Un hechizo bien contado Cenicienta es la versión del famoso cuento infantil dirigida por el nada convencional Kenneth Branagh. La experiencia de Kenneth Branagh en la representación de intrigas palaciegas, comedias y dramas shakespereanos, puestas de cine y teatro que mixturan emociones e historias de amor, lo vuelve un director interesante para la versión de Cenicienta. Nada convencional, Branagh toma el cuento de Charles Perrault y su desarrollo clásico, habilitando a los guionistas para ampliar la historia. En Cenicienta, Ella (Lily James) ha sido una niña feliz, la princesa de la casa y de sus padres, hasta que la desgracia toca su puerta y entran en acción todas las maldades en forma de madrastra (Cate Blanchet) y hermanastras (Holliday Grainger como Anastasia Tremaine, la menor, y Sophie McShera, como Drizella Tremaine, la mayor). Mirá cómo es la nueva Cenicienta Una voz que narra desde un lugar omnipresente lleva el relato y presenta los personajes sobre el escenario de ensueño en el que la fotografía filtra las luz de mil maneras posibles. Esas estampas interpretadas por actores recuerdan las viejas colecciones de literatura infantil cuando la fantasía llegaba a los chicos de la mano de los Hermanos Grimm."Todo era como debía ser", dice la narradora. El episodio inicial de la felicidad perdida pone la cuota de dramatismo a la historia. Con el mandato materno de ser valiente y bondadosa, Ella afronta el cambio.La película aborda el tema de las transformaciones con la destreza de Branagh para plantear evoluciones de ánimo y hechizos delirantes. Junto a la imagen angelical de Ella, bautizada Cenicienta por obra del maltrato doméstico, aparece una madrastra como solo Cate Blanchet puede serlo: refinada y perversa, que se manifiesta en el segundo en el que sus ojos brillan de manera inquietante; las hermanastras, torpes de vodevil; el Hada Madrina, en la creación de una actriz que ha transitado cantidad de transformaciones en el rol de reinas, brujas y fantasmas con poder: Helena Bonham Carter. La escena de la transformación de calabaza a carroza, de ratones a caballos, de lagartijas a lacayos, y ganso a cochero, es divertida, medio loca, enriquecida por el humor que caracteriza a Bonham Carter. La puesta de Cenicienta, los ambientes y el vestuario son abordados con la belleza de una obra visual animada por gestos y voces.Branagh no ahorra detalles maravillosos en la escena del palacio, con el vals captado por las cámaras desde todos los ángulos. Ella se vuelve una aparición para el muchacho que debe afrontar los deberes de futuro rey. Richard Madden se desenvuelve con la naturalidad ligeramente forzada que pide el cuento y compone una pareja perfecta con la jovencita sencilla que transforma su vida.Las mutaciones se alimentan con la idea de un amor ("ser vistos como somos en realidad") que supera cualquier obstáculo. Los huérfanos (príncipe y plebeya) se encuentran en el segundo mágico que los vuelve invencibles. La película de dos horas de duración quizás resulta un poco larga y compleja para los más pequeños. De todos modos, nadie como Sir Branagh para entrar y salir de palacio, sea en carroza o calabaza.
Al final de la infancia. En "Joven y bella" Francois Ozon describe la experiencia de una chica de 17 años que se prostituye sin culpa en un ambiente de comodidad económica y contención familiar. El universo femenino atravesado por pulsiones, mandatos, hábitos y condicionamientos resulta un gran tema para cualquier guion. El director Francois Ozon ha logrado distintas aproximaciones sensibles, con más o menos concesiones, desde la versión de Potiche, a Bajo la arena o La piscina, pasando por la festiva Ocho mujeres. La sexualidad ligada a la adolescencia y la prostitución como experiencia consentida son cuestiones que el director encara en Joven y bella, a través del personaje de Isabelle, con Marine Vacth en el rol protagónico. La actriz que responde a la caracterización del título recorre la decisión y el experimento de su personaje con varias marcas de actuación que recuerdan a Belle de jour (Buñuel, 1967). Aquella película con la bellísima e inexpresiva Catherine Deneuve es un clásico siempre interesante a la hora de pensar la relación entre sexo, mujer y conceptos de libertad individual. Isabelle se mueve casi sin peso, etérea, impávida, callada, inexpresiva, por encima de las circunstancias familiares. Es una chica de 17 años que estudia Literatura en La Sorbona. Vive con su madre, su hermano menor y el padrastro, confortablemente, sin apuros económicos ni traumas personales. Los datos cierran el atajo de las explicaciones sobre los motivos que la llevan a prostituirse por un buen puñado de euros. La película se plantea como una ficción, la historia de Isabelle en relación a esa búsqueda que se le escapa a ella misma y que deja al espectador en medio de un dilema de educación, y, más allá, de crisis cultural, en sentido amplio, como le gusta a Ozon. El director intercala algunas canciones pero en Joven y bella la música simplemente distiende las escenas y no llega a ser un personaje. Ozon expone la relación de Isabelle con sus clientes, siempre hombre maduros, hasta hacer foco en Georges (Johan Leysen). Durante un año lectivo la chica desarrolla la doble vida, mientras en la casa se habla de todo y las cosas parecen bajo control, con la liberalidad necesaria para que cada miembro de la familia se sienta a gusto. Pero Isabelle busca otra cosa. Marine Vacth responde al rol y expone su cuerpo pequeño y delgado a la cámara que no lo abandona. Las escenas eróticas responden al concepto de Ozon sobre el cuerpo, la seducción y un enigma difícil de revelar. La explicación psicologista no alcanza, aunque Ozon la expone, y la película expresa un modo de abandonar la infancia para siempre. También el dinero es un signo potente en manos de Isabelle. Acompañan a la protagonista, intérpretes creíbles, sin sobreactuaciones, medidos, alejados del escándalo: Géraldine Pailhas como Sylvie, la madre; Frédéric Pierrot, Patrick, el padrastro, y el estupendo Fantin Ravat, Víctor, el hermano preadolescente, logran el universo de normalidad que provoca más extrañamiento al compararlo con la conducta de Isabelle. El tema es mostrado como una preocupación que jamás desborda hacia el drama convencional. En todo caso, Isabelle, al comienzo de su vida adulta, es una metáfora del peligro de los dos adjetivos del título. Se lo dice una bella mujer madura, Charlotte Rampling, en una escena que agrega la dosis necesaria de ternura y comprensión mutuas.
La magia está en la historia. El director Rob Marshall (el mismo de Chicago) ofrece En el bosque, la versión contemporánea de los cuentos de los hermanos Grimm basada en el musical de Broadway con música y letra de Stephen Sondheim y libreto de James Lapine. El material es una garantía de que la narración sorteará cualquier obstáculo, valiéndose de la fantasía, el espacio único en el que son posibles las historias y una mirada actual sobre los conflictos que la magia no puede diluir.La película tiene la virtud de mezclar de manera inteligente los personajes de Caperucita Roja (Lilla Crawford), Jack y las habichuelas mágicas (Daniel Huttlestone),Rapunzel (Mackenzie Mauzy) y La Cenicienta (Anna Kendrick), manteniendo el hilo a través de la pareja de panaderos (Emily Blunt y James Corden). Ellos deben obedecer las órdenes de la bruja (Meryl Streep) para desarmar el hechizo que les impide tener hijos. La estética de la película reproduce los claroscuros de los cuentos. En busca de los objetos que necesita la bruja, la pareja se aventura en el bosque por donde también pasan y cambian su destino los demás personajes. Hay en el relato rasgos irreverentes que modifican el dibujo de los personajes originales. Caperucita vive hambrienta y es capaz de robar; Cenicienta huye del Príncipe a la medianoche por motivos que luego confiesa; Rapunzel es bastante apasionada, y Jack es un niño más despierto que los adultos. La segunda línea de personajes también es imprescindible e interesante. Johnny Depp es el Lobo; Christine Baranski, la Madrastra de Cenicienta; y los Príncipes (Chris Pine y Billy Magnussen) funcionan como estrellas del pop adolescente. Además, y sobre todo, En el bosque es un musical en el que los intérpretes se lucen. El bosque es el lugar de los cuentos y las canciones de Stephen Sondheim (afortunadamente, con subtítulos), mantienen el encantamiento. Meryl Streep, nominada al Oscar como actriz de reparto, compone una bruja llena de matices y asume partituras complejas. En el rol de Jack, Daniel Huttlestone tiene la gracia y vivacidad que recuerda su actuación en Los Miserables, en el rol de Gavroche. El musical tiene mucho humor e ironía en medio de escenas icónicas de los cuentos. Los trucos en el bosque se suceden, a tono con la idea que canta la panadera (estupenda Blunt) sobre los momentos vivibles. Pregunta por qué decir ‘o', decir ‘y', experimentando la libertad de corazón y pensamiento sólo en el bosque.La película es una fábula divertida sobre el alcance de los deseos, que a veces no coinciden con lo que más amamos. Aparecen muchos temas que desafían el final feliz del cuento clásico. Los panaderos desean ser padres. Tanto ellos como el resto de los personajes se mueven por deseo, con ímpetu más cercano al de las criaturas de Shakespeare, que a la conducta que les ha dado fama y perdurabilidad en la literatura infantil. "Entre la pesadilla de mi casa y el sueño hermoso del castillo, busco algo intermedio", dice Cenicienta. Rob Marshall aprovecha la fórmula de Sondheim cuando utiliza la fantasía con naturalidad, al servicio de una ternura retro.
En el molde del héroe clásico. La historia de vida de Louis Zamperini es tan fascinante que la tarea de ponerla en imágenes implica tomar decisiones sobre el modo de narrar los episodios que el ítalo-americano (1917-2014) protagonizó en sucesivas luchas. Angelina Jolie eligió para Inquebrantable, su segundo largometraje, la biografía del atleta olímpico que combatió en la Segunda Guerra y padeció la crueldad en campos de concentración a cargo del temible Matsuhiro Watanabe. El lema del hermano de Louis, mientras lo entrenaba era: "El que aguanta, gana". El consejo que lo llevó a la competencia olímpica venciendo su origen y las condiciones del pueblo de los Estados Unidos profundo hizo del atleta un sobreviviente honorable y valiente. La clave está en la interpretación de Jack O'Connell en el papel del muchacho que madura a golpes. La cámara toma cada episodio de la vida de Zamperini con prolijidad y respeto a la biografía. Hay flashbacks y algunos vaivenes temporales en los que la edición abandona la linealidad del relato, pero no hay variaciones sustanciales de lo que podría ser considerado un docu-drama, con actores bien plantados en sus roles y el poder que da una vida bien documentada. El guion de los hermanos Coen, Richard LaGravenese y William Nicholson ofrece la contención a tantos datos fidedignos. La película de Angelina recorre los pasos del dolor hacia la gloria y el reconocimiento, poniendo énfasis en los sufrimientos de los soldados estadounidenses en territorio japonés. Hay referencias sobre las condiciones precarias del avión bombardero en que la superioridad manda a los soldados a aguantar o morir, y prevalece el temple individual y el amor a la bandera. Es notable la actuación de Domhnall Gleeson como Phil, el piloto amigo de Louis, el actor más importante después de O'Connell y de Miyavi (artista de J-Rock, el rock japonés) como Mutsuhiro "El Pájaro" Watanabe. El cantante logra un personaje siniestro, ambiguo, que esconde en el odio al enemigo su incapacidad para generar actos heroicos. Inquebrantable es una película que recurre a la acción y la aventura, al relato de guerra, a los episodios de náufragos y de competencia. Si bien logra cierto suspenso, se hace larga y reiterativa durante más de dos horas. La directora prefiere enfocar con dureza los aspectos más crueles de la guerra y de ahí, desarrolla un mensaje que explicita al final. Louis Zamperini después de superar una cantidad de calamidades dedicó su vida al perdón, ejercido según los preceptos cristianos en que fue educado por su familia. Jolie ofrece un relato que muestra los horrores de la guerra desde la perspectiva de Louis y sus compañeros, para concluir, sin discursos ni demagogia, en la posibilidad de construir la paz. No hay subrayados de índole política ni reflexiones sobre la participación de Estados Unidos en las guerras, varias después de aquella que se puede contar desde un paradigma que ha caducado. El elenco de actores jóvenes reproduce el esquema interpretativo clásico que, desde la sobriedad, conmueve y construye un héroe perfecto. La historia real de Louis es una invitación a la lectura del libro en que se basa la película de Jolie.
Whiplash, nominada a un Oscar por Mejor Película, cuenta la historia de un joven baterista que busca la perfección. Suena la batería en la sala del fondo del pasillo de la escuela. Un muchacho lucha con el ritmo, el tempo. En su rostro se lee la obstinación bajo la única luz. Repite el compás. No hay disfrute. Se llama Andrew Neyman (Miles Teller), tiene 19 años y se ganará un atril en la orquesta del mejor conservatorio, bajo las órdenes del prestigioso profesor Terence Fletcher (J. K. Simmons). Whiplash, la película, expone la relación entre alumno y profesor, marcada por la violencia verbal y simbólica que ejerce el maestro sobre sus músicos, sobre todo, cuando vislumbra el talento del muchacho que recién empieza a formarse una idea de la vida. ¿Qué pasa cuando un profesor sádico inocula el veneno del perfeccionismo, al punto de que el arte (en su fase más hostil, la del aprendizaje técnico) reemplaza la vida? El filme de Damien Chazelle, que compite por el Oscar a la Mejor Película, expone la relación en términos de maltrato, locura y enfermedad. En el medio, la partitura es un obstáculo a vencer, siempre agigantado por Fletcher que disfruta poniendo desafíos inhumanos a sus músicos. Andrew lo sigue con determinación autodestructiva. El dúo actoral está a la altura de la música que suena en el estudio y luego en el escenario. Milles Teller ofrece la faceta más indefensa del chico que pone su pasión en la batería, con el estímulo de la fama. Quiere brillar como los más grandes. J.K. Simmons logra un personaje fascinante. Su profesor imprime rigor militar a la orquesta y desanima a la mayoría, en una especie de selección natural de la especie. Whiplash es también un tema musical de Hank Levy. La palabra significa "latigazo". Es el efecto del ritmo y el leitmotiv del guion de Chazelle que sigue con la cámara el calvario del chico, con la misma obsesión que pide el profesor en los ensayos. Dedicación excluyente, puntualidad, concentración, entrenamiento hasta la extenuación, alienación, dolor físico (la mano en el hielo, una metáfora) son las exigencias de Fletcher en la relación entre víctima y victimario. En el ciclo lectivo que resulta decisivo para Andrew la obsesión implica una profunda soledad, incomunicación, soberbia y una elección que deja afuera el amor y los amigos. Mientras tanto, se escuchan fragmentos de canciones de Tim Simonec y música de Justin Hurwitz, los standards en el laboratorio del jazz, y la batería de Andrew que cobra protagonismo. Pero no hay música que logre liberar al espectador de la sensación del corazón en la boca. Milles Teller se transfigura en la relación con el instrumento, emulando al monstruo que su personaje ve en el profesor. Simmons sin duda marca el tempo de la película que concentra las imágenes en esa relación, como un solo dentro de la partitura mayor. En el final, la interpretación de Caravan corta el aliento. Hay algo en la interpretación de Andrew que conmociona y deja interrogantes sobre el valor del arte que se lleva hasta las últimas gotas de sangre y sudor.
La excusa para que chicos y grandes vayan al cine. Los pingüinos de la ficción animada de Dreamworks están pasando por su mejor momento. Nacidos como personajes de la película Madagascar y luego protagonistas de su propia serie televisiva (en Nickelodeon), adquieren autonomía de vuelo en Los pingüinos de Madagascar. El rasgo característico de Skipper, Kowalski, Rico y Cabo es el impulso para salirse de la fila de sus pares y volar al mundo, aun sin alas, apenas con aletas menudas e inquietas. El guion los pone en la mira de un malvado Doctor de apariencia engañosa, con la misión de salvar su especie. La historia está contada con ritmo vertiginoso y varias referencias visuales sobre los pingüinos como las típicas criaturas elegidas para los documentales proteccionistas. Cuando esta suerte de Tres Chiflados adoptan al pequeño huevo que la naturaleza descarta, que se convierte ahí nomás en Cabo, el grupo se constituye como célula de acción, dispuesto a correr los riesgos, demostrando ingenio, velocidad y astucia. El humor nace en el primer diálogo en medio de la geografía helada de la Antártida. Los gags y chistes visuales no paran en hora y media de película. Brandon Sawyer, John Aboud y Michael Colton, responsables del guion, los ponen en la misión desproporcionada en la que se embarcan. El Doctor Octavius Brine es el clásico loco que quiere hacer estallar a la pingüinada del mundo, por motivos personales. Los pingüinos superagentes, tan sofisticados como su cazador, se encuentran con Ráfaga Polar, grupo de élite que lucha en defensa de las especies más vulnerables. Integran el comando que emula los tips de los militares en territorio hostil, con armamento sofisticado: Clasificado, el lobo jefe; un oso polar, Montaña; una lechuza, Eva, de enormes ojos, y una foca, Mecha corta. La película suma situaciones humorísticas que captan al público en varios niveles de sentido. Los chicos se encuentran con los pingüinos de la tele, que no han cambiado el carácter alocado y tiernos que les hizo ganra su propia celebridad. Los adultos decodifican los chistes y las parodias, como la que hace blanco en el Agente 007. También hay algo del Super Agente 86, en la torpeza que conduce por pura casualidad a buenos resultados. Las personalidades bien planteadas diferencian a uno de otro y generan empatía inmediata. La idea del héroe enfrentado a una tarea que lo sobrepasa es revisada en Los pingüinos de Madagascar, por la vía del humor. Los chicos asumen la velocidad de los personajes, el absurdo y el color de la película que contrasta con los pingüinos y el blanco polar de sus socios de aventura. El juego del comienzo que incorpora el documental, y revela el detrás de escena, no se mantiene durante la película. Skipper, Kowalski, Rico y Cabo han huido del escenario ideal para las cámaras y transmiten la felicidad de lanzarse al mundo con la adrenalina propia de los héroes que, además, saben qué esperan de ellos sus seguidores.
Despedida a lo grande El reencuentro con la genialidad de Peter Jackson es una fiesta para los espectadores. En la última película de El hobbit, el director especialista en las historias de la Tierra Media y en la simbología de J.R.R. Tolkien despliega la maquinaria de su imaginación y talento de realizador para reproducir las batallas que clausuran el relato. En manos de Jackson, El hobbit se convirtió en saga. La película comienza como si el lector hubiera dado vuelta una página. Ahí está el Dragón, incendiando la Ciudad del Lago donde Bardo defiende a los suyos, seres humanos indefensos. Los enanos huyen a la Montaña Solitaria donde Thorin, Escudo de Roble está obsesionado por el oro y próximo a enfermar con el Mal del dragón. Aislado, insensible y codicioso, abandona a los suyos y se niega a luchar junto a los elfos.La película es rápidamente descifrable para quienes conocen la historia original. Para los espectadores desprevenidos, el relato va sumando información que se procesa y cobra sentido cuando comienza la guerra. La preceden bandadas de murciélagos y gusanos come tierra. Todos gigantescos. La oscuridad se adueña de la Tierra Media y sus criaturas, cualquiera sea la forma y el tamaño. En La batalla de los cinco ejércitos se enfrentan: Thorin (Richard Armitage) y los enanos; los hombres de la Ciudad del Lago, bajo las órdenes de Bardo (Luke Evans); los elfos del Bosque Negro que lidera Thranduil (Lee Pace), el padre de Legolas (Orlando Bloom); las tropas de Azog, el temible orco de Moria. "El oro vale más que la sangre", dice Thorin, ante el horror de los suyos y de Bilbo, el Hobbit, que toma una decisión desesperada. La guerra es inminente. Jackson dosifica la acción, pero la última película es una monumental batalla que va cambiando de escenarios y héroes. Desde la lucha con el dragón, la destrucción es el sello de la película con la cual el director asegura despedirse del fabuloso mundo de Tolkien.Los efectos están al servicio de la maravilla; aun así, no se desdibuja la fuerza de los personajes. Éstos se enamoran, ven morir a sus seres queridos, pierden su hogar, hacen amigos, conocen la crueldad. Martin Freeman, Bilbo, aporta el rostro de inocencia y "humanidad", aunque su criatura pueda vivir cientos de años. Richard Armitage es el rey de los enanos, el más trágico de los personajes. También se destacan Lee Pace, el jefe elfo; Aidan Turner (Kili); Ian McKellen, como el inefable Gandalf y la siempre eficiente Cate Blanchett en el rol de Galadriel.Jackson ha vuelto visible, ‘real', el mundo fantástico de Tolkien. Los personajes cobran voz y rostro gracias a la fuerza de la imagen. El hobbit, la saga, mantiene las metáforas sobre la amistad, el valor de la palabra, el amor a la tierra y el hogar. La película propone moralejas, atenuadas por la ambigüedad de la magia y los poderes sobrenaturales, y siempre vuelve al hobbit, tan eterno como la bondad. Mientras chocan montañas y continentes, fuerzas oscuras inmemorables, en el mapa arrugado de la Tierra Media, el personaje sigue siendo, por vía del asombro, "un pequeño en un mundo enorme", como dice Gandalf mientras enciende su pipa. El hobbit: la batalla de los cinco ejércitos Acción Guion: Fran Walsh, Philippa Boyens, Peter Jackson y Guillermo del Toro. Dirección: Peter Jackson. Con Ian McKellen, Martin Freeman, Richard Armitage, Cate Blanchett, Aidan Turner y otros. AM/13. 144 minutos.
Los dueños del barrio En Brooklyn hay lugares que encierran secretos conocidos por todos, que jamás se revelan sin que cueste sangre. La entrega, de Michael Roskam, funciona como un thriller en el que el tema es la mafia y su poder rizomático. En la red de bares, nunca se sabe cuál será la caja del dinero sucio por una noche.Con elementos de los relatos sobre la organización delictiva y sus métodos, la película se desarrolla en ambientes sofocantes, a pesar de que el frío cala los huesos en diciembre, cerca de Año Nuevo. La alegría navideña y los sentimientos humanitarios pertenecen al vecindario que no entra en el bar de Marv. Allí, la vida corre peligros porque para la recaudación no hay calendario ni frío que valgan. Tom Hardy (El caballero oscuro. La leyenda renace) protagoniza la historia en el rol del hombre que atiende la barra del bar de su primo. James Gandolfini es Marv, el dueño, hasta que la mafia se apropió del negocio. El actor de Los Soprano, fallecido en 2013, pone a disposición de la película sus tiempos de interpretación, la rudeza triste del personaje, la falta de futuro y la desconfianza, como el pan de cada día. La entrega descansa sobre los personajes, todos complejos, aun cuando el esquema es clásico y responde obedientemente a las reglas del género.No hay una reformulación del cuento típico de la mafia que siempre cobra peaje, pero la película logra una atmósfera intensa. La tensión está en la mirada de Tom Hardy y en las relaciones con dos seres que aparecen en la vida del bartender una madrugada, por casualidad. Bob encuentra un cachorro de pitbull herido y abandonado. El perro es el nexo con Nadia (Noomi Rapace, Prometheus). También aparece la ley, con el detective Torres y la ironía de la fe religiosa de Bob que va a la iglesia y se abstiene de comulgar."Yo solo sirvo tragos", dice su voz en off al comienzo. Ningún espectador es tan ingenuo como para creerlo.El guion propone diálogos breves, cargados de suspicacias. La entrega es una historia en la que cobra fuerza todo lo que no se puede nombrar. El delito marca las relaciones, con los códigos que las envenenan sin retorno. Michael Aronov se luce en el papel de Chovka, el mafioso checheno. Hay en la ferocidad del encuentro con Marv, terror y humor negro; Matthias Schoenaerts es el temible exconvicto Eric Deeds. En la película de Michael Roskam, los personajes hablan entre dientes de un tema difuso, para referirse a muchas otras cuestiones. La permanente traducción que hace peligrar la vida implica un ejercicio que Bob realiza con rostro impasible. Es la fortaleza de la película, adaptación de uno de los relatos cortos de Dennis Lehane, autor de los originales de Río místico, Adiós pequeña, adiós y La isla siniestra. La entrega Thriller Dirección: Michael R. Roskam. Guion basado en el relato de Dennis Lehane. Música: Marco Beltrami, Raf Keunen. Fotografía: Nicolas Karakatsanis. Con Tom Hardy, Noomi Rapace, James Gandolfini, Matthias Schoenaerts y Michael Aronov, entre otros. AM/13. 1:46'.
Con la fuerza de una plegaria. El padre James se queda sin palabras cuando en el confesionario escucha una declaración de guerra, una amenaza y el anuncio de un acto de justicia tardía contra el hombre equivocado. Brendan Gleeson protagoniza Calvario, la película del británico John Michael McDonagh, una historia sobre las penurias de un cura que ejerce la acción pastoral en una pequeña comunidad irlandesa. Nada más lejos del paraíso como ese lugar habitado por hombres y mujeres que parecen la encarnación de los siete pecados capitales. Pero la película asume ese relato desde el punto de vista de un hombre piadoso, que prefiere confiar y no delata al agresor. El padre James vive y siente las pruebas impuestas por una fuerza superior, superando la frialdad del dogma. Un hecho aberrante, cometido en el pasado, busca expiación. No hay como un ser bueno para dar rienda suelta a la violencia contenida, alentada por un contexto hostil. La película recorre las estaciones del calvario personal del padre James. En la relación con la feligresía que ha adoptado el cinismo como forma de vida, el cura va descubriendo aspectos del mal, y los límites de su propia fortaleza, aunque la fe no decae. Será el cordero sin reclamar nada. El actor mantiene al espectador atento y emocionado. Inmenso su trabajo con el rostro que remite a los dramas de Bergman. En la soledad del paisaje, tan grande como la tristeza del sacerdote, aparecen otros personajes complejos y difíciles de catalogar, que alimentan el thriller con sus miradas y diálogos. Cada uno de ellos abre la perspectiva de una reflexión sobre temas que trascienden la anécdota. En las distintas estaciones del calvario se alude al suicidio, la violencia de género, la lascivia y la soberbia, el racismo, la doble moral, el miedo a la muerte, su aceptación; la posición acomodaticia del clero; la falta de devoción. Los personajes ostentan un humor soez y provocativo que aporta más desesperación que simpatía. Van al grano, sin pudor, mientras el padre James piensa una y otra vez en el mandamiento que señala "no matarás". Gleeson está acompañado de un elenco notable: Kelly Reilly es Fiona, la hija de James y su esposa fallecida antes de consagrarse sacerdote. La actriz juega el rol de quien ama e interpela. Chris O'Dowd es Jack, el carnicero; Dylan Moran, el millonario impune; Aidan Gillen, el médico ateo; Emmet Walsh, el escritor anciano. La costa oeste de Irlanda y la asombrosa montaña Benbulben son fotografiadas por Larry Smith, inmensidad también bergmaniana que permanece impasible ante el dolor humano. Brendan Gleeson, en el rol del cura de anticuada sotana negra, protagoniza una película reveladora, que plantea, sin concesiones, el tema de la pedofilia en el seno de la Iglesia y sus consecuencias irreparables en la feligresía decepcionada. Calvario Drama Excelente Guion y dirección: John Michael McDonagh. Fotografía: Larry Smith. Con Brendan Gleeson, Kelly Reilly, Chris O'Dowd, Dylan Moran, Aidan Gillen, Emmet Walsh. Para mayores de 16 años. Duración: 110 minutos. Complejidad: media. Sexo: nulo. Violencia: media.
Cuando el cine es cuestión de fe Ante un título como Éxodo: dioses y reyes, referido al pasaje de La Biblia, la pregunta gira en torno al modo en que un director puede abordar la épica de inspiración religiosa. En la película, salvo por la polémica con respecto a la ausencia de actores egipcios en los roles principales (ligada al ‘color' del dinero que financia), no hay sorpresas ni interpelación al Antiguo Testamento. Ridley Scott aborda el largo pasaje en el que el pueblo hebreo es sojuzgado por el rey egipcio, Ramsés, quien le impone tareas en las construcciones faraónicas. Moisés es el primo dilecto del heredero, el joven e indeciso Ramsés II, y el favorito del rey anciano. Christian Bale interpreta el hombre que conoce el poder, ignorante de los padecimientos del pueblo que está llamado a conducir. El antagonista es el príncipe Ramsés, interpretado por Joel Edgerton. La pareja actoral sostiene la película en el plano de los personajes, con matices y evoluciones, cada uno según los designios del dios hebreo y los presagios de la sacerdotisa. Éxodo es ante todo, una película de Ridley Scott, con la capacidad del director para recrear escenas monumentales, con ejércitos y plagas a grandísima escala. Scott es un gran creador de ilusiones y movimientos escénicos, de colores y juegos de edición.La película deslumbra en cada fotograma, con un preciosismo que por momentos parece una provocación. Estetizar el relato del éxodo que marca la historia del pueblo elegido es una decisión de Scott. Hay mucho de fábula y cuento didáctico bajo las órdenes de un artista enamorado de la imagen. Los hebreos viven hacinados en Pitón, campamento de esclavos en el que trabajan día y noche. Allí Moisés comenzará a descubrir su verdadera identidad, conmovido por la palabra de Nun (Ben Kinsley) que mantiene la esperanza en la comunidad y sueña con el regreso a Canaán.La película reproduce cada uno de los momentos de revelación y despertar de la fe en Moisés, hasta asumir el rol de líder.Scott ha dedicado todo su talento a las plagas bíblicas, las señales de Dios en defensa de su pueblo, que funcionan como escarmientos que minan el poder y la voluntad de Ramsés. Sangre, ranas, langostas, pestes, desesperación y muerte a escala faraónica, sin piedad ni pausa son expuestos por el director que, además, mantiene la tensión entre golpe y golpe. Mientras tanto, Moisés espera y clama. Imperdible el pasaje del Mar Rojo. Scott resuelve los diálogos de Moisés con Dios de manera naif, elección que puede convencer o no al espectador. El cine también es cuestión de fe.Las escenas de Moisés con su mujer Séfora no terminan de complementar la figura del hombre con su destino de padre espiritual. Hay en la estética del oasis donde Moisés encuentra a la joven y en la composición de la española María Valverde, un registro superficial, sofisticado y romántico, en relación a la vida de los pastores. En Éxodo Scott demuestra con su épica formidable que el poder siempre provoca dolor y que el cine, en sus manos, sigue siendo una revelación.