EL SEÑOR DE LOS LADRILLOS No debe ser fácil tener la tarea de hacer una película sobre unos ladrillitos para armar cosas: hay que evitar que se trate de una publicidad de hora y media de duración y al mismo tiempo idear una historia entretenida que debe inventarse prácticamente de la nada. Los directores de LA GRAN AVENTURA LEGO (THE LEGO MOVIE, 2014), Phil Lord y Christopher Miller, cumplieron a medias. Lo mejor que hicieron fue encarar la animación por computadora como si se tratara de una de esas películas en stop-motion que pueden encontrarse en You Tube, y a las cuales homenajean en más de una ocasión. Como debe ser, en LA GRAN AVENTURA LEGO todo está hecho de, bueno, Lego: los edificios, el piso, las nubes y hasta el fuego y el agua (¡genial detalle!). Visualmente, puede decirse que el film resulta innovador y ese es un gran punto a favor en un mercado saturado de producciones animadas que se ven demasiado parecidas. Lamentablemente, el guión no está a la altura: si bien tiene algunos momentos delirantes y muy graciosos, la historia de Emmet, el muñequito simplón que se convierte en el Elegido y apoya a un grupo de guerreros clandestinos en su lucha contra un gobernante tirano, ya la escuchamos varias veces. Y el giro argumental final, que le da sentido a la aventura, es sentimentaloide y obvio. En LA GRAN AVENTURA LEGO hay varios chistes tontolones, algunos funcionan y otros no. Claro, hay quienes pueden decir que eso es suficiente para su público infantil. Pero si la comparamos con otra película de humor similar como por ejemplo LLUVIA DE HAMBURGUESAS (CLOUDY WITH A CHANCE OF MEATBALLS, 2009), que incluso es de los mismos directores, vemos como LA GRAN AVENTURA LEGO sale perdiendo. Sin embargo, en varias ocasiones el film nos hace reír con complicidad a todos los que en nuestra infancia disfrutamos con armar y desarmar naves, robots, edificios y toda clase de construcciones locas que nos permitieron expresar nuestra creatividad, esa misma creatividad que los realizadores, sabiamente, intentaron convertir en el motor de su historia. Es una pena que en un film que nos invita a no conformarnos con las reglas, el guión, en general, parezca armado siguiendo instrucciones.
MANTENLO PRENDIDO, ¡FUEGO! Luego del extenso (aunque entretenido) preámbulo que significó la primera parte, la aventura de Bilbo (Martin Freeman) y compañía avanza, ahora sí, con mejor ritmo en EL HOBBIT: LA DESOLACIÓN DE SMAUG (THE HOBBIT: THE DESOLATION OF SMAUG, 2013). Claro que, teniendo en cuenta que es el segundo tercio de una novela corta, es evidente el agregado de bastante material de relleno para lograr una extensión de casi tres horas: desde la aparición de personajes que no estaban en el libro hasta la inclusión de sub-tramas (algunas, interesantes; otras, no tanto), el guión exhibe una total falta de síntesis, aunque logra equilibrar estos elementos de forma más satisfactoria que la primera parte. En su contra, esta secuela se siente menos autónoma: su abrupto final dejará a algunos espectadores pensando en lo amarrete que es Peter Jackson como narrador. Bilbo, Gandalf (Ian McKellen) y la compañía de enanos, liderada por Thorin (Richard Armitage), continúan escapando de los orcos que los atacaron al final de la película anterior (¿no era que las águilas se los habían llevado lejos de la batalla?). Así, se ven obligados a refugiarse en casa de Beorn, uno de los tantos personajes prescindibles del film. Desde allí, sortearán muchos peligros rumbo a la Montaña Solitaria: hay momentos destacables, como el asfixiante (y por momentos gracioso) paso por el Bosque Negro o la llegada al reino de los Elfos. Pero una de las mejores secuencias es, sin dudas, la del caótico y emocionante escape en barriles, todo un logro técnico y de planificación que exuda cinefilia y puro tono festivo. Narrativamente, los nuevos personajes no aportan demasiado y si logran imponerse en la pantalla es gracias al talentos de los actores que le dan vida: pasa, por ejemplo, con Tauriel (Evangeline Lilly), que no aparecía en la novela y que está aquí para cubrir la cuota femenina. La elfa demuestra sus habilidades guerreras, pero también está ahí para ser parte de un risible romance (afortunadamente, sutil) con uno de los enanos: gracias a su carisma y belleza, Lilly domina sus escenas, pese a que no tienen mucho sentido en la historia de Bilbo. Por su parte, Legolas (Orlando Bloom) no hace más que matar orcos en combates bien coreografiados, pero a veces demasiado extensos. Y Bard (Luke Evans) corre de aquí para allá, inmerso en su propia película: su historia, al menos por el momento, no importa demasiado, pero se da a entender que la presencia del personaje será fundamental en el desenlace de la trilogía. En EL HOBBIT: UN VIAJE INESPERADO (THE HOBBIT: AN UNEXPECTED JOURNEY, 2012) había algunas escenas en las que faltaba pulir los efectos especiales, como las de los trolls, las de los interiores de Erebor en flashbacks y las de las águilas. Por suerte, no sucede lo mismo en esta segunda parte: uno de los mayores logros, en ese aspecto, es el dragón Smaug. Intimidante e hipnótico, el lagarto escupe-fuego ya tiene su lugar asegurado entre los mejores villanos del año. Gran parte del mérito es de Benedict Cumberbatch, quien con su profunda voz y un timing perfecto para expresar sus líneas logra darle vida al monstruo más allá de las escamas generadas con computadora. Y aplausos de pie para la escena que comparten Bilbo y Smaug: como sucedía con el teatral encuentro con Gollum en la primera película, Martin Freeman exhibe un arsenal de gestos y titubeos para retratar al hobbit, que pilotea como puede el tenso encuentro con el gigantesco reptil. El final abierto es lo más polémico de EL HOBBIT: LA DESOLACIÓN DE SMAUG. ¿Terminar la película así es un movimiento audaz? ¿O, por el contrario, es una estafa narrativa? Es cierto que ese no-cierre deja con ganas de más, inscribiéndose así en la tradición de desenlaces con "Continuará" de las segundas partes. Recordemos algunos ejemplos: pasó en EL IMPERIO CONTRAATACA, VOLVER AL FUTURO 2 y, más recientemente, en LOS JUEGOS DEL HAMBRE: EN LLAMAS. Sin embargo, en todos esos casos, una historia se cerraba para abrir otra. Aquí, Peter Jackson intenta generar expectativas de cliffhanger, pero no hace más que mutilar la narración con un corte aguafiestas y anticlimático. Sin embargo, el fuego de dragón no se apaga con tanta facilidad. Y quienes fueron testigos de ese fulgor que seduce, esperarán lo que haga falta esperar para verlo brillar nuevamente.
LA SEGUNDA VENIDA Narrativa y visualmente más ambiciosa que la primera parte, THOR: UN MUNDO OSCURO (THOR: THE DARK WORLD, 2013) tiene un lugar más que merecido entre lo mejor de Marvel. Como los portales entre mundos que aparecen en el film, la película viaja del dramatismo a las risas en forma casi instantánea, pero orgánica. Y lo que es muy importante: siempre sorprende. Llena de momentos inesperados y visualmente impactantes, la historia de esta secuela empieza con Thor (Chris Hemsworth) en plena batalla, tratando de detener el caos generado por la rotura del puente Bifröst en la primera parte. Cuando todo parece estar en orden en los Nueve Reinos, surge un nuevo problema en Midgard (o sea, la Tierra): investigando unas anomalías gravitacionales, Jane Foster (Natalie Portman) queda involucrada en un suceso que podría significar el despertar de una peligrosa raza que se creía extinta: los Elfos Oscuros, liderados por el malvado Malekith (Christopher Eccleston). Entonces, Thor buscará a Jane para llevarla a Asgard y ayudarla: el esperado reencuentro de la pareja es uno de los motores de la trama, aunque quizás podría haberse explorado más el triángulo con Sif (Jaimie Alexander). Y así como el rubio del martillo estaba medio perdido en ese pueblito polvoriento en la película anterior, aquí es Jane quien sufre el shock al conocer el mundo de los asgardianos. Hay otra relación que hace avanzar la trama: la de Thor y su hermanastro Loki (Tom Hiddleston), quien al inicio del film está aprisionado luego de la invasión a Nueva York. Sin embargo, el guión se las arregla para presentar motivos más que válidos para justificar su liberación y para obligar a que ambos personajes se unan. Y entonces sí, arranca el Lokifest: Hiddleston entrega otra gran actuación (la mejor de la película) con la que aprovecha todo lo que un personaje tan complejo y ambiguo tiene para ofrecer. Loki provoca risas con la misma facilidad con la que se hace odiar y es totalmente impredecible: al igual que los demás personajes, el espectador no puede descifrar los planes de Loki, lo que genera un suspenso creciente ante una posible traición. Claro que THOR: UN MUNDO OSCURO no es perfecta. La única sub-trama, la que sucede en la Tierra (con Darcy y el Dr. Selvig), es floja en comparación con la aventura principal y, aunque influye en el desenlace, sólo aporta unas cuantas risas. El guión, además, se explica a sí mismo demasiado en algunos momentos, pero no lo hace cuando sí es necesario. Por ejemplo: Odín (Anthony Hopkins) relata la historia de los Elfos Oscuros DOS veces, una al principio del film con voz en off y después a Jane. Pero cuando necesitamos más data, como para entender un poco mejor el experimento de Selvig con las varillas locas al final, nos quedamos con las manos vacías. Pero son cuestiones menores que quedan diluidas: además de lo aspectos positivos ya mencionados, en el film brillan un par de momentos de originalidad en cuanto a lo narrativo (aspecto en el que los films de Marvel son bastante simples), como una escena en la que se da un ida y vuelta entre el pasado y el presente (con los personajes discutiendo un plan de acción y después ejecutando ese plan). También se destaca el enfoque insólito y asombroso buscado para la batalla final, en la que se ve [CUIDADO, SPOILER, SELECCIONÁ EL TEXTO PARA LEER] a Thor y a Malekith luchando en distintos mundos mientras atraviesan por sucesivos portales [FIN DE SPOILERS]. Como puede verse, el dios del Trueno ha regresado en buena forma y sus rayos funcionan a modo de electro-shock nérdico: después de la decepcionante IRON MAN 3, recuperamos la fe en Marvel.
EN BUSCA DEL TESORO CAPITÁN PHILLIPS (CAPTAIN PHILLIPS, 2013) parece ser un intento de encontrar una nueva ARGO (2012) o una nueva LA NOCHE MÁS OSCURA (ZERO DARK THIRTY, 2012). Como sucedía con esas otras dos películas, el guión se basa en una historia real, tiene varias escenas de tensión y está filmada de forma realista, casi como si tratara de un documental, con la cámara siempre cerca de la acción. También incluye una actuación fuerte y con chances de aspirar a ese tesoro llamado Oscar: Tom Hanks se pone en la piel de Richard Phillips, el capitán de un buque de carga que es atacado por piratas somalíes. El relato es directo, intenso y descarnado. A pesar de que el desenlace es públicamente conocido, el ritmo de la narración se mantiene en la primera parte, en la que vemos la llegada de los criminales, y decae luego, en las escenas en las que se muestra el exagerado operativo montado por la Marina estadounidense para rescatar a Phillips. Es que, sin la chispa de ARGO ni la complejidad moral de LA NOCHE MÁS OSCURA, CAPITÁN PHILLIPS sufre ante su excesiva duración. Tampoco convence el trato que se le da a los personajes secundarios. Como el título indica, Phillips es el centro de atención, pero eso no alcanza: nunca llegamos a saber nada de ninguno de sus subordinados, algo que, de haberse explorado, hubiera enriquecido más la narración. Y cuando la cámara no está sobre Phillips, se posa, apenas, sobre el líder de los piratas, Muse (un muy expresivo Barkhad Abdi), aunque esto no significa que se profundice demasiado en sus motivos ni que se genere una pretendida ambigüedad. Por otra parte, resulta interesante ver el retrato que se hace del poderío militar estadounidense: ¿es el film una celebración seudopropagandística ante el despliegue de buques de guerra, helicópteros y soldados? ¿Es un regodeo ante la capacidad de castigar que tiene el país norteamericano? Por momentos parece que sí, pero en otras ocasiones, es risible ver en pantalla la burocracia y la respuesta militar desmedida, como si se tratara de un lento, pesado y tonto gigante que se toma todo el tiempo del mundo para estudiar cuál es la mejor manera de aplastar a una insignificante hormiga.
EL BALLET CÓSMICO Ninguno de nosotros conoce el espacio exterior, ese vacío imponente, esa nada que maravilla y asusta por igual, ese límite a la vida que rodea a nuestro planeta. Y casi ninguno de nosotros lo conocerá jamás (a menos claro, que alguien esté leyendo esta crítica desde una computadora en la NASA). Pero quizás no haga falta subirse a un cohete, porque el director Alfonso Cuarón nos pone en órbita (en más de un sentido) con GRAVEDAD (GRAVITY, 2013), un impactante drama que se destaca por el cuidado trabajo en los efectos especiales y por el brillante uso del 3D: pocas veces una película ofrece la posibilidad de sumergirse tanto en una historia y en la piel de un personaje como sucede aquí. Y el film lo logra creando un entorno verosímil gracias a la magia (nunca mejor dicho) de los gráficos generados por computadora. Se trata de un recorrido (literal, espiritual) que atravesamos en forma casi 100 % subjetiva: miramos, escuchamos, percibimos, sufrimos. Es casi como si estuviéramos allí, flotando junto a la doctora Ryan Stone (una Sandra Bullock en un escalón más arriba de lo que acostumbra a ofrecer) y el comandante Matt Kowalsky (un carismático George Clooney haciendo de sí mismo), los astronautas que, luego de un accidente, intentarán sobrevivir allí donde la vida es imposible. GRAVEDAD es un film sobre la soledad y sobre los golpes de la vida, sobre la manera en que encontramos fuerzas para sobreponernos y seguir luchando, aunque no estemos seguros de lo que sucederá: es sobre ese renacimiento, esa transformación que se da cuando nos animamos a ponernos de pie y a dar el salto para salir del fondo del pozo. Sin embargo, narrativamente, GRAVEDAD está un paso detrás de su aspecto visual: hay unos cuantos momentos en los que el film deja demasiado en evidencia sus metáforas (los "cordones umbilicales" de los astronautas; la estatuilla de Buda en el momento en que los personajes le rezan a un Houston/Dios que parece no estar escuchando) y la historia es más sencilla de lo que parece. De todos modos, esto no empaña la experiencia que significa ver este film, que logra impactar y conmover, asustar y maravillar. Y esa es la palabra clave aquí: "experiencia". Porque GRAVEDAD es una de esas películas que no sólo se ven, sino que se experimentan con todos los sentidos.
QUERER ES PODER El ki nunca se agotó: después de muchos años, Goku y sus amigos vuelven a la pantalla grande en DRAGON BALL Z: LA BATALLA DE LOS DIOSES (2013), un film que va más allá de ser un sólo un homenaje a la serie. Claro que el inevitable contenido nostálgico está incluido, pero además la película nos ofrece divertidos momentos de comedia y un guión que -afortunadamente- se aleja de la clásica historia dragonbolesca de villano-malo-ataca-la-Tierra. Todo comienza en el planeta de Kaiosama. Goku, como siempre, está entrenando, mientras el dueño de casa habla vía telepática con Kaioshin: el tema de conversación es Bills, el poderoso dios de la Destrucción, quien está despertando de una siesta de varios años. Este ser de aspecto gatuno no es el clásico malo y en cierta forma se parece a Goku: no quiere conquistar el universo ni nada por el estilo, sólo quiere pelear con alguien muy fuerte, algo que se cumplirá según una premonición relacionada con la supuesta existencia de un "dios Sayajin". Es así que, acompañado por su afeminado asistente Wiss, viaja a nuestro planeta en busca de los sobrevivientes de esta raza para recabar algo de información. Al llegar a la Corporación Cápsula, se encuentra en medio de una fiesta: él único que sabe acerca de la identidad de Bills es Vegeta, quien hará todo lo posible para no hacer enojar al caprichoso y malcriado dios de la Destrucción. Es que si el gato cósmico se aburre o no encuentra lo que está buscando, destruirá la Tierra. La primera parte de la película es prácticamente una comedia: sus muchos momentos humorísticos son aportados por Goku, Bulma, Vegeta (sí, él), Trunks, Gohan y unos antiguos enemigos que regresan de forma muy divertida, mientras que el resto de los personajes están más de relleno que nunca. Este ambiente de fiesta y diversión resulta bastante atípico: no hay una sensación de gravedad o dramatismo, como sucedía en "Dragon Ball Z" cuando algún enemigo hacía su aparición. Aquí, todo es risas, hasta el punto de que, por momentos, el film se torna casi autoparódico. Y si bien esto lleva a que el desenlace no sea tan épico, resulta ser un enfoque original para una producción vinculada a la creación de Akira Toriyama. También es para destacar que DRAGON BALL Z: LA BATALLA DE LOS DIOSES incluya referencias a momentos y personajes de la serie (algunos del pasado y otros que vendrán más adelante en la cronología), lo que genera una agradable sensación de complicidad con el espectador. Otro aspecto llamativo del film es que no hay muchas peleas (hay unos cuantos intercambios de golpes, pero Bills es demasiado fuerte): sólo al final veremos un enfrentamiento con todas las letras, filmado de forma muy espectacular y combinando la animación en 2D con fondos generados por computadora. Sin embargo, esta última pelea parece funcionar sólo como un adelanto de lo que podría depararnos el futuro. Es más, al final, la película plantea nuevos conceptos para explorar. ¿Habrá más aventuras de Goku en camino? Recémosle a Kamisama para que así sea.
FOSA COMÚN Algunos creen que hay vida después de la muerte. Y aunque parezca loco, también hay laburo después de la muerte. Eso averiguamos en R.I.P.D. – POLICÍA DEL MÁS ALLÁ (R.I.P.D., 2013), film en el que el protagonista, el detective Nick Walker (un Ryan Reynolds más cara de nabo que nunca), es asesinado en el cumplimiento de su deber y, en vez de irse a descansar al Paraíso, se incorpora al Departamento de Policía del Más Allá. Como parte de esta organización, que reúne a otros canas difuntos, deberá buscar y capturar a todos los muertos que se niegan a dejar el mundo de los vivos. Así, Nick se unirá al veterano y amargado Roy (Jeff Bridges), un cowboy que -oh, sorpresa- no quiere saber nada con tener un compañero. Mientras intentan resolver sus diferencias, estos dos agentes de la Ley descubrirán que las fuerzas del mal han puesto en marcha un plan muy jodido. Sí, así como leen, la historia de esta buddy cop movie sobrenatural, con inevitables reminiscencias a la saga HOMBRES DE NEGRO, es bastante simple: la relación entre Nick y Roy es trilladísima, el villano principal es totalmente unidimensional y las secuencias de acción no ofrecen nada nuevo. Uno de los grandes problemas del film está su argumento: al ya estar muertos, los protagonistas son indestructibles, por lo que no sufren daño alguno al caer desde edificios o al ser aplastados por camiones. Sólo al final aparecen unas armas borra-almas que suponen una amenaza para ellos, pero hasta entonces, nada puede pasarles. Y aunque esto es usado con fines cómicos, la ausencia de un peligro real para los héroes es totalmente contraproducente para la narración. Como vemos, en R.I.P.D. – POLICÍA DEL MÁS ALLÁ, los defectos se apilan unos sobre otros, como si se trataran de cadáveres en una fosa común durante épocas de peste: lamentables intentos humorísticos, una sub-trama romántica bastante chata, un Jeff Bridges en piloto automático (por más onda que tenga, prácticamente repite su personaje de TEMPLE DE ACERO) y unos efectos digitales que no siempre funcionan son otros de los aspectos que hacen de este uno de los estrenos más putrefactos del año.
GOLPE A GOLPE "Para forjar un arma se necesitan tres cosas: el metal adecuado, temperaturas mayores a los cuatrocientos grados y... alguien a quien matar". Eso es lo primero que dice el protagonista de EL HOMBRE CON LOS PUÑOS DE HIERRO (THE MAN WITH THE IRON FISTS, 2012). ¿Y qué se necesita para hacer un film como éste? Amor por un género, amigos compinches a los que les guste lo mismo y un público adecuado. Al ver la película, uno entiende porqué su director (y actor y co-guionista), el rapero RZA, y Quentin Tarantino (quien sólo "apadrina" el film) se lleva tan bien. Forjada como un delirante y muy sangriento homenaje al cine de artes marciales, la película narra, al ritmo del hip-hop, la historia de un afroamericano que labura como herrero y experto forjador de armas en una aldea china del siglo XIX. Allí, el paso de un cargamento de oro provocará violentos enfrentamientos entre clanes rivales y curiosos personajes. El guión, co-escrito por Eli Roth (director de HOSTEL y también amigo de RZA y Tarantino), no es muy elaborado, pero se trata de una producción consciente de sí misma, en la que incluso actores de la talla de Russell Crowe y Lucy Liu se animan a reírse de ellos mismos. Chinos voladores, desmembramientos y armas estrambóticas son las formas que EL HOMBRE CON LOS PUÑOS DE HIERRO tiene para golpear al espectador, quien, sonriente, decide bajar la guardia. Y es que, a pesar de algunos altibajos en el ritmo de la narración (especialmente en la mitad), la película logra divertir si se la sabe mirar desde el ángulo apropiado. Quizás se le pueden reprochar la falta de carisma de su protagonista, algunas arbitrariedades en su argumento o la imposibilidad de aprovechar al 100 % en el tercer acto el clima de caos inminente que se había construido hasta ese momento. Sin embargo, EL HOMBRE DE LOS PUÑOS DE HIERRO, que genera simpatía por sus excentricidades y guiños cómplices, es una de esas películas por las que vale la pena dejarse golpear.
OJO POR OJO Las películas de found-footage (metraje encontrado) plantean una interesante metamorfosis la pantalla deja de ser una superficie para ser mirada y se convierten en un ojo a través del cual miramos lo que otro ojo captó, generalmente, antes de cerrarse para siempre. ¿Seremos tan valientes como para volver a mirar a los ojos a una bestia deforme? Antes de escribir esta crítica, releo la que escribí de la primera parte, estrenada hace menos de un año: la original me había parecido mediocre e incluso casi se había evaporado de mi memoria. Obviamente, esto derivó en que –como seguro les pasará a algunos– tuviera cero expectativas para ver la secuela, una nueva antología de cortos de terror. Y si bien está muy lejos de ser una joya del género, LAS CRÓNICAS DEL MIEDO 2 (VHS 2, 2013) al menos acierta al buscar un tono más jodón que el de su antecesora y al presentar un puñado de ideas más originales. Lamentablemente, no siempre logra asustar y en unas cuantas ocasiones cae en momentos de una exageración casi caricaturesca, lo que sumado a los altibajos en la calidad de sus segmentos deja un resultado no del todo redondo. Como en el film anterior, aquí hay otra historia principal que enmarca al resto e intenta -sin éxito- justificar el visionado de cada cortometraje: en busca de un joven desparecido, un detective y su pareja llegan a una casa. En una de las habitaciones, encuentran televisores amontonados, una videocasetera y decenas de cintas de video que esperan revelar su impactante contenido. En el primer segmento, PHASE I CLINICAL TRIALS, la cámara es un ojo biónico: las imágenes que vemos fueron tomadas por una prótesis tecnológica que bordea la ciencia ficción y que es implantada en un hombre que sufrió un accidente. El protagonista empieza a ver cosas extrañas (sí, como en el film EL OJO pero desde un punto de vista ciento por ciento subjetivo) y recibirá la ayuda de una misteriosa joven que dice conocer el origen de las apariciones. Es una pena que el original recurso (que incluye parpadeo y todo) no haya sido bien aprovechado: los intentos de asustar se vuelven repetitivos y tediosos hasta llegar a un final poco sorpresivo. El segundo video es A RIDE IN THE PARK y tiene la particularidad de que tampoco está grabado con la trillada cámara en mano, sino que la narración se hace por medio de una cámara montada sobre el casco de un ciclista. En su recorrido por un bosque, el deportista se encontrará cara a cara con (¡OJO, SPOILERS! SELECCIONÁ EL TEXTO PARA LEER)un zombie. La criatura atacará al protagonista, quien también quedará convertido en un cadáver viviente. Claro que la cámara arriba de su casco continuará filmándolo todo. Así, lo curioso de este corto es poder ver “una de zombies” pero desde un punto de vista totalmente novedoso. (FIN DE SPOILERS) Lástima que la historia sea tan pobre y esté tan poco desarrollada. Pasemos al corto que es de lo mejorcito de LAS CRÓNICAS DE MIEDO 2. Estoy hablando de SAFE HAVEN, co-dirigido por el indonesio Gareth Evans (director del violento film de acción THE RAID). En este segmento, veremos a un grupo de periodistas haciendo una nota sobre una secta. El corto se toma su tiempo para arrancar, preparando con paciencia el escenario para la locura que se desatará minutos después: el clima se va enrareciendo de a poco hasta llegar a un desenlace cargado de tensión y escenas impactantes. Pero (ufa, tenía que haber un “pero”) en el guión sobra un elemento en particular que vuelve casi un chiste el final. Ya lo van a ver. Para el cierre queda SLUMBER PARTY, filmado casi todo el tiempo desde una cámara sujetada a la cabeza de un perro (¿?). Aquí, unos adolescentes que están solos en casa y se la pasan jodiéndose mutuamente recibirán una visita inesperada. Las actuaciones son flojas y, si uno se pone a pensar, el guión no es nada del otro mundo. Pero el corto hace un manejo interesante del sonido y ofrece un par de escalofriantes escenas. Con esas imágenes, las cintas dejan de correr: LAS CRÓNICAS DEL MIEDO 2 es superior a la primera parte y así como tiene defectos (especialmente en los guiones), también hay que reconocer que incluye unas cuantas ideas interesantes.
NO ESTAMOS SOLOS EN EL UNIVERSO Felipe Quiroga Advertencia: En esta crítica se revelan detalles del argumento Aún con todos sus aciertos, STAR TREK (2009) se preocupaba demasiado por poner a los personajes en el lugar que les correspondía, lo que daba lugar a situaciones algo forzadas y a prestarle poca atención al desarrollo del villano. En EN LA OSCURIDAD - STAR TREK (STAR TREK INTO DARKNESS, 2013), Kirk (un carismático Chris Pine) y su tripulación ya pueden vivir sus aventuras sin el lastre de la necesaria presentación. La evolución de los personajes continúa, claro, pero en forma más orgánica a la trama, lo que da lugar a la aparición de un enemigo mucho más complejo y ambiguo, con motivaciones parecidas a las que llevan a actuar a Kirk para proteger a sus seres queridos. ¿Quién es este misterioso nuevo enemigo? ¡Se acabaron las especulaciones! Es Khan (interpretado en forma brillante por Benedict Cumberbatch), quien comete violentos actos terroristas contra la Flota Estelar convirtiéndose así en un hombre buscado. Kirk será quien lidere una misión para encontrar al villano y hacerlo pagar por sus crímenes, aunque eso lo obligue a viajar al territorio de los klingon y a provocar una posible guerra. A partir de allí, la trama revelará varios secretos que remiten al pasado de la franquicia pero sin caer nunca en los homenajes obvios. Entre los puntos fuertes de esta secuela se encuentra la composición de Cumberbatch, que se convierte así en una gran adición a la saga: Khan mata y destruye, pero lo hace para defender a los suyos. Sin duda, esta ambigüedad es parte de lo que hace interesante al personaje. Obviamente, hay ciertas referencias a STAR TREK 2: THE WRATH OF KHAN (1982) pero modificando algunos detalles para recordarnos que estamos en un universo paralelo y que el film no se trata de un simple reboot de la franquicia. Lo interesante es la manera en que Abrams juega con ese fan-service: aquí, por ejemplo, quien muere es Kirk en vez de Spock, un cambio que seguro debe haber sorprendido a varios. Chris Pine y Zachary Quinto (Spock) también brindan buenas actuaciones y, como en la película anterior, parecen divertirse con sus papeles. Ambos se muestran cómodos en sus personajes y en los respectivos caminos que éstos siguen: al final del film anterior, Kirk había logrado su objetivo de convertirse en capitán. Pero, más de allá de lo sucedido, era un título vacío que contrastaba con su personalidad rebelde y despreocupada: ahora, Kirk debe demostrarle a los suyos (y a sí mismo) que tiene lo que hace falta para convertirse en capitán, que está dispuesto a darlo todo por sus seres queridos (el famoso "the needs of the many..."). Claro que su sacrifico queda algo diluido con su tonta resurrección al final, pero al menos se nota que hay un crecimiento. Si EN LA OSCURIDAD - STAR TREK funciona, mucho tiene que ver la mano del director, JJ Abrams, que sabe cómo trasladar a la pantalla los aprietos en los que el argumento pone a la tripulación de la Enterprise. Desde la persecución en el colorido y salvaje planeta al inicio del film hasta el vertiginoso combate cuerpo a cuerpo entre Spcok y Khan, toda la película está cargada con secuencias emocionantes que nos hacen temer por el destino de nuestros héroes y que aprovechan de forma muy satisfactoria el uso del 3D. Hay que destacar la brillante secuencia del salto de Kirk y Khan por el espacio y el momento en el que la Enterprise cae hacia la Tierra, obligando a los personajes a sufrir los cambios en la gravedad que sufre la destruida nave. El guión suma unos cuantos momentos humorísticos al darle más participación a Scotty (Simon Pegg) pero falla en otorgarle sustancia a personajes nuevos, como Carol (Alice Eve) y el Almirante Marcus (Peter Weller). EN LA OSCURIDAD - STAR TREK logra equilibrar grandes secuencias de efectos especiales con los momentos más íntimos entre los personajes. Al explorar las relaciones entre estos compañeros de vuelo convertidos en familia, el film nos dice que si tenemos que enfrentar a la oscuridad, ya sea la del espacio o la que puede surgir de adentro de nosotros mismos, lo mejor es hacerlo junto a alguien.