DiCaprio y Brad Pitt se sacan chispas, bajo el sello de Tarantino La novena película del director es un magistral retrato sobre el precio de la fama y el fin del "Flower Power" Los Ángeles, 1969. Un año marcado por la guerra fría, Richard Nixon, el movimiento hippie, Woodstock, la llegada del hombre a la luna y la sangrienta irrupción de Charles Manson y su secta. En este contexto, Rick Dalton (Leonardo DiCaprio), un actor de series de cowboys venido a menos, junto a Cliff Booth (Brad Pitt), su doble de riesgo y mejor amigo intentan conseguir un lugar en una industria que está mutando. En este camino cruzarán destinos con Sharon Tate (Margot Robbie), una cara fresca de Hollywood, esposa del director del momento Roman Polanski y futura víctima del clan Manson. Quentin Tarantino apela a todo su bagaje cinéfilo e intelectual para rendir con este largometraje un sentido homenaje al cine y la televisión que lo formó como artista. Con una dirección de arte inundada de neones y una recreación de época prodigiosa, el filme luce como si hubiera sido rodado a fines de los sesenta. El vestuario, los automóviles, las calles, los grandes estudios, las salas de cine y también la radio (que se escucha como parte de una lograda banda de sonido) ayudan a la experiencia cinematográfica en la que el espectador vivirá un efectivo viaje en el tiempo. Brad Pitt y Leonardo DiCaprio Brad Pitt y Leonardo DiCaprio Los diálogos (una de las especialidades de Tarantino) suenan creíbles aunque sean parte de la escena más delirante. Leonardo DiCaprio es el protagonista absoluto de la historia. Su personaje es quien debe vivir "el ocaso de una estrella" a lo largo del metraje, para mostrar su evolución, el director se toma su tiempo y lo hace con convicción. Pero Brad Pitt es la columna vertebral del libreto, es quien sirve de guía para comprender el nuevo mundo que allí se está gestando. Margot Robbie es la inocencia a punto de ser corrompida. Su trabajo en el filme es mágico. Con muy poco diálogo, logra cautivar y empatizar. Quienes conocemos el sangriento final de tan joven y bella persona no podemos dejar de sentir un nudo en la garganta al verla protagonizar algunas de las secuencias más conmovedoras del largometraje. Pese a lo que se podría esperar, Charles Manson tiene muy poca participación en la cinta, apenas una secuencia. Pero su presencia se percibe, se huele, a lo largo de los 200 minutos de duración. El mal que representa sobrevuela las calles de Los Ángeles, el infame rancho Spahn y la mansión de Cielo Drive. Además de los homenajes, las referencias y guiños, Tarantino se reserva su propia reinvención de la historia verídica, en un clímax que puede causar controversia, pero que no dejará a nadie indiferente. Había una vez… en Hollywood es un tipo de cine cada vez más difícil de encontrar en las carteleras. Una película que no está pensada para millenials ni zombies consumidores de franquicias. Un deleite para los que amamos el género, las series B, la cultura pop y los clásicos. Larga vida a Tarantino.
Una aventura en tiempos del corralito El nuevo film de Sebastián Borensztein fusiona varios géneros para contar una historia de tono quijotesco Corre el 2001. En una zona rural de la Provincia de Buenos Aires un grupo de vecinos se reúne para armar una cooperativa y reactivar la economía local. Pero la implementación del infame corralito no solo les complica el proyecto, sino que además los transforma en víctimas de la estafa de un abogado inescrupuloso. Sin abandonar las esperanzas, esta banda de perdedores planifica recuperar el dinero y sobre todo, la dignidad. A primera vista, la película funciona como una exponente del costumbrismo argentino, con personajes estereotipados lanzándose diálogos mordaces y ocurrentes. Pero a medida que avanza el metraje, descubrimos que la trama transita por géneros tan disímiles como el thriller, el drama, la comedia y sobre todo el western. Play El tráiler de "La odisea de los giles" Sebastián Borensztein ya había incursionado en la estética rural con Koblic, su anterior film. Aquí vuelve a apelar a los encuadres panorámicos, las secuencias en parajes campestres y las tomas elevadas sobre caminos de tierra. Además, deja de lado la solemnidad de su último largometraje para volver al humor de Un cuento chino y La suerte está echada. Lo hace respaldado por la novela original de Eduardo Sacheri que sabe muy bien describir la argentinidad en todas sus personificaciones. El elenco reunido para La odisea… es lo más cercano a un "equipo de los sueños" actoral al que se puede aspirar en nuestra cinematografía, encabezado por Ricardo Darín, en una composición alejada de sus últimos trabajos apostando por un tono agridulce que pasea por varios estados de ánimos y secundado; Luis Brandoni quien luce todo su oficio; Daniel Áraoz, siempre creíble; Carlos Belloso, que apela a un personaje que conoce a la perfección; el Chino Darín que aporta frescura; la gran Rita Cortese que logra una performance de mucho carácter; y Veronica Llinás, en un papel que es pura empatía. La película es de Sebastián Borensztein La película es de Sebastián Borensztein El villano de la historia quizás por cuestiones de coproducción recae en el colombiano Andrés Parra, quien parece desubicado en la trama, con un acento a medio camino entre el centroamericano y el argento, es un personaje desdibujado que nunca puede despegarse de la caricatura. Técnicamente la película luce impecable, con una fotografía de tonos cálidos que aprovecha la luz solar y los tonos campestres. Visualmente sin dudas es un deleite. Con una buena descripción de cada uno de los personajes de esta aventura coral, el visionado de La odisea de los giles deja en el espectador una buena sensación. No se trata de un guion sobre la crisis del 2001, sino de una reivindicación de la solidaridad en un contexto épico. Un film de tono autorreferencial que nos permite mirarnos en un espejo y descubrir que detrás de cada uno de nosotros puede haber un gil pero también una buena persona. La argentinidad al palo.
El primer spin-off de la saga mantiene el espíritu de la franquicia original Dwayne Johnson y Jason Statham protagonizan este filme que presenta dos horas de adrenalina fílmica a toda marcha En esta película surgida del universo Rápidos y furiosos encontramos a Luke Hobbs (Dwayne Johnson), el implacable y musculoso policía de origen samoano que debe formar equipo con Deckard Shaw (Jason Statham), el solitario mercenario al que conocimos en la séptima parte de la serie. A pesar de que no tienen nada en común y que desconfían el uno del otro, no tendrán más remedio que trabajar juntos para salvar a la humanidad de un virus mortal. Para eso deberán hacer frente a una siniestra organización y a su brazo armado comandado Brixton, un súper soldado compuesto por Idris Elba. A medida que las secuelas de la saga Fast & Furious fueron llegando a la pantalla grande, la estética y los argumentos de las películas mutaron, pasando de las clásicas historias de acción con autos veloces y música de reggaetón a megaproducciones con elementos de fantasía y personajes indestructibles. Play El tráiler de la película Sin el acartonamiento de Vin Diesel, ni los lugares comunes del cast habitual, este desprendimiento gana en intensidad y frescura gracias a la química y a la pericia física y gestual del dúo protagonista. Johnson y Statham apelan a la parodia de sus propios personajes como "héroes de acción", y no temen ni al ridículo, ni al humor físico, ni al verbal. Juntos se complementan, son los opuestos que se atraen y por momentos funcionan como una versión lisérgica y con anabólicos de Stan & Laurie. Por supuesto, el enorme presupuesto con que cuenta esta producción se luce en la pantalla panorámica, con secuencias de acción de gran intensidad que se desarrollan por igual tanto en las calles de Londres, como en la fría Rusia o la exótica Samoa. Hay persecuciones de todo tipo y color, peleas cuerpo a cuerpo con extravagantes coreografías, armas sofisticadas, chistes gratuitos, frases edulcoradas, y hasta un mensaje de "unidad familiar" y la importancia de las raíces. Con un cóctel tan variado, el resultado podría ser catastrófico, pero cuando detrás de cámaras hay un realizador como David Leitch, quien ya ha demostrado con Deadpool 2 que se puede hacer humor negro, sin dejar de lado la espectacularidad, el entretenimiento está asegurado. Visualmente la película tiene varios momentos muy logrados, por ejemplo, al inicio, en la presentación de los personajes principales se los diferencia con una luz más cálida o más fría según el estilo de cada uno de ellos. También en la escena del clímax hay un buen manejo de la cámara lenta, la subjetiva y el agua de la lluvia para generar un tono más dramático. La musicalización acompaña el montaje fusionándose con balas y explosiones para conformar un diseño de sonido que recuerda a los modernos videojuegos. Está claro que para disfrutar de este metraje, como del resto de la serie, hay que desprenderse de los prejuicios y la búsqueda de realismo, entrar en el código y pensar la acción como si fuera parte de un cómic. Como entreteniendo pochoclero, Hobbs & Shaw cumple con lo que promete, dos horas de adrenalina fílmica a toda marcha.
Un cóctel de adrenalina fílmica no apta para impresionables El filme funciona entre el cine catástrofe y elementos del género de horror Una mujer, experta nadadora, queda atrapada en un sótano de la Florida tras intentar salvar a su padre de las consecuencias de un huracán de categoría cinco. Además del agua, los vientos y las inclemencias meteorológicas, ambos deberán enfrentar a una horda de cocodrilos que han escapado y ahora merodean el lugar en busca de alimento. Esta entretenida aventura clase B, es dirigida por el francés Alexandre Aja, responsable de interesantes filmes de terror como Alta tensión o la nueva versión de Las colinas tienen ojos. El cineasta galo despliega toda su pericia para generar momentos de frenético suspenso, valiéndose de una puesta claustrofóbica y manejando la cámara subjetiva para transmitir la escalofriante presencia de los depredadores. Sin caer en la demencia de sagas como Sharkneado, el filme tiene por momentos un toque paródico inevitable, condimentado también por cierto humor negro que ayuda a descomprimir las escenas más opresivas. Hay gore, aunque no en demasía, teniendo en cuenta los antecedentes fílmicos del realizador. De todas maneras, los noventa minutos de filme contienen desmembramientos, cadáveres masticados y miembros amputados haciendo que el metraje no sea apto para espectadores de estómagos débiles. En los apartados interpretativos tenemos buenas actuaciones de Kaya Scodelario, quien realiza una performance sumamente física y de Barry Pepper, a quien los guionistas le han reservado los momentos más intensos. A pesar de que elenco es más extenso, esta pareja sin dudas carga con el peso dramático de la historia, y lo hace de manera correcta. En los rubros técnicos, más allá de los gigantes caimanes, generados digitalmente, que lucen creíbles y aterradores, la utilización de una fotografía que aprovecha las sombras, y los claroscuros, es ideal para que los sustos/sobresaltos que abundan en la segunda mitad del largometraje, sean efectivos. Sin ser una maravilla fílmica, ni ocupar un lugar trascendental en la historia del séptimo arte, Infierno en la tormenta funciona como una atracción de feria que asusta y divierte, apelando a los terrores primarios y manteniendo al espectador al filo de la butaca esperando que se cumpla aquel viejo refrán que rezaba que "Cocodrilo que se duerme, es cartera".
"El Rey León" volvió a los cines con una versión de un realismo nunca antes visto Hasta hace algunas décadas el estudio Disney tenía la costumbre de reestrenar sus clásicos animados cada siete años. Lo hacía, porque el viejo Walt tenía la certeza de que ese era el tiempo justo en el que cambiaban las generaciones de espectadores, y que cada nuevo público merecía disfrutar de esas historias en pantalla grande y de paso se volvía a facturar con una producción amortizada. Cuando en este siglo el formato 3D cobró nueva vida, el estudio del ratón dejó de lanzar en las salas sus títulos emblemáticos, y en cambio decidió programar versiones tridimensionales para que niños y grandes pudieran vivir la experiencia inmersa de esas historias, y como no, volver a facturar. Play El tráiler de "El Rey León" Pero desde hace algunos años, y dado que el público se ha acostumbrado a experiencias fílmicas extremas, realistas y en alta definición, Disney comenzó a realizar remakes live-action (filmes con actores) de sus joyas animadas. Así asistimos al estreno de nuevas versiones de La Cenicienta, Dumbo, La Bella y La bestia, Aladdin y ahora… El Rey León. La historia traumática y shakesperiana de Simba siendo testigo de la muerte de su padre Mufasa a manos/garras de Skar, cobra nueva vida gracias a las últimas tecnologías de motion-capture, con un realismo nunca antes visto. Jon Favreau responsable de las aventura de Mowgli en El Libro de la selva, vuelve a adentrarse en el mundo animal, en este caso en la sabana africana, para maravillarnos con secuencias reconocibles y canciones clásicas que han perdurado en la cultura popular. El Rey León es dirigida por Jon Favreau (Disney Enterprises, Inc. All Rights Reserved) El Rey León es dirigida por Jon Favreau (Disney Enterprises, Inc. All Rights Reserved) Más allá del prodigio técnico del filme, el arma más poderosa con que cuenta el metraje es apelar a la memoria emotiva de los espectadores que revivirán las sensaciones de un filme que marcó a toda una generación en los noventa. Claro que, así como es de vistosa y grandilocuente, esta versión de acción en vivo no logra movilizar como la original. Los personajes animados tradicionalmente eran más empáticos que estos homónimos realistas. Las voces calzaban mejor en aquellos animalitos dibujados en acetato que los nuevos, diseñados en una computadora. Por eso quienes vivieron la época dorada de la animación tradicional pueden llegar a sentir un poco lejana y fría esta aventura. En cambio, quienes descubran la trama por primera vez, seguramente disfrutarán más libremente y con sorpresa los giros argumentales, los números musicales y las escenas lacrimógenas. Una recomendación, que no es menor, si pueden elegir ver la versión en idioma original subtitulada, podrán deleitarse con la inconfundible voz de James Earl Jones, el Mufasa original, (y también la voz de Darth Vader), cuya resonancia, cuerpo, personalidad y tono perdura aun cuando las luces de la sala ya se han encendido. Si hay algo que queda claro después de ver El Rey León, es que, el fotorrealismo de la película augura un antes y un después en el cine de animación, y que ya nada parece imposible de filmar… así que a disfrutar, sonreír y "Hakuna Matata".
El regreso de Chucky Treinta años después del estreno de la película original, llega esta remake moderna que brinda una divertida vuelta de tuerca a la historia del muñeco asesino En esta época, plagada de secuelas, nuevas versiones y subproductos de clásicos cinematográficos, resulta una bocanada de aire fresco encontrarse con este original reinicio de la saga Child´s Play. No era tarea fácil tomar un personaje y una mitología tan bastardeada como la de Chucky y hacer un nuevo filme con ideas que funcionen. Sin embargo, esta remake se aleja de los orígenes del personaje, toma nuevas líneas argumentales y no abusa de los chistes chabacanos ni las secuencias bizarras. Por esto, el producto final firmado por el realizador Lars Klevberg supera en calidad a las últimas secuelas de la serie. Acorde a las nuevas tecnologías y considerando una audiencia de espectadores jóvenes, el comportamiento asesino de Chucky ya no se justifica con ningún ritual vudú, ni la posesión por parte de un serial killer. Aquí es un empleado despechado que en una fábrica vietnamita en donde se ensambla el muñeco, le apaga el protocolo de seguridad, generando en el adorable juguete una voraz predilección por el sadismo. Una madre sobreprotectora le regala un muñeco Chucky a su hijo Andy (sí, el mismo nombre que el niño de Toy Story, y no es la única referencia presente en el metraje). La relación entre el muñeco y el niño, que tiene problemas de audición, comienza siendo ideal. El juguete posee una especie de inteligencia artificial, por lo que tiene emociones, sentimientos y aprende a moverse y comportarse en base a estímulos. Pero un descuido y cierta desidia de Andy para con el muñeco, hará que luego de ser abandonado, este regrese al hogar con aires de venganza. Técnicamente impecable, la película hace gala de la animación digital para darle vida al pelirrojo muñecote, logrando toda clase de gestualidad, un rostro que adrede luce muy artificial, pero que a la vez es sumamente inquietante. Hay sarcasmo, humor del negro, con diálogos y acciones retorcidas, pero el filme nunca abandona el camino del horror, género en el que nació la franquicia y por el que transita en gran parte del metraje. La puesta de cámaras dinámica funciona, incluso cuando desde la mirada subjetiva nos ponemos en el lugar de Chucky. Las actuaciones son más que correctas, Audrey Plaza como la madre devota y Gabriel Bateman como el niño que debe lidiar con el peor de los terrores, cumplen con creces. Párrafo aparte para Mark Hamill, quien toma la posta de Brad Dourif para darle voz a Chucky en una interpretación con personalidad que logra ser espeluznante. Hay varias muertes muy bien elaboradas y un último acto en donde abundan la sangre y ciertos toques truculentos, que harán las delicias de los amantes del gore. Queda claro que esta nueva versión de la saga tendrá más capítulos. Chucky ha vuelto a la vida y por lo visto planea seguir siendo "tu enemigo fiel".
Una muñeca brava La tercera entrega de la saga de horror se desarrolla en el hogar de "Los Warren", los cazadores de fantasmas que inspiraron este universo La muñeca maldita más famosa del cine de terror, Annabelle, está de regreso en un nuevo capítulo de la serie de filmes iniciados con El conjuro. La terrorífica figura de rostro espeluznante, pelos rojizos y vestido mortuorio había hecho su presentación en sociedad en el prólogo de aquella primera cinta dirigida por James Wan. El impacto de Annabelle en la audiencia fue tan grande, y su supuesta historia real tan aterradora, que rápidamente se ganó su película en solitario. Tras descubrir su origen y ver a los primeros dueños de la muñeca, en esta tercera parte finalmente muestra cómo el matrimonio de parapsicólogos Ed y Lorraine Warren llevan el demoníaco juguete a su casa para guardarlo en una caja de cristal cerrada con llaves. Pero, cuando Judy, hija de los Warren, su niñera y una amiga se quedan solas en dicha vivienda, deberán hacer frente a las distintas entidades que se esconden en el sótano, espectros y seres oscuros que buscan escapar y poseer nuevos cuerpos. Sin dudas, uno de los ganchos más interesantes y atractivos que tiene esta secuela, es la presencia de Vera Farmiga y Patrick Wilson, los carismáticos actores que dan vida a Ed y Lorraine. Aunque el tiempo en pantalla de la pareja es breve, sus secuencias son intensas y creíbles. No menos gratificante es la performance de la niña McKenna Grace (un talento a tener en cuenta) en la piel de Judy Warren que debe hacer frente a muchos momentos de oscuridad y sustos. Su veta dramática le permite transitar con verosimilitud los 100 minutos de metraje bien acompañada por las adolescentes Madison Iseman y Katie Sarife. Al convertir la vivienda de los Warren en el escenario principal de la trama, el director y guionista Gary Dauberman puede jugar con varios artefactos y personajes que conforman el inventario de los Warren. Así, Annabelle se suma a una troupe de espíritus malignos que pululan a lo largo de las escenas, en una estructura argumental muy elemental, casi de fórmula, en la que la sucesión de sobresaltos se van encadenando hasta llegar al climax final. La excelente ambientación y dirección de arte permite que los espectadores disfruten de un mobiliario, vestuario y música que los traslada hasta los años setenta, una década que le sienta muy bien al género. Pese a no tener la solidez de las dos partes de El conjuro, Annabelle 3: viene a casa, logra ser más divertida que sus anteriores entregas, generando la sensación de estar subido a un "tren fantasma" en donde cada rincón, cada esquina oscura, cada pasillo, esconde una aterradora sorpresa. Sin pretensiones, honesta en su espíritu clase B, es una película que no pasará a la historia como una gran exponente de su género, pero que funciona muy bien para pasar el rato, generar risas nerviosas, saltar en la butaca y mirar con desconfianza a las muñecas que impávidas y con gélidas miradas, nos observan desde alguna repisa de nuestro hogar.
La magia sigue presente La cuarta entrega de la saga de Pixar se vale de una inteligente vuelta de tuerca para darle continuidad a las aventuras de los juguetes más queridos del cine En la historia de Toy Story 4, Woody, Buzz Lightyear y el resto los personajes se disponen a hacer un viaje familiar por carretera con Bonnie y sus padres. Pero cuando aparece Forky, una manualidad escolar convertida en juguete, empiezan los problemas. Forky, que es un tenedor descartable, no se siente como un juguete, y por eso Woody quiere ayudarle a descubrir su real importancia para la niña. Todo se complica cuando el cowboy y sus amigos terminan perdidos en una tienda de antigüedades, lugar en el que deberán hacer frente a Gaby Gaby, una muñeca de plástico secundada por un grupo de siniestras marionetas. Tras un cierre lacrimógeno y redondo con Toy Story 3, la llegada de una nueva secuela generaba desconfianza. Para qué arriesgarse a expandir una historia que había logrado su clímax en un capítulo ideal que conformaba una trilogía animada perfecta. Sin embargo, el realizador Josh Cooley se animó y pergeñó junto a los guionistas y productores de Pixar una nueva película que puede leerse como epilogo, un metraje plagado de humor, aventuras, suspenso y claro, nuevos momentos emotivos. Play El tráiler de la película "Toy Story 4" Sin la figura de Andy, la pequeñita Bonnie ha logrado suplantar el factor humano del filme con carisma, inocencia y un toque naif irresistible y encantador. Los juguetes clásicos siguen funcionando, ahora con un lifting visual gentileza de las nuevas tecnologías de animación que hacen que brillen más, que los colores resulten más estridentes y las texturas más palpables. El guión es inteligente y tiene un clásico desarrollo de género, con momentos de acción, intriga y sin ningún bache, intensidad pura a lo largo de los cien minutos de duración. Los diálogos, los chistes tanto físicos como verbales siguen siendo uno de los puntos fuertes (sobre todo si se escuchan en el idioma original), donde actores como Tom Hanks, Keanu Reeves y Tim Allen aportan tonos, ductilidad e histrionismo que el doblaje no permite. Pero sin dudas, el gran acierto de esta secuela se da en la construcción de efectivos personajes secundarios, sin contar a Forky irresistible juguete de tendencias suicidas que es protagonista fundamental: Ducky y Bunny, dos peluches salidos de un puesto de feria que son responsables del humor más corrosivo y sarcástico del filme; Duke Caboom, un doble de riesgo un tanto miedoso e imprevisible; Gaby Gaby, la villana surgida de los años cincuenta; y los siniestros muñecos de ventrílocuos conforman el variopinto y logrado grupo de nuevos juguetes que expanden el universo de Toy Story. Sin dudas este filme vale la pena, aúna generaciones de espectadores combinando homenajes y guiños con nuevos caminos argumentales. Ante tan bella y divertida película, una quinta entrega, ya no parece ni tan lejana, ni tan mala idea. Woody y compañía, siguen siendo, nuestros amigos fieles…
Un inteligente thriller de supervivencia Un filme de gran belleza visual sobre un hombre tratando de escapar de la zona más inhóspita del planeta Tierra El Ártico es un paraje helado y hostil donde la temperatura puede bajar hasta -70°C. Allí, Overgård (Mads Mikkelsen) lucha por sobrevivir, refugiándose en los restos de un avión estrellado. En un año ha aprendido a luchar contra el frío y las tormentas, a esconderse de los depredadores como los osos polares y a pescar su comida. Pero un evento inesperado obligará al hombre a emprender una larga y peligrosa expedición para ser rescatado. La historia del séptimo arte está plagada de ejemplos de náufragos, astronautas, pilotos y soldados varados en lugares desérticos, de este y otros mundos, luchando por no morir y escapar de la trampa que erige la madre naturaleza. Play El tráiler de "El Ártico" A la hora de encarar un proyecto dentro de este subgénero, el hombre apelando a su ingenio, al instinto por vivir, fácilmente se podría caer en un lugar común, en un historia ya contada. Sin embargo en este caso estamos ante un inteligente y apabullante thriller de supervivencia, la ópera prima del youtuber brasileño Joe Penna. Un filme que entre sus muchas virtudes tiene un protagonista efectivo, carismático y versátil como Mads Mikkelssen (el Hannibal Lecter de la TV). El paisaje blanco y gélido es un marco perfecto para el lucimiento del intérprete danés, una composición gestual, en la que casi no existen las palabras, una verdadera lección actoral. Sin el glamour ni la estilización de los productos de Hollywood, el filme funciona como una vuelta de tuerca al mito de Robinson Crusoe, con un poco más de intensidad y una lucha contrarreloj que la novela de Daniel Defoe no tiene. La línea argumental, bastante básica y clásica, no abusa de los artificios, ni de las vueltas de tuercas rebuscadas, todo es factible, casi documental, otro acierto para lograr un aspecto de realismo extremo. El Ártico es una experiencia fílmica que apabulla, un relato intimista en un contexto inmenso, 97 minutos que logran cautivar. Un espectáculo para ver en pantalla grande que hará vibrar y temblar al espectador tanto como la peor tormenta de nieve.
Un poderoso cóctel de adrenalina y sangre La tercera entrega de la saga de acción redobla la apuesta de sus antecesoras. Anjelica Huston, Ian McShane, Laurence Fishburne y Halle Berry integran el elenco de la película Primero tuvo que vengar la muerte de su perra y el robo de su auto. Luego tuvo que enfrentarse a la camorra italiana. Ahora el implacable John Wick tiene que escapar de un sinnúmero de sicarios que quieren eliminarlo. Sin la protección del sindicato internacional al que pertenecía, el hombre deberá valerse de todas sus virtudes físicas para evitar caer bajo las balas de los distintos caza-recompensas que le siguen sus pasos. Es interesante lo que ha ocurrido con esta saga. Nacida con un filme independiente de bajo presupuesto como puntapié inicial, fue creciendo en popularidad gracias al boca en boca, generando una secuela de mayor presupuesto que triunfó en taquilla y que terminó derivando en esta tercera entrega, que pese a contar con más recursos, no ha perdido su espíritu de "clase B". Play Tráiler de la película "John Wick 3: Parabellum" Las tramas principales de la trilogía son sencillas, casi una excusa para generar un espectáculo muy bien compuesto de luz, coreografías de acción y virtuosismo visual. Pero esto no significa que el guion no tenga solidez, por el contrario, en su sencillez se encuentra la base para que todo el andamiaje artístico funcione. Y es que John Wick nunca intenta ser pretenciosa, por el contrario cumple con su premisa a rajatabla: entretener sin culpas. Chad Stahelski, el hombre detrás del mito, vuelve a valerse de su pericia a la hora de rodar escenas de acción y combate cuerpo a cuerpo (muchos de ellos filmados en planos secuencia, a puro realismo) para regalarnos un verdadero festín del género, con actores y stunts sólidos y bien entrenados acompañando a la figura principal. Un montaje frenético al ritmo de la banda de sonido exacta es una guía por este viaje de dos horas de metraje que nunca decae. De esta manera, supera a su predecesora, que presentaba algunos baches argumentales que la hacían más despareja. Los litros de sangre que inundan la pantalla, los casquillos de balas que vuelan por los aires y los filosos enfrentamientos con cuchillos (verdadero plato fuerte de esta secuela) no serían nada si no tuvieran como figura principal a Keanu Reeves, un intérprete con muchos matices, creíble, empático y dotado de una gran destreza física, el indicado para un papel digno del más violento videojuego. Y si el protagonista de Matrix encontró el personaje de su vida en esta franquicia, quienes lo secundan, lo hacen con igual pasión. Es un verdadero lujo para el género enfrentarse a un cast tan atractivo como el que conforman Anjelica Huston, Ian McShane, Laurence Fishburne y Halle Berry. John Wick es sin dudas un emblema, la corporización de un héroe de los ochenta agiornado para el disfrute de las nuevas generaciones de espectadores. Tan mortífero como irresistible. El último personaje de culto.