Otro buen documental del polifacético Néstor Frenkel Néstor Frenkel es una figura que podría calificarse camaleónica dentro de la cinematografía local. En su carrera se perfilan numerosas vetas que incluyen la dirección de sonido, el montaje además de ser guionista y director de todos sus films. Es un habitual invitado del BAFICI (“Construcción de una ciudad”, por ejemplo) y en esta oportunidad presenta su quinto largometraje fuera de competición. Salvo el primero (“Vida en Marte”) los restantes pertenecen al género documental tal como acontece con “El gran simulador” que tiene algún punto de contacto con “Amateur”, su inmediato anterior. En ambos casos se ocupa de personalidades singulares, un director de cine “Amateur” en un caso y aquí un mago o como él prefiere que lo llamen ilusionista. El personaje en cuestión es René Lavand, tal su nombre artístico, que nació en verdad como Héctor René Lavandera en 1928. Pero su singularidad no responde sólo a ser un famoso artista con las cartas, tanto españolas como de poker, sino a que hace trucos con la mano izquierda, dado que la derecha la perdió en un terrible accidente cuando apenas tenía nueve años. Lavand vive en Tandil desde hace muchísimo tiempo y lo acompaña desde hace treinta años Nora Gómez, su fiel pareja. Su hermosa casa contiene lo que él denomina su “laboratorio”, en verdad no mucho más que un paño verde donde ensaya nuevos trucos. Pero además la decoración está compuesta por numerosos cuadros (un fresco famoso con las manos de Michelangelo), su colección de sesenta bastones, sombreros e incluso una espada anatómica para zurdos. Frenkel utiliza con inteligencia muchas imágenes de archivo como aquéllas en que se lo ve con Ed Sullivan o Johnny Carson y también en nuestra televisión en la lejana década del sesenta así como sus célebres visitas a sets en Japón y Europa, por ejemplo. Quizás una de las mayores atracciones de este sólido documental sean las filmaciones actuales de notables trucos como el de las tres migas o también de las tres cartas que incluyen al as de oro. Pero sólo viendo el film se podrá apreciar la “magia” de René Lavand, quien con sus ochenta y cuatro años es un volcán por lo activo y por como se enfurece por ejemplo cada vez que lo llaman (equivocadamente) a su casa pidiendo un remise. Como lo afirma en más de una oportunidad, el mago ilusionista de Tandil se considera un autodidacta ya que todos los libros y técnicas son p
Notable debut de Dustin Hoffman como director En 1967 y a la edad de treinta años, Dustin Hoffman inició con “El graduado” una carrera fulgurante con al menos diez títulos difícilmente olvidables. Sólo dos años después, en la que quizás fue su más gran composición como el vagabundo neoyorquino Ratso Rizzo, la ganadora del Oscar “Perdidos en la noche lo consagró definitivamente como uno de los máximos talentos del cine de la época. En la década del ’70, “Lenny”, “Todos los hombres del presidente”, “Maratón de la muerte” y “Kramer vs. Kramer” confirmaron las expectativas. El siguiente decenio aún daría algunos títulos destacables como “Lenny” y “Rain man”. Pero de ahí en más su carrera actoral entraría en una cierta declinación generalmente en roles secundarios como los de la serie de los “Fockers” junto a Robert de Niro entre otros. Afortunadamente, Hoffman tomó una decisión tardía y muy celebrable que es la de pasarse del otro lado de la cámara. Y el resultado es “Rigoletto en apuros” (“Quartet”), una pequeña joyita que ya debe ser incluida entre lo mejor de este año en materia cinematográfica. El actor, nacido en Los Angeles, no dudó a la hora de elegir la localización en mudarla de continente y por lógica rodearse de actrices y actores ingleses. Y confirmar de esta manera que entre los más grandes intérpretes de cine (y teatro) Gran Bretaña continúa teniendo un liderazgo indiscutible. Ambientada en un hogar donde conviven pacíficamente un conjunto de cantantes líricos retirados, la calma se quebrará cuando ingrese Jean Horton (Maggie Smith), alterando la vida de varios de sus ex colegas. Quien más se verá afectado será Reggie, su ex marido, en una notable y muy medida actuación de Tom Courtenay. Difícil olvidar sus grandes interpretaciones en “El mundo frente a mí” (de Tony Richardson) y “El vestidor”. Distinta será la reacción de Cissy, de muy buen carácter, afectada de un deterioro progresivo por perdida de la memoria. Un rol difícil que Pauline Collins (“Yo amo a Shirley Valentine”) sortea con gran profesionalidad. Está también Wilf, el eterno Don Juan, quien se resiste a reconocer el paso de los años y que tan bien compone el escocés Billy Connolly. Este es el cuarteto del título original, que alguna vez cantaron juntos y que difícilmente pueda nuevamente ser recreado. Ocurre que anualmente se celebra en la institución que los alberga el aniversario del nacimiento de Verdi, pero convencer a la recién llegada a volver a recrear “Rigoletto” será el nudo de la trama. En algún momento cuándo le ofrezcan a Jean cantar con ellos les espetará un rotundo “Over my Dead Body!”, pero la réplica “Is that a Yes?” no se hará esperar. A destacar también la presencia de Michael Gambon, otro grande del cine británico en divertido rol. Un choque estupendo de actores a los que se agrega una banda sonora compuesta de varios fragmentos de óperas famosas será disfrutado por melómanos y aún aquéllos que no lo sean. Con el plus de que la mayoría de los internos del hogar son verdaderos músicos, cuyos nombres y logros aparecen en los títulos finales como justo reconocimiento a un notable debut en la realización de Dustin Hoffman.
Obra de teatro con acertado traslado a la pantalla cinematográfica El estreno de “El premio” (“Le prénom”) en Argentina se produce apenas algunas semanas después de su presentación teatral, bajo la dirección de Arturo Puig. El film fue codirigido por Matthieu Delaporte, autor de la obra original, y Alexandre de la Patellière. Cinco son los personajes centrales, transcurriendo casi toda la acción en la casa del matrimonio integrado por Pierre y Élisabeth, que interpretan Charles Berling (“Los destinos sentimentales”, “Juegos peligrosos/Ridicule”) y Valérie Benguigui respectivamente. Allí llega Vincent, hermano de Élisabeth, cuya esposa Anna (Judith El Zein) arribará más tarde. También está presente Claude, a quien se lo describe como un “hombre de gran sensibilidad” que de chico era el único varón en las clases de ballet de Élisabeth y que actualmente toca el trombón en la orquesta filarmónica. Patrick Bruel (“Un secreto”, “Cena de amigos”) es Vincent, quien al llegar les anuncia que Anna está embarazada y que esperan un varón. Hasta ahí todos contentos pero cuando les anuncia que ya tienen elegido el nombre, los demás tratan de adivinarlo. Como ayuda, Vincent les dice con que letra empieza y como nadie logra acertar finalmente termina por revelarlo. Y allí empiezan las recriminaciones y discusiones por lo inapropiado de la selección. La situación se complica mucho más cuando se incorpora Anna a la cena, consistente en couscous y otras delicias típicas de los emigrados franceses de Argelia (“pied-noirs”). Ella habría sido quien eligió el nombre pensado para el bebé (sería un “spoiler” revelarlo acá), pero que en verdad no es el que mencionó Vincent. La ira de los demás comensales se vuelcan entonces sobre la recién llegada. Cuando el marido finalmente aclara que todo era un chiste, ya parece tarde para remediar la situación. Esa primera mitad de “El nombre” no es, sin embargo, la más brillante de la comedia al estar demasiado enfocada en el fatídico nombre, que una vez revelado baja el interés del espectador. Lo más interesante está por venir ya que el “ajuste de cuentas” será de todos contra todos. Vincent será acusado de egoísta, se descubrirá un “crimen” de la juventud de Pierre a quien se tratará además de avaro (“radin” en francés, mal traducido como “miserable” cuando hubiese sido preferible usar el más apropiado “avaro”). Pero quien más sufrirá los embates del resto será Claude a quien le criticarán su uso y abuso del color naranja en su vestimenta y su dudoso comportamiento con las mujeres. Será el momento de nuevas revelaciones que incluso involucrarán a Francoise, la madre de Vincent y Élisabeth, en corta aparición de la gran Francoise Fabian (“Mi noche con Maud”), a punto de cumplir ochenta años en la vida real. Los realizadores logran algo difícil de conseguir como es el traslado de la obra teatral al cine y los resultados son más que alentadores para hacer recomendable la visión de “El premio” y seguramente verla en teatro para comparar ambas versiones.
Primer drama de Taratuto tras tres comedias exitosas Juan Taratuto corría el riesgo de ser encasillado como un típico director de comedias comerciales. Tanto su debut (“No sos vos, soy yo”) como su segundo largometraje (¿Quién dice qué es fácil?) además de compartir el mismo género tenían en el rol central a Diego Peretti, a quien a esta altura ya se lo puede calificar como su actor “fetiche”. Su tercera comedia (“Un novio para mi mujer”) apuntó aún más alto, comercialmente hablando, al convocar a Adrián Suar, hoy por hoy la máxima figura local en la comedia de la misma manera que Ricardo Darín lo es en roles dramáticos. Con esos antecedentes pocos hubiesen apostado a un cambio de registro tan agudo como el que muestra en “La reconstrucción”, cuarto largometraje en su exitosa carrera. Lo único en común con algunos de sus films anteriores es el regreso de Peretti, aunque en un rol totalmente opuesto, lo que valoriza su riqueza actoral. Eduardo, su personaje, es un técnico petrolero que trabaja en el sur argentino, cerca de Río Grande y no muy distante de Ushuaia, a la que se dirigirá al ser convocado por su amigo Mario (Alfredo Casero). Este se encuentra en un estado delicado de salud y necesita que durante unos días, en que se hará unos tests en un hospital, Eduardo lo reemplace en la atención de su negocio de ventas de souvenirs. Mario a su vez está casado con Andrea (Claudia Fontán) y tiene dos hijas adolescentes (notables performances de Eugenia Aguilar y María Casali). La galería de personajes se reduce a este reducido núcleo, lo que resulta comprensible dado que Mario y especialmente Eduardo no parecen tener muchos amigos ni familia cercana. En verdad a lo largo del relato se irá revelando que el último nombrado tuvo una esposa y conserva un hijo, del que está bastante distanciado. Los dramáticos acontecimientos que tendrán lugar de allí en más son algo previsibles, siendo el título de la película bastante revelador. Pese a lo señalado el enfoque intimista de Taratuto, con predominio de silencios y monosílabos sobre todo en el personaje de Peretti, sostiene la trama y en algunos momentos, como uno cerca del final logran conmover al espectador. Es saludable el intento del realizador en su giro dramático y destacables las interpretaciones que consigue de sus actores. Los aspectos técnicos: fotografía (Nico Hardy) y música (Iván Wyzogrod) realzan los logros de “La reconstrucción”.
¿Será realmente la última película de Soderbergh? Steven Soderbergh es sin lugar a dudas el más prolífico de los directores norteamericanos, superando incluso en los últimos 24 años, desde su auspicioso debut con “Sexo, mentiras y video”, a Woody Allen. A diferencia del realizador de “Medianoche en Paris”, su carrera es algo irregular con algunos otros films destacables (“La gran estafa”, “Erin Brokovich, una mujer audaz”, “Traffic”, “King of the Hill” – no estrenado) y otros de discreto nivel. Soderbergh ha declarado que “Efectos colaterales” (“Side Effects”) su largometraje número 27, será su última película. Posiblemente se trate también de una de las más logradas gracias a un atrapante guión de Scott Z. Burns, que ya lo acompañó en obras recientes como “Contagio” y “El desinformante” (no estrenada en cine). Se trata de un thriller, aunque encuadrarlo así quizás resulte algo reduccionista por lo que se podría ampliar la definición de género a “thriller psicológico” que haría más justicia a la propuesta. De hecho dos de los cuatro personajes centrales son psiquiatras, mientras que la mujer en la cual está centrada la acción presenta un típico cuadro de trastorno bipolar. La primera escena gira alrededor del personaje de Emily Taylor Rooney Mara), en los instantes posteriores a la muerte de una persona, como lo revela la cámara al mostrar un piso cubierto de sangre aunque sin identificar al occiso. Inmediatamente la acción retrocede tres meses atrás, momento en que el marido de la joven (Channing Tatum, visto hace muy poco en “Magic Mike” film inmediatamente anterior de Soderbergh) sale de prisión luego de cuatro años por una condena por estafa. El reencuentro parece restablecer la armonía en el hogar de los Taylor, pero poco después ella sube a su auto en un garage y se estrella deliberadamente contra una de las paredes del estacionamiento. Va a parar a una clínica y quien la atiende es el Dr. Jonathan Banks, otra acertada actuación de Jude Law (“Ana Karenina”). Comienza entonces una serie de prescripciones de píldoras antidepresivas, algunas en experimentación, con las habituales oscilaciones en el estado anímico de la joven. Habrá así dramáticas situaciones como las que ocurren en una estación de subte, una fiesta en un barco y en su lugar de trabajo – una agencia de diseño gráfico. La trama se vuelve algo más compleja cuando aparece otra psiquiatra (Catherine Zeta-Jones), que es contactada por el Dr. Banks al descubrir éste, que había tratado a su paciente anteriormente. El tema de las drogas contra la depresión cobra relevancia a medida que la historia avanza y los efectos colaterales, de allí el título, jugarán un rol decisivo en la última mitad del film. Naturalmente el espectador potencial agradecerá que no se revele mucho más ya que hay aún varias sorpresas que son las que hacen atractiva la propuesta. Digamos sólo que por haber sido el psiquiatra quien prescribiera los medicamentos y otros tratamientos, automáticamente pasa a tener responsabilidad incluso penal en el comportamiento de la paciente. Pero además su relación familiar particularmente con su esposa, que interpreta muy bien Vinessa Shaw (“El tren de las 3:10 a Yuma), se deteriora. El final quizás no esté la altura del resto y ello en parte por cierto desnivel actoral sobre todo en Catherine Zeta-Jones. En cambio lo de Rooney Mara es absolutamente destacable confirmando su crecimiento desde que David Fincher la descubriera con “La chica del dragón tatuado” y antes en un rol menor en “Red social”. Ella sola puede justificar la visión de “Efectos colaterales”, que esperemos no sea la última película de Soderbergh.
Algo más que un film de terror El título local de “Warm Bodies” es bastante más explícito que el original y puede llevar a engaño. Más de un potencial espectador podrá sospechar que estará frente a otra más de la larga serie de películas inaugurada por George A. Romero con su “Night of the Living Deads”. Otros podrán imaginar que se trata de una comedia con la improbable pareja de un “muerto vivo” y un/a humano/a. Estarán más cerca de cubrir sus expectativas, aunque conviene advertirles que no encontrarán muchos motivos para reírse. El joven realizador Jonathan Levine concreta su cuarto largometraje y segundo estrenado localmente logrando confirmar con “Mi novio es un zombie” las aptitudes mostradas en “50/50”, su obra inmediatamente anterior. Para ello se rodeó de un conjunto de intérpretes noveles y algún veterano (John Malkovich) como equilibrado contrapeso. El mundo que describe no es muy novedoso pero el tono de la trama sí lo es. Por un lado tenemos a uno de tantos zombies, moviéndose generalmente en grupo y en forma lenta y torpe en busca de carne humana. Lo personifica el inglés Nicholas Hoult, quien hace diez años asumiera el rol del niño que acompañaba a Hugh Grant en “Un gran chico” y al que veremos muy pronto en “Jack el cazagigantes”. Su destino se cruzará con Julie (Teresa Palmer) y el novio de ésta, quien dejará de existir al convertirse su cerebro en alimento del joven muerto vivo. Pero la joven no presenciará ese dramático momento y en cambio será protegida por R, tal el nombre que ella le asignará al balbuciente novel compañero. De allí en más las situaciones de acción se multiplicarán dado que en realidad habrá más de una variedad de zombies. Por un lado la de los que como el propio R parecen ir mutando para bien, de allí el título en inglés, y otros de aspecto cadavérico, los temibles “flacos” (bonnies en el original) notablemente ágiles y veloces. A todo esto se agregará un verdadero ejército de humanos que resisten y cuyo líder es nada menos que el citado Malkovich, padre de Julie. No conviene agregar mucho más información para no quitarle la sorpresa al espectador. Basta con señalar que sin ser un relato absolutamente original tiene sobrados elementos que justifican su visión. Y entre ellos sobresale una banda sonora notable, además de conocidos temas rockeros. La referencia a una clásica de Shakespeare no pasará desapercibida para más de uno que observe los nombres de la pareja central, de singular química y excelente interpretación.
Meritorio debut en el largometraje de un argentino radicado en España. Estrenada a mediados de enero en los Estados Unidos, llega ahora a nuestras pantallas “Mamá”, cuya singularidad consiste en que su director Andy Muschietti es argentino aunque radicado en Europa desde hace tiempo. En su semana de estreno en Norteamérica, ocupó el primer lugar en la taquilla lo que resulta meritorio. Pero más aún lo es el hecho de que se trata de un producto de gran originalidad dentro de un género (el terror) muy transitado y repetido en los últimos años. Fue un cortometraje de Muschietti de apenas tres minutos e igual nombre de 2008, el punto de partida para que Guillermo del Toro (“El laberinto del fauno”) decidiera asumir la producción ejecutiva del largometraje. La filmación se realizó básicamente en las cercanías de Toronto. El inicio es impactante con un padre que asesina a su esposa y emprende una feroz fuga con sus dos pequeñas hijas hasta una cabaña en un lugar perdido en medio de un bosque. Cinco años después y en igual sitio reencuentro con las niñas en estado salvaje y con el padre aparentemente desaparecido. La larga búsqueda que había emprendido el tío Lucas (Nikolaj Coster-Waldau), hermano del padre, y su novia Annabel (Jessica Chastain) finalmente logró sus frutos. Pero nada será sencillo para la pareja y particularmente para ella, quien siente gran hostilidad por parte de Victoria (Megan Charpenter) y más aún de Lilly (Isabelle Nelisse), la menor. Poco a poco el director y su coguionista Bárbara (su esposa) van introduciendo a la “mamá” que da título al film, interpretada por Javier Botet (un español de extraño y alargado físico con cortas intervenciones en Rec 2 y 3 entre otras). Mezcla de espectro y de bruja el personaje sobrenatural surgirá de las paredes y lo notable es que, a diferencia de otras producciones similares, no se abusa del empleo de los efectos especiales. Aquí el terror a menudo es sugerido sea por el sonido o la música e incluso por la mirada de las niñas, que en particular en el caso de Victoria se debate entre su fidelidad a “mamá” y su creciente cariño hacia Annabel. Mención aparte para la actriz recientemente nominada al Oscar en “La noche más oscura”, cuya versatilidad y talento le permite componer a un personaje diametralmente opuesto. La habitual pelirroja exhibe aquí un look de joven rockera de corta cabellera negra y cierta ingenuidad e inocencia, que la muestran no totalmente preparada para enfrentar la diabólica realidad. Y ya que de actuaciones se trata no le van en saga las que logra el realizador de las otras dos menudas intérpretes femeninas. La recomendación de la película no se limita esta vez sólo a los habituales amantes del género de terror sino que se extiende a quienes privilegian enfoques novedosos como el que ofrece “Mamá”.
Para mayor lucimiento de Helen Mirren que Anthony Hopkins El nombre del film puede sugerir una biografía del maestro del suspenso inglés y llevar a error. En verdad, la acción se limita a unas pocas semanas de la vida de Alfred Hitchcock y quizás hubiese sido preferible que el título aluda más directamente a “Psicosis”, uno de las más célebres obras de su larga carrera. De hecho el guionista John J. McLaughlin reconoce basarse en el libro de Stephen Rebello: “Alfred Hitchcock and the Making of Psycho”. Pese a la reserva anterior, quienes quieran conocer algo sobre la vida del director de “Vertigo”, probablemente su obra maestra, no saldrán del todo defraudados. Ocurre que Alma Reville, su esposa y también a menudo coguionista no siempre acreditada, fue una figura central en su vida y en “Hitchcock”, su personaje se revela tan importante como la de su marido. Posiblemente el mayor mérito de esta parcialmente lograda película sea la elección de Helen Mirren para encarnar a Alma. Recordemos que ella ya había tenido importantes protagónicos en la década del ’70 (“El mesías salvaje” de Ken Russell, “O Lucky Man!” de Lindsay Anderson) y en los ’80 (“Excalibur” de John Boorman, “El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante” de Peter Greenaway) y que su carrera no se ha detenido hasta nuestros días (la reciente y no estrenada “La última estación”, junto a Christopher Plummer como Tolstoi). La fascinación que “Hitch”, como le decían a menudo, tenía por las rubias es uno de los hechos más famosos de su vida y en esta aparecen en calidad de personajes y/o en fotos, varias de ellas. Se menciona a Grace Kelly, a Kim Novak mientras que Janet Leigh y Vera Miles, ambas actrices en “Psicosis”, son personificadas respectivamente por Scarlett Johansson y Jessica Biel. Quien mejor da el personaje es la primera de las nombradas ya desde su primera aparición cuando la vemos ingresar de espalda bamboleando su trasero. El parecido físico con la esposa de Tony Curtis es razonable aunque a Sacha Gervasi, el director, esto no parece haberle preocupado excesivamente. En efecto, Helen Mirren se parece muy poco a Alma, lo que no es grave porque pocos la han visto en fotos. Quizás se le pueda objetar un poco más la caracterización que hace Anthony Hopkins, ya que sólo de perfil luce cierta similitud física. Esta diferencia notoria es sin embargo compensada por el actor de “El silencio de los inocentes” al lograr una buena imitación de la voz y los gestos (rictus) de su personaje. Lo más interesante del film, además de la ya señalada calidad de su principal intérprete femenina, son las escenas de “filmación” de “Psicosis” y en particular la escena de la ducha, donde se sugiere que gran parte del terror que ella genera se debió a la activa participación del maestro blandiendo incluso un cuchillo para extraer de la actriz la mejor interpretación. También conviene resaltar la buena caracterización que logra James D’arcy haciendo de Anthony Perkins. Y para los que idolatran el film, que fue el más taquillero del gran Alfred, digamos que aparecen brevemente actores personificando a John Gavin y Martin Balsam entre otros. El espectador encontrará algunas referencias a otros films sobre todo al inmediatamente anterior “Intriga internacional”, extraño nombre con que se conoció “North by Northwest”. Hacia el final un cuervo posado sobre el director señalará al que sería el siguiente opus de su carrera y a una nueva rubia, Tippi Hedren (madre de Melanie Griffith), que se hizo famosa casi tanto por “Los pájaros” como por el acoso y celos de su director. En suma, una aproximación algo light a uno de los personajes más famosos del cine, que logrará entretener a muchos pero no dejará conforme a los más conocedores de una mente que fue más tortuosa que la que aquí se presenta.
Sobresalen tres excelentes interpretaciones, todas nominadas. Que “The Master” no se haya alzado con ningún Oscar obedece probablemente a dos razones. Por una parte, sus tres actores nominados tuvieron seria competencia en sus respectivos rubros, los que quedaron en al menos dos casos (Daniel Day-Lewis, Anne Hathaway) en manos de los favoritos. Por otro lado, “The Master” no estuvo nominada a mejor película, director, guión o fotografía lo que seguramente le quitó peso a la hora de los premios. Paul Thomas Anderson, en lo que es su sexto trabajo como realizador, ya se ha ganado un justificado lugar entre aquellos que son capaces de ofrecer obras de gran originalidad y que escapan a visiones más convencionales en cine. Basta repasar parte de su breve filmografía para corroborar la afirmación precedente. Desde sus segundo film “Boggie Nights/Juego de Placer”, pasando por “Magnolia” y sobre todo “Petróleo sangriento”, que le permitió a Daniel Day-Lewis su segundo de tres Oscars, Anderson ha demostrado ser un director siempre atendible. En el caso que ahora nos ocupa, sobresalen las actuaciones por encima de una historia que no a todos interesará con igual intensidad. Que Lancaster Dodd, el personaje que da título al film e interpreta brillantemente Philip Seymour Hoffman como jefe de la “Causa” esté o no inspirado en el fundador de la Cienciología (algo que Anderson no ha confirmado) parece un hecho secundario. La historia ambientada a inicios de los ’50 lo cruza con Freddie Quell (Joaquin Phoenix), veterano marine de la Segunda Guerra Mundial, al que vemos al principio en una playa junto a numerosos compañeros de armas. Ya esa brillante escena inicial acompañada de una extraña percusión, donde Freddie simula hacer el amor con una mujer de arena, sugiere que se está frente a un personaje excéntrico. El siguiente encuentro con un médico del ejército, que le hace ver imágenes abstractas y en las que el joven cree ver exclusivamente órganos sexuales, confirman la sospecha de que se trata de alguien con un comportamiento impredecible. Su apego por la bebida, incluso la preparada por él, y su respuestas violentas como cuando saca fotografías en un centro comercial preceden al encuentro con el “maestro”, que se produce en un barco donde su hija está celebrando su boda. De allí en más las vidas de Dodd y Quell quedarán en verdadero estado de simbiosis, pero darán pie a que aparezca un tercer personaje, cuya presencia poco visible es en el fondo relevante. Se trata de Peggy (Amy Adams), la esposa del “guru”, que desde bambalinas parece manejar a su esposo. Esto mismo es lo que sugiere una fuerte escena en un baño, donde ella lo satisface pero al mismo tiempo le señala claramente al marido los límites en posibles relaciones extraconyugales. La sutileza con que el director revela al personaje femenino es uno de los puntos fuertes de la película y una confirmación de que estamos frente a una actriz mayor (recordarla en “El ganador” y “Julie y Julia”). Como ha ocurrido con la mayoría de las películas nominadas a los Oscar, se exceden las dos horas de duración. Ello casi inevitablemente conduce a que haya algunas escenas alargadas o parcialmente obviables. Es lo que al menos a este cronista le sugiere una escena, en pleno desierto, en que tanto maestro como discípulo se suben a una moto y la manejan a gran velocidad. Mejor logradas son aquellas en salones y teatros donde se le promete al público “liberarse de sus traumas pasados” o “tomar control de su vida” y que ofrecen la oportunidad de ver a Laura Dern en breve aparición. Cerca del final se producirá un reencuentro en Londres, instigado por Dodd quien logra finalmente ubicar a su alejado discípulo. Pero no todo será como antes como sugiere un comentario de la esposa que percibe en Freddie un aspecto enfermizo y al que ve sin intenciones de mejorar. El epílogo resume de alguna manera la afirmación de “que todo hombre necesita de un guía”. “The Master” no es un film lineal y por momentos puede desorientar a cierto público acostumbrado a un cine más convencional y predecible. Será sin duda muy apreciado por un público más cinéfilo, aunque las excelentes actuaciones ampliarán sin duda el interés a quienes decidan ver una propuesta original con imágenes que se ven realzadas al estar rodadas en el formato de 70 mm. Muy bella la canción “No Other Love (Can Warm My Heart)” de Jo Stafford. Hay que celebrar el regreso de Joaquin Phoenix (“Gladiador”) al cine. Se ha señalado con justa razón que su personaje no logra la empatía del espectador. Lo que sí se percibe es que en más de una oportunidad no debe haberse ceñido totalmente al guión, lo que enriquece sin duda su notable performance.
Única nominada en todos los rubros principales Un tercio de las nominadas a mejor película se estrenan en el que algunos han bautizado algo exageradamente como “super jueves”, último día del mes de enero del 2013 además de feriado por única vez. “El lado luminoso de la vida” no ostenta nombres tan famosos como Tarantino y Spielberg en la dirección, pero posee la singularidad de ser el único de los largometrajes nominados que tiene a sus cuatro actores (principal o de reparto) seleccionados además de los cinco rubros considerados mayores (película, director, actor y actriz principal, guión). David O. Russell, su director, no ha tenido demasiada suerte en nuestro país toda vez que dos de sus seis largometrajes (“Flirting with Disaster”, “I Heart Huckabees”) no se estrenaron localmente. Su carrera, no obstante, va en ascenso como lo prueban los dos premios Oscar (sobre un total de siete nominaciones) obtenidos por “El ganador”, su film inmediato anterior y con un tema cercano. Lo que llama la atención es que esos dos galardones fueron a Christian Bale y Melissa Leo, ambos como actores de reparto, pareciendo indicar que una de sus fortalezas está en extraer brillantes performances de sus intérpretes. En esta oportunidad ello se ve reflejado por la excelencia alcanzada por Bradley Cooper (“¿Qué pasó ayer?”, “Sin límites”) y Jennifer Lawrence (“Lazos de sangre”, “Juegos del hambre”) en los roles centrales y no debería descartarse que ambos se impongan en sus respectivas categorías. (Ella acaba de ganar recientemente en el Screen Actors Guild). Pat Solitano (Cooper) es un hombre que acaba de salir de una institución mental, donde se encontraba internado víctima de un trastorno bipolar que lo ha llevado a alejarse de su esposa. Regresa a la casa de sus padres y sólo piensa en recuperar a su mujer y ello pese a que ella le había sido infiel. En su vida se cruzará su cuñada, la joven Tiffany (Lawrence) y algo menor que él, que conoce a su ex cónyuge y podría ayudarlo a recobrarla. Pero no todo es lo que parece como irá percibiendo el espectador a medida que avanza la narración. La relación de Pat con su padre es otro de los puntos fuertes de esta historia y que simboliza en cierta medida el choque generacional entre ambos. Robert de Niro logra por fin superar una serie de actuaciones mediocres recientes y su nominación está plenamente justificada. Los roces entre ambos encontrarán frecuente alivio en la actitud conciliadora de la madre, papel a cargo de la poco conocida Jacki Weaver, quien cierra el cuarteto de las nominaciones. El béisbol y la danza tendrán roles preponderantes en la trama que alcanzará un crescendo al final, donde se producirán varios encuentros y desencuentros, no todos tan predecibles aunque bastantes lógicos. “Silver Living Playbacks”, nombre original del film difícil de traducir literalmente, alude a la posibilidad de encontrar un rayo de esperanza en situaciones difíciles como las que aquejan a tantos hogares no sólo en los Estados Unidos sino en otras partes del mundo. Detrás de la aparente simpleza del relato se encuentra un enfoque más profundo, donde sobresale la extraordinaria Jennifer Lawrence con apenas 22 años de edad y un futuro seguramente notable.