Un filme de terror con algunas buenas ideas El largometraje, que hereda la tradición de clásicos como "La Profecía", tiene a un niño demoníaco como protagonista y muestra la lucha de una madre incrédula que debe enfrentar el peor de los horrores Sarah (Taylor Schilling) es una mamá amorosa, que haría cualquier cosa por proteger a su pequeño niño, Miles. Pero cuando este comienza a comportarse de manera perturbadora, la progenitora deberá optar entre lo que le dicta su instinto maternal y la necesidad de poner fin al oscuro proceder del chico. Esta película dirigida por Nicholas McCarthy, un realizador con algunas antecedentes interesantes dentro del género como la muy original El pacto, es claramente una producción de bajo presupuesto, sin grandes nombres en su elenco, pero con algunos recursos visuales muy logrados a base de una efectiva utilización de la luz y sobre todo las sombras, combinación que genera todo tipo de imágenes expresionistas que agudizan el impacto. Sin llegar al nivel artístico ni la profundidad de otras exponentes modernas como Suspiria o El legado del diablo, este filme podría funcionar más bien como un espejo de Chucky, con un disparador similar a aquella película de culto, solo que el alma diabólica en cuestión se aloja en el cuerpo de un bebé en lugar de un inerte muñeco. Claro que así como la película de Tom Holland escondía bajo su festín gore una metáfora del poder de la publicidad en los espectadores más vulnerables; esta funciona como una parodia a los padres permisivos, aquellos que deciden dejar que sus hijos hagan lo que sea porque son chicos. El pequeño monstruo (gran trabajo de Jackson Robert Scott) juega algunas inquietantes escenas, momentos que dejarían al anticristo Demian con la boca abierta. De hecho, las secuencias más efectivas, justamente, son las que podríamos denominar como "políticamente incorrectas", aquellas en las que se pone de manifiesto que infancia no es sinónimo de inocencia o bondad. Allá donde la psicología infantil no funciona, el guion le abre la puerta a la explicación paranormal, para de esta manera buscar una justificación que termine de atar los cabos sueltos (que no son muchos ni muy impredecibles), pero que sirven para que la trama llegue a buen puerto. Aunque por momentos no puede dejar de caer en el cliché, el balance final la coloca sobre la media de las recurrentes historias de posesiones y entes diabólicos. Sin muchos sobresaltos, está claro que no quedará en la historia del cine, ni engrosara las listas de lo mejor del género, pero en épocas de pocas ideas frescas, Maligno logra paradójicamente un resultado benigno.
Un oscuro cuento de hadas Esta película sueca presenta una historia que fusiona el suspenso del thriller tradicional con la fantasía de las leyendas escandinavas Tina (Eva Melander) es una agente de aduanas portuaria, cuyo rostro presenta las secuelas de una anomalía genética y que posee la extraña habilidad de oler los sentimientos de la gente. Este olfato exquisito sumado a un desarrollado sexto sentido le permite identificar y detener a los contrabandistas y dealers. Pero al encontrarse cara a cara con Vore (Eero Milonoff), un hombre aparentemente sospechoso, sus habilidades se ponen a prueba por primera vez. Tina se verá obligada a lidiar con aterradores revelaciones sobre ella y la humanidad en general. Con un poco del clima y la atmósfera de Déjame entrar (aquella película en la que una niña no-muerta trababa una relación de amistad con su vecino), el realizador Ali Abbasi nos sumerge en una historia plagada de secuencias increíbles, un relato que surfea entre el fantástico y el drama de suspenso. La presencia de un personaje femenino potente como protagonista, también recuerda a la mencionada cinta de vampiros sueca que rápidamente se convirtió en objeto de culto. Aquí, la mujer en cuestión, no necesita saciar su sed de sangre, pero igual que aquella debe lidiar con un mundo que la rodea que parece excluirla, un mundo en el que parece difícil encontrar el amor. El metraje avanza revelando poco a poco distintos elementos que le darán coherencia al relato. El folclore de los Trolls, legendarios personajes de la cultura nórdica, tendrán vital importancia en un guion que nunca cae en lo bizarro, lo macabro ni lo paródico. Un argumento en el que conviven temas tan disímiles como la pedofilia, el tráfico de niños, gnomos malignos, duendes del bosque y el instinto animal puede parecer un delirio. Pero la realidad es que todo es transitado de manera tan seria y creíble por los intérpretes que nunca se pierde el tono naturalista del relato. El despertar sexual, la integración, la realidad de las minorías, son tres temas que están presentes a través de esta historia que funciona como metáfora sobre la realidad de aquellos que se sienten diferentes o excluidos (imposible no pensar en una auto referencia del director, un iraní que vive en Suecia). Hay además un trabajo visual, y sobre todo sonoro, de excelencia, lo que agudiza la experiencia fílmica, y permite que el espectador se sumerja en estas secuencias casi oníricas que componen el largometraje. Probablemente Border: Sentí algo hermoso, no sea la película más tradicional con la que uno pueda toparse, pero es osada e incluye escenas memorables (incluida una de corte sexual que difícilmente pueda asemejarse a cualquiera que se haya rodado antes en la historia del cine). El visionado de este largometraje augura una experiencia fílmica tan extravagante como perturbadora. Lisérgica y emocionante. Única.
La nueva película de Liam Neeson: una historia que atrapa al espectador El intérprete de "Búsqueda implacable" vuelve a calzarse el traje de "héroe de acción" para este entretenido thriller ambientado en un paisaje nevado e inhóspito La vida de Nels Coxman, un chófer que conduce una barredora quitanieves en un pequeño pueblo en Colorado, se ve alterada cuando se entera de que su hijo Kyle ha muerto en manos de unos sicarios que lo culpan de la desaparición de una cantidad considerable de droga. Dolido y con sed de venganza, el hombre acaba envuelto en una guerra contra los narcotraficantes responsables de la tragedia familiar. Liam Neeson se ha transformado en un experto en este tipo de historias, por enésima vez compone a un vengador que intenta hacer "justicia por mano propia", una especie de Charles Bronsson moderno, pero con más matices y ciertas dosis de humor negro. En esta oportunidad, el guión es mucho más lúdico y paródico. Play (Tráiler de Venganza) De hecho, a diferencia de Taken o Non-Stop, el personaje principal no es un ex agente con preparación profesional, por lo que irá perfeccionándose y volviéndose más mortal a medida que avanza la trama. Esto le permite a Neeson mostrar su parte histriónica, secuencias que además logran descomprimir una trama oscura y densa. Otra gran diferencia con las películas de acción de Neeson es que aquí no tiene una presencia en pantalla excesiva, por el contrario comparte el hilo argumental con varios personajes de lo más variopintos, por lo que no existe en el metraje ninguna sensación de saturación. Laura Dern, Emmy Rossum, Julia Jones, William Forsythe y Elysia Rotaru forman parte del reparto. El director Hans Petter Moland es el responsable de poner en funcionamiento esta remake de un largometraje propio de 2014, y lo hace respetando su trabajo fílmico original, pero pensando en un público pochoclero que necesita escenas de alto impacto y diálogos más explicativos. El resultado es un entretenimiento que atrapa al espectador y que sobresale de la media del género, con escenas muy logradas y una estética general que recuerda al mejor cine de los hermanos Coen. La nieve, un personaje más en Venganza, es lo único blanco y puro que verás a lo largo de casi dos horas de película. Vale la pena.
Magia, efectos y asombro Producida por James Cameron y dirigida por Robert Rodriguez llega a los cines la adaptación del famoso manga de Yukito Kishiro que mezcla acción real con personajes animados Ambientada en el siglo XXVI, la película presenta a Alita (Rosa Salazar), una cyborg semihumana que es rescatada en un vertedero de basura por el Doctor Dyson Ido (Christoph Waltz), un científico que la reconstruye y la adopta como su hija. A medida que pasa el tiempo, Alita descubre que posee unas habilidades de combate tan grandes como misteriosas, dones que le permitirán enfrentar a toda clase de villanos y conocer su verdadero origen. No hay dudas de que James Cameron le vio un gran potencial a la historia. Y Robert Rodriguez es un director que ama la acción, la fantasía y el género. Desde la mítica El Mariachi hasta sus producciones más bizarras como Del Crepúsculo al amanecer o Machete, el cineasta ha plasmado en la pantalla historias cargadas de personalidad y rebosantes de entretenimiento. Battle Angel: la última guerrera no es la excepción, es su filme más caro y grande, un despliegue visual impactante que no pierde jamás la impronta de su creador. La construcción del mundo en donde se desarrolla la trama, el arte de las máquinas que conviven con los humanos, los personajes cargados de humanidad, hacen del filme una verdadera joyita de la ciencia ficción moderna. Sin desprenderse del material gráfico original, el metraje fusiona la vieja escuela "Cameron" de espectacularidad fílmica con la imaginería propia del manga japonés. Rosa Salazar logra insuflarle vida a su Alita, tan carismática y empática como mortal cuando se lo propone. Pocas veces hemos visto en la pantalla a un cyborg con tanto corazón como el que presenta esta guerrera. La actriz, que previamente apareció en Maze Runner: Prueba de fuego (2015), reveló que pasó varios meses practicando artes marciales a fin de prepararse para las intensas escenas de batalla y que llegó al rodaje transformada. Las secuencias más extremas, en las que abundan los combates, las persecuciones y las peleas cuerpo a cuerpo son una inyección de adrenalina fílmica, una montaña rusa que hará que los espectadores se sientan en medio de estos paisajes de chatarra pos apocalíptica. Es una película/espectáculo con todos los condimentos necesarios para pasar dos horas mágicas en la oscuridad de la sala. Uno de esos filmes que al igual que Terminator o Avatar se transforman en clásicos instantáneos.
Llega una inquietante cinta de horror, remake de un clásico del maestro del género Darío Argento Susie Bannion (Dakota Johnson) es una joven bailarina americana que viaja a Berlín para cursar sus estudios de danza en una de las escuelas más prestigiosas del mundo. Allí, la directora artística Madame Blanc (Tilda Swinton) queda completamente fascinada por su talento. Pero, el mismo día en el que Susie ingresa en la escuela, una de las alumnas es asesinada. La joven bailarina comienza a sospechar que el instituto está implicado en el homicidio. Pronto, un terrorífico secreto saldrá a la luz. Luca Guadagnino, el director detrás de Llámame por tu nombre, es quien ha trasladado a la pantalla esta oscura, inquietante y efectiva remake de un clásico del giallo italiano. Respetando la obra original de Argento, pero alejándose de aquella para modernizar y dar su propia visión de esta historia, la Suspiria de Guadagnino es incómoda, asfixiante, perversa y sobre todo hipnótica. Mucho más larga que la película de 1977, esta versión está dividida en actos casi operísticos, tiene una narración lenta, que va preparando al espectador a un clímax inolvidable, plagado de imágenes de pesadilla, difíciles de olvidar. Obviamente, no es un trabajo que se pueda catalogar dentro del género de horror más convencional, por el contrario, es parte de una nueva camada de producciones fílmicas en las que la marca de autor es tan importante como la historia. Una película hermanada con títulos como El legado del diablo o La Bruja. Otra gran diferencia entre original y remake, es que esta última le da suma importancia al contexto histórico en el que se desarrolla la historia, armando un paralelo entre el horror que habita tras las paredes de la escuela, y el que visualizan a diario los habitantes de una Alemania dividida por el Muro. En ese marco, el mensaje político dice presente y sirve para adosar al elemento fantástico. La fotografía y la puesta componen elementos fundamentales para arrimar el espanto, sensaciones que se intuyen tras cada movimiento, cada rostro, cada elemento que el metraje nos permite descubrir. Suspiria no es fácil de ver, habrá quien la ame y quien la odie, pero está claro que no resultará indiferente para ningún espectador que se anime a sumergirse en sus fauces.
La película, basada en un hecho real, presenta un retrato descarnado de lo que la adición a las drogas puede generar en el seno de una familia "normal" Nic es un joven responsable, estudioso y criado con amor por sus padres. Pero su adicción a las sustancias, como la metanfetamina, lo está consumiendo. Su progenitor, David, se embarcará en un intenso viaje, plagado de dolor y obstáculos, para recuperar al adolescente. Beautiful Boy: siempre serás mi hijo tiene como base una historia verídica, y sienta sus pilares en las actuaciones del joven Timothee Chalamet, en una performance tan pasional como arriesgada; y Steve Carell, un actor que ya ha demostrado con creces que es mucho más que un comediante. Juntos, como padre e hijo en la ficción, consiguen traspasar la pantalla con momentos de hondo dramatismo y escenas que lograrán tocar las fibras más íntimas de los espectadores. Son sin dudas, lo mejor del filme. El director Felix Van Groeningen no se ahorra los golpes bajos para que el metraje funcione, sea efectista, y la trama de caídas/recaídas mantenga el interés durante los algo excesivos 120 minutos del filme. El largometraje está narrado desde la mirada adulta de aquellos que quieren comprender cómo un joven que lo tiene todo, puede sucumbir ante el flagelo de las drogas. En esa elección, por momentos, abundan los clichés, y los diálogos didácticos, al borde del manual de autoayuda, uno de los puntos más flojos del guión. Técnicamente cuenta con un gran trabajo de fotografía, algunos planos lucen casi pictóricos. Eso sí, la utilización de recursos, como el flashback, ralentizan y atentan contra el clima y la atmósfera del filme. En definitiva, salvando los lugares comunes y la corrección política, es una producción que al igual que su protagonista, cuando tropieza, vuelve a levantarse.
Vuelve, Rocky siempre vuelve Tras los acontecimientos de la primera parte, Adonis Creed se ha transformado en campeón mundial de los pesos pesados, la vida le sonríe y ha logrado escalar al lugar en el que brilló su padre. Pero, la aparición de un nuevo retador lo hará trastabillar. Víctor Drago, el hijo de Iván Drago, el boxeador que mató a Apollo Creed en el cuadrilátero lo ha retado. Con la ayuda y el consejo de Rocky Balboa, Adonis se dispone a enfrentar su pelea más peligrosa. Creed II: defendiendo el legado sigue acrecentando la franquicia ideada por Sylvester Stallone, que aquí vuelve a presentarse frágil, cansado, pero con el mismo carisma y personalidad que lo llevó a ser un héroe del boxeo. El filme luce moderno, con una puesta en escena que conduce al espectador al centro del ring, en medio de peleas brutales y sangrientas en las que cada golpe suena real y doloroso. Más allá de la realización, la película funciona como un ejercicio de nostalgia para aquellos que en los ochenta disfrutaron de Rocky IV, la entrega más popular de la serie, un filme ambientado en plena Guerra Fría que se convirtió en objeto de culto. Toparse con Stallone y Dolph Lundgren repitiendo sus míticos papeles resulta emocionante. Dos gigantes, dos íconos frente a frente que aún pueden combatir, aunque no usen puños, sino miradas y palabras. Obviamente, como ocurre con toda la saga, este filme no es solo sobre el boxeo, sino que versa sobre la culpa, la relación padres e hijos y por supuesto deriva en un camino de redención, que todos los involucrados, a su manera, deberán recorrer. Si las estrellas veteranas del filme se lucen, lo mismo hay que decir de Michael B. Jordan, que es puro corazón y garra, un actor con muchos matices con el que es fácil empatizar. Pasional, entretenida y sorprendente, parece un broche de oro para la historia del semental italiano, aunque nunca se sabe… por más que del rincón se arroje la toalla, Stallone vuelve… siempre vuelve.
El mejor Hombre Araña del cine La cinta animada sobre el popular personaje de Marvel, presenta una original historia plagada de homenajes, guiños y momentos de pura magia comiquera. El protagonista del filme es Miles Morales, un adolescente de raíces latinas y afroamericanas que adquiere superpoderes tras ser picado por una araña radioactiva. Para descubrir que "un gran poder conlleva una gran responsabilidad" el joven contará con la ayuda del mismísimo Peter Parker. El dúo hará equipo con otros "hombres y mujeres arañas" de distintos universos para así poder frenar a un grupo de villanos encabezados por KingPin. Los directores Peter Ramsey, Bob Persichetti y Rodney Rothman han logrado una verdadera maravilla de la animación. Un filme que combina toda clase de técnicas para trasladar el lenguaje y el espíritu de las viñetas a la pantalla. Desde un guion sólido, divertido, que hace constantes referencias a las anteriores versiones fílmicas de Spider-Man y a todos los tópicos del personaje, pasando por una galería de malvados unidos en un dream team del mal, cuya cabeza y cuerpo, es la de Wilson Fisk, hasta una banda de sonido poderosa, en la que ningún compás desentona con los fotogramas que componen el filme, estamos ante una producción de factura intachable, una bocanada de aire fresco dentro del mundo animado, un antes y después del género. Luego, claro, el carisma y la empatía de todos las versiones arácnidas, cada una con su estilo y trazo, un variopinto equipo de Superhéroes, un team irresistible cuyos integrantes remiten al animé, a los cómics clásicos, las tiras de los diarios y hasta las locuras animadas de los cartoons televisivos. Spider-Man: Un nuevo universo es lo más cercano a un cómic animado. Una cinta de ritmo trepidante, cargada de adrenalina, una experiencia fílmica que aunará a las nuevas generaciones de espectadores con los cultores retro del famoso "trepamuros".
"Wifi Ralph", una secuela poderosa y divertida "Ralph el demoledor", aquel querible gigantón, villano de los fichines ochentosos, está de regreso en una secuela plagada de homenajes y guiños a la cultura geek Ralph y Vanellope se vuelven a unir, esta vez para salirse de sus consolas personales y viajar vía wifi al maravillo mundo de la Internet. El pretexto para esta locura es comprar un volante en eBay y así arreglar el auto de la niña protagonista de Sugar Rush. La primera película (Ralph, el demoledor) era pura nostalgia ochentosa, desde la concepción de los personajes y escenarios hasta los distintos chistes que siempre remitían a clásicos retro. En un viraje arriesgado pero efectivo, los directores Rich Moore y Phil Johnston sacan a los personajes de su lugar de confort y los envían a recorrer los tópicos de la modernidad que significa la web, en esta secuela: Wifi Ralph. El nuevo ámbito en el que se desarrolla la historia permite la utilización de muchísimas herramientas, lugares y clichés que adaptados al guión, conforman un laberinto psicodélico, plagado de color y buenas ideas. La trama da lugar al humor físico y absurdo, pero también a desacralizar YouTube, las redes sociales, los memes (la Dark web) y hasta a los influencers y creadores de contenidos. Disney, además, ha permitido humanizar a sus pulcras "princesas" de su catálogo, en una secuencia que quedará en la historia de la animación. Un momento logrado, plagado de chistes autorreferenciales e irreverentes al que se suman personajes de Star Wars, Marvel y Pixar. La evolución natural de los personajes principales no les ha quitado su esencia y logran ser reconocibles y familiares. Los adultos disfrutarán mucho de los diálogos y situaciones y los niños podrán maravillarse con una animación de factura perfecta. Wifi Ralph es una inspirada segunda parte que arranca con la promesa de diversión, humanidad y un mensaje sobre la amistad, y cumple con creces.
Clint Eastwood regresa a la pantalla grande con "La Mula", una película conmovedora El octogenario actor y director regresa frente a las cámaras en una película conmovedora, un testamento en vida de su enorme talento artístico Earl Stone (Clint Eastwood) es un horticultor de casi 90 años, veterano de la Segunda Guerra Mundial que vive solo, abandonado por su familia que se ha cansado de sus desplantes, sin un peso en el bolsillo y a punto de perder su casa hipotecada. Ante tan desolador panorama, el anciano acepta un trabajo que significa mucho dinero: conducir su camioneta de un punto a otro para transportar drogas. Pronto, la DEA y los propios narcos para los que trabaja comenzarán a acosarlo y descubrirá que el dinero fácil tiene consecuencias. Tras retirarse de la actuación luego de Gran Torino, Clint Eastwood no podría haber elegido un mejor papel para volver a ponerse delante de cámaras. Recrea su clásico personaje hosco y con cara de pocos amigos, que irá ablandando su corazón a medida que avanza el metraje. Una performance con la que se puede empatizar y que cautiva rápidamente. La historia funciona como una parábola sobre el lugar que ocupan las personas de la tercera edad en la sociedad, lo difícil que resulta sobrevivir en un estado salvajemente capitalista y las tensiones raciales que están tan presentes en la América post Trump. Eastwood detrás de cámaras también logra conmover con sus puestas que fotografían la inmensidad en la que se mueve su personaje, una metáfora de la soledad que él mismo vive. La fotografía de tonos ocres, las puestas de sol en la ruta, el encuadre scope, también remiten al western crepuscular que ha sido marca de autor en el realizador. El elenco principal no podría estar mejor: Bradley Copper, el agente detrás de La Mula aparece poco, pero sus escenas están cargadas de tensión y humor sarcástico. Andy García como el capo narco, también tiene poco minutos en pantalla, pero los suficientes para que darle forma a la pintura de un ser siniestro. Mientras que Dianne Wiest como la ex esposa sufrida, de carácter, por momentos frágil, logra emocionar. Y un párrafo aparte para nuestro compatriota Ignacio Serrichio que encarna a un miembro del cartel que debe presionar a Earl, pero termina transformando su relación en algo mucho más sentido y cercano, la clase de interacción padre/hijo que hace crecer la historia. Con momentos dramáticos, ciertos puntos de suspenso y muchísimo humor negro, el filme permitirá a los espectadores gozar de un viaje en donde cada una de las paradas se reserva un momento de gloria fílmica.