El tercer film de Victoria Galardi (“Amorosa soledad”, “Cerro Bayo”), “Pensé que iba a haber fiesta”, transita por los laberínticos caminos de la frustración, la soledad y la persecución de sueños que no pueden concretarse. Los personajes van a la deriva, en busca de un tiempo o un lugar que los convoque a compartir sus soledades. A primera vista, al parecer, los protagonistas son invocados por el azar a reunirse en una casa en el barrio de Belgrano “C”, de clase media alta, en la cual transcurre casi todo el relato. La dueña de casa, Lucía (Valeria Bertucelli), decide invitar a su íntima amiga, Ana (Elena Anaya), una bella actriz española, a compartir por unos días su chalet. En realidad lo que le solicita es cuidar de su hija, hacerse cargo de la casa y a la vez disfrutar de ella como si fueran unas mini vacaciones, ya que ésta tiene pileta de natación y buen solárium. Ese pedido no podía habérselo hecho a su ex, Ricki (Fernán Mirás), padre de su hija adolescente, con un manifiesto comportamiento inmaduro como si tuviera miedo a ingresar en la ruta de la vejez, con el que mantiene una relación distante y hasta por momentos agresiva, porque sabía que no podría cumplir con el compromiso acordado. Lucía tiene una nueva relación afectiva, Eduardo (Esteban Bigliardi), que paulatinamente va deteriorándose. Por eso planeó el viaje al Uruguay en un intento por unir los fragmentos de un amor que poco a poco iba despareciendo. En medio de la historia hay una adolescente, Abi (Abigail Cohen), que no sabe bien hacia adonde dirigirse ya que ella también está presa de sus propios conflictos, y su realidad se circunscribe en un espacio alejado de los adultos. El espectador que busca o intenta encontrar un relato tradicional en el filme, con un principio, un conflicto y un desenlace, se equivoca, lo que la directora presenta en él son situaciones cotidianas, climas, momentos de un grupo de personas que viven cada una inmersa en su mundo y que circunstancialmente se enfrentan al otro. El conflicto surge al final, cuando ya casi termina la historia. En las pequeñas subtramas aparecen personajes como el jardinero (Esteban Lamothe), y parte de la familia de la nueva pareja de Lucía, un amigo, un hermano cocainómano, su mujer e hijo y el perro. Estas escenas si están o no están dentro de la peli es lo mismo porque no aportan nada al crecimiento del conflicto, sirven sólo para dar un cierto toque de humor a la propuesta. La película habla más por lo que no se sabe que por lo que dicen los protagonistas, ya que éstos son personajes borrosos, sea porque no están bien propuestos por la guionista o porque ellos por sí mismos intentan mostrar una la realidad que no sólo se agota en las apariencias y que el mundo continúa más allá de donde hasta ahora habían creído y lo hacen de forma no familiar, vulnerando el espacio, el tiempo y la causalidad. Existe en ellos una fuerza que trasciende sus conciencias, mientras creen estar comportándose por la determinación de su voluntad, obedecen a leyes que transgreden continuamente esa voluntad. La impresión del espectador será que existe un orden escondido e inescrutable que guía los pasos de los protagonistas. El filme habla sobre dos mujeres, que a pesar de la amistad, pueden sacar sus uñas en el instante en que una de ellas viola el espacio íntimo de la otra. Se plantea también la cuestión de pertenencia. Es decir: “este hombre no está conmigo, pero igual me pertenece y no hay derecho a estar con él. Es uno más de los objetos que están en mi casa”. “Pensé que iba a haber fiesta”, es una realización con rubros técnicos de gran excelencia, y que pese a errores de estructura se podría inscribir en la corriente neonaturalista, ya que refleja situaciones o fragmentos de la vida de un modo no convencional, que como ésta nada es igual a lo que se piensa; y en un momento todo, lo que parecía tranquilo, estalla y se convierte en infierno.
El fantástico mundo del Cirque du Soleil en maravillosa versión fílmica 3D Si no es posible acceder al espectáculo en vivo del “Cirque du Soleil” por el costo de sus entradas, con “Mundos lejanos 3D” se tiene la oportunidad de disfrutarlo a través de una maravillosa versión cinematográfica, que resume en noventa y un minutos un exquisito planteo intelectual trasladado a una multiplicidad de acciones estéticas y físicas que transmutan los sentidos. El arte del circo es una tradición que sigue desafiando el paso del tiempo y la propuesta del Solei se inicia con un homenaje a ese antiquísimo modo de diversión. La antigua carpa de los circos ambulantes se despliega con su sordidez y nostalgia, en ella desfilan los payasos llamados Arturos, reflejo de tristeza, los clowns, los zanahorias que entretienen entre número y número, mientras acomodan la pista para los domadores y la acrobacia que era lo más distintivo de ese territorio circense. Y es a través de ella que se accede a los más complicados artilugios de un circo vanguardista como el Solei. El circo continúa siendo popular aunque se haya sofisticado como el “Cirque du Soleil”, que en cierto modo copió y desplazó al Ruso o al Chino (más tradicionales) con sus espectáculos en los que combina acrobacias con inventiva e imaginación artística. El “Cirque du Soleil” ha tomado una serie de temas en los últimos años que han transcurrido entre la mitología griega, romana y oriental, pasando por tributos al animé o varios artistas del mundo POP como Michael Jackson, Elvis, Los Beatles, sin olvidar la estética de Andy Warhol o Dalí. La línea narrativa del filme es básica, son las peripecias por la que atraviesan dos enamorados Mia (Erica Linz) y el Volatinero (Igor Zaripov) que tratan de encontrarse para consumar su amor. Para conseguirlo se internan en múltiples mundos y cada uno de ellos tiene una historia propia que ofrece un obstáculo distinto a la trama principal. La protagonista cae detrás de su amado en un socavón de arena que los absorbe y los traslada a otra dimensión. Mia perdida en esos mundos lejanos descubre que no es fácil encontrar lo que se busca. La propuesta del realizador neozelandés Andrew Adamson (“Shrek” -2001 “Shrek” 2 -2004, “Las crónicas de Narnia: el león, la bruja y el armario” -2005, “Las crónicas de Narnia: el príncipe Caspian” -2008) es una especie de collage de varios espectáculos del “Cirque du Soleil: Mystère” (1993), espectáculo concebido en la exploración de los orígenes de la vida en nuestro universo; los temas que lo integran son un conglomerado de numerosas mitologías provenientes de diferentes culturas; “Alegría” (1994), espectáculo triste, intenso y realmente rudo, y cuyo significado es que la vida continúa; “Quidam” (1996), ideado a partir de elementos artísticos surrealistas, los personajes pasan a ser las manifestaciones de los sueños fantásticos de la protagonista; “Dralion” (1999), denominación que se origina de la combinación de las palabras «dragón» (que representa Oriente) y el «león» (que hace referencia al mundo occidental), está compuesto por doce actos, entre los que se incluyen números de ballet, acrobacias sobre el trapecio, malabarismos y saltos de trampolín. Además, en él se hace alusión a los clásicos cuatro elementos griegos: el agua, el aire, el fuego y la tierra; “Zumanity” (2003) es una exploración imponente de las fuerzas ocultas detrás del deseo, y una celebración de la diversidad humana. Es sensual y sexual. Esta demostración despertará los impulsos de los individuos y los transformará, por medio de lo erótico, en cuerpos hermosos de diferentes formas y tamaños. En KÂ llama la atención la tecnología que es usada para los diferentes números: lo principal es una plataforma de varios metros de largo que aparentemente tiene la forma de un barco y que se mueve de distintas formas (girando, vertical, horizontal, inclinada) para llevar a cabo una batalla. “Varekai” (2002), significa «en cualquier lugar» en lengua romaní, la lengua de los eternos nómadas. Varekai es un homenaje al espíritu nómada, al alma y al arte de la tradición del circo así como a la infinita pasión de los que buscan el camino que lleva a ese lugar que está en ninguna parte, pero sí dentro de nuestro espíritu. Este filme fue modelado a partir de elementos mitológicos, al igual que las producciones de la compañía. La trama de la película trata específicamente sobre el mito griego de Ícaro y Prometeo, ambos ligados al fuego. Por lo tanto si el espectador no vio ninguna de esas propuestas puede acceder a ellas a través de “Mundos lejanos 3D” y disfrutar de la belleza y sofisticación que envuelve al público desde el comienzo. Todos los aspectos artísticos de la producción son deslumbrantes desde que se ingresa con Mia a la carpa del primer circo para continuar con ella por otras tiendas que dan cuenta de la futilidad del tiempo en medio de un desierto o planeta lejano en el cual los acróbatas, bailarines, gimnastas, contorsionistas, malabaristas reflejan la levedad de la ingravidez. Se viajará también al fondo del mar invadido de medusas y animales marinos muy extraños. Luego se irá al Olimpo para asistir a una guerra de dioses sobre una plataforma móvil que es una increíble obra de ingeniería. Minutos después se accederá a un Paraíso en que la serpiente tratará de tentar a los dos enamorados con su gigantesca y sinuosa voluptuosidad. En los diferentes escenarios se ha conquistado el espacio y el espectador siente que la armonía lo envuelve con tanta solidez que olvida el hilo que los sostiene. Una especie de libertad de símbolos se encuentran en ella y cada individuo puede encerrar allí sus impresiones, que se ajustan al igual que el espectáculo a un mecanismo de perfecta relojería suiza. Este viaje que podría muy bien tener una cierta reminiscencia de la Divina Comedia, que traslada en una mujer la figura de Dante, es a la vez una expedición a lo real maravilloso que conlleva la fuerza del ensueño y que permite participar en el devenir ardiente de la actividad creadora. Pero más allá de las elucubraciones intelectuales que podemos extraer de “Cirque du Soleil: Mundos lejanos 3D”, el espectador que no tenga ese conocimiento siente que se encuentra bajo esa carpa de circo vibrando con toda intensidad en la conmovedora pluralidad de lo simple, a pesar del complejo mecanismo que la envuelve.
Clint Eastwood a los 82 años se somete al rigor de las cámaras para interpretar una vez más su personaje, inolvidable, de viejo cascarrabias en “Gran Torino” (2009). En esta oportunidad se aleja del boxeo (“Millon dollar Baby”, 2004) y del Ruby (“Invictus”, 2010) para incursionar en béisbol en “Trouble with the curves” -“Curvas de la vida”, o como se tradujo en España “Golpe de efecto”-, para ponerse bajo el mando, en el debut como director, de su asistente de larga data (20 años): Robert Lorenz. Clint Eastwood no deja nada al azar y se aseguró la producción, tal vez para definir el corte final. “Curvas de la vida” no es una película de beísbol a pesar de que el beísbol aparece tangencialmente en la historia, tampoco se trata de un melodrama (género favorito de Clint Eastwood en los últimos tiempos), es un filme cuya trama apunta a los vínculos, ya sean entre padre e hija, de trabajo o de amigos, entre jugadores, y también entre rivales cazadores de jóvenes talentosos para llevarlos a las ligas mayores. “Curvas de la vida” es una metáfora a medio camino entre lo obvio y temas que nos permiten reflexionar, cuando éstas están empleadas por creadores de talento. En este caso deja entrever los problemas del juego (un rolling toque de bola errante, o un fly que cayó bien o un paso fuera de velocidad que sólo toma el borde de la zona de strike o un Slider), y los cambios inesperados que nos ofrece la realidad, que siempre son un quiebre o una curva del destino en nuestras vidas. “Curvas de la vida” es una realización que retrata a un hombre de 80 años, que va perdiendo la vista y que todo el tiempo rumia para sí mismo su mal humor -aunque ya no sea frente a una silla vacía de una campaña partidaria- sino en su trabajo de cazatalentos que se ve amenazado por un joven ejecutivo (Matthew Lillard – Saggy en Scoby Doo, 2002) , que no dejará de sorprender con su curioso curriculum profesional ) cuyo enfoque del beísbol carece de experiencia y todo lo mide a través de números y computadora, si hubiera sido protagonista de “Moneyball” (2011) sería un héroe, pero “Curvas de la vida” es el anti-“Moneyball”. En una se burlan de los instintos y la intuición, y en este caso los privilegian. Los últimos filmes Clint Eastwood, “Space Cowboys” (2000), “Gran Torino”, hace triunfar la experiencia sobre la inteligencia juvenil. Tanto Robert Lorenz como el guionista Randy Brown en el terreno metafórico poseen grandes limitaciones, pero a pesar de que mantienen la línea de su maestro, poco se deja ver la rúbrica de éste en la producción. El fotógrafo Tom Stern enfocó su cámara hacia lugares al aire libre en una paleta restringida de bonitos paisajes de Carolina del Norte, sin demasiado sol, poco nublado y casi nada lluvioso, y a los edificios de Atlanta. En ese marco Gus se encontrará con su hija Mickey (Amy Adams), llamada así en honor al gran jugador de los yankees Mickey Mantle, exitosa abogada a punto de convertirse en socia de importante de una firma de abogados, en la que ella tratará de restablecer la relación perdida con su padre. También se da un toque de música countrie con un baile que se llama “cooning” y el maravilloso tema “You Are My Sunshine”, en un pub en el cual Mickey entabla relación con Johnny (Justin Timberlake), el rival joven de Gus en la exploración del semillero de jugadores. La trama propiamente dicha es el eterno conflicto edípico entre padre e hija, por el abandono al fue sometida Mickey desde que, al enviudar aún joven, su padre la entregó a parientes y orfanato. El guión busca conectar a padre e hija durante un fin de semana en Carolina del Norte, donde él debe considerar comprar o no un nuevo bateador para los Bravos de Atlanta y ella debe elegir entre dedicare full time a la abogacía o escuchar a su corazón que es el que mantiene viva su verdadera vocación, también relacionada con la búsqueda y representación de nuevos jugadores. Asimismo Mickey debe elegir entre abandonar a su novio o relacionarse con Johnny, el ex jugador que en su momento fue descubierto por su padre, y por un accidente se convierte en explorador para los Red Sock y luego en su impensado pretendiente. En uno de los cuatro días se revelará el secreto que atormentó a padre e hija durante más de veinte años, el por qué del aislamiento, y en el cual a modo de homenaje, con un fotograma, el director trae a la memoria del espectador a Harry Callaghan (“Harry el sucio”, 1971), en el momento de matar a un hombre por que había manoseado a su hijita de siete años. Por otra parte la producción se apoya en los excelentes roles secundarios de Bob Gunton, George Wyner, Robert Patrick, Ed Lauter, Chelcie Ross o John Goodman, que como amigos son incondicionales. Pero a pesar de contar con buenos intérpretes el filme tiene demasiados altibajos por el modo irregular en que la dirección realizó la edición, fotografía, encuadres y sostener la muy deslucida banda sonora de Marco Beltrami. A pesar de los errores no deja de ser un buen debut para el realizador que siguió a pie juntillas la regla de oro hollywoodense de los tres actos, con una historia en la cual el espectador no tiene sorpresas y que a pesar de la peripecias el final, es feliz.
Entre los estrenos más importantes del 2012 se encuentra “The Iron Lady” (“La dama de Hierro”) con dirección de Phyllida Lloyd (“Mama Mía!”), cuya trama trata sobre los últimos años de la existencia de Margaret Thatcher. Meryl Streep como Thatcher es candidata al Oscar® como mejor actriz y compite, entre otras figuras, contra Glenn Glose en “Albert Nobbs”, realizada por Rodrigo García (hijo de Gabriel García Márquez). Margaret Hilda Roberts Thatcher, Baronesa Thatcher, conocida por el apodo dado por los rusos de Dama de Hierro, ha realizado una de las más destacables carreras políticas de las últimas décadas del siglo XX. Nacida en 13 de octubre de 1925 en Grantham, una pequeña ciudad comercial en el este de Inglaterra, se convirtió en la primera mujer que dirigió una democracia en un país tan complejo como Inglaterra (en la actualidad ese liderazgo se lo disputa Angela Dorothea Merkel, a la que llaman la Dama de Hierro Alemana, y como la Tharcher forma parte un partido de derecha y es de formación científica). M. Thatcher ganó tres elecciones generales consecutivas y sirvió como Primera Ministra británica durante más de once años (1979-90), un record inigualado por una mujer durante el siglo veinte. Proveniente de una familia liberal, M. Thatcher durante su mandato remodeló cada aspecto de la política británica: revitalizó la economía, reformó las instituciones y dio un nuevo vigor a la política exterior de la nación. Ella desafió e hizo mucho para cambiar la psicología del declive que había echado raíces en el Reino Unido desde la Segunda Guerra Mundial, persiguiendo la recuperación nacional con sorprendente determinación y energía. Su poderosa carrera política se inicia gracias al apoyo de Denis Thatcher (rico empresario y exitoso divorciado), al que conoció en una cena luego de su aprobación oficial como candidata conservadora para Dartford en enero de 1951, con el que se casó tiempo después. Entre los logros políticos de su mandato se encuentran el soporte a varias propuestas en la educación local, incluso cuando esto era visto como una política de izquierdas. Thatcher salvó de su abolición a la Universidad Abierta y gratuita. Creía que era una forma barata de extender la educación superior e insistía que la Universidad debería experimentar admitiendo estudiantes que salían de las escuelas para adultos. M. Thatcher fue uno de los pocos miembros del parlamento en apoyar la proposición de Ley de Leo Abse para despenalizar la homosexualidad. Al final de los años 1960 dos parlamentarios, Leo Abse y Arthur Gore (Lord Arran) propusieron por medio de un proyecto reformar las leyes de delitos sexuales, humanizar las formas penales que trataban sobre los homosexuales. Las secciones 61 y 62 de la Offences Against The Person Act 1861 calificaba como delito cualquier práctica homosexual, condenándolas a penas que iban desde las multas a penas de prisión que podían llegar a la cadena perpetua. Por lo que los hombres homosexuales eran perseguidos y condenados por actos sin perjuicio a terceros, es decir, entre adultos que consentían, lo que era fuertemente criticado, llegando al extremo en 1895 de condenar a Oscar Wilde a trabajos forzados, tras haber perdido el juicio contra John Sholto Douglas, padre de su joven amante. También votó a favor de la proposición de Ley de David Stell para legalizar el aborto en caso de deficiencias psíquicas o físicas de feto, o incapacidad de la madre para hacerse cargo del niño. Según explicaría más adelante su postura en estos asuntos estaba basada por experiencias propias y sufrimiento ajeno. Se mostró a favor del mantenimiento de la pena capital (1965) y votó en contra de facilitar los divorcios. Los británicos y su historia en el cine El cine británico es muy afecto a rescatar las figuras de personajes de su historia que han influenciado en la política internacional desde las primeras propuestas en los primeros años del cine mudo con “Richard III” de Max Reinhardt (1919), luego vendrían: “La vida privada de Enrique VIII” de Alexandrer Korda, con Charles Laughton (1933), “María Estuardo” de Jhon Ford, con Katharine Hepburn (1936), “The Private Lives of Elizabeth and Essex” de Michael Curtiz, con Bette Davis (1939), “Richard III” de Laurence Olivier (1956), “Un hombre para la eternidad” de Fred Zinnemann, con Robert Shaw (1966), “Ana de los mil días” de Charles Jarrot, con Richard Burton (1969), “Las seis esposas de Enrique VIII” de Warris Hussein, con Keith Michell (1972), ”El príncipe y El mendigo” de Richard Fleischer, con Charlton Heston (1977), “Richard III, de Richard Loncraine, con Sir Ian McKellen (1995), “En busca de Ricardo III” (“Looking for Richard”) de Al Pacino (1996), “King Rikki. The Street King” de James Gavin Bedford (2002), “Las hermanas Bolena” de Justin Chadwick, con Eric Bana (2008), y un extenso etcétera. Entre las reinas Isabel I es la que tuvo el mayor número de representaciones en la pantalla, y el último Oscar® se lo llevó Hellen Mirren en la interpretación de Isabel II en la producción “La reina” de Stephen Frears (2006). Una mirada a Margaret Thatcher: La soledad del poder “La dama de Hierro” (“The Iron Lady”) rescata la una figura de una mujer en el ocaso de su vida, quien al conversar con su marido muerto (Jim Broadbent) recuerda fragmentos de su historia. Es un filme convencional con el guión irregular de Abi Morgan, por momentos fallido y sin emoción, se desentiende de todo tipo compromiso y es sumamente condescendiente con un personaje tan conflictivo como Margaret Thatcher. Sólo el maravilloso trabajo interpretativo de Meryl Streep salva a la producción. Si bien la realizadora pasea al personaje entre pasado y presente, en una combinación de escenas superpuestas, poco puede descubrir el espectador de quien fue en realidad Margaret Thatcher. Toda su actividad política, su vida parlamentaria, los problemas sociopolíticos de su gobierno –terrorismo, huelgas y guerras- y once años de Primera Ministra, se muestran a vuelo de pájaro, sin profundizar en ningún aspecto en particular. El espectador tendrá la sensación estar mirando una colección superficial de fotos que poco tienen que ver entre si. En especial a la cuestión de la Guerra en las Malvinas se le dedicó unos cuantos cuadros más que a otras guerras, pero sin mayor aporte, fue sólo una mención a que la guerra se precipitó por culpa del dictador de turno en la Argentina. El tema central es la demencia senil que se ha apoderado de la Sra. Thatcher. Ésta obliga a reflexionar sobre el fin de las personas que llegan a esa edad o más. A la soledad y el aislamiento a que están expuestas y la no comprensión por parte de los familiares. A esa edad se maneja otra realidad, que se relaciona con fantasmas y recuerdos lejanos y no con hechos cotidianos. Además se debe tener que aceptar las limitaciones de los años y el no poder valerse por sí misma como en la juventud, depender de los otros, ya sea familiares o su dama de compañía. La rabia frente a esta nueva situación de vida es la respuesta de esta anciana, otrora poderosa mujer. “La Dama de Hierro” es un filme sin vehemencia, frío y distante, más bien pensado para conseguir la preciada estatuilla dorada, con buena fotografía, montaje y banda de sonora, pero que por momentos aburre. Phyllida Lloyd no logró descontracturar un guión que desde el comienzo está encorsetado en la visión de una mujer con demencia senil que no puede deslindar pasado y presente, que lo único cierto es que la soledad la acompaña desde sus tiempos de transitar el poder. La única escena que refleja muy bien esta situación es cuando Thatcher se queda sola en medio de un gran salón y todos los hombres que la rodeaban se van. No obstante hay que hacer hincapié en trabajo de Meryl Streep, quien desaparece no sólo bajo el maquillaje sino en su actitud corporal, gestos, voz y acciones para dar paso a Margaret Thatcher y a su obsesión por el poder.
Hoover: Una vida al servicio del poder En el mundo se conoce el FBI (Federal Bureau of Investigation), pero pocos saben que su fundador fue J.E. Hoover. ¿Quién fue John Edgard Hoover? Un visionario, un psicópata, un paranoico, un megalómano, al que además se le pueden atribuir otros cientos de adjetivos, o un hombre que defendió un modo de vida contra la corrupción, el crimen y la inmoralidad. Pero lo que es indiscutible en este abogado, educado en George Washington University, es que hizo de su vida un emblema de poder. Se lo nombró director del FBI en 1924 y mantuvo el cargo hasta 1972, pasando por tres guerras y sobreviviendo a la gestión de siete presidentes, que no pudieron destituirle por el costo económico y político que les implicaba. J.E.Hoover nació en Washington, D.C. en 1895, los detalles de su vida poco se conocen. Su certificado de nacimiento no fue completado hasta 1938. Los datos que aparecen surgen de un perfil de 1937 hecho por el periodista Jack Alexander. J.E.Hoover fue el más beneficiado de sus hermanos, ya que toda la familia se ocupó en apoyarlo para que se graduara en Derecho (1917). Siendo su castradora madre (Judi Dench, en el film) la propulsora de ese privilegio. Su padre y una hermana fueron internados por insania. Trabajó en la Biblioteca del Congreso, siendo miembro de la Kappa Alpha Order, una sociedad fraternal (algo secreta) que aún hoy se enorgullece de su tradición sobre los valores de caballería. Esto es una reminiscencia de la versión romántica de los Cruzados. Un miembro de la Orden Alpha Kappa se debe esforzar por ofrecer la reverencia a Dios y las damas (“Dieu et les Dames”), como se describe en el lema. Además, la idea de que "La excelencia es nuestro objetivo" enorgullece a sus miembros y los obliga a dedicar su vida a una mayor mejora personal, dando cuenta de que siempre hay que seguir esforzándose por la excelencia. Como estudiante de leyes, Hoover se interesó por la carrera de Anthony Comstock, que en 1873 creó la Sociedad de Nueva York para la Supresión del Vicio, una institución dedicada a la supervisión de la moralidad de la población. El Inspector Postal de Estados Unidos lideró prolongadas campañas contra el fraude y la depravación (también contra la pornografía y la información acerca del control de la natalidad). Se cree que Hoover estudió los métodos de Comstock, tomándole como ejemplo por su eficacia en la persecución del delito y en no temer tomar atajos en la lucha contra el crimen. Este controvertido personaje, inflexible y oscuro, temido por políticos, artistas, empresarios, mafiosos y hasta por la gente común, fue trasladado al cine por Clint Eastwood, apoyado en su adaptación física y vocal por un fuerte, sensible y extraordinario Leonardo DiCaprio, que deja al descubierto la humanidad de J.E.Hoover (a pesar de un férreo maquillaje que limita en extremo sus movimientos, pero que a la vez da la justa pátina de película antigua al conjunto). Eastwood en esta versión ofrece una mirada casi piadosa – al individuo no a sus obras- de un hombre que representa a un gigante del siglo XX, con una extrema voluntad de poder y habilidades de autopromoción de verdadera estrella, que construyó una ciudadela de la información, pero que estaba escindido entre su conducta personal y la pública, que se enfrentaba a organismos privados y oficiales. La visión de Clint Eastwood es la de un director que busca no enjuiciar, sino más bien hacer un retrato que acerca al espectador a la soledad y ambición del que fuera el fundador de una institución modelo en Estados Unidos y por ende en el resto del planeta. La denominación de policía científica nace con él y en la actualidad es un instrumento fundamental para cualquier análisis de situación criminal. Pero no se sabe bien porque Eastwood obvió una parte importante del mundo de Hoover, y fue su relación con el mackartismo y la cacería de brujas de comunistas, homosexuales, negros y judíos. Clint Eastwood escapa de su línea habitual de narrar en ritmos agitados y giros sorpresivos, para contar una historia lineal, sostenida por una rigurosa dirección de actores cuyo comportamiento es natural al componer sus personajes y lograr una empatía correspondida por el público. La narración comienza en la década de 1960 con un disparo en el edificio del Departamento de Justicia, el hogar original del Bureau, para dar una idea de la ubicación del establecimiento, y de la institución. Luego se escucha gritar a Hoover en off ("El comunismo no es un partido político, es una enfermedad"), para de inmediato cambiar de escena y la cámara escanea la máscara de muerte de John Dillinger, para detenerse en el rostro pálido de Hoover y enfrentar al espectador con la flacidez de su rostro. La historia real se inicia cuando Hoover, viejo, encorvado, calvo, su rostro tan gris como su traje, dicta sus recuerdos a uno de sus agentes, Smith (Ed Westwick), y que se dramatiza en flashback. A pesar que la narración es algo dispersa, no deja de ser un acierto del guionista Dustin Lance Black (“Milk”, 2008 - “Virginia”, 2010 – “Something Close to Heaven”, 2000 - “The Journey of Jarred Price”, 2000) darle un tono de pseudodocumental. Éste centra su atención en una figura única, en el análisis de sus circunstancias y los detonantes que harán de él un arquetipo histórico, que fue instaurado por el presidente Calvin Coolidge (1923-29). En segundo plano se pasa por Capone, Dillinger, Melvin Purvis, Pretty Boy Floyd, Baby Face Nelson, Machine Gun Kelly, Franklin Delano Roosvelt, la Gran Depresión, los Kennedy, Nixon, el Ku Klux Klan o Luther King; tan sólo el tema de la muerte del hijo de Lindbergh y la Ley del mismo nombre, ocupa una parte trascendente de la trama. Armie Hammer (“The Social Network”, 2010) interpreta a Clyde Tolson, segundo al mando de la agencia, que además era compañero, colaborador y confesor. Armie-Tolson con sagacidad logra que Hoover-Di Caprio frene sus instintos de arremeter contra todos y todo y controle sus arrebatos de ira, también permite conocer la realidad más profunda del funcionario. Tolson es un chico de oro que, aquí, al menos, físicamente recuerda en la década de 1920 al tenista Bill Tilden. Rápidamente se convierte en ayudante constante de Hoover, el compañero de toda la vida. Los hombres se reúnen en un bar, introducido por un conocido mutuo. Él influye en el modo de vestir, de caminar, de moverse que luego mantendrá Hoover durante el resto de su vida. Pero la que le obliga a Hoover a poner los pies sobre la tierra y ver la realidad social y política tal como era, es Hellen Grandy , secretaria más que especial qué renuncia a su vida personal por dedicarse a su trabajo, con tanta eficiencia que a la muerte de éste destruye todos los archivos secretos sobre sus posibles o improbables enemigos. Este rol de ser sombra y a la vez alguien insustituible es magistralmente interpretado por Naomi Watts (“Mulholland Drive”, 2001 - “Dangerous Beauty”, 1998 - “King Kong”, 2005 - “21 gramos”, 2003). Interesante realización que se asienta sobre un excelente trabajo de dirección y una desacostrumbrada edición, ostentando un delicado relato espaciotemporal, y una ambientación ceñida a las épocas en que transcurre la historia. Sin olvidar su estupenda fotografía y una banda sonora, con música del propio Clint Eastwood, y pequeños toques de las estupendas variaciones de Goldberg. Desde el pasado J.E.Hoover, que jugó con su vida de modo tan heroico como en la ficción lo hacía un James Cagney, nos dice que debemos estar prevenidos porque seres como él siempre estarán presentes en la historia actual, y la que vendrá, y que a pesar de aferrarse al poder éste siempre hace su guiño cómplice a la muerte y ésta tenderá sus redes para llevarlos. Nadie escapa al destino y esas fuerzas que se ocultan detrás de quienes nos gobiernan o gobiernan el mundo por mezquinas y mediocres que sean tienen algo en común con el resto de los seres humanos y es la finitud.
Vivir al límite: Adrenalina y sangre “The Hurt Locker” (“Vivir al límite” o “En Tierra Hostil en España”) es un thriller bélico, dirigido por Kathryn Bigelow. Es uno de los filmes más aclamados del 2009, posee varias nominaciones para el Oscar, y recibió numerosos premios de diversas organizaciones, festivales y asociaciones. La historia se centra en las actividades de un Equipo de Desactivación de Explosivos EOD ( Explosive Ordinance Disposal) del ejército de los Estados Unidos. Está basado en los relatos escritos por Mark Boal, un periodista independiente quien se vinculó a un escuadrón de desactivadores de bombas durante la guerra de Iraq. La realizadora Kathryn Bigelow estaba familiarizada con los trabajos anteriores de Boal, habiendo convertido uno de sus artículos publicados en “Playboy”, en la miniserie para la televisión: “The Inside”. Cuando Boal estaba en Iraq, salía de 10 a 15 veces al día con los soldados a cubrir sus labores. Así combinó sus experiencias en un relato ficticio basándose en eventos reales, afirmando;” la idea es que sea el primer filme sobre la guerra de Iraq que trata de mostrar las situaciones que experimentan los soldados, cosas que viven y que no se ve en CNN y no aludo a un tipo de censura. Me refiero a que las noticias no muestran imágenes de unidades de élite como estas.” Por otra parte, Kathryn Bigelow, impresionada con el trabajo de fotografía de Barry Ackroyd en los filmes “United 93” (2006) y “The Wind That Shakes the Barley”(2006) lo invitó a colaborar con ella. Para esta producción la realizadora utilizó múltiples cámaras S16mm para capturar diferentes perspectivas, afirmando; “así es como experimentamos la realidad, mirando el microcosmos y el macrocosmos al mismo tiempo. El ojo percibe distinto de cómo lo hacen las lentes, pero con diferentes enfoques y estilo de ediciones, las lentes pueden darte esa perspectiva, que contribuye a la sensación de inmersión total.” El obra se abre con una frase del libro mejor vendido del 2002 escrito por el corresponsal de guerra Chris Hedges: "War is a force that gives us meaning", The rush of battle is a potent and often lethal addiction, for war is a drug” ("la Guerra es una fuerza que nos da significado" "el ímpetu de la batalla es una potente y muy a menudo letal adicción, la Guerra es una droga") El eje del argumento se basa en la desactivación de bombas colocadas por los terroristas islámicos y, particularmente, sigue las misiones del sargento William James cuyo desafío a la muerte pone en varias ocasiones en riesgo su vida y la de sus de sus compañeros, debido a la imprudencia y a los métodos poco ortodoxos que emplea. Kathryn Bigelow, la talentosa realizadora de “Cuando cae la oscuridad” (1987),, “Testigo fatal” (1989), ”Punto límite” (1991), “Días extraños” (1995) y “K-19” (2002), es uno de la pocos directores para los que la acción de hacer películas y el cine de ideas son sinónimos. Ella no se propone hacer cine político sino mostrar hechos relacionados con la política, que llevan a transitar por situaciones límites a sus protagonistas. Asimismo posee una percepción cuasi sobrenatural sobre los circuitos que conectan sentidos, nervios y cerebro para ofrecer al público un agitado cóctel de adrenalina y sangre. La obra es visceralmente emocionante, su acción es un “tour de force” gore, impregnado de suspenso y sorpresa, lleno de explosiones y escenas de combate frenético. “Vivir al límite” fue rodada en el medio oriente, específicamente en Jordania, en el 2004, y muestra a hombres que arriesgan su vida cada día en las calles de Bagdad o en el desierto, y que se encuentran demasiado estresados, ocupados y preocupados en los detalles sobre la propia supervivencia que predispuestos a reflexionar sobre lo que están haciendo allí. La historia se centra en tres hombres de temperamentos contrastantes. El especialista Owen Eldridge (Brian Geraghty) es un manojo de nervios e impulsos, confuso, ansioso, avergonzado de su propio miedo y un tanto vulnerable. El Sargento. JT Sanborn (Anthony Mackie) es un cuidadoso profesional que obedece sin objeciones, y se adhiere a los protocolos y procedimientos con la esperanza de que su prudencia le permita regresar a casa con vida, lejos de este tipo de misiones que ha llegado a detestar. Pero el protagonista del relato es William James (Jeremy Renner- “S.W.A.T.” (2003), “North Country” (2005), “The Assassination of Jesse James by the Coward” (2007), “28 Weeks Later” (2007) - el desactivador que desarma alrededor de 800 bombas y se enfrenta a lo desconocido con actitud irreverente. Es un personaje mediocre sin mayores recursos intelectuales, pero de gran valentía y grandes dosis de inconsciencia. Ser un técnico de escuadrón de bombas es como un juego de ajedrez, se debe tener alta presión, alto índice de riesgo y esto exige una mente sana y una inteligencia vertiginosa en calma. No hay margen para el error. El actor Jeremy Renner, como el insolente William James, establece en el imaginario del espectador a un héroe creíble, que muestra un temerario desprecio por las reglas y cuya seguridad en sus afinadas habilidades son la marca de un profesional sin concesiones. Es el prototipo del intrépido, de humor corrosivo y un sentido relajado de la disciplina militar, que no se acerca a cada nueva bomba o escaramuza con temor, sino con una especie de celo inspirado en la improvisación. Más bien, para citar un poema de Robert Frost (1874-1963, fundador de la poesía moderna americana), James es un hombre cuyo trabajo es un juego de apuestas mortal. Como en los últimos tiempos de Ayn Rand (escritora ruso-americana, 1905-1982), K. Bigelow es una defensora del machismo y lo demuestra en sus filmes bélicos, pero sobre todo en “Vivir al límite” donde un grupo de soldados, muy duros, se encuentran empantanados en Irak para desactivar bombas en los lugares establecidos por la despiadada e implacable insurgencia árabe. K. Bigelow plantea la guerra de Irak como telón de fondo para el gran escenario del drama humano, situado en un universo donde la muerte es moneda corriente y el que muere es sustituido por otro, por uno nuevo que irá todavía más lejos en el desafío y, donde los habitantes conviven con el horror y la resignación. El hombre nuevo es lo que John Hershey describe en su libro, y más tarde en la película “The war lover” (“El amante de la guerra” -1962- Steve McQueen interpreta uno de sus mejores roles), como un sádico que en realidad no es apto para la vida civil, y requiere la estimulación de la guerra para sublimar y reprimir sus deseos sexuales. El amante de la guerra sólo puede funcionar plenamente en la guerra, en tiempos de paz se ahoga. Mientras Hershey castiga el amante de guerra, Bigelow lo glorifica. El ejército americano necesita de los amantes de la guerra, porque son el baluarte de la defensa en contra de sus enemigos. Para K. Bigelow el amante de la guerra es el mejor soldado y el hombre más riguroso, forma parte de una raza especial, es el último cowboy. Sólo con un amante de la guerra se puede ganar en la lucha moral entre el bien y el mal, y es posible resaltar la inocencia americana frente a la perfidia de la insurgencia árabe. En la guerra todo es permitido, en ella el sexo es ingrato, el amor no existe y el culto a la muerte es cotidiano, los vínculos masculinos son extraños y las mujeres un referente lejano. “Vivir al límite” es en parte una película biográfica y un pseudo-documental sobre los desactivadores de bombas. Se fundamenta su su estructura en imágenes tremendamente poderosas, en la paranoia y la adrenalina para señalar la imprudencia, en tensiones mentales y en una obsesión con la muerte, la camaradería, y la intensidad del suspenso, saltando sobre los sentidos del espectador como si fuera una película de terror. Pero a pesar de lo bien planificada que esta existen varios puntos oscuros que restan puntos a la credibilidad de la misma: 1) Cuando el personaje principal, el sargento James se encuentra con un coche bomba cargado de explosivos se quita inmediatamente el traje de protección y comienza a hurgar buscando el cable disparador. Eso no es posible hacerlo porque ningún soldado EOD que se precie se mostraría tan imprudentemente en el centro de una ciudad y también porque implicaría ser llevado ante una corte marcial. 2) Cuando James se encuentra con el cuerpo de un niño iraquí del que se había hecho amigo y ve que los explosivos colocados en el abdomen, trata de averiguar quién lo mató. Lo hace de la manera más inverosímil posible. Él entra en el coche de un comerciante iraquí, vestido sólo con su uniforme y a punta de pistola le ordena que lo lleve a lo que él piensa es la casa del niño. Al llegar allí comprende que fue engañado. ¿Qué hace entonces? Regresa a su base caminando solo, sin equipo de protección por el centro de Bagdad. Eso desafía cualquier creencia ya que ningún soldado en la vida real lo haría. 3) Durante una secuencia de la batalla culminante el soldado antes mencionado se quita el casco mientras dispara un francotirador. No obstante más allá de sus inexactitudes “Vivir al límite” es una excelente realización de guerra que continúa con la línea de “Saving Private Ryan” (1998), “Black Hawk Down” (2001), “Flags of Our Fathers” (2006), y una lección de cómo contar una buena historia con un mínimo de exposición, en la cual los personajes se definen por sus acciones. Kathryn Bigelow siempre ha dado escenas bellamente estilizadas en sus filmes y especialmente en éste agrega un cierto toque femenino que permite, a pesar de los horrores de la guerra y frente a una a una realidad cruel y desoladora, distanciar al espectador de lo meramente espectacular para internarlo en un mundo extraño y ajeno a su propia existencia, a la vez que lo sumerge en un hecho crudo, inmediato y visceral.