Pavarotti: La vida es un carnaval. El nuevo documental sobre Luciano Pavarotti, dirigido por Ron Howard, explora la ecléctica personalidad del tenor más conocido de la historia. Una voz sobresaliente, una capacidad para llegar a notas imposibles y una presencia en el escenario que nadie poseía. Eso fue Pavarotti, y más. Creció en una casa de 2 habitaciones cerca de Módena, y hasta la adolescencia quería ser arquero de fútbol o panadero de su padre. Jamás estudió en un conservatorio ni aprendió a leer música. Producido por el mismo equipo de otros musicales de Ron Howard como The Beatles: Eight days a week (2016) y Made in America (2013), Pavarotti (2019) muestra los logros del tenor más famoso, pero también sus sacrificios y batallas. El equipo de Ron Howard reunió valiosos testimonios que fueron desde Bono hasta Plácido Domingo, José Carreras o Zubin Mehta. Además, aparece Nicoletta Mantovani, la mujer 34 años menor que él con la que se casó en 2003, y tuvo una hija, Alice. Es ahí donde emerge una faceta desconocida por todos, la del mujeriego que nada tenía que ver con los 30 años de padre de familia del norte de Italia. Una de las hijas de su 1° matrimonio testifica que su padre “jamás planificaba nada en la vida”. Después de un breve relato de su infancia, se escucha al propio Pavarotti describiendo su amor a primera vista con, la que luego fue su primera esposa, Adua Veroni. Tuvieron 3 hijas. Y Adua le financió el comienzo de su carrera profesional en los ´60. La bondad, la generosidad y la compasión eran elementos básicos de la personalidad de Pavarotti, pero los cansadores viajes y la disciplina que debía llevar, fueron arruinando su familia. En el documental se cuentan algunos secretos de su personalidad como el pánico escénico que sólo sorteaba usando el pañuelo blanco a modo de amuleto. O las desorbitantes contribuciones a la caridad. En contraposición con los típicos cantantes de clásico, Pavarotti se conectaba mucho con su público. Tal es así que mucha gente lo conoció realmente cuando en 1995 grabó “Miss Sarajevo” con U2. En palabras de Bono: “La razón de su grandeza es que él vivía a través de sus canciones. Los errores que comete, las esperanzas, los deseos, todo finalmente se expresa en sus presentaciones en vivo”. Ron Howard es un director que ha llevado a ficción vidas de matemáticos (Una mente brillante, 2001), boxeadores (Cinderella man, 2005) y pilotos de autos (Rush: pasión y gloria, 2013). Pavarotti (2019) es el 3° documental musical que filma, después de Made in America (2013), sobre el rapero Jay-Z y The Beatles: Eight Days a Week-the Touring Years (2016). Ron Howard no entiende mucho de ópera, ni nunca vio actuar en vivo a Luciano Pavarotti, pero enseguida vio el potencial de la vida personal y profesional del tenor. En la película se enfoca en la historia de Pavarotti (1935 – 2007), desde su infancia hasta su fama mundial, y cómo su renombre fue alterado su vida privada. La película es respetuosa y está dirigida a un público que puede no estar familiarizado con la ópera. Se ven grabaciones caseras inéditas y entrevistas a familiares, amigos, colegas. No hay nada innovador en el documental, no es para nada incisivo en cuanto a su personalidad ni su carrera. Si nunca se vio nada del tenor, ésta es una buena oportunidad. Muy bien realizado no aburre en lo absoluto.
¿Dónde estás, Bernadette?: La neurosis por la realización personal. Si la nueva película de Richard Linklater tiene éxito es gracias a la sublime Cate Blanchett, que genera una empatía única y siempre es agradable verla en pantalla grande. La comedia en sí tiene un guion flojo, una extensión innecesaria y un final que termina por arruinarla. ¿Dónde estás, Bernadette? (2019) habla del amor de familia, la búsqueda de realización personal, la frustración, la depresión, la manera de esconder las necesidades personales, la mentira. Son temas muy profundos y, lamentablemente, no llegan a tratarse con la importancia que merecen, dejando sabor a poco y mucho hielo. Bernadette Fox (Cate Blanchett) está casada con Elgie Branch (Billy Crudup) y son padres de Bee (Emma Nelson). Ella es una famosa arquitecta que vive alejada de su profesión desde hace 20 años; cínica, depresiva, agorafóbica y antisocial. De a poco, cada aspecto de su vida comienza a desmoronarse debido a sus problemas de salud y personalidad. Bee convence a sus padres de hacer un viaje familiar a la Antártida y es ahí cuando Bernadette comienza a obsesionarse con la travesía, haciendo planes con su asistente virtual, que luego será una complicación en la historia. La protagonista huye y su familia sale en su búsqueda. Hay varias subtramas en la historia que no se cierran y eso deja más lugar a dudas que a diversión o reflexión: las peleas con sus vecinas, los rusos, los proyectos de Bernadette, el trabajo de Elgie, el internado de Bee. Se exageran ciertos escenarios dejándolos absurdos y, hasta a veces, divertidos pero terminan quedando forzados a la vista del espectador. La actuación de Cate Blanchett es impactante y la película es aceptable gracias a ella. Su cinismo exacerbado corroe a su familia, al barrio y al espectador que ama verla en pantalla grande, aunque sea con un personaje sumamente neurótico. Con la sorprendente Emma Nelson forman una dupla excepcional. Este es su 1° papel en cine para la niña, creando un personaje muy sólido y verosímil. Quizá lo que más destaca en la película son las actuaciones, a excepción de Billy Crudup, con un personaje inconsistente y repleto de clichés; no se sabe si es el padre ausente, abstraído por el trabajo, o el cariñoso que hace todo por su familia. Además acompañan Laurence Fishburne, Kristen Wiig, Judy Greer, Troian Bellisario y Zoe Chao. ¿Dónde Estás, Bernadette? (2019) es la adaptación de la novela homónima de la escritora norteamericana Maria Semple, publicada en 2012, que no tiene traducción al español. Richard Linklater llega a los cines con su 20° película y no es precisamente una joya. Quizás porque no hay quien no adore la trilogía “Before Sunrise” (1995), “Before Sunset” (2004) y “Before Midnight” (2013) o se haya sorprendido con “Boyhood” (2014), ganadora de múltiples premios. El director es conocido por narrar historias versátiles y sencillas, las etapas de la vida, la decadencia, los procesos de sanación, las pasiones, y esto se ve en esta nueva entrega. ¿Dónde estás, Bernadette? (2019) es una película con un tópico interesante pero no logra tener un gancho oportuno. Los momentos graciosos son buenos, aunque se hace extremadamente larga en sus más de 100 minutos. Y está clarísimo que Cate Blanchett realza la película. El final es cero satisfactorio o, por lo menos, convincente. No se sabe qué mensaje quiere dejar, si la arquitectura, el ir por los sueños personales, el paisaje antártico, la familia o lo fácil que es ser polizón en un barco turístico/científico. El desarrollo de la película apuntaba a que los eventos se sucedieran de determinada manera, pero obliga a odiar el final. Lo que parecía un viaje inspiracional termina siendo una aventura familiar cursi. En conclusión, es una comedia entretenida y agradable, pero con poco trasfondo y mensajes equívocos. Para disfrutar en familia, vale.
Con buenas críticas en su paso por distintos festivales y con siete Premios Goya en su haber (incluyendo “Mejor Director”, “Mejor Guion”, y “Mejor Actor”), esta producción española justifica sus más de dos horas de duración de forma consistente y atrapante. Rodrigo Sorogoyen pone el dedo en la llaga de la política de su país, con un caso de corrupción sucedido en 2007, narrado con honestidad brutal. La película pone el foco en el momento en que la ostentosa vida del protagonista se ve interrumpida por unas escuchas que ponen en peligro su carrera política, dejando de manifiesto el entramado corrupto de la política, los empresarios y los medios de comunicación. Cuando una serie de escuchas y videos salen a la luz, Manuel López Vidal (el increíble Antonio de la Torre) cae en desgracia. Su colega, Paco (Nacho Fresneda), cae en una operación policial por recalificación de terrenos y el robo de las subvenciones de la Unión Europea, lo que se hace más grave cuando aparece un audio de Manuel reconociendo estar involucrado en el desfalco. Como en el Partido todos están involucrados en mayor o menor medida, La Ceballos(Ana Wagener), principal cabecilla de la fuerza, opta por usar a López Vidal de chivo expiatorio. Pero él emprende la búsqueda de pruebas que le permitan negociar o, al menos, no caer solo. El ahora acorralado López Vidal intenta conseguir pruebas para poder amenazar con cargarse a todos los que pueda del partido, la oligarquía empresaria y los medios de comunicación si no desaparece o se aminora la intención de hacerlo responsable de todo, como si hubiese actuado por su cuenta cuando en realidad era apenas un eslabón en la cadena. Luego de “Estocolmo” (2013) y del policial “Que Dios nos perdone” (2016), Sorogoyen se consolida como un gran generador de climas de tensión, además de sarcástico crítico del sistema. En este caso, trabaja los códigos éticos de los “vivos” que se roban al pueblo, la opinión pública, la falta de reflexión y el mea culpa en los actos delictivos que se cometen. La historia sucede en España, pero bien podría transcurrir en Argentina o cualquier país, sobre todo los del tercer mundo, a donde los dirigentes llevan a cabo sus ambiciones sin límite alguno. Antonio de la Torre está presente en casi todas las escenas y lo hace desde una interpretación magnética de un personaje odioso. La película, como su protagonista, es urgente, cargada de tensión. En ningún momento se pone en duda la culpabilidad del protagonista y esta certeza hace a la historia aún más cruenta. “El reino de la corrupción” es un thriller político español, a donde todos los personajes juegan con las culpas y la falta de ética, no sólo al cometer actos corruptos, sino al hacer caer a sus compañeros de partido con ellos. El corte final a negro quizás sirve para poder reflexionar todo lo que se vio en las dos horas del film, la bronca e impotencia que genera una de las mejores películas españolas de los últimos tiempos. La historia nunca decae en su entretenimiento, aunque el guion de Isabel Peña y Rodrigo Sorogoyen tenga algunos baches. Una buena historia que nos hace pensar.
Muralla: De ídolo a expiar su propia culpa. El drama familiar se mezcla con el thriller en una película que es un “spin-off” de una serie que aún no se estrenó. Un ex arquero que, desesperado por una situación familiar, se inmiscuye en un caso de trata de personas. Luego de una larga carrera por festivales como: Festival de Cine de Guadalajara, en el que fue nominada Mejor Película, Festival Internacional de Cine de Las Alturas y Sydney Film Festival entre otros, llega a los cines argentinos el film dirigido por Gory Patiño, que representará a Bolivia en los premios de la academia del próximo año. Coco “Muralla” Rivera (Fernando Arze Echalar) fue un gran arquero de fútbol del Club San José, en los 90s. Hoy es alcohólico, chofer de minibús, separado de su mujer y con un hijo que espera un trasplante. Para pagar la operación, se involucra en una red de trata de personas, razón por la cual vende una niña, marcando su decadencia moral. El niño muere y Muralla busca redención intentando recuperar a la niña para devolverla a su familia. Aunque este proceso lo termine de hundir en la oscuridad, moviéndose por las calles como un paria sumido en su terrible sufrimiento. La película, como se mencionó, es un “spin-off” de la serie La entrega, del mismo director que se estrenaría en 2020. En cuanto al reparto, además de Fernando Arze Echalar como el “Muralla”, aparecen Cristian Mercado, Juan Carlos Aduviri, Luis Aduviri, Erika Andia, Freddy Chipana y Andrea Ibañez. Además, la película cuenta con la participación del argentino Pablo Echarri. Muralla (2018) es una película oscura, desde su personaje, las noches, la problemática social de la trata, la muerte de un niño. Se hace evidente la necesidad de mostrar, desde todos los ángulos posibles, este mecanismo criminal de la trata de personas. En este caso se ve desde la óptica de los criminales y esto, quizás, quita un poco las ganas de ver la película ya que parece naturalizar la situación, en vez de denunciarlo, lo que resulta sumamente incómodo. Funciona, a partir de la excelente fotografía, las actuaciones acordes y la mixtura entre los géneros drama y thriller, prestando atención a la humillación del ser humano hasta llegar al infierno mismo, social, económica y moralmente.
Punto muerto: Audaz homenaje de un director fascinado con el género. Presentada en el 33° Festival de Mar del Plata y luego en el Buenos Aires Rojo Sangre, Punto Muerto (2019) es el nuevo policial de Daniel de la Vega que homenajea a los grandes clásicos del género, tanto de la literatura como del cine. En el imaginario popular, esta obra remite a las historias de Edgar Allan Poe, Sir Arthur Conan Doyle o Agatha Christie. Esta premisa supone una película arriesgada en la que el espectador se deja llevar por la estética, toda filmada en blanca y negro, la música orquestal, los títulos del comienzo, dejando paso a la acción que en sus 77 minutos se logra con creces. Décadas de 1940 o 1950. Luis Peñafiel (Osmar Núñez) es un escritor de novelas policiales que logró su fama a partir de su recurrente personaje, Boris Domenech, un detective ciego que resuelve los casos de sus historias. Peñafiel es invitado a una convención literaria en un hotel, al que llega en tren. En ese viaje se encuentra con Edgar Dupuis (Luciano Cáceres), un crítico cítrico que no tiene problema en despellejar a quien lea. Allí también coincide con Lupus (Rodrigo Guirao Díaz), un escritor en ascenso que admira profundamente al escritor. Los tres hombres llegan al hotel donde los recibe su dueña (Natalia Lobo), otra fiel fanática de Peñafiel – tanto que su gato negro se llama Boris-. Después de la primera noche, ambos escritores encuentran un cadáver en la habitación cerrada por dentro, clásico enigma del género que Peñafiel ha utilizado en su última obra. A partir de este momento deberán averiguar qué sucedió. Osmar Nuñez (Relatos salvajes- 2014, Los padecientes – 2017) protagoniza la película como Luis Peñafiel, el escritor atormentado, y lo hace a la perfección. Rodrigo Guirao Díaz (Hasta que me desates, 2017) continúa desafiando los límites del “chico lindo” para ganarse un lugar en la pantalla grande. Luciano Cáceres (El hijo, 2019) muy versátil en sus interpretaciones, aquí lo demuestra una vez más. Natalia Lobo como femme fatale, Diego Cremonesi y Daniel Miglioranza acompañan muy bien. Daniel De la Vega, referente del cine de terror y comedia negra por títulos como Hermanos de sangre (2012), Necrofobia (2013) y Ataúd blanco (2016), ahora pone su atención en el policial, homenajeando a los grandes autores. El resultado es una película de narrativa clásica, sobre detectives, donde el gancho está en hacer que el espectador intente adivinar quién es el criminal dentro del hotel, y eso se disfruta mucho. La precisión que De la Vega le imprime a Punto muerto (2019) es inigualable, los planos parecen de otra época (no una recreación), los detalles de vestuario y peinados son exquisitos. La fotografía a cargo de Alejandro Giuliani realza la película logrando encierro en pocas locaciones y todo en blanco y negro, refiriendo al clásico film noir. De la Vega homenajea al policial clásico, como nunca en Argentina, con total respeto por el género. Con un guion sólido, la película funciona llena de enigmas a resolver, buenas actuaciones y giros inesperados. Los clichés son aplaudidos de pie en el juego dialéctico del gran director con el policial clásico.
Pájaros de verano: Anteponer la droga a la tradición. Un inusual western colombiano con el narcotráfico como tema principal llega a la pantalla grande para sorprender. Una historia épica de gánsters situada en el pueblo wayúu. La poesía y el folklore atraviesan las imágenes para manipular al espectador en un oscuro relato. Ciro Guerra, el director de la extraordinaria “El Abrazo de la Serpiente” (2015), regresa junto a Cristina Gallego para mostrar a la comunidad indígena wayúu en el desierto de Guajira, de costumbres ancestrales, y el origen del narcotráfico en Colombia entre los años ´60 y ´80. Se trata de la historia de una familia con un gran respeto por sus raíces y estructuras sólidas, hasta que aparece la marihuana. Los pájaros migran en silencio, casi como fantasmas. Las langostas pueden augurar un cambio. Todo lo que el humano no puede controlar, inquieta. La película da cuenta de la transformación del típico proceso agricultor colombiano al monocultivo de marihuana para satisfacer al mercado estadounidense – que luego demandará cocaína y también la obtendrán de los colombianos-. El cultivo de marihuana les genera a los aborígenes ganancias siderales y, con ello, la promesa de una mejor calidad de vida. Pero todo tiene su lado B. En el desierto de La Guajira, en un período que va de 1968 a 1980, donde viven los wayúus, una población nativa que se dedica al pastoreo y al café. Inspirada en hechos reales, la película explica los orígenes del narcotráfico en Colombia, con la llegada de las misiones de paz norteamericanas para comunicar ideales del capitalismo. Rapayet (José Acosta) se muestra interesado en casarse con Zaida (Natalia Reyes), hija de la guía del clan, Úrsula (Carmiña Martínez), quién determina la dote que deberá presentar para el casamiento. Para demostrar que tiene poder y es digno de la muchacha, toma contacto con un miembro del Cuerpo de Paz, que le propone empezar un rentable negocio de plantaciones ilícitas de marihuana. Aunque esa decisión va a costar vidas, tradiciones y el rumbo de la historia del pueblo. La ambición, el poder y el dinero desencadenan guerras impensadas y violencia nunca vista dentro del clan, destruyendo las prácticas ancestrales en pos del individualismo agresivo para tener dinero con el cultivo de marihuana. La película se divide en cantos/capítulos que remiten a la tragedia griega, a lo shakesperiano, como un retrato simbólico de cada uno de los personajes. Los sueños también son presagios que advierten peligros. La música autóctona y los sonidos ambientales acompañan de forma armónica toda la película. El viento, silencio que se siente y se ve, sitúa al espectador en el espacio desértico y onírico en el que todo transcurre. La realización es prolijamente rigurosa, con un desarrollo clásico y una edición que mantiene el ritmo hasta el final. Una película para disfrutar estéticamente y comprender culturalmente a estas tribus. Hablado mayormente en lenguaje wayúu – y el resto en español-, “Pájaros de verano” expone algunas consecuencias del narcotráfico para las comunidades indígenas. Repleta de imágenes sumamente simbólicas que dan profundidad a la narrativa paciente con una mirada antropológica, se preocupa por mirar el lado de los que sufren con todo esto. Las actuaciones son excelentes en un reparto coral en la que se destaca el protagonismo de Carmiña Martínez, José Vicente, Natalia Reyes, José Acosta y Jhon Narváez, sin que desentone ningún personaje. El guion está fuertemente marcado por la interpretación psicológica del sufrimiento de los pueblos precolombinos. Narrada como un western, estructurada en actos o “cantos”, hablada en un idioma inusual, llena de realismo mágico, tomado de otro colombiano como García Márquez, esta película es rara, sí, pero también es una joya latinoamericana para disfrutar de la magia y entender los padecimientos de ciertas tribus.
Iniciales SG: El perdedor que se cree canchero. Diego Peretti protagoniza una comedia negra sobre el ser adulto, sentirse adulto, el fútbol, el amor, el crimen y el trabajo de actor. “Iniciales S.G.” es una película atractiva por todos los temas que toca, aunque ninguno lo trabaje en profundidad. La trama no es interesante pero el espectador se mete en la cabeza del protagonista para querer ayudarlo con sus problemas. La historia va abriendo muchos frentes que después son difíciles de cerrar, por lo que se queda en la mitad pero eso no la hace mala. Coproducida por Argentina, Estados Unidos y Líbano, escrita y dirigida por la libanesa Rania Attieh y el estadounidense Daniel García, es una mezcla de todo: humor, comedia negra, enredos, policial y drama. Sergio Garces (Diego Peretti) se ve a sí mismo como alguien canchero, atractivo y talentoso. Está llegando a los 50, pero él actúa como si tuviera 25. Sus amigos lo llaman “Francés” porque cuando era joven grabó un disco de covers del famoso cantante Serge Gainsbourg en castellano. Vive en Villa Crespo, toma mucho alcohol y fuma mucha marihuana. Trabaja de extra en muchas películas pero su sueño es ser actor. Tampoco rechaza participaciones en el porno. Cree que su destino está atado a la suerte de la Selección Argentina de fútbol. En la semana en la que la Copa del Mundo 2014 está terminando Sergio atraviesa una racha de mala suerte. Conoce a Jane, una distribuidora estadounidense, que está de paso por viaje de negocios, y a partir de ese encuentro la su vida no será la misma. Deberá lidiar con su carrera fallida, un romance que no le interesa con una extranjera (Julianne Nicholson) y un crimen que no quiso cometer. Si algo eleva a la película para que sea muy buena es el reparto. Dicho mejor, Diego Peretti y Julianne Nicholson, son quienes se encargan de darle profundidad y sensibilidad a la historia. Entre ellos, la química es innegable y abrumadora. Las ideas son buenas, sobre todo pensando en que 2 extranjeros recrearon escenas costumbristas argentinas y le salieron muy bien, pero no logran una historia concluyente luego de todo lo planteado a lo largo de la narración. Podría haber sido mejor explorado alguno de los temas, más allá del estereotipo de argentino canchero venido a menos. “Iniciales S.G.” deja una sensación rara en el espectador. La película es entretenida aunque si después se reflexiona sobre la misma, decanta en otra conclusión: la historia no tiene conflicto. Pero sigue siendo entretenido ver a Peretti contar la vida de este perdedor que quiere remontar su vida de alguna forma. Podría haber logrado más, sí. Pero funciona así también
Estrenada en la edición 21° de BAFICI, la nueva obra de Sebastián De Caro es una apuesta arriesgada, de parte de un apasionado cinéfilo. Comienza la película con Lali Espósito interpretando, de manera más que sexy, un número musical sobre el escenario. Esto no tiene nada que ver con el resto de la historia, a no ser por el detalle de la letra de la canción que repite el vocablo “papá” hasta el cansancio. Pero tampoco. Luego aparece la voz en off de Dolores Fonzi, presentando su propio personaje, que a partir de ahí será cada vez más inverosímil, pero llamativo a la vez. Claudia (Fonzi) es una wedding planner atravesada por el orden y los esquemas hasta en su propia intimidad. Eso hace que, tras la muerte de su padre, la boda que organiza se convierta en un desastre. Obsesiva y súper organizada, quizás el papel parece un poco forzado para la protagonista, pero nada es natural en la película. Ella se pasa toda la fiesta lidiando con la novia confundida (Paula Baldini), el novio desinteresado (Julián Kartún), los primos (Gastón Cocchiarale y Julieta Cayetina) y un enigmático suegro (Jorge Prado). Claudia cuenta con la ayuda de Pere (Laura Paredes), que también le sirve de apoyo psicológico cuando se le desbordan las situaciones. Todos quedan sobreactuados, es que todo es exagerado en la narración. El argumento no llega a convencer. No pasa a mayores de lo descripto en el párrafo anterior. Momentos hilarantes y trágicos, almodovarianos, sin mucha más razón que la que el propio director le haya dado a esta comedia negra de enredos. El vestuario tipo azafata pop a lo warhol, su peinado y maquillaje, el maletín especialmente diseñado según el deseo de De Caro, favorecen a la belleza de la película. Así como la mansión que hace de salón de eventos. No hay que dejar de mencionar que la película confunde. Mientras suceden los minutos, no se sabe si es buena o mala, divertida o aburrida, cómica o trágica. El sinsentido se disfruta. Uno se ríe con los desopilantes acontecimientos. Además de las muchas referencias cinematográficas que permiten disfrutar más aun al espectador cinéfilo de pura cepa.
Yesterday: Todo lo que necesitas es amor... y fama. «Nothing you can know that isn’t known. Nothing you can see that isn’t shown. Nowhere you can be that isn’t where you’re meant to be. It’s easy…« All you need is love – The Beatles Danny Boyle vuelve al cine con una comedia romántica en una situación fantástica en la que un joven músico inglés es el único que recuerda a los Beatles. En esta época donde las biopics musicales se encuentran en la cresta de la ola, este año con “Bohemian Rhapsody” y “Rocketman”, “Yesterday” propone un romance con homenaje a The Beatles como epicentro. Dirigida por Danny Boyle –“Trainspotting” (1997), “Slumdog millionaire” (2008) – y escrita por el famoso guionista Richard Curtis – “Notting Hill” (1999), “Love actually” (2003) -, esta comedia la protagonizan Himesh Patel y Lily James, aportan humor y frescura a una historia repleta de clichés pero funcional. Debido al hecho inexplicable que, durante 12 segundos, dejó sin electricidad al mundo entero, Jack Malik (Himesh Patel) es atropellado cuando circulaba en bicicleta. Al despertar, es el único que recuerda las canciones The Beatles. En realidad, son varios los datos que sólo él conoce, como Coca Cola, Oasis y Harry Potter. Considerándose a sí mismo un músico frustrado y ya habiendo abandonado toda esperanza de triunfar junto a su amiga/manager Ellie (Lily James) en el mundo de la música, Jack aprovecha esa situación cuasi onírica y se apropia de casi todos los éxitos de la banda de Liverpool. Así, debido a su rotundo éxito, apadrinado por Ed Sheeran, deja a Ellie como representante para ser controlado por Debra Hammer (Kate McKinnon). Himesh Patel y Lily James tienen buenas interpretaciones; él más fresco y gracioso; ella más romántica y encantadora. Él canta las canciones, lo que suma muchos puntos a su actuación, aunque la historia de amor entre ellos resulta un poco irreal. Desde el tráiler se sabía que el cantautor más famoso del mundo en la actualidad aparecía en la película. Ed Sheeran descubre a Jack y se forma una pequeña amistad en torno a la música. Además, Sheeran se presta a un juego de comedia con el protagonista que, a pesar de ser humor sumamente british, es muy divertido. Los personajes secundarios no son funcionales a la historia, destacando entre ellos a Kate McKinnon quien interpreta a la arpía manager de artistas que, no importa cómo, quiere seguir sumando dólares a su cuenta bancaria. Danny Boyle dirige esta película y eso se nota desde la primera escena. La precisión de planos para sumergir al espectador en la realidad que quiere ser mostrada, en este caso Inglaterra y la música de The Beatles, es una característica del director que, además, lo hace con mucho respeto. Igualmente, la película se manifiesta a partir del guion del genial Richard Curtis, que deja su inconfundible sello de la comedia romántica. Hay aspectos que se pudieron haber mejorado como para que no quede tanta diferencia de ritmos de la primera a la segunda parte, pero en general funciona muy bien. “Yesterday” celebra a The Beatles y al amor, en una comedia romántica muy por arriba de la media en cuanto a calidad. Desde el tráiler, es una historia seductora para todos, sean o no fanáticos de la emblemática banda. La premisa es demasiado poderosa y quizás la película se queda sólo, o principalmente, en la historia de amor de los jóvenes que, a fin de cuentas, alegra al espectador. La historia es sencilla y muy bien realizada e interpretada, por eso es que cumple con su objetivo. Es entretenida y cálida, con personajes que generan empatía desde el primer momento. El conflicto moral sobre el plagio y la fama queda a un lado para dar lugar a lo emotivo. Los fans de The Beatles entenderán muchos guiños y la pueden disfrutar desde ahí; los demás, como una pequeña historia de amor que hace bien al corazón.
Bruja: Poca magia, poca trata. Marcelo Páez Cubells llega a los cines con su tercer largometraje, vendiéndose como cine de género, pero siendo meramente un policial que narra la desesperación de una madre porque su hija ha sido secuestrada para la trata de personas. Selena (Érica Rivas) es madre soltera de Belén (Miranda de la Serna) de casi 17 años. La película comienza con Selena siendo niña, aprendiendo brujerías de parte de su madre (Rita Cortese). De allí al presente, donde convive con su hija adolescente en las afueras del pueblo, discriminada por los vecinos, ajena a la tecnología y cultivando sus propios frutos en la huerta. Belén, a pesar de no tener permiso de su madre, se apunta con unas amigas para ser promotora en una carrera automovilística. Pero el trabajo que parecía una primera buena experiencia termina siendo un secuestro para introducir a las chicas en la prostitución, encerrándolas en un búnker a cargo de una “madama” (Leticia Brédice). Así, Selena saldrá a la caza de estos criminales para poder recuperar a su hija. Érica Rivas – excelente su interpretación – y Leticia Brédice son las grandes protagonistas de la historia, aunque tanto talento se pierde por completo en una trama ineficiente. Además tenemos una breve aparición de Rita Cortese sobre el comienzo y a Pablo Rago, que aporta la “contracara” del slogan de la película, pero que no le da nada a la propia historia. Por otro lado, es el debut actoral de Miranda de la Serna, hija de Érica Rivas y Rodrigo de la Serna, y también actúa Juan Grandinetti, el hijo de Darío Grandinetti. El guion de Matías Caruso es incoherente por donde se lo mire, y eso hace fallar todo en los 100 minutos de película. Una historia superficial sobre un tema tan profundo como la trata de personas. No hay nada de brujería ni esoterismo, que es lo que prometía el tráiler. En su lugar hay una narración demasiado previsible y tosca. Además, como muchas producciones de nuestro país, Bruja comienza lento, tomándose su tiempo y, de repente, deben cerrar todos los cabos sueltos en los últimos minutos, lo cual queda torpe en la vorágine del final. Los FX directamente provocan una risa incómoda en el espectador ya que anulan toda la credibilidad que podría haber tenido el relato. Lucecitas, fuego, humo y auras de colores decantan en el ridículo. Las historias de la brujería y de la trata de personas nunca se cruzan y esto le quita cualquier interés a la película. Comienza bien con la narración de la hechicería, donde parece que se va a ver cine género, pero luego da un giro de 180° inexplicable hacia el drama policial sobre la trata de personas, tema que toca muy por encima sin darle la importancia que merece. Todo esto genera problemas graves a la hora de poder disfrutar la película, tanto que hasta los propios personajes parecen perdidos dentro de los ejes narrativos. Bruja falla. Hace agua. No es un género ni otro. Ni una historia rara que vale la pena ver. Parece mucho más larga de lo que es, por lo que llega a aburrir. Una lástima que se haya desaprovechado semejante oportunidad de hacer buen cine de género, algo que escasea en nuestro país