Anexo de crítica: A pesar de que promete más de lo que termina entregando, Thor (2011) es un gran espectáculo visual que compagina con dificultad segmentos cómicos con otros más dramáticos de influjo shakesperiano, cortesía del inefable Kenneth Branagh. Vale aclarar que mientras estos últimos funcionan a la perfección, los primeros se hunden en remates previsibles relacionados con la incompatibilidad entre el protagonista y el mundo de los humanos. Lo mejor de la propuesta pasa por el prólogo y la actuación de Chris Hemsworth, una verdadera revelación…-
Acuchíllame, por favor A quince años de su estreno hoy no queda ninguna duda que Scream (1996) mató al cine de horror para adolescentes, ese mismo que se basaba en los viejos patrones establecidos en los ´70 y estandarizados en los ´80. A posteriori y en buena medida desapareció aquel slasher moralizante que garantizaba una muerte segura a todos los que sucumbían a los placeres de la carne: la película dirigida por Wes Craven y escrita por Kevin Williamson se sumergía en un abordaje súper consciente del género que por un lado satirizaba sus resortes prototípicos y por el otro los respetaba dedicándoles una nueva tanda de cadáveres frescos. Los exploitations subsiguientes, una catarata que abarca muchísimas remakes y que continúa hasta la actualidad, nacieron sin vida ni nada valioso para agregar: el cimbronazo que produjo la obra protagonizada por Neve Campbell se siente en la incapacidad del Hollywood contemporáneo de ofrecer un film eficiente que no esté destinado a la ridiculización masiva y que aporte aunque sea un elemento novedoso. Durante la última década las propuestas que revitalizaron al terror llegaron de la mano de outsiders totales o directamente de Asia y Europa, como si la escasez mainstream de ideas fuese irreversible. En lo que respecta al resto de los eslabones de la franquicia, si bien fueron proyectos disfrutables a decir verdad no alcanzaron la altura de la primera: Scream 2 (1997) demostró perspicacia pero sufrió por la anulación del factor sorpresa y Scream 3 (2000) fue la más floja del lote debido a un guión no tan elaborado en el que se hacía demasiado evidente la ausencia de Williamson. Cuando nadie lo esperaba The Weinstein Company decidió que era el momento oportuno para reflotar a Ghostface y reunir a todo el equipo original, así las cosas el resultado es la estupenda Scream 4 (2011), claramente la mejor secuela de la saga. Luego de un sinnúmero de cuchillos agitados y un frondoso elenco de psicópatas detrás de la máscara, Woodsboro tuvo sus años de tranquilidad y pudo reponerse a la seguidilla de crímenes. Sidney Prescott (Campbell) regresa para promocionar un libro acerca de sus experiencias, Dewey Riley (David Arquette) ahora es el sheriff del pueblo y su esposa Gale Weathers (Courteney Cox) ha abandonado con recelo el periodismo. Por supuesto que la paz dura poco y pronto Sidney vuelve a ser blanco de un flamante chiflado adicto al acoso, privilegio que comparte con su prima Jill Roberts (Emma Roberts) y otras bellas señoritas. Que la cuarta entrada genere empatía ya es un logro mayúsculo, si además sumamos un comienzo y un desenlace muy inspirados hablamos de una anomalía absoluta: el inicio funciona como una hilarante “parodia dentro de una parodia” y el final destruye a los medios de comunicación citando con inteligencia a Poder que Mata (Network, 1976) y El Rey de la Comedia (The King of Comedy, 1982), específicamente se hace hincapié en esa tendencia a mercantilizar los hechos cotidianos. El dueto Craven- Williamson reflexiona sobre los dispositivos de la enunciación sin descuidar una intriga que nunca defrauda…
Anexo de crítica: Uno de antemano podría deducir que nunca será del todo mala una película con Amanda Seyfried como una Caperucita Roja adolescente, Virginia Madsen como su madre y con Julie Christie personificando a la dulce abuelita (ya que estamos tampoco nos olvidemos de Gary Oldman en el rol de un inquisidor fanático del viejo arte de torturar a seres humanos en elefantes de bronce flameados). Sin embargo Hollywood vuelve a sorprendernos y en otro de sus típicos razonamientos lineales le encargó un exploitation de Crepúsculo a Catherine Hardwicke, directora nada menos que del primer eslabón de la saga: el resultado es un producto hueco y meloso lleno de estereotipos e incapaz de generar algo más allá de la indiferencia y/ o el tedio...
Anexo de crítica: La ganadora de la Palma de Oro en la edición 2010 de Cannes es otra de esas propuestas budistas diseñadas para el consumo en Occidente que hoy incluye monos fantasmas, sexo con peces y un riñón que necesita ser drenado de tanto en tanto. Apichatpong Weerasethakul entrega una simpática colección de escenas inconexas y cumple en términos formales aunque lamentablemente la originalidad brilla por su ausencia...
Certezas de la medicina La carrera de Carlos Sorín comenzó con obras atrayentes como La Era del Ñandú (1986) y La Película del Rey (1986), siguió con aquel traspié intitulado Eterna Sonrisa de New Jersey (1989) y pronto devino en el autoexilio de la década del 90, cuando el director se dedicó de lleno a la publicidad. Su regreso con Historias Mínimas (2002) fue leído por muchos como una jugada oportunista en tiempos del “nuevo cine argentino”: lo que había sido una trayectoria muy original hasta ese momento quedó en nada con la repetición de la fórmula en El Perro (2004) y sobre todo en la paupérrima El Camino de San Diego (2006). Con la retirada progresiva del apoyo por parte del grueso del público, la crítica y los festivales internacionales, el hombre se arriesgó profundizando en las sonseras artys seudo existencialistas en la intrascendente La Ventana (2008), otro de esos productos destinados a la exportación que pasó sin pena ni gloria. Hoy parece que luego de dos equívocos por fin decidió congraciarse con los espectadores locales: aún así debemos señalar que El Gato Desaparece (2011) es un intento fallido dentro del terreno del suspenso seco a la Claude Chabrol, aunque sin el encanto o los comentarios sociales ácidos característicos del francés. De hecho, aquí pone de manifiesto casi en forma involuntaria su condición de “turista” en lo que respecta a los resortes del género. Sorín nos quiere vender la historia de una mujer, Beatriz (Beatriz Spelzini), que desconfía de su esposo recién salido de un neuropsiquiátrico pero no nos ofrece ni un motivo convincente para que la trama vaya por esa senda: definitivamente los thrillers no son lo suyo. Al guionista y realizador se le ocurrió una única idea que conduce hacia un final obvio y que para colmo ya ha sido trabajada en demasía por manos muchísimo más diestras (el contexto y los pivotes se le escapan por completo). Si bien la propuesta mantiene la prolijidad y claramente supera a los opus anteriores, tales méritos no le alcanzan para esquivar una preocupante medianía que pierde y recupera el interés sin ninguna destreza o rasgo a destacar. Luis Luque cumple como el marido no obstante la que sostiene el proyecto tapando los baches narrativos y las torpezas generales es Spelzini, una actriz que de una materia prima insignificante extrae lo suficiente como para no pasar vergüenza. El mayor punto a favor de un film tan desganado como el presente lo hallamos en el ataque sutil a las supuestas “certezas” que suelen brindar los médicos…
Anexo de crítica: La extraordinaria Torrente 4: Lethal Crisis (2011) no sólo es la mejor secuela de la saga, ubicándose apenas por debajo de la original de 1998, sino que además rankea en punta entre las propuestas más salvajes y caóticas de los últimos años. Esta sátira de espíritu anarquista y humor muy ecléctico pone en evidencia las características más monstruosas de la policía en particular y del ser humano en general: toda la hipocresía, estupidez y moralinas burguesas van a parar a la misma cloaca desde la cual el protagonista manipula a sus compañeros circunstanciales, denigra a las mujeres, saca a relucir su xenofobia, roba a manos llenas, disfruta de su fascismo simpaticón y en términos prácticos asesina a todos los que se cruzan en su camino (sean accidentes o no). únicamente resta señalar al responsable de tanta crueldad para con el palurdo promedio… ¡muchísimas gracias, Santiago Segura! ¡Y viva El Fary, coño!-
Vecinos que se miran de reojo Con un relato coral y una intensidad extrema que recuerdan a la trilogía de Alejandro González Iñárritu y Guillermo Arriaga, la ópera prima de Scandar Copti y Yaron Shani es un interesante paneo por la violencia, el sometimiento y la marginalidad que caracterizan al barrio del título, un distrito suburbial de Tel Aviv en el que conviven musulmanes y cristianos a pura reticencia mutua. Quizás con media hora menos y una estructura narrativa un poco más pulida, el film no caería en algunas escenas inconducentes y podría superar a su modelo norteamericano Vidas Cruzadas (Crash, 2004). Aún así la propuesta mantiene el interés, construye personajes maravillosos a partir de actores no profesionales y definitivamente merecía la nominación al Oscar a mejor película extranjera…
Anexo de crítica: El último film de Ana Katz puede ser tomado como un verdadero “signo de los tiempos” en lo que respecta al cine argentino, actualmente atravesando lo que parece ser una etapa de transición hacia “vaya uno a saber qué”: estamos ante una propuesta entre arty y popular (sin caer de lleno en ninguno de los dos modelos), distribuida por la Fox (implicancias publicitarias al descubierto) y estelarizada por un elenco de primera línea (en buena medida condición fundamental para el apoyo mainstream). A pesar de que el trailer la vende como una película costumbrista de humor discreto, Los Marziano (2010) en realidad tiene más puntos de contacto con la obra de Woody Allen y en especial con sus comedias dramáticas más adustas. Este retrato de un típico distanciamiento familiar de la burguesía -repleto de rencor, pasividad y orgullo malsano- funciona gracias a un puñado de escenas correctas, la labor de sus protagonistas y un final para nada complaciente…
Anexo de crítica: No podemos más que celebrar la realización en nuestro país de obras ambiciosas destinadas al consumo masivo como Revolución, el Cruce de los Andes (2010), propuesta que aplica al pie de la letra el archiconocido esquema de las épicas históricas (crónica retrospectiva a través de un personaje secundario en el macro contexto de una hazaña imperecedera). A pesar de algunos detalles técnicos y su poca originalidad, la película cumple dignamente tanto en lo que respecta al contenido como a nivel formal: se destacan en especial la actuación de Rodrigo De la Serna como el General José de San Martín y la bienvenida profesionalidad del director Leandro Ipiña…
Honestidad y humor verde Los hermanos Bobby y Peter Farrelly gozaron de un enorme éxito durante la década del ´90 con una seguidilla de comedias desquiciadas y súper escatológicas que dejaron huella en el género, específicamente hablamos de Tonto y Retonto (Dumb & Dumber, 1994), Loco por Mary (There´s Something About Mary, 1998) e Irene, Yo y Mi Otro Yo (Me, Myself & Irene, 2000). Pero la decadencia sobrevino de inmediato bajo la forma de propuestas que limitaban los decibeles y pretendían incorporar las distintas vertientes de los dilemas románticos a la misma estructura de siempre basada en el humor verde y la sensibilidad. Podríamos afirmar que los señores padecen el “complejo de los comediantes maduros”, léase conocimiento previo del público de todos los remates e innegable cansancio por parte del dúo de directores. De hecho, no se los puede acusar de no haber intentado un cambio de rumbo ya que a ello apuntaban las desparejas Osmosis Jones (2001), Amor Ciego (Shallow Hal, 2001), Inseparablemente Juntos (Stuck on You, 2003) y Amor en Juego (Fever Pitch, 2005). El problema principal es que su carrera en términos de calidad fue en declive, llegando a un subsuelo digno -aunque subsuelo al fin- con sus dos últimas realizaciones. Ni La Mujer de Mis Pesadillas (The Heartbreak Kid, 2007) ni la presente Pase Libre (Hall Pass, 2011) constituyen regresos con gloria o productos relativamente equilibrados como los anteriores, aún con sus defectos. El cine de los Farrelly siempre fue contradictorio: mientras que a nivel ideológico es bastante conservador, en lo que respecta al contenido y los aspectos formales suele ser un tanto radical para el “Hollywood promedio”. Sus primeros trabajos proponían un caos controlado que funcionaba de maravillas dentro de los parámetros que guiaban la trama, así el corazón se mezclaba con los genitales y las heces. En algún punto el sistema se vino abajo y sólo quedó en pie el clasicismo para con los vaivenes morales; hoy los toques groseros no generan risas y hasta se sienten demasiado forzados (quizás son esos “rasgos estilísticos” que muchos artistas se ven obligados a incluir por automatismo y/ o para no defraudar a su séquito de aduladores). La historia en esta oportunidad es muy simple: Rick (Owen Wilson) y Fred (Jason Sudeikis) obtienen de sus esposas Maggie (Jenna Fischer) y Grace (Christina Applegate) ese “pase libre” del título por una semana fuera del matrimonio para disfrutar con otras mujeres sin reproches. Como de costumbre tratándose de una película de los hermanos, las moralejas pasan por la proverbial estupidez del macho y la perspicacia casi natural de la hembra: ellos acumulan fallidos y ellas aprovechan el período de libertad. El film cuenta con un comienzo promisorio, está construido con honestidad y pone en el tablero algunos tópicos interesantes relacionados con las crisis, los hijos y la incomunicación en la pareja. Si bien se agradece la participación de Richard Jenkins, hay que reconocer que la obra derrapa feo de mitad hacia delante cuando pretende bombardearnos con detalles chabacanos que ya no asustan a nadie.