Vergel: entre la vida y la muerte, poesía Hay muchas maneras de contar un duelo en cine. Kris Niklison (actriz, coreógrafa y directora de teatro que vivió durante años en Holanda, y trabajó con artistas de la talla de Peter Greenway y Dario Fo) encontró una muy singular, definitivamente propia. El duelo que atraviesa la protagonista de esta historia -una mujer brasileña que sufre la sorpresiva muerte de su esposo en plenas vacaciones- está cargado de confusión, nostalgia y melancolía, y la película logra transmitir con mucha eficacia cada una de esas sensaciones. Anclada en Buenos Aires, la flamante viuda debe tolerar con templanza el peso de la burocracia judicial para conseguir que trasladen el cuerpo a su país de origen. El objetivo no es fácil, dadas las circunstancias. Sensible y notoriamente vulnerable, encuentra sin embargo un remanso emocional en la relación erótica con una vecina encargada de regar las plantas que ocupan el balcón del departamento que ha alquilado temporalmente. Más que el desarrollo y el peso de las situaciones, Vergel se apoya en los climas y los estados. Su bella deriva poética seduce gracias a un trabajo de puesta en escena virtuoso, potenciado por la sutileza y el poder de sugestión de dos muy buenas actrices (Camila Morgado y Maricel Álvarez), capaces de crear juntas una felicidad dulce, intensa y efímera que apaga, al menos por un rato, un dolor inesperado.
Barrefondo: desigualdad social y trampa Basado en una novela de Félix Bruzzone, este primer largo de ficción del rionegrino Leandro Jorge Colás tiene como protagonista a Gustavo (Nahuel Viale), un joven piletero que termina envuelto en una serie de delitos más por indolencia que por convicción. Aun bajo el peso de cierto esquematismo, el film filtra con eficacia un diagnóstico social contundente: en lugar de poner el acento en el juicio moral sobre las decisiones de sus personajes, traza un mapa cuya morfología está claramente determinada por la desigualdad. Propietarios insufribles, laburantes que son presa fácil para las manipulaciones, grises ladronzuelos y policías negligentes son, más que culpables, materia necesaria de una misma trampa, cuyos hilos se mueven en alguna otra parte y a una escala mucho más amplia.
Neeson sigue vigente El disparador de esta historia es clásico: un hombre común (aunque no del todo, sabremos después) frente a una circunstancia extraordinaria. En este caso, se trata de Michael MacCauley (Liam Neeson), un gris vendedor de seguros que viaja periódicamente en tren hacia su trabajo en Manhattan y de pronto es despedido y se ve envuelto en una peligrosísima trama nacida de la extravagante propuesta de una mujer enigmática que Vera Farmiga encarna con solvencia. Hay buen dinero de por medio, pero también enormes dificultades (peleas a puño limpio con rivales bastante más jóvenes y unas cuantas piruetas exóticas en un tren a toda velocidad) que el personaje de Neeson debe sortear para erigirse en héroe imbatible. Tanto el clima que Jaume Collet-Serra consigue en la parte inicial de la película (de aliento muy "hitchcockiano") como el febril ritmo que después impone el notable trabajo de montaje de Nicolas De Toth -justamente hijo de André De Toth, director de la versión original de House Of Wax (1953) que en 2005 recrearía el director catalán para su debut en la dirección- son lo mejor de un film que a medida que se acerca el epílogo empieza a desbarrancar, empujado por la sucesión de secuencias cada vez más disparatadas. Aún así, Collet-Serra logra que nos pongamos del lado de Neeson (con quien ya había trabajado en otras tres películas) sin que el veterano actor irlandés resigne el ceño fruncido que lo identifica desde siempre.
No dormirás: terror con muchas vueltas Con La casa muda (2010), el realizador uruguayo Gabriel Hernández llamó la atención en unos cuantos festivales internacionales (entre ellos, el de Cannes, donde la película se exhibió en la Quincena de los Realizadores, y el de Sitges, uno de los enclaves más importantes para el cine fantástico) e incluso logró interesar a productores estadounidenses para que produjeran una remake en 2011 (Silent House, dirigida por Chris Kentis y Laura Lau). No dormirás es otra incursión decidida en el terreno del terror psicológico, aunque el resultado es irregular. Queda claro que Hernández domina el arte de la puesta en escena. En principio, consigue dos actuaciones potentes. Experimentada en este tipo de cine, la española Belén Rueda se mueve con soltura en su rol de manipuladora perversa. Y Eva de Dominici (actriz argentina que ya había hecho un buen trabajo en Sangre en la boca como compañera de Leonardo Sbaraglia) está a la altura de las circunstancias, asumiendo con mucha convicción el rol de joven actriz que se entrega con candidez y profesionalismo a las perturbadoras exigencias de una exótica obra teatral cargada de malicia y fantasmas de un pasado inquietante. Hernández también aprovecha muy bien el talento de Bill Nieto para acentuar el clima ominoso de la historia con un notable trabajo de fotografía. Menos convincentes, en cambio, son las vueltas de tuerca de un guion demasiado intrincado y en el fondo un poco vacío.
Maldición lúdica e intrigante 27, El club de los malditos consolida su estilo con un film ágil, intrigante y cargado de melancolía que cruza con sagacidad el policial, la ciencia ficción y la comedia. La historia retoma la mitología construida en torno del nutrido grupo de músicos populares fallecidos a esa edad por problemas con las adicciones (Robert Johnson, Amy Winehouse, Jimi Hendrix, Brian Jones, Janis Joplin, Sid Vicious y Kurt Cobain) para transformarla en el punto de partida de un relato conspirativo que involucra a un feroz comando paramilitar, un grotesco policía justiciero, masoquista, fanático de Racing y bebedor de jugo de naranja en polvo mezclado con alcohol fino (lo mismo que, se dice, tomó Ricky Espinosa, el líder de la banda punk Flema, antes de su trágica muerte en 2002), y una joven que es testigo involuntaria de un violento crimen. Diego Capusotto, Daniel Aráoz y Sofía Gala, los nombres fuertes del elenco, lucen a gusto en esa trama lúdica y atrapante que también incluye alusiones a la astrología.
Insinuaciones amorosas y angustias existenciales Este año, Hong Sang-soo dirigió tres largometrajes. Dos de ellos -La caméra de Claire y El día después, que se estrena ahora en la Argentina- fueron exhibidos en la última edición del Festival de Cannes, una plaza acostumbrada para este coreano que suele filmar con presupuestos módicos y multiplicarse en diferentes tareas: guión, dirección, producción, música. Se suele decir que las películas de este autor tan prolífico (unos veinte largos en otros tantos años de carrera) se parecen entre sí, y es indudablemente cierto. Por lo general hay en el centro de la escena un hombre que detenta alguna clase de poder (un crítico y editor prestigioso, en este caso) que se encuentra frente a una encrucijada amorosa. Esta vez, el protagonista es Song Haejoo, un seductor empedernido y no muy dispuesto a hacerse cargo de las consecuencias de sus aventuras. Está casado, pero tiene una amante que trabaja con él en una oficina atestada de libros y papeles. Su mujer, una dama elegante y temperamental, lo intuye. La amante decide entonces dejar el trabajo y es reemplazada por una jovencita cándida y atractiva que también despierta el deseo de su flamante jefe. A partir de ahí ocurre lo habitual en las películas de este director: una serie de conversaciones en almuerzos y cenas regados de alcohol que cruzan insinuaciones amorosas, angustias existenciales y confesiones incómodas. El trabajo de puesta en escena de Hong Sang-soo siempre es riguroso: pocos movimientos de cámara, utilización del zoom como recurso sugerente e incisivo, apariciones espaciadas pero relevantes de pasajes musicales que aquí acentúan el tono melancólico del relato (también apoyado por la fotografía en blanco y negro, y el mustio entorno de un invierno crudo) y un registro de actuación intenso, pero para nada exacerbado. Lo que dinamiza la narración en esta oportunidad son los juegos con la temporalidad, que permiten observar las constantes en el indolente comportamiento de un protagonista egocéntrico, casi siempre deprimido y señalado como posible alter ego del director, enredado últimamente en un melodrama intenso y muy publicitado por la prensa de su país con una de sus actrices fetiche, Kim Min-hee, veinte años menor que él y de muy buen trabajo en este film. Eficaz y atildado, el cine del realizador coreano tiene referentes decenas de veces señalados, de estirpe puramente francesa -Eric Rohmer, Philippe Garrel-, pero también una identidad propia, elaborada minuciosamente durante dos décadas en las que pulió un estilo que ya se vuelve inconfundible.
Pescadores: poca sutileza en una historia de perdedores Filmada íntegramente en el pintoresco paisaje de la Isla Maciel, esta película de bajo presupuesto no apuesta por la sutileza. Los personajes de la historia son deliberadamente grotescos y las situaciones que protagonizan remiten a la comedia televisiva menos elaborada. La trama gira alrededor de un engaño en el que cae inocentemente un sufrido empleado de seguridad privada (Daniel Valenzuela). Los victimarios no tienen una vida más acomodada ni glamorosa que él, pero buscan aprovecharse de los "pescados", aquellos que, como la película explicita, andan desprevenidos y con la boca abierta, listos para morder el anzuelo. La historia desemboca en un delito de poca monta y un final de redención.
Luna: Una fábula Siciliana, una tragedia vuelta relato poético Cuando fue secuestrado por la mafia siciliana, Giuseppe Di Matteo tenía apenas 12 años. Corría 1993 y la sociedad italiana recibía esa impactante noticia que veinticuatro años más tarde retomarían, para llevarla al cine, Fabio Grassadonia y Antonio Piazza, los mismos de la celebrada Salvo (2013), otra historia de mafiosos, pero más seca y terrenal que Luna: Una fábula siciliana, exhibida y elogiada en la Semana de la Crítica de la última edición del Festival de Cannes y en el reciente Festival de Mar del Plata. El desenlace real de aquel secuestro tuvo tintes macabros, pero el foco de la película no está puesto estrictamente ahí. Con pericia y mucha imaginación, los directores apuestan en su relectura por la cruza del thriller con la historia de un romance adolescente de aliento shakespeariano y la fantasía gótica. A medida que el relato avanza, la conexión sobrenatural entre los dos jóvenes protagonistas se hace más patente, una deriva que enriquece el notable trabajo de fotografía y de sonido. Sugestivo, sombrío, melancólico y recargado de simbolismos, este film atípico plantea más interrogantes que certezas y se interna en los paisajes de la fábula y los cuentos de hadas de los hermanos Grimm. Transforma una realidad tortuosa e inapelable en una poética epopeya contra la violencia, el silencio y la complicidad abordada con la coraza indestructible del amor.
Los sentidos: un pueblo que sueña con Julio Verne Olacapato es una localidad muy pequeña de la provincia de Salta. Tiene apenas un caserío de adobe, una capilla y una escuela. Desde la interrupción del servicio del Ferrocarril General Belgrano en la década del 90, sus chances de comunicación se han restringido. Este documental de Marcelo Burd pone el foco en la actividad de una pareja de maestros que lleva adelante, en ese contexto tan singular, un tesonero proyecto educativo que incide decisivamente en la vida de esa minúscula comunidad. En la escuelita, ubicada muy cerca de una zona de intensa explotación minera, se producen programas de radio y cortometrajes, se habla de Isaac Newton y de Julio Verne.
Un pueblo hecho canción: una historia con la música en las calles En 2014, el cantautor Ramón Navarro cumplió 80 años. Las autoridades de Chuquis, localidad del norte de La Rioja donde nació idearon entonces un regalo muy especial: las calles del pueblo llevarían, de ahí en más, los nombres de sus canciones. Ese fue el puntapié inicial de este documental, que reúne testimonios que reconstruyen la vasta trayectoria de un artista popular que fue parte de Los cantores de Quilla Huasi, grabó como voz solista la celebrada obra Los caudillos, de Ariel Ramírez y Félix Luna, y hoy es valorado como influencia por figuras del folklore actual. No todo es música en film que incluye alusiones a la convulsionada historia riojana marcada por la huella indeleble de personajes como Facundo Quiroga y el Chacho Peñaloza.