La estupidez como diversión No cabe la menor duda que en el Hollywood contemporáneo la comedia hardcore, centrada en el humor de trazo grueso y los estereotipos más reaccionarios, está prácticamente muerta. Como ocurre con las propuestas románticas y las sátiras de films populares, desde hace tiempo la industria no puede entregar ni siquiera un producto sincero que resignifique todo ese catálogo de estrategias cómicas fallidas: cuando no se toma nota de los pivotes en cuestión y los clásicos de los distintos subgéneros se cae en el facilismo retrógrado de esta clase de “ejercicios”, siempre viciados por una multitud de atajos y comodines narrativos. A modo de confirmación de lo anterior hoy llega a nosotros la intrascendente ¿Qué Pasó Ayer? Parte II (The Hangover Part II, 2011), apenas un clavo más en el ataúd de aquellos que pretenden asustarnos con “lo políticamente incorrecto” surgido desde la más pura genuflexión. Aquí tenemos otra obra inofensiva y bastante boba que repite al pie de la letra la fórmula de la primera con la salvedad de que en esta ocasión el devenir se traslada a Tailandia: el leitmotiv del paupérrimo guión de Craig Mazin, Scot Armstrong y el propio director Todd Phillips no va más allá de “lo que sucede en Bangkok, queda en Bangkok”. El tópico de la despedida de soltero que de pronto se desmadra ya ha sido trabajado en innumerables oportunidades y para colmo de males este correlato en piloto automático languidece por su torpeza crónica, ubicándose a fin de cuentas por debajo de la también rutinaria ¿Qué Pasó Ayer? (The Hangover, 2009). Proyectos lamentables como Viaje Censurado (Road Trip, 2000), Starsky & Hutch (2004) o la misma Todo un Parto (Due Date, 2010) ponían de manifiesto tanto la incompetencia del realizador como su triste propensión a reproducir la estructura de los opus de los hermanos Bobby y Peter Farrelly. Nuevamente estamos ante una película estéril a la que le falta originalidad, desarrollo de personajes y un mínimo de inteligencia: no sólo los protagonistas no son queribles sino que además aburren con una travesía anodina carente de autocrítica y/ o apuntes sociales de peso. Se podría decir que el desempeño del elenco es el único elemento a destacar sin embargo tampoco alcanza para compensar los lugares comunes y la grasitud infantiloide de esta exaltación de unos payasos huecos que confunden diversión con estupidez y viceversa. Ya sabíamos que las situaciones robadas y los chistes ineficaces traen sus consecuencias…
Anexo de crítica: La ambiciosa Incendies (2010) analiza las consecuencias de los eternos conflictos en Medio Oriente y se destaca principalmente por el estupendo trabajo de la protagonista Lubna Azabal. Con un desenlace demasiado forzado, el director Denis Villeneuve pone en evidencia la naturaleza teatral del material y convierte lo que hasta ese momento había sido una propuesta realista en una obra abstracta que para colmo termina mordiéndose la cola. Aún así el film no deja de despertar interés y condena al oscurantismo en todas sus vertientes, sean cristianas o musulmanas...
Anexo de crítica: Piratas del Caribe: Navegando Aguas Misteriosas (Pirates of the Caribbean: On Stranger Tides, 2011) viene a confirmar que la saga arrastra un cansancio innegable y que a pesar de todo aislando la esencia aún puede llegar a funcionar. Bajando de un hondazo a los personajes -ya irrelevantes- de Orlando Bloom y Keira Knightley, la Disney apostó de lleno a una clásica historia de aventuras símil Indiana Jones centrada exclusivamente en los simpáticos bucaneros (Johnny Depp, Geoffrey Rush, Ian McShane y la siempre bienvenida Penélope Cruz). Por suerte Rob Marshall, aquí en reemplazo de Gore Verbinski, aporta algo de aire fresco a la franquicia y entrega la mejor secuela del lote, un film ameno que recupera el encanto lúdico de Piratas del Caribe: La Maldición del Perla Negra (Pirates of the Caribbean: The Curse of the Black Pearl, 2003). Se agradecen de sobremanera los hilarantes cameos de Keith Richards y Judi Dench…
Anexo de crítica: Tomando como base el “Valerie Plame affaire”, otra de las tantas matufias de la administración de George W. Bush, Poder que Mata (Fair Game, 2010) combina con inteligencia el thriller político, los films de denuncia de los ´70 y los melodramas conyugales. El guión podría haber indagado aún más en el tema pero a fin de cuentas cumple al poner al descubierto todo ese manojo de mentiras masivas y represalias patéticas. Doug Liman entrega su mejor opus hasta la fecha y consigue actuaciones muy interesantes por parte de Naomi Watts y Sean Penn, aquí bastante medido para variar…
La felicidad es individual Dentro de la carrera reciente de Woody Allen Que la Cosa Funcione (Whatever Works, 2009) se destaca por reunir dos características que pueden ser consideradas tanto centrales como nimias según las inquietudes del observador: por un lado hablamos del regreso del cineasta a su amada New York luego del periplo europeo de Match Point (2005), Scoop (2006), El Sueño de Cassandra (Cassandra´s Dream, 2007) y Vicky Cristina Barcelona (2008); por el otro debemos señalar que la propuesta está basada en un guión escrito originalmente en la década del ´70 para Zero Mostel y abandonado después de su muerte. A todos estos avatares hay que sumar el hecho de que en Argentina Conocerás al Hombre de tus Sueños (You Will Meet a Tall Dark Stranger, 2010) se estrenó primero cuando en realidad es un proyecto posterior en orden cronológico. La explicación de la demora se amalgama con los rasgos subrayados y fundamentalmente pasa por la ausencia de estrellas hollywoodenses de peso y por ser el film menos interesante del pasado lustro, dicho esto por supuesto teniendo en cuenta el siempre altísimo nivel de calidad del director. Hoy estamos frente a una comedia romántica existencialista marcada por un tono muy lúdico. En esta oportunidad la trama hace eje en la singular relación de Boris Yellnikoff (Larry David), un misántropo y ególatra que estuvo a punto de ser nominado al Premio Nobel por sus trabajos en física cuántica, y Melodie St. Ann Celestine (Evan Rachel Wood), una tierna e inexperta joven de Mississippi que se desvela por establecerse en la Gran Manzana. Mientras que él está divorciado, posee un grupo reducido de amigos que lo soportan y sobrevive dando clases de ajedrez a niños, ella comienza pidiéndole alojamiento, pronto consigue empleo paseando perros y eventualmente se convierte en su encantadora esposa. Desde ya que la crisis no tarda en llegar de la mano de la inclinación de Boris hacia el nihilismo y las visitas imprevistas de los padres de Melodie, Marietta (Patricia Clarkson) y John (Ed Begley Jr.). Valiéndose de sus clásicas interpelaciones a cámara símil Dos Extraños Amantes (Annie Hall, 1977) y reflotando algunos elementos de Poderosa Afrodita (Mighty Aphrodite, 1995), en especial las disquisiciones alrededor de la condición de “genio” y la presencia de un personaje femenino transparente, Allen construye un relato agridulce protagonizado por un álter ego malhumorado que “disfruta” de sus compulsiones. Si bien la puesta en escena es deliberadamente artificial y las vueltas de tuerca cargan con una ironía prototípica, la película avanza un tanto en piloto automático y en general se asemeja a una obra teatral, perfecta en su concepción pero con pocas sorpresas para ofrecer a los fanáticos históricos del neoyorquino. Una vez más la maravillosa dirección de actores y la inteligencia de los diálogos deslumbran en un paneo por la irracionalidad del corazón, la influencia del azar, el principio de entropía, el eterno fantasma de la muerte y esa certeza de que la felicidad es individual debido a que nuestra especie está condenada a la extinción.
Anexo de crítica: La primera hora de Culpable o Inocente (The Lincoln Lawyer, 2011) se mueve como un más que interesante “courtroom drama” basado en un correcto desarrollo de personajes y un planteo auspicioso (un abogado tiene a un cliente inocente convicto y a otro que sabe responsable de ambos casos aunque debe defender muy a su pesar). Lamentablemente durante su segunda mitad el film de Brad Furman desperdicia en parte las posibilidades y cae en un torbellino de vueltas de tuerca, algunas pasables y otras demasiado rebuscadas. En promedio el resultado final es positivo gracias al desempeño de un elenco sólido encabezado por Matthew McConaughey…
Anexo de crítica: El nuevo opus de Mariano Cohn y Gastón Duprat, responsables de las extraordinarias El Artista (2008) y El Hombre de al Lado (2009), es otra comedia negra de inflexión satírica para con la cultura autóctona y los devaneos existenciales en general. En esta ocasión la balanza comandada por Alberto Laiseca se inclina hacia los rasgos más patéticos del pequeño burgués, léase su vacuidad, egoísmo, frustración y cobardía. La enajenada Querida, voy a comprar cigarrillos y vuelvo (2011) utiliza el formato del pacto faustiano para atacar la razón de ser de la vida posmoderna, todos esos sinsabores y venganzas cíclicas en los que de a poco nos vamos hundiendo casi imperceptiblemente. Con grandes actuaciones de Emilio Disi, Eusebio Poncela y Darío Lopilato, la propuesta se ubica un par de peldaños por debajo de las anteriores pero aún así constituye un oasis dentro del cine argentino contemporáneo…
Anexo de crítica: Si bien tropieza con algunas fallas históricas del cine argentino relacionadas con la puesta en escena y las actuaciones del elenco, Secuestro y Muerte (2010) no es una obra del todo desdeñable principalmente por la temática tratada y la excelente labor de Enrique Piñeyro como Aramburu. A pesar de sus buenas intenciones, Rafael Filippelli abusa de los tiempos muertos y queda atrapado en un planteo esquemático y demasiado abstracto…
Una tragedia de jardín Nunca está de más recordar que en el ámbito artístico a veces las buenas intenciones no alcanzan y lo que es peor pueden llegar a convertirse en un signo irrevocable de que el talento debería ir primero. El realizador Kelly Asbury, en su debut en solitario luego de las películas colectivas Spirit: El Corcel Indomable (Spirit: Stallion of the Cimarron, 2002) y Shrek 2 (2004), al momento de entregar su tercer opus se queda en una experiencia sumamente rutinaria que apenas si funciona como un rip-off de Toy Story (1995) y sólo consigue despertar alguna que otra sonrisa sutil a fuerza de autorreferencias continuas. Si bien transformar a Romeo y Julieta de William Shakespeare en una especie de “tragedia de jardín” protagonizada por gnomos de cerámica no es del todo una mala idea, el producto final defrauda esencialmente porque no logra ir más allá de una prolijidad demasiado gris a la que le falta encanto y simpatía. Para colmo el doblaje al castellano no ayuda aunque pareciera que la versión original compensa los fallidos con un ejército de voces famosas; basta con nombrar a Michael Caine, Patrick Stewart, James McAvoy, Emily Blunt, Jason Statham, Jim Cummings, Maggie Smith, Ozzy Osbourne, Hulk Hogan y Dolly Parton. La historia se centra en la enemistad entre dos vecinos humanos, el Señor Capuleto y la Señora Montesco, que desde ya se extiende a la decoración antropomorfizada de los patios de sus respectivas viviendas. Esta cíclica “guerra de guerrillas” basada en eternas venganzas mutuas se quiebra con el amor entre rivales, así de a poco la premura del contexto jugará un papel fundamental en el destino de la unión. Claramente el principal punto a favor del film pasa por el haber convencido a Elton John, cargo de “productor ejecutivo” mediante, para que brindara la autorización con el fin de utilizar sus clásicos. En buena medida la banda sonora dice más acerca de los personajes que el propio guión, circunstancia que nos pinta de pies a cabeza el hecho de que la cantidad de firmas no suele ser proporcional a la calidad (en esta ocasión tenemos siete apellidos detrás de una trama que le puede resultar previsible hasta a los más pequeños). A pesar de que cuenta con un puñado de situaciones jocosas y la animación está bastante bien para un proyecto con un presupuesto moderado, Gnomeo y Julieta (Gnomeo & Juliet, 2011) adolece de un desarrollo narrativo estéril y termina cayendo en esos mismos lugares comunes de siempre.
Todo es ilusión Definitivamente la tercera parece ser la vencida para Francis Lawrence, realizador de las apenas rescatables Constantine (2005) y Soy Leyenda (I Am Legend, 2007). Si vamos a ser justos con el hombre conviene recordar que su desempeño en aquellas aventuras no fue ni bueno ni malo, a simple vista pasaba desapercibido como cualquier otro asalariado del sistema hollywoodense: la primera película sufría de la presencia de un Keanu Reeves no muy inspirado (más bien en punto muerto) y la segunda de un Will Smith prototípico (acompañado como siempre de una catarata de latiguillos de manual y chistes lamentables). La pulcritud narrativa y la destreza visual del director por fin encontraron un proyecto a su medida, capaz de exprimirlas sin necesidad de personalismos o tanta interferencia de los productores. La ambiciosa Agua para Elefantes (Water for Elephants, 2011) es en esencia un melodrama ambientado en las carpas de un circo nómada que durante la Gran Depresión de la década del ´30 se encuentra atravesando una profunda crisis. El joven Jacob (Robert Pattinson) queda en la calle luego de la repentina muerte de sus padres y termina como veterinario de una caravana de varieté comandada por el terrible August (Christoph Waltz). Por supuesto que a nadie le resultará extraño que la esposa del señor, la bella Marlena (Reese Witherspoon), tenga más que un metejón con Jacob; circunstancia que empeorará paulatinamente con la llegada de la elefanta Rosie, junto a la cual ambos deberán construir un nuevo acto. El guión del especialista Richard LaGravenese, el de Pescador de Ilusiones (The Fisher King, 1991), Los Puentes de Madison (The Bridges of Madison County, 1995) y El Espejo Tiene Dos Caras (The Mirror Has Two Faces, 1996), ofrece -a partir de la novela de Sara Gruen- un triángulo amoroso súper clasicista y para nada intempestivo. Tampoco nos olvidemos de aportes fundamentales como la fotografía de Rodrigo Prieto y sobre todo el diseño de producción de Jack Fisk, un verdadero veterano que trabajó con figuras de la talla de Brian De Palma, Terrence Malick, David Lynch y Paul Thomas Anderson. El elenco en su conjunto funciona de maravillas y el trío protagónico no es la excepción: Witherspoon cumple como una mujer aguerrida, Waltz reincide en lo hecho en Bastardos sin Gloria (Inglourious Basterds, 2009) y Pattinson levanta la puntería para lo que venía siendo su nivel standard en la saga iniciada con Crepúsculo (Twilight, 2008). No cabe la menor duda de que estamos ante otra de esas propuestas cuyo principal mérito pasa por administrar con sabiduría los mismos viejos estereotipos de siempre vinculados al devenir fecundo del corazón. El film maneja un tono sosegado que permite un interesante desarrollo de personajes a través de situaciones verosímiles y diálogos precisos que se acoplan perfecto a una atmósfera enrarecida. Mientras que el leitmotiv gira alrededor de los entretelones más oscuros de la ficción escénica, Agua para Elefantes sorprende destruyendo la magia con una vehemencia nostálgica poco habitual en el cine mainstream.