M. Night Shyamalan es un director a quien la crítica amo amar y a quien esa misma critica, a mediados de la década del 2000 adoro odiar ¿Razones? No cumplía las expectativas de la crítica lo cual puede ubicar el problema en la crítica y no en el artista en si ya que Shyamalan nunca mostro una decadencia en su modo de filmar o de relatar historias, es más se podría decir que hubo un crecimiento constante en su técnica y habilidad para hacer uso de las herramientas fílmicas y la narración a la hora de construir una historia. Entonces debemos entender que el problema del odio o desprecio a la obra de este director reside en la crítica ya que de alguna manera anticipaba un mal de estos tiempos: la ansiedad ante el no cumplimiento de expectativas, un mal que es común en nuestros tiempos que consiste en pedirle a las obras y los artistas más de lo que estos en si ofrecen, siempre se espera que la obra les cambie la vida y las formas de entender el arte pero si esta no lo cumple la culpa es del artista no de quién se generó las expectativas, esta no es una regla general ya que algunos artistas se envuelven en un halo de misticismo y supuesta genialidad que la mayoría de las veces no cumplen; esto último no es el caso Shyamalan. La carrera Shyamalan, para el gran público, arranco con un fuerte golpe sobre la mesa, el cual género que desde la crítica se esperara más de eso, depositando fuerte expectativas sobre el artista al mismo tiempo que de alguna manera se lo encasillaba ¿Error del autor? No o si, porque con El Protegido (Unbreakable, 2000) de alguna manera género el mismo efecto que El sexto sentido (The Sixth Sense,1999) pero con ciertos toques que nos trajo muestras de un fenómeno que es mucho más intenso en esta década. Como todo bien vanguardista el director que nos toca hoy trajo con sigo la necesidad de que le expliquen todo al público (sin él miles de youtubers hoy pasarían hambre) lo cual en última instancia trajo también el desencanto ya que o la explicación no era tan compleja como se esperaba o porque simplemente esta no hacía falta. M.Night Shyamalan no es el primer artista víctima de este tipo de reacción, pero si es un caso inevitable de mencionar. La carrera de este director, si bien arranca con dos películas de la década de 1990 (Wide Awake de 1998 y Praying with Anger de 1992 ) llega al gran público con un sexteto de muy buenas películas que si bien recibieron cierto maltrato de la crítica no pueden ser consideradas malas, si bien son diferentes a sus producciones anteriores. La dama en el agua (Lady in the water, 2006) y El fin de los tiempos ( The Hapenning, 2008) no son películas desastrosas, ni siquiera malas, aunque pecan de cierta inocencia que transmite una extrañeza que al público que esperaba un poco más del thriller oscuro y desconcertante que había ofrecido en sus producciones anteriores. De hecho, solo podemos colgarle el mote de producción mediocre a aquellas películas que nos hacen leer cierta calidad de encargo y no creación total del artista. The Last Airbender (2010) es quizás la producción de más baja factura de este director y tal vez eso sea a causa de que debió someterse a los requerimientos del estudio lo cual le quito la libertad creativa necesaria. En The Last Airbender no se ve nada de lo que Shyamalan había mostrado en sus creaciones anteriores y es ahí en donde reside su déficit ya que aun en producciones menores como en Después de la tierra (After Earth, 2013) y El fin de los tiempos ( The Hapenning, 2008) vemos algo de la filosofía del director, la postura Gaia que supone a la tierra como un ser vivo que utiliza sus anticuerpos para deshacerse de su enemigo, es decir el ser humano. Solo por esa postura, muy enarbolada por grupos ecologistas en estos tiempos de pandemia, ambas películas a pesar de sus errores están por arriba de muchas producciones contemporáneas que a pesar de ser muy ensalzadas y defendidas por la crítica carecen de cualquier significante extra. Old (2021) es la última producción de este director, basada en la novela gráfica de Frederick Peeters, El castillo de arena. Debo decir al respecto que los principales males de los que padece esta película son cuestiones paratextuales, es decir su calificación PG 13 y el hecho de pertenecer a un gran estudio lo cual reduce a una historia que presenta un gran potencial a un film que de alguna manera se siente contenido, como incomodo dentro de la forma en que debe elegir contar aquellos que puede contar. Esta película tiene un potencial de brutalidad que a diferencia de otras películas podría enriquecer la historia en lugar de contenerla. Shyamalan toma la decrepitud como tema la historia y nos presenta a la vejez misma como el verdadero enemigo, enemigo invisible, imparable e ineludible por lo cual cada uno de los personajes vive en una constante sensación de peligro y fragilidad. En Old nos presentan al matrimonio Capa, Guy y Prisca, quienes ante una crisis de pareja y los serios problemas de salud de Prisca deciden pasar unos días junto a sus dos hijos pequeños, Maddox (Alexa Swinton), de 11 años, y su hijo Trent (Nolan River), de 6, a un lujoso resort all inclusive ubicado en un paraíso tropical que la madre contrató por Internet, a modo de compensación por el dolor que saben que la separación les va a causar a los niños. Luego de unas presentaciones llenas de risas y comentarios simpáticos el gerente del lugar (Gustaf Hammarsten) los invita junto a unos pocos huéspedes del hotel a conocer una playa escondida. Nuestros protagonistas acceden gustosos a esta experiencia, pero a los pocos minutos de instalarnos en este lugar se desata el drama a través de un cadáver que aparece en la playa, a partir de ahí todo dentro de ese ambiente se llena de una cierta extrañeza ya que los niños pasan rápidamente de tener 11 y 6 años a 16 y 11, es ahí donde de a poco todos empiezan a envejecer de forma súbita. Unos minutos pueden equivaler a un año; y un día, a una vida entera. EL director elige ante esta historia que de forma muy verosímil genera desconfianza y miedo en sus protagonistas narra desde un punto de vista que parece fuera de escena, la cámara nunca se enfoca en lo que sucede sino en un tercer lugar que aparece más como espectador que como narrador omnisciente. En la historia se suman personajes (Ken Leung, Nikki Amuka-Bird, Rufus Sewell, Aaron Pierre, Abbey Lee, Mikaya Fisher, Kathleen Chalfant), revelaciones y giros que en principio generan cierta intriga e interés, pero que poco a poco se van desvaneciendo hasta terminar en el terreno de la irritación, el sinsentido lo cual de a poco nos va dejando con los protagonistas y sus propios dramas personales. Presbicia, tinitus, reuma, problemas cardiacos, déficits de calcio, artrosis, artritis, demencia senil, Alzheimer e inclusive el simple hecho de nacer nos hacen sentir que en esta película el peligro es la existencia misma. Shyamalan nos entrega un drama intenso que de haber elegido cierta brutalidad en las imágenes se habría convertido en una verdadera historia de horror a la luz del día pero que a pesar de eso es satisfactorio. Tal vez dentro de lo que se puede entender como negativo en esta historia deba incluir el epilogo que peca del mal contemporáneo del que hablé al principio: la necesidad de explicarlo todo quitándole esa sensación de extrañeza que fue tan satisfactoria al comienzo.
Esta es la segunda parte de aquella película de 2018 que nos contaba la forma en que una familia debía sobrevivir en un entorno rural luego a la invasión de seres de quienes, en ese momento, no podíamos asegurar si venían de otro planeta o cual era su real su verdadera procedencia. El director John Krasinski se guarda la información sobre el origen de estas criaturas como parte de su muy buen trabajo como constructor de un clima de misterio y una atmosfera que constantemente anuncia peligro. En un mundo que nos ha acostumbrado a sagas con secuelas intrascendentes y descolgadas de la original esta película es una segunda parte en toda regla y no una secuela forzada ya que retoma exactamente dónde nos dejó la primera, es decir nos hace lidiar con las consecuencias básicas de lo sucedido en esos últimos instantes de la película anterior: el nacimiento del niño y la revelación sobre cómo acabar con estos seres extraños. En esta segunda parte nos encontramos con seres más rotos de que los se nos presentó en la original y que por lo tanto lidian con las consecuencias personales de aquellos acontecimientos. Krasinski que fue incluido por la crítica dentro del grupo de directores englobados en aquella falacia llamada elevated horror; falacia porque nadie puede elevar aquello que desprecia. El director demuestra en esta película que está más cerca de su colega Jordán Peele que de directores carentes de capacidad narrativa como Robert Eggers y Ari Aster ya que lo que prioriza es la historia por sobre el virtuosismo visual intrascendente. Krasinski narra de forma simple y eficaz porque tiene algo que contar sin hacer exhibición de sus conocimientos técnicos, no porque no los tenga sino porque no es necesario hacerlo y sobre todas las cosas porque no aportarían nada a la trama. A Quiet Place es una película y parece una película a diferencia de otras obras del género que parecen ser tesis de jóvenes tímidos que tratan de defender su punto de vista con todos los fundamentos necesarios para sentar una tesis, pero olvidándose de aquello que en realidad quieren contar. Krasinski tiene la suficiente madures y seguridad como para no recurrir a trucos burdos para adornar su historia. Es aquí donde la película y este estilo de terror en general me recuerdan a aquella definición dada por Gustavo Cerati y Ricardo Mollo en una entrevista en 2003 con motivo del lanzamiento de «Let It be naked», aquel álbum de The Beatles en el cual se despojaba al clásico «Let it be» de todos los arreglos impuesto por el productor Phil Spector. En aquella entrevista los músicos decían sobre Spector: «utiliza la pared de sonido y una serie de recursos de sonido que maquillan la composición original para encubrir sus propias inseguridades y falencias». Trasladando esas inseguridades y falencias al ámbito audiovisual puedo decir que Krasinski evita ese tipo de adornos y desviaciones porque está seguro de lo que narra y de la forma en que lo hace. En cuanto a lo ideológico esta película surge en un momento en el cual la paranoia y las rispideces políticas entre oriente y occidente están puestas en primer lugar lo que nos hace recordar a aquellos clásicos de la década de 1950 y 1960 en los cuales las amenazas eran seres desconocidos, venidos de otro mundo y que amenazan el estilo de vida de las personas, pero muy en línea con las ideas contemporáneas la amenaza de alguna manera a infiltrado el territorio propio. Tal vez esto solo sea una casualidad, pero aun así no dejan de coincidir aquel momento histórico de tensión política con este. A Quiet Place 2 nos presenta la historia desde el día uno de esta invasión de seres extraños, usando de forma narrativa este comienzo para presentarnos a los personajes sobre los que girara la trama de la película. En este film debemos seguir las tramas que se abren en torno a Regan (Millicent Simmonds), quien quiere compartir con el mundo la solución a la invasión que ha descubierto en la primera parte de esta historia, y Emmeth (Cillian Murphy) quien decide acompañarla y protegerla no solo de monstruos sino también de otros humanos; por otro lado, la historia nos presenta a Evelyn Abbott (Emily Blunt) quien debe proteger a su niño recién nacido y a Marcus (Noah Jupe) su segundo hijo quien ha sido gravemente herido en un accidente. La película transcurre de forma dinámica, con un muy buen montaje que mantiene siempre atento al suspenso creado en cada escena. En el rubro técnico la película es más que correcta, pero eso algo positivo porque nos permite s centrarnos en lo que realmente importa, es decir la historia que se nos cuenta.
El sociólogo estadounidense James Petras habla de los procesos revolucionarios encarando el tema desde una cuestión de ideas y estrategias. Petras nos habla de que las revoluciones son procesos largos, violentos e impredecibles, tal vez, la gran diferencia entre Petras y otros pensadores es que este sociólogo considera que los procesos de revolución pueden ser pensados y orquestados desde arriba, lo que deriva en que de alguna manera termina calificando al nazismo y al fascismo como revoluciones y no como lo que realmente fueron, es decir sediciones contra el estado de derecho y el accionar político. Es en este punto donde puedo establecer un paralelismo entre esta línea de pensamiento y la trama de la saga que hoy nos ocupa. A lo mejor es eso o simplemente los guionistas de esta película copian el mensaje meritocracia y objetivista que Todd Phillips disfraza de revolucionario en la película Joker (2019), es decir, el mensaje final de la película es que el pueblo en si es idiota, que solo busca un líder mesiánico al cual seguir y que no comprende la profundidad de sus necesidades, lo cual no les permite valorizar a quienes “emprenden y son el verdadero motor del progreso”: los ricos. En esta película como en aquella, el caos se desata a partir de la incapacidad de organizarse políticamente, por lo cual recurren a la violencia como única forma de expresión y lucha política. Volviendo a Petras (a quien estoy parafraseando más no citando) esta obra parte desde la idea de una revolución desde arriba que termina siendo cooptada por el pueblo y yendo en contra quienes la activaron, si bien la situación revolucionaria parte desde antes de que comience la primer historia es esta en la que podemos hablar de una revolución llevándose a cabo, porque como dicen los autores marxistas las revoluciones les pertenecen a los pueblos y son los pueblos quienes deciden hacia dónde van estos procesos. Tal vez todo intento de intelectualización previa se escapa a lo que realmente ofrece la película en sí. A diferencia de la primera, «La noche de expiación» (The Purge, 2013, James Demonaco) carece de la sorpresa y la construcción de personajes que tenía aquella, la cual por un lado se diferencia en sí de las películas que le siguieron ya que es una historia construida en un ambiente gótico: es decir en un lugar cerrado en el cual un grupo de personajes son acosados por una maldad exterior que quiere dañarlos al mismo tiempo que deben enfrentarse a las crisis familiares propias. Por otro lado, la segunda película, «La purga 2, la noche de las bestias» (The Purge 2, Anarchy, 2014, Jame DeMonaco) nos instala en lo que es el universo de esta saga y profundiza, con un trazo muy grueso, sobre las denuncias políticas que realiza. En esta película conocemos la manipulación por parte de las altas esferas políticas y económicas contra la clase baja y como esa “celebración anual” es más que nada una limpieza étnica y de clase. En «La Purga por siempre» (The Forever Purge, 2021, Everardo Gout) nos encontramos con un mundo en el cual la vieja manipulación política realizada por las clases altas y el poder político estalla por los aires y es tomada por las clases bajas de Estados Unidos que, manipuladas por algún poder mediático sin rostro, que se expresa por las redes sociales y que expresa ideas de extrema derecha, toma la purga como lucha revolucionaria que busca cambiar la estructura de esa sociedad en contra de los poderes establecidos (el estado y el establishment) pero tomando las armas contra extranjeros e individualidades disidentes, en pocas palabras en medio de este caos los estadounidenses promedio deciden tomar las armas y hacer aquello que tanto les gusta, es decir matar gente con un color de piel más oscuro pero sin tener que cruzar las fronteras. De alguna manera nos presenta el comienzo de una guerra civil y una situación revolucionaria. La película da vuelta la trama inicial en la cual los pobres eran víctimas de los ricos que utilizaban la purga como herramienta para perpetuar su status quo para convertirlos en victimarios irracionales y carentes de empatía. La Purga por siempre nos traslada a un ambiente rural y nos presenta a Juan y Adela, dos migrantes mexicanos que viven en Texas y que deben enfrentar su primera purga, la cual pasan sanos y salvos gracias a la protección que le vende un grupo de paramilitares, pero que se encuentran con el caos del día después ya que se encuentran con que el estado ha caído a causa de levantamientos anti sistema. Juan, Adela y un grupo de allegados deben escapar a un lugar seguro que no es otro que México ya que las fronteras de dicho país y de Canadá se han abierto como santuario para aquellos que necesitan refugio, pero solo durante seis horas, una vez transcurridas esas seis horas no pueden salir del país. El film se convierte así en una trama de persecución y asedio en la cual Juan y Adela demuestran conocimientos militares, cuya explicación es más que polémica, pero que les permiten enfrentarse a sus enemigos sin ningún tipo de inconvenientes. La trama de la película se vuelve repetitiva e inverosímil, pero a pesar de eso algo entretenida. La dirección es correcta, a pesar de recurrir a todos los clichés del género, ya que hace muy buen uso de la acción con un trabajo de cámaras correcto que muestra de manera prolija cada una de las circunstancias que ocurren, es cierto también que las escenas ambientadas en la noche se ven desprolijas y confusas. En definitiva, es una película que es más interesante por lo que uno puede interpretar que quiere decir más que por lo que dice en sí.
La novena película de esta saga nos trae una historia conocida y repetida cuya fórmula ya no sorprende. Si bien en esta película se intenta cambiar el eje de la historia, en definitiva, sigue siendo más de lo mismo. En un principio la historia trata de presentarnos en imágenes aquello que desde la primera película ya se conoce; Las causas por las cuales Toretto (Vin Diesel) fue a la cárcel, la muerte de su padre y los dramas que se desataron a raíz de esta tragedia. Estos flashbacks en si no aportan nada nuevo, más que la presencia de un Toretto joven, interpretado por Vinnie Bennett, que deja en claro la pérdida de calidad actoral del protagonista, sin ser estridente, la capacidad actoral de Bennett evidencia que a medida que van pasando las películas Diesel fue perdiendo capacidad histriónica y carisma. Entre tantas escenas de acción exageradas las secuencias pretendidamente dramáticas y conmovedoras son lo peor de la película ya que no están bien logradas. La película logra, luego de los intentos infructuosos de conmover a la audiencia, meternos dentro de su mundo y desconectar la percepción de la realidad, lo cual es bueno ya que si no logramos a comprender que en este mundo que nos presenta rápido y furioso los autos a toda velocidad sirven para amortiguar caídas y no para destruir a los cuerpos que impactan en ellos podemos caer en la necesidad de buscarle una lógica a lo que estamos viendo: rápidos y furiosos 9 no es una película realista pero si es verosímil. Esa verosimilitud es lo que la sitúa un escalón por arriba de otras de su tipo (Trasnsformers, 2007; Godzilla vs Kong, 2021; Justice League: The Snyder cut, 2021; Army of the dead, 2021; Infinite, 2021; etc) ya que a lo largo de lo que han sido sus predecesoras logrado instalar sus propias reglas de funcionamiento de mundo y mantener una suerte de coherencia con las mismas. La historia que nos presenta esta película no es original, es más, es un calco de las películas anteriores de la saga, es decir, hay un villano que necesita un dispositivo por el medio del cual va a generar un colapso en el orden mundial, colapso por medio del cual este va a poder tomar el poder y el grupo de Toretto es el encargado de conseguir el dispositivo y evitar así que el villano se salga con la suya. O sea, Buenos- Mcguffin- villano- persecución- giro de la trama- misión cumplida. Si alguien vio alguna de las anteriores sabe lo que va a suceder, inclusive el giro de la trama no se diferencia tanto de los anteriores, Fast and Furious a pesar de ser una película de acción sólida y con coherencia interna adolece de originalidad por lo tanto debe entenderse su solidez dentro de lo que es la mediocridad general que envuelve a esta saga. Las películas en general son obras de arte ya que a pesar de la obviedad de lo que voy a decir, son obras de artistas, entonces debemos entender que en el arte como en cualquier otro tipo de disciplina u oficio hay artistas mediocres y artistas talentosos por lo cual debemos entender que la mediocridad general de la saga y de esta película en particular se debe a la mediocridad de sus creadores o para ser más preciso de su alma matter en el caso de esta serie : Vin Diesel, es decir Fast and Furious puede ser catalogada como una serie mediocre debido a la mediocridad de Diesel como artista y productor, quien es el motor detrás de estas obras y, tal vez el principal responsable de repetir la fórmula una y otra vez sin tener ni una sola aspiración artística. Si entendemos que en el arte como en cualquier otra disciplina hay mediocres y también talentosos debemos entender también que últimamente los artistas más mediocres son los que tienden a la ostentación (Zack Snyder es un gran ejemplo de eso) Fast and Furious 9 es una película que pretende ser ostentosa no solo desde el punto de vista de las escenas de acción sino también desde el elenco ya que si bien no cuenta con dos grandes pesos pesados de las anteriores presentaciones Jasón Statham y Dwayne Johnson cuenta con Charlize Theron, Helen Mirren y Kurt Rusell quienes no aportan a la película mucho más que sus nombres. La gran novedad es el rol de John Cena, quien si bien juega un rol importante no es su actuación lo que le aporta calidad a esta película. La trama de la película presenta una y otra vez chistes sin ninguna gracia que hacen referencia a estar compensando alguna deficiencia lo cual nos hace pensar que ella misma con las escenas repetitivas y grandilocuentes trata de compensar con esto la falta de un buen guion y buenas actuaciones. Sobre el director, Justin Lin, se pueden decir muchas cosas, pero comprendiendo que Fast and Furious más que una película es un producto de mercado se debe tomar en cuenta que la mediocridad de la obra no es su responsabilidad en un 100% sino de las demandas del estudio a las cuales él debe atarse. Debe destacarse su capacidad para crear escenas de acción y mantener un ritmo frenético durante las dos horas veinticinco minutos que dura la película, aunque por momentos aburra esta esta repetición.
Empezar a escribir hablando de lo que voy a hablar es inevitable, porque de alguna manera es una huella de lo que nos sucedió en el último año. Volver al cine luego de un año sin pisar una sala es algo movilizante, y no solo por razones frívolas, sino también porque durante este año de alguna manera se nos fue destruyendo la confianza en el colectivo social al que pertenecemos. Durante este año de pandemia he intentado de todas las formas posibles no exponerme y creo que lo hemos hecho todos, pero la vuelta de las salas de cine, de alguna manera, es una invitación a dejar ese cuidado férreo para exponernos en pos de algo que amamos, o que por lo menos, yo amo. La experiencia cinematográfica excede, para mí, el valor de la obra a la que voy a ver porque la experiencia cinematográfica es algo con un valor intrínseco que no puede ser superada por otras experiencias. Más allá de los antisociales, que se quejan de las cuestiones propias de cualquier actividad pública, como el ruido de la gente comiendo, o las charlas previas durante la película, o los snob que quieren vender la idea de que una pantalla de televisión, tablet, celular u otro dispositivo, pueden remplazar a la experiencia de la sala cinematográfica, debo decir que mi experiencia indica que, más allá de la película en sí, disfrute de mi retorno al cine, de la intimidad que me permite la sala con la obra. Soy gran fan de los niños llorando en la sala, de la gente que se molesta y expresa su enojo, de la gente que conversa, del ruido de la gente que mastica pochoclos; en general, soy fan de estar en un lugar en el que la gente que alguna manera comparte su forma de disfrutar de una película. Soy fan de esa experiencia íntima y colectiva que regala el cine y la verdad es que lo extrañé. Para terminar, debo contar que fue una experiencia agridulce, ya que los protocolos por la pandemia de Covid 19, obligan a una frialdad y a una lejanía a la que deberemos acostumbrarnos. Godzilla vs Kong es una continuación de Godzilla rey de los monstruos (Godzilla: King of the Monsters,2019) y de Kong: la isla calavera (Kong: Skull Island 2017) que al parecer no aprendió nada de esas experiencia porque se parece más a Godzilla (Godzilla, 2014) la primer película de 2014, al no haber aprendido nada de las dos buenas experiencias que fueron sus antecesoras esta película repite los mismos errores que la primera; es decir demasiada participación de los personajes humanos, poca relevancia de la trama de los humanos en la historia de los monstruos, poca participación de los monstruos, que queremos ver en la pantalla, escenas de peleas desprolijas y algo de lo que ninguna de las anteriores carecía: lógica interna: y no confundir esta con verosimilitud, la historia es perfectamente verosímil dentro de la realidad que se nos plantea, pero en algunos pasajes cuestiones que funcionan de una manera en un lugar pierden de validez de acuerdo a las conveniencias del guion. Godzilla vs Kong hace bien en plantearnos los motivos de los monstruos para pelear, de la misma manera nos plantea muy bien la existencia de una conspiración para sacar a las bestias del letargo y llevarlas a su confrontación pero fuera de esas razones el guion se siente obligado a mostrarnos historias en las que los humanos participan de forma torpe desde personajes que aparecen con un halo de misterio que terminan no aportando nada a la historia a instalaciones militares de máxima seguridad que son intrusada por dos adolescentes y su amigo inmaduro sin ningún tipo de esfuerzo. Básicamente, la historia nos cuenta que Godzilla, por una cuestión de biología básica, debe someter a los otros monstruos alfa que hacen su aparición de en la película anterior ya que un ecosistema solo soporta a un predador ápex. Kong, quien es un espécimen protegido, debe ser trasladado a un nuevo habitad por razones que hacen a su preservación, y que, al mismo tiempo son funcionales a una compañía que responde a sus intereses propios. El traslado del gorila alerta a Godzilla quien lo ataca iniciando así una guerra entre ambos. Por el otro lado el dios lagarto comienza a atacar a las ciudades por motivos que se desconocen poniendo en alerta a la humanidad y dándole razones a Maddie Russell (Millie Bobby Brown) de intentar demostrar la inocencia del saurio, a pesar de no contar con conocimientos o más recursos que un mal guion para cumplir con este propósito. Los personajes humanos aportan poco y nada a la historia salvo Ilene Andrews (Rebecca Hall), quien es encargada de cuidar a Kong y a la pequeña Jia (Kaylee Hottie) quien a su vez es el único ser que se comunica con el simio y la herramienta utilizada por el doctor Nathan Lind (Alexander Skargard) para convencer al titán de su traslado. Es decir: Godzilla vs Kong es una película que funciona muy bien cuando le hace caso a lo expresado por el desaparecido doctor Serizawa en Godzilla( Godzilla 2014) “dejen a los monstruos pelear” pero que falla torpemente cuando trata de introducir el componente emocional y humano. Godzilla vs Kong es una demostración de que el sistema Marvel funciona ya que sin la construcción que se hizo en las anteriores películas de estos personajes difícilmente podrían generar interés o empatía en el público, hay que decirlo la construcción a través de las películas anteriores es tan buena que uno llega a sentir interés sobre ellos y a sobresaltarse cuando parece lo que viene para nuestro héroe es adverso o que están en verdadero peligro. Sin duda eso es más un logro de la construcción realizada desde 2014 que de la película que hoy nos ocupa. Con respecto a la dirección y los efectos visuales no se pueden hacer críticas ya que la película se siente sólida y hasta real a pesar de ser un 80% CGI, las actuaciones son correctas y bien encaradas a pesar de lo deficiente del guion, la película logra entretener a pesar de sus defectos.