En pleno invierno y a días de su ansiado casamiento, Magda es testigo de una serie de trágicos acontecimientos que involucran a su novio. Conmocionada, decide callar; pero pronto su cuerpo comenzará a hablar por ella en este enigmático drama psicológico, con las sierras de Córdoba como fondo. Vigilia en agosto es una película con un planteo simple pero interesante, que abre muchas pestañas pero no termina por jugarse por desplegar con determinación ninguna, y tal vez he allí su única ligera incomodidad teórica. Por lo demás, las interpretaciones, el guion, el camino que lleva a los protagonistas en la vivencia-camino a lo que tiene que ser la experiencia, el Sacramento, según el cura define, más importante de sus vidas, entregan todas las posibilidades que su construcción les permite, según el trabajo ideado por Luis María Mercado en ésta, su ópera prima. La mirada es honesta y también lo que propone cumple, de modo que es aceptable el encuentro entre espectador e historia. Lo menos que se puede pedir en la experiencia del encuentro cara a cara con lo que se desea (o espera) ver. El personaje principal, Magda (Rita Pauls), atraviesa un espacio figurado y literal espeso y difícil, en un contexto familiar y humano que no llega a comprender su padecer, y que establece que todas las dolencias están relacionadas o con lo místico o con lo mágico, expresiones de las creencias que, en ocasiones, corren en líneas paralelas que a veces terminan cruzándose y cuyos límites sin difusos. Su cuerpo le comunica y ella apenas puede comprender, porque allí nadie parece hacerlo. El recorrido temático a través del miedo a la frustración, a los peligros desconocidos, de alguna manera banalizados por cierta ignorancia del contexto son datos de la pintura que acompañan el transcurrir de estos personajes de alguna manera reconocibles. Vigilia en agosto construye de manera casi poética como naturalista una espera que vira a un viaje emocional cruel, místico, plenos de creencias que terminan anulando la necesidad de reconocer los reales síntomas.
En el año 2000 Lucía viajó con sus abuelos, Pepe y Heber, a conocer París y Madrid, donde Pepe tuvo que exiliarse a los seis años para escapar de la Guerra Civil Española. Lucía registró ese viaje, con ojo adolescente, en su cámara VHS. Luego del fallecimiento de Pepe, se reencontró con el material grabado y comenzó otro viaje: rearmar esa historia familiar. Un viaje no lineal, con huecos y hallazgos, donde lo extraordinario y lo común se mezclan; y en el que se descubre que la identidad es un cúmulo de piezas que intentamos ordenar. Este documental participó de las clínicas de desarrollo de proyectos documental Raymundo Gleyzer (Cine de la base), destinada a productores y directores egresados de escuelas públicas. La vida de una familia que escapa de una realidad terrible durante la terrible guerra civil española. Una nieta que escudriña entre los recuerdos familiares, los archivos y los testimonios en primera persona. Terribles momentos de la historia europea cuyos protagonistas vivieron toda su vida los recuerdos del horror. La tragedia de gente que lo perdió todo y arrastró sus temores a estas tierras. Personas que perdieron todo, inclusive a sus familias. Los testimonios son crudos y muy vívidos, dolorosos y profundos; casi una historia dentro de otra historia de miles de personas que huyeron del miedo en busca de la promesa de un mundo mejor. La protagonista hace el camino inverso y procura respirar los recuerdos, las ideas, las emociones, cada uno de los sentimientos, caminando por los espacios en que su familia fue, con el fin de documentar tanto como reconstruir un pedazo de historia. Las emociones de la voz cantante del documental, Lucía Ruiz, quien comparte sus emociones y el recorrido en ambas direcciones con el espectador, indagan en la memoria y en el dolor de las historias personales de quienes la precedieron. La intimidad es sentida.
Marta tiene 75 años y hace 14 que vive en la calle. Viajó por toda Latinoamérica como bailarina de cabaret y fue una de las pioneras del striptease en Buenos Aires. A partir de una fuerte crisis emocional que derivó en una internación, se desvinculó de familiares y trabajo quedando así en los márgenes de la sociedad. Pero gracias a su capacidad de lucha y ganas de vivir inventa una nueva tarea que desemboca en la formación de una nueva familia: el “MartaShow”. Marta Show se trata de un show callejero, mezcla de varieté y happening dirigido por Marta en un sector de la vereda, contra las rejas de una plaza, donde ella tiene su parada hace años. Está formado por coreografías, playbacks, poemas y canciones, remembranzas de los años dorados en que Marta fue bailarina. Guionada y dirigida por Malena Moffatt y Bruno López, y con producción de Tomás Tomás Lipgot, Marta Show es una fantasía cruda y dolorosa hecha documental. La dureza de la calle, el vínculo sanador con el arte, las peripecias y la no aceptación e incluso, el rechazo de la gente ante, quizás, el miedo a lo diferente, son una muestra de una sociedad que no puede ver en el otro más que una amenaza o, tal vez, el miedo a lo que pueden sufrir en algún momento cuando el sistema los vomite. La voz (y el cuerpo) cantante se divide en tres y cada una de las protagonistas, en sus diferentes relieves sensoriales y emocionales, llevan adelante un cuento que es ni más ni menos, que el enfrentamiento a la vida diaria de las miles de personas que no son, para muchos, -inclusive para los más voluntariosos y bienintencionados-, más que un número, una estadística. Probablemente porque el miedo les impide ver más allá en esos rostros plenos de una frustración que ganó la partida. Los secretos de Marta, sus anhelos, el propio miedo a perder lo poco que tiene, en un giro y un despliegue simbólico relacionado con objetos entre brillantes y deslucidos, con una que otra planta colgando ocasionalmente, como contacto entre la fantasía del tener y de la posesión como único significado de la existencia y la sensación de poder perderlo todo, cuando ya casi se lo ha perdido antes. Malena Moffatt coordinó talleres de artes plásticas en psiquiátricos y de allí el vínculo de comprensión y espejo que establece con Marta, a partir del momento en que se suma a su show y lo convierte en una rareza que a veces cosecha inesperados espectadores, y en otras partenaires que también buscan su espacio, a la deriva, en una ciudad que no los reconoce ni los considera.
Entre pantanos Producida por Alexandre Aja, Sam Raimi (no es necesaria presentación para él), Robert Tapert, Craig Flores y dirigida por el propio Aja, con guion de Michael y Shawn Rasmussen, Infierno en la tormenta es una película tradicional del género catástrofe en un mix con cierto gore, cuyo exponente más vistoso al respecto en los últimos tiempos ha sido Sharknado, iniciador de una saga que sigue rindiendo frutos comerciales. Todos los amantes de este género van a estar encantados con esta maravillosa película. Me incluyo porque así fue; es uno de mis géneros favoritos, sobre todo por su honestidad: no pretende ser más que lo que su contenido e identificación a partir de lo que el espectador ve en pantalla, y eso es lo que entrega. Y esta es la mejor manera de no defraudar. La solemnidad, la pedantería, el exceso de carga snob no están presentes acá. Promete caos y confusión con la llegada de un huracán y acompañando tamaño desastre, cocodrilos por todos lados. Y así pasa. Podemos decir que hay cierta exageración en cuanto a la exposición de los personajes enfrentando a los reptiles, pero es típico del género; bueno, de éste y de algunos otros también. La protagonista apenas sufrirá rasguños en sus enfrentamientos con los salvajes animales que pretenden convertirla en su almuerzo, cuando otros tendrán peor suerte y serán devorados como caramelos masticables. La tensión se sostiene perfectamente y no aburre en ningún momento. Se dosifican con cuidado las etapas diferentes de complicación y escollos que debe enfrentar Haley para salvar a su padre y, luego, a sí misma, de morir despedazada. El paralelismo emocional que surge de los recuerdos en que su padre le exigió superarse, (tal vez más de la cuenta, pero con justificación, según sus propias palabras) está bien trabajado y es apoyo para el desarrollo del conflicto y su resolución. El resto, lo que no parece verosímil, se vuelve creíble por la empatía con los personajes, construida a través del reconocimiento en ellos a través de la emocionalidad familiar. De trazo más que simple, cualquiera puede reconocerse en estas personas y las historias que les han dado origen, y que los han colocado en las circunstancias en que los vemos, con las características que, tal vez, puedan ser su salvación en esta lucha contra la indomable furia de la naturaleza.
Recuerdo de una odisea Ricardo Preve, cineasta, fotógrafo y activista, quien ha realizado diversos contenidos audiovisuales, algunos de ellos para la pantalla de National Geographic, trae este excelente documental sobre la pérdida de un submarino, el desembarco de sus tripulantes en una isla perdida, y la búsqueda y repatriación de Carlo Acefalo, el único tripulante fallecido. Una historia trágica y dolorosa sobre un encuentro imposible en vida, pero que puede transformarse en un homenaje. La marca de la guerra y la violencia confluyendo en la destrucción de una familia, y el dolor narrado por los integrantes de la misma, en pos de la recuperación de los restos de Acéfalo. La narración es llevadera e instructiva. Visualmente interesante, mueve al espectador a las vivencias de las personas que se menciona. Muy buenas las escenas de reconstrucción de época, como así también la presentación de documentación y archivo. El relato coral sirve como amalgama e hilo conductor junto con el off narrativo, guiando en la apreciación histórica de los hechos y testimonios que completa la historia compartida. Volviendo a casa es una excelente narración documental que, conjuntamente con el archivo, los testimonios y la reconstrucción histórica, acompañan y dan todo de sí para adentrar al público en una odisea increíble, con un epílogo que brinda un cierre, ochenta años después.
La realidad y los sueños De la mano de Laura Amelia Guzmán e Israel Cárdenas, llega esta película que fue presentada mundialmente en la Sección Panorama de la 69° edición de la Berlinale, dedicada a nuevas obras de directores consagrados, óperas primas y descubrimientos. Antiguos amigos del palo del cine vuelven a reunirse y todo vuelve a fluir creativamente entre ellos…hasta que el revival es de lo más sangriento. Una como siempre excepcional Geraldine Chaplin en el papel de Vera, en este caso acompañada por Udo Kier y Luis Ospina, reúne al antiguo equipo con quienes trabajó tanto como vivió profusamente la vida, para realizar un último homenaje a Jean-Louis Jorge, culminando una película que quedara inconclusa por su temprana muerte del director. Un dato también a relevar es la reconstrucción de archivo y la inclusión de dicho material en el entramado narrativo. Una historia absurda pero increíblemente poética y estéticamente maravillosa en todos los sentidos. Un gusto ver a un elenco que, aún en cierta sobreexageración ciertamente planificada, está a la altura del estilo kitsch que logra con creces culminar con el homenaje deseado. Permanentemente se mueve en una mágica narración que va de lo raro a lo sublime; bien podría pasar por una típica película clase B. Esto no significa un desprecio de este tipo de producciones; todo lo contrario. Tienen un excelente construcción de mundos tan increíbles que se vuelven reales a los ojos del espectador. Este es el caso de La fiera y la fiesta, con el detalle de un excelente guión a cargo de la pareja de directores y un elenco inmejorable. Un muy buen elenco, un guion excelente.
Muñeco bravo Lars Klevberg es un director noruego cuya filmografía consta sobre todo de dos cortos; el último de ellos, de 2015, sirvió como base para su película Polaroid (2019), en el cual se basa. En cuanto al tema que nos ocupa, puedo decir que Chucky es una aceptable película de terror, si lo que se busca en un film de este género es un entrenamiento simple, básico, con algunas referencias a películas y estéticas de la década del 80, en una época en que eso vende, y mucho. Aubrey Plaza cumple con el rol, el cual tampoco le exige mucho. Pero bueno, siempre podría ser peor. Es una excelente actriz de comedia, y ojalá pueda seguir en ese género. En caso pruebe nuevamente con otros, ojalá que sea más jugado y tenga la posibilidad de mostrar sus condiciones. Mención especial para Mark Hamill, prestando su voz para el muñeco maldito más famoso. Las reglas básicas del género se cumplen, entonces, y es una película aceptable de ver. Lo que no se entiende, en este furor de los revivals y la recuperación indiscriminada, casi, de películas que cumplieron en captar el interés del espectador en algún momento, con más o menos éxito, es por qué cambian y relanzan las historias de modo que no quede nada de las ideas que le dieron origen; Lo siento. Yo quiero al Chucky pendenciero, recién salidito de prisión. Como diría Condorito: exijo una explicación. También es notable que durante la película van lanzando pequeñas muestras de futuros Chuckys, aptos para todo el abanico de público. El negocio sigue, la franquicia se reinventa, y, al fin y al cabo, está bien, porque no solamente de buenos guiones vive la industria, al parecer. Y claramente el mercado lo leen como los dioses, muñecos. Chucky es una película aceptable de ver si lo que se le pide es lo mínimo para un film del género.
Psicodelia rural El primer largometraje de Alejandro Gallo Bermúdez presenta una mirada lúdica, brillante (no solamente en términos de luminosidad), sonora y fantástica. La idea de experimentación musical tanto como social de los psíquicos litoraleños pinta de cuerpo entero la idea proyecto que va más allá del arte o, en todo caso, suman a ello la experiencia de vivir e incorporar proyección estética e intervención electrónica a la música local Correntina, en un paso más allá en la búsqueda sonora. Los testimonios de los lugareños, que reciben a los intérpretes en su transmisión de sensaciones y locura místico-sensorial, es un plus. La teórica apatía local se rompe con la irrupción de una especie de gira mágica y misteriosa en el litoral argentino. La historia del grupo creativo incluye archivo original de los integrantes y testimonio de diferentes personalidades de la zona (músicos, periodistas, intelectuales, entre otros) los que narran su descubrimiento de la banda, sus impresiones al respecto de la música y el legado potencial, y algunas de las diferentes presentaciones, las que usualmente se daban en circunstancias mágicas y sorpresivas. La interpretación sobre lo que significó el origen de la ruptura cultural, estética, “rupturista”, si así puede llamarse, en una búsqueda, un mensaje y un estilo claramente único, distintivo, narrado en capítulos, es el mejor camino para conocer a los psíquicos. Encandilan luces es una excelente experiencia sensorial musical, artística, social.
Pasión por la música Gaspar Scheuer, el director oriundo de Los Toldos, entre cuyas obras se cuentan director de Desierto (2007) y Samurai (2012), presenta en esta ocasión Delfín, su nueva producción, cuyo estreno se produce esta semana, protagonizada por Valentino Catania, Cristian Salguero, Paula Reca y Marcelo Subiotto. La historia nos lleva por la vida durante una semana de Delfín junto a su padre, en una casa en condiciones deplorables. En el transcurso de dicha semana, Delfín tiene diferentes vivencias que lo llevan por situaciones pintorescas o preocupantes, depende de la ocasión. Mientras tanto, en su deseo de participar en una orquesta infantil, hace todo lo posible para dar una prueba en un pueblo cercano. Con algunos toques poéticos y otros ligeramente entre tiernos y cómicos, sin abandonar el realismo al mostrar las circunstancias de los personajes, la película, de trazo narrativo simple (pero no por ello menos contundente), genera empatía con Delfín y entendimiento de la realidad y el contexto en el que las vidas de los personajes tienen lugar. Es un muy buen film, que se suma a la producción nacional de este año. En suma, una historia universal y cercana, muy bien dirigida e interpretada, con trabajo valorable en cuanto a lo técnico, recomendable para ver esta semana en la pantalla grande.
Un viaje a la salvación Blindado es una excelente muestra de cine. El manejo detallista de la dirección de actores, la búsqueda de significados a través de los símbolos y las menciones de pasajes de la Biblia en la voz en off, hilvanan el relato para poder entender al personaje principal y su complejo entramado psicológico, quien procura salir de la situación de encrucijada emocional y mental en la que se encuentra luego de la pérdida de su familia. Este desencuentro del propio funcionamiento de su mente, mezclado con el misticismo exacerbado y la necesidad de convertirse en un salvador que ha sido tocado por la “oportunidad” luego de ser una especie de mártir (según su propia visión, claro) lo llevan a un camino que no podrá desandar. Las tomas aéreas son de magnífica realización, con muy buen cuidado estético y no son solamente un adorno para pasar de una escena a otra, un vulgar intervalo; realmente sirven como acompañamiento narrativo en lo que refiere al camino del personaje y su abrumada catarata de emociones complejas, en su pérdida de control de contacto con la realidad. Destacable el trabajo de Gabriel Peralta como Luna, Luciano Cáceres como Vitali (quien será el apoyo del protagonista en su travesía emocional) y Aline Jones como Selva, el objeto de interés de Luna en su recorrido místico-heróico. También destacan Luis Ziembrowski, Lautaro Delgado, Esteban Menis y Gonzalo Urtizberea, en el muy buen elenco secundario. Desde ya, todo ello no sería posible sin la muy buena dirección de Eduardo Meneghelli (Román- Ruleta rusa; ambas de 2018) quien incorpora nuevamente a Peralta como protagonista. Una excelente muestra de buen cine con cuidado estético y enfoque en la investigación previa respecto del mundo que se narra y sirve a la vez de contexto y la dirección de actores.