MONSTRUOFILIA Como si fueran los muñecos de sus animés y films favoritos, Guillermo del Toro hace chocar a los gigantescos Jaegers contra los Kaijus en TITANES DEL PACÍFICO (PACIFIC RIM, 2013), una película a la que el adjetivo de “inmensa” le queda bastante bien. Pero hay una diferencia con otras superproducciones épico-computarizadas: Del Toro no filma como si se tratara de una publicidad de los juguetes que te van a vender a la salida; esto es más como una invitación a una sesión de juegos con figuras de acción artesanales, fabricadas con pasión. Desde lo narrativo, claro, se percibe el ADN mecha y de todos los monstruos gigantes japoneses con los que Del Toro soñó siendo un niño. Hay, así, un grupo de defensa internacional que se forma para detener a las bestias extraterrestres que son paridas por una grieta interdimensional en el fondo del océano Pacífico. Las herramientas de la humanidad para parar la invasión son unos robots de combate tan altos como edificios. Para pilotearlos, se requiere de dos personas que deben establecer una fuerte conexión neurológica, llegando al punto de poder “ver” los recuerdos y pensamientos del compañero: teniendo en cuenta esta unión tan fuerte que se produce, imagínense el trauma que siente Raleigh Becket (Charlie Hunnam) cuando pierde a su hermano Yancy en plena batalla. Tras esta situación, el piloto abandona la guerra contra los Kaiju, hasta que tiempo después vuelve a ser convocado para ser parte de una misión con la que se planea dar el ataque definitivo. Me gusta imaginar que, en su infancia, Del Toro no se parecía a los chicos de su edad: mientras los otros temían a los monstruos que habitaban en armarios o bajo las camas, él esperaba ansioso la llegada de la noche para tratar de ver a estos seres de la oscuridad e incluso para hacerse amigo de ellos. No es ninguna novedad que el cineasta mexicano ama a las criaturas diferentes, anormales: ya lo demostró en HELLBOY (2004) y en su secuela, y en la genial EL LABERINTO DEL FAUNO (2006), pero a diferencia de éstas, su nueva obra parece ir un kilométrico paso más allá en cuanto a lo visual gracias al uso de los efectos especiales y el 3D: la masividad de esta danza de toneladas de metal y rugidos alienígenas que es TITANES DEL PACÍFICO impacta como un inesperado rocketto-punch mazingeresco. Hollywood ha llegado a cansarnos con imágenes de ciudades convertidas en escenarios de batallas, y pensábamos que ya lo habíamos visto todo. En ese sentido, el film de Del Toro logra asombrar desde lo visual al realizar un cambio simple: las luchas se ambientan en escenarios nocturnos, alumbrando todo con coloridas luces de neón y relámpagos, o llevando la acción a la superficie de mares embravecidos o las profundidades del océano. Los combates están llenos de momentos que parecen ser puro fan-service, como la escena en que un Jaeger utiliza un barco como arma (¡!), pero el resultado es totalmente orgánico: además de ser director, co-guionista y productor, Del Toro es fan de su propia película. En un mundo en guerra, Del Toro define sabiamente a sus personajes por sus tragedias: tanto Raleigh, como la japonesa Mako Mori (Rinko Kikuchi), aún llevan las esquirlas del sufrimiento causado por los ataques de los Kaiju. A lo largo de la película, ambos deberán aprender a pilotear (je) su dolor e impedir que sus sentimientos afecten su rol en la operación militar en la que participan. Ellos dos y Pentecost (Idris Elba) son los personajes mejor desarrollados. El resto simplemente están como mecanismos de la trama o, como en el caso de los científicos nerds, para generar algunos momentos humorísticos. Hay un personaje que no aporta demasiado (y lo mismo se puede decir de la sub-trama en la que aparece) pero es totalmente genial de ver: el Hannibal Chau de Ron Perlman, con su vestimenta exagerada y su bizarra ocupación (traficante de órganos de Kaiju), es una delirante caricatura que debería haber tenido mayor participación. Ah, y atentos al cameo de Santiago "Torrente" Segura. Con un importante desarrollo de mitología e historia de fondo (sólo la introducción ya da para una película), llaman la atención algunas pequeñas flaquezas en el guión: a la ya mencionada sub-trama del adriansuaresco Dr. Geiszler (Charlie Day), podría agregarse el plan definitivo contra los Kaiju. O sea, (¡CUIDADO, SPOILER! SELECCIONÁ CON EL MOUSE PARA LEER) ¿qué le pasa a Hollywood que últimamente quiere solucionar todo con bombas nucleares? Lo hicieron en LOS VENGADORES (THE AVENGERS, 2012) y en BATMAN: EL CABALLERO DE LA NOCHE ASCIENDE (THE DARK KNIGHT RISES, 2012) y la verdad que es un recurso que se está volviendo trillado (FIN DE SPOILER). Sin embargo, el film compensa esas debilidades argumentales con las secuencias de acción y efectos especiales más impactantes e ingeniosas en lo que va del año, además de un brillante diseño de escenarios, robots y criaturas. Pero lo más importante de todo está en la misma esencia de la película y es lo que la hace tan valiosa: TITANES DEL PACÍFICO es un cuento contado por un niño que creció pero que, por suerte, nunca dejó de soñar con monstruos.
S DE ESPERANZA El superhéroe más icónico de todos ha vuelto. Pero más que un regreso, esto es una resurrección desde las cenizas: apadrinada por Christopher Nolan, EL HOMBRE DE ACERO (MAN OF STEEL, 2013) relata el tan conocido origen de Superman combinándolo con conflictos existenciales, apabullantes escenas de destrucción masiva y épicas peleas. Es mérito del guionista David Goyer y de Nolan (quien también colaboró en el aspecto narrativo) el hecho de que la película se equilibre satisfactoriamente entre un film nolaniano (con dramatismo, toques de oscuridad y una profundización en el protagonista) y un blockbuster cargado de efectos especiales y combates comiqueros, esos que tan bien sabe filmar el director Zack Snyder. La acción comienza en el moribundo planeta de Krypton, en donde Jor-El (un sobrio y contenido Russell Crowe) decide no hacer caso a las reglas de natalidad de su mundo y concibe un pibe al que bautiza Kal-El. Durante un fallido golpe de estado liderado por el general Zod (Michael Shannon, inmenso y carismático), el recién nacido es enviado hacia la Tierra, como un último gesto de esperanza, sentimiento compartido por todos los espectadores que aguardábamos desde hace tiempo por una buena película de Superman. Luego de ese prólogo, el film nos muestra a Kal-El con 33 años (unas de las cuantas estúpidas referencias religiosas que hay en el film), barbudo, melancólico y ya viviendo entre los humanos. Aunque no siempre lo suficientemente expresivo, Henry Cavill logra plasmar los conflictos del protagonista, quien se debate entre dar a conocer sus poderes y así enfrentar un posible rechazo o permanecer en el anonimato, esperando por el momento en que el mundo esté listo para recibirlo como su salvador. Esta primera parte de la película es la más dramática, introspectiva y –por momentos– cursilona. Cargada de diálogos pomposos y consejos paternos sobre la vida (y la esperanza y el bien y la salvación y otras huevadas), EL HOMBRE DE ACERO nos hace temer lo peor en el comienzo. Al menos, la construcción del personaje se hace de forma fragmentada, un recurso que le aporta frescura al subgénero superheroico: utilizando sabiamente los flashbacks, veremos algunos momentos importantes en la niñez y juventud del personaje pero introducidos en diferentes pasajes del relato en presente. Así, no tenemos que bancarnos tooooda la niñez y adolescencia del granjero alien mientras va descubriendo sus poderes. El momento en que finalmente Clark conoce todo sobre su origen y se pone la capa roja por primera vez parece algo forzado y a las apuradas (al igual que la introducción de Lois Lane), pero ya entonces la película pide a gritos un cambio de rumbo. Afortunadamente, éste llega cuando el villano Zod y sus hombres aparecen en la Tierra y, en un tono amenazador, exigen que Kal-El dé la cara. Ya convertido en Superman, nuestro héroe se enfrenta en unos impresionantes combates contra los invasores, destruyendo todo lo que esté en su camino. Estas escenas de caos, explosiones y edificios derrumbándose remiten visualmente a los clímax de otras superproducciones, como LOS VENGADORES (THE AVENGERS, 2012) y la saga TRANSFORMERS, películas en las casualmente los enemigos también venían de otro planeta. Más allá de eso, EL HOMBRE DE ACERO presenta impresionantes secuencias a lo largo de todo el metraje: desde la destrucción de Krypton, hasta la apocalíptica batalla final, pasando por el incendio de una plataforma petrolera hasta una escena con un tornado, esta es una de esas superproducciones que nacieron con destino de pantalla gigante. Atravesada por una permanente sensación de tragedia, EL HOMBRE DE ACERO nos presenta –por fin– a un Superman interesante, conflictuado pero también capaz de patear traseros: así, el film logra balancearse entre la introspección y la acción, bien en la línea del Batman de Nolan, aunque sin que se hayan dejado de lado las particularidades de Superman como personaje y sin pretender un mayor realismo del que era posible. El camino a seguir por DC debe ser éste y sin intentar copiar el estilo de la competencia, tal como lo demostró la fallida LINTERNA VERDE (GREEN LANTERN, 2011). Nosotros, los espectadores, ahora podemos mirar hacia arriba con optimismo, sabiendo que Superman ha vuelto a volar.
HACE FALTA PODAR Han pasado 39 años del estreno de THE TEXAS CHAIN SAW MASSACRE (1974), el impactante film de terror (hoy de culto) dirigido por Tobe Hooper. En todo ese tiempo hubo varias secuelas, remakes y precuelas, pero la nueva entrega de la franquicia, MASACRE EN TEXAS 3D (TEXAS CHAINSAW 3D, 2013), les da la espalda a sus “hermanas” y se presenta como una secuela directa de la original. De hecho, la trama comienza con fragmentos que recuerdan lo sucedido al final de la primera película y avanza un poco más con los hechos: los habitantes del pueblo de Newt, enfurecidos cuando las matanzas salen a la luz, reaccionan incendiando la casa de la desquiciada familia Sawyer, a la que pertenece el asesino Leatherface, fanático de las motosierras, de las máscaras de piel humana y de cortar gente como si fueran carne para milanesas. Sin embargo, no todos los Sawyer mueren después del linchamiento: el linaje continúa vivo en una bebé, que es robada por uno de los pueblerinos que decidieron hacer justicia por mano propia. Los años pasan y la niña, a la que bautizaron Heather (Alexandra Daddario), crece sin saber sobre su pasado, aunque sospechando que hay algo raro y sin sentirse nunca parte de su hogar. Un día, la joven recibe la noticia de la muerte de una abuela a la que no conocía, y así se entera de que es adoptada. Luego del impacto que le produce la noticia, decide viajar junto a sus amigos a Newt, Texas, para recibir su herencia: una casona en medio de una zona despoblada. Allí descubrirá más sobre su identidad y nuevas muertes se producirán. El hecho de que el título original del film haya obviado la palabra “Massacre” no parece menor: si bien se presentan un par de muertes violentas (ninguna que se destaque por su originalidad), MASACRE EN TEXAS 3D es una película que deja con ganas de más. Ni siquiera puede decirse que el guión funcione a modo de excusa para los momentos sangrientos, porque éstos no son tantos ni tan impactantes, y el 3D sólo se justifica por un par de momentos en los que la motosierra sale de la pantalla hacia los espectadores (como era de esperar). La trama es demasiado sencilla, con conflictos muy obvios y elementales (por ejemplo: enfrentamiento entre el sheriff “noble” y el alcalde), y está cargada de tópicos sobre la familia, además de que no existe preocupación alguna por construir los momentos tensos ni por darle peso dramático a los personajes. Tampoco convence la manera en que el film muestra (¡ALERTA DE SPOILERS! ¡ALERTA DE SPOILERS!) a los habitantes de Newt (y especialmente al alcalde) como los verdaderos “monstruos”: este cambio de enfoque lleva a que en el tercer acto el espectador se coloque del lado de Leatherface, quien insólitamente pasa a ser una especie de héroe, algo que va en contra de la esencia del personaje. (¡FIN DE SPOILERS!) Con los años, en el árbol genealógico de la saga hubo ramas de todo tipo, algunas más torcidas que otra. MASACRE EN TEXAS 3D es un vástago pequeño y deforme, que brota hacia el lado incorrecto. Si sus intenciones son seguir creciendo, lo mejor será realizar una sana podada. Quizás aún estamos a tiempo de que aparezcan nuevos brotes, más vigorosos, que le hagan justicia a la semilla plantada por Hooper hace tantos años. Y sino, será mejor tener siempre a mano una motosierra.
SIN SEÑALES DE VIDA INTELIGENTE El universo es infinito. La creatividad humana, al parecer, no. Por lo menos esa es la sensación que queda luego de ver HÉROES DEL ESPACIO (ESCAPE FROM PLANET EARTH, 2013), un film animado que, al menos, cumplirá el objetivo de entretener a los más chicos gracias a sus coloridos diseños y al uso del humor físico. Pero aquellos espectadores más exigentes y de mayor edad probablemente se sentirán defraudados con su mediocre y poco original guión y por lo trillado de los conflictos que atraviesan sus personajes. Al inicio, la trama se desarrolla en un planeta a millones de años luz del nuestro: eso no evitará que los aliens deban lidiar con las mismas situaciones que hemos visto retratadas mil veces en el cine terrícola, como el papá que no puede conectarse con su hijo o la oposición entre el aventurero-forzudo-tonto-popular y el nerd-sensible-rechazado. La aventura comienza cuando el intrépido extraterrestre Scorch Supernova es enviado a una misión de rescate en la Tierra, que para los de su raza es un mundo primitivo e involucionado (esta forma de vernos desde los ojos de los aliens hubiera sido interesante, pero en el film el concepto queda desperdiciado). Cuando las cosas se compliquen y el explorador sea capturado, será el turno de su hermano, el flacucho y muy inteligente Gary, de convertirse en héroe. Tanto desde lo visual como desde lo narrativo, HÉROES DEL ESPACIO carece de una identidad propia y todo lo que vemos remite a otras películas, como por ejemplo MONSTRUOS VS. ALIENS (MONSTERS VS ALIENS, 2009), PLANETA 51 (PLANET 51, 2009) y PAUL (2011). El guión, el punto más flojo del film, parece el producto de una cadena de montaje, en la que sus responsables, Bob Barlen y Cal Brunker, simplemente se dedicaron a añadir secuencias, diálogos y chistes pre-fabricados. Esto hace que la acción avance sin tropiezos, pero también sin originalidad ni momentos emocionantes o conmovedores. Si un alien llegara a nuestro planeta y lo primero que hiciera fuera entrar al cine a ver HÉROES DEL ESPACIO, a la salida seguramente enviaría un mensaje los de su raza informando que en la Tierra es todo muy lindo, pero que no hay señales de vida inteligente.
SUPERHÉROES DEL ASFALTO Cada entrega de la saga RÁPIDO Y FURIOSO busca superarse a sí misma. El director Justin Lin, responsable de la franquicia desde la tercera parte, tunea cada secuela tratando siempre de hacerlas más vistosas y más ruidosas que sus antecesoras. Tras la sorprendentemente entretenida RÁPIDOS Y FURIOSOS: 5IN CONTROL (FAST FIVE, 2011), las revoluciones por minuto decaen con RÁPIDOS Y FURIOSOS 6 (FAST & FURIOUS 6, 2013): hay un par de buenas secuencias y dos o tres momentos muy emocionantes, especialmente al final, pero el guión presenta algunas flaquezas que convierten a la película en un paso atrás para lo que se iba construyendo hasta ahora, como si de un rebaje de marcha se tratara. Encima, el hecho de lo que aparentemente se presenta como un final para la historia de los personajes queda algo deslucido por las ganas locas e incontenibles de adelantar el ya inevitable séptimo film. Ya desde los créditos iniciales, con escenas de toda la saga (incluso aquellas en las que Vin Diesel no tenía papada), RÁPIDOS Y FURIOSOS 6 no pone en clima para un film que más o menos pretende cerrar la historia de Dominic (Diesel), Brian (Paul Walker) y el resto de la banda. Pero, ¿hace falta otro final? ¿Qué mejor desenlace para los personajes que disfrutar de los millones que robaron en Brasil en la película anterior? Todo se desencadena cuando uno de los GI Joes… perdón, cuando el agente Hobbs (Dwayne Johnson) va a pedirle ayuda a Dom para atrapar a Shaw (Luke Evans), un peligroso criminal y terrorista. ¿Por qué aceptaría Dom? Tiene guita, a la bella Elena (Elsa Pataky) y todas las mañanas disfruta de un hermoso paisaje en las Islas Canarias. Sin embargo, Hobbs tiene un as bajo la manga: unas fotos que demuestran que, tal cómo se había revelado al final de RÁPIDOS Y FURIOSOS: 5IN CONTROL, Letty (Michelle “machona” Rodriguez) sigue con vida. Y no sólo eso. Ella trabaja para los malos. Entonces, Dom acepta la misión para tratar de entender qué fue lo que le pasó a su ex, pero Hobbs le dice que quiere que participe toda su equipo porque sino no hay película. Uno a uno, nuestros héroes deciden dejar sus vidas de millonarios en lugares paradisíacos para sumarse a esta laburito en el que pondrán en riesgo sus vidas. Y sí, la verdad es que no tiene mucho sentido (¿algo tiene sentido en esta saga?), pero el guión explica esto diciendo que todos quieren regresar a su hogar, y tienen nostalgia, y la familia, y bla bla bla… por lo que acceden con la condición de recibir un perdón por sus crímenes para así poder volver a Estados Unidos. Y listo, así es como una banda de ladrones medio improvisados se convierte en la última esperanza de Interpol para atrapar al villano. Ya hemos visto en la saga varias escenas exageradas y fantasiosas, pero lo de esta secuela es irse verdaderamente al carajo, bordeando los límites del género. Por momentos, parece que estamos viendo una película de superhéroes, con gente que vuela, tipos superfuertes y todo. Se ve que el guionista, Chris Morgan, y el director vieron mucho THE AVENGERS (2012), porque incluso se hacen chistes con Hulk, Thor y el Capitán América. Teniendo esto en cuenta, acá abro un paréntesis para tirar una teoría loca: al comienzo del film vemos que Jack, el hijito de Brian, tiene autos de juguete que son réplicas exactas de los vehículos de su papá y de su tío Dom. Pregunta: ¿Y qué tal si toda la saga, con sus escenas superfantasiosas, sus héroes nobles, sus villanos caricaturescos y sus persecuciones imposibles no son más que una sesión de juegos del pequeño Jack? Piénsenlo: las cosas exageradas que vemos, con tanques y aviones explotando, y el hecho de que su papá y su tío sean los héroes, parecen el producto de una mente infantil. Ok, capaz que el pendejo es demasiado chico en el film, pero puede que esté jugando unos años después de lo sucedido en base a historias que escuchó contar a los mayores, pero todo deformado y exagerado por su visión de nene. Ok, dejando las teorías boludas de lado, RÁPIDOS Y FURIOSOS 6 es mayormente plana: no hay muchos de esos grandes momentos que asombren y emocionen, sólo la escena del tanque (ya adelantada en el trailer), que no es demasiado larga, y la secuencia final, que, más allá de robarle algunas cosas al final de TOY STORY 2 (¿??), está bastante bien. Además, quiero manifestar mi total desagrado por lo poco aprovechados que están la grosa Gina Carano (sus peleas con la Rodriguez son cortas y coreografiadas de manera decepcionante) y el indonesio Joe Taslim, que la rompió en LA REDADA (THE RAID, 2011) y acá no es más que un segundón que le pega a unos cuantos policías y a los personajes secundarios… ¿por qué no lo hicieron pelear con Johnson y/o Diesel? ¡Arghhh! En el desenlace, la historia de los personajes principales cierra e incluso se ata el cabo suelto de RÁPIDO Y FURIOSO: RETO TOKIO (THE FAST AND THE FURIOUS: TOKYO DRIFT, 2006), que cronológicamente sucede después de la sexta. Pero claro, hay que seguir facturando, y lo que hubiera sido un final decente para la saga termina convirtiéndose en un puente hacia la séptima. Es muy intrigante ver hacia dónde se dirigirá la franquicia a partir de ahora. Una cosa es segura: los motores seguirán rugiendo.
TURBULENCIAS Todos los días, Jack (Tom Cruise) se despierta en la alta torre en medio de las nubes en la que vive junto a su compañera Vika (Andrea Riseborough). Después de desayunar y de hacer algo de ejercicio, sube a su nave espacial y desciende sobre las ruinas de la Tierra, que quedó devastada luego de un ataque extraterrestre. Él se encarga del mantenimiento de unos androides que son parte de una operación para extraer los recursos del planeta y llevarlos a una luna de Júpiter, a donde se mudó la raza humana. Pero todo cambiará cuando una mujer con la que sueña constantemente caiga a la Tierra en una nave espacial. Es por medio de sus impactantes paisajes, del carisma de Tom y de lo intrigante del punto de partida de su historia que OBLIVION: EL TIEMPO DEL OLVIDO (OBLIVION; 2013) atrapa al espectador. Sin embargo, la forma en la que el guión presenta la resolución a ciertos misterios resulta algo confusa, desordenada: el film, además, explica demasiado cuando no es necesario (por ejemplo la penosa, detallada e innecesaria exposición que hace Jack sobre su situación al comienzo) pero se demora en hacerlo cuando el público ya está ansioso de respuestas. Visualmente no hay nada que pueda reprochársele a OBLIVION: EL TIEMPO DEL OLVIDO: las construcciones (edificios, estadios, monumentos) destruidas y carcomidas por el tiempo están muy bien realizadas y logran generar una mezcla de extrañeza y fascinación. También es para destacar el diseño de las naves, robots y hasta de los uniformes que usan los personajes. El guión es lo que no convence del todo: elementos ya vistos en otras producciones del género, ciertas cursilerías sobre el amor, la poca participación de los personajes secundarios y un final medio tramposo son aspectos que le bajan unos cuantos puntos a este film. Algo parecido pasaba con TRON: EL LEGADO (TRON: LEGACY, 2010), la anterior obra del director Joseph Kosinski, en la que se le prestaba más atención al aspecto visual que al narrativo. Después de un buen despegue, la trama de OBLIVION: EL TIEMPO DEL OLVIDO sufre algunas turbulencias y decae hacia la mitad, para llegar, casi en picada, hacia un desenlace no del todo satisfactorio.
MEDIO PELO Nicolas Cage es un capo, pero cada vez que decide formar parte de películas tan berretas como CONTRARRELOJ (STOLEN, 2012) le perdemos un poquito el respeto. En esta oportunidad hace de Will Montgomery, un ladrón de bancos que va a prisión luego de un robo que sale mal y sin que nadie sepa dónde quedó el botín. Ocho años después, el peluca sale de la cárcel su hijita creció y no quiere ni verlo. Entonces, ella es secuestrada por un antiguo compañero de Will, el siniestro Vincent (Josh Lucas), quien exige su parte del dinero robado. Will asegura que no tiene la guita y va a pedirle ayuda a la Policía, pero no le creen: no le quedará otra que arreglárselas solo para rescatar a su hija. Así como leen, el desarrollo de la historia es muy elemental y predecible. Todo transcurre sin sorpresas y los personajes resuelven los conflictos que presenta el flojo guión sin ningún tipo de dificultad. Definitivamente, CONTRARRELOJ no es una película que se destaque por sus ideas: a pesar de la participación de actores medianamente reconocidos (también ponen la cara Danny Huston y Malin Akerman) se trata de una producción con espíritu de clase B que no tiene nada nuevo para ofrecerle al espectador. Bueno -dice uno tratando de ponerle onda durante el inicio-, teniendo en cuenta las similitudes con BÚSQUEDA IMPLACABLE (TAKEN, 2008) en cuanto al punto de partida (papá que debe rescatar a su hija secuestrada), al menos podría esperarse que Cage sea retratado como un bad-ass total, que revienta a todo el mundo, rompe todo y pone cara de malo. Pero no. Ni siquiera eso. El protagonista no tiene mucho que hacer ni a quien pegarle: tediosas escenas de tiroteos y persecuciones se suceden en una Nueva Orleans de carnaval filmada como si fuera un video hecho por turistas. A CONTRARRELOJ, como pasa con muchas de las últimas películas de Cage, la pantalla de cine le queda grande: ¿Cuánto faltará para que Nico se convierta en el nuevo Steven “directo a DVD” Seagal?
JUGANDO CON CHISPAS Como un padre estricto, Paramount había decidido retener nuestros soldaditos de plástico durante casi un año: el estreno de G.I. JOE: EL CONTRATAQUE (G.I. JOE: RETALIATION, 2013) se había pospuesto durante ese tiempo y, viendo el mediocre resultado final, las únicas razones válidas que justifican la demora son las comerciales (qué ilusos los que pensamos que iban a usar ese tiempo para, no sé, pulir el guión). Según el estudio, la causa fue la necesidad de pasar a 3D la película en post-producción (es decir, que pueden cobrar una entrada más cara) y aunque la conversión es buena, el uso del formato no es algo para destacar. Hay quienes dicen que el retraso se debió a la necesidad de añadir más escenas del personaje de Channing Tatum, actor convertido hoy en una estrella: los pocos momentos que él comparte con el protagonista del film, Dwayne Johnson, se caracterizan por el uso del humor y el aprovechamiento de la buena química entre ambos. Claro que todo lo que brinda esta dupla se va a la papelera de reciclaje cuando los G.I. Joes son asesinados (aunque nunca se sabe que pasa con varios de los personajes de la primera parte, a los que ni siquiera se menciona) por orden del falso presidente yanqui, quien no es otro que el villano Zartan (Arnold Vosloo) disfrazado. Los únicos sobrevivientes son Roadblock (Johnson), Flint (D.J. Cotrona), Lady Jeye (Adrianne Palicki) y el ninja Snake Eyes (Ray Park). Ellos deberán idear una manera de contraatacar y detener a la mente maestra detrás de todo este quilombo: el Comandante Cobra. G.I. JOE: EL CONTRATAQUE comienza -y termina- con escenas de tiroteos y explosiones bastante genéricas, que podrían ser parte de un film cualquiera y que no generan emociones de ningún tipo. Desde el inicio se nota que el estilo de la película apunta, en general, hacia un mayor realismo, a diferencia de la exageradísima primera parte. Y eso no es algo necesariamente bueno. De hecho, la primera secuencia verdaderamente atractiva (que es con la que debería haber iniciado el film) lo es por el alma cartoonera de lo que vemos en pantalla, con esas ideas locas, medio infantiles o absurdas, como de dibujo animado de sábado a la mañana o de nenes jugando con sus muñequitos: es aquella que se desarrolla en una curiosa prisión bajo tierra, en la que volvemos a ver a Storm Shadow (Byung-hun Lee) y conocemos a un nuevo villano: Firefly (Ray Stevenson), quien ataca el lugar con una serie de delirantes artefactos explosivos. Una sensación similar, de espíritu lúdico y de inocente libertad, lo genera la escena en la que Snake Eyes lucha contra otros ninjas en unas montañas nevadas: se trata de un asombroso set-piece que vale la pena ver en pantalla grande. Es en estas dos secuencias, y sólo en estas dos, que el director Jon Chu y los guionistas Rhett Reese y Paul Wernick parecen estar jugando de verdad y no simulando que lo hacen. Pero son chispas que no llegan a encender el fuego. El resto del film es pose, impostura: plástico en movimiento pero sin vida. Entre los graves problemas de G.I. JOE: EL CONTRATAQUE se encuentran el nulo desarrollo de los personajes (en todo el metraje no llegamos a saber absolutamente nada de Flint o Jinx, por poner como ejemplos los casos más extremos) y la manera forzada en la que se conectan las tramas secundarias a la principal: las aventuras de Snake Eyes parecen de otra película y su vinculación con la historia de Roadblock es poco orgánica. Por otra parte, el Comandante Cobra no logra ser el villano amenazante que el film necesita y ni siquiera tiene una participación acorde a su supuesta importancia. Es más, por el tiempo en pantalla, el verdadero antagonista del film termina siendo el presidente trucho. A todo eso hay que sumarle la burla que supone la brevísima intervención de Bruce Willis en el rol del general Joe Colton. El paso del Duro de Matar podría resumirse como una ráfaga de tiros y dos o tres chistes (malos). Nada más. Así, G.I. JOE: EL CONTRATAQUE atenta contra sí misma y no pasa de una sesión de juegos desalmada, de compromiso, que deja con ganas a todos los que les gusta jugar con fuego.
LA QUE TE PARIÓ ¿Qué tan terrorífica puede ser una mamá? Bastante, sobre todo si se meten con sus hijos. Esa idea, sumada a un gran componente fantástico, es la base del film de terror MAMÁ (2013), que brinda un par de buenos sustos pero no puede evitar caer en algunos lamentables lugares comunes del género. La ópera prima del guionista y director Andrés Muschietti, producida por Guillermo del Toro, es una especie de cuento de hadas moderno y espeluznante que empieza de manera contundente: Jeffrey (Nikolaj Coster-Waldau) es un prófugo de la Justicia que, luego de matar a su esposa, secuestra a sus pequeñas hijas, Victoria y Lilly, y escapa a toda velocidad en su auto. Una vez en la ruta, sufren un accidente y los tres se ven obligados a refugiarse en una cabaña en medio del bosque. Durante cinco años no se vuelve a saber nada de ellos. En todo ese tiempo, el hermano gemelo de Jeffrey, Lucas (también Nikolaj Coster-Waldau), nunca deja de buscar a sus sobrinas (ok, en realidad paga a alguien que lo haga por él), hasta que, finalmente, las niñas son encontradas en aquella casa solitaria. Sin embargo, ellas ya no son las mismas. Tras la dura experiencia de haber sobrevivido en el bosque se han convertido en salvajes: están sucias, agresivas y caminan a lo Gollum. La pregunta es: ¿cómo lograron aguantar tanto tiempo solas? Un psicólogo que estudia el caso determina que, a modo de mecanismo psicológico de defensa, las chiquitas crearon en su mente una figura maternal a la que llaman “Mamá”. Entonces, Victoria y Lilly son enviadas a vivir con Lucas y su novia Annabel (Jessica Chastain) a una casona bien de película de terror, en la que empezarán a pasar cosas que nos harán sospechar que quizás “Mamá” es más real de lo que parece. El punto de partida de MAMÁ resulta ser lo bastante atractivo como para mantener la atención del espectador y hay un par de momentos muy bien logrados (como cuando las nenitas juegan con “algo” fuera de cámara). Lamentablemente, la historia decae: el guión se apura en dejar de lado las ambigüedades para después caer en situaciones ya vistas en otros films (por ejemplo, el personaje del psicólogo y todo lo que hace es puro cliché) y hacer que los personajes se comporten de manera realmente estúpida (ej: ir a investigar algo al bosque de noche, o sea, ¿no pueden ir de día?). Hay que reconocer que la película genera una interesante inversión de roles, por ejemplo cuando Annabel, que es una mujer adulta, teme a algo debajo de su cama, o cuando una de las pequeñas le pide a Annabel que NO mire adentro del armario, al contrario de lo que hacen todos los chicos. MAMÁ no tendrá un argumento redondo, pero al menos las actuaciones son buenas: Nikolaj Coster-Waldau compone a dos personajes distintos (Jeffrey y Lucas) y encima logra mostrarlos atravesando fuertes situaciones dramáticas con soltura. Por otra parte, las actuaciones de las nenas, a pesar de su corta edad, también resultan convincentes, algo que fundamental en una película de terror. Eso sí, la gran estrella de esta película es Chastain, totalmente metamorfoseada en una rockera anti-maternidad a la que le caen las dos pendejas de arriba (que encima vienen con ente paranormal bajo el brazo): es por medio de ella y de la vulnerabilidad que logra darle a su personaje que viviremos los sustos que la película ofrece y que en más de un momento nos harán recordar a la progenitora del director.
SÓLO DE PASO Hay quienes dicen que TERROR EN SILENT HILL (SILENT HILL, 2006) es una de las adaptaciones de videojuegos más logradas. Y quizás lo sea, pero debo confesar que no me acuerdo nada de aquella película. Es como si nunca la hubiera visto. ¿Vale la pena regresar a un lugar que no nos dejó ningún recuerdo? En Hollywood creen que sí, así que por segunda vez viajamos a ese pueblo maldito y gris, en el que habitan deformes criaturas que se arrastran por las calles cubiertas de ceniza, que cae del cielo como si fuera nieve. En TERROR EN SILENT HILL 2: LA REVELACIÓN (SILENT HILL: REVELATION 3D, 2012), Heather (Adelaide Clemens) sufre horribles pesadillas relacionadas con un pasado que su padre (Sean Bean) le oculta con el objetivo de protegerla. Pero el destino, como las secuelas, a veces es inevitable y te termina alcanzando: la joven se verá obligada a volver a Silent Hill (sí, igual que nosotros) cuando su padre sea secuestrado. Pero ella no estará sola, sino que recibirá la ayudará de Vincent (Kit Harington), un insoportable compañero de escuela. Con un guión carente de sorpresas (hay un giro argumental que se ve venir con bastante anticipación) y actuaciones muy flojas (a excepción, claro, de Bean), hay muy poco para rescatar de esta segunda parte: son pocas las ocasiones en las que el director, Michael J. Bassett, logra emular el ambiente opresivo de los terroríficos videogames, por ejemplo al principio (en la escena del centro comercial) y en algunos momentos de la visita al manicomio. El resto de la película parece estar hecho en piloto automático, como si la justificación de la existencia de esta secuela fuera un mero trámite. De hecho, el final deja abierta la posibilidad para otra continuación con un triple (!) homenaje a la franquicia de videojuegos. Aunque los fans sabrán agradecer algunos guiños, el pueblo de Silent Hill se ha convertido nada más que en un lugar de paso.