La película, nominada al Oscar en el rubro de animación, está realizada con la técnica del "stop motion" y muestra las dificultades del personaje central para relacionarse con el mundo. La película, nominada para los próximos premios Oscar de Hollywood en la categoría "animación", fue realizada con la técnica del "stop motion" -cuadro por cuadro- y es otro título inconfundible de Charlie Kaufman, quien junto a Duke Johnson, abordan los temas de la incomunicación y la soledad.La animación de los personajes resulta un tanto rígida con respecto a otras producciones del mismo tipo, pero esto no empaña ni resta interés o emoción a un trama ingeniosa que pinta el micromundo imperfecto del personaje central. Michael Stone -con voz de David Thewlis en el original- es un reconocido orador motivacional que atraviesa una crisis existencial. Michael llega a Cincinnati -después de un vuelo con obstáculos que da los primeros síntomas de su enfrentamiento con el mundo- para brindar una charla sobre asistencia a clientes en una convención. En medio de la lucha para controlar su propia angustia y desesperación, él intentará -trabajo mediante- "ayudar" a los otros sin poder hacerlo con él mismo, y libra una batalla en la que aparecen el ingenio, la -des-gracia y el tono cáustico. Anomalisa es un film inteligente, osado en muchos aspectos -con desnudos y sexo- que no ahorra su crítica a la vida rutinaria a través de la mirada del protagonista, quien dejó a su esposa e hijo para ir a un lugar lejano en donde se reencuentra con una ex amante a la que hace tiempo no ve. Claro todo está contado con deseseperación hasta que aparece Lisa -Jennifer Jason Leigh-una huésped del hotel, y su vida cambia para siempre.Las mujeres y hombres que habitan el film tienen rostros que parecen máscaras de mirada triste y de aspecto ambiguo, que impulsan un relato diferente en el que todas las voces suenan iguales para el protagonista, a excepción, claro está, de Lisa. El autor de Eterno Resplandor de una mente sin recuerdos y ¿Quién quiere ser John Malkovich? revisa con entusiasmo los males contemporáneos de la gente común, la misma que se enamora, sufre y extraña. En definitiva, son muñecos en los que nos vemos reflejados.
Un agente del FBI recluta a un ex colaborador que tiene el don de la clarividencia para encontrar a un asesino serial. Anthony Hopkins vuelve al ruedo en un film que atrapa e inquieta. Un asesino serial anda suelto y una investigación policial se pone en marcha para atraparlo es esta "búsqueda implacable" que propone el realizador brasileño Afonso Poyart en medio de premoniciones e innegables influencias de títulos como El silencio de los inocentes, La Premonición y Pecados Capitales. Anthony Hopkins regresa a la pantalla en su doble rol de protagonista y también de productor ejecutivo, como John Clancy, un colaborador del FBI retirado que ha sufrido su propia tragedia familiar. Gracias a su don de la clarividencia, es nuevamente tentado por el agente Joe -Jeffrey Dean Morgan- para colaborar en un caso que deja un reguero de sangre. En el equipo está además la agente Katherine -Abbie Cornish-, en un papel que recuerda a la Clarice que encarnaba Jodie Foster en el film de Jonathan Demme. El guión de Sean Bailey y Ted Griffin ofrece múltiples vueltas de tuerca que son bien aprovechadas por el director en este relato que resulta entretenido y coloca los temas de la ética, la muerte y el consuelo -al que se refiere el título original Solace- como centro de la acción. Acá el perseguidor se encontrará con varias sorpresas y enfrentará sus propios fantasmas mientras la capacidad especial de Clancy se volverá una verdadera maldición cuando se tope con el criminal de turno -Colin Farell-. Los inserts de imágenes inconexas brindan información al espectador e irán completando un rompecabezas en esta película que utiliza además el recurso del flashforward y algunos artilugios visuales -como bala en "cámara lenta"- que la acercan, por momentos, a un relato de ciencia-ficción. El incesante juego del "gato y el ratón" encuentra buenos momentos y, si bien la historia está sobrecargada de detalles, acomoda sus piezas de acuerdo a las exigencias y clichés del thriller para inquietar al espectador. La sola presencia de Hopkins en la pantalla ya sirve como excusa para salir corriendo al cine.
El director mexicano Alejandro G. Iñárritu entrega una película de aventuras de extremo realismo y con un solvente trabajo de Leonardo Di Caprio. El film está nominado a 12 premios Oscar. Inspirada en hechos reales, El renacido es la nueva creación del mexicano Alejandro G. Iñárritu -Birdman, la ganadora del Oscar el año pasado- que está postulada para 12 premios de la Academia de Hollywood, incluyendo el de "mejor película". Un crudo retrato sobre la supervivencia es el que plasma el director de Amores perros en este inhóspito ambiente del oeste americano en 1823. El explorador Hugh Glass -Leonardo DiCaprio- es un cazador de pieles que es atacado por un oso y abandonado por los miembros de su propio equipo. Malherido y lejos de su hogar, junto a su hijo mestizo, Glass emprenderá a duras penas la búsqueda del hombre que lo dejó librado a su suerte y traicionó, John FitzGerald -Tom Hardy-, en medio de un invierno brutal y una sangrientas guerra entre tribus nativas. Con un registro pleno del cine de aventuras -el antihéroe enfrentando varios obstáculos para sobrevivir-, el realizador logra a través de una historia simple capturar la atención del espectador a lo largo de más de dos horas y media. Los temas del hombre enfrentado a la naturaleza y la defensa de la familia aparecen, junto a la venganza, como motores de un relato que sacude. Y no tiene que ver solamente con la precisión narrativa y la belleza de los escenarios naturales registrados magníficamente por la fotografía de Emmanuel Lubezki, sino también por la brutalidad de las situaciones que se presentan. El comienzo con el combate contra los indios y el ataque del oso resultan de extremo realismo e impactan por igual, sin mencionar otras escenas que aquí no adelantaremos. Rodada en exteriores de Canadá y Ushuaia, en medio de una nieve que se va transformando en rojo sangre, la trama progresa con pocas palabras, mucha violencia y tópicos del western. Di Caprio entrega un impresionante trabajo actoral que lleva a su personaje a un gran proceso de transformación, mientras Tom Hardy sorprende por los matices de su rol antagónico. Ambos arrastran al público a una batalla sin límites.
El director Lenny Abrahamson arremete con "La habitación", un crudo y potente drama que tiene 4 nominaciones para los Premios Oscar. Brillan sus protagonistas Jacob Tremblay y Brie Larson, inmersos en un ambiente opresivo. Después de la delirante Frank -2014-, el director Lenny Abrahamson arremete con La habitación -Room-, un crudo y potente drama que tiene 4 nominaciones para los Premios Oscar, en las categorías de película, director y actriz, Brie Larson, reciente ganadora del Globo de Oro como mejor intérprete. El pequeño Jack -Jacob Tremblay- acaba de cumplir 5 años, y es cuidado y protegido por su mamá -Brie Larson- como cualquier otra lo haría, entre juegos, educación e historias que alimentan su imaginación. Sin embargo, la vida de ambos no es como la del resto: están atrapados en una habitación que sólo tiene una claraboya en la parte superior, el único contacto con el mundo exterior. En ese mundo opresivo y oscuro, donde el único visitante es el que hombre -Sean Bridgers- que los mantiene secuestrados, las preguntas del pequeño no tardan en aparecer. ¿Cuáles son las diferencias entre ese mundo gris y el real que Jack no conoce?. ¿La gente de la televisión que siempre está encendida es real y cómo entra en ese cuadrado?. La entrega permanente de la madre por ocultar una realidad horrorosa recuerda a la que hacía el personaje de Roberto Benigni en La vida es bella, pero siete años de encierro no se pueden disimular por mucho tiempo más. Las horas y los días se van transformando en desesperación y las posibilidades de escapar son casi nulas., pero un plan arriesgado podría brindarle al pequeño una vida plena. El film, basado en la multipremiada novela de Emma Donoghue y dividido en dos partes bien diferenciadas, se toma una hora para mostrar el horror del encierro que roza con la locura, la desesperación y dispara la imaginación del niño hasta límites insospechados. Un cuento de supervivencia bien llevado y desarrollado sobre un caso que también mantiene el suspenso y que tendrá otro tratamiento en su segundo tramo. La película se sostiene por su logrado clima dramático y por las impresionantes actuaciones de Jacob Tremblay, un niño que aporta credibilidad a su criatura explosiva de pelo largo y que vive entre dos mundos que no logra comprender, y de Brie Larson, de gran presencia en pantalla y de logrado deterioro físico. También aparece el siempre convincente Wiliam H. Macy en un rol chico pero que le calza como anillo al dedo.Un film contundente que va de la prisión a la desesperación y de la locura a otra suerte de reclusión que tiene que ver con la protección de los personajes ante el avance voraz de los medios de comunicación.
Ronald y Reginald Kray fueron dos hermanos gemelos que lideraron el crimen organizado en la década del 60 en Londres y se convirtieron en seres temidos. En la película Tom Hardy asume con solvencia ambos personajes. El mundo de la mafia golpea nuevamente con esta historia que ya fue llevada al cine por le director Peter Medak en El Clan de los Krays -1990-, con Gary y Martin Kemp como protagonistas. Esta nueva versión está inspirada en el libro de John Pearson, "La profesión de la violencia", y está a cargo del guionista y realizador Brian Helgeland, reconocido por el guión de Los Angeles al desnudo, con el que ganó el Oscar, y Revancha, con Mel Gibson. Ronald y Reginald Kray fueron dos célebres criminales de Londres en la década del 60, dedicados al asesinato, al robo y a la extorsión. De personalidades contrastantes, uno esquizofrénico y el otro homosexual declarado, consiguieron trepar hasta lo más alto del mundo mafioso, generando admiración y miedo en aquellos que los rodeaban. La película muestra además a una inocente Frances Shea -Emily Browning-, una chica de los suburbios controlada celosamente por su madre, que comienza a relacionarse afectivamente con Reggie e ingresa a un mundo que no termina de comprender ni aceptar. El film de Helgeland no ofrece nada nuevo en términos de películas sobre la mafia, concentra algunas escenas de acción pero su fuerte está en la potencia dramática que entrega la doble actuación de Tom Hardy, quien logra imprimirle rasgos opuestos a los dos gángsters gemelos. También la Shea, encarnada por Browning y Leslie Payne, el tesorero de la banda, personaje a cargo de David Thewlis, acaparan la atención del espectador. Lo más interesante y atrapante de la propuesta pasa por el uso de la música y por las explosivas personalidades de los protagonistas. Hardy, aún comiendo y compartiendo un caramelo de limón con su conquista amorosa, nunca deja ese costado oscuro que cautiva a su prometida, mientras que Ronald no ahorra comentarios sobre su condición sexual ante los otros mafiosos de turno. Aún asi, ambos tienen estallidos de violencia y problemas entre ellos. Las reuniones y fiestas siempre son arruinadas por sus actos violentos que no tienen límites, y también desfila una madre que prepara torta y los recibe en su hogar como si se tratase de niños. El relato nunca muestra la niñez de Ronald y Reginald y sólo se focaliza en su ascenso y caída. Dos caras de la misma moneda, la del crimen.
Una adolescente enfrenta una invasión alienígena en este relato que empieza con fuerza y se va desdibujando con el correr de los minutos. Una nueva franquicia de ciencia-ficción asoma en el firmamento cinematográfico. Otra franquicia asoma en el firmamento cinematográfico luego de Los juegos del hambre, un relato pensado para público adolescente y basado en la novela de Rick Yancey que coloca en el ojo de la tormenta a una adolescente de vida normal que debe enfrentar un Apocalipsis extraterrestre que amenaza con destruír la Tierra. Cassie -Chloë Grace Moretz, la actriz de Déjame entrar y Carrie- tiene dieciséis años y escapa sola por el bosque armada con un rifle. Mientras se prepara para la llegada de la mortal quinta ola, conoce a un joven que podría transformarse en su última esperanza. Por su parte, los invasores, conocidos como "Los Otros", merodean con forma humana y un grupo de resistencia integrado por jóvenes inexpertos es preparado por militares -con Liev Schreiber a la cabeza-. Allí está Zombie -Nick Robinson-, un ex compañero de colegio de Cassie que prepara su venganza luego de haber perdido a los suyos. Los temas de la supervivencia, la unión familiar y los códigos de la amistad son los móviles de este relato de ciencia-ficción que alterna presente y pasado a través de flashbacks que pintan los días previos a la llegada de la Primera Ola -y el consecuente corte de energía en todo el planeta-, entre el clima familiar alterado, el romance ingenuo del colegio y una historia que se irá plagando de apariencias engañosas. La lucha de la protagonista consiste no sólo en descubrir al invasor sino encontrar a su pequeño hermano separado en un campo de concentración militar. La película empieza con fuerza en la secuencia de la huída -buen inicio con Cassie y un muchacho al que encuentra herido- y de desastres masivos -la inundación- pero con el correr de los minutos se va tornando más dialogada, con menos intriga y un final que prácticametne se adivina a pesar que está estructurada -y pensada- para convertirse en saga si funciona bien en las boleterías. Chloë Grace Moretz es una buena actriz pero aparece desconcertada ante tanta tragedia y cambio familiar junto a un entorno de sospechosos al que hace frente su personaje, luciéndose sólo en algunos momentos y preparando el camino para lo que seguramente vendrá. Entre tiroteos, persecuciones y engaños, los invasores están de vuelta y controlan las mentes y los cuerpos humanos.
Un hombre que busca venganza reaparece en la vida de su hermano mafioso en este film de acción protagonizado por Daniel Aráoz, a quien le sienta bien su papel de "duro". Presentada hace dos años en el marco del Festival Pantalla Pinamar, la ópera prima de Bruno Hernández está ambientada en un ambiente violento donde el dinero tiene la última palabra. Con el foco colocado en los clásicos de acción y buscando el tono oscuro del thriller, el desafío para el film era grande desde el comienzo. 8 Tiros cuenta la historia de Juan Zanotti -Daniel Araoz, a quien le caen bien los papeles de "duro"-, quien se reencuentra con su hermano Vicente -Luis Ziembrosky- en el funeral de la madre de ambos. Uno es el duro que busca venganza y un ajuste de cuentas familiar -"Hoy es el principio de la promesa" amenaza Zanotti- antes de irrumpir en la vida de su hermano mafioso, investigado por una policía colombiana y un asistente. A través de la estructura del flashback, el director muestra el pasado de los hermanos con un padre severo y un presente peligroso que se teje a partir de los negocios vinculados con las cocinas de drogas . Un ambiente hostil dominado por hombres es el que impulsa esta historia en la que aparece Leticia Bredice en el rol de una prostituta y Rolly Serrano en un papel secundario que le calza como anillo al dedo. Juan enciende motores ya sea en moto o arriba de la camioneta que da título al film, en un relato que sin tener grandes escenas de acción logra concentrar la tensión en cada secuencia, entre cambios de identidad, investigaciones, persecuciones y recuerdos de la infancia. El camino a la redención está por cumplirse.
La dupla integrada por Will Ferrell y Mark Wahlberg logra divertidos momentos en esta comedia familiar sobre dos padres que pelean por el amor de sus hijos. La familias disfuncionales y ensambladas han sido mostradas por el cine en diversas ocasiones y la comedia es un género ideal para plasmarlas. Guerra de papás ofrece una mirada disparatada sobre un caso improbable pero efectivo en términos cinematográficos. Con una narración en off que anuncia que "no es lo mismo ser un padre que un papá" da comienzo una historia en la que "la ley del más fuerte" se instala en clave de humor. El mundo ordenado, rutinario y ocupado de Brad Whitaker -Will Ferrell, quien siempre se mueve cómodo dentro del género como lo hiciera durante años Steve Martin-, un padre de familia que lidia con los planteos constantes de sus dos pequeños, se altera con la llegada de Dusty -Mark Wahlberg-, el ex de su esposa y padre biológico de los chicos en cuestión. Desde el arribo en el aeropuerto, pasando por los gags físicos de buena resolución que van atravesando el relato, el escándalo y la lucha en el seno del "hogar dulce hogar" para recuperar el amor de los hijos, no tardan en aparecer. La casa se convierte entonces en una suerte de ring donde cada uno desplegará su ingenio en una verdadera batalla verbal -y campal- para atravesar una difícil convivencia. El acierto de la película es haber elegido a dos actores disímiles que encuentran en las diferencias de sus personajes el atractivo necesario para explotarlas: desde las morisquetas propias de Ferrell hasta el look físico y sexy de Wahlberg, que viene de papeles de duro en el cine de acción y de su imagen popular en Ted. Las efectivas vueltas de la trama -el desmoronamiento del universo de Brad ante las posiciones que va ganando su adversario- traspasan el ambiente familiar para llegar luego al trabajo, al colegio de los hijos, y hasta el terreno de la medicina -Brad es estéril debido a un accidente que aquí no develaremos- y en que el papel de la mujer -Linda Cardellini- queda como mediadora de tamaña pelea en un casa habitada por extraños. Entretenido de principio a fin, y con momentos disfrutables, se trata de un film chico y bien desarrollado al que no hay que pedirle más.
Para los amantes de la adrenalina y de los deportes extremos llega esta remake de Punto límite, la película dirigida por Kathryn Bigelow en 1991 y que protagonizaron Keanu Reeves y Patrick Swayze. Pasaron los años pero aún se recuerdan las hazañas de sus protagonistas, y Punto de quiebre cuenta ahora con la dirección de Ericson Core, responsable de Rápido y Furioso -2001-, Daredevil -2003- e Invencible -2006-. Un realizador preparado, sin dudas, para llevar a la pantalla semejante desafío en lo que a términos de producción y escenas de riesgo se refiere, a partir del guión de Kurt Wimmer que expande el universo de la película anterior centrada en el surf, y asume un relato que coloca el tema de la investigación policial y jaquea los códigos de la amistad. El joven agente del FBI, Johnny Utah -Luke Bracey- se infiltra en un grupo de atletas en busca de desafíos comandado por Bodhi -Édgar Ramírez, el actor venezolano de Líbranos del mal-, ya que sospecha que el equipo de deportistas es el responsables de una serie de robos y crímenes que se producen de manera inusual. Con un generoso despliegue de escenarios naturales -la secuencia de las motos saltando y bajando por la montaña en el comienzo del film y el salto del avión son realmente impecables-, la acción no tarda en llegar de la mano de un montaje ágil y crispado cuyas tomas no exceden los tres segundos, potenciando de este modo el vértigo del espectador. El punto más flojo del film es la poca química que tiene la dupla protagónica y la escasa empatía generada en el espectador a diferencia de la que imponían Keanu Reeves y Patrick Swayze en el título original. Con una trama que no deja lugar a demasiadas pausas, el acento está puesto en el vértigo tanto en el mar, en el aire y en un salto impresionante que culmina en la caída Salto Angel. Entre un caso que tiene varios puntos en común y una investigación que se pone en marcha de manera vertiginosa, la intención del director es sólo envolver al público como lo hacen las gigantescas olas sobre los surfistas. Ya no están las máscaras de los expresidentes -sólo aparecen en un video- para cubrir la identidad de los ladrones, pero si unos cascos negros que protegen a los villanos con sueños de "espiritualidad" luego de cumplir sus objetivos criminales. En el medio hay tiroteos, golpes y un agente que colabora con el protagonista, encarnado con convicción por Ray Winstone. El resto lamentablemente pierde fuerza en una historia que no profundiza demasiado en los comportamientos de sus personajes y elige una narración muy propia del videoclip para mostrar enloquecidas destrezas.
La "road movie", un género en sí mismo, es la excusa ideal para que el director Francisco Varone instale una travesía inusual de la mano de personajes que esperan y buscan una nueva dirección en sus vidas. En ese sentido, Camino a la Paz, elige a través del humor y la emoción, una historia que se apoya en la atracción de los opuestos. Sebastián -Rodrigo de la Serna-, un joven sin trabajo que realiza algunos viajes con su amado Peugeot 505, recibe a un pasajero particular, Jalil -Ernesto Suárez-, un anciano musulmán que solicita sus servicios de transporte y, que un día, le ofrece una gran suma de dinero para que lo traslade desde Buenos Aires hasta La Paz, en Bolivia. Nada menos. Poco convencido al comienzo, Sebastián acepta finalmente la propuesta y deja atrás su rutina y a su novia, para embarcarse en un viaje en el que las dificultades están a la orden del día. Amante de la música de Vox Dei y fumador incansable, Sebastián desatará la molestia de su cliente -y viceversa- pero con el correr de los días, irán limando asperezas y también se sumará un simpático perro al viaje. La película de Varone acierta en las creación de los climas y en las situaciones insólitas -ambos deben ocupar la habitación de un albergue transitorio en la ruta- que se plantean a partir de diálogos que van mostrando lentamente los dos mundos diferentes de los personajes. El choque de culturas e intereses irá integrándose en esta travesía conmovedora que logra atrapar al espectador gracias a las actuaciones de la dupla protagónica, que lleva adelante a criaturas disímiles en caracteres y edades. Sin otras intenciones que las de mostrar el camino hacia la espiritualidad y la luz que afronta Sebastián, el film también traslada sus ideas sobre la vida y la muerte, y las oportunidades que aparecen una sola vez en la vida. Con el magnífico marco escenográfico que ofrece la naturaleza, el film coloca en primer plano emociones, miradas y silencios a lo largo de un camino hacia la redención.