de un efecto buscado por el director -. Como todas las buenos historias de terror, lo que ocurre siempre puede explicarse en términos sicológicos - la niña alucina sobre la existencia de las criaturas, simplemente porque tiene una relación traumática con sus padres divorciados -, pero esa sutileza es demolida a los 5 minutos, ya que el director insiste en mostrar a los gnomos. Oh, sí, los bichos están bien diseñados, pero exhibirlos a cada rato mata todo intento de crear tensión. Si los monstruos se ven demasiado, el 90% de los personajes está escrito de manera burda y la casa está demasiado iluminada, el otro problema grave de No le Temas a la Oscuridad 2011 es que el maldito guionista de la remake insiste en meter alguna explicación sobre el origen de los bichos, y ahí es donde el filme queda en dos ruedas bordeando el precipicio - desde que son las versiones mutantes de las hadas de los dientes hasta que el Papa Sebastián II tuvo que hacer un pacto con ellos (wtf???) -. A veces es mejor dejar las cosas en la nebulosa, y que el horror no tenga una causa cientifica o racional. Con lo cual lo que uno termina viendo es una parva de decisiones artísticas que terminan siendo discutibles. Una cosa que me sorprendió de No le Temas a la Oscuridad 2011 es que no se siente como un filme de horror sino como una fantasía oscura al estilo de las que del Toro suele despacharse - ¿hadas de los dientes malvadas? ¿lo qué? ¿salieron de Hellboy II? -. Todo esto diluye la efectividad de la película, dejándolo a uno con la sensación que todo esto se trata de una oportunidad desperdiciada. Todo el horror intrínseco de la idea - que algo nos acecha en la oscuridad, queriendo lastimarnos y raptarnos - queda sepultado bajo una parafernalia de cosas superfluas o mediocremente desarrolladas, y el resultado final queda reducido a la quinta parte de efectividad e impacto que tenía el original.
En 1968 la Fox se topó con una enorme mina de oro al adaptar al cine la novela de Pierre Boulle El Planeta de los Simios. El filme se transformó en un clásico instantáneo y llenó a rabiar los cines de todo el mundo, razón por la cual el estudio disparó toda una serie de secuelas. Considerando que el material original de Boulle sólo daba para una película (la primera), resulta asombroso ver el enorme ingenio del que hicieron gala los libretistas que pasaron por el proyecto, los cuales expandieron y enriquecieron la idea hasta niveles insospechados. El Planeta de los Simios fue la gran saga de la ciencia ficción en la era pre Star Wars (5 peliculas, dos series para TV, toneladas de merchandising) y, cuando en Hollywood se pusieron de moda las secuelas, precuelas y remakes, la Fox comenzó a romperse la cabeza para ver cómo resucitaba esta vieja y rentable franquicia. El primer intento fue una remake / reimaginación del filme original a cargo de Tim Burton, el cual fracasó estrepitosamente en el 2001. Ahora pasaron 10 años y decidieron arriesgarse con esta nueva entrega, a la que se la podría catalogar como "precuela alternativa" - una historia de origen distinta a la que uno conoce si ha visto toda la saga 1968 - 1973 - . Lo que ocurre en El Planeta de los Simios: (R)Evolución podría funcionar perfectamente como una precuela del filme de 1968, y toma algunos elementos prestados de La Conquista del Planeta de los Simios. Para ser una película a la cual uno llega con expectativas negativas El Origen del Planeta de los Simios resulta sorprendente, en especial por la calidad de la dirección y la inteligencia del libreto. No es que cuente cosas demasiado innovadoras para los seguidores de la saga, pero al menos las relata en otro contexto y lo hace con destreza. En la saga original los simios parlantes eran fruto de un bucle en el tiempo - la pareja de monos inteligentes Cornelius y Zira viajaban del futuro al presente y, al dejar en la época actual a su hijo, daban a luz a una nueva raza de primates que terminaba por hacerse con el control del planeta -; pero aquí son el producto de manipulación genética llevada a cabo con el propósito de curar el mal de Alzheimer. Y dichos experimentos son llevados a cabo por James Franco, cuyo personaje está obsesionado con detener la enfermedad que lentamente está destruyendo a su padre (John Lithgow, en una perfomance emocionante). El tema es que la cura produce dos secuelas impensadas: primero, los primates se vuelven asombrosamente inteligentes; segundo, su sangre se ha convertido en una especie de toxina letal para los humanos. He allí la nueva simiente para la posible extinción de la humanidad que aporta este libreto - en vez de la guerra nuclear, que era algo más propio de la década del setenta -. Lo que sigue se centra en la evolución de Cesar, un bebé chimpancé que James Franco rescata de su laboratorio para llevárselo a vivir a su casa. Y aunque todos hablan maravillas de los efectos especiales, los simios CGI del filme nunca se ven reales aunque son enormemente expresivos. Por suerte la perfomance de Andy Serkis es tan magnética que uno termina perdonando la desprolijidad de los CGI. Cada vez que Serkis está en pantalla, uno puede percibir cuándo Cesar está elaborando un plan, midiendo a una persona o evaluando una situación. Gracias a Dios, ésta versión de Cesar es tan inteligente y carismática que puede cargar él solito sobre sus hombros el peso de todo el filme. En realidad los problemas de El Planeta de los Simios: (R)Evolución pasan por el lado de los humanos. Hay una intensa historia de fondo para la causa de James Franco - pelear por la enfermedad de su padre; recuperar a Cesar -, pero a partir de un momento determinado el libreto empieza a hacer algunos pequeños cortocircuitos y los motivos se diluyen. A su vez lo que nunca termina de quedar claro son los motivos por los cuales Cesar decide quedarse en el cautiverio y armar su propia causa simia. Mientras que en otras películas de la saga era el abuso de los simios por parte de toda la humanidad, aquí todo eso estaría representado por un solo personaje - el despótico guardian que interpreta Tom "Draco Malfoy" Felton -, lo cual parece desproporcionado. También hay algunos pequeños agujeros de lógica en la evolución de Cesar y sus compañeros de cautiverio. Por suerte esto se compensa con intensas escenas de acción, como la descomunal batalla campal entre humanos y simios que se libra sobre el puente Golden Gate en el final de la película. Para ser un reboot sin expectativas, El Origen del Planeta de los Simios es una gran película. Deja una gran cantidad de cabos sueltos para futuras secuelas - hay una alusión a la misión Icarus, desaparecida en el espacio y que sería la cápsula en donde viajaba Charlton Heston en 1968; también está la posible pandemia provocada por la sangre tóxica que derraman los simios mutantes; y puede haber una misión de venganza a llevar a cabo por el personaje de Brian Cox -, y se percibe inteligente e intensa todo el tiempo. Para los fans de la saga original, les parecerá una entrega respetuosa e ingeniosa; y para quienes desconocen el contenido de la serie, es una buena aproximación a un universo que, en su momento, tuviera un desarrollo fascinante. En cualquiera de los casos es un producto que merece nuestra más calida recomendación.