Alegría amarilla Cuando en el año 2010 se estrenó Despicable Me (Mi Villano Favorito), el público le tomó cariño a las criaturas amarillas que acompañaban a Gru, el malo en cuestión. Pero, ¿son mutantes? ¿extraterrestres? ¿bananas?. Algo de ese misterio se termina de resolver en esta nueva película en la que ya no son más personajes secundarios. Desde su creación tuvieron por objetivo estar bajo las órdenes de grandes villanos, pero no tenían éxito debido a su torpeza. La suerte comenzó a cambiar cuando encontraron a su nueva líder: Scarlet Overkill, quien en la versión doblada es interpretada por la cantante Thalía. El film está correctamente ambientado en todas las épocas por las que pasa, con colores brillantes e inclusive vestuarios acordes. Otra cosa a destacar es la musicalización, que seguramente los padres y los abuelos de los pequeños espectadores van a saber apreciar. Las secuencias tienen los gags justos y necesarios y a diferencia de Despicable Me, no hay grandes momentos emotivos, si no que predominan la acción y la aventura. Por otro lado, el lenguaje Minion, por más que no se entienda casi nada, se lleva todas las risas del público que ya los adoptó hace un par de años. De por sí una película únicamente de Minions, hubiera entretenido los primeros 15 minutos y nada más, por lo que agregarle un nuevo villano, es un acierto, aunque por momentos el argumento se cae. De todas formas, hacerle un análisis de estructura a una película infantil que cumple el objetivo de entretener, no importa demasiado.
Nostalgia litoraleña El relato de esa excursión, en la que el director se va cruzando con algunos personajes que dieron vida al film de su padre, y la puesta en escena de su nueva película, confluyen y se entrelazan para construir la trama argumental. La crónica de la búsqueda inicial y el relato de los inesperados acontecimientos posteriores, conducen a un desenlace donde la ficción se mimetiza con la realidad. Yarará es un docuficción que intenta retratar los momentos en los que el director viaja a un pueblo santafesino para, por un lado intentar buscar las locaciones y actores para su nueva película, y al mismo tiempo, revivir la película que había hecho su padre muchos años atrás. Todo esto se funde con la parte ficcional, que es quizás una de las mejores cosas del film. El rescate de "Palo y Hueso" y de todo el contexto de cuando se filmó, no es una mala idea ya que el trabajo de producción está muy bien plasmado, tanto en la búsqueda de los actores originales (y otros nuevos, pero también locales) como en la búsqueda de las locaciones que invitan a despejar bastante la mente, pero todo esto cae un poco con las actuaciones forzadas y el relato de la voz en off. La historia paralela, que está protagonizada por Juan Palomino, es uno de los puntos más interesantes: sin diálogos de por medio, logra atrapar al espectador con escenas que aportan intriga y además cuentan con un paisaje que acompaña perfectamente a todas las secuencias. Yarará es un retrato intimista que por momentos deja afuera a los espectadores que no conocen la historia previa, pero a la vez, sirve de información para poder rescatar una porción del cine clásico argentino y de cómo hay que remarla para hacer una producción.
Sanando las heridas Luego del éxito de Perdida (Gone Girl), que fue dirigida y adaptada por David Fincher, el nombre de la escritora Gillian Flynn volvió a la pantalla grande con Lugares oscuros (Dark Places). Muchos se atrevieron a comparar la realización de Fincher con la de Gilles Paquet-Brenner y en este caso, las comparaciones son odiosas. Para empezar, ambas historias distan entre sí y además, los recursos económicos no son los mismos, pero eso no tiene nada que ver con el resultado final de la película. Haciendo hincapié específicamente en la trama, nos encontramos con un policial con estructura clásica, pero que no aburre, sino que, por el contrario, es atrapante, oscuro, lleno de preguntas y miles de posibles respuestas en forma de rompecabezas. Libby Day (Charlize Theron), la protagonista de la historia, es la única testigo del asesinato a sangre fría de su madre y sus dos hermanas. Todo parecía indicar que había sido su hermano, quien estaba involucrado con el culto satánico. En los 80, la adoración a Satanás era una moda y casi todo lo malo que ocurría, se relacionaba directamente a las personas que tenían estas prácticas. Libby creció sola y sobrevivió con donaciones que le llegaban de la gente que se conmovía por su caso. Todo eso se fue acabando y no le queda otra que salir a buscar dinero a toda costa, por lo que acepta colaborar con un grupo de investigadores amateurs que la harán revivir su pasado. Libby buceará por una profundidad muy oscura que la lleva directamente a la noche de los asesinatos, además de que atará muchos cabos sueltos que en todos los años que pasaron, no se atrevió a unir. Charlize Theron no juega a hacer de una víctima más, sino que inclusive el espectador puede llegar a detestarla por algunas de sus actitudes, aunque después sólo quiera abrazarla cuando se da cuenta que es una fiera herida que nunca supo lo que es la contención. Libby es un papel justo para la actriz, quien realmente se lució en esta película. Gilles Paquet-Brenner logró reivindicarse luego de su fallida y muy criticada Walled In . Esta vez, el policial le jugó una mejor pasada que el terror ya que las atmósferas están muy bien logradas, así que los fanáticos del género van a disfrutar de un buen momento.
Perdonar aunque duela Últimamente, y por culpa de Hollywood, cada vez que los cinéfilos vemos la palabra remake nos da un poco de escozor y motivos hay de sobra; pero en el caso de La Patota esto funciona distinto y de alguna manera, llega para dar un poco de esperanza sobre futuras nuevas versiones de películas clásicas. El film original fue realizado en 1960 por Daniel Tinayre y la protagonista era Mirtha Legrand. El contexto social era muy distinto al actual: la mujer recién estaba comenzando a conquistar sus derechos, por lo que una historia como esta, era algo innovador para el cine de ese entonces y también lo era para Legrand, quien hasta el momento sólo había protagonizado historias banales. Por otra parte, en la película de Tinayre se pone en juego la moral católica, como un intento de conquistar al público más conservador de esa época. En esta nueva versión, dirigida por Santiago Mitre, nos encontramos con varias similitudes pero también con las diferencias necesarias para adaptar el argumento a la actualidad, lo que también hace que el espectador pueda llegar a empatizar más rápido con las situaciones que se plantean. Esta vez, la moral católica desaparece y lo que se pone en juego es la moral política y social. Paulina (Dolores Fonzi) es quien lleva a adelante su bandera por intentar cambiar la sociedad (o por lo menos una porción de ella) mediante la educación y manteniendo esta premisa aún luego de sufrir una violación por parte de un grupo de chicos que concurren a su clase. El protagónico de Dolores Fonzi es uno de los puntos más fuertes de la película. Su actuación deja en claro cómo fue creciendo actoralmente y que puede pasar casi cualquier desafío. Otro actor a destacar es Oscar Martínez, quien hace de Fernando, padre de Paulina y juez de la Nación, quien se encontrará en una encrucijada potente cuando tiene que decidir como juez, pero a la vez, tiene que escuchar cuáles son los deseos de su hija, aunque vayan en contra de todos sus principios. Ambos protagonistas tienen actuaciones estupendas y compenetradas por completo con los personajes. Desde la parte visual se puede destacar una excelente fotografía de Gustavo Biazzi, además de los paisajes de la selva misionera, pero de todas formas, el guion es el que se lleva todos los galardones. Por momentos es incómodo y pone al espectador a debatir internamente en dónde se pararía ante una situación como la que vive la protagonista o como la que le toca a su padre. También el debate se puede centrar en si nos encontramos delante de una víctima cegada o de una mujer con los ovarios bien puestos que se desafía a sí misma, pero que no busca venganza. Santiago Mitre logró, una vez más, captar al público con La patota y eligió una buena historia para contar desde su visión. Ojalá sirva de ejemplo para las próximas producciones que quieran rescatar esas joyitas que el cine nos supo dar.
Liverpool siempre estuvo cerca La película se sitúa en el contexto de la Guerra de Vietnam. En Noruega las aguas están divididas y el mundo está cambiando. En medio de todo esto, el éxito de The Beatles da vueltas por todo el mundo haciendo delirar a miles de jóvenes e inspirando a otros para formar su propia banda. Ese fue el caso de Kim (Louis Williams) y sus amigos Ola (Håvard Jackwitz), Gunnar (Ole Nicolai Myrvold Jørgensen) y Seb (Halvor Tangen Schultz). El argumento no se centra en la formación de una banda de rock, sino en las vivencias que van atravesando sus protagonistas mientras intentan cumplir su sueño mayor. Las inseguridades, los problemas familiares, los primeros acercamientos al amor, al alcohol y el abandono de la niñez, son algunos de los tópicos que se manejan en el argumento. El casting es quizás uno de los mejores aciertos que tiene la película, todos los actores encajan perfectamente en sus papeles. El personaje de Louis Williams, se destaca no solamente por su buena interpretación, sino que además tiene un gran parecido al beatle Paul McCartney y eso le otorga un plus a la historia. Por otro lado, la fotografía y el arte están muy bien logrados, todo se desarrolla de manera prolija, sin ningún detalle librado al azar. El argumento recae en algunas obviedades, sobre todo en la historia de amor que tiene Kim con una compañera de su curso, pero de todas formas es llevadero. Beatles es una película cálida, que no pretende grandes cosas, pero que sirve para pasar un momento agradable.
El viajar es un placer Su Realidad viene de ganar el premio a "Mejor Largometraje" en el Festival de Cine de Mar del Plata y además cosechó muchas críticas positivas. Su director, Mariano Galperín (1000 Boomerangs, Dulce de Leche, El Delantal de Lili), ya estuvo sumergido en el mundo de la música, pero desde el lado de los videoclips. Esta vez se metió directamente a retratar un personaje multifacético, creativo y con muchas cosas para decir. ¿Es una road movie?, ¿es un documental?, ¿es un viaje introspectivo?. La película es todo esto y algo más. El film se centra principalmente en la gira europea que realizó el músico Daniel Melingo para presentar "Linyera", su último trabajo. Melingo forjó su carrera en los años 80 y participó de bandas como Los Abuelos de la Nada y Los Twist . Hasta acá todo lleva a pensar en que es una película más que habla de cómo un artista llegó a ser quién es hoy, ¿pero qué pasa si el director invita al espectador a explorar lo que sucede en la mente del protagonista en cuestión?. La trama no tiene un hilo conductor para seguir, pero sí pequeñas situaciones que dejan satisfecho a los ojos y a la mente que no paran de viajar. Hay momentos musicales exquisitos como en el que Melingo, junto a sus músicos, improvisan "Canción para mi muerte" pero al ritmo de la marcha peronista y arriba de un tren. Otro gran momento es el que el músico comparte con Jaime Torres, juntos realizan una zapada digna de guardar en una cajita musical. También nos encontramos con diálogos descabellados, guiños a directores de cine clásico como Luis Buñel y cuestionamientos filosóficos. Todo esto acompañado por un acertado blanco y negro. Todos los elementos que componen Su Realidad, están enlazados de una forma tal que el espectador se siente cómodo, aún dentro del caos que es ese mundo paralelo en el que se sumergió. Quizás no es una película que puede digerir todo el mundo, aunque las puertas estén abiertas, pero el que guste de las pequeñas cosas, de momentos que no tienen explicación y se deje llevar, que vaya, pague una entrada y se siente a disfrutar.
No todo lo que brilla es oro Abzurdah está basada en la novela homónima y autobiográfica de Cielo Latini, la cual tuvo gran éxito en ventas. El mundo adolescente suele estar cargado de dudas, cuestionamientos y frustraciones. No todos pueden afrontarlo de la misma forma y algunos optan tomar la autodestrucción como llamado de atención. En ese universo se ubica la cabeza de Cielo, la protagonista de la historia. La elegida para este papel fue Eugenia Suárez. Su interpretación es muy buena y creíble, todo lo contrario a sus papeles en distintas tiras juveniles. Esta película, más allá de que no convence en varios aspectos, demuestra el crecimiento de la actriz y le suma los pocos puntos a favor que el film tiene. Por su parte, Esteban Lamothe interpreta a Alejo, la persona por la que Cielo se desvive y no soporta estar sin él. Observando otros papales del actor, se nota con claridad que es un buen actor, pero en esta película eso no se aprovechó y lo vemos en escenas cortas, como un elemento más de la trama, cuando en realidad es casi tan importante como la protagonista. La historia en sí, pone el foco en la relación tormentosa de los protagonistas, pero a la hora de tocar el tema de la bulimia y la anorexia (y las consecuencias físicas y mentales que deja), el relato parece acelerar como para terminar de redondear la película justo a tiempo. Vómitos, cortes y un intento de suicidio en menos de media hora, es una ensalada de cosas que se podrían poner de una forma más moderada. Luego, vemos cómo pasan los años de un momento a otro y de una manera predecible, tenemos una protagonista con un final feliz. Abzurdah no es una gran película, pero seguramente dejará satisfecho al público adolescente que está llenando las salas y en definitiva, es a dónde apunta.
Heridas de guerra Camino a Estambul se sitúa cuatro años después de la sangrienta batalla de Galípoli que se disputó en la Primera Guerra Mundial. Por un lado el Imperio Otomano. Por el otro, la alianza entre soldados australianos, neozelandeses, franceses y británicos. El resultado es el de siempre: miles de muertos y heridos y muchas historias sin cicatrizar. Joshua Connor (Russel Crowe) es un granjero australiano que a través de la radiestesia busca agua subterránea para poder subsistir en un lugar completamente árido. Joshua tiene una familia incompleta: sus hijos fueron a combatir en Galípoli y nunca más volvieron, ante esta ausencia, su esposa decide quitarse la vida. A partir de ese momento, Connor sale a buscar a sus hijos para poder enterrarlos junto a su madre y así poder cumplir la promesa que le hizo en su lecho. La historia se desarrolla casi en su totalidad en Turquía y acá es donde entra en juego la hermosa fotografía de Andrew Lesnie quien, de alguna forma, se lleva un gran porcentaje de los puntos positivos que tiene la película. El vestuario y la ambientación también están muy bien logrados. Es un film redondo en cuanto a lo estético. La trama es distinta a otras películas bélicas. Hollywood nos tiene (mal) acostumbrados a la figura del héroe que salva a la patria y que los que atacan a su país son los malos, por lo que se crea un estereotipo de gente sin corazón que no tiene ni madre, ni padre, ni hijos que están esperando que regresen y siempre terminan justificando su accionar bélico en post de una nación libre y la propaganda yankee pro guerra queda expuesta sin ningún tipo de mensaje encubierto. En The Water Diviner, el giro se encuentra en que de alguna forma se muestra que del otro lado también hay pérdidas, también hay una humanidad, que de ambos “bandos” hay hombres buenos y malos. Hay una pequeña subtrama amorosa (o intento de) que se da entre Connor y Ayshe (Olga Kurylenko) la dueña de un hotel en Estambul en el que pasa sus días el granjero. Puede sonar a una historia predecible, pero por momentos es necesaria para respirar un poco, ya que el resto de la trama es cruda. Russel Crowe decidió embarcarse en una historia real y con bastante carga emocional para comenzar su carrera como director. Camino a Estambul es una buena apuesta, la película es correcta, casi que no tiene desaciertos y de alguna manera, lo obliga a tener que superarse en sus próximas producciones.
Tres empanadas Cuando se visualiza el trailer de Tokio, la asociación con Elsa y Fred (Marcos Carnevalle, 2005) es casi inmediata y obligatoria. Pero estos nuevos protagonistas están muy lejos de esos abuelitos tiernos interpretados por China Zorrilla y Manuel Alexandre. ¿Cuántas cosas pueden fallar en una película que tiene como protagonistas a Graciela Borges y a Luis Brandoni? Si bien estamos acostumbrados a que las películas románticas estén repletas de clichés, acá las obviedades se ven desde el comienzo. Pero el problema no está en lo visual, sino en el guion que no hace más que recurrir a modismos y palabras de relleno para luego no decir nada. La historia no nos lleva a ninguna parte, se queda ahí y cuando parece que va a pasar algo, vuelve a la posición cómoda del aquí y ahora. Algunos recursos utilizados por Maximiliano Gutiérrez no se comprenden; por ejemplo, hay un primer plano de las manos de Luis Brandoni en cámara lenta que sería muy interesante si estuviera tocando el piano y no preparando un café instantáneo, por el simple hecho de que no cuenta nada en particular. Por otra parte, el papel de Guillermina Valdés, tiene por reloj unos cinco minutos y la verdad es que su intento de actuación deja en evidencia el amiguismo con el director. Luis Brandoni y Graciela Borges ponen lo mejor de sí para poder llevar la película adelante, pero no hay forma de remontarla. Es una película más que pasa sin pena ni gloria y es una lástima desperdiciar así semejante talento.