Shane Black apuesta todo para devolver la vieja gloria de aquel alienígena que tanta diversión dio en 31 años de su concepción. Lejos de Arnold o Danny Glover, la película no se define completamente por músculos o status estelar de primera fila. Hay grandes nombres, entre ellos: Sterling K. Brown, Thomas Jane, Olivia Munn, Keegan Michael-Key, entre otros, pero “El Depredador” se concentra en absorber fuerzas de grupos y no de un individuo que define al resto del elenco. El punto fuerte de esta película es la química entre todos estos diferentes actores (en especial “Los Loonies“). La historia vuelve a jugar con la mitología de Depredador (o Yautja) y pone al espectador nuevamente en una guerra de Tribus entre estos cazadores intergalácticos. El honor de esta raza alienígena asesina se muestra en carne viva y por un “intermediario accidental” en esa batalla se mete nuevamente el humano. Quinn Mckenna (Boyd Holbrook) es un sniper en una misión por America del Sur. En plena asignación un vehículo espacial cae del cielo, su conductor escapa y mata a toda la unidad de Mckenna. Por casualidad de la vida Mckenna noquea al conductor espacial, roba sus pertenencias y las envía a un apartado postal; accidentalmente todas las cosas espaciales robadas terminan en manos de su hijo autista Rory (Jacob Tremblay), el pequeño las activa y esto atrae el interés de un cazador (depredador) que se dirige a la tierra. Mckenna mientras tanto es puesto en un asilo junto a “Los Loonies” (Thomas Jane, Keegan Michael-Key, Alfie Allen, Trevante Rhodes y Augusto Aguilera) y emprende un plan para rescatar a su hijo del Depredador. Fred Dekker (Monster Squad, House) muestra una idea directa, sangrienta y sin filtros de lo que es la caza intergalactica en papel y lapiz. El Depredador es una película sangrienta que adjunta la violencia con el humor de una manera efectiva sin golpes bajos y a pura diversión. Decapitaciones, viseras, suicidios, explosiones, amputaciones, todo lo que se buscaba ver en una película de Depredador lo tenemos y con lujo de detalles. Un fan service de pies a cabeza The Predator (título en inglés) se adentra aún más en la mitología de los Yautja sin desparramar una sobredosis de información innecesaria. Estos seres espaciales son cazadores, disfrutan el desafío y buscan perfeccionarse con cada cacería, esto es lo escencial que se plantea en el camino de la película; hay diferentes extensiones de la afromencionada “perfección” y la demostración de búsqueda – al menos en esta película – no va a lograr satisfacer a todos, no obstante Dekker y Black saben definitivamente que rumbo tomar a futuro. De todas formas no todo brilla, The Predator sufre por errores de continuidad notorios: lentes de sol que aparecen y desaparecen, posturas que se modifican con el corte de cámara y cambios en la utilería son algunas de las cosas que se pueden apreciar en esta secuela, son muchos y no pasan desapercibidos no obstante aunque llamen la atención no afectan al disfrute total de la experiencia. La claridad de los momentos se muestran de una forma fina y sin complicaciones, recuerda mucho a la época dorada del cine de acción de los 80’s. La mano habil, casi bufona, de Shane Black posibilita que este tipo de películas se disfruten sin compromisos y la gente pueda pasar un damn good time en el cine. Tal vez faltan frases clásicas pero el espíritu rebelde señoras y señores, está bien presente. El Depredador ofrece todo lo que todo fan de la saga quiere y también logra encontrar esa sensación de integridad a la hora de desarrollar algo nuevo sobre una esencia escrita sobre piedra. Con gran química del elenco (Thomas Jane sorprende como comic relief y Trenvante Rhodes funciona muy bien en el género de acción) más la explosión de violencia necesaria, esta película llego en el momento justo. Con El Depredador los good old 80’s están de vuelta. Divertida de principio a fin. Valoración: Muy Buena.
En Acusada tenemos la grata sorpresa de encontrar a Lali Espósito en un rol principal dentro de un género al que no estamos a acostumbrados a verla, el thriller. Acusada no busca situar la amistad quebrada de dos amigas por un crimen, sino enfocarse en la idea de supervivencia más allá de un veredicto final. Lali Espósito interpreta a Dolores Dreier, única acusada por el crimen de su mejor amiga. Entre la exposición mediática de épocas actuales y la revelación de secretos ocultos la película dirigida por Gonzalo Tobal (Villegas) consigue infundir tensión sobre hipótesis o suposiciones acerca del conflicto mortal entre amigas; ahora bien, el punto alto de esta película es cómo Tobal, junto a Ulises Porra (guionista), transfieren el rol de juez no al espectador sino a los propios personajes. Estos personajes recurren a sus propios pensamientos y accionario para describir las nuevas conjeturas que el público ve en pantalla; en Acusada las resoluciones no caen en manos de pruebas, sino de palabras. Un gran elenco completa el reparto secundario: Leonardo Sbaraglia, Inés Estévez, Daniel Fanego, Gerardo Romano y la participación especial de Gael García Bernal. Ahora bien, la película lleva las miradas a la protagonista de este film, Lali Esposito, pero el verdadero lujo de la película es Sbaraglia, quien brinda una actuación soberana: Con mezclas de imposición paternal, debilidad y dudas Sbaraglia da todo en su interpretación de “padre coraje” ; el resto del elenco cumple correctamente, con excepción de Inés Estévez que no consigue enganchar el ritmo que necesita la película. Más allá de todo Acusada también puede generar debate por su contenido y por cómo encara las situaciones plasmadas en pantalla, tal vez el espectador busque una aproximación más directa a lo que es la fuente del problema, en cambio la película mantiene al público explorando en un ping pong mental durante 118 minutos (algo largos que cuestan al finalizar la primera mitad de la película). Es necesario estar atentos para descifrar determinados patrones de conducta y poder sacar una conclusión personal definitiva. Una película que vale la pena disfrutar en cine por el acercamiento diferente que toma con sus respectivas compañeras de género nacional; Acusada entretiene, interesa pero no logra ningún destello de grandeza ,salvo por una soberbia actuación de un magnifico Sbaraglia.
“Hay que traer talentos de afuera para hacer interesante las cosas” esta es una de los tantos pensamientos que pasan por la cabeza cuando se ve la película de Rodrigo H. Vila El Último Hombre, pero desafortunadamente ni los talentos visitantes ayudan a que este plomazo sea interesante. Protagonizada por Hayden Christensen, Harvey Keitel, Liz Solari y Fernán “tanguito” Mirás ,esta rareza de película confunde al espectador desde su principio utilizando el intento de impacto de la voz en off de Christensen, tratando de explicar la situación del mundo tras una guerra. Las cosas son directas aunque no claras y Christensen complica más la situación con un tono monótono que no complementa las escenas que H. Vila pone en pantalla. Christensen es la antítesis de voz en off de lo que es la suprema voz de De Niro en Casino de Scorsese. De Niro va poco a poco explicando meticulosamente con tono trágico cómo su vida y su mundo se desplomó por amor al dinero y, sobretodo, a una mujer; aquí en El Último Hombre, H. Vila pone al actor inapropiado a explicar de qué va todo : esto compromente a la integridad del film sin terminar de hundirlo. Por otro lado la sensación de desorientación se siente en toda la película; supuestamente nos encontramos en Argentina – al menos nosotros debemos suponer eso – pero el único referente dado son las famosas torres de Lugano. La situación es tan bizarra que por cada exterior, cambio de interiores o siendo directos, escenas que se nos vengan a la cabeza, tenemos un flash de las torres de Lugano. ¿Estamos en un loquero?…torres de Lugano!, Hayden Christensen va al trabajo.. torres de Lugano!… Harvey Keitel se mete en su negocio de baratijas… torres de Lugano!, el villano busca por toda la ciudad al protagonista de la historia… FLASH DE TORRES DE LUGANO, y así sucesivamente hasta que se piensa que absolutamente todo este universo disparatado sucede en cada piso de las torres de Lugano. Lo gracioso es que nuestros talentos locales hablan en inglés y con esto H. Vila instala una nueva posibilidad de futuro distópico: Villa Lugano es la capital del mundo. Hay que olvidarse de quién actúa en El Último Hombre ya que cada gran nombre puede ser tachado y superpuesto por algún talento novato sacado de las primeras clases de un curso de actuación. Keitel impone presencia pero nos asegura que la visita a nuestro país es sólo por el cheque, Fernán Mirás cumple un rol de cameo al interpretar al “loco de la esquina”, Liz Solari solamente funciona como “talento de exportación” por el claro camino que significa desnudo de exportación y Christensen, muy lejos de esta película, situado en una galaxia muy ,muy lejana triunfa como actor modelo en el rubro “piloto automático”. Aburrida y sin un aparente rumbo concreto El Último Hombre no expone nada positivo para resaltar, falla en su intento por entretener y no consigue interesar al público en todo su intento, su departamento de arte funciona pero el resto de su totalidad es una molestia audiovisual que pronto quedará en el olvido. Ojalá que El Último Hombre sea ese último intento de main movie de H. Vila y el director pueda centrase en esos documentales que tan bien le salen. Valoración: Mala.
En la ya estresante formula de exprimir la franquicia que inicio con El Conjuro (The Conjuring,2013), La Monja (The Nun es su idioma original) demuestra con gravedad la necesidad de explotar y desaprovechar grandes oportunidades. Producida por James Wan y protagonizada por Demián Bichir y Taissa Farminga esta nueva entrega del universo de demonios “Wanescos” consigue abofetear en casi todos sus aspectos al espectador fanático del susto fácil. La acción se sitúa sobre la década de 1950 en Rumania, en el Monasterio de Cartas, un lugar azotado por la guerra y con una oscura maldición que pone a temblar a todo lugareño. El padre Burke (Demián Bichir) y la hermana Irene (Taissa Farminga) son los “cazafantasmas” enviados por la iglesia para investigar un suicidio que no tiene indicios claros; poco a poco a medida que estos dos personajes se internan cada vez más en lo profundo de esta especie de “Abadía del Mal” el miedo crece por la presencia de La Monja. Dirigida por Colin Hardy (The Hallow) La Monja se establece en un lugar cómodo y comunica al espectador en cuestión de pocos minutos que no piensa cambiar súbitamente su predisposición en el género de horror. Lamentablemente esa posición se siente sucia, casi bastardeada por un guión nefasto a cargo de Gary Dauberman (it chapter 1, Annabelle). El Trabajo de Dauberman es tan pobre que cada situación presentada o dialogo puesto en escena se sienten familiares y apuntan a desenlaces ultra quemados en un género que necesita una pizca extra de cariño tras la hoja y el papel. El susto tonto se utiliza de manera continua y se desperdicia por la misma, los espectadores van a encontrarse con clichés desproporcionados de un proyecto que permitía una basta cantidad de interesantes ideas que predestinaban ramificarse en cualquier dirección, pero al final, busca una la salida cómoda, casi perezosa, de escapar positivamente de los problemas. Para colmo la archiemencionada monja es simplemente una burda excusa para atraer al público hacia un lugar interesante que no consigue el peso necesario para que el espectador diga: Me cago de miedo. Vemos un monasterio, vemos monjas y vemos a LA monja, ahora bien, ¿importa?… en absoluto, el espectador se queda con ganas de más monja por un proyecto que va a media marcha todo su trayecto. El personaje de La monja instala un interés falso y ese temor predispuesto se termina cuando la idea de similitud entre el mismo y la musa de Almodóvar, Rossy de Palma, inunda los pensamientos y la risa se apodera de la situación. Se puede ver a una monja pero también se aprecia una Rossy furiosa sedienta de sangre en búsqueda de nuevo proyectos junto a Pedro. Una película que no logra convencer en lo absoluto, no obstante Taissa Farminga hace todo lo que puede en un rol que pide lo justo. Una decepción de film que solo resulta interesante si se busca perder el tiempo para fingir miedo. Valoración: Regular.
El Justiciero 2 sigue la historia de Robert MCcall (Denzel Washington) tras asumir su rol de vigilante después de los hechos de la primera película. Dirigida por Antoine Fuqua esta secuela cumple el rol de un cierto segundo capítulo en la vida de MCcall optimizando y sufriendo la suerte de la mayoría de secuelas. El Justiciero 2 enfoca su principal fuerza en contar una historia de venganza personal en la vida de MCcall. Ya no se busca realizar acciones justas para el bienestar ajeno y las acciones de buen samaritano se esfuman al ingresar en el plan maestro de venganza. Contrario a su fuente original – la serie The Equalizer – esta nueva visión crea una máxima de “violencia por violencia” para el público más allá del entretenimiento visceral. Es interesante que en esta secuela se utiliza un accionar masivo de letalidad absoluta, pero por razones de accesibilidad, la censura reina sobre las imágenes; el clásico desenfoque o acción fuera de cámara se ve continuamente y el factor shock desencadenado por un MCcall casi omnipotente – gracias a la absoluta presencia de Washington – pierde efecto por el toque light absurdo y nauseabundo que Fuqua explora en The Equalizer 2. Hay que destacar que la película es lenta en su desarrollo. Vemos a McCall en acciones innecesarias que conllevan a un objetivo en común; Resulta interesante ver la vida de este “antihéroe desconectado” en una rutina común no obstante la película sufre por ello y el cansancio del vuelterio no resulta atractivo. Otro punto en contra en The Equalizer 2 es que recurre a ensañarse con resoluciones vagas y, desafortunadamente, predecibles y desinteresantes antagonistas; MCcall necesita sentirse en sintonía con ellos – Marton Csokas brilló por esto en la primer película –, como si fuera una familia perdida por los años, pero el guión de Richard Wenk no deja que esto pase al apresurar un tercer acto que no se encuentra en el mismo nivel – y tampoco pacing – que los anteriores minutos de la película. The Equalizer 2 es entretenida y expande el universo e historia de Robert MCcall, lo hace sutilmente y al mismo tiempo no convence en la totalidad de sus diferentes apartados. Valoración: Buena.
La fiebre tiburonera está más alta que nunca y en este trending sobre los reyes de los mares se asoma Megalodón (The Meg en su idioma original). Protagonizada por Jason Statham, Li BingBing y Ruby Rose esta interesante película ofrece diversión en las profundidades. Statham está en su elemento. El actor de Snatch, cerdos y diamantes domina en totalidad una película que sin dudas no hubiera sido lo mismo sin él. Más allá de tener un pasado en competición como clavadista Jason muestra, como de costumbre, un total dominio de pantalla. Los secundarios, salvo en el positivo caso de Li BingBing , son caras que complementan pero tranquilamente pueden intercambiarse por otros nombres reconocidos. The Meg es inmensa, el tiburón se muestra en todo su esplendor y mantiene su poderosa figura presente desde el momento de su revelación hasta el final. Hay que olvidarse el clásico de Spielberg cuando uno ve a Meg; esta maquina asesina se reserva por pocos minutos pero a la hora de salir, se muestra y no tiene miedo de nada. Desafortunadamente para lo que es un standard en películas de “Animales al ataque” The Meg se queda corta en el nivel de sangre y viseras para posibilitar un rating de PG-13 y esto una verdadera pena. El film dirigido por Jon Turteltaub logra estabilizar el entretenimiento con la información que se nos da para comprender cómo Meg se encuentra entre nosotros ubicando a la película sobre un cómodo lugar de diversion. Explicaciones rápidas sin demasiadas vueltas y de alguna forma “válidas” se dan y sorpresivamente no dejan piezas flojas para desarrollar en una introspectiva. Quitando la exploit desaprovechada de sangre The Meg se siente bien In your face. Si se busca una película para despejar la cabeza con diversión sin culpa The Meg es la opción indicada para disfrutar en cines. Siempre es bueno ver a Statham repartiendo piñas y patadas, aquí lo tenemos luchando contra un friggin’ tiburón, ¿qué más se puede pedir?.
Misión Imposible: Repercusión (Mission impossible Fallout en su idioma original) pone en crisis el mundo privado de Ethan Hunt (el eterno Tom Cruise) y utiliza la famosa técnica de “pecados pasados” para funcionar e innovar. Dirigida por Christopher McQuarrie (Jack Reacher, The Way of the Gun) la nueva aventura de Hunt y su equipo es inmensa en todo sentido. McQuarrie junto a Cruise se divierten a más no poder con Repercusión; todo lo que vimos en las anteriores entregas se queda corto con lo que se ve en esta película; generalmente en este grupo de films de Misión Imposible las hazañas se destacaban por ser la frutilla del postre individual pero en Repercusión nos encontramos con múltiples desafíos prácticos que ponen en riesgo al propio Cruise sin doble de riesgo. Vemos a Tom en un salto HALO, colgado sin arnés de seguridad, saltando techos y en muchas sorpresas más – para evitar entrar en un terreno de spoilers no van a ser referidas aquí-. Todas estas escenas peligrosas están realizadas con sutil maestría, lo que permite que el espectador se sienta más cerca que nunca en el mundo del espía “corredor”. A nivel técnico la película es espectacular, desde los primeros segundos del film se nota con claridad como McQuarrie y Rob Hardy (encargado de la fotografía) ponen el factor visual de Repercusión de forma que el peligro inminente se vea intacto y las sombras poco a poco cobren vida. Misión Imposible: Repercusión no busca jugar con luces y sombras sino lograr hacer realidad toda pesadilla de Hunt con imágenes monumentales y poderosas. En su historia Repercusión presenta al pasado de Hunt como punto principal; estamos acostumbrados a ver espías cuyo pasado los alcanza tarde o temprano, pero en el mundo Cruise/IMF eso no había llegado… hasta hoy por supuesto. Lo atractivo de esta nueva película es cómo (mediante personajes secundarios de entregas previas) las cosas van tomando forma y el punto final para muchos puede ser definitivo. En Misión Imposible Repercusión los personajes importan. Además de las caras – ya clásicas – de esta serie de películas se suman Angela Bassett, Vanessa Kirby, Wes Bentley y Henry Cavill como posibles aliados o enemigos del equipo IMF. Sinceramente, si hay que destacar a alguien en esta nueva camada de grandes actores en el mundo M:I es Bassett. Bassett logra con una presencia limitada meter el nivel de amenaza necesaria para que el espectador sepa que el verdadero poder es la persona detrás de un escritorio. Por otro lado Henry Cavill muestra una nueva pero conocida faceta en su carrera (recordemos que si no está utilizando la capa de superman el actor participa en numerosas películas de espionaje) y se pone a trabajar codo a codo con Cruise de una forma aceptable y eso es todo. Vanessa Kirby explota mostrando tenacidad ,y sorpresa de sorpresas, vemos a Wes Bentley en un rol atípico en su carrera. Punto aparte de nuevas caras, el show es de Tom y como de costumbre este actor, mega estrella entre las estrellas, da todo por su proyecto. Ajeno a los problemas de la industria Cruise se entrega con extremo profesionalismo en una película que el público pueda disfrutar, en Misión Imposible Repercusión el profesionalismo está intacto y no sólo eso, el señor Mapother IV eleva el término una vez más hacia lo que podemos referir como “actuación”. Es imposible no decir que Tom Cruise no es buen actor, guste o no es admirable su entrega absoluta para con sus películas y último pero no menos importante: sus fans. No hay que perderse Misión Imposible Repercusión ya que es una película que tiene todo lo que el público desea: una historia cautivante, un elenco que no solo es reconocido sino que también cumple en lo que ofrece, un nivel técnico intachable, es divertida, se arriesga a jugar a más (aún manteniendo los trucos clásicos) y su duración (148 minutos) esta compuesta por entretenimiento puro. No es una película perfecta pero sin dudas deja en claro que esta saga, si se lo propone, no va a morir nunca. Valoración: Muy Buena. (Ideal para IMAX).
Como si fuese una fábula Secretos Ocultos (Marrowbone, en su idioma original) trasmite fortaleza en un comienzo encantado. En esta película inglesa con coproducción española las cosas no son lo que parecen ser, el relato se centra en un nuevo inicio para una familia con un pasado incierto. Los personajes se presentan en el comienzo de la película; los ánimos de estos se confabulan administrando una cuota de misterio para enganchar al espectador en una historia con un excelente ambiente, pero con un guión predecible a cargo del director Sergio G. Sanchéz. “El misterio del fantasma” es un faux title con el que Marrowbone se podría comprender. Con jóvenes talentos que dominan la pantalla en sus casi 2 horas de duración, la película se mantiene a ritmo cansino; Anya Taylor-Joy, George MacKay y Charlie Heaton ponen comodidad con una cierta costumbre en el género mientras que Matthew Stagg y Mia Goth se encargan de la dosis de inocencia juvenil. Todos estos jóvenes actores funcionan muy bien y sin dudas ellos hacen que Secretos Ocultos sea… real. A pesar de que Marrowbone salga de la misma “escuela” que El Orfanato, aquí las cosas no cierran del todo. Toneladas de plotholes sirven para confundir más que sorprender al espectador y las preguntas que tal vez son muchas no consiguen sostener una respuesta clara a pesar de que todo se ve en pantalla; lo sobrenatural juega constantemente con lo real de forma intermitente pero si la atención se mantiene se pueden lograr atar cabos sueltos en las primeras pulsaciones fuertes de este film. De todas formas en Marrowbone Sergio G. Sanchéz da un buen puntapié inicial en su carrera como director; Sanchéz muestra la “casa Marrowbone” como corresponde (como un personaje principal) y los secretos del pasado son efectivos aunque estén en una posición ya antes vista. Secretos Ocultos se disfruta y consigue entretener no por sustos o suspenso, sino por una leve tonada de fábula que logra gustar pero no sorprender.
Hotel Transylvania 3 pone a Drácula (Adam Sandler) y a sus amigos monstruosos en un viaje de relax en un crucero vacacional. Dirigida por Genndy Tartakovsky (conocido por sus trabajos en numerosas series animadas) esta secuela se queda a la deriva en casi todo lo que ofrece – y sin guardavidas que la rescate -. Hotel Transylvania 3 pone a Drácula (Adam Sandler) y a sus amigos monstruosos en un viaje de relax en un crucero vacacional. Dirigida por Genndy Tartakovsky (conocido por sus trabajos en numerosas series animadas) esta secuela se queda a la deriva en casi todo lo que ofrece – y sin guardavidas que la rescate -. 75 El principal problema de Hotel Transylvania 3 es su predecible forma de contar una historia ya vista numerosas veces en este tipo de películas. A estas alturas el número 3 es una introducción a lo que vamos a ver –¿y qué es esto se preguntarán?-; pues bien, es la introducción de un nuevo romance para cerrar círculos convenientes entre estas – cancinas – historias. Una y otra vez hallamos ejemplos de sagas de películas que a falta de nuevas ideas recurren a esto y, lamentablemente lo único que logran es encaminar futuros planes a una inevitable serie de tv con poco rating y animaciones perezosas de bajo presupuesto (claro, sin los talentos actorales de la saga original). Hotel Transylvania 3 es justamente esto, un pobre intento de exprimir y cansar al caballo viejo. Es inentendible la postura masoquista que toman al seguir, con una misma fórmula, arruinando una serie de películas. Hotel Transylvania 3 resulta densa aún para sus 93 minutos de duración y se presta para la pavada fácil sin ningún resultado positivo. Chistes quemados junto con acciones de manual crean una especie de burbuja insoportable que tarde o temprano revienta en la cara del espectador. La pandilla de Adam Sadler y Cia. no transmiten sentimientos y vuelven al formato de Risas, pedos y blablablá en cuestión de segundos; el único personaje que logra salir de la rutina crónica del Sandlerpack ,es una gelatina muda llamada Blobby que con sus solitarios sketchs transforma – o trata de convencer – el film. Por más Blobby y menos del resto!. Tambien hay que destacar que algunos personajes que fueron interesantes en entregas anteriores ahora se encuentran como extras con diálogos sintéticos de relleno. Hotel Transylvania 3 resulta densa aún para sus 93 minutos de duración y se presta para la pavada fácil sin ningún resultado positivo. Chistes quemados junto con acciones de manual crean una especie de burbuja insoportable que tarde o temprano revienta en la cara del espectador. La pandilla de Adam Sadler y Cia. no transmiten sentimientos y vuelven al formato de Risas, pedos y blablablá en cuestión de segundos; el único personaje que logra salir de la rutina crónica del Sandlerpack ,es una gelatina muda llamada Blobby que con sus solitarios sketchs transforma – o trata de convencer – el film. Por más Blobby y menos del resto!. Tambien hay que destacar que algunos personajes que fueron interesantes en entregas anteriores ahora se encuentran como extras con diálogos sintéticos de relleno.Steve En pocas palabras: Hotel Transiyvania 3 no inova en nada y demuestra que todo se puede resolver con lo más básico de materia gris. Un film que recurre a La Macarena para salvar situaciones y atrasa las posibilidades de sorprender al público.
Scott Lang (Paul Rudd) vive en prisión domiciliaria tras los hechos de Capitan America: Civil War (2016). Su vida, ya lejos de lo que alguna vez fueron hazañas heroicas, cobra sentido al enfocarse, pura y exclusivamente, en lo más importante que tiene: su hija. Pero claro, los problemas vuelven y Scott tiene que ayudar a su mentor Hank Pym (Michael Douglas) con una deuda pendiente. Ant-man and The Wasp es una entretenida película que logra captar la atención del espectador enfocando la aventura de un modo “barrial” en comparación con el enorme mundo que plantea el MCU (Marvel Cinematic Universe). Esta secuela es una película que muestra el lado B de una aventura paralela sin llegar a límites del peligro global. Antman 2 funciona de forma sólida y sin perder un segundo las probabilidades de entretenimiento. Corriendo con la suerte de Spiderman: Homecoming (2017) esta aventura minimalista adquiere vitalidad tras el enfoque de interacción de los protagonistas. Paul Rudd y Evangeline Lilly funcionan como un dúo perfecto para la aventura; Michael Douglas devora sus escenas y recuerda su star power mostrando que los años no lo afectan; Michael Peña sorprende dejando atrás esa penosa e insoportable actuación que dejó en la primera Ant-man para darnos un personaje que evoluciona satisfactoriamente en su línea de Comic Relief y Michelle Pfeiffer es la nueva adición de gran nombre al universo Marveliano – aún así teniendo un screentime limitado -. Walton Goggins, Laurence Fishburne, Bobby Cannavale y Judy Greer acompañan muy bien. Ant-man and The Wasp posee una fortaleza absoluta en la química actoral. De todas formas no todo brilla: Nuevamente Marvel no consigue dar en el blanco cuando hablamos del villano de turno. Hannah John-Kamen (Killjoys) da una buena actuación pero sufre un considerable golpe al interpretar un personaje subdesarrollado por un gran guión que ofrece maravillas aparte. Claridad absoluta con una mancha que, aunque no arruina la experiencia total, se distingue con facilidad. Peyton Reed entrega una secuela que interesa en su lugar semi apartado en todo este gran lío que se presentó en Infinity War hace unos meses. Ant-man and the Wasp es como una vacación en el año Marveleano; como una ligera parada en turbulosos tiempos la película recuerda que las sorpresas no se terminan todavía.