Un solitario joven, en la Buenos Aires de los ´90, es el empleado del correo que da nombre a esta mezcla de drama urbano e historia triste de la vida ordinaria. La intención de Emiliano Serra en su primer largometraje, es mostrar el retorcido universo del correo en Argentina, a través de las vivencias del protagonista, quedando como resultado un ejemplo del Nuevo Cine Argentino de aquellos años. Hernán Sosa (Tomás Raimondi) es un adorable chico de la localidad de Los Tordillos, en la provincia de Buenos Aires, que llega a Capital Federal y consigue su primer trabajo en el Correo Argentino, donde queda embelesado con sus procesos. Después de pasar por la etapa de pasante, deja la duda y queda efectivo, lo que le permite estudiar y mantenerse, que no es poco. Ahí conoce a Sánchez (Germán Da Silva), un veterano cartero que le hace conocer ese particular mundo, los códigos, la burocracia, la corrupción. Con precarias condiciones laborales donde, por ejemplo, los empleados cobran “mitad en cheque y mitad en ticket-canasta” surgen tensiones entre ellos, sobre todo por la amenaza de los pibes frente a los más antiguos, a quienes van descartando. Hernán juega ese juego y va por más. Tomás Raimondi logra una excelente interpretación como el inocente y joven cartero que se hace un lugar en ese mundillo, lidiando con los mayores, pero también que genera empatía con sus momentos de introspección en soledad. Con un prolijo guion y buenas actuaciones, se relata el mundo del correo como algo novedoso dentro de lo cotidiano. Uno de los puntos interesantes es que es una película en una época que se da por olvidada y que Serra la trae al aquí y ahora para narrar, casi como un documental, la vida del cartero argentino de la década del ´90, ya que hoy en día esa forma de comunicación fue suplida, en su mayoría, por la llegada de Internet. Buenos Aires se ve como un monstruo que se come al protagonista en una ruidosa soledad a la que se va acostumbrando poco a poco. Todo su pasado no importa en este presente donde los golpes se curan solos y el amor nace en formato epistolar. “Cartero” (2019) no es una película a la que el espectador se entregue fácilmente, con escenas disonantes entre ellas, con intensidades diferentes que hacen que las que no funcionen con fluidez, quedan algo anodinas en comparación. Sobre el final, se entiende que el caos es tanto social como personal. Y eso ninguna carta lo preavisa.
Un día lluvioso en Nueva York: Cualquier tiempo pasado fue mejor. El gran Woody Allen regresa a la pantalla grande con una nostálgica comedia sobre su amada Manhattan. Una historia sencilla con enredos, peleas, celos, sexo y más enredos. En Un día lluvioso en Nueva York (A rainy day in New York, 2019) se lo puede ver a Woody Allen camuflado bajo la piel del protagonista, el joven Chalamet con el alma de uno de los directores más grandes de la historia; un autorretrato del enamorado más famoso de Manhattan, de los clásicos literarios, los clubes de jazz y las mujeres seductoras. La torrencial lluvia es el contexto que Vittorio Storaro le da al relato. El fin de semana estará plagado de más desencuentros que encuentros, humor cínico y los famosos diálogos veloces del director, enfocándose en los encuentros casuales entre los protagonistas, como algo lúdico. Con una mezcla inspiracional entre Annie Hall (1977) y Manhhattan (1979), esta nueva obra maestra está llena de nostalgia. Gatsby Welles (Timothée Chalamet) y Ashleigh Enright (Elle Fanning) son una joven pareja de universitarios enamorados. Ella, estudiante de periodismo, debe viajar a Nueva York para entrevistar al famoso cineasta Roland Pollard (Liev Schreiber), que pasa por una crisis creativa y personal. Gatsby, su novio experto en apuestas y de padres ricos, decide acompañarla, con el romántico plan de hacer que ella conozca la ciudad. Pero llueve y esto cambia, o parece ser el detonante del curso de las cosas. Lo que en principio iba a ser un fin de semana para consolidar a la inexperimentada pareja, termina siendo una aventura para ambos (pero por separado). Ella conocerá también al guionista de Pollard, Ted Davidoff (Jude Law) y al sensual actor Francisco Vega (Diego Luna). Por su lado, Gatsby se encontrará con Chan (Selena Gómez), la hermana de una amiga de la infancia, que le ordenará, a base de ironías y golpes bajos, sus sentimientos. El reparto coral es inmejorable, junto con la construcción de cada personaje, donde sus personalidades encastran como las piezas de un puzzle en manos del gran director de actores. Se puede decir, ya a viva voz, que Timothée Chalamet (Call me by your name, 2017) es uno de los mejores actores del momento, con un talento incomparable a sus jóvenes 23 años. En este caso, se mete en la piel de lo que podría ser un Woody Allen de 20 años. Elle Fanning (Maleficent, 2014), por su parte, hace una excelente interpretación de la jovencita divertida que seduce incansablemente con su inocencia provocadora. Chalamet y Fanning conforman una dupla llamativa, donde es interesante ver a dos personas con características diferentes pero que se comprenden y se respetan para poder desenvolverse como pareja romántica y también seres individuales con sus propias aventuras. Además, acompañan Selena Gómez, Jude Law, Liev Schreiber y Diego Luna, haciendo más grande aún la narración. Cabe destacar que esta película llega con una gran polémica de fondo dada por las críticas a Woody Allen por los escándalos sexuales, en el marco del movimiento #MeToo. En Estados Unidos, no tiene fecha de estreno, así que por ahora se verá en los cines de América Latina y Europa. Fue la primera vez en casi 40 años que no se estrenó una película del cineasta. Allen inició una demanda a Amazon Studios por USD 60.000.000 por no estrenar su obra. Ya se conoce que la próxima película de Allen está siendo rodada en España debido a todo este problema, por lo que hay que disfrutar el Manhattan visto con los ojos del excelso director, una vez más, sin saber si habrá nuevas oportunidades. Con la lluvia de pretexto y el excelente trabajo al que nos tiene acostumbrados Vittorio Storaro en fotografía, nada puede salir mal. Un día lluvioso en Nueva York (2019) es una gran película con una historia sencilla. Woody Allen demuestra, una vez más, que es un maestro del cine contemporáneo con una inteligencia como pocas a merced del desarrollo dramático y la construcción de las psiquis de los personajes creados. Durante la hora y media de duración, idealiza Nueva York, la ciudad que tanto ama el director y guionista de 84 años, ofreciendo amor, humor e ironías, en una historia nostálgica y atrapante. No es su mejor película, pero tiene su inconfundible sello y eso ya marca una diferencia. Los seguidores de Woody, agradecidos por esta vuelta. Y quienes no lo son, también tienen una propuesta excelente de buen cine para disfrutar por las calles de La Gran Manzana.
Pablo Brusa dirige ésta historia, a donde conocemos a Rafael Márquez (Santiago Racca), un joven que entrena y estudia medicina en un regimiento de montaña. Este chico carga con el peso de la deshonra de su padre quien, supuestamente, es un desertor del ejército, por lo que debe esforzarse mucho para sobreponerse al estigma. El coronel Santos, que supo ser compañero de su padre, regresa a la base y le confiesa a Rafael que no todo sucedió como dicen. Además, la aparición de una extraña mochila desencadena la duda, por lo que el joven se escapa del regimiento para ir a la montaña a armar el rompecabezas de los últimos días de su papá. Racca, mendocino parte del éxito “Fuerza Bruta”, debuta en el papel del joven Marquez y lo hace excelentemente. Estando acostumbrado a poner su cuerpo para expresarse, esta vez demuestra un registro dramático en su gestualidad que lo hace sobresalir en la historia, con un arco de transformación del personaje lleno de matices. Además, el gran Daniel Fanego, acompaña con un personaje atractivo: el enigmático ermitaño que vive en la montaña. “Desertor” (2019) es lenta y previsible, lo que le quita un poco de suspenso a la historia, pero sorprende desde el lado que pareciera que ni la propia película sabe adónde va a llegar. Las actuaciones son muy buenas y la factura técnica también. Además, la música se convierte en otro protagonista, tensionando al espectador en los momentos que debe hacerlo. El paisaje mendocino sirve de testigo para este western militar potente, tanto desde lo narrativo como de lo visual. No tiene grandes escenas a destacar ni diálogos que queden en la memoria. Es una película áspera, como sus personajes que no expresan sus sentimientos entre ellos, por lo que a veces se torna difícil de seguir en cuanto al hilo narrativo. Es un western andino con los duros códigos de la milicia que, si uno tiene paciencia en cuanto a los tiempos que se toma, están bien para visionar una obra novedosa.
Hernán Findling (“Breaking Nikki”, 2009) llega a los cines con “Crímenes imposibles” su quinta película, con guion de Nora Leticia Sarti. En 90 minutos de duración el film recorre varios géneros y arma el relato como las piezas de un rompecabezas. Federico Bal protagoniza éste thriller psicológico sobrenatural, con mezcla de policial y noir, donde nada es lo que parece y vemos a un policía y a una monja involucrados en una historia llena de giros, dentro de un dualismo casi onírico. Tras la muerte de su hermana menor debido a una enfermedad, Lorenzo (Federico Bal) se va de vacaciones con su familia, a la que deja relegada por la novela que está escribiendo. Ocurre un accidente y Lorenzo despierta en un mundo distinto, sin su familia, donde es un duro policía que investiga el caso de Caterina (Sofía del Tuffo), una monja con visiones demoníacas, quien parece ser responsable de muchos crímenes acontecidos en los últimos tiempos. Así, se suceden eventos sangrientos donde Lorenzo intenta descifrar el mal que acecha a la joven religiosa. Desde el primer avance de la película, todas las miradas se centraron en Federico Bal y su protagónico. El actor se supo separar del costado hiper mediático y demuestra su talento y su posibilidad de crecimiento en la interpretación dramática. Además, Sofía del Tuffo (“Luciferina”, 2018) de a ratos se roba la pantalla con el personaje de la monja poseída. Acompañan de manera correcta Carla Quevedo, Guido D’Albo, Daniel Alvaredo y Marcelo Sein. El guion de Sarti está bien, si pasamos por alto la descripción excesiva del protagonista y los saltos, en la primera parte, que no se sabe qué es lo que deparará el relato. Aunque inverosímil, la manera de narrar los cambios de personalidad que atraviesa el personaje principal de un mundo a otro es llamativa. Es una historia que necesita tiempo, vale la pena ver hasta el final inesperado. Además, la música de Gustavo Pomeranec llena algunos baches agregando buena dosis de tensión a ciertas escenas. Con algunos diálogos rozando lo ridículo, la historia se debate entre lo real y lo onírico, siendo entretenida la mayor parte del tiempo. Quizás está desaprovechada la pelea entre lo racional y lo místico, pero igualmente el thriller psicológico siempre está presente, así sea como forma de mostrar el camino a la redención del protagonista. “Crímenes imposibles” se instala como una nueva obra de género de nuestro país, y eso ya es motivo para ir a verla.
Estafadoras de Wall Street: El país entero es un club de strippers. Basada en hechos reales, Jennifer López interpreta a la abeja reina en una colmena de strippers, que terminan cometiendo estafas luego de la crisis financiera de 2008. Estafadoras de Wall Street (Hustlers, 2019) es la adaptación cinematográfica de una entrevista de Jessica Pressler para New York Magazine, llamado «The Hustlers at Scores (2015)», donde un grupo de bailarinas exóticas asumen el poder de sus vidas y terminan siendo criminales en un país que iba en caída libre, dominado por hombres inescrupulosos y rebosantes de lujuria. “El juego no premia a las personas que siguen las reglas”, afirma Ramona (Jennifer Lopez), la bailarina principal del club. Ella, acompañada de estrellas como Cardi B y Usher (aunque sea sólo un cameo), junto a la gran actuación de Constance Wu, logran que el fondo supere a la forma, siendo una buena película, a pesar de las apariencias. El relato está narrado a través de un testimonio periodístico, protagonizado por Destiny (Constance Wu), mezclando la comedia y los sensuales bailes, con la gravedad del caso de estafa. En un club nocturno de Nueva York, en 2007, Ramona (JLO) lidera el cuerpo de baile y le enseña a Destiny, una jovencita y sin experiencia stripper, a ganarse el dinero de los clientes, la mayoría hombres de derroche fácil de dinero que se ganan la vida trabajando en La Bolsa de Wall Street. Todo va de maravillas hasta que llega el año 2008 y los clientes dejan de dilapidar su dinero ya que el país entero se hunde en la mayor crisis financiera. Es así como las chicas se unen para seducir clientes, drogarlos y robarles todo el dinero de sus tarjetas de crédito. La película es una fiel muestra del poder que da el dinero y el erotismo. Toda la verdad sale a la luz con las grabaciones de Elizabeth, una periodista interpretada por Julia Stiles. Jennifer López siempre se caracterizó por tener papeles simplones en su filmografía, sobre todo porque ya su nombre en cartel es sinónimo de éxito de taquilla, así que nadie exigía mucho más. Pero este protagónico puede ser una bisagra en su carrera ya que, además de la desmesurada sensualidad, ofrece una interpretación maravillosa de una mujer que es capaz de todo por tener la vida que sueña. Totalmente avasallante. El elenco está muy bien en su conjunto, destacando el co-protagonismo de Constance Wu, como la inocente aprendiz, que con JLO forman una hermandad que traspasa la pantalla, y los secundarios de Cardi B, Lili Reinhart y Madeline Wreber , entre otros. Julia Stiles le da el toque solemne a la historia, como la periodista en búsqueda de la verdad. El sexo y los desnudos siempre llaman la atención en el cine. Así es como Estafadoras de Wall Street (Hustlers, 2019), es una historia honesta, no sólo porque se basa en un hecho real, sino por cómo se le muestra al público un relato con una vuelta de tuerca más, donde ser stripper sigue estando estigmatizado; donde los empleados “correctos” de las grandes empresas se portan mal a escondidas, se dibuja el canibalismo voraz de la economía estadounidense en 2008, y donde Jennifer López, a los 50 años, tiene un cuerpo y una sensualidad dignos de aplausos. Hay que destacar también que, además de su gran actuación, es una de las productoras. La película hila más fino aun: escrita y dirigida por Lorene Scafaria es una comedia femenina para ir a ver con pochoclos en mano entre amigas, pero también una historia policial sobre el ascenso al cielo del capitalismo y el violento descenso al infierno carcelario o de “ver cómo ganarse la vida”. La puesta en escena es brillante, con luces de neón y lofts en la 5° Avenida que muestran el lujo y vulgaridad del mundillo de las escorts. Una historia sobre amistad entre mujeres, con una moraleja (o varias, a gusto del receptor). Es sumamente entretenida y, a la vez, ofrece un momento para reflexión del espectador detrás de su brillante fachada. Una grata sorpresa para quien la vea sin prejuicios.
Edgardo González Amer (“El infinito sin estrellas”, 2017) llega a los cines con la historia de Nati, una chica de un barrio marginal y violento, que se ve envuelta en hechos delictivos, lo que culmina en una tragedia. Protagonizada por Martina Krasinsky, Leticia Brédice y Daniel Aráoz, esta producción es un thriller dentro del subgénero “rape and revenge [violación y venganza]” donde los personajes buscan una salida a su terrible destino. La historia muestra la vida de de Nati (Martina Krasinsky), una chica de 17 años que vive en un barrio humilde, un ambiente violento y lleno de miserias. Su madre (Leticia Brédice) atiende un bar deprimente y prepara sándwiches que sus hijos reparten en el barrio. Su amorío con un vecino (Marco Antonio Caponi) no le gusta para nada a Natalia, sobre todo, debido a que es muy pegada a su padre (Daniel Loisi), un colectivero en bancarrota, con una deuda que no puede levantar. Cuando Nati se entera de ello, se une a la banda criminal en la que participa su hermano, Sebas (Sebastian Chavez), comandada por el Yuca (Daniel Aráoz), pero su irreverencia la llevará a una situación de violencia sexual que la marcará de por vida. Sin embargo, podrá ejecutar su venganza enseguida. Nos enfrentamos entonces a la indignación que provoca ver que varios personajes se preguntan qué habrá hecho Nat para que la violen. La dirección de González Amer se nota precisa en cuanto a la presentación de los personajes con naturalidad, sin una mirada prejuiciosa o peyorativa. En su primer protagónico, Martina Krasinsky sorprende con una brillante caracterización de un personaje sumamente complejo, que va de la ternura del mate con su papá al odio extremo con los delincuentes. Leticia Brédice y Daniel Araoz acompañan muy bien, junto con Sebastián Chávez, quien hace un trabajo destacable. El problema de la película quizás sea que, una vez acontecido el hecho bisagra, todos los demás se suceden precipitadamente y ciertas motivaciones quedan sin justificar a partir de la sucesión de hechos sangrientos para cerrar la historia. Esto se hace notar al punto que uno piensa que hubiesen venido bien algunos minutos más para desarrollar la venganza con tanto detalle como el que se usó para presentar a los personajes al principio. Con la presencia que tiene el movimiento feminista en la actualidad, esta película tiene una vigencia inigualable, no solo por el tema que trata, sino por la manera de ser narrada, la fuerza de la mujer y las decisiones que toma la protagonista en un entorno machista. Una obra que vale la pena ver y pensar.
El mundo de los agrotóxicos, y una madre sola y desesperada es lo que plantea la nueva película de Emiliano Grieco, director de “Diamante” (2013) y “La huella en la niebla” (2014) Previsiblemente, “El rocío” (2018), es una denuncia ecológica sobre los efectos de los agrotóxicos en las personas que viven cerca de los campos de soja, mostrando la impunidad de las grandes corporaciones y, al mismo tiempo, es un drama sobre una mujer que haría cualquier cosa por salvar a su pequeña hija. La película cuenta la historia de Sara (Daiana Provenzano), quien vive con su hija en una zona rural de Entre Ríos, a la vera de los campos de soja. La nena comienza a tener problemas de salud y el médico de la zona (Tomás Fonzi) recomienda que la lleve a Buenos Aires para que le hagan los estudios pertinentes, aunque no puede dejar nada por escrito por miedo a las represalias de las empresas agroquímicas. Pero Sara no tiene dinero para hacer esos viajes, por lo que acude a un dealer para traficar cocaína a la ciudad y con eso poder costear los gastos. Daiana Provenzano se luce con el protagónico de la fuerte madre que haría (y hace) cualquier cosa por su hija. Ella se carga la película en la espalda y hace lo mejor que puede para que no caiga, a pesar del guion. La acompaña Tomas Fonzi, con una buena actuación, como el doctor de pueblo amenazado por los poderosos. El tema principal que plantea la película es interesante pero mientras transcurren los minutos de metraje, se va corriendo la atracción principal por la narración previsible, los giros insostenibles, y las escenas sin sentido. El rocío que el viento mueve y hace ingresar por la ventana de la casa donde la nena respira todo ese aire envenenado y se va enfermando, está eficientemente retratado. Se muestran dos planteos al mismo tiempo: por un lado, la denuncia ecológica sobre el uso de glifosato, el poder de los empresarios agrarios y su ridícula impunidad; y por otro la madre que envenena su mente y dignidad, para sortear la precariedad en la que vive con su pequeña, poniendo en riesgo su vida y la de los suyos. “El rocío” (2018) expone una problemática grave a partir de un drama familiar. Sin embargo, de a ratos, esta subtrama intimista cobra mayor importancia que la denuncia en sí. En síntesis, es una película fallida, que con giros y falta de solidez en el guion, no logra causar el efecto deseado.
Exilio en África: Buscando un nuevo mundo. En la última dictadura militar de nuestro país, a finales de los años ’70, un grupo de más de 60 argentinos que estaban exiliados en Europa, se instaló en Mozambique con sus familias para empezar una nueva vida en ese país africano recién independizado de Portugal y en medio de una guerra civil. Gracias a los testimonios de Rodolfo y Carmen Báez, Miguel Yanson, Rosana Colombo, Martín Rall, Marta Lucas, Ana Gutreiman, Domingo Suppa, entre otros, se logra relatar el sueño de encontrar otro lugar de pertenencia, muy lejos de su Argentina natal. La impotencia de quedar fuera de su propio país es quizás un detonante para llenarse de esperanzas utópicas sobre colaborar con una sociedad extraña y complicada por la política. Trayendo consigo todos los sueños que no pudieron cumplir en Argentina, estos hombres y mujeres encontraron su lugar en Mozambique. La idea era trabajar en la construcción del Estado Socialista de Samora Machel contra el gobierno racista vigente. Pero esto se complicó. La independencia y soberanía del país africano tomó más tiempo del pensado, ya que faltaban recursos básicos como alimento y agua. Entre Samora Machel y los colaboradores argentinos formaron un equipo para sacar a Mozambique adelante, a pesar de la Guerra Civil y los demás problemas que acaecían en esa nación. Exilio en África (2019) es una historia desconocida dentro del marco de la última dictadura argentina. Mediante la imponente gestualidad en las caras de los protagonistas, se transmiten las sensaciones vividas, junto a las imágenes de archivo. Además, los rostros de felicidad en sus primeros años en Mozambique y luego la desolación al recordar su desarraigo o la situación del país africano luego de la muerte de su líder. Un documental sobre una temática poco llamativa, entremezclado con la idea de desarraigo y los sueños de los exiliados.
Luego de 5 años, Verónica Chen regresa al cine con un drama familiar lleno de suspenso y muy actual: la madre en lucha. Sofía Brito deslumbra y se lleva aplausos. La cinta cuenta una historia sobre secretos y desconfianza donde prevalece un clima de tensión alrededor de Lola, su padre y sus 3 hijos. Si bien comienza como un thriller y desespera por la cercanía de los hechos, luego va cambiando hacia una historia familiar, complejizando los vínculos y experiencias para vivir a través de los ojos de Lola. Lola es una joven madre soltera de 3 niños que se gana la vida trabajando en un spa. Vive con Omar, su padre, quien un día se lleva a Rosita, la más pequeña, a comprar unas zapatillas de running, pero no vuelven. Inmediatamente surge la sospecha de algo terrible, acompañado por la influencia de los medios que cuentan historias con finales trágicos. A esto se suma la inoperancia de la policía a medida que pasa el tiempo, interrumpido por el descubrimiento que Lola misma hace sobre los secretos del pasado de su padre. Al aparecer la niña con el abuelo, la angustia de Lola por la desaparición de su hija se calma, pero el argumento se vuelve más intimista cuando ella nota que el relato de Omar sobre lo ocurrido esa noche es confuso. Lola había pensado muchas posibilidades de finales trágicos para Rosita en su ausencia, y todas tenían a su propio padre como un criminal. A partir de ahí, Omar y Lola comienzan a expresar sus sentimientos y a darle un vuelco a su vínculo. Sofía Britos se luce como una joven buscando un espacio donde sentirse contenida, sea en su casa, con sus hijos o con un novio sumamente descomprometido. La fuerza de la protagonista deja de lado cualquier intento de encasillarla como víctima. El atractivo de la película recae en su interpretación y la conexión con el papel de Marcos Montes como Omar, quien nos genera odio y empatía, en distintos momentos. En cuanto a los aspectos técnicos, las locaciones en exteriores son quizás más sofocantes que las de dentro de la casa. Chen construye un fuerte relato donde los climas enfatizan la tensión. Quizás, la película sea demasiado explicativa sobre el último tercio y eso arruina tanto suspenso creado desde el comienzo. Adicionalmente, al llegar la resolución, el espectador se queda con ganas de más, de algo más impactante; aunque eso no quita mérito al buen trabajo que se hace durante toda la película. “Rosita” es una historia verosímil con un guión prolijo. Atrapa al espectador desde la primera inquietud y lo mantiene durante casi toda la historia, gracias a las excelentes actuaciones. Nos sumerge en lo complicado y doloroso de los vínculos familiares. Es un relato simple, pero realista sobre personas que intentar mejorar su relación, a pesar de sus pasados.
Los hipócritas: Cuidado a quién chantajeas. La ópera prima de los cordobeses Santiago Sgarlatta y Carlos Trioni, presentada en el Festival de Cine de Cosquín de este año, es un descarnado retrato sobre la hipocresía en las luchas de clases y el abuso de poder. El casamiento de dos jóvenes de clase alta es el marco formal de la narración en la que la hipocresía se lleva el papel protagónico, aunque también participan la desolación, la mentira y el abuso de poder, en una intensa mezcla de thriller y comedia negra de calidad. La historia es la de Nicolás (Santiago Zapata), un camarógrafo que trabaja en bodas y que tiene un proyecto cinematográfico frustrado, pero que aquí encontrará una oportunidad. En el casamiento de Martina (Camila Murias), la hija de un ministro, Nicolás graba una escena comprometedora entre la novia y Esteban (Ramiro Mendez Roy), su hermano. Allí se dará cuenta de que puede utilizar esto para chantajear a los involucrados y así poder escapar de su tedioso trabajo. Aunque esta idea no sea tan fácil de llevar a cabo como parece. Además, aparece otra historia: que lo tiene a Esteban como jefe de campaña de su padre, y la espera en la fiesta de un tal Novillo. Detrás de esta boda hay intereses políticos, luchas de poder para llegar a dominar, muchos secretos y marihuana como generadora de unión entre clases. Es destacable la construcción de los personajes, en la que se pueden ver las características que definen a cada uno con sólo observar sus actitudes, gestos y diálogos. Increíble parece que el casamiento sea sólo la excusa formal para delatar complejas personalidades de los protagonistas y un secreto que el espectador conoce desde el principio y que se irá revelando a los demás personajes, con sorpresivos resultados. “Los hipócritas” se disfruta de comienzo a fin. La impronta autoral es un acierto desde lo visual con una cámara entre travellings continuos, para terminar mostrando el desenlace a partir de una fija que tensiona el cierre de la historia. El argumento en sí sorprende con sus giros. El guion es un acierto, tratando el trillado tópico de las mentiras como disparador, para crear una llamativa historia. Meritoria es la calidad con la que se narra la historia ingeniosa, poniendo al frente una obscenidad de recursos que en realidad no existen, siendo suplantados con suma creatividad, como las escenas de baile desenfrenado para mostrar los excesos. Por esto y más, la película es un thriller muy llamativo para el espectador, con un diligente desarrollo narrativo que se deja llevar por la hipocresía entre los miembros de la clase social más beneficiada y, mismo, entre las diferentes clases. Es una historia sencilla que toca varios temas álgidos y vale la pena disfrutar.