El colorado mufa Jorge Piwowarski debuta como director con una comedia acerca del fanatismo sobre el fútbol y la amistad, con la participación de Ariel Pérez de María y Tomás Fonzi. Toda road movie tiene ese tono de comedia y drama donde los protagonistas, a través del viaje geográfico, también hacen uno introspectivo donde cambian su manera de ver el mundo. Todo por el ascenso hace que 3 amigos viajen al interior de la Argentina para cumplir el sueño de ver a su equipo ascender de categoría. Néstor (Ariel Pérez de María) es extremadamente supersticioso. Este año su equipo se juega el ascenso en Mendoza y se dispone a viajar con Rafa (Tomás Fonzi), su amigo. Pero su amigo pelirrojo Fabián (Fernando Govergun), vuelve de Colombia para este evento. El ascenso está en peligro, a menos que puedan evitar que el “yeta” de Fabián llegue a la cancha. Todo el viaje va a ser una odisea intentando evitar que el colorado presencie ese histórico partido. Entre tanto, se generan varias subtramas con divertidos personajes secundarios que crean situaciones disparatadas y muy divertidas. Los actores principales funcionan a la perfección en el trío de amigos con personalidades contrapuestas pero unidos por la pasión del fútbol y el cariño de la amistad de años. El fanatismo futbolero, la exacerbada superstición y los valores sobre la amistad se conjugan en una comedia ligera y divertida. Hay reflexiones de todo tipo que le dan algo de profundidad al momento de la moraleja de la road movie y el ritmo narrativo dinámico junto a las buenas interpretaciones logran una película muy entretenida.
Un poco de amor francés El cine francés se caracteriza por mostrar el romance desde todos sus perfiles. Dos triángulos amorosos en un plazo de 8 años es lo que narra lo nuevo de Louis Garrel. Amante fiel (L’ homme fidèle), con algunos premios en su haber, como Mejor Director en BAFICI 2019 y Mejor Guion en Festival de San Sebastián 2018, llama la atención desde antes de su estreno. Un guion fresco, una historia contada en poco más de 1 hora (raro para el cine de ese país), grandes actores y el espectador como partícipe de la narración, hacen grande a la nueva película dirigida y protagonizada por Garrel. La historia comienza con Marianne (Laetitia Casta) confesando a su novio, Abel (Garrel) que está embarazada de Paul, un amigo de la pareja. Luego de algunos años, Paul fallece de un ataque al corazón mientras duerme, y se lleva a cabo el reencuentro entre Abel y Marianne. Joseph se opone a esa nueva relación, insinuando que su madre fue quien mató a su padre. A su vez, Eve (Lily-Rose Depp), la hermana de Paul, está obsesionada con Abel desde pequeña y ahora quiere adueñarse de su amor, cueste lo que cueste. La película funciona mejor gracias a las grandes interpretaciones – sino sabría a menos, creo – del propio Garrel como Abel, la antítesis de galán pero que enloquece a todas; su esposa en la vida real y también en la ficción, Laetita Casta como Marianne, con la que generan una química extraordinaria; y Lily-Rose Depp, la cuñada de la discordia, Eve, la hija de Johnny Depp y Vanesa Paradis, bellísima, con un francés increíble y una buena interpretación. Por su lado, está bien el trabajo de Joseph Engel, que encarna al hijo de Marianne, y termina siendo el personaje más maduro. El conocido actor francés Louis Garrel llega con su segundo largometraje como director, después de Les deux amis (2015). Se nota que el hijo de Philippe Garrel, no solo heredó su talento sino que vio mucho de Woody Allen, lo que genera una mezcla explosiva de este joven director, promesa del cine francés. Louis Garrel dirige esta historia desde los cánones conocidos, pero no por ello le quita interés. Amante Fiel es una película recomendable, con trama de romance, drama, abandonos, reencuentros y traiciones, dentro del marco parisino. Garrel despliega una atípica comedia sobre las necesidades y vacíos del amor. Los triángulos amorosos se desnudan en el principio con el amigo de la pareja y luego con Eve, la hermana del fallecido. Todo se torna una prueba, una toma de decisiones continua en la que el espectador participa poniéndose de un lado o del otro, a medida que va conociendo actitudes de los personajes. Puede resultar aburrida, sin mucha emoción, aunque el final hace que valga la pena toda la película. Es una invitación a reflexionar sobre distintos tópicos, sobre todo el amor, la amistad y los valores como ser humano, en tiempos modernos.
Extremadamente cruel, malvado y perverso La traducción literal del título original es “Extremadamente cruel, malvado y perverso” que, justamente, es la frase que pronuncia el juez del caso Ted Bundy, hablando de la personalidad del acusado. Basado en el libro “The Phantom Prince My Life with Ted Bundy”, de Kloepfer, su ex mujer, donde cuenta su punto de vista sobre la historia, la película presenta a uno de los asesinos más salvajes de la historia. A pesar de ser del mismo creador que la serie documental de Netflix Conversaciones con asesinos: las cintas de Ted Bundy, poco tienen que ver una con otra, más allá que se trate de la misma persona. Ted Bundy: Durmiendo con el asesino narra la historia de amor que podría haber sido hermosa, pero resulta que una de las partes era un tenebroso asesino de mujeres. Construida a partir de flashbacks que muestran el comienzo y desarrollo del vínculo entre ambos. A los ojos de Liz, Ted es ideal, el compañero de ella y de su pequeña hija. Hasta que comienza a ser buscado y detenido por distintos femicidios que ocurren en los Estados Unidos. Igualmente, el vínculo resiste mucho tiempo más. Con el paso de los tiempos, Zac Efron está logrando salir del mote de “chico bonito” para, gracias a papeles que lo resaltan, tener algunas buenas interpretaciones en distintos géneros. Su actuación en este drama es muy buena, con una interpretación que impacta por su seriedad y oscuridad (a pesar de la simpatía del criminal), así transmite el encanto y espanto que habitaban en la misma persona. Sin dudas, el mejor trabajo de su carrera. Lily Collins interpreta de manera formidable a la mujer enamorada y entregada, al menos los primeros tiempos, Elizabeth Kloepfer, quien apoya durante muchísimo tiempo a su marido Ted y no cree ninguna de las acusaciones que sobre él recaen. Al principio llama la atención su papel, pero luego se va licuando hasta dejar de ser interesante. Además tenemos a Kaya Scodelario como Carole Ann Boone, la que se transformaría en la esposa de Bundy en 1980 cuando se lo propuso en medio del juicio. Además, ver en escena a figuras como Jim Parsons, Jhon Malckovich y James Hetfield (voz de Metallica) es muy reconfortante. Si uno se deja llevar por el espectacular título de la película, podría creer que verá un policial sobre el asesino y sus increíbles crímenes. Aunque está muy lejos de eso. Quizás hubiese sido más funcional si Ted Bundy hubiera sido el verdadero protagonista, ese criminal escalofriante, con las historias de su confesión, como sí sucede en la serie documental, dirigido por el mismo Berlinger. Aquí sólo se dedica a mostrar la destreza para enamorar y la forma en la que se convierte en una celebridad, a costa de su propia libertad. A esta adaptación en forma de película le falta el peso dramático de la historia. Hay ahorro de demasiados recursos que hubiesen dado mayor sentido a todo, por ejemplo, el conocer esta doble personalidad de Ted, del amor romántico con su esposa a las cosas que nunca contó. Dado que la película la tiene Netflix y enseguida la estrenará, es un buen plan verla en casa. Con esto, no se descarta verla en sala de cine, pero no es imperdible.
Todos necesitan un amigo A pesar del elenco de lujo formado por Isabelle Huppert y Chloe Grace Moretz, este relato ya quedó viejo y Neil Jordan no logra sorprender con su nueva obra, por más que está muy bien confeccionado. En la década de 1990, este subgénero de suspenso psicológico caracterizado por la obsesión de una persona con otra, los llamados incesantes, los mensajes anónimos, las amenazas, el miedo a quedarse solo, las persecusiones ridículas, todo con el objetivo de enloquecer a la victima, ha sido muy famoso y rentable. Pero ahora esto queda antiguo, pasado de moda, fuera del marco temporal de su auge, ya sin mucho sentido. La nueva película de Neil Jordan es un buen relato clase B, sencillo, donde una señora está desesperada por llenar un vacío existencial en su vida, sin importar lo que esto conlleve. Se trata de una historia pequeña pero interesante, aunque lamentablemente no llega a cumplir con las expectativas de esta época, valiéndose de recursos poco originales. La viuda cuenta la historia de Frances (Grace Moretz), una inocente jovencita que, tras la muerte de su madre, se muda a Manhattan con su amiga Erica (Maika Monroe). Un día, encuentra un bolso extraviado en el metro y decide devolverlo a su dueña, Greta (Huppert), una mujer con una exasperada necesidad de compañía. Rápidamente se convierten en amigas muy cercanas, antes las ansias de llenar esos vacíos en sus vidas, pero su amistad muta cuando Frances descubre las siniestras intenciones de Greta. La trama va directo al momento del hostigamiento, sin tanto preámbulo y eso está bien hecho. El recurso de la amiga de Frances también está correctamente utilizado, siendo la que “se da cuenta de las cosas raras que le suceden a su amiga”. La película se sostiene a partir del dueto actoral de Isabelle Huppert y Chloe Grace Moretz, que realmente son fascinantes, aunque en esta historia no están bien aprovechados sus talentos, quedando los arcos de transformación de los personajes notablemente toscos. Neil Jordan, el irlandés conocido por dirigir, entre otros, éxitos como El juego de las lágrimas (1992) y Entrevista con el vampiro” (1994) siempre se está reinventando en su larga carrera y eso ya supone un éxito. En este caso, dirige y es coguionista de La viuda, un pequeño relato clase B muy prolijo pero con más cerebro que corazón. El thriller queda anticuado, cumpliendo con todos los parámetros establecidos en este tipo de cine noventoso lo que, sumado a lo inverosímil de las situaciones narradas, supone un problema no resuelto de principio a fin de la película, sin llegar a reconocer si se debe reír, angustiarse o asustarse en cada escena. La viuda no es una película que asuste ni entretenga por completo, como si se quedara a mitad de camino de cualquiera de las opciones. La frase de cabecera de Greta “todos necesitan un amigo” encaja bien con la soledad de los personajes y la desolación de sus vacíos. Con semejante director y actrices, la película podría haber sido muchísimo más, pero se queda en un cine de entretenimiento sin ningún tipo de pretensión.
En el nombre del padre François Ozon vuelve a la pantalla grande con una elegante ficción basada en hechos reales sobre la denuncia de abusos en la iglesia francesa de los 80 y los 90. Premiada este año con el Gran Premio Jurado de Berlín, “Gracias a Dios” es su título original, que acá en Argentina fue modificado y pierde la referencia a la extremadamente fallida frase que el arzobispo de Lyon pronuncia en una conferencia de prensa sobre el escándalo en torno al sacerdote acusado de abuso sexual décadas atrás: “Gracias a Dios esos hechos han prescripto”. Año 2016, Alexandre, francés, marido y padre de 5 hijos, de profundas creencias religiosas, ha decido denunciar al sacerdote que abusó de él cuando niño, en los campamentos de boy scout. Esa decisión surge al enterarse que este monstruo, después de más de 20 años de esos hechos, sigue estando en contacto con pequeños. Alentado por la supuesta visión progresista del Papa, decide comunicarle esto al arzobispo de Lyon, Monseñor Barbarin. A partir de esa denuncia, aparecen testimonios de otros niños en esa época, hoy hombres, que fueron abusados por el Padre Bernard Preynat (Yves-Marie Bastien en la juventud, Bernard Verley en la adultez), un sacerdote de la Diócesis de Lyon que estuvo a cargo de campamentos infantiles durante muchos años. Lo más irritante es que el propio victimario reconoce sus crímenes abiertamente. Primero aparece el adinerado y practicante católico, Alexandre Guérin (Melvil Poupaud), luego viene el ateo François Debord (Denis Ménochet) y al final llega Emmanuel Thomassin (Swann Arlaud), el más humilde y traumado del grupo en cuestión. Debord construye, junto a otra víctima, el médico Gilles Perret (Éric Caravaca), una asociación y sitio web, La Palabra Liberada, que recopila testimonios de acosos del clérigo durante los 80 y 90. No hacen falta golpes bajos, morbos ni sobreexplicaciones del caso. Todo el elenco es fantástico. Desde el trío protagonista a los personajes más pequeños, todos se destacan en esta obra y en el cine francés en general. Melvil Poupaud, Swann Arlaud y Denis Ménochet enfatizan la película a la hora de encarnar a tres de las víctimas del sacerdote Bernard Preynat. Es realmente movilizador el gesto aniñado y temeroso de las víctimas que se reúnen con el sacerdote, ahora septuagenario, interpretado por un genial Bernard Verley. Como se mencionó antes, todos los personajes tienen papeles preponderantes, así como vemos al trío protagonista, también están el acompañamiento, indiferencia o apoyo de padres, hijos, jefes, amigos y parejas ante la lucha que están intentando ganar tantos años después. El consagrado cineasta François Ozon – Gotas que caen sobre rocas calientes (2000), 8 mujeres (2002), La piscina (2003), Joven y bonita (2013), El amante doble (2017) – se corre de su trayectoria de pura ficción para adentrarse en la historia “basada en hechos reales” y, sobre todo, en un tema tan escabroso como la pedofilia en la iglesia francesa, reconocido por el propio autor de los hechos y, por si todo esto fuera poco, los juicios continúan. A partir de los testimonios de la organización La Parole libérée (La palabra liberada), el director fue conociendo datos y entrevistando a los verdaderos protagonistas de la historia. Su idea inicial era realizar un documental, pero finalmente se decantó por esta ficción. Y fue un acierto. Como también el hecho de narrar la historia desde el punto de vista de creyentes que practican el catolicismo día a día. Por gracia de Dios se lleva a cabo a partir de la suma de transiciones dinámicas entre sus protagonistas y sus maneras de pensar y vivir. Podría parecer un drama aburguesado francés más, pero la narrativa orgánica y el impacto que genera este tipo de abusos, hacen una historia elevada, un fuerte drama social que preocupa a todos, con la impecable dirección de Ozon. Es de destacar que la película acompaña al trío protagónico y su organización La palabra liberada en sus causas subsiguientes, ya que no todo termina cuando se cumplen los objetivos a corto plazo, momento en el cual varios adherentes y/o víctimas abandonan, sino que esto sigue con distintas necesidades, entre las que se encuentra la suba del límite legar para la proscripción de 20 a, por lo menos, 30 años. Con actuaciones supremas y un maravilloso guion que evita los golpes bajos y la condena a la Iglesia, esta película es incisiva y sencilla, estremecedor y elegante. Ideal para quien guste de denuncias y planteos controvertidos, pero con altura. Digna de admiración.
La familia adicta En el último trabajo de Inés de Oliveira Cézar, Mónica Galán es una actriz que sufre intentando recuperar a su hijo adicto al paco, mientras está filmando una película. Las historias sobre adicciones, habitualmente, son contadas desde el punto de vista del adicto. Siempre viendo hasta dónde son capaces de llegar para lograr conseguir otra dosis, a veces tocando apenas el sentimiento del que sufre por esa persona. “Baldío” se encarga de esto último, de la impotencia de una madre resignada ya a la pérdida de su propio hijo en los brazos del paco, de un padre ausente que formó otra familia, del constante coqueteo con la muerte. Filmada íntegramente en blanco y negro que abruma, en “Baldío” se mezclan dos subtramas fuertes: la madre sufriendo por la adicción de su hijo y la femme fatale que implica su personaje de ficción dentro de la ficción. La protagonista está filmando una película mientras atiende a su hijo adicto. “No doy más”, le dice Brisa a una amiga, sabiendo que la rueda es siempre la misma: salir a buscarlo con el miedo de encontrarlo muerto, pero no abrirle la puerta cuando va a buscar dinero, a menos que acceda al tratamiento. Basada en una historia real, Baldío narra la historia de Brisa (Mónica Galán), una reconocida actriz que se encuentra filmando una película con un famoso director italiano, mientras intenta enfrentar la adicción al paco de su hijo (Nicolás Mateo), que ya es mayor de edad por lo que nada se puede hacer sin su consentimiento. Además, el padre del chico (Gabriel Corrado) quien se mantiene distante por un acuerdo que había hecho con Brisa en la que no iban a ceder más ante los pedidos del hijo, cosa que la madre no logra y termina acudiendo siempre al rescate del chico. Mónica Galán, que falleció el enero pasado, se despidió del cine con esta notable interpretación, quizás de las mejores de su carrera. Con total naturalidad, muestra la desesperación entre aceptar que perdió a un hijo en las poderosas garras de la droga o continuar esperanzada. Difícil este doble rol que tuvo la actriz en la que se es 2 mujeres al mismo tiempo, la madre enojada y desahuciada ante tanto dolor, y la profesional actriz que seduce a todos en el set. Entre la estética de film noir, con esos blancos y negros dramáticos, y el destacado guion, Baldío es una película que descoloca un poco en cuanto a la temática desde una óptica diferente, el cómo las adicciones destruyen a toda una familia, no sólo a quien consume. Es una historia sumamente transparente, a pesar de o gracias a la artística distintiva. Fuerte y recomendable.
Respirar nuevos aires Natalia Smirnoff retrata la necesaria tormenta después de tanta calma en la vida. En este caso, una artista, aburrida de su propia existencia, en búsqueda de una transformación interna para lograr ser feliz. Algo de lo que nadie está exento. La crisis del escritor es una situación típica en el cine, casi cliché. Esta película trata este tópico, pero desde un costado distinto, la creadora de historias gráficas infantiles que no logra conectarse con sus lectores, ni con sus propios hijos. El camino será sinuoso, pero con grandes enseñanzas. Cuenta la historia de Clara (Paola Barrientos), ilustradora y autora de libros para chicos, que recibe el premio más importante de literatura infantil, lo que trae aparejado una repercusión mediática y compromisos no deseados, que la hacen sentir completamente abatida. Así, decide mudarse al pueblo donde se crío, junto a su marido Francisco (Marcelo Subiotto) y sus hijos, con la excusa de poder desconectarse para recuperar la inspiración que demanda su profesión. Aunque esto acarrea otro tipo de situaciones que desestabilizan emocionalmente a la protagonista. Paola Barrientos sumerge a su personaje, y al propio espectador, en un profundo viaje interno de transformación. Mientras toda la familia se acostumbra a la nueva forma de vida, Clara se reencuentra con amigos de la infancia, entre ellos un antiguo novio (Diego Cremonesi), quien despertará algunos planteos y deseos que harán revisar su vida. Paola Barrientos está excelente. La confusión, la incertidumbre, la falta de pasión, y la concentración ante la hoja en blanco, está definida por una actriz que interpreta con naturalidad todo lo que vive. Se destaca ampliamente la energía de Barrientos en los distintos estadíos por los que va pasando a lo largo de la historia. La afinadora de árboles es un relato sensible, intimista, con una narrativa fresca y una protagonista que impacta con su energía. La excelsa dirección de Natalia Smirnoff muestra las crisis emocionales de las personas, más allá de lo artístico u profesional, haciendo un tratamiento holístico sobre cómo sanando vínculos, uno se sana también, reencontrando el goce en las pequeñas cosas. Todo por lo que pasa su personaje principal se transmite al espectador. Es una película completamente emocional sobre el universo de una artista, pero principalmente de una mujer en crisis. Así que cualquier persona que le dedique un tiempo a esta historia, se sentirá identificada con algunos de los protagonistas. Disfrutable desde la primer escena con una Paola Barrientos llorando en el baño.
Un Hombre en Apuros: Descansaré cuando esté muerto. El talentoso Fabrice Luchini interpreta una historia basada en el soberbio directivo de Peugeot, Christian Streiff, que tras haber sufrido un ACV a causa del estrés, fue despedido de la empresa. Escrita y dirigida por Hervé Mimran, la película francesa es una vaga adaptación del libro de “J’étais un homme pressé: AVC, un grand patron témoigne” (en español, “Era un hombre apurado: accidente cerebrovascular, testimonio de un gran jefe”), de Christian Streiff. Habitualmente, las historias basadas en la vida real, buscan dejar una moraleja en el espectador para que no cometa ese mismo error o preste atención a cómo los personajes sobreviven a las situaciones por las que pasan. En este caso, el exitoso jefe de la compañía automotriz, estresado, incansable, ansioso, exigente y extremadamente soberbio, es víctima de un derrame cerebral que lo obliga a frenar antes de lo previsto, aun cuando su frase de cabecera era “Descansaré cuando esté muerto”. “Un hombre en apuros” (“Un Homme Pressé”) narra la historia de Alain Wapler (Fabrice Luchini), un brillante hombre de negocios que vive acelerado con su jefatura en una compañía automotriz y destratando a todo aquel que le pasa por el lado, su chofer, su sirvienta, su secretaria, y hasta su hija Julia (Rebecca Marder), que no le perdona haber dejado morir a su madre sola. Abatido por el estrés, sufre un derrame cerebral que le afecta los centros del lenguaje y la memoria, por lo que es atendido por una terapeuta que le debe enseñar de nuevo a comunicarse, mientras detiene abruptamente su ritmo de trabajo y comienza a reconectar con sus vínculos. Debido a su accidente, es echado de la empresa y tiene que reajustar su vida para tener un nuevo futuro. Fabrice Luchini – “Dans la maison” (2012), L’Empereur de París (2018) – logra una interpretación impecable del jefe odiado por todos, la terrible relación con su hija y su posterior, y bastante inexplicable, viaje de autodescubrimiento por el “Camino de Santiago”. Resulta entretenido el vínculo que se crea con su terapeuta del habla Jeanne (Leila Bekhti), una chica adoptada que está buscando a su madre biológica, que no se deja amedrentar por los maltratos de Wapler. Aunque se trabaja con respeto el tópico del tipo millonario y soberbio que, ante enfermedad o accidente, se vuelve humilde y hasta cariñoso, termina cayendo una y otra vez en los clichés del género, sin mostrar nada nuevo. Lamentablemente, además, se mezclan unas historias paralelas que no llegan a ningún lado, la terapeuta del habla que intenta conocer a su madre biológica y la relación entre esta chica y un enfermero de la clínica que está enamorado de ella. Algo es seguro: si se hubiese dedicado más esmero en darle profundidad a su protagonista, a su miedo por no poder volver a ser quien era, sus vínculos familiares y la manera en que lo obligaron a irse de la empresa, hubiera sido una película disfrutable y hasta enriquecedora. Así, es una historia que no requiere más atención que cualquier otra de este subgénero que ya se haya visto, salvo por la presencia de su actor protagonista.
La Odisea de los Giles: La unión hace a la fuerza. «El hijo de puta cuando se levanta y se mira al espejo no piensa que es un hijo de puta«. Con esta frase se deja entrever el tono de la nueva película de Sebastián Borensztein, adaptación cinematográfica del best seller “La noche de la usina” de Eduardo Sacheri. “La odisea de los giles” vuelve a la Argentina de 2001 a partir de las vivencias de los habitantes del pueblo Alsina, en la provincia de Buenos Aires. Se enmarca en lo que puede ser el género heist (película de robos en la que, por un giro que da, los delincuentes son tomados como héroes, con personajes bien estereotipados y contrastes evidentes), mezclando acción, drama, comedia, policial y aventuras. La novela y la película cuentan la historia de Fermín Perlasi (Ricardo Darín) y su esposa Silvia (Verónica Llinás) que, a mediados de 2001, deciden comprar la vieja acopiadora del pueblo “La Metódica” y darle trabajo a su gente. Para ello, se asocian con amigos y vecinos, todos muy distintos entre sí pero con el mismo sueño, el de sacar adelante al pueblo y su gente. En una caja de zapatos, comienzan a guardar todo el dinero que van recaudando. Hasta que en diciembre de ese mismo año, a Fermín lo convencen de poner los ahorros colectivos en el banco, con lo cual, a partir de los hechos acontecidos en la Argentina de ese momento, se reducen a la nada misma, siendo estafado y perdiendo todo. Sumado a la culpa que siente, sucede otro hecho trágico en la vida de Fermín que termina hundiéndose en una profunda depresión. Los demás giles (Luis Brandoni, Rita Cortese, Daniel Aráoz, Chino Darín, Carlos Belloso y Marco Antonio Caponi) consiguen cierta información sobre ese dinero “perdido” y comienzan a planificar una venganza contra los poderosos y deshonestos que se llevaron lo suyo, entre ellos un inescrupuloso abogado (Andrés Parra). Así, el trabajo en equipo se convierte en la forma de vivir y pensar el mundo para esta gente que, mediante una avanzada estrategia junto a Fermín, deciden comenzar la odisea de la que trata la película. La historia es simple pero está tan bien narrada y, sobre todo, representada por este reparto de lujo; donde todos los personajes se destacan en la trama por igual. Así, Borensztein se ratifica como un gran director al manejar a la perfección en elenco coral, con un gran hilo conductor acerca del drama, dosificando la información y haciendo que cada personaje tenga su arco de transformación. Los personajes brillan en solitario o en duplas, lo que demuestra aún más el trabajo en equipo que la historia quiere mostrar todo el tiempo. Por su lado, la utilización de la música es esencial, haciendo que el espectador, desde su butaca, mueva los pies al ritmo de clásicos del rock nacional, que le dan aún más fluidez a la narración. “La Odisea de los Giles” tiene esa cuota de humildad que el argentino tanto necesita ver y creer. Con humor y drama en partes iguales, muestra que los giles somos todos, menos aquellos poderosos y con más información. El gil es aquel que día a día se levanta para ir a trabajar sin querer sacar ventaja alguna a pesar de las injusticias. La frase “La unión hace a la fuerza” es una clara demostración del tono de la historia, que nunca pierde fuerza, ni por un minuto, gracias a la perfección del guion y actuaciones superlativas. Es una película que cumple con sus premisas y hasta las supera. Emociona, enoja, hace reír, reflexionar sobre valores importantes como la familia, la amistad y el compromiso social. Si, es un poco naif la historia, con los personajes estereotipados de buenos y malos, pero como se mencionó antes, la simpleza e inocencia es lo que la hace maravillosa. En conclusión, lo nuevo de Sebastián Borensztein arrasa con todo y hay que ir a verla al cine, aprovechar las ocasiones en las que el cine argentino es una joya al estilo hollywoodense, claro con una super producción detrás, con todo a favor. Todos aquellos quienes hayan vivido esa época nefasta se van a sentir identificados con alguno o todos los entrañables personajes que sólo aspiran a recuperar lo que fue ganado con esfuerzo y que les serviría para cumplir un sueño. Realmente imperdible.
De la mano de Betiana Blum como la estereotipada madre judía, llega una comedia desopilante, con excesos de gags que, por más que llevan a la risa, termina quedando exagerado. Néstor Sánchez Sotelo (Caída del cielo, 2016) estrena su última película, un compendio de chistes sobre familias judías y desmedidas burlas y clichés, donde un velorio será el motivo en el que muchos secretos y mentiras estallen. Dina (Blum) es una arquetípica madre judía, sobreprotectora y exagerada, que intenta perder su miedo a volar para poder visitar a sus hijos que viven en el exterior, ya que ninguno de ellos viene a Argentina a verla. Es entonces cuando se le ocurre la idea de fingir su propia muerte para lograr que, por fin, sus hijos vengan a Buenos Aires. Con la ayuda de sus amigas (Alejandra Flechner y María José Gabín) y de su enamorado (Roberto Carnaghi) llevarán este manipulador plan para reunir a la familia, cueste lo que cueste. Lo destacable son los actores. Sin duda, todo el reparto tiene el nivel necesario para llevar adelante la comedia, más allá que el guion de Verónica Eibuszyc y Gabriel Patolsky sea solo un compendio de gags conocidos sobre familias judías y enredos. Sánchez Sotelo utiliza un estilo de comedia televisiva, famosa hace algunas décadas, donde lo absurdo le gana a lo narrativo, donde el gag es el protagonista exclusivo. Lo visual está, muchas veces, de más, ya que lo sobreactuado gana terreno, estableciendo un tono excesivamente ligero y hasta monótono. No ofrece otra cosa más que un cúmulo de chistes que deja en segundo plano el costado dramático de la historia. Con una resolución previsible, refleja situaciones por todos conocidas (tanto de la vida misma como de ver tanta comedia familiar). Podría haber profundizado un poco más en los problemas familiares en conjunto, la realidad de cada uno de los hijos y la desolación de la madre, pero solo queda un bizarro torrente de situaciones graciosas, lo que hace a la película muy graciosa pero nada memorable.