Drift (2017) es un filme experimental de la directora alemana Helena Wittmann que propone la vuelta a la naturaleza a través de la contemplación de los espacios abiertos, y en especial, la experiencia hipnótica y de atracción magnética que nos produce la visión del mar. La historia que nos cuenta es mínima, dos mujeres jóvenes, Josefina, argentina, y Therese, alemana, están de viaje por Europa. Josefina volverá a la Argentina, y Therese comenzará un viaje interior abismático en el que descubrirá las fuerzas desatadas de la naturaleza. EL VIAJERO SOBRE EL MAR DE NUBES La directora toma uno de los procedimientos del pintor romántico alemán Caspar David Friederich que representó en su obra más conocida, El viajero sobre el mar de nubes, de espaldas a su espectador y de pie al borde de un abismo mirando al mar. Las dos protagonistas del filme, Josefina y Therese, miran al mar desde un monte, a través del parabrisas de un auto, desde un balcón de habitación de hotel, desde un velero, o desde la orilla de la playa. El contraste entre la inmensidad del mar, su belleza sublime, en el sentido romántico de la palabra, su poderosa e imponente belleza irá minimizando, y más tarde en el relato, desplazando la figura de las dos mujeres hasta convertirlas en presencias irrelevantes inmersas dentro de la inmensidad del mar, del cielo y de la tierra. A medida que el relato avanza y va ganando terreno la naturaleza, en este caso el mar como una fuerza todopoderosa de esa misma naturaleza, nuestra percepción de algún modo se irá des automatizando y virará el foco de atención de las protagonistas, que pasa a un segundo plano, a fijarlo en la naturaleza desatada del mar. Lo que era fondo pasa a ser figura, y la figura sale de campo, y el paisaje es el que termina predominando en el relato. La directora nos propone así un volver a la naturaleza, en una especie de desantropomorfización del paisaje como postulaban los románticos alemanes. Ya no es la palabra la que se impone en el relato, ya que el diálogo irá menguando y diluyéndose hasta desaparecer, será el rugido del mar, el sonido de las aves, el rumor del viento agitando la vegetación los que tomen protagonismo y se hagan oír y acaparen la atención del espectador. En este punto en el que la naturaleza manda y se impone, Therese, al igual que una viajera solitaria, se dejará llevar en esa deriva sin oponer resistencia como si fuera un náufrago errante en medio del mar. Muchas de las imágenes capturadas del cielo y de las nubes recuerdan la pintura atmosférica del pintor romántico inglés Joseph Turner, tendiendo así el relato un vínculo cada vez más débil con la realidad. FINAL DEL VIAJE La vuelta del viaje quizás sea lo más dramático, debiera decir, traumático, ya que el contraste entre el rugido del mar, el canto de las aves, y el rumor del viento meciendo las ramas de los árboles, estos últimos retratados en largos y bellos planos, es tan desoladora como el sonido metálico y chirriante de las vías del tren por el que se traslada Therese una vez llegada a la ciudad. Evidentemente algo se ha perdido en el trayecto de ese viaje, en la vuelta, en el regreso a casa. Una vez devuelta a la civilización las protagonistas Josefina y Therese vuelven a conectar con la automatización de la ciudad, a través de la tecnología, es decir, vuelven a conectarse pero esta vez a través de la pantalla de sus computadoras. La ventana, imagen recurrente y predominante en el relato, además de encuadre, es otro motivo que la directora toma del pintor C. D. Friederich, para mostrar la escisión que existe entre el hombre y la naturaleza. En este caso, en la escena final, la ventana dejará al descubierto la situación de encierro carcelario delimitando dos espacios bien definidos, el afuera donde predomina la naturaleza, y el adentro asfixiante y claustrofóbico. A partir de ese momento todo volverá a la normalidad, la naturaleza esta vez asomará tímidamente domeñada en los gajos verdes trasplantados en una maceta, o en el verdor asomando apenas a través de la ventana… Por Gabriela Mársico @GabrielaMarsico
El realizador Sebastián Martínez (París Marsella -2005-, Centro -2010-) dirigió este documental sobre la vida de Francisco Piria, fundador del balneario Piriápolis en la costa uruguaya. El guion, en coautoría del director con Valeria Groisman, muestra no solo el tapiz que representa la vida extraordinaria de este hombre multifacético sino que además se detiene a revelar el entramado que subyace bajo la obra edilicia y monumental que plasmó en la ciudad que lleva su mismo nombre. HELIÓPOLIS, LA CIUDAD DEL SOL Qué era antes lo que hoy es Piriapolis. A fines del siglo XIX, apenas un pedazo rocoso de costa salido de la nada en medio de la nada. En pleno siglo XXI, se erige como una ciudad balnearia en el Uruguay. La ciudad de Piria, un uruguayo, hijo de genoveses, que al quedar huérfano de padre a los cinco, viaja a Italia para ser educado por un tío jesuita, que a su vez, está influenciado por los Templarios, de los que tomará el conocimiento esotérico de la alquimia. Retorna a Uruguay a los catorce nada más que para volver a quedarse huérfano, pero esta vez de madre. Perder el hogar, y todos los bienes. Qué se hace con la pérdida. Qué hacer con el vacío que era en ese entonces esa porción de costa uruguaya más parecida a un páramo que a un balneario. Qué hacer con el vacío y la nada. Abrir un bazar en el Mercado Viejo de Montevideo y llenar el espacio vacío con objetos de todo tipo, tamaño y color, tales como joyas pretendidamente preciosas pero a todas vistas falsas que gracias a consignas mentirosas pero prometedoras llegó a vender desde relojes pulseras hasta perros de colores a los que les teñía la pelambre de rojo, azul y amarillo. Era evidente que Piria había resultado tener más talento como publicista que como vendedor. Virginia Woolf decía que “una biografía era la lucha entre el granito del hecho y el arco iris de la ficción”. Pero qué ocurre si tanto uno como otro, el hecho y la ficción confluyen y se imbrican de tal modo en el entramado de ese tapiz que es su vida y su obra que resultaría casi imposible discernir el hecho de la ficción. Separarlos, como para afirmar esto sí ocurrió, pero esto otro no. Es decir, donde se encuentra la esencia del hombre, y donde comienza o termina el mito que se fabrica en torno a él, es decir, a su vida y a su obra. A los 30 se incendia su bazar y pierde nuevamente todos sus bienes y fortuna. Su mujer muere junto al cuarto hijo en el parto. Todo lo que tiene vuelve a ser tragado. Desaparece. Como había desaparecido su padre en un naufragio. De nuevo, qué se hace frente a la pérdida, frente al vacío. Reinventarse, volver a hacerse. Reconstruirse. O en su defecto construir un mundo propio, preferentemente un mundo entero. Francisco Piria encarna mejor que nadie la famosa premisa del self made man. El hombre que se hace a sí mismo. Y así procederá con todo lo que caiga en sus manos, o con cualquier idea que pase por su febril cabeza, transformar materia inerte en un bien de uso o de cambio altamente redituable. Como un mago alquimista hará brotar de la tierra, árboles, estatuas, levantando edificaciones monumentales con estilo medieval y renacentista tales como templos, castillos, y hasta hoteles como el Hotel Piriápolis, y el Argentino Hotel que podremos apreciar en todo su esplendor con tomas aéreas, y cenitales. El Hotel Argentino, que caprichosamente fue bautizado a la inglesa como Argentino Hotel, había sido pensado para huéspedes ricos argentinos que tuvieran la imperiosa necesidad de esconder de la sociedad a sus hijos enfermos de tuberculosis, enfermedad de pobres, y curarlos en las aguas minerales de las fuentes del hotel. Piria tenderá vías de ferrocarril y tendrá sus dos líneas ferroviarias, Fuerza y Voluntad. Fabricará vinos y cognacs en su bodega. Con su empresa La Industrial comprará tierras en Montevideo y las loteará a campesinos y obreros, con planes de pago de hasta cincuenta años, reconfigurando alrededor de la ciudad barrios enteros de obreros. Importará máquinas y granito de Suecia para adoquinar la ciudad luego de que la ley de 1889 permitiera la fabricación de entre 30.000 y 150.000 adoquines por mes con los que se adoquinaría las calles adyacentes al Boulevard Artigas. EL ALQUIMISTA En 1897 construye un castillo que lo utilizará como mansión filosofal. Hará traer de Europa estatuas de los dioses griegos que representan tanto a los planetas como a los metales alquímicos. La habitación superior será utilizada para sus proyecciones astrales en el tiempo y en el espacio para captar los puntos de energía y para el desciframiento de símbolos alquímicos y mensajes ocultos. El castillo templo, construido según las antiguas leyes de la India, está orientado al este, hacia la salida del sol para que el día del equinoccio de primavera, un rayo de sol atravesaría el frente e iluminaría un punto en el altar donde él dejaría polvo de proyección, la sustancia que permitiría hacer transmutaciones. CIUDADANO KANE En 1879 fundó el diario La tribuna popular del que sería jefe y copropietario y desde cuyas columnas se enfrentaría al gobierno de entonces. En 1898 escribió el libro El socialismo triunfante. Lo que será mi país en 200 años. En esta novela utópica de anticipación, el protagonista Fernando, su alter ego, practica, gracias a las enseñanzas de un faquir, la suspensión inanimada haciéndose encerrar en una caja de cristal para que lo despierten en doscientos años, es decir, en el 2098, en un lugar llamado Piriápolis. Fernando se ríe de sí mismo y se pregunta: a quién se le ocurriría la pedantería de ponerle a la ciudad su propio nombre… Piria, al igual que Kane, se convierten en fascinantes acertijos o enigmas a descifrar. Los realizadores del documental proveen al espectador de casi todas las pistas para la reconstrucción de los fragmentos de su vida a través de álbumes de fotografías, archivos audiovisuales de época, testimonios de descendientes, de estudiosos de su figura y sobre todo de su obra que aún en ruinas se encuentra en pie. La develación de la figura en el tapiz de su vida dependerá en parte del hallazgo y del encaje de esa última pieza, o palabra, que vuelva a darle sentido al entramado tanto de su vida como al de su obra. Por Gabriela Mársico @GabrielaMarsico
El documental sobre el CETC del Teatro Colón, Los trabajos y los días, de Juan Villegas (Sábado, Los suicidas, Las Vegas, Adán Buenosayres: la película, Victoria) resultó ganador del concurso 25 años de creación en la categoría Historia del CETC. El documental nos muestra a la manera de un backstage, los procesos de creación y producción de eventos artísticos que se realizan en el mismo Centro, ubicado en un sótano, el lugar donde se cocina cada proyecto antes de ser estrenado frente al público. CENTRO DE EXPERIMENTACIÓN El CETC es una creación de Sergio Renán, director del teatro Colón por aquel entonces, y que en el año 1990 fundó este espacio que tuvo como director al pianista y compositor Gerardo Gandini, prestigioso y notable músico de vanguardia. No es casual que la voluntad irreductible de la música experimental de querer permanecer al margen de la música tradicional o de no ajustarse al canon de la música tradicional, haya relegado al CETC a los sótanos del Teatro Colón. El CETC es un espacio subterráneo, laberíntico e intrincado, tanto como el modo en el que se manejan por sus lóbregos pasillos, los trabajadores administrativos, técnicos, artísticos, y personal de limpieza que lo componen. El centro, como ya dijimos, funciona en el subsuelo del teatro, y recibe todo lo que arriba, en la sala principal, es dejado de lado porque ya no sirve o es desechado. Por eso hay una tensión entre el arriba y el abajo. Ya que lo que está abajo debiera ser lo que esté arriba, nos cuenta uno de los trabajadores del centro. Otro entrevistado declara: “la gente, los espectadores no venían, entonces teníamos que ir a buscarlos. Un asistente iba a la Plaza con un megáfono para reunir gente para el espectáculo. Cuando llegaban, a los diez minutos se iban. Y para el final ya no había nadie. La sala quedaba vacía”. El documental registra el funcionamiento del centro experimental, cómo se mueven los hacedores de los espectáculos que luego serán estrenados en el mismo recinto. Villegas dice: “me gusta filmar músicos, filmar el proceso de creación de la música. La música y el cine están vinculados muy fuertemente, pero me interesa evitar los lugares comunes de cómo se utiliza la música en el cine. Lo que quería era explorar distintas cuestiones: la figura de Gandini, como un artista fundamental de la música contemporánea argentina, y también el proceso que implica crear una obra musical desde su preparación, que no incluye sólo a los músicos sino a toda una institución como el CETC, que de forma similar al TACEC (del teatro Argentino de La Plata), sube a su escenario aquellas propuestas musicales y performáticas que escapan a las clasificaciones y normas. “Una institución es una idea –dice Beatriz Sarlo– la idea del CETC era destinar un espacio dedicado a la música del siglo XX, a la música contemporánea. Gandini, al frente del centro, demuestra que eso es posible. El CETC tiene un perfil muy evidente en la programación musical de Buenos Aires…” y agrega que el Centro tiene dos perfiles de público bien definidos “uno muy joven, en su mayoría especializado en música, y el otro, es viejo, como yo, que representa la vanguardia de los sesenta.” EL TEATRO MUSICAL Y LA ÓPERA El Centro fue creado con el fin de abrir caminos a las nuevas manifestaciones artísticas dentro de lo que es la ópera, y la música de vanguardia. Y hacer accesible al público en general estas nuevas manifestaciones artísticas experimentales. “Me interesaba investigar cómo funciona una institución oficial pública para difundir y promover un arte experimental, de vanguardia, me parece interesante, y necesario, que el Estado cumpla esa función. Y que aunque el CETC está en el sótano, sea parte del Colón: una política cultural importante tiene que poner en el centro aquello que suele estar en los márgenes, visibilizar aquello que está más oculto pero que es valioso, y así formar a un público. El CETC lo logró, y es un pequeño milagro de la política cultural. Con un montón de problemas, por supuesto, elementos burocráticos que frenan, goteras, pero aún en esas circunstancias se pueden generar obras muy sofisticadas. Para mí ese es el rol que tienen que cumplir las instituciones públicas ligadas al fomento del arte”, afirma Villegas. Con cámara fija el director registra los avatares de todos sus trabajadores realizando las tareas que permitirán llevar adelante la puesta de una obra a estrenar In nomine lucis del músico italiano, Luigi de Angelis. Dificultades que oscilan entre conseguir un cello para un músico extranjero, junto con el seguro del instrumento, y conseguir reposeras para el público que luego serán reemplazadas por almohadones negros por obvias razones de presupuesto. El filme se abre y se cierra con imágenes de Esas cuatro notas (2004) de uno de los maestros de Juan Villegas, el cineasta Rafael Filippelli, que a su vez se basa en la vida y obra del hacedor del Centro de Experimentación, Gerardo Gandini. Por Gabriela Mársico @GabrielaMarsico
Dirección y Montaje: Francisco D´Eufemia / Guion: Francisco D´Eufemia, Fernando Krapp / Producción: Tomás De Leone, Maia Menta / Productora asociada: Roberta Sanchez / Dirección de Fotografía: Diego Poleri / Dirección de Arte: Juan Pedro Valle / Música Original: Ariel Polenta / Intérpretes: Rodrigo de la Serna, Belén Blanco, Walter Jakob, Facundo Aquinos / Duración: 95 minutos. Francisco D´Eufemia (Canción perdida en la nieve, 2015; codirección de Fuga de la Patagonia, 2016) vuelve al ruedo junto al guionista Fernando Krapp para contarnos una historia salvaje adentrándose una vez más en un paisaje agreste y hostil al dirigir este híbrido entre lo policial y el thriller rural, casi enteramente rodado dentro del Parque Pereyra Iraola, en donde el protagonista Silva, interpretado por un preciso Rodrigo de la Serna, se internará en el inhóspito paisaje de la naturaleza en una búsqueda frenética entre el deseo y la redención… EL LLAMADO DE LO SALVAJE Pablo Silva (Rodrigo de la Serna) llega al Parque Iraola a trabajar como guardaparque a la espera de la resolución de un sumario interno, después de haber sido apresado en una espectacular redada llevada a cabo por la policía por supuestos delitos cometidos dentro de la jurisdicción del Delta del río Santiago. Mario Venandi (Walter Jakob), jefe a cargo del parque, lo recibe, le da alojamiento y lo pone al tanto de sus tareas, entre otras, la vigilancia y el patrullaje del Parque Iraola, un lugar inhóspito y ruinoso que alberga un pasado de esplendor y un futuro incierto. Mariano Rodríguez (Facundo Aquinos) lo llevará de recorrida para mostrarle el lugar. En una de estas recorridas, acompañaremos con el aliento entrecortado, efecto provocado por la cámara en mano utilizada por el director durante estas caminatas, introduciéndonos en la espesura del parque del mismo modo que accederemos al lado más salvaje del interior de los protagonistas. Silva y Mariano encontrarán a un perro muerto aparentemente víctima de cazadores furtivos en busca de animales que serán destinados al tráfico y al comercio ilegal. A partir de ese momento Silva se pondrá a rastrear las huellas de los cazadores, y en este punto, la historia toma una densidad singular. De alguna manera, el rol de cazador de animales se invierte, y los cazadores furtivos devienen potenciales presas, desde el punto de vista de Silva, ya que los rastreará y los perseguirá hasta acorralarlos, con el fin de averiguar la cadena de complicidades dentro de una red de tráfico de animales. Sus fines nunca resultan del todo claros. Y en este punto ciego, en no saber cuáles son las verdaderas intenciones de Silva es donde reside el conflicto narrativo del filme. La tensión irá en aumento, y nunca dejará de subir porque estará sostenida en gran parte por la ambigüedad del proceder de Silva. Ya que sus acciones por momentos vacilan entre capturar a los cazadores furtivos y denunciarlos, como bien le aclara a Martínez, su compañero en el parque, o al contrario, querer negociar con ellos para obtener ganancias. En esa vacilación del personaje es donde radica la potencia del conflicto. No sabremos porqué hace lo que hace ya que la mayor parte del tiempo Silva lo pasa en soledad, sin intercambios verbales con otros personajes que nos pudieran brindar alguna pista sobre sus verdaderos móviles. Tendrá un encuentro sexual algo desenfrenado y salvaje como la misma naturaleza de la encargada del lugar, Camila Márquez, interpretada por una Belén Blanco tan agreste e indomable como la misma espesura que la circunda y con la que tan bien se mimetiza. La misma Camila asevera, “ya no hay lugares así”. Así como la fotografía logrará atrapar esa rusticidad del paisaje, el sonido captará a la naturaleza, el sonido del agua del arroyo o del río, porque como dice Silva, “lo mío es el agua”. LOBO El momento más revelador y sustancioso del filme se dará cuando Silva, en medio de una de sus tantas recorridas por los lugares no permitidos al paso del público, se encuentre con un zorro herido y enjaulado que ha caído presa de esa red de cazadores furtivos que trafican animales para alimentar cotos de caza ilegales. A partir de ese instante en el que Silva lo rescata y lo lleva a una barraca abandonada, se producirá en Silva un apego brutal e irresistible hacia el animal herido, el zorro, quizás porque tanto personaje como animal hacen espejo de una misma naturaleza. Silva tratará de mantener a salvo al zorro enjaulado, lo alimentará y pasará parte de su tiempo en su compañía, como si al darle protección y alimento estuviera por otra parte alimentando su siempre oculto lado salvaje. En una escena inusualmente expresiva, por lo primitiva y rudimentaria, veremos a un Silva sentado sobre el piso comiendo con las manos junto al zorro que hará lo mismo pero fuera de campo, escucharemos simétricamente el ruido que hacen las dos bestias saciando su apetito. El Parque Iraola replicará lo salvaje del paisaje que Silva lleva en su interior ya que el encuentro con el zorro no hará más que desatar esa naturaleza indómita, que había estado latente pero dormida; ese lazo tan indestructible como atávico se pondrá de manifiesto en el encuentro con el animal, tal vez por esa razón Silva sienta el llamado de esa poderosa naturaleza salvaje que la presencia del zorro ha despertado en su interior, sin resistirse a seguir su llamado porque animal y hombre se corresponderán en una misma y poderosa naturaleza. Por Gabriela Mársico @GabrielaMarsico
Juan Sasiaín (La Tigra, Chaco, Choele, Traslasierra) y Ezequiel Troncoso dirigen El encanto que no es otra cosa que un drama romántico sobre la relación de una pareja que, luego de ocho años de armónica convivencia, empieza a resquebrajarse ante la imposibilidad del protagonista de asumir la paternidad. A Bruno (Ezequiel Troncoso) le cuesta decidirse, arriesgarse, animarse a lo desconocido, en este caso, hacerse cargo de ser padre. Por eso, en el filme, Bruno siempre está yéndose o llegando, pero constantemente en una deriva que no lo fije en un lugar determinado durante demasiado tiempo. Quiso ser músico de rock, pero no pudo lograrlo. Sin embargo, ha llegado a consolidar una pareja estable, y a establecerse como enólogo al frente de una exclusiva vinería donde transcurre su vida diaria junto a una atractiva y joven empleada (Yamila Saud). Juliana (Mónica Antonópulos) por otra parte, es una famosa chef y conductora de un programa de cocina, opera como una especie de fuente nutricia dentro de la relación de pareja. Ella lo acompaña, lo nutre y lo contiene. Pero quiere algo más. Ser madre. Y en este punto, la armonía de la atmósfera tan liviana como flotante que se nos presentó en un principio empieza a pesar y a desgastar los cimientos de la pareja. Bruno, a pesar de su edad, se comporta como un adolescente que se mueve entre la indolencia, la indecisión, la apatía y la falta de compromiso. Teme perder su libertad frente a la responsabilidad que conlleva la llegada de un hijo. Por eso prefiere dejarse llevar en un momento por la atracción que siente por su seductora asistente, o buscando consejo con un padre (Boy Olmi) más que consistente y bien plantado, que en medio de una escena conmovedora le dirá que la paternidad te ensancha… EL AMADO Y EL AMANTE En la dinámica de pareja que se da entre el amante y el amado, en ciertos momentos cruciales, no se da la reciprocidad anhelada. No podría darse, ya que en el mismo instante en que el amante ama al amado, este último se retira o se diluye dejando así de reciprocar. Y en esta danza de fugas y retornos, de exigencias y abandonos, los roles amante amado se irán alternando en un juego intermitente de cierto hedonismo entre los placeres de la mesa, la bebida y la comida, y los de la cama, tanto en el espacio privado como en el espacio público que serán narrados fluidamente con cuidados planos secuencias. Y es precisamente esa alternancia de cercanía y distancia la que dará cierta tensión a la historia, planteada como una dinámica lúdica en ese juego de avance y retroceso, como un medio para ir erosionando las distancias y como un modo de introducción al acto sexual, es decir al reencuentro tan esperado o bien al desencuentro final y definitivo. En última instancia el desenlace quedará en suspenso hasta que alguno alcance quizá la madurez necesaria y la responsabilidad para tomar una decisión tan fundamental como la de tener un hijo, o hacerse cargo de un amor que ha logrado construir y consolidar durante tanto tiempo. Por Gabriela Mársico @GabrielaMarsico
El filme Yo, adolescente de Lucas Santa Ana, director de Como una novia sin sexo (2016) y del documental El puto inolvidable (2017), es una adaptación de la novela homónima de Zabo, que no es otro que Nicolás Zamorano, escritor, músico, y periodista, cuyos primeros escritos, a modo de diario personal, posteados en un Blog, a pocos meses de la tragedia de Cromañón, ocurrida en el año 2005, y del suicidio de su mejor amigo, fueron publicados por Planeta como novela primero, convirtiéndose en obra cinematográfica, después. Alguien, en alguna parte, tiene que estar pasando por lo mismo Según el director Santa Ana lo que pretende con su obra es contar la historia desde el punto de vista del adolescente que se cuenta a sí mismo. Santa Ana se declara a sí mismo como “terrorista de las emociones” porque me interesa que el público viva junto a los personajes los conflictos, deseos y aspiraciones y al mismo tiempo se emocione, se ría o se enoje con lo que pase; mostrar el espíritu adolescente de hace quince años, pero no desde una mirada de adulto que los juzga. Si bien no es la película de Cromañón, los personajes viven el dolor de esa época. Novela de aprendizaje Yo, adolescente pertenece al género coming of age o novela de aprendizaje. El punto de partida efectivamente está dado por la búsqueda de identidad, y de la orientación sexual, entre otras tantas cosas. El protagonista Zabo (Renato Quattordio), un adolescente de 16 años, pasará un año de su vida, entre el colegio, Parque Chabuco, el barrio en el que vive, conciertos de rock, y fiestas clandestinas organizadas en un galpón, donde corren a raudales alcohol, droga y rock, ya que a partir del incendio de Cromañón, los boliches bailables dejarían de estar habilitados para menores de edad, e incluso las restricciones para entrar a los recitales de rock irían en aumento. Con la voz de Zabo, a veces en off, a modo de monólogo interior, asistiremos a su recorrida por las situaciones por las que transitan tantos adolescentes, tales como el desengaño amoroso, la pérdida de un ser querido, el suicidio, la angustia y el dolor que traen aparejados, teniendo que afrontar esas instancias en la más absoluta soledad. Ya que la presencia de los adultos es sólo ornamental. Baste recordar a su abnegada madre como una buena ama de casa empotrada en la cocina, o a su padre momificado en un sillón frente al televisor. Mi chica ideal no puede ser un chico En la deriva existencial de Zabo, entre el colegio, su casa, el galpón donde hacen las fiestas, y su blog, donde escribe pensamientos y vivencias sobre su diario transcurrir, flota una atmósfera de tensión entre lo que desea, en términos de elecciones sexuales, y lo que se supone que debería desear. Zabo ha perdido a su mejor amigo, Pol, que se suicidó, justamente por no poder expresar su deseo, o bien por no permitirse expresarlo o ejercerlo, y que en propias palabras de Zabo, “no lo vio venir…” Zabo está enamorado de María, una chica con la que comparte gustos musicales y charlas en el parque, a la que presentará a su amigo en una fiesta organizada en el galpón. A partir del momento en que los descubre besándose, decide fingir, toma alcohol, mucho, y se pone a bailar con otro amigo frenéticamente, simulando estar pasándola muy bien, porque, según sus palabras, “fingir es lo que mejor me sale…” A partir de este momento, Zabo descubrirá que se siente atraído tanto por chicas como por chicos, y en ese devaneo, entre encuentros y desencuentros, descubrirá quién es, pero en el mismo momento del descubrimiento rechazará eso que es o desea. En este punto el filme se regodea en mostrar con bastante soltura y sin estridencias los comportamientos sexuales de los adolescentes. Ese ir y venir, aparentemente, sin prestar atención a ese código sexual prescriptivo que regula la sexualidad. Sin embargo, Zabo vivirá tironeado entre la culpa por el suicidio de su amigo Pol, un duelo al que finge sobreponerse pero del que aún no logra recuperarse. A través de sus apariciones, por medio de flashbacks, Pol (Tomás Agüero) se hará presente en las divagaciones de un Zabo nostálgico que lo rescatará del pasado para que lo acompañe en algunos tramos de su recorrido. Y finalmente, el protagonista deberá sobrellevar las repercusiones de la tragedia de Cromañón, que si bien no logran verse a simple vista, seguirán trabajando en su psique que al igual que una sustancia corrosiva irán minando poco a poco su equilibrio emocional. Lo personal es político Los planos detalle que dan cuenta de la estética del collage, a través de los recortes de revistas de rock, fotografías, posters, frases, junto a la banda musical compuesta en su totalidad por músicos de los años 2000, entre ellos, covers de Árbol, Airbag, Pei pa koa, como canciones de Benito Cerati, reproducen el mundo adolescente de los protagonistas con bastante fidelidad. En retrospectiva, Yo, adolescente, nos muestra con distinta suerte, todo lo que tuvieron que pasar aquellos adolescentes, que ahora son adultos, para encajar, para funcionar dentro de una sociedad injusta e intolerante, renuente a aceptar, entre otras muchas cosas, la diversidad en todas sus formas, o como en este caso, por ejemplo, la diversidad sexual, dada a través de un comportamiento pendular entre la atracción hacia un género y otro; pero que gracias a los quince años transcurridos, ha logrado avanzar en lo que respecta a políticas de género, porque como habría de postular aquel pensador francés, todo lo que ha sido construido históricamente puede ser destruido políticamente. Por Gabriela Mársico @GabrielaMarsico
A partir de un relato coral llevado a cabo por profesores de la carrera de Diseño Gráfico de la Universidad de Buenos Aires de Arquitectura, Diseño y Planificación, y de los alumnos hablando de sus trabajos, sumados a los relatos a través de entrevistas de personajes tales como Victor Basterra, Diana Wang, Helen Zout, entre otros, el filme rastrea, encuentra y exhuma todos aquellos objetos que nos remiten a relatos olvidados –las grandes tragedias de nuestra historia– que han sido borrados o permanecido ocultos por una poderosa voluntad negacionista del poder hegemónico de entonces y de siempre. MORFOLOGÍA DEL HORROR Asistimos a varias clases, entre ellas, a la cátedra de Horacio Wainhaus, de Morfología en la carrera de Diseño Gráfico en la que cuenta que el diseño está contenido dentro de la morfología, mientras que la morfología está por afuera del diseño, y a través de ella podemos derivar en otras disciplinas tales como la música, el arte, la ciencia, la biología, es decir, hacer conexiones, trascender la propia disciplina del diseño a partir de la posibilidad de construir una narrativa que dé cuenta de estructuras de pensamiento más que de acciones cotidianas como modos nuevos de percibir las cosas. Los alumnos deberán elegir un objeto, acumular en torno a ese objeto una serie de otros objetos que se constituyan en un sistema de piezas en donde ese objeto se mueve. Y a partir de este campo sémico configurado por la acumulación y la superposición de objetos en torno al objeto primigenio surgirá el metaobjeto, que se encuentra por encima del objeto y que forma parte de un sistema que reflexiona y revela mucho más de lo que el objeto mismo pueda decir o hablar de sí mismo. Detrás de un meta objeto hay un relato que hay que buscar y que rescatar. Y esta es una de las propuestas que encara el documental de Baratta. Ir al rescate de lo que permanece escondido detrás de las narrativas hegemónicas que han venido dando cuenta de las tragedias históricas argentinas como por ejemplo, la Guerra de Malvinas. A través de una reveladora serie de fotografías que retratan a ex combatientes podemos apreciar de manera mucho más sutil pero no menos profunda la gran tristeza y la desolación de las miradas, ya que el retrato se demorará y hará foco en los ojos, una faceta nunca antes mostrada de los combatientes. Si los ojos reflejan el alma, no sorprenderá que justamente la mirada, y los ojos principalmente brillen por su ausencia en las representaciones fotográficas y cinematográficas de los ex combatientes que la prensa dominante nos ha venido mostrando, imponiendo así un modelo único de representación. Frente a la contemplación de las fotografías uno no puede más que verlos como retratos afectivos a los que se les restituye esa humanidad que les había sido arrebatada en esas representaciones modélicas y lineales de cómo debe verse un soldado. Ya que esas fotografías muestran y dicen mucho más de lo que se les había permitido hablar y contar de lo que habían visto y vivido durante la guerra. MORFOLOGÍA DE LA DESAPARICIÓN ¿Cuánto lugar físico ocuparía treinta mil cuerpos? Con esa consigna, las madres de Plaza de Mayo junto a un grupo de artistas plásticos, agrupaciones de estudiantes y militantes de derechos humanos se apostaron en la Plaza para dar respuesta llevando a cabo la acción artística conocida como El Siluetazo, definida así por la investigadora y crítica de arte Ana Longoni, que consistió en trazar las siluetas de los desaparecidos a escala humana usando sus propios cuerpos contorneados sobre los más diversos soportes con el solo fin de representar la presencia de una ausencia. El cuerpo presente reemplaza al cuerpo ausente. El cuerpo desaparecido. Lo que queda del Siluetazo es justamente la silueta pintada sobre los muros de la ciudad que remiten a ese cuerpo ausente. Las siluetas, como negativos reveladores, seguirán haciendo semiosis, es decir que a través de los signos, de las siluetas estampadas sobre los muros, seguirán produciendo significados. MORFOLOGÍA DEL EXTERMINIO Un estudiante de Antropología en la Universidad de La Plata, junto con otros compañeros, accedió a los restos de las razas originarias del territorio argentino exhibidos en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata. La tarea fue identificar esos restos humanos, colecciones de cráneos, huesos, restos de piel, fetos, cerebros y orejas mal conservados en frascos de formol para una vez identificados restituirlos a sus comunidades de pertenencia. Sirviéndose de fotografías de los indígenas capturados y en donde se los muestra desnudos de frente y perfil, se nos cuenta que la mayoría de los indígenas capturados eran llevados a la Isla Martín García, o a los ingenios azucareros de Jujuy, que hacían las veces de prisiones y de campos de concentración, y los hacían trabajar hasta la muerte, adoquinando calles o trabajando en la zafra, sus niños eran entregados y reducidos a servidumbre por las familias oligárquicas que se apropiaban de sus cuerpos como si fueran botines de guerra. Lo que se pone de manifiesto en el filme, a través de los objetos de estudio, y valiéndose además de la Morfología, de la antropología, la ciencia y el arte, es la conexión que el director hace entre el primer genocidio mal llamado “La Conquista del Desierto” con el otro genocidio más reciente que llevó a cabo la última dictadura cívico-militar mal llamado también como “Proceso de Reorganización Nacional”. Baratta compara así los dos genocidios, a través de prácticas similares como el robo de niños, dentro del ciclo de secuestro y apropiación, así como el que se llevó adelante con sus padres, de caza o secuestro, tortura y muerte tanto de los indígenas de entonces, como de los mal llamados subversivos durante la dictadura. El documental no hace otra cosa sino excavar dentro de la memoria, ya no como un instrumento para recordar el pasado, sin más bien como un medio que se propone revolver esa tierra que es la memoria hecha de fotografías, dibujos, documentos, piedras y restos óseos para esparcirla y ver todo lo que sus capas han guardado tantos años y que ha permanecido allí sepultado. Escondido. Por Gabriela Mársico @GabrielaMarsico
PASAJERA EN TRÁNSITO Una mujer trans, Canela, nace como Ayax Grandi, en Rosario, hace 58 años con la asignación de sexo masculino. El término trans refiere al otro lado, y en esta historia asistiremos, gracias a la dirección de Cecilia del Valle, y al guion que coescribió con Romina Tamburello, al proceso de transición para vivir y habitar un cuerpo y una mente que se encuentra al otro lado del sexo asignado al nacer. LO IMPOSIBLE SE CONSIGUE EN CUOTAS Un hombre en términos biológicos puede reconocerse mujer y presentarse o no a la sociedad como mujer. Esto dependerá en gran medida de su entorno familiar, o el representado por los ámbitos en los que circula, ya sean laborales, académicos o sociales, pero en definitiva, dependerá de la persona misma, es decir, de cuán fuerte sea su atadura o no a las normas sociales y a las convenciones impuestas por la sociedad. Y de cuán fuerte sea su deseo o cuánto coraje logre reunir para ser o hacer lo que siempre ha soñado. Canela es arquitecta y profesora universitaria, ha logrado consolidar con distinta suerte, debido a los avatares de la siempre impredecible economía argentina, la empresa constructora familiar fundada por su abuelo en 1925. Su medio es fuertemente masculino, ya que han sido en su mayoría hombres los que han trabajado y siguen haciéndolo en estos ámbitos de la construcción. De hecho, en algún momento, Canela, la protagonista, admitirá que habría de perder muchos clientes a partir de su elección personal y de hacerla pública, mostrándose como lo que ella siente y piensa que es, una mujer. Le habría de llevar mucho tiempo y esfuerzo reinventarse y conseguir una reinserción laboral a través de una nueva clientela dentro de una sociedad patriarcal y transfóbica. OBRA EN CONSTRUCCIÓN La directora rosarina Cecilia Del Valle monta en paralelo dos líneas narrativas que en distintos momentos se encuentran y confluyen en una misma línea. Una de ellas, dada por la construcción o la refacción de una casa que Canela supervisa y lleva adelante con un equipo de trabajo, el tuneo de su camioneta Apache que necesita nuevo tapizado, entre otros arreglos, y la otra línea narrativa estará dada por la construcción de su propio cuerpo y mente, a través del tratamiento hormonal, la construcción de su propia imagen como mujer, y la terapia que lleva a cabo con una analista. Si se pueden hacer cambios dentro de un espacio físico como en una casa, del mismo modo uno puede emprender la aventura de hacer del espacio físico del propio cuerpo un lugar habitable que se ajuste a nuestros deseos y a como siempre nos hemos percibido. Hacer su cuerpo habitable, en el sentido de sentirse feliz dentro de ese cuerpo, requerirá además de los tratamientos hormonales, y psicológicos, llegado el caso, de la cirugía. Y a partir de la posibilidad de una intervención quirúrgica de cambio de sexo, o no, se concentra el conflicto, no sólo con su entorno, sus hijos, sino y sobre todo consigo misma. “No se nace mujer, se llega a serlo”. Con esta frase Simone de Beauvoir señala que el género es una construcción social que trasciende la cuestión biológica. En este punto Canela es la constructora de su propia imagen, la vemos mostrándole a una nueva amiga su DNI en el que figura su nuevo nombre, con su nueva identidad de género, entrando en una tienda a probarse ropa femenina, o el modo en el que se acicala con cosméticos o con peinados. Se convierte en toda una aventura acompañar a Canela durante el trayecto en su camioneta Chevrolet Apache color fuego gracias a la cámara casi imperceptible de la directora que fluye junto a la protagonista con en ese ir y venir de la casa al trabajo y viceversa, o cuando hace sus visitas a la clínica siempre estamos a su lado o a sus espaldas dejándonos guiar por el recorrido que nos propone, incluso dentro del claustro universitario. Durante una clase en la Universidad de Rosario Canela les dice a sus alumnos que según Wright los tres males del capitalismo son el interés, el alquiler, y la sustitución del esfuerzo, es decir, encargarle a otro lo que podríamos hacer nosotros. Quizás esto último se refiere al punto crucial por el que Canela no vería posible la concreción de una cirugía de cambio de género. Cuando Canela le cuenta a sus hijos sobre su proyecto, la cirugía, y de algún modo, les pide ayuda, para evitar recurrir así a un tercero, ya que necesitará contar con ellos para que la cuiden durante su convalecencia, no encontrará el apoyo esperado. El encuentro, finalmente, con una ex pareja, de cuando Canela aún era Ayax, dejaría de serlo a los cuarenta años, le disparará emociones que ya creía olvidadas, y le hará preguntarse una y otra vez sobre su deseo de cambio de sexo, si es eso lo que ella realmente quiere, ya que todavía se siente atraída por la mujer. Su terapeuta le sugerirá que una cosa es el sexo, otra, el género, y una muy diferente el erotismo. La verdad de la arquitectura orgánica está en el espacio interior, Canela le dice a sus alumnos, no en las paredes que lo encierran. Lo importante sería concretar un espacio arquitectónico teniendo en cuenta la razonabilidad de los proyectos… Por Gabriela Mársico @GabrielaMarsico
En el nuevo filme de Nicolás Savignone asistimos a los prolegómenos de la guerra de Malvinas, que se le declaró a Gran Bretaña en 1982, desde la intimidad de una familia de clase media, y desde la vida misma de cuatro jóvenes adolescentes recién salidos de la colimba que serán convocados, con distinta suerte, a combatir en la guerra. Matías (Juan Grandinetti) es el centro por el que giran como satélites los demás personajes, la madre, el padre, el abuelo y los amigos. Matías quiere ser músico, pasa sus ratos libres encerrado en la habitación tocando la guitarra y soñando con poder irse a España a estudiar música. El director nos muestra desde dentro del hogar de una típica familia argentina cómo se comporta cada uno de sus miembros frente a una guerra impensada, insólita, en la que deberán ofrendar a sus hijos a fin de hacerle frente al enemigo más poderoso del mundo… Si quieren venir que vengan… Al principio la noticia preocupa a los padres y abuelo, y entusiasma a Matías. Pero poco a poco, a medida que la historia avance, ese entusiasmo inicial irá menguando hasta llevarlo a la disyuntiva de contemplar la idea de desertar en vez de presentarse ante el llamado. Lo mismo le ocurrirá a sus amigos, tanto, que uno de ellos, tomará esa drástica decisión con un desenlace imprevisto… La desesperación va ganando terreno y se va apoderando de una madre que solo la ductilidad de Inés Estévez la hace convincente, tan cálida y protectora como la campera que le regala a su hijo. Spregelburd muestra su cara menos conocida, la de un padre de familia siempre contenido, preocupado por el futuro del hijo. Un hombre tan arrumbado en su frustración como el violín que guarda en el armario y que se lo arrebata a Matías cuando su hijo comienza a hacer vibrar las cuerdas, enojado consigo mismo por no haber cumplido sus sueños, sabremos que al menos el hijo quizás logre lo que él en su juventud no pudo concretar. Y un siempre efectivo Héctor Bidonde que hace de un abuelo que conoce la guerra, como combatiente de la Guerra Civil Española y por eso mismo dice que tanto la detesta. Les presentaremos batalla… Quizás la escena en la que van de caza y de campamento con el padre de uno de los chicos del grupo, casualmente, un miembro de las Fuerzas Armadas, sea un simulacro de rito de pasaje, durmiendo en una carpa, utilizando armas largas para cazar patos, para que los chicos vayan pensando en lo que vendrá, y vayan acostumbrándose a la idea de ir a la guerra… Hay un par de indicios, no son más que unas breves y concisas líneas de diálogo que sugieren y dejan flotando el horror que vendrá pero que apenas alcanza a vislumbrarse en el relato del militar cuando habla del olor a carne quemada de un hombre y cuando recomienda apuntar siempre al enemigo… Yo, argentino… Es abrumadoramente reveladora de la más pura cepa argentina la escena en la que la mamá de Matías, habla con la esposa del militar a ver si puede lograr acomodar a Matías, del mismo modo en el que han acomodado a su propio hijo en un puesto administrativo para que no tenga que combatir en el frente. Cuando la mujer le dice que va a hablar con su marido, la mamá de Matías insiste y vuelve a pedir por los otros dos amigos, a lo que la otra responde, “pero es que alguien tiene que ir”. Ese alguien tiene que ir estalla en la conciencia de todos nosotros porque habla de un tipo de comportamiento típicamente argentino, el borrarse, salirse del lugar y evadir la responsabilidad frente a cualquier situación de riesgo, como por ejemplo, en este caso, la guerra, ese sacarle el cuerpo a una situación que resulta ya de por sí insostenible. Nada menos que ir a luchar al campo de batalla, y poner nada más ni nada menos que todo lo que uno tiene, su propio cuerpo. Ese alguien tiene que ir se refiere siempre al otro, que vaya aquel, o este, pero porqué yo… Ni héroe ni traidor El filme tiende una línea desde aquellos primeros tiempos idílicos y de un creciente fanatismo en que el Ejército Argentino había tomado posesión de las Islas, pero aún no se imaginaba la magnitud de la guerra con la que se iba a enfrentar. Muchos jóvenes se preparaban para combatir estando dispuestos a dar su propia vida por la patria ilusionados con la idea vaga y abstracta de lo que para ellos era morir por la patria; mientras que otros, desde Buenos Aires, embriagados por un falso patriotismo alentaban la heroicidad que esos otros irían a encarnar, porque justamente siempre eran otros los que pondrían el cuerpo, arengando una aventura en la que nadie sabía a ciencia cierta en lo que iba a derivar. Sin embargo, en la vida de Matías todo se precipita con su decisión final, que justamente nos lleva a preguntarnos una y otra vez, qué es lo que hace a uno un héroe y qué es lo que convierte a otro en traidor. Quizás no se trate ni de una cosa ni de otra, tanto la palabra héroe como traidor tienen una contundencia y un peso tan descomunales que será necesario buscar otras instancias intermedias menos categóricas y definitivas, pero mucho más reveladoras para comprender qué se hace o se puede hacer frente a la inminencia de una guerra. Por Gabriela Mársico @GabrielaMarsico
Basada en un hecho real, y en el artículo “El abogado que se convirtió en la peor pesadilla de DuPont” de Nathaniel Rich, publicado en 2016 por la revista del New York Times. el docudrama de Todd Haynes, con guion de Mario Correa y Matthew Michael Carnahan, sigue el derrotero del abogado ambientalista Robert Billott que durante más de veinte años llevará adelante una batalla legal contra la gran corporación DuPont para la que ha trabajado, entre otras empresas químicas, durante años, defendiendo sus intereses, para finalmente tomar partido por los damnificados, centrándose en los reclamos de un granjero gravemente enfermo por la contaminación que la planta DuPont ha provocado en el río y en el agua potable, poniendo en riesgo así su trabajo, su reputación y hasta su propia familia. LA PEOR PESADILLA DE DUPONT Robert Billott (Mark Ruffallo) es un abogado ambientalista de Cincinatti, Ohio, que trabaja para el bufete de abogados Taft Law, uno de los estudios jurídicos que se dedican a defender los intereses de empresas químicas, entre ellas, DuPont, una de las corporaciones de la industria química más importantes y poderosas del mundo. En 1998 Billott decide ayudar, en contra de la voluntad y consejo de sus colegas, a un granjero pobre y enfermo, Wilbur Tennant (Bill Camp), ya que resulta ser amigo de la familia, más precisamente de su abuela. Cuando Robert visita a Wilbur en su granja comprueba el daño que la empresa que él representa ha provocado en la ciudad, contaminando el río, los suelos y la atmósfera. Wilbur deberá sacrificar una a una sus vacas que han enfermado gravemente debido al agua envenenada por la empresa Du Pont, ya que durante los últimos años esta misma empresa ha venido arrojando desechos tóxicos no sólo en las aguas del río, sino también en la atmósfera, contaminando el aire a través de escapes tóxicos de sus chimeneas. Frente a sus reiterados reclamos, Wilbur recibirá en su granja a representantes de la Agencia Federal de Medioambiente, que en connivencia con DuPont confeccionarán un informe adverso haciendo responsable de la muerte de las vacas al mismísimo Wilbur, por desnutrición, atención veterinaria insuficiente y falta de control de pesticidas. Wilbur le entregará a Billott, documentación y videos que muestran el estado de las vacas, a las que deberá incluso sacrificar. Lo que hace el filme, a través de las batallas legales que lleva adelante Robert Billott, es poner al descubierto los manejos espurios y fraudulentos, incluso criminales, de las grandes corporaciones, obsesionadas únicamente con los dividendos. DuPont facturará un billón de dólares al año, solamente con los productos de Teflón que fabrica, y por eso mismo prefiere ignorar el daño que está provocando en el medioambiente y en este caso puntualmente en la salud de los habitantes del pueblo de Parkersburg, Ohio. DuPont, como tantas otras corporaciones tienen tanta incidencia y poder sobre los gobiernos que prácticamente los extorsionan y manipulan a su antojo para que se les permita hacer lo que quieran sin ningún tipo de restricciones ni regulaciones que protejan al medioambiente. La empresa química DuPont cuenta en su haber con muchísimas víctimas fatales, sus propios trabajadores, que al haber estado en contacto con el teflón, desde los años cincuenta, han enfermado gravemente desarrollando tumores cancerosos, deformaciones faciales en los bebés de las trabajadoras, incluso aparece en el filme uno de los damnificados, Buck Bailey, cuya madre trabajaba en la planta Du Pont, y que cuando diera a luz a Buck, el bebé naciera con una fosa nasal y otras deformidades faciales. EN BUSCA DEL ASESINO SILENCIOSO El filme está planteado como un thriller corporativo, a medida que avanza con paso lento pero seguro, el abogado ambientalista, tratará de descifrar qué es el C8, el PFOA, es decir, el ácido perfluorooctanoico, el asesino silencioso que parece encontrarse en las aguas del río, y en los suelos y que parece provocar por lo menos seis tipos de cáncer, hipertiroidismo, diabetes, entre tantas otras enfermedades. Frente a las reiteradas demandas judiciales de Rob la empresa DuPont accede a una investigación llevada a cabo por un plantel de médicos para comprobar si existe realmente un vínculo entre el PFOA y las enfermedades que supuestamente provoca. Los resultados de esta investigación llegarán después de siete años, en los que Rob no sólo se verá despojado de beneficios laborales, la pérdida gradual de su prestigio, el menosprecio de su jefe (Tim Robbins), la desconfianza de sus colegas y hasta el deterioro en el ámbito familiar con su mujer Sarah (Anne Hathaway) una abogada retirada que no dejará de reclamarle su falta de compromiso en lo que respecta a su vida familiar y de reprocharle una actitud fría y distante para con ella. TIERRA BALDÍA La cámara de Haynes registra con crudeza documental las calles desoladas de la ciudad, los barriales alrededor del río, y con tomas cenitales, la granja en ruinas de Wilbur Tennant. En una recorrida en automóvil que hará, Rob comprobará el daño irreversible que la poderosa compañía ha provocado en la ciudad y en sus habitantes. Todo luce gris, opaco y roído. Casi todos los niños lucen dientes ennegrecidos por el agua que beben y que se encuentra contaminada. A partir del escándalo de las denuncias y de los litigios, muchos de los empleados de la planta perderán sus fuentes de trabajo y lo harán responsable al mismísimo Rob por sus denuncias y reclamos contra la empresa DuPont, que en definitiva es la única proveedora de empleos en la ciudad. UNA BATALLA GANADA Gracias al insistente e incansable Rob, DuPont accederá a llevar adelante un estudio médico, inédito por la magnitud, de realizarle análisis de sangre nada menos que a setenta mil personas, y por cada uno que se presente, se le dará la suma de cuatro mil dólares. Recién en 2011 se comprobará el vínculo entre el PFOA y el cáncer de riñón, cáncer testicular, colitis ulcerosa, colesterol alto, y la enfermedad tiroidea entre otras. Por lo que finalmente DuPont accede a indemnizar a los damnificados, y a costear sus tratamientos médicos. Además de hacerse cargo del reemplazo de todos los sistemas de agua potable de las ciudades en las que se registraron casos de enfermedades. Lo aterrador de la historia que nos cuenta Haynes es el hecho de que la empresa conocía el carácter altamente tóxico de los compuestos de teflón y siempre tuvo conciencia de todo el daño que estaba provocando no sólo en sus trabajadores y en la población de Parkersburg, sino de ser responsables de la destrucción sistemática del medioambiente; sin embargo este hecho nunca los hizo desistir de cambiar el sistema de producción, o tomar medidas en el modo de manejar sus desechos tóxicos. Por lo que concluimos que mientras sus ganancias vayan creciendo exponencialmente también al mismo ritmo el ecosistema irá en franca decadencia, como la salud de todos los seres vivos del planeta. Recomendamos al que esté interesado en el tema de la contaminación ambiental ver el documental Envenenados, The devil we know (2018) de Stephanie Soechtig, y Jeremy Seifert que denuncia con testimonios de los pobladores del lugar la magnitud del daño que la empresa DuPont ha provocado en el planeta, valga como ejemplo el dato de que el 99,7 de las muestras de sangre de los norteamericanos dieron positivo en C8. Por Gabriela Mársico @GabrielaMarsico