Basada en un blog escrito hace más de 10 años, devenido luego en la novela homónima, la película Yo, adolescente narra las problemáticas típicas de esa edad, en la Buenos Aires post Cromañón. Se estrena en Cine.Ar TV y Cine.Ar Play. El film arranca con Zabo y un amigo saliendo de un boliche al cual asistieron para ver una banda en vivo, sin comprender mucho por qué el encendido de una bengala podría haber llevado a la evacuación del local. Pero la inocencia típica de los 16 años se interrumpe cuando su celular, el de su amigo y, eventualmente, el de todos los que los rodean empiezan a sonar. Son decenas de padres preocupados por sus hijos, porque en un boliche de iguales características acaba de ocurrir una de las peores tragedias que la ciudad de Buenos Aires tuvo en años, y muchos adolescentes y jóvenes perdieron su vida esa noche. A partir de ese momento, la vida de ninguno de esos adolescentes será igual, pero sobre todo la de Zabo, al enterarse de que uno de sus mejores amigos se suicidó al día siguiente de la catástrofe. La Argentina post Cromañón, que también estuvo sumergida en una gran crisis económica desde el 2001, no fue el lugar más tranquilizador para transitar la adolescencia, ese momento tan definitorio en el que todos terminamos de darle forma a nuestra personalidad mientras le decimos adiós a la niñez y nos adentramos en el terrorífico mundo de la adultez. Yo, adolescente cuenta la historia desde el punto de vista del protagonista y está narrada en primera persona, formato que es heredado de los textos escritos en blog por Nicolás Zamorano (Zabo). En sus esfuerzos por sostener el código de la primera persona, el film utiliza en demasía la voz en off, relatando textos que a veces se vuelven redundantes con las imágenes en pantalla, y en otras podrían haber sido directamente reemplazados por la puesta en escena que le permitiría al espectador adentrarse más en el personaje en lugar de mirarlo todo el tiempo desde afuera. Si bien el mensaje de la historia que se cuenta es muy importante, la película por momentos parece no tener muy en claro a quién está tratando de llegar. La estética en las primeras escenas, por ejemplo, está recargada de pequeños efectos visuales que, al principio, parecen propios del código de algunas redes sociales utilizadas por los adolescentes de hoy día, pero que terminan siendo del lenguaje publicitario que apunta a atraer a ese rango etario. Este código es sorpresivamente abandonado y no se retoma en todo el film, lo que hace reflexionar sobre cuál es el motivo real de su inclusión desde un primer momento. Un punto donde la película se planta muy bien es en su música. Las bandas que suenan, los ringtones, la música que cantan los personajes, todo da cuenta de una época y una forma de mirar al mundo inocentemente, que se contradice, como corresponde, con los estados anímicos del protagonista que se encuentra constantemente en crisis, tratando de entender lo que es el amor, el valor de la amistad y los placeres de la sexualidad. El relato tiene en sí mismo encerrada la inequidad de lo verosímil de las vivencias reales con lo forzadas de algunas cosas inventadas por el autor. Hay situaciones que tienen una construcción orgánica y con las cuales es más fácil empatizar y situaciones que, probablemente por ser parte de la ficción, simplemente pasan, sin tener ningún desarrollo en el guion y el verosímil queda muy lejos del espectador. Yo, adolescente es una película necesaria. No sólo por ser un disparador de alertas para aquellos que conviven con adolescentes a los cuales les cuesta entender (con el obvio agravante de lo que viven los jóvenes hoy día en el mundo del Covid-19), sino principalmente para trasmitirles a esos mismos adolescentes que no están solos. Aun así, el producto cinematográfico no está a la altura de lo que la historia y sobre todo su moraleja quieren contar y si bien eso no anula el mensaje, sí desperdicia la oportunidad de contar con altura esta historia trascendental.
La crisis de la vida adulta, atravesada por un querible personaje que no estaba preparado para ella, es la interesante propuesta que el director Duccio Chiarini nos trae y que Zeta Films estrena en VOD. Guido vive su vida sin mayores contratiempos. Tiene una novia, una buena relación con sus padres y disfruta de los encuentros con sus amigos. No hay nada en su devenir diario que él quisiese cambiar. Pero su vida sufre un brusco cimbronazo cuando un accidente durante una relación sexual los hace enfrentarse, como pareja, a la decisión de tomar una píldora que interrumpa la concepción o arriesgarse a un posible embarazo. Es ahí cuando Chiara, su novia, decide replantearse su vida, porque empieza a sospechar que no es plenamente feliz, no sólo con su trabajo, sino también en su relación con Guido. Él se verá, entonces, forzado a deambular por las casas de sus padres y amigos, durmiendo de prestado en sus sofás y siendo testigo de los acontecimientos en las vidas amorosas de quienes lo hospedan, al mismo tiempo que intenta ver cómo encarrilar su vida en un nuevo rumbo. El primer punto sobresaliente de este drama con tintes de comedia es su elenco. Daniele Parisi interpreta a un Guido alejado de todo cliché. Él es la representación en pantalla de una persona que podría ser cualquiera de nosotros. Su forma de relacionarse con sus padres y su novia es coloquial y amena, particularmente en la química que se genera con Silvia D’Amico en su papel de Chiara. El elenco se completa con los actores secundarios, que mantienen el excelente nivel de los protagonistas, interpretando a sus amigos y familiares. Las crisis y problemáticas que atraviesan los distintos personajes en el film son muy realistas y el director decide tratarlas con la misma naturalidad con la que ellos lo viven, lo cual acrecienta la empatía que se produce en el espectador. Aunque por momentos sigue la línea del drama romántico que Italia supo imponer con películas como El último beso (Gabriele Muccino, 2001), El huésped nunca lleva la carga dramática a lugares demasiado extremos. El código, a veces excesivo, que se suele ver en filmes que retratan las crisis de pareja no está casi presente en la película, agregando mayor credibilidad a la historia. El trabajo de arte y fotografía del film merece un párrafo aparte, no sólo por lo expresivo de los contrastes entre los diferentes ambientes (o incluso dentro de los ambientes entre los diferentes personajes), sino también por la sutileza con la cual se van desarrollando a lo largo de las escenas, complementando de manera casi imperceptible, pero contundente, el estado anímico de los personajes. El huésped no es una película más sobre una crisis de vida. Nos cuenta la crisis de vida de una persona que no está realmente en crisis. Su mundo se ve rodeado de las crisis ajenas, comenzando por la de Chiara, pero observando la de sus padres y amigos también. Guido es un espectador de lo que sucede en su entorno, mientras tiene que aprender una nueva realidad en su vida que se irá nutriendo de las experiencias de quienes lo rodean. El huésped es un film que realmente se puede disfrutar, pero al mismo tiempo nos permite ver un tratamiento maduro y novedoso de la crisis de la adultez a la que todos, en algún momento u otro, nos terminamos enfrentando.
Con una historia de amor entre dos jóvenes en un pequeño pueblo pesquero en el sur de Chile, Los fuertes cuenta una hermosa historia sobre el paso a la adultez. Se puede ver on demand en Puentes de Cine. Lucas es un joven arquitecto que vuelve a visitar a su hermana que vive en un pequeño pueblo marítimo en el sur de Chile. Ahí, inesperadamente, conoce a Antonio e inmediatamente conectan emocionalmente. Pero la floreciente relación entre ellos tiene que enfrentarse no sólo a los prejuicios de una sociedad que no se muestra abierta a aceptarlos, sino también a los propios planes que cada uno tiene para el resto de su vida. En un principio, Los fuertes cuenta una historia bastante habitual en el cine de temática LGTB. Un amor que empieza a surgir y un entorno hostil que toma forma en un par de pueblerinos que le tiran una piedra a Lucas, una pelea con sus padres que, si bien se trata de forma muy discreta en el film, puede vislumbrar su origen en su elección sexual e incluso los problemas laborales de Antonio, que marcan las formas de una sociedad que hace caso omiso de los comportamientos que consideran inmorales sí y sólo sí quien los comete se muestra discreto. Pero para la relación de Lucas y Antonio el entorno no es su mayor adversario, y eso distingue a Los fuertes de muchas otras películas. Su relación está signada por los sueños que cada uno tienen por separado. Antonio quiere seguir los pasos de su padre y transformarse en el mejor pescador del pueblo y Lucas quiere cursar una especialización en Canadá. Estos mismos sueños, que marcan el paso a la adultez de estos jóvenes, son al mismo tiempo la sentencia de su amor. Y en definitiva de eso también se trata el film, no sólo del romance entre ellos dos, sino del paso a la adultez y las duras decisiones que ello conlleva. Los fuertes se toma el tiempo de describir la idiosincrasia de Chile (que coincide en muchos aspectos con la del resto de Latinoamérica) reflejando la mirada prepotente que tienen las grandes ciudades sobre el estilo de vida de los pueblos del interior del país. Lucas se muestra reticente a aceptar que el deseo de Antonio de ser el mejor pescador posible es tan válido como el suyo de continuar sus estudios académicos. Sin dudas Los fuertes son Lucas y Antonio, ya sea por sobreponerse a los prejuicios de la sociedad para poder ser felices o por poder anteponer sus deseos más íntimos, aun a riesgo de no poder concretar su historia de amor. Pero también están los otros fuertes. Aquel en el que Antonio representa incansablemente para los ojos de los turistas la lucha por la independencia de Chile y aquel que descansa solitario en la isla de enfrente (donde él nació), separado de su doble continental por el devenir de acontecimientos históricos y sociales que lo dejaron casi abandonado, tal como ahora parece dejar de lado Santiago al pequeño pueblo en el sur del país. Los fuertes es una película sencilla, la historia de un amor apasionado que debe enfrentar las adversidades del entorno, pero que también enfrenta a sus protagonistas con sus propios deseos personales, los hace crecer y los acompaña en el camino de la juventud a la adultez.
Una consigna para un trabajo práctico universitario se transforma en el disparador de Escondido, un documental que acompaña a algunos alumnos en parte de su proyecto creativo. Estreno en VOD. El contexto es la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires. Allí, en las cátedras de Morfología I y II, de la carrera de Diseño, los alumnos son enfrentados a la creación de un trabajo que interpele sus emociones. La búsqueda de un objeto del cual se desprenderán otros y que irán dando forma a un sistema que contenga y se expanda desde ese objeto primario. Y en la construcción de este metaobjeto, el film Escondido documenta los tópicos y los disparadores de algunos artistas y sus creaciones. La memoria familiar, la Campaña del Desierto, el Holocausto, las desapariciones durante la dictadura y otros temas se condensan a lo largo del film que se va armando, al mismo tiempo que van interviniendo, con el montaje y la puesta de cámara, los trabajos de los alumnos, transformándose entonces, también, la película en un metaobjeto. Escondido es, en sí, un ensayo sobre un trabajo práctico y, como tal, carece de cierto interés cinematográfico. Donde toma trascendencia es en las temáticas que trata paralelamente, tal como ocurre con los trabajos que los alumnos llevan a las diferentes cátedras. Equiparados por el tiempo en pantalla, temas como las tipografías, las fotos, los genocidios, la música, todo se mezcla con el mismo ímpetu con el que, probablemente, se mezclaron en las aulas mientras los alumnos armaban sus trabajos, quitándole peso a las temáticas que revisten probablemente un mayor interés para cualquier espectador: las sociales. La fotografía en el film sobresale junto con el diseño de sonido. Su resultado estético es exquisito, pero termina, tal cual pasa con las temáticas abordadas por los alumnos, extremadamente contrastada con la desprolijidad del sonido ambiente con el que se toma a los profesores mientras dan instrucciones o explican el trabajo. El documental en sí parece un proyecto de la cátedra. Parte de un punto de interés y lo transforma en el metaobjeto, ramificándose en diferentes tópicos que serían interesantes por sí mismos pero que no sostienen su relevancia a lo largo del relato, ya que son presentados, explicados y luego abandonados. El relato propuesto en el documental Escondido es interesante, pero en su desarrollo no logra conectarse con las temáticas que plantean alguna revisión de interés de la historia y la memoria, haciendo más bien superficial su inclusión en el film, que llega a buen puerto en algunos aspectos pero no logra tener un hilo conductor que le dé relevancia al hecho cinematográfico que implica un film.
Con una temática muy actual y necesaria, llega el estreno, en Cine.Ar TV y Play, de La fiesta silenciosa, un film que propone debates interesantes pero que no logra generarlos con la altura que ellos requieren. El film, tal como su enmarañado hilo temporal, está presentado con la siguiente premisa: “a horas de celebrar su casamiento en la estancia de su padre, Laura sale a caminar sola y se encuentra con una inusual fiesta. La música y el ambiente la alejan por un momento de las tensiones hasta que un hecho violento cambia drásticamente el curso de la noche involucrando a su padre y a su novio.” Como suele pasar, las cosas siempre son mucho más complicadas de lo que parecen y este es el principal problema de la película. Abordar temas de candente actualidad, e incluso de importancia social como la violencia de género, es una urgencia de nuestro presente, pero eso no justifica que algunas cosas se pierdan en el proceso solamente por el apuro de sacar un guion y filmarlo. Desde el inicio conectar con los personajes es una tarea complicada para el espectador. Conocemos a Laura (Jazmín Stuart) como una persona conflictiva desde el primer momento y, aunque sabemos por la secuencia inicial que ella está en problemas, la sobrecarga de energía negativa en los primeros momentos del film nos genera un marcado rechazo por los personajes, reforzado por la puesta de cámara que insiste en tomar a Laura desde atrás dándole muy poco tiempo para conectar con el espectador. A eso se suman las discusiones constantes con su novio (Esteban Bigliardi) y su relación con su padre (Gerardo Romano) que tampoco parece ser la mejor, ya que mientras él trata de controlar todos los aspectos posibles de la fiesta en pos de sus propios gustos e intereses, Laura se dedica a protestar con mal humor. Sostener el vínculo con el espectador en un film donde ningún personaje despierta empatía es una tarea difícil que requiere de un guion muy sólido que La fiesta silenciosa no tiene. La película juega con los saltos en el tiempo para ir construyendo el relato de a poco y de esa forma oculta al espectador cierta información con la que construye un thriller de venganza por mano propia que no logra nunca el nivel de ambigüedad necesario para que los personajes sean rápidamente absueltos de su doble moral. Laura miente para salvarse de que su novio sepa que le fue infiel, el novio sabiendo que las cosas no fueron como Laura las cuenta actúa violentamente sobre el pibe al que Laura sedujo y el padre de Laura, siendo nada más y nada menos que juez, decide resolver los asuntos por afuera de la ley iniciando una cacería despiadada. La manera de mostrar “el momento de quiebre” es bastante caótica, lo cual tampoco ayuda a construir el relato que el guion quiere contar. La falta de claridad en las escenas lejos de provocar intriga en el espectador, aumentan la (acertada) sensación de que no todo está siendo contado y, aunque obviamente nada justifica el hecho de violencia del cual Laura es víctima, las sospechas de que no todo es como ella lo dice sí generan reparos sobre qué tan acertadas son sus decisiones. Cuando la furia se desata y comienza la cacería final, los directores parecen olvidarse del código del thriller que venían construyendo y el film se acelera resolviendo muchas cosas apresuradamente y dejando otras en el tintero que no tienen resolución, al mismo tiempo que carecen de la impronta suficiente como para que el espectador haga el esfuerzo de construir un posible desenlace, demostrando que algunas cosas, incluso algunos personajes, estuvieron en el guion solamente para darle al espectador y/o a los otros personajes alguna información que no se pudo generar desde la diégesis del relato. Hacer un film que muestre (y justifique en algunos casos) la venganza por mano propia no es algo fácil y sólo un guion contundente puede lograr ese tipo de comprensión por parte del espectador. Ninguna de esas dos cosas se logran en este film, que tiene aciertos en su búsqueda de climas y las tensiones que genera, pero que pierde su objetivo en el camino mientras distancia emocionalmente al espectador de la historia.
Se estrena por Cine.Ar Tv y Cine.Ar Play el film Camping, ópera prima de Luciana Bilotti que brinda una interesante mirada sobre el paso a la adolescencia de su protagonista. Estefi sale de campamento durante el fin de semana con sus padres y una amiga. En el camping se encuentra con Matías, un amigo al que conoce hace tiempo pero por el que empieza a desarrollar “confusos” sentimientos. En medio de este surgimiento de su adolescencia, comienza a ser consciente de la tensión entre sus padres, quienes no parecen ser capaces de compartir un momento en familia sin que haya algún reclamo o pelea. Las historias iniciáticas siempre tuvieron un papel importante en el cine y es en ese contexto que se inscribe el film Camping, que nos trae un relato sobre la llegada a la adolescencia de Estefanía, quien, además de empezar a notar el cambio en su forma de percibir el mundo, comienza a descubrir la complejidad de las emociones de los seres humanos, particularmente la de sus padres que atraviesan una grave crisis en su pareja. La película transcurre casi toda en el exterior, pero la puesta de cámara cerrada sobre sus protagonistas la vuelve asfixiante. Nunca se logra rearmar el espacio de forma correcta, lo cual enfatiza la sensación de estar perdida que transita Estefanía. Y mientras ella transita los diferentes cambios que suceden a su alrededor, sus propios padres parecen ajenos a los sentimientos que la rodean, mientras siguen enfrascados en su propio malestar. Gracias a las actuaciones, principalmente la de Martina Pennacchio en el rol protagónico, este relato iniciático se vuelve particularmente incómodo al plantear la paradoja de que al mismo tiempo en que Estefi va descubriendo esta nueva etapa que comienza, todo alrededor suyo parece estar llegando a su fin: su amistad con Matías, que pasa de la niñez a la adolescencia, puede no sobrevivir, el matrimonio de sus padres (interpretados por Ivana Catanese y Diego Velázquez) parece estar llegando al final y hasta con Sofi, su amiga de la infancia, por momentos, no puede conectar tan bien como cuando eran chicas. Estefanía no encuentra un lugar de pertenencia y es así como, varias veces, a lo largo de la película, su madre o su padre no tienen mucha idea de dónde está, aunque ella manifieste haberles dicho adonde iba. Camping es un film bello, mayormente por el cariño que despierta su personaje principal y la empatía que logra generar en el espectador la desidia que su entorno tiene para con ella. Excelentes actuaciones y una puesta de cámara opresiva que complementan una historia con la que todos nos podemos relacionar desde algún punto.
Caminar el límite entre la locura y la sanidad no es una tarea fácil, pero ese es el recorrido que se propone el hermoso y duro documental Solo de Artemio Benki que se estrena por Cine.Ar TV y Play. Martín Perino es un pianista que, desde hace varios años, está internado en el hospital psiquiátrico Borda de la Ciudad de Buenos Aires. Ahí sus días transcurren con una cierta estabilidad mientras se recupera de un brote esquizofrénico producto del stress provocado por la exigencia (externa e interna) al momento de ejecutar el instrumento. Pero esa aparente tranquilidad empieza a desaparecer cuando sus médicos le sugieren que él ya está listo para el alta y así reinsertarse en la sociedad. Los miedos y angustias que Martín atraviesa en medio de esa incertidumbre no hacen más que agravarse cuando comprueba que, afuera de su encierro, el mundo ya no es lo que era y lo difícil que será para él retomar su carrera profesional. Aunque como espectadores somos introducidos al hospital psiquiátrico como un lugar alienado, no tardamos mucho en ver la comodidad con la que Martín se mueve ahí. Él es claramente un interno mucho más funcional que muchos de los que lo rodean y, sin embargo, parece sentirse parte de ese espacio más que del afuera. Toca su música en un teclado, compone y colabora con una bailarina que improvisa pasos mientras él interpreta las melodías. Pero la angustia en Martín se siente latente en el film y es, en una conversación con un amigo, otro interno del hospital, que afloran las razones para esos sentimientos. Martín recibió la recomendación de sus médicos de salir de la internación y eso lo llena de incertidumbre. ¿Qué hay en el afuera? ¿Quién está ahí aún esperándolo? ¿Alguno de sus antiguos colegas lo recordará? Solo recorre con el pianista sus últimos momentos de internación y su posterior reinserción “forzada” en la sociedad y el relato crece cuando, además de mostrarnos lo que le acontece a Martín, vemos lo poco amigable que es la sociedad para aquellas personas que tuvieron que alejarse de ella. Reinsertarse no es fácil, es un proceso violento y que, muchas veces, no tiene buenos resultados, como bien descubre el protagonista a medida que las puertas se cierran y antiguos colegas parecen inaccesibles. Pero como el propio Martín dice, en medio de un espontáneo exabrupto, hay que negociar con la realidad. Y así el pianista comienza a reencontrarse con sus primeros pasos y, desde allí, inicia su proceso de reconstrucción al mismo tiempo que se separa del Martín que, por sobreexigirse años atrás, llegó al borde de la locura. Aunque Solo es un film documental, bien podría ser una ficción del llamado Nuevo Cine Argentino. La prolijidad y el cariño con el que se muestra al personaje y la estética con la que se refleja su estado anímico, mucho recuerdan a esos films que surgieron a mediados de la década del 90. El espectador sin dudas podrá encontrarse cara a cara con Martín Perino y sentir que lo conoce, que lo entiende y que le desea lo mejor.
El documental Canela cuenta la vida de una arquitecta trans que con casi 50 años descubrió su nueva identidad. Un tema que es trascendental para entender uno de los más interesantes cambios de paradigma en nuestra sociedad actual. Se estrena en "Sala Virtual", la nueva iniciativa de PCI y Puentes de Cine. Una obra en construcción, algunos albañiles trabajando y llega Canela. Así la conocemos. Canela es una mujer trans que descubrió de grande su identidad y que ahora, pasados los 60 años, la está viviendo plenamente… O eso parece. Porque lejos de haber resuelto su vida, Canela tiene dudas: ¿cómo seguir? ¿qué es lo que desea? ¿a quién desea? ¿cuánto está dispuesta a arriesgar? Canela es un documental que retrata íntimamente a un personaje querible y muy humano. Vamos avanzando con ella en su búsqueda de identidad, la relación con su familia y, muy discretamente, algunas cosas de su vida pasada. Canela tiene una risa contagiosa y todo en ella parece ser alegría, pero el film, a medida que avanza, también deja lugar para la reflexión. Sin sobreexplicar nada, el espectador es obligado a replantearse varios preconceptos sobre la sexualidad y la genitalidad, al mismo tiempo que la protagonista trata de definir su opinión al respecto. El armado del documental es una labor digna de un arquitecto, que es, paradójicamente, la profesión de Canela. La forma en la cual la información va llegando al espectador es ordenada y precisa y construye, minuto a minuto, una idea mayor de su protagonista y su vida, y en esa construcción nos permite entender a un colectivo que la incluye, y al cual no siempre es fácil entender desde afuera. Pero antes de ser una arquitecta (y profesora) trans, Canela es un ser humano. Y en la empatía que el film logra generar, el espectador se relaciona con su sentir como madre, amiga, profesional y persona. Lo que está claro es que Canela es un muy interesante personaje, y el documental homónimo está a la altura de la situación. Es humano, amable, no da nada por sentado y todo es aprendizaje, ¿qué más puede pedir un espectador?
Comedia, drama y personajes adorables hacen de La biblioteca de los libros olvidados una película imperdible entre los nuevos estrenos de esta semana. Una joven editora literaria se encuentra con “la biblioteca de los libros olvidados” en el pueblito en donde vive su padre. Allí, el antiguo dueño de una librería creó un espacio con manuscritos rechazados por las editoriales y que nunca fueron publicados. En ese lugar, ella se topa con una novela escrita por el pizzero local, fallecido ya. El libro es fascinante y, con el permiso de la viuda, la editorial lo publica y se convierte en un inmediato éxito de crítica y ventas. Jean Michel Rouche (Fabrice Luchini) es un crítico literario y presentador de televisión cínico y escéptico, quien desconfía del origen de la novela y se embarca en una cruzada por desenmascarar la supuesta estafa, perdiendo en el camino su trabajo, su esposa y el respeto de sus pares. El cine francés suele tener como particularidad tomar la anécdota más simple y mundana y transformarla en una historia inmensa, y La biblioteca de los libros olvidados no es la excepción. Donde esta película se destaca por sobre muchas otras es en la cantidad de pequeñas anécdotas que cuenta. El film, sin tomarse muy en serio, al mismo tiempo que plantea conflictos existenciales para sus personajes, muestra una pareja conformada por un escritor que todavía no logró triunfar y su editora, una familia en un pueblito chico que perdió a su figura paterna y un crítico literario condenado a ser un mero presentador televisivo, quienes se entrelazan formando un mosaico perfecto que refleja las relaciones humanas y sus vericuetos. La película va mutando de protagonistas a medida que el conflicto se va desarrollando y se vuelven necesarias las diferentes miradas sobre el mismo tema: trascender. El excelente guion está, además, acompañado por un elenco que sabe perfectamente cómo construir sus personajes. Desde el odioso pero, al mismo tiempo, cada vez más carismático Jean Michel (al que construye con maestría Luchini), a la esposa que encuentra una última conexión con su fallecido marido, todos los personajes tejen un entrelazado de historias y emociones que llegan profundamente al espectador sin que por eso el film se transforme en ningún momento en una película demasiado seria. La biblioteca de los libros olvidados es un film que mezcla la comedia y el drama con un equilibrio envidiable y todo, a su vez, contado en tono de thriller, mientras el obsesionado crítico intenta desesperadamente confirmar que su intuición es real, la hija del escritor intenta proteger a su madre y la pareja editora-escritor tienen que revisar el funcionamiento de su relación.
Mezcla de denuncia social y cine de suspenso, llega Respira, un film con buenas intenciones que no siempre llega a buen puerto. Leonardo es un temperamental piloto comercial que luego de una pelea es despedido. Empujado por su mujer, que ya no quiere más ser el único sostén de la familia mientras él no hace otra cosa que deprimirse, consigue trabajo como piloto de un “mosquito”, una avioneta que fumiga los campos con sustancias tóxicas que optimizan la cosecha pero ponen en peligro a los habitantes y la fauna del lugar. La falta de control sobre los dueños de los campos y la corrupción ayudan a que la familia más poderosa del lugar pueda abusar de los derechos de los otros campesinos. Así, Leonardo y su familia quedan atrapados en medio de una disputa entre dos bandos que los pondrá en peligro. La premisa de Respira no sólo es interesante, sino que casi podríamos decir es importante para la realidad a la que la sociedad se enfrenta hoy día frente a la contaminación constante de los agroquímicos. Sin embargo, la película carece de la eficacia necesaria para llevar este argumento a buen puerto. A pesar de tener un elenco con figuras importantes como Sofía Gala, Leticia Brédice y Gerardo Romano, por nombrar algunos de los actores, los personajes son muy estereotipados y carecen de la profundidad necesaria para que el espectador pueda involucrarse emocionalmente, lo cual tampoco mejora con los diálogos, que son casi siempre forzados y poco creíbles. Algunos de los climas en la película están bien logrados, pero la banda de sonido constantemente parece interrumpirlos y en lugar de confiar en una imagen o el mismo sonido del campo, sobrecarga el film con música que pretende generar una tensión innecesaria y que le termina jugando en contra. Lo mismo puede decirse de la fotografía. Donde podría haber un campo desierto iluminado por la luna, aparecen figuras humanas vistiendo trajes y máscaras que evocan más un clásico film slasher de Hollywood que el clima de suspenso realista que esta producción podría utilizar más provechosamente. Respira desaprovecha una temática en boga y transforma una película con potencial en un producto un tanto insípido que no llega a la denuncia social que pretende ni al clima necesario para dejar en el espectador la sensación de haber visto una película digna de recomendar.