Anexo de crítica: Lamentablemente Las Aventuras de Tintín (The Adventures of Tintin, 2011) viene a confirmar que Steven Spielberg -por más buenas intenciones que tenga- ha perdido el talento para el cine de aventuras desde hace mucho tiempo: el film como adaptación no rejuvenece una historieta hoy anacrónica y como entrada dentro de la carrera del realizador no pasa de una versión berreta de Los Cazadores del Arca Perdida (Raiders of the Lost Ark, 1981)…
Anexo de crítica: Misión Imposible: Protocolo Fantasma (Mission: Impossible - Ghost Protocol, 2011) entrega con eficacia exactamente lo que se espera de ella y sin dudas funciona como la secuela más “palo y a la bolsa” de la franquicia: las escenas de acción son espectaculares y los eslabones intermedios pueden resultar un tanto vacuos aunque en realidad no molestan. El “casi cincuentón” Tom Cruise continúa dando batalla a pesar del generoso kilometraje…-
Anexo de crítica: Si bien Un Zoológico en Casa (We Bought a Zoo, 2011) está repleta de estereotipos y carga con la imaginería más cursi de las pequeñas epopeyas familiares, también resulta innegable que Cameron Crowe administra con destreza los resortes de la narración y hasta consigue un par de escenas muy logradas, redondeando una propuesta simple pero eficaz…-
Grito de piedra Sin lugar a dudas este primer estreno en salas comerciales argentinas de un trabajo documental de Werner Herzog obedece al hecho de que ha sido filmado en 3D, lo que señala la popularidad del formato e invita a sopesar tanto el espíritu impredecible y aventurero del mítico cineasta como su energía vital, esa misma de sus comienzos y que hoy a los 69 años continúa dando batalla produciendo obras verdaderamente exquisitas. Las obsesiones temáticas de siempre han permanecido intactas a lo largo de las décadas: el choque de culturas, la dialéctica de los misántropos, la búsqueda de la pureza, la voracidad destructora de las metrópolis, la marginación social y las muchas utopías de los visionarios. Uno de los tópicos fundamentales de su carrera ha sido la más que conflictiva relación entre hombre y naturaleza, centrándose principalmente en los diferentes grados de comprensión y/ o aceptación por parte del ser humano según la civilización e individuos particulares considerados (en un margen que va desde la convivencia pacífica hasta la explotación irresponsable). En esta oportunidad el alemán utiliza la tecnología tridimensional con el fin de registrar todos los detalles constituyentes de las pinturas rupestres más antiguas y mejor conservadas de las que se tenga noticia, ubicadas en la llamada Cueva Chauvet/ Pont-d`Arc, en abierto homenaje a su descubridor y a la comuna francesa en la que se encuentra. Aquí nuevamente el propio Herzog narra los pormenores de la tarea y ofrece sus clásicas reflexiones acerca de las implicancias antropológicas y filosóficas de tamaño ejercicio artístico de nuestros antepasados, otro ejemplo más de ese empeño inclaudicable -que se remonta al Paleolítico- orientado a aprehender el entorno que nos rodea mientras que en simultáneo fijamos nuestra trascendencia. Hallada en 1994, la formación rocosa funciona a ojos del cineasta como una extraordinaria “cápsula del tiempo” porque su entrada fue sellada por una avalancha hace miles y miles de años, circunstancia que ha garantizado la preservación de las viñetas y la inalterabilidad de los restos fósiles y las huellas en el suelo. Cada año la administración francesa autoriza sólo a un puñado de investigadores a realizar distintos estudios complementarios por algunos días con vistas a ampliar el conocimiento sobre este tesoro de la arqueología, es en esta coyuntura restringida en la que el director explora la caverna y encuentra desde impresiones de manos y bellos dibujos de especies animales ya desaparecidas hasta manchas de humo de antorchas ancestrales, una figura de una Venus y rastros fortuitos de posibles rituales animistas. Por suerte no está permitida la entrada al público en general para no contaminar el área y por los altos índices de dióxido de carbono, lo que convierte a toda la propuesta en una experiencia única y fascinante. En La Cueva de los Sueños Olvidados (Cave of Forgotten Dreams, 2010) regresa el mejor Herzog documentalista, aquel de Lessons of Darkness (Lektionen in Finsternis, 1992), Little Dieter Needs to Fly (1998) y la maravillosa Mi Enemigo Íntimo (Mein Liebster Feind- Klaus Kinski, 1999). En sintonía con los demás exponentes de este “período anglosajón”, The White Diamond (2004), Grizzly Man (2005) y Encuentros en el Fin del Mundo (Encounters at the End of the World, 2007), el devenir de las quimeras y nuestros límites en tanto mortales vuelven a estructurar la simbología cotidiana de estos “gritos de piedra” en donde la vida -tal cual es- se nos presenta a través de los abismos del tiempo…
Prohibido bañarse A decir verdad hacía bastante tiempo que no nos topábamos con una película tan pero tan mala como Terror en lo Profundo 3D (Shark Night 3D, 2011), uno de esos típicos ejemplos de “mamarracho incorregible” que -sin llegar a ofender la inteligencia del espectador- definitivamente fracasa en todos y cada uno de los muchos rubros que componen el arte cinematográfico. Pareciera que la idea original de los productores era construir un exploitation de Piraña 3D (Piranha 3D, 2010) del gran Alexandre Aja aunque con un tono severo y en versión PG-13, dos “modificaciones” que apuntaban a maximizar el público. Si bien el resultado final no cae en el nivel de Está Vivo (It''s Alive, 2008), un desastre de proporciones que hasta incluía errores narrativos y que por gracia del destino también terminó estrenándose en salas comerciales, tampoco estamos muy lejos que digamos. Empecemos a enumerar: el guión es pésimo y está repleto de estereotipos de manual, los CGI provocan vergüenza ajena y son totalmente inverosímiles, casi todos los actores son de madera terciada y para colmo la supuesta seriedad del convite neutraliza el encanto pasatista que debiera ser el eje del “prohibido bañarse” del horror de monstruos acuáticos. Con semejante título no hace falta más que explicitar que hablamos de tiburones que atacan a un puñado de universitarios carilindos de veinte y pico, en este caso los pobres peces son controlados por unos psicópatas que se dedican al snuff. La historia transcurre en una isla rodeada por un lago y sigue el clásico derrotero de los slashers pero sin desnudos, gore y/ o un mínimo de energía por fuera de la que pueden ofrecer tantos clichés administrados a desgano. En especial llama la atención el montaje aletargado, la ausencia de sangre y el patético diseño de los predadores, tres factores centrales a la hora de garantizar la fluidez. Lamentablemente el realizador David R. Ellis se muestra incapaz de introducir aquel componente bizarro que había caracterizado a obras como Celular: La Llamada Final (Cellular, 2004) y Terror a Bordo (Snakes on a Plane, 2006): apostando por un itinerario equivocado, aquí pretende clonar la estructura de Destino Final 2 (Final Destination 2, 2003) y El Destino Final (The Final Destination, 2009), sus trabajos para la saga de las premoniciones. La propuesta entretiene sólo de a ratos y combina de manera grosera el dramatismo de las escenas intermedias con embestidas extremadamente ridículas…
Anexo de crítica: Sin dudas El Juego de la Fortuna (Moneyball, 2011) es una propuesta más que singular para lo que suele ser el promedio de los films deportivos norteamericanos, muchas veces presos de clichés vetustos, montaje hi-fi y estrellitas venidas a menos. No hablamos simplemente de una historia sobre el béisbol sino más bien de una exploración acerca de las distintas medidas del éxito personal y la dialéctica laboral, siempre con sus posiciones internas encontradas: los dos factores centrales que conducen la película a buen puerto son la impecable actuación de Brad Pitt y el guión de Steven Zaillian y el gran Aaron Sorkin. De hecho, todo el convite funciona como una versión austera y taciturna de la extraordinaria Red Social (The Social Network, 2010)…- Emiliano Fernández (7 puntos)
Respirar es un lujo Sin lugar a dudas históricamente uno de los leitmotivs más recurrentes de la comedia negra ha sido el imponderable “¿y ahora qué hacemos con el cuerpo?”, eje a partir del cual giran las miserias de los protagonistas y sus intentos desesperados por salir inmunes de una situación tan peculiar como la señalada. En la línea de aquella pequeña sorpresa intitulada Muerte en un Funeral (Death at a Funeral, 2007), hoy llega con bastante retraso a la cartelera porteña Cuatro Muertos y Ningún Entierro (A Film with Me in It, 2008), una maximización concreta de la fórmula en lo que respecta al absurdo y el patetismo general. La trama se centra en Mark (Mark Doherty), un actor desempleado que no tiene mucha suerte que digamos: su novia Sally (Amy Huberman) lo quiere abandonar, su hermano cuadripléjico David (David O`Doherty) es una carga y su casero Jack (Keith Allen) no deja de perseguirlo para que le pague el alquiler de un sótano- departamento que literalmente se cae a pedazos. Sin embargo la cosa empeora aún más cuando en el transcurso de unos pocos minutos termina de golpe con varios cadáveres entre sus manos, así junto a su amigo Pierce (Dylan Moran), un cineasta alcohólico y frustrado, deberá escapar de tal coyuntura. Con diálogos lacónicos, vueltas de tuerca inesperadas y muchos tiempos muertos, el maravilloso guión del propio Doherty juega con la idiotez y la apatía de nuestros héroes de una burguesía artística maltrecha, trabajando tanto la pasividad y desorientación existencial como la construcción de una especie de “thriller involuntario” que evade los clásicos cercos del verosímil a la Hollywood (la intromisión de una oficial de policía interpretada por Aisling O`Sullivan profundizará la crisis). La película, proveniente de Irlanda, se acopla a la tradición oscura inglesa y a los opus más nihilistas de los hermanos Joel y Ethan Coen. El realizador Ian Fitzgibbon sabe balancear un tono entre irónico y trágico, obtiene un gran desempeño por parte del elenco y en buena medida compensa los deslices ocasionales en la progresión narrativa con un desarrollo de personajes muy ajustado y una más que interesante puesta en escena. Si a todo ello sumamos los graciosos cameos de Neil Jordan y Jonathan Rhys Meyers, el resultado es doblemente gratificante: Cuatro Muertos y Ningún Entierro funciona como una materialización de las leyes de Murphy e invita a tratar con respeto la posibilidad de un accidente ya que respirar a veces puede convertirse en un lujo.
Anexo de crítica: Luego de aquel interesante experimento que fue Palindromes (2004), Todd Solondz regresa con un extraordinario ejercicio de estilo que funciona como un corolario de las recordadas Welcome to the Dollhouse (1995) y Happiness (1998): todos los rasgos monumentales y revulsivos de las anteriores -que en buena medida definieron al cine independiente norteamericano de la década del ´90- siguen presentes aunque hoy quedan reducidos a un planteo a escala en donde la apología del masoquismo/ sadismo corre de la mano de una posibilidad irónica de redención, por lo menos a nivel metadiscursivo. La vida en tiempos difíciles (Life During Wartime, 2009) es tanto una respuesta amarga al contexto político contemporáneo como otra sátira demoledora acerca de la hipocresía y las compulsiones patéticas de los burgueses, un estrato social que sobrevive en términos psicológicos gracias a placebos, perversiones e imágenes distorsionadas de ellos mismos. La voz ácida de Solondz no pierde ni un ápice de su valentía, coherencia y esa típica testarudez insular que nuevamente se abre camino en un panorama cinematográfico cada vez más insignificante y empobrecido…- Emiliano Fernández (9 puntos)
En busca de las habichuelas mágicas Sin lugar a dudas de todos los personajes que pulularon en el “universo Shrek” el que más se merecía su propia aventura animada era El Gato con Botas, aquel minino heroico que conocimos en la segunda parte de la franquicia, allá por el 2004. En gran medida gracias al carisma y buen humor de Antonio Banderas, el pequeño secundario se destacaba por sobre un entorno que paulatinamente se fue achatando y volviéndose más enclenque: los dos últimos eslabones constituyeron casi el opuesto exacto de las dos primeras entradas debido a la repetición de las fórmulas, la nulidad absoluta del trasfondo y cierta endeblez general. Aunque Gato con Botas (Puss in Boots, 2011) se mantiene fiel a esa ensalada prototípica que combina la comedia directa, el tono satírico y las múltiples referencias a los cuentos de hadas y la literatura para niños, en esta ocasión la gente de DreamWorks levanta la puntería al optar por un enfoque más clasicista que deja de lado la colección de citas sueltas y privilegia una historia con algo de sustento: desde ya que en el éxito del convite también juega un papel fundamental el hecho de que nadie esperaba demasiado del cineasta Chris Miller, aquí lavando culpas luego de la anodina Shrek Tercero (Shrek the Third, 2007). La película funciona como un spin-off con un planteo de precuela independiente por completo de los avatares relativos al ogro verde y su séquito: reproduciendo el eje amistad- traición- venganza, la estructura incluye el eterno devenir de Jack y las Habichuelas Mágicas, el paradigma del conflicto fraternal y un sinnúmero de alusiones al mundo de las más populares canciones de cuna anglosajonas (Humpty Dumpty, Jack y Jill, Mother Goose, etc.). Por suerte el equipo de guionistas construyó una trama coherente y disfrutable que aprovecha los rasgos distintivos de la criatura de Perrault subrayando sus paradojas. Ubicándose por debajo de la maravillosa Megamente (Megamind, 2010) y al mismo tiempo superando a la mediocre Shrek para siempre (Shrek Forever After, 2010), la realización reduce el componente caricaturesco de los CGI, apuesta a un desarrollo leve pero eficaz e incorpora con ingenio el 3D a la narración, logrando a fin de cuentas que no resulte forzado. Otro detalle curioso, que como los anteriores no lo sería si no estuviésemos hablando de un Hollywood contemporáneo tan esquemático, pasa por las sutiles escenas de acción: la ausencia de toques bombásticos corrige toda esa parafernalia hueca de antaño…
Dilemas de familia Una de las situaciones más gratificantes como espectador es la ocasional sorpresa que el medio nos puede deparar, esos instantes en los que se descubre una pequeña maravilla cuando los ropajes tradicionales del subgénero no prometían mucho que digamos (superar los prejuicios y entrar a la sala no es tan difícil después de todo). Por fin estamos ante un film navideño que utiliza dicho contexto de forma inteligente, no para ensalzar el espíritu de siempre sino más bien con vistas a exponer la dinámica de una familia disfuncional como pocas, hablamos específicamente de la “dinastía Claus”, los rectores del Polo Norte. La historia nos presenta un panorama bastante singular, con un desarrollo de personajes francamente extraordinario: el actual Santa, una suerte de figura simbólica encargada de poner la cara cada 25 de diciembre, tiene dos hijos con temperamentos opuestos, Steve es el líder ejecutivo y ha montado una estructura paramilitar/ tecnocrática mientras que el atolondrado Arthur se siente muy feliz en la “división cartas” respondiendo con una enorme dedicación los pedidos de los niños. Cuando por cosas del destino quede un regalo sin entregar, él será el único interesado en llevar el obsequio a la pobre chiquilla en cuestión. Para ello decide partir en una misión con un equipo desconcertante a más no poder, una exquisita selección de secundarios que -como suele ocurrir- se terminan comiendo la película al sobrepasar en buena medida el encanto del protagonista: en el infaltable trineo de madera lo acompañan Bryony, una diminuta e hiperquinética elfa de la “división envoltorios”, y el Abuesanta, el nono del clan que tiene a un reno añoso como mascota y disfruta de lo lindo criticando férreamente la pasividad de su hijo y la modernización que implementó Steve (estadísticas varias, protocolos y hasta una nave espacial de por medio). Se podría afirmar que en términos prácticos Operación Regalo (Arthur Christmas, 2011) combina la progresión general de la olvidada Santa Claus: la película (1985) con algunos de los tópicos de Lluvia de Hamburguesas (Cloudy with a Chance of Meatballs, 2009), la otra joyita reciente de animación de la factoría Sony. Nuevamente se hace explícita la imperiosa necesidad de construir un relato aceitado a la hora de encarar una propuesta ATP de estas características, el camino contrario pasa por la exaltación del apartado visual a la DreamWorks en desmedro de la trama, ese bello “detalle” que le da unidad al conjunto. Hoy la responsable absoluta es Sarah Smith, aquí en su primer proyecto cinematográfico luego de más de una década de experiencias televisivas: también a cargo del guión en colaboración con Peter Baynham, la realizadora aporta frescura a una temática por demás remanida, evita la típica fábula aleccionadora, incorpora una infinidad de chistes eficaces y especialmente ofrece una mirada adulta acerca de los dilemas hogareños que no descuida al público infantil, respetándolo al obviar toda idiotez y/ o atajo estéril. Con personajes multidimensionales y una fluidez increíble, no podemos más que agradecer este presente…