La última película del director Cristian Bernard nos presenta al escritor de policiales Julián Lerma (Diego Peretti), quien luego de un pico de stress debe recluirse en una casa de descanso junto a su familia para poder despejarse y al mismo tiempo retomar su trabajo pero inmediatamente las vacaciones degeneran al presentarse en su casa Anna (Carla Quevedo), una mujer que al parecer es víctima de un crimen, quien necesita refugio y protección de su marido (Diego Cremonesi) pero que al parecer no es quien dice ser o que al menos no dice toda la verdad acerca de su tragedia. Ecos de un crimen es una película que intenta introducir al espectador en un mundo en el cual nada es seguro ya que de a poco las bases que va sentando desde el principio se van destruyendo a través de la repetición y reconstrucción de los hechos. El punto es generar una historia que por medio de su potencia narrativa nos atrape, pero fracasa en ese intento. Si bien la película podría remitirnos algunas obras de suspenso psicológico al estilo de las obras de Michael Katsenberg o más precisamente al thriller Identidad (Identity, James Mangold, 2003) por la estructura que adopta la historia a mitad de la película. El gran problema es que todas las pretensiones, que no son muchas, forman parte de un guión torpe que termina dando por tierra con todos los posibles logros obtenidos. Si bien el guión trata de ser sólido, son sus diálogos los que atentan directamente con la obra: los personajes van narrando los hechos que suceden en pantalla, haciendo que la experiencia audiovisual se vuelva superflua e innecesaria. Allí donde la cámara nos muestra a un auto entrando en escena el guión siente la necesidad de que los personajes nos comuniquen que efectivamente llego un auto, cuando escuchamos un ruido los personajes no proceden a reaccionar ante este sino que proceden a contarnos que se ha producido un ruido, una y otra vez este tipo de actos por parte de los personajes nos va dejando fuera de la historia ya que pierde interés, la historia deja de ser presentada de forma audiovisual para pasar a ser narrada por sus personajes. Básicamente la torpeza narrativa termina destruyendo lo bueno que formalmente nos presenta la película, es decir un buen manejo técnico y cierta dinámica en la edición y un montaje bastante preciso. Las actuaciones mantienen un buen nivel en cuanto hablemos del trabajo de la dupla protagónica: Diego Peretti y Julieta Cardinali, pero son los secundarios los que al parecer no entienden el registro de la historia, sobre todo Carla Quevedo, quien parece perdida en la película produciendo una suerte de vergüenza ajena con su actuación propia de una producción amateur y no de una superproducción (en cuanto al medio argentino nos referimos) en la cual intervienen Warner Brothers y HBO Max. Ecos de un crimen es una película que encierra grandes pretensiones y que de alguna manera es entretenida pero que en el fondo esconde enormes falencias que son imposibles de dejar de lado a la hora de analizarla, ya que uno debe analizarla por lo que contiene en su estructura y esta película contiene errores que se vuelven insoslayables y que la convierten en un producto menor lleno de todos los clichés del género que no logra saltar sus propias deficiencias.
Si bien en las dos presentaciones anteriores del superhéroe de Queens nos lo mostraban un tanto aislado de las constantes que sufre este personaje en todas sus variantes, es decir la perdida, en No Way Home, Peter Parker debe aprender de sacrificios y de responsabilidades. La cuestión es que la película arranca justo después de la revelación que había hecho Mysterio al final de Spider-Man: Far From Home (2019). Peter debe aprender a sobrevivir con su identidad revelada y con lo perjudicial que puede ser esto para sus seres queridos. Desde el comienzo Parker debe luchar con el dilema de protegerse a sí mismo o defender a aquellos a quienes ama. A partir de este dilema entramos en lo que se nos presentó en el tráiler es decir el intento del Doctor Strange de borrar de la memoria de la humanidad la verdadera identidad de Spiderman. Si bien las dos primeras películas juegan con el género de comedia de acción No Way Home parece ir por el mismo lugar pero rápidamente muda a una tragedia con tintes épicos en los que Parker deberá jugárselo todo no solo por él o sus seres queridos sino por toda la humanidad y el multiverso. Ninguna buena acción queda impune es la frase que debe quedarnos fijada ya que es la base de la segunda parte de la película y lo que hace girar la trama hasta sus momentos más dramáticos y épicos, para terminar, convirtiendo a esta película en una tragedia muy bien construida. Marvel/Disney y Sony en esta película despliegan sus músculos presentándonos una galería de villanos ya conocidos de las sagas anteriores a la protagonizada por Tom Holland que hacen avanzar la trama y darle un giro mucho más interesante. El gran logro es traer personajes de otras entregas y darle más peso que un simple cameo, ya que complementan muy bien lo que habíamos visto de esta encarnación de Spiderman. Es decir, toda la construcción de un superhéroe adolescente y dependiente de su mentor tiene una muy buena conclusión cuando vemos que el personaje evoluciona ante nuestros ojos hasta ser capaz de enfrentar las amenazas solo, son ellos los que le dan el empujón final al héroe. Esta es una película que trata sobre crecer y enfrentarse a las adversidades aceptando las consecuencias de los actos propios. No Way Home está lejos de ser una película perfecta pero aún en su imperfección apela a una construcción de los personajes, tanto héroe como villanos, que los lleva a una evolución. La dirección es atinada y dinámica ya que la cámara no descansa nunca y todo el tiempo es un recurso narrativo, si bien es cierto que uno no espera de Marvel una película de recursos sobre la narración, la forma en que el director utiliza los recursos al servicio de lo que realmente importa, que es la historia, aporta mucho ya que trabaja las escenas de acción de una manera que no confunde ni distrae. Jon watts hace de la dinámica su forma de contar y eso se aprecia mucho en una película de dos horas y media. La forma que construye la historia hace que cada fracción de la tenga las características básicas del estilo que encara y que aun así no desentone cuando ese género es roto para pasar a un tono diferente, es decir las escenas en las que se apela a la comedia no desencajan con las escenas en las que se pasa a la acción pura, ya que ahí hay una buena construcción de las mismas y de las relaciones entre personajes, y cuando la película se convierte en un drama no existe un quiebre marcado. No Way Home es la película en la cual aquellos que odian el humor de Marvel porque tiende a quebrar el clima en pos de distender no van a encontrar ese tipo de escenas, que son geniales y que hacen que Marvel tenga une estilo que otros quieren copiar, pero que muchos no saben apreciar. Aquellos que ven Marvel para quejarse de sus villanos porque no entienden que lo importante de esta compañía son sus héroes tendrán en esta película un villano de verdad que por momentos causa escalofríos y hace temer por el héroe, ahí es donde Willem Dafoe Brilla como el Duende Verde. Dafoe no solo brilla con su voz o sus gestos, sino que también lo hace en las escenas de acción, las cuales decidió hacer el mismo. El Duende Verde de Dafoe es aterrador, violento y astuto. Al fin y al cabo, un villano a la altura del héroe, en este punto es donde la película construye en cada uno de los villanos un pequeño arco que nos permite comprenderlos, tal vez no empatizar, pero si tal vez entender sus razones. Alfred Molina es otro de los actores que destaca por su talento propio y por la forma en que la historia retoma al Otto Octavius anterior al incidente que lo convierte en villano en Spider-Man 2 (Sam Raimi, 2004), es decir amable, inteligente, curioso y aterrador. El personaje de Jamie Foxx pasa de ser un don nadie a un ganador que necesita de sus poderes para reforzar su autoestima y que encuentra en esa autoestima la necesidad de dominar y ser más poderoso para conseguir este fin, es decir una persona atrapado en un círculo vicioso cual un adicto. De alguna manera estás transiciones entre los villanos permite darles a algunos un arco de redención y a otros un carácter irredimible. La evolución de los villanos impulsa la evolución del héroe y de alguna manera ese es el mayor valor de la trama. «Ninguna buena acción queda impune» dice el Duende Verde y esa es la clave de esta historia ya que a diferencia de las otras películas de Spider-Man en esta hay consecuencias y la gracia, lo que convierte a este Spider-Man en el mejor de los superhéroes vistos hasta ahora en el cine es que está dispuesto a pagar el precio por un bien mayor. La tercera película de Spider-Man en el MCU es una película entretenida que apunta a una épica que de alguna manera la emparenta con las películas de Sam Raimi, sin perder el estilo Marvel, bien construida desde el guion, con buenas actuaciones y con una dirección que aporta mucho a la historia.
Eternals, la última película de directora Chloe Zhao se distingue del resto de las películas de Marvel por el hecho de ser justamente la película de la autora y no del estudio, si bien la historia no es un cien por cien una obra ajena a las otras películas del estudio uno puede percibir la mano de la directora en diferentes aspectos de la construcción de la trama y los personajes. Si bien Zhao decide darle un amplio espacio de su obra a introducir a los personajes, debido a que la mayoría de los espectadores no los conocen de antemano el desarrollo de la trama no se interrumpe porque esta presentación es orgánica y permite el avance de la misma. La directora aporta cierta espectacularidad visual a su presentación de este grupo de personajes también le imprime cierta solemnidad que se podría comparar con Zack Snyder’s Justice League (Zack Snyder, 2021) pero que se diferencia de la obra de Snyder en que esta postura solemne está justificada en el dilema de los personajes, una suerte de dioses que conviven entre los hombres y que deben presenciar su decrepitud sin intervenir; dioses muy humanos que luchan entre el deber ser y lo que realmente desean, el tono de Eternals dialoga más con Infinity War (Anthony Russo y Joe Russo, 2018) que con cualquier otra película del estudio. Zhao hace con estos personajes de Marvel lo que durante años han reclamado los detractores de la casa de las ideas, es decir quitarle todo el andamiaje cómico para convertirla en una tragedia de ciencia ficción que se ancla en la construcción de los personajes y sus relaciones. La directora intenta hacer un relato pretencioso con mucha utilización del flashback como recurso narrativo que nos permite tener una comprensión de este dilema, el relato es ambicioso porque rompe la fórmula del camino del héroe y nos sitúa en un punto de la historia de los personajes en el cual tienen casi todo resuelto, al mismo tiempo que la utilización del flashback es orgánica y permite el avance de la trama a medida que profundiza en la evolución de los personajes. La ambición del relato no impide que Zhao mantenga una postura contemplativa que aporta mucho a la evolución de los personajes. A diferencia de otras obras que tratan de relatarnos las aventuras de dioses entre los humanos esta capacidad de contemplación y apreciación de la directora nos permite comprender lo verdaderamente importante de las motivaciones de los protagonistas, es decir los humanos. Los Eternos son dioses que podrían estar alejados del quehacer humano pero su obligación de impulsar el avance de la humanidad, hecho que los hace empatizar con la raza humana a pesar de sus errores. En cuanto al desarrollo de la trama, la película nunca pierde el foco ni se centra en estridencias, existe un drama y existe un problema a resolver, inclusive existe un enemigo a derrotar, pero lo importante es el valor de las decisiones que deben tomar los protagonistas y sus consecuencias. Si se puede decir, que, por sobre todo, es una película de Zhao y no de Marvel, ya que la directora ni aún en el final sacrifica el carácter orgánico y la armonía de la película en nombre de lo espectacular. La trama de Eternals es básicamente sencilla: durante los últimos quinientos años los deviantes, una raza de monstruos que existen desde la creación de la tierra, han estado desaparecidos debido a que los eternos han cumplido con su misión de exterminarlos, el problema se presenta cuando inesperadamente los deviantes vuelven a aparecer y poner en peligro a la raza humana. La trama además nos cuenta el origen de los protagonistas y la relación existente entre ese origen y la posible destrucción de la tierra. Los eternos son seres con características de dioses creados por una entidad universal llamada Arishem, quien es de la especie de los celestiales, los cuales para nacer deben consumir toda la energía de la vida que habita los planetas que los aloja. Si bien el enfrentamiento con Kro (Bill Skarsgård), el líder de los deviantes es importante la verdadera complejidad para los héroes se presenta al revelarse su verdadero objetivo en el planeta. En cuanto a equilibrio de poder esta película sitúa a los eternos por arriba de los vengadores ya que el conflicto excede los límites de lo divino. Eternals, a diferencia de otras historias basadas en comics de superhéroes, el villano es casi anecdótico, lo cual es un punto a favor ya que escapa al estereotipo de héroe en función del villano que a muchos encanta pero que en definitiva nos presenta a un héroe chato sin ningún atractivo que este puesto en la historia con el único fin de frustrar los planes del villano de turno. A pesar de ser la película de Zhao, Eternals tiene mucho de los viejos comics de Stan Lee y Jim Starling en los cuales el villano no era el que definía el rumbo de la historia sino el desarrollo de las relaciones interpersonales, es decir que en algún punto Eternals tiene un toque de aquello que hizo grande a Marvel como editorial, es decir cuenta la historia de seres que son casi dioses o dioses, pero que en el fondo son afectados por dramas muy humanos, el dolor, la tristeza y la perdida. Zhao centra la historia en el drama y las complejidades de los personajes, si bien utiliza a Kingo (Kumail Nanjiani) como alivio cómico este nunca es unidimensional o vacío al igual que todos los demás personajes guarda una complejidad propia , al igual que Thena y Sprite, la primera, interpretada por Angelina Jolie, debe sufrir una suerte demencia que la hace un peligro para el resto del equipo y para si misma al mismo tiempo que Sprite (Lia McHugh), personaje que en los comics es de sexo masculino y que el cambio de genero mejora ya que su versión original no pasa de ser un bromista insoportable sin más profundidad, al igual que Claudia en Interview whit the vampire (Neil Jordan, 1994) sufre el hecho de ser una mujer de más siete mil años encerrada en el cuerpo de una niña que no puede vivir el amor, el deseo ni la sexualidad. La sexualidad, el deseo y la envidia son puntos que también trae la directora al universo Marvel, como si fueran una novedad, ya que los héroes de las fases anteriores parecen carentes de deseo, sin vida interna y asexuados. Podría centrarme en el tan declamado tema de la inclusión en Marvel, pero el guion de la película lo hace de forma tan natural que casi uno no se da cuenta, ese es otro punto a favor de cómo está contada esta historia. Otro punto a favor de la construcción de esta historia es la forma en que se entrelazan las relaciones, el guion no siente la necesidad de explicarnos porque estos personajes se relacionan de la forma que lo hacen ya que da por sentado que el público comprende que seis mil quinientos años peleando lado a lado explica todo. Eternals es el paso a la madurez que tanto se le exigía a Marvel, la directora Chloe Zhao rompe con la tan criticada fórmula Marvel. Lo irónico es que aquellos que ahora se quejan de la ausencia de la formula Marvel son los mismos que antes la criticaban. Zhao decide contar la historia desde un punto de vista diferente, enfocada en la madurez de los personajes y no en su formación y transición a héroes, hay algo que los críticos de la antigua formula tal vez jamás registren y eso es que la fórmula que no es ni más ni menos que el viejo camino del héroe. De alguna manera la queja a la fórmula Marvel termina siendo un llanto innecesario contra toda la historia de la literatura heroica.
Durante mi adolescencia una de las cosas que más disfrute y que más me influyó a futuro fue la clase de literatura de cuarto y quinto año. Durante esos años la profesora nos introdujo en el mundo de Lovecraft, Poe, Lou Reed, Bowie, Moupasant y Proust, tenia la capacidad de despertar la curiosidad de un grupo de adolescentes en cosas que no estaba al alcance de nuestra mano. Recuerdo que en esos años ella fanatizada con David Lynch nos habló sobre su obra y nos mostró Twin Peaks (Twin Peaks, 1990) El hombre elefante (The Elephant Man, 1980), Erasehead (1977) y Duna (Dune, 1984). Lo cierto es que Dune no me gusto y que en un acto de honestidad ella admitió que la película era muy mala pero que provenía de un gran libro, es ahí donde entra Frank Herbert y su libro enorme, lento y lleno de complejidades. Tarde seis meses en leer ese libro, de forma pausada, tratando de comprender cada página y cada hecho que se relataba en él. De a poco fui comprendiendo la estructura de la novela, la forma en que se construyó a cada personaje, sus motivaciones y sus miedos. Denis Villeneuve es un director que no llega a gustarme, básicamente su cine me parece aburrido, falto de dinámica con una lentitud y cuidado en los detalles innecesarios que son disfrazados por una estética casi perfecta, dada por sus directores de fotografía, de arte. En realidad esa lentitud y esa falta de acción, de movimiento y de diálogos inteligentes son más producto de una incapacidad de narrar que de una búsqueda estética, esa estética preciosista es el camuflaje bajo el cual esa incapacidad y pretenciosidad quedan escondidas. Al enterarme que este director se iba a encargar de adaptar Duna sentí cierto rechazo y desconfianza, pero luego entendí que esa forma de relatar aletargada, parsimoniosa y mastodóntica que necesita mostrar todo y que debe enfocarse en detalles innecesarios era la forma que necesitaba Duna para ser contada de una manera que no cayera en torpezas y en una efervescencia que distorsioné el relato. Villeneuve necesita mucho para construir una escena y eso hace que la mayoría de sus películas no sean atractivas, tal vez entonces el problema (es mío por no entenderlo, esa es una opción que nunca descarto) es que el director no dio hasta ahora con un relato que requiera de su forma y su tono para narrarlo, a lo mejor Duna es el relato que estaba buscando y se ajusta perfectamente al director. En Duna Villeneuve recurre a todas sus herramientas visuales para narrar, la película es impresionante desde el diseño de producción, el sonido y la fotografía, la música es una constante en la construcción del drama a pesar de la repetición del recurso melódico de Hans Zimmer, quien si bien es todo un maestro en la materia ha empezado perder originalidad. La película se toma una buena parte del metraje para introducir a los personajes y construir sus motivaciones a pesar de esto la trama es algo que no se detiene y por medio del montaje esa construcción mantiene un dinamismo poco común en las obras de este director. Duna más allá de ser una historia de ciencia ficción dura es una obra política en la cual se mueven los entrecejos de una trama compleja que incluye un alegato anti imperialista y ecologista que aun en el texto se vuelve difícil de expresar, una de las mejores cosas que hace el guion de Villeneuve es dejar todo en claro y sentar bases para la segunda parte, a lo mejor es lenta y lineal pero la historia así lo requiere. En lo que corresponde a las actuaciones la película no anda con altibajos y eso se debe enteramente a la dirección ya que Villeneuve ya que en esta historia no pide estridencias y se conforma con un tono pausado y contenido, es por eso que actores limitados como Chalamet, Momoa y Bautista no desentonan. De alguna manera logra que el tono medio de la película sea el mismo y que actores como Barden, Isaac, Brolin y Skarsgård logren ajustar su nivel al de los demás; se puede decir que la película mantiene un tono que es adecuado para actores que solo tienen un personaje que interpretan siempre. Solo Bautista logra demostrar que ha evolucionado dentro de forma de interpretar, pero aun así es la calidad de la cinta y la dirección lo que termina construyendo la interpretación. Si, Chalamet es una vez más el joven atormentado, taciturno y con cierta rebeldía que ha sido en todos sus trabajos anteriores, pero esta vez el personaje le exige eso y nada más. Rebeca Ferguson construye una Jessica que es quizás el personaje más interesante y con mayores matices de la cinta, aunque es cierto no se aleja demasiado del personaje original del libro. El resto se mueve dentro de un tono monocorde que es adecuado y tal vez necesario en esta película El argumento gira en torno a Arrakis, el planeta del desierto, dominado por la familia Harkonnen durante varias generaciones, que es entregado por el emperador a la familia Atriedes. En este planeta se lleva a cabo la explotación de las reservas de especia, una materia prima más valiosas que al mismo tiempo es un alucinógeno poderoso capaz de amplificar la percepción y extender la vida. El duque Leto (Oscar Isaac), su consorte Jessica (Rebecca Ferguson) y el hijo de la pareja, Paul Atreides (Timothée Chalamet), llegan al planeta con la idea de ampliar el prestigio de su casa, pero se ven envueltos en un complot lleno de traiciones que les deja como única vía de supervivencia unirse a los Fremen, la población local que además de conocer el terreno y tienen una relación especial con la specia. Duna de Villeneuve es más que nada una película correcta, que no tiene estridencias pero que logra contar bien el primer arco argumental del libro, siendo claro en lo que quiere decir. Villeneuve en esta película no comete ninguno de sus excesos y si tal vez lo hace pasa por alto porque por primera vez ha puesto la historia por sobre su necesidad de hacer saber que es un director con pretensiones artísticas, villeneuve no pretende mostrarnos lo que sabe hacer, simplemente lo hace y eso es todo un adelanto tratándose de él.
Se ha estrenado la secuela de Venom (Ruben Fleischer, 2018): Venom: Let There Be Carnage (Andy Serkys, 2021) y simplemente es difícil adornar una definición sobre esta película y lo mejor es decir que es caótica pero entretenida. Venom: Let there Be Carnage se mueve entre tonos distintos: el de comedia de enredos en el que trabaja la vieja temática de la extraña pareja. Eddie Brock (Tom Hardy) debe aprender a vivir con la presencia del simbiote que de a poco intenta tomar el control de su vida y llevar adelante su propia agenda personal. Brock es un tipo que además de afrontar su vida con Venom debe aprender a vivir con el dolor de la pérdida de su amor, si tres años después de su separación Eddie sigue dolido por la pérdida de Anne. Por otro lado, a pesar de estar estancado en el amor nuestro héroe intenta concentrarse en la recuperación de su prestigio profesional venido a menos a causa de los hechos ocurridos en la película anterior, aquí la película es confusa ya que si bien nos presenta a Venom como un monstruo irracional es el quien está preocupado por los asuntos mundanos al mismo tiempo que Eddie parece ser un no personaje, un ser que se mueve impulsado más por las acciones del simbiote que por motivos propios. En este punto la película parece moverse cómoda ya que usa el absurdo como método de narración, una sucesión de acontecimientos sin sentido que hacen avanzar a la trama pero que no contienen ningún argumento posible, es una comedia de entredós vacía. No hay ningún segundo de reflexión o de introspección en una historia en la cual la introspección debería estar presente, no para fingir una cierta profundad o darle a la historia un poco drama gratuito como suelen hacer las producciones de DC sino porque la historia se trata sobre un hombre que tiene un organismo simbiótico extraterrestre que se alimenta de sus pensamientos y toma control de su cuerpo, es decir el enfrentamiento psicológico debería formar parte de la historia ya que es ni más ni menos que el control de la psicología y el cuerpo de Eddie por parte de un ser invasor pero no, sin tener nada resuelto entre el huésped y su simbiote la película prefiere resolver este conflicto a los gritos, por medio del humor físico y la violencia. Por momentos el film pretende ser sensible, ya que Brock logra ser consciente de su soledad y de que necesita a Anne (Michelle Williams) de quien le cuesta desprenderse a pesar de que ella ha avanzado en su vida, y al propio Venom, quien tiene su propio derrotero sentimental, vale decir que ese aspecto sensible de la película falla totalmente ya que nos es imposible empatizar con los personajes. Ya he dicho que la película se mueve entre dos tonos, el de comedia absurda y el de drama de acción con algunos toques de thriller, muy pequeños, casi imperceptibles, que se presentan cuando aparece en pantalla el personaje de Woody Harrelson. Cletus Kasady es de alguna manera ese tipo de villano que adhiere al caos como modo de entender la realidad. Un asesino por naturaleza, brutal y sin ningún tipo de moral o piedad, es decir un ser sin empatía alguna que solo se mueve por instinto. En los comics esa locura es explorada en el tomo Carnage: It’s A Wonderful Life, en este comic conocemos un poco del pasado de Kasady, sus dramas familiares, sus traumas infantiles y de alguna manera la raíz de su violencia pero que por sobre todas las cosas nos hace comprender que con Carnage o sin el Cletus es una persona peligrosa y letal. En Venom: Let there Be Carnage el personaje encarnado por Harrelson sobrevuela su background, pero lo pone en segundo lugar ya que la razón de su locura es la pérdida de su amada Francés Barrison (Naomie Harris). Es decir, al igual que el caso de Eddie la trama ignora los problemas personales que construyen la personalidad del personaje y pone en primer lugar el drama amoroso, la pérdida de su ser amado como móvil de sus acciones. Si bien uno no espera una transposición literal del personaje a la pantalla, espera al menos que lo que le da su esencia se mantenga. El tono tenebroso y de thriller entonces lo aporta más que nada la actuación de Harrelson que la trama en sí. El argumento de la película gira entorno a Brock, quien recibe la invitación del asesino serial Cletus Kasady, quien reside en el pasillo de la muerte a espera de la de la fecha definitiva de su ejecución, a realizar un dosier acerca de su vida y sus motivaciones. En medio de una segunda entrevista se produce un accidente que podría haber sido evitado y Cletus entra en contacto con la sangre de Brock, la cual se pega a él, dándole vida al nuevo simbiote Carnage, a partir de ese momento nace una relación de odio entre Carnage y Venom. A partir de la creación de Carnage la película se vuelve una locura en la cual se insinúa mucho pero no se llega a concretar. Al final de la primera parte de Venom nos dimos cuenta de que la película funcionó más que nada como un tráiler de esta película, un largo y aburrido tráiler que no aporto nada al género de los superhéroes. Aun así, la primera película nos dejó una promesa, la cual era esta segunda parte que, si bien no es peor que la primera, en más en algunos puntos es superior, no es lo que uno esperaba de la presentación de un personaje tan emblemático como Carnage. La película tiene algunos easter egg, como la presencia del detective Mulligan (Toxin) el Daily Bugle y la clínica Ravencroff, pero no alcanzan para cubrir la ausencia de una buena historia. Andy Serkys hace un buen trabajo en la dirección, pero no se nota un vuelo superior al de Ruben Fleischer en la primera, le imprime más ritmo por lo cual es más entretenida que la anterior, pero trabaja con un guion que no construye a los personajes. Al finalizar la película nos dejan con una escena post-credito que nuevamente nos da la sensación de estar frente a un largo tráiler, solo que esta vez la espera no es porque se intente llevar a la pantalla algo más potente como Matanza Máxima (Máximum Carnage), sino que nos deja más lejos de cualquier exploración de los personajes.
La primera imagen que entregó Daniel Craig personificando a Bond en Casino Royale (Martin Campbell, 2006) inmediatamente nos dio la premisa de que las cosas habían cambiado, que el nuevo 007 no era un personaje refinado como lo había sido Pierce Brosnan o un alivio cómico de sí mismo como lo habían construido en las películas de Roger Moore. El Bond de Craig seria cosa seria, un personaje frio, sin miedo a ejercer violencia y a veces temperamental, explosivo. El nuevo Bond se diferenciaría de los anteriores 007 por el hecho de parecer peligroso. Las anteriores versiones de Bond oscilaban de lo acartonado y monótono a la sátira, tal vez solo el Bond de Timothy Dalton daba cierta sensación de peligrosidad propia de un agente con licencia para matar. Debo decirlo nunca fui fan de 007, hasta la aparición de Craig encarnando al personaje y no solo por el aspecto fuerte del actor sino también por la forma en que se construyó el personaje: seguro de sus habilidades y un poco más dispuesto a cuestionar las reglas. Bond a diferencia de las películas anteriores a la etapa Craig era un personaje que vagaba por diferentes historias random, sin tener un hilo conductor o un sub plot que le diera forma a la historia y le permitiera evolucionar a los personajes. Desde Casino Royale y Quantum of Solace (Marc Forster, 2008) la serie comenzó a tomar una forma que si bien explora distintas temáticas que van desde la explotación de los recursos naturales, la intervención imperialista en países en desarrollo, al cuestionamiento de la idea del héroe y siempre subyace por debajo de la historia la soledad y el desamor, convirtiendo en personaje omnipresente a Vesper Lynn, aquel amor que le rompiera el corazón a Bond en Casino Royale; sí, es cierto Bond sigue saltando de una aventura amorosa a otra pero por debajo de esa sexualidad exacerbada existe un corazón que busca ser curado algo que hasta ese momento no se había explorado y que le da más profundidad y humanidad al personaje. Es en Skyfall (Sam Mendes, 2012) donde Bond se ve enfrentado a la idea de ser una herramienta descartable para el sistema que el mismo protege, también es en esta película donde nos permiten conocer un poco más sobre el pasado del personaje. Esa temática nunca fue tratada antes ya que las películas previas a esta etapa no construían personajes. Los personajes eran puestos en función de la trama, pero sin ningún background, Q solo era un personaje que construía un gadget, pero no tenía ninguna historia que lo respalde. Los personajes secundarios de la serie solo llenaban espacio más no construían una trama propia, si bien la construcción de personajes se venía realizando desde la primera película de la saga protagonizada por Craig, es en la tercera película donde se nos permite una exploración sobre la relación de Bond y M (Judy Dench) se debe entender entonces que la etapa de Daniel Craig como 007 es la etapa adulta del personaje ya que la historia no se centra solo en las tramas sino también en construir a personajes. Si bien se debe entender que la historia menos construida y menos definida de esta etapa es aquella que se cuenta en Spectre (Sam Mendes, 2015) está claro que esta es la historia que debía presentar un poco más del pasado del protagonista al mismo tiempo que debía dejar una suerte de legado para lo que vendría después y eso es lo que hace ya que es desde esta película donde se comienza a construir No time to die (Cary Joji Fukunaga, 2021) la última entrega con Craig como protagonista. En esta película el director utiliza viejos hitos de la saga como ser los gadgets, la temática apocalíptica y la definición de un buen villano con un propósito y un objetivo definido que va develando de a poco que transcurre la trama. Fiel a la temática de la saga de Craig nos encontramos con protagonista dañado y taciturno que debe entrar en acción para ayudar a un amigo en un mundo que parece haberlo dejado atrás. La última película de bond nos lleva a un mundo en el cual las organizaciones delictivas compiten entre sí y en el cual el rol de las organizaciones de inteligencia es necesario para establecer un orden necesario para evitar la aniquilación. Si bien sigue sobrevolando la idea de que el intervencionismo imperialista lleva a construir más violencia de la que en teoría quieren evitar en esta historia la CIA y MI6 tienen un costado heroico que, aunque es ambiguo es heroico al fin, esto es ficción, no nos olvidemos de eso. La trama nos cuenta nuevamente sobre la creación de un arma biológica capaz de acabar con la humanidad de caer en las manos equivocadas, y como es obvio cae en manos equivocadas, convirtiendo a Bond y 007 en las únicas personas capaces de evitar el desastre. En Sin tiempo para morir Bond debe unir fuerzas con la agente Nomi (Lashana Lynch), la nueva 007, quien intenta evitar que el científico creador del arma sea capturado por la organización Spectre, pero en el camino se encuentra con un cambio en sus planes debido a la aparición de un nuevo villano, Lyutsifer Safin (Rami Malek) que está involucrado con el pasado de la Doctora Swan (Léa Seydoux). A partir de ahí la historia se vuelve una suerte cliché que aun así guarda una que otra sorpresa. En esta película, más que en cualquier otra, es lo sentimental lo que motiva a Bond, no presenta a un personaje sensible que transmite una tensión que permite empatizar con el. La inclusión del personaje de Lashana Lynch termina haciendo mucho menos ruido del que algunos esperaban ya que su inclusión como la nueva 007 es orgánica y no le roba protagonismo a Bond, pero al mismo tiempo es el apoyo necesario que el personaje necesita para la misión. El guion de Fukunaga se centra en darle valor a lo que ha convertido a James Bond en un clásico por lo cual juega con cosas como el auto lleno de trucos o el reloj multiuso al mismo tiempo que incluye a los compañeros de bond en la aventura, es decir Moneypenny (Naomie Harris) deja de ser un adorno y Junto a Q (Ben Whishaw) permiten el avance de la trama. Fukunaga hace uso de todos los recursos visuales de los que dispone creando escenas que desde lo técnico uno podría decir que carecen de defectos, pero no solo lo visual está bien construido ya que el sonido y la música también son elementos narrativos bien incorporados a la trama. Fukunaga Juega con un guion que a pesar de las obviedades propias del genero de espías es dinámico y bien construido, dándole peso a las escenas de acción y cierta intensidad a las escenas dramáticas. Sin tiempo para morir es una película que despliega sus músculos, que deja bien en claro que es una superproducción, pero no es una orgia de explosiones y escenas de peleas, es más bien una película que está equilibrada y que en cada una de sus escenas nos permite el disfrute de la historia que nos está contando. Es una película que usa todos los tópicos del género y en eso debo referenciar las escenografías que de alguna manera nos presenta una historia cosmopolita que va desde Noruega a Jamaica, en este punto vale destacar la construcción de estos escenarios ya que juegan al igual que el sonido como elementos de narración. La última película de Craig como Bond nos hace notar que queda un espacio muy difícil de llenar no solo por el intérprete sino también por el tono un tanto más maduro y con un enfoque más profundo sobre los personajes que se le dio a esta saga.
Guy Ritchie es un director que supo sorprender con muy buenas películas de carácter urbano en las cuales de alguna manera nos contaba las aventuras y desventuras de gánsters de medio pelo que habitaban una Londres gris y poco atractiva, en la cual los bajos fondos tenían un cierto glamour un tanto decadente, el estilo del director logro delinearse con sus cuatro primeras películas, volviéndolas de culto por lo bien logradas que estaban. Sin duda Juegos, trampas y dos armas humeantes (Lock, Stock and Two Smoking Barrels, 1998) Snatch: cerdos y diamantes (Snatch, 2000), Revolver (2005) y RocknRolla (2008) tienen un estilo definido que fácilmente nos permiten reconocer la mano del director. Si bien luego se dedicó a realizar trabajos por encargo como Sherlock Holmes (2009) y Aladdin (2019) no se puede negar que cintas como El agente de C.I.P.O.L (The Man from U.N.C.L.E, 2015) y The Gentelmen (2019) son buenas producciones un tanto subvaloradas por la crítica, las cuales tienen como principal atributo el trabajo realizado por el director. De hecho de The Gentelmen es una joya que exuda estilo se la mire por donde se la mire, en la cual Ritchie retoma su viejo estilo coral y la temática de mafiosos con glamour. El tándem formado por Ritchie y Statham vuelve a reunirse para realizar esta “heist movie” (película de atracos) en la cual las cosas van un poco más allá de lo que se nos insinúa al comienzo. Debo reconocer que me gusta el trabajo de este cineasta además soy fan de su estilo, del lenguaje cinematográfico que utiliza en la construcción de sus historias y de su humor característico. Se nota que Guy Ritchie se siente muy cómodo entre esos mafiosos cancheros y a la vez que elegantes, pero esta vez sale de su zona de comfort, esta vez sus personajes no destilan ese glamour del bajo mundo que solemos ver en sus producciones originales, al mismo tiempo que le ha salido más que bien. Debo decir que el mayor enemigo que tiene esta cinta es su tráiler, sin contar a la distribuidora que la estrena en nuestro país varios meses después de ser estrenada en otros países. El avance desvela más de lo necesario y perjudica la experiencia. Para cualquiera que llegue ajeno a lo que exhibe el tráiler va a poder disfrutar de la experiencia. La trama nos presenta a H, un hombre del que poco se sabe al principio de la película interpretado por Jason Statham que comienza a trabajar en una empresa de camiones blindados pero que tiene razones ocultas para estar ahí. Es decir, H es alguien que es mucho más de lo que deja ver y que de a poco nos va dejando saber cuáles son sus habilidades y sus verdaderas razones. Conforme avanza la trama vamos conociendo la verdadera identidad de este hombre y todo lo que envuelve el ingreso a esta empresa. La película de a poco va desvelando un giro argumental que llega a sorprender ya que está muy bien construido a partir de un guion que le va dando al espectador lo justo de forma paulatina y bien trabajada. “Justicia Implacable” es el remake de la película francesa de 2004 “Le convoyeur” de Nicolás Boukhrief pero a pesar de no ser un material original del director logra plasmar mucho de su estilo. Aunque este largometraje está muy alejado del estilo de Guy Ritchie, aunque el tono elegido recuerda bastante a lo hecho en el pasado en Revolver, película que fue la última producción que unió al director y al actor. El cineasta demuestra en esta cinta, no solo su estilo, sino que también despliega riqueza técnica de la que ya ha hecho gala en otras obras. Ritchie nos entrega una producción sólida, que denota su madurez artística al mismo tiempo lo aleja de sus últimas producciones. Es cierto que sería muy difícil darse cuenta la autoría de la misma ya que no presenta ciertos sellos propios de su identidad, pero aun así de ninguna manera es una obra menor. La fotografía elegida es muy limpia con predominio de los tonos grises y apagados, de alguna manera este recurso técnico contribuye a crear un tono solemne a lo que nos están contando, es decir aportando narrativamente a la historia. Ritchie se aleja del estilo de la técnica por la técnica misma, que les gusta tanto a muchos directores que no saben concretar una buena narrativa, y utiliza las herramientas necesarias para enriquecer a la historia y no para distraer de esta. Un punto de acierto en la narración de “Justicia Implacable” es su narración no lineal y la separación por capítulos organizados, que al mismo tiempo están presentados por unos títulos que a medida que avanza la trama van adquiriendo sentido. Más allá de la trama la película presenta un reparto sólido que si bien gira alrededor de Statham nos entrega buenas actuaciones de Josh Hartnett, a quien desde Penny Dreadful (2014) no hemos visto mucho en producciones de primera línea, quien interpreta a un secundario muy bien tratado por el guion que va evolucionando hasta cerrar su propio arco. En el rol de antagonista Scott Eastwood nos trae a un malo que es malo porque simplemente es así, al cual consigue sacarle provecho a la altura de las circunstancias y del protagonista. El elenco es completado por Niamh Algar, Holt McCallany, Jeffrey Donovan y Andy García. La película es completada por una banda sonora compuesta por Christopher Benstead, quien ya había acompañado a Ritchie en Aladdin y The Gentelmen, la cual es perfecta para el filme ya que acompaña los diferentes climas de la película. “Justicia implacable” es una ‘heist movie’ con una gran factura técnica y artística en la que Ritchie demuestra que es un gran cineasta que se adapta a todo y que pone siempre en primer plano la narración y la construcción de las buenas historias. Esta cinta está muy alejada de las formulas y tramas a las que nos tiene acostumbrados, pero casi no tienen puntos bajos por lo cual funciona perfectamente.
Nía Da Costa (directora de la muy buena Little Woods) toma el relato de Clive Baker, el cual había sido convertido en saga de slasher en la década de 1990, y lo actualiza con las polémicas sociales de la gentrificación y el racismo pero sin slasher, ritmo ni terror. Cuando uno entra a esta película debe entender que la historia nos introduce en una lógica en la que las leyendas y los relatos de transmisión oral traen consigo una suerte de advertencia, es decir son una suerte de guía del buen hacer para los niños, una herramienta educativa que busca la obediencia a los cánones morales de la sociedad y una suerte de introducción en el mundo social; es decir estos relatos pretenden que el niño se amolde socialmente a lo que la necesita de ellos y les cuenta que el alejarse de la manada puede ponerlos frente a problemas que pueden afectarlos directamente, si aceptas dulces de un extraño puede ser peligroso suena mucho menos impactante que la historia de Hansel y Gretel es por eso que el cuento clásico pervive, ya que de alguna manera contiene el mensaje moral, la advertencia y entretiene. Cada sociedad contiene sus propias leyendas urbanas y sus propios cuentos, adecuados a la época en que vive y a los propios males que en esta sociedad existen: el hombre de la bolsa paso a ser la camioneta blanca que secuestra chicas en el conurbano bonaerense y la vieja que regalaba dulces a se convirtió en un dealer que regala caramelos contaminados por drogas que tienen el fin de atraer a los más jóvenes a esa adicción; en cualquier caso el cuento cumple la función de advertir prevenir y moralizar. Candyman de alguna manera funciona como un relato moralizante que intenta introducir una crítica social en la cual los monstruos son la gentrificación y el hombre blanco, digo intenta y no logra porque esta advertencia está escrita tan torpemente y con un trazo tan grueso que termina convirtiéndose en un burla de sí misma . Clive Barker autor de las novelas “Corazón condenado” y “Cabal” que inspiraron las películas Hellraiser (Hellraiser, 1992) y Razas de noche (Nightbreed, 1990) respectivamente. Este autor cuando también escribió el relato corto The Forbidden, que fue fuente de inspiración de la saga Candyman, Este no lo imagino como un Hombre de origen africano, con un garfio por mano que está rodeado de abejas que nos entregó la película en 1992 . Aunque ambientada en los barrios deprimidos de Chicago, no tenía mucha conexión con los conflictos raciales que forman parte de la historia de Estados Unidos desde su fundación lo que al director y guionista Bernard Rose no le importó por lo cual le dio a su Candyman la impronta de un espíritu de venganza de un hombre afroamericano sometido a violencia racial a causa de mantener una relación interracial en el siglo XIX. Casi treinta años después la directora Nia Da Costa y Jordan Peele (coproductor y coguionista en esta película); responsable de Huye (Get out, 2017) y Nosotros (Us, 2019) toman la leyenda de Candyman en un momento álgido de la historia estadounidense, en el cual los asesinatos raciales por parte de la policía han puesto el racismo propio de una sociedad tan desigual y segmentada en primera plana o en el eje de las consideraciones sociales; hablar de racismo hoy no pasa desapercibido en un mundo en el que si bien todo deja de ser noticia rápido tampoco es tan fácil de olvidar. Peele y Da Costa tienen presente el movimiento #BlackLivesMatter al construir el guion de esta suerte de reboot que más bien es una secuela de la primer a película de la saga, la película de Da Costa que es mas bien una suerte de crítica social que película de genero de terror. La película incurre en algo que es muy propio de las producciones de Peele, es decir en el subrayado de la temática y el discurso. Este subrayado nada sutil de alguna manera la película funciona mas como un manifiesto político que de alguna manera trata de poner blanco sobre negro con respecto al poder del relato oral y como de alguna estos sirven para prevenir a los habitantes de un barrio marginal de chicago en el cual los habitantes afroamericanos le temen a la policía con más fuerza que a una presencia fantasmal que recorre el gueto matando gente con su garfio. Candyman pretende hacer una critica de clases con respecto a los protagonistas que al igual que las grandes empresas aprovechan la marginalidad para comprar propiedades baratas y destruir su esencia en post de una postura elitista que expulsa a los pobres de sus propios barrios; a esta altura la película ya soltado todo su discurso antidiscriminación y antigentrificación, pero no ha podido construir un clima que realmente logre atraer al espectador ya que es desesperantemente aburrida. Da Costa y su director de fotografía, John Guleserian consiguen crear unas imágenes muy logradas sobre todo en el aspecto técnico, lo cual va acompañado por una animación de siluetas que aportan mucho a la película pero tampoco consiguen impactar, en definitiva es la técnica por la técnica misma ya que si bien aportan al relato la película cae en el abuso de este recurso. Aunqueen una breve escena la película hace una muy buena reconstrucción de época al comienzo, al presentarnos la historia ambientada en 1977. Candyman no genera terror y desaprovecha los elementos con los que juega y las convenciones del género a las que recurre. Se puede decir que el guion es demasiado burda y carece de ambigüedad, tal vez el error es que prefirió darle más lugar al discurso por sobre el terror. A la hora de sentar las bases de lo sobrenatural la película es confusa ya que nunca queda claro que es lo que realmente sucede. Candyman se toma muy en serio a si misma por lo cual le falta cierta naturalidad, lo que la convierte en una obra rígida que parece prefabricada, que no tiene ni espontaneidad en sus dialogo, los personajes cada vez que abren la boca parecen estar dando un discurso sobre las problemáticas sociales de la comunidad afroamericana, lo cual va diluyendo la tensión. Tony Todd vuelve al papel para ser una suerte de nexo con la historia de la cinta de 1992. La historia nos presenta a Anthony McCoy (Yahya Abdul-Mateen II) quien es un pintor que al sentir que carece de una musa para su obra, la cual es despreciada por anticuada decide hacer caso del relato que le realiza el hermano de su novia, Brianna (Teyonah Parris), Troy (Nathan Stewart-Jarrett), sobre la leyenda de Candyman. Anthony decide investigar acerca de esta historia lo cual lo hace entrar en contacto con la criatura de la leyenda y convertirla en arte, lo cual genera que el monstruo despierte. La película de alguna manera intenta dosificar la violencia de forma estilizada lo cual atenta con el eje de este tipo de películas, es decir el gore, lo cual también le quita todo el encanto. Lo interesante de Candyman 2021 reside en la nueva interpretación del personaje, pero se queda en eso. La película carece de momentos de terror y de atmosfera. Es una obra que se queda en declamaciones, pero se olvida de su finalidad que ya no es solo producir terror, se olvida de lo mínimo que se le pide a una película, entretener.
A veces reseñar películas parece ser que es acceder a una excusa para quejarse, poner cara de malo y ponerse pretencioso exigiéndole a los artistas que le pongan un poco de voluntad a su trabajo, pero sucede que a veces estos artistas hacen todo para causar una cierta decepción sobre obra, y no es que yo esperara mucho del trabajo de Patrick Hughes (director) y Tom O’Connor (guionista principal) pero si esperaba que al menos sostuvieran al nivel de la primera película de esta saga, la cual al menos era novedosa y tenía una buena construcción en la relación de los personajes, cosa que no sucede y que hace que se sienta un retroceso respecto a la realizada en 2017. En esta segunda parte volvemos a encontrar a Michael Bryce (Ryan Reynolds) quien es un guardaespaldas de primera línea, especializado en la protección de personas de alto perfil que cae en desgracia a causa de la muerte de uno de sus objetivos. En la primera parte el drama se desata cuando la ex novia de Bryce (Elodie Yung), quien trabaja para interpol, le encarga a Michael el cuidado de uno de los asesinos con más alto perfil y más peligroso del mundo, Darius Kincaid encarnado por Samuel L. Jackson quien será testigo en el juicio del dictador Valdislav Dukhovich; aquí es donde se encuentra una de las mayores diferencias entre la primera película y está secuela ya que la razón por la cual Bryce es elegido para el trabajo es su capacidad y sus habilidades en todos los campos de la seguridad, en esta segunda parte encontramos a un Bryce convertido en un idiota que parece haber retrocedido respecto a la primera parte, de ser un tipo seguro, valiente y eficientes paso a ser un llorón que vive distraído por la herida de haber perdido su licencia triple A, cuestión que el desarrollo de la primera parte debería haber dejado en el olvido, ya que Bryce logra demostrar su valia para ese trabajo. Por otro lado, el personaje de Samuel L Jackson pasó de ser un personaje imponente e intimidante a ser un simple alivio cómico que a pesar de ser peligroso solo se la pasa pensando en sus conflictos matrimoniales, una parodia del que conocimos en 2017. Entonces esta película pasó de ser en su primera parte una buddy movie a ser una simple comedia de acción sin ninguna profundidad o tridimensionalidad en los personajes, es decir son planos monotemáticos. En «Duro de cuidar» (The Hitman’s Bodyguard, 2017) el personaje de Salma Hayek tiene un pequeño desarrollo que la muestra como una mujer intimidante que no duda de si misma ni del amor de su esposo, en la caricatura que nos ofrece la segunda parte es un simple personaje latino genérico y estereotipado que vive persignándose y hablando de la maternidad, no han dejado nada del personaje de la primera parte que formaba una pareja ideal con el personaje de Jackson, a pesar de la poca interacción que había entre ambos personajes. En «Duro de cuidar 2» nos encontramos con un Bryce frágil y solitario que necesita poner en palabras el dolor que le causa la pérdida de su licencia lo cual convierte a la depresión o la tristeza en objetos de burla, a pesar de contener un par de chistes el cambio de tono de la historia destruye al personaje de Bryce, un personaje con demasiados daddy issues que en definitiva deja de ser atractivo. En esta segunda parte la trama pierde atracción ya que caemos en qué todo es producto de la casualidad, dejando que el desarrollo sea nulo; o sea que sucede algo que se conecta con otra cosa lo cual lleva otra cosa sin que parezca que hay una real conexión, parecen escenas descolgadas que apenas desarrollan la trama. En esta segunda parte Bryce es contactado por Sonia Kincaid, interpretada por Salma Hayek, ya que Darius fue secuestrado por un traficante de armas, quien al mismo tiempo es informante de un agente interpol, interpretado Frank Grillo, quien ante la desaparición de su informante obliga al trío a descubrir los objetivos del verdadero villano y desarmar sus planes, a pesar que los protagonistas no tienen ninguna conexión con este personaje, todo demasiado enredado y rebuscado ya que no tiene para nada la construcción realizada en la primera película sobre la relación de Jackson y el villano encarnado en aquella película por Gary Oldman, el dictador Vladislad Dukhovich. En esta película cada personaje aparece más que nada para mover la trama de un lado a otro pero no sé siente orgánico, cada cosa que sucede da la sensación de ser innecesaria. El personaje de Frank Grillo por ejemplo se siente una copia del personaje que encarna Jason Statham en Spy (Paul Feig, 2015) pero sin ser atractivo o divertido, el mismo tipo de actor de acción puesto como alivio cómico, pero sin ninguna comicidad, lo mismo sucede con el personaje de Morgan Freeman quien luego del impacto inicial solo cumple la función de ridiculizar sin necesidad al protagonista, tal vez el problema de esta película es que tiene demasiados alivios cómicos y no le da carga dramática a ninguno. El villano Aristoteles Papdopulous, al cual le da vida Antonio Banderas parece una parodia de cualquier villano de Bond lo cual también es un choque producido por el cambio de tono con respecto a la primer película ya que pasamos de un dictador violento y asesino que parece inspirado por Slodovan Milosevic a un millonario sociópata que necesita un artefacto que le va a permitir destruir el sistema de comunicaciones de la Unión Europea, dejándola a ciegas solo para vengar una ofensa hecha a su país, es decir pasamos de un villano acusado de crímenes de lesa humanidad a un chiste contado mil veces de mejor manera. La trama es la misma que vimos en unas cuantas películas de espías, que por cierto lo hacen mejor. La misma estructura de siempre: héroe- conflicto- mcguffin- giro argumental- desenlace, es decir nada novedoso. No hay nada malo en no ser novedoso, el mundo está lleno de películas que reciclan la historia de otras, pero si existe algo malo en la construcción de esta trama es que destruye a sus personajes y a su potencial para ridiculizarlos y dejarlos en un lugar peor que al principio ya que involucionan y pierden todo en el camino, hasta la elegancia. Esta película es una comedia de acción que pretende generar risas destruyendo lo bueno de su predecesora, la relación entre los personajes parece forzada, los chistes son repetitivos y la acción decae hasta desaparecer. Si bien cumple con la función de entretener y hasta divertir en varios tramos, lo que no es poco, para algunos que exigimos un poco mas no es suficiente, sobre todo si evaluamos el potencial que tenía aquella película de 2017.
DC comics es una compañía que se caracteriza por darle espacio a personajes que en su mayoría lindan lo ridículo e infantil, cuyos orígenes parecen pensados durante un juego infantil o un viaje de ácido, es así que nos encontramos con personajes cuya principal característica es arrancarse un miembro, vomitar o simplemente ser una calle con personalidad. Durante años la compañía ha logrado esconder y al mismo tiempo sacarle jugo en diferentes colecciones como la extinta línea Vértigo, Doom Patrol, Legión de Superhéroes y el Escuadrón Suicida. Muchas veces estos personajes vienen acompañados de una personalidad y un background más que interesante que de ser puestos en las principales colecciones, como Batman, Flash o Superman, serian directamente ignorados. Es por eso que a veces funcionan como villanos menores o como simple relleno para los eventos anuales. La editorial DC por otro lado está llena de personajes que repiten historia y habilidades de tal manera que a veces da lo mismo que aparezca uno u otro como antagonista del héroe en cuestión, algunos como Bloodsport, Peacemaker y Deadshot que parecen el mismo personaje nacidos para antagonizar en poderes e historia con Green Arrow o Batman. En las historias de estos personajes a veces se utilizan personajes secundarios con cierto carisma que funcionan como nexo para atraer al gran público, ese es el rol que cumple Harley Quinn en la película que nos toca, no es la protagonista pero es el personaje que atrae al público, en los comics Harley comparte el cartel con otros grandes personajes como Poison Ivy o Clayface. DC comics vuelve a presentarnos una película con un grupo de sus personajes no muy conocidos en la cual el director James Gunn, sin ningún tipo de pudores, nos trae una historia que, si bien no es secuela de aquella que vimos en 2016 trata sobre otro equipo perteneciente al programa supervisado por Amanda Weller (Viola Davis) en el cual deben arriesgar su vida a cambio de reducirle la condena por sus múltiples crímenes. En esta ocasión el equipo debe llegar a un ficticio país insular de las costas de América del Sur, Corto Maltese, que es en una versión ficticia de Venezuela, si tomamos en cuenta su bandera, Cuba por su clima o por sus inflexiones lingüísticas o por ciertas cuestiones urbanas, como las calles llamadas Agüero y Medrano, Argentina. En Corto Maltes el gobierno dictatorial de los Herrera han llevado a cabo una serie de experimentos con vida extraterrestre que de caer en las manos de los nuevos dictadores de la isla, que han realizado un violento golpe de estado, podrían poner en peligro el equilibrio global. El equipo una vez más liderado por Rick Flag, (Joel Kinnaman) debe infiltrarse en el país insular de forma clandestina y llevar adelante su misión con la ayuda de cierto grupo rebelde liderado por Alice Braga. La estructura de la película no muestra una gran originalidad y uno hasta puede decir que a grandes rasgos es la misma misión de la olvidable Escuadrón Suicida anterior (Suicide Squad, 2016) de David Ayer, pero con ciertas diferencias en el tono y la construcción de las relaciones entre los personajes. Se podría decir que el tono de comedia de acción le hace perder la solemnidad innecesaria y pasmosa que pretendió darle Ayer a su película, muy pegado a la pretenciosidad sin fundamentos que le dio Snyder a sus películas creadas a partir del universo DC. Gunn crea un universo que de alguna manera parece un híbrido entre Guardianes de la Galaxia (Guardians of the Galaxy, 2014) The Boys (2019) y sobre todo Deadpool (Deadpool, Tim Miller, 2016), con algunos detalles en la relación entre personajes (corre mucha testosterona entre los personajes de Jon Cena e Idris Elba, la cual recuerda la relación de los personajes de Sylvester Stallone y Jason Stathan) y el argumento que nos recuerdan a los indestructibles (The Expendables, Sylvester Stallone, 2010). A pesar de lo poco original del argumento y del humor infantiloide que recuerda al humor utilizado en otros productos basados en cómics (como Thor Ragnarok) u obras de los Monty Python; Gunn crea una historia bien contada que nos hace empatizar con algunos personajes y que en los momentos en los que debe dejar el humor absurdo y la acción sin sentido se convierte en una película oscura y cruel que sorprende. Si bien la fórmula es la misma. Se debe llegar a una torre a destruir a un monstruo que amenaza a la humanidad, esta historia no se guarda vueltas de tuerca que van más allá de cambiar a un monstruo mágico creado con rieles por un Kaiju. Cada uno de los personajes cumple un rol muy específico y bien pensado, aunque el peso dramático gire en torno a Bloodsport, interpretado por Idris Elba y Ratcatcher 2, interpretada por Daniela Melchior. A pesar de que uno podría pensar que la película podría tener una trama que le da más espacio al personaje con mayor reconocimiento como Harley Quinn o el alivio cómico, que es Nanaue alias King Shark interpretado por Sylvester Stallone, Gunn construye una historia equilibrada que le da un desarrollo y un arco narrativo a cada uno de los personajes. Con respecto al villano la película nos presenta a The Thinker (Peter Capaldi) que ya ha hecho todo aquello por lo que podríamos considerarlo un ser cruel y violento fuera de plano por lo cual sus acciones no tienen redención ni freno. Una de las mejores cosas que hace el guion de The Suicide Squad es mostrarle al público lo que sucede con las personas que están detrás del programa que sostiene a la Task Force X (nombre formal del escuadrón suicida) quienes no son simples títeres manejados al antojo de Weller u oficinistas grises que se limitan a obedecer, sino que son personajes que tiene peso en la trama y que de alguna manera hacen avanzar la historia. The Suicide Squad es una película violenta, divertida, y absurda que está bien narrada, a la cual no se le pueden hacer reproches desde lo técnico que mejora en todo a su antecesora y que, si uno la mira como primera aproximación a los personajes, libre de toda comparación, puede disfrutar.