El film nacional se inscribe dentro del terror gótico, juega con las apariciones fantasmales y coloca a un joven sacerdote frente a la encrucijada de la fe, la ciencia y la desolación de la muerte. Después de La plegaria del vidente, el eficaz thriller con elementos de terror estrenado el año pasado, el director Gonzalo Calzada juega su segundo largometraje en la línea del horror gótico, con una casa encantada, con mucha niebla y una plaga que no sólo trae muerte, sino también algunas sorpresas. Apoyada en una sólida factura técnica en la que sobresalen encuadres, tomas cenitales y un logrado clima de amenaza constante, esta película argentina está ambientada en la epidemia de fiebre amarilla que azotó la ciudad de Buenos Aires en 1871. Con un comienzo que incluye ilustraciones de Enrique Breccia, la historia se centra en la partida de un joven sacerdote -Martìn Slipak, el mismo de Sin retorno y la reciente Cómo ganar enemigos- hacia Buenos Aires para ayudar a víctimas y enfermos de la terrible epidemia, pero kilómetros antes se detiene en la quinta de su familia y encuentra que su hermano y todos los suyos están infectados. El relato juega con las apariencias fantasmales y coloca al personaje central en una encrucijada en la que fe y ciencia se enfrentan al igual que el hombre frente a la desolación de la muerte. Junto a un casero -Patricio Contreras- y a un misterioso curandero -Vando Villamil- al que todos recurren, los personajes no tardarán en darse cuenta que están en el mismísimo infierno. Resurreción está estructurada en capítulos y logra sus mejores momentos en su primer tramo mientras deja para el final demasiadas explicaciones que extienden la acción y juegan en contra de la lograda atmósfera inicial. De todas formas, la película inquieta al espectador con su ambiente tenebroso, habitaciones vacías, féretros que se abren y gente ahorcada en medio de una trama en la que el Diablo también mete la cola. Por momentos son varios los elementos que entran en juego en este relato donde la intriga echa sus cartas a partir de temas como el satanismo y las muertes sospechosas. Calzada construye además una metáfora sobre la resurrección y la destrucción del cuerpo trazando un paraelismo entre el sacerdote y la pasión de Cristo. El bien y el Mal, una vez más están enfrentados en un entorno que huele a muerte.
El director Danny Boyle entrega una relato menos lavado que el estrenado en 2013 y echa luces y sombras sobre el polémico cofundador de Apple. Sobresalen Michael Fassbender y Kate Winslet. Si Jobs -2013-, protagonizada por Ashton Kutcher mostraba al cofundador de Apple como un joven rebelde, hippie y soñador, el director Danny Boyle echa luz sobre su faceta más brillante pero también oscura del personaje central interpretado ahora por Michael Fassbender, visto recientemente en Macbeth. También su genio y figura quedó capturada en Steve Jobs: The Man in the Machine, el documental dirigido por Alex Gibney. Escrita por el ganador del Oscar, Aaron Sorkin -La red social-, la película cuenta momentos claves en la vida de Jobs antes de la presentación de sus productos y ante un auditorio colmado. Steve Jobs nos traslada detrás de los bastidores de la revolución digital, durante el lanzamiento de tres productos icónicos y termina en 1998 con la inauguración de la iMac. No todo lo que brilla es oro, y el espectador verá además los conflictos que tuvo con la gente que lo rodeaba, desde asistentes, empleados y hasta su mujer y su hija, en los minutos previos a las presentaciones en sociedad de sus amadas criaturas. A pesar de su extensiòn de dos horas, el film de Boyle resulta un atractivo retrato del hombre que cautivó a multitudes por su legado y por la manera en que el cineasta lo plasma en imágenes. Boyle aprovecha la tensión de los diálogos y los escenarios -las paredes de un largo corredor- para imprimir imágenes vertiginosas y un archivo previo a las inauguraciones de sus productos, con el respaldo de una banda sonora que potencia los climas previos. Su lenguaje cautiva y seduce a través de una historia que no deja puntas sueltas ni juzga al personaje. En lo que respecta a las actuaciones, Fassbender, candidato casi obligado a llevarse el premio Oscar en la próxima edición, entrega a un personaje tan amado como cuestionado por su accionar, incluso en su ámbito familiar. También sobresalen Kate Winslet como su mano derecha, la única mujer capaz de enfrentarlo y que conoce su "talón de Aquiles", además de Jeff Daniels como John Sculley y Seth Rogen en la piel de Steve Wozniak, el hombre que siempre mira y cuestiona desde la platea. Entre pasado y presente, el film hace referencia al creador de la computación Alan Turing -recreado en la magnífica El código enigma- y sobresale la escena del encuentro con su hija adolescente que lleva un walkman. "Pronto llegará el día en que todas esas canciones no necesiten de cassettes. Sé como hacerlo".
Respetando la estética y el concepto de las tres películas originales, el equipo liderado por el realizador J. J. Abrams entrega un atrapante relato de ciencia-ficción, acción y humor, y abre una puerta en una galaxia muy lejana. La expectactiva terminó y Star Wars: Episodio VII: El despertar de la Fuerza es una realidad para beneplácito de sus seguidores. No es para menos tratándose de una película que ha atravesado a varias generaciones. Ésta sitúa la acción treinta años después de la trilogía original, La guerra de las galaxias, El imperio contraataca y El regreso del Jedi, las tres quizás más festejadas por el público. El director J. J. Arbahms, un realizador muy bien posicionado en el género fantástico luego de la serie Lost, Montruoso, Super 8 y del reboot de Star Trek, sabe crear climas, dirigir actores y entrega un relato bien dosificado que presenta nuevos personajes a partir de subtramas que alcanzan el interés adecuado a partir del guión que le pertenece, junto a Lawrence Kasdan y Michael Arndt. Star Wars: Episodio VII: El despertar de la Fuerza tiene todo para atrapar al público y recurre al toque nostálgico cuando trae nuevamente a Han Solo -Harrison Ford, quien aparece a los 45 minutos del film-, Leia -Carrie Fisher-, Chewbacca -Peter Mayhew- y a los recordados robots C-3PO y R2D2, que se mantiene en modo de "bajo consumo", además de una galería de criaturas asombrosas y nuevos personajes. La galaxia todavía está en peligro y un misterioso guerrero, Kylo Ren -Adam Driver- sube al poder. Frente a esta nueva amenaza, surgen y cruzan sus caminos el soldado imperial Finn -John Boyega-, que traiciona a Ren y se une al piloto Poe -Oscar Isaac-, enviado por Leia para una misión importante y Rey -Daisy Ridley-, la joven que lleva una espada láser y está acompañada del simpático droide BB-8. La aventura y los desafíos los esperan en su camino para encontrar al guerrero más poderoso, el Maestro Jedi Luke Skywalker -Mark Hamill-. El máximo acierto de la historia es conjugar en su medida justa la acción, la intriga -con una sorpresa que obviamente no develaremos- y la lucha de poderes a través de criaturas que desafían su propio destino. En esta oportunidad, los grandes escenarios, el despliegue visual de los combates entre naves y las peleas con sable láser en mano, nunca pierden la fuerza y se ven potenciados por los efectos digitales que no fagocitan una película que mantiene una estética clásica. Todo está apoyado por la maestra batuta de John Williams, un elenco que sostiene el andamiaje y un buen uso del recurso del 3D que convence en sus secuencias para acentuar la profundidad de campo, las alturas y con una nave que parece salir de la pantalla. El resto es puro disfrute para las nuevas generaciones y la excusa ideal para que los adultos vuelvan a una galaxia muy lejana, como si se tratara de un cuento que nos convierte, una vez más, en chicos con ganas de vivir muchas aventuras en el espacio.
Ya sin Jason Statham, la película quiere convertirse en una nueva saga con Ed Skrein como protagonista. Lo que comienza de manera entretenida se transforma en un producto reiterativo y con débiles villanos. Jason Stathan ocupa un lugar destacado dentro del cine de acción actual y su carrera se potenció con El transportador -2002-, que tuvo dos secuelas filmadas en 2005 y 2008, pero parece que para encarar este proyecto pidió demasiado dinero y el productor Luc Besson lo alejó de la nueva película. Ahora el personaje de Frank Martin, el chofer experto en lucha que hace entregas sin preguntar demasiado y sigue sus reglas al pie de la letra, es encarnado por Ed Skrein -de la serie Game of Thrones- en El Transportador Recargado, que cuenta con la dirección de Camille Delamarre -el mismo de Brick Mansions-. Ambientado en la Riviera francesa en 1995, con un prólogo que muestra el negocio de la prostitución y una venganza que comienza a gestarse lentamente, el film ostenta una factura técnica cuidada, montaje ágil y siempre respetando los códigos de una saga en la que lo imposible se hace real. La nueva historia sumerge al protagonista en el ojo de la tormenta: Frank Martin recobra la relación perdida con su padre -Ray Stevenson- y es interceptado por una "femme fatale", Anna -Loan Chabanol-, quien junto a tres compañeras está planificando un robo bancario contra los delincuentes que las esclavizaron. Con este esquema El transportador Recargado no deja de lado las vertiginosas persecuciones automovilísticas, las luchas cuerpo a cuerpo en una disco, en un estacionamiento y acción a bordo de yates lujosos, además de intercalar tomas aéreas sobre sinuosas carreteras. Sin embargo, el resultado no es el mismo, se siente la ausencia de Statham en el rol central y la inexpresividad del nuevo héroe no convence a pesar de su habilidad para los golpes, lo que debilita una trama sencilla que tampoco cuenta con villanos para el recuerdo. Y éste es un punto fuerte en un relato de estas características. Si bien todo aparece orquestado hasta el más mínimo detalle resulta poco verosímil el papel del padre de Frank, un experto que ha salido de situaciones difíciles y es atrapado como "carnada" para que el chofer se encienda como pólvora y salga en su rescate. Son las reglas del juego y los productores ponen nuevamente primera y aceleran a fondo.
El film, una remake de "El secreto de sus ojos", cuenta con la producción ejecutiva del mismo Campanella y entrega una historia de suspenso con giros y cambios en la que se lucen sus protagonistas. Secretos de una obsesión es la adaptación norteamericana del film nacional El Secreto de sus Ojos, ganador del Pemio Oscar, y cuenta con la producción ejecutiva de Juan José Campanella mientras el timón lo toma el director Billy Ray -el mismo de Capitán Phillips-. Este es un relato de suspenso, un thriller que va entrelanzando pasado y presente para contar la historia de una investigación que se desata en torno a un crimen pero no en el contexto en el que lo hacìa el film original, sino en un territorio marcado por las luchas antiterroristas. Dos investigadores del FBI, Ray -Chiwetel Ejiofor, el actor de 12 años de esclavitud- y Jess -Julia Roberts-, junto a la fiscal de distrito, Claire -Nicole Kidman-, descubren el crimen de la hija adolescente de Jess. Trece años más tarde y luego de haber buscado obsesivamente al asesino, Ray encuentra una nueva pista que lo conduce a resolver el caso. Una trama llena de secretos, obsesiones, apariencias engañosas y venganza se pone en marcha y se extiende a través del tiempo en este film llevado con ritmo y sin demasiadas sorpresas. En el papel que antes hacía Ricardo Darín aparece Chiwetel Ejiofor, el hombre obsesionado por llegar a la verdad aunque eso cueste su prestigio; Dean Norris es el ayudante del protagonista en un rol que antes encarnó Guillermo Francella y la misma Julia Roberts lleva adelante una buena labor interpretativa -totalmente desencajada- como la madre que perdió a su hija, en un cambio de sexo con respecto a la historia orginal donde Pablo Rago cubría ese papel. También aparece en la pantalla un convincente actor como Alfred Molina. Hay una escena en un ascensor que concentra tensión, la persecución del adolescente sospechoso que mantiene la intriga y también está la esperada secuencia de la cancha de fútbol y un final que se extiende más de lo debido y resulta más explícito que el visto en la película ganadora de la codiciada estatuilla de Hollywood. Si bien cumple su cometido está lejos de los climas logrados en la versión original, en la que el contexto local era reconocible. Las comparaciones son odiosas y acá buscar las diferencias y similitudes es una tarea para los espectadores argentinos.
La familia aparece nuevamente amenazada en tiempos festivos con esta divertida combinación de comedia ingenua y terror. La aparición de Krampus, un demonio que castiga a los escépticos, trae "regalitos" que perturban la paz del hogar. Después de la fallida Cuentos de Halloween, de reciente estreno, era de esperar otra festividad abordada por el cine de terror. En este caso, Krampus, una película que parece salida de la factoría de productos ochentosos como Gremlins -1984-, y en la que la Navidad se tiñe de rojo. El film es bienvenido en un marco general en el que el género se repite y elige fórmulas ya explotadas hasta le hartazgo. Con cierto tono nostálgico marcado por títulos populares del género, el director Michael Dougherty -el mismo que también realizó Trick ‘r Treat en 2007- elige una historia en la que el consumismo desenfrenado -secuencia que abre la película- el egoísmo y la hipocresía se imponen al clima espiritual que supone la celebración de las fiestas. En ese contexto el relato castiga esas faltas con una siniestra presencia. En el "hogar, dulce, hogar", los padres -Adam Scott y Toni Colette, de Sexto sentido- esperan junto a sus hijos Max -Emjay Anthony- y Beth -Stefania LaVie Owen- la llegada del hermano del marido y su numerosa prole para compartir las fiestas y engrosar el árbol navideño. Entre hermanos, primos vengativos, una tía holgazana que no colabora -Conchata Ferrell - y la presencia de una abuela que sabe más de lo que dice, los conflictos no tardan en aparecer. El choque de usos y costumbres forma parte de un encuentro que es alterado cuando un corte de luz afecta la zona y los deja a merced de la nieve y de fuerzas que no comprenden. El pequeño Max, desilusionado y burlado por sus primos, se convierte en el bastión de su familia ante la furia desatada por Krampus -que ya tuvo olvidables apariciones en el cine-, una antigua fuerza demoníaca que no perdona a los escépticos y también baja por la chimenea acompañado de "entrañables" iconos navideños que adquieren vida propia y amenazan la paz del hogar. Quizás no queda claro el público al que apunta esta película en la que lo cotidiano se transforma en pesadillesco y que dispara sus dardos de humor, gritos y comedia ingenua, pero que resulta entretenida y está concebida como una suerte de tren fantasma casero donde payasos siniestros, duendes y una oscura figura con cuernos hacen de las suyas...
En "Regreso a casa" el cineasta chino Zhang Yimou narra la historia de amor de una pareja resquebrajada por la amnesia y la Revolución Cultural China. El emblemático director chino Zhang Yimou plasmó sus historias de amor, sumisión y lucha de poderes a través de relatos que también imponen siempre un marco histórico y social convulsionado. Desde sus primeras creaciones como Sorgo Rojo, La linterna roja y Adiós a mi concubina hasta La casa de las dagas voladoras y La maldición de la flor dorada, Yimou combina el clima nostálgico y dramático con una estética de construcción pictórica en cada fotograma que deja su sello inconfundible y acompañado, claro está, por su musa inspiradora, la actriz Gong Li. En Regreso a casa -Coming Home- el cineasta narra la historia de amor de una pareja resquebrajada por la amnesia y la Revolución Cultural China -1966-1976-. En la trama aparecen la profesora Wanyu -Gong Li- y su hija Dandan -Zhang Huiwen-, dedicada a la danza y en una feroz lucha por conseguir el papel protagónico en una obra, mientras su madre recibe la noticia de la fuga de su marido Lu Yanshi -Chen Dooming-, detenido como un preso político. Pero la vida de ambas da un giro radical cuando la hija no consigue su rol como consecuencia de la fuga de su padre, quien regresa a casa y se encuentra con una mujer que recuerda muy poco de su pasado. La espera y la memoria colectiva son trasladadas a la pantalla grande entre un clima familiar alterado y una nieve que también derrite las esperanzas de los personajes. Con cartas, vigilias en una estación de tren y la música como único elemento movilizador de la historia, Yimou logra un atrapante equilibrio dramático que, si bien no llega a la altura de sus otros trabajos, deja en claro que se trata de un artista de la narración que ahora pone su foco en los tópicos de la separación , el reencuentro y la esperanza de que Wanyu recupere su mente luego de casi veinte años de distanciamiento. El film, lejos de caer en golpes bajos o situaciones lacrimógenas, describe minuciosamente cómo los grandes acontecimientos sociales y políticos afectan y transforman las vidas de gente que fue separada sin explicaciones y deja en el camino sueños, afectos y esperanza. Los laberintos del pasado dicen presente en una película con grandes actuaciones.
El policial ambientado en Ciudad del Cabo va a contrapelo de las producciones hollywoodenses y desnuda una amenaza y las penurias de sus personajes. Sorprende la dupla protagónica integrada por Forest Whitaker y Orlando Bloom. Si algo tiene Operación Zulú es que se trata de un policial que va a contrapelo de las producciones hollywoodenses y mientras avanza en su línea narrativa de investigación también deja expuestas las penurias de sus personajes centrales. El film cuenta con el guión y la dirección de Julien Rappeneau -sobre un libro de Caryl Ferey- y se adentra en las sombras del apartheid y de una nueva amenaza que surge en la sociedad sudafricana contemporánea. Con mano segura, el realizador entrega una historia que inquieta desde el principio, cuando vemos a un pequeño perseguido luego de la matanza de su padre. Ambientada en Ciudad del Cabo y centrada en la investigación del asesinato a golpes de una chica adolescente, tres detectives se lanzan para resolver el caso: Ali Sokhela, un siempre convincente Forest Whitaker -el chico del inicio que ahora de adulto arrastra un drama profundo;Dan Fletcher -Conrad Kemp- y Brian Epkeen -Orlando Bloom en un papel que lo sitúa en lo más alto de su carrera-. Los tres descubren la punta del iceberg pero detrás aparece el tráfico de una nueva droga, una verdadera arma química destinada a destruír a la población. La trama produndiza en el enigma policial a través de situaciones violentas -como en la secuencia de la playa- y va dejando al descubierto los dramas de Alí, quien mantiene una relación de protección con su madre indefensa, y de Brian, quien intenta restablecer el vínculo con un hijo adolescente en medio de una vida llena de excesos luego de su separación. Y también está el caos, los crímenes, los códigos de la amistad y la pericia de profesionales que intentan poner orden al desorden. El clima de inminente peligro que se cierne sobre un círculo en particular y que amenaza con extenderse, las conveniencias y triunfos de una mega empresa y un final con una persecución en medio de zonas áridas forman parte de un film recomendable, sin fisuras y que logra pegarnos a la butaca con su espiral ascendente de violencia y donde el concepto de perdón dice presente.
En su segundo largometraje, el director Santiago Fernández Calvete aborda una historia de engaño, muerte y sospechas con buen pulso narrativo, aunque por momentos resulta confusa. En la co-producción argentino-mexicana, Testigo íntimo, el director Santiago Fernández Calvete -La segunda muerte- elige nuevamente el cine de género para contar una historia inquietante que gira en torno a una infidelidad y a dos hermanos que comparten la misma mujer. Sin abandonar el tono de suspenso desde el comienzo, la trama coquetea permanentemente con una situación de peligro inminente y con la exposición a la que estamos sujetos en la vida cotidiana debido al uso de las tecnologías. De este modo, los teléfonos celulares se convierten en protagonistas y testigos de todo lo que va ocurriendo, con mensajes y leyendas que se ven en pantalla. Facundo -Felipe Colombo- es un abogado en ascenso que trabaja para el estudio de su suegra -Graciela Alfano en su regreso al cine- y está casado con Ángeles -Evangelina Cueto-, quien está convencida que el joven la engaña con otra. Así entra en juego Violeta -Guadalupe Docampo, una actriz que aparece por suerte cada vez más seguido en la pantalla grande-, la esposa de su hermano Rafael -Leonardo Saggese-, un boxeador profesional. Y las cosas se complican cuando Violeta aparece muerta. El film juega, al igual que los personajes, con situaciones de manipulación y seducción mientras las sospechas empiezan a apuntar a los diferentes personajes: Rafael teme que todas las pruebas recaigan sobre él, y le pide ayuda a su hermano para que lo salve de ir preso. Con una edición rica en detalles y una historia con excesivas vueltas de tuerca que por momentos resultan confusas, la película está ambientada en escenarios fastuosos, colocando en primer plano la intriga, la culpa y también los toques macabros para poder deshacerse del cuerpo. Entretenida y cuidada en sus rubros técnicos, el espectador será testigo de las relaciones peligrosas y de la infidelidad como crónica de una muerte anunciada.
Esta entrega final concentra acción, peligros y resalta el valor de la familia ante el caos. Jennifer Lawrence encuentra sus mejores momentos en una película dividida en dos partes que tiene lo que a la anterior le faltaba. Y llegó el final de una saga exitosa, dividida en dos partes por esas cuestiones del negocio cinematográfico. En Los Juegos del Hambre: Sinsajo Parte1, Katniss -Jennifer Lawrence- era parte del proceso que se venía gestando: una rebelión contra el gobierno de Snow -Donald Sutherland-. La vida ya no era como ella había imaginado y menos si la presidenta del Distrito 13 -Julianne Moore- deseaba convertirla en un símbolo de la revolución, en un "Sinsajo" para mostrar al resto de los distritos. Este último eslabón de la saga de acción y ciencia-ficción, Los juegos del hambre: Sinsajo Parte 2, encuentra a la protagonista sin voz y vemos a Peeta -Josh Hutcherson- capturado por el Capitolio en el film anterior y sometido a terribles torturas psicológicas. La heroína de arco y flecha emprende ahora, junto a su grupo de amigos Gale -Liam Hemsworth-, Finnick -Sam Claflin- y Peeta, una misión con la unidad del Distrito 13, en la que arriesgarán sus vidas para liberar a los ciudadanos de Panem que está sumida en una verdadera guerra, mientras planean un atentado contra Snow. El film de Francis Lawrence concentra acción, peligros y resalta el valor de la familia ante el caos. Jennifer Lawrence encuentra sus mejores momentos en esta película que tiene lo que a la anterior le faltaba: persecuciones, trampas y ataques bien ejecutados. Lamentablemente el personaje de Plutarch -Phillip Seymour Hoffman falleció luego del rodaje de la anterior- aparece sin resolución pero su texto está plasmado en una carta que Haymitch -Woody Harrelson- lee a Katniss. Las secuencias de mayor impacto son las olas de barro que inundan y van acorralando a los personajes y la irrupción de los Mutos, unas voraces y extrañas criaturas que los acosan en su travesía por un acueducto. Con más de dos horas de duración, la saga tiene un digno broche final que seguramente despertará la adhesión de sus seguidores y de un público acostumbrado a la visión apocalíptica que proponen este tipo de relatos, entre lucha de poderes, y paredes de concreto que esconden toda posibilidad de esperanza y encierran a unos habitantes que claman por su libertad.