“L’amore con te”, de Silvio Soldini Por Hugo F. Sanchez Teo (Adriano Giannini) trabaja en publicidad, ronda los 40, tiene una relación más o menos estable, aunque está claro que su compromiso es casi inexistente frente al deseo de su novia de que vivan juntos. Lo cierto es que las relaciones afectivas no son lo suyo, no se contacta con su familia, vive para su trabajo pero siempre tiene tiempo para alguna aventura amorosa. Un día asiste a la experiencia que significa “Diálogos en la oscuridad”, en donde las personas conversan sin verse y ahí se siente seducido por la voz de una mujer. La mujer es Emma (está bien Valeria Golino, hizo los deberes), una osteópata que perdió la visión en su juventud y con quien vuelve a encontrarse Teo. Al igual que en la popularísima Pan y tulipanes Silvio Soldini contruye un relato sencillo, amable, previsible y emotivo. Esta ves se decide por una puesta binaria, en donde los opuestos invitáblemnte desembocan en la razón de ser de la historiea, entonces Teo que es publicitario y trabaja con imágenes, Emma no ve y su labor tiene que ver con el cuerpo de sus pacientes, Teo no ve más allá de su entorno, Emma está en contacto con la sensibilidad de las personas. En suma, él está perdido y ella no, los dos carecen de cosas, por lo tanto, son perfectamente compatibles. Tranquilizadora, sin grandes altibajos, prolija y sin estruendos, L’amore con te se acerca bastante a decenas de telefilms, lo cual no quiere decir que esté mal, el cable y hasta los sistemas de streaming siempre necesitan productos de estas características. El cine no. L’AMORE CON TE Il Colore Nascosto delle Cose. Italia/Suiza, 2017. Dirección: Silvio Soldini. Guión: Silvio Soldini, Doriana Leondeff y Davide Lantieri. Intérpretes: Adriano Giannini, Valeria Golino, Arianna Scommegna, Laura Adriani, Anna Ferzetti, Andrea Pennacchi, Beniamino Marcone, Mattia Sbragia, Valentina Carnelutti, Giuseppe Cederna. Producción: Lionello Cerri y Paolo Del Brocco. Distribuidora: Impacto. Duración: 115 minutos.
“El espanto”, de Martín Benchimol y Pablo Aparo Por Hugo F. Sanchez Cada tanto aparecen, en el pujante cine argentino hay lugar para todo el mundo, incluso para películas como El espanto, relatos etnocéntricos (el centro es Buenos Aires, claro) que incursionan en el “Interior profundo” para extraer rarezas, perlas provincianas que dan cuenta de lo bien que se está acá (Buenos Aires, claro), lejos de la barbarie. El documental es sobre un pueblito en donde sus habitantes se curan solos, donde buena parte de la gente ejerce de manera natural y solidaria distintas recetas para curar diferentes males. Podría ser un film que se asoma a otra realidad para contarla desde la perspectiva de sus realizadores. Y efectivamente, El espanto es eso y sin lugar a dudas los directores son honestos al ir profundizando su mirada, pero llena de prejuicios, para extraer viñetas simpáticas de los “personajes” que aparecen dando su testimonio a cámara. Planos fijos de los protagonistas mostrando su pintoresquismo, edición taimada para demostrar su falta de mundo -la puesta del casamiento es el ejemplo cabal de la mala leche-, remarcaciones patéticas para pintar la supuesta ignorancia de los pueblerinos y así. Definitivamente, un film miserable. Esta reseña fue publicada en ocasión del estreno de la película en la Competencia Argentina del BAFICI 2017. EL ESPANTO El espanto. Argentina, 2017. Guión y dirección: Pablo Aparo y Martín Benchimol. Fotografía: Fernando Lorenzale. Edición: Ana Remón. Sonido: Manuel De Andrés. Duración: 67 minutos.
“Western”, de Valeska Grisebach Por Hugo F. Sanchez Si uno de los problemas más urgentes son las fronteras que separan a los Estados, Europa sobre todo lidia con la cuestión de la inmigración de los desarrapados del tercer mundo que aspiran a una vida mejor en el aún opulento viejo continente. Valeska Grisebach se mete de lleno en la problemática pero de manera oblicua, con un grupo de trabajadores alemanes contratados para hacer la canalización de un río en Bulgaria. Esa es una de las primeras particularidades de Western, teniendo en cuenta que en general son los obreros de países menos desarrollados los que hacen el trabajo pesado en Alemania. Pero los alemanes tienen una historia en Europa, en donde la Segunda Guerra Mundial juega un papel fundamental en la vida de los países que fueron conquistados por el nazismo, así que el relato ubica a estos hombres de trabajo sacándose chispas con la población local del interior búlgaro. Sin embargo, Western establece este marco para hablar de las vivencias de los personajes y sobre todo del protagonista, Meinhard, un hombre parco, que demuestra no sentirse cómodo con sus compañeros pero que sí va desarrollando un sentimiento de pertenencia con el lugar, primero con un caballo (convertido en un personaje ineludible de la película), luego con la comunidad y finalmente con un búlgaro, con el que establece una relación de amistad a pesar de las diferencias que los separan. Casi un cuento sobre la fraternidad de los hombres por sobre las divisiones políticas, sociales y culturales, Western está llena de sutilezas, giros determinantes pero nunca bruscos, en donde es posible asomarse a un mundo mejor y que gracias a una puesta tan sensible como inteligente, parece estar al alcance de la mano. Esta reseña fue publicada en ocasión del estreno de la película en el Festival de Cine de Mar del Plata, en donde Valeska Grisebach ganó como Mejor Directora. WESTERN Western. Alemania/Bulgaria/Austria, 2017. Guión y dirección: Valeska Grisebach. Intérpretes: Meinhard Neumann, Reinhardt Wetrek, Waldemar Zang y Detlef Schaich. Fotografía: Bernhard Keller. Edición: Bettina Böhler. Distribuidora: CDI Films. Duración: 121 minutos.
“Ocean’s 8: Las estafadoras”, de Gary Ross Por Hugo F. Sanchez Se sabe, hace casi cinco décadas el Rat Pack, el bonito y heterogéneo grupo de amigotes conformado por Frank Sinatra, Dean Martin, Peter Lawford y Sammy Davis Jr. entre otros, eran los elegantes y sofisticados protagonistas de Ocean’s Eleven que saqueaban nada menos que cinco casinos en Las Vegas y entraban a la historia del cine como una de las grandes películas encuadradas en ese sub género que comprende a los robos ingeniosos y casi imposibles. De la mano de Steven Soderbergh en 2011 llegó su remake, La gran estafa y sus secuelas, La nueva gran estafa (2004) y Ahora son 13 (2007). Y bien, el rebbot 2018 es Ocean´s 8: Las estafadoras, con un grupo de estrellas mujeres. Y sin Soderbergh. La estructura es más o menos la misma que sus predecesoras, esta claro que ese es el chiste, la cuestión es qué se podía aportar de nuevo el team de actrices súper famosas, porque hay que decirlo, es el único cambio en el cuarto capítulo de la saga. Resulta que Danny Ocean (George Clooney, que no está)tenía una hermana, Debbie (Sandra Bullock) y ella es el motor de Ocean´s 8: Las estafadoras. En el comienzo sale de la cárcel, se abastece en tiendas de lujo y se aloja en un hotel sin gastar un dólar, claro. En prisión tuvo cinco años para planear el robo de un collar de Cartier valuado en 150 millones de dólares, que va a estar en el cuello deDaphne Kluger (Anne Hathaway) engala del Metropolitan Museum of Art. Así que casi de inmediato comienza a convocar al equipo necesario para el golpe: su vieja amiga Lou (Cate Blanchett) dueña de un boliche,Rose (Helena Bonham Carter), una diseñadora de ropa,la hacker Nine Ball (Rihanna), la estratega Tammy (Sarah Paulson), Amita (desaprovechadísimala gran comediante Mindy Kaling) y Constance (Awkwafina), una ratera infalible. Bueno, pasan cosas, hay cierto ingenio aunque no demasiado, las chicas hacen los que pueden a las órdenes de Gary Ross, que va por el camino de algo así como el trhiller humorístico. El robo se concreta y así. Volviendo al principio, el principal problema de Ocean´s 8: Las estafadoras es que no está Soderbergh, que le había dado a la saga una combinación de sofisticación, humor en serio y una espléndida pátina de grasitud, mientras que aquí los mismos elementos pero mal dosificados dan como resultado que la continuidad que se pretende dar a la saga -con varias apelaciones y truquitos de guión que apelan a la memoria de las películas anteriores-, desemboque enlo peor deSex and the City, pero en plan gran robo gran. OCEAN’S 8: LAS ESTAFADORAS Ocean’s 8. Estados Unidos, 2018. Dirección: Gary Ross. Intérpretes:Sandra Bullock, Cate Blanchett, Anne Hathaway, Helena Bonham Carter, Mindy Kaling, Sarah Paulson, Awkwafina, Rihanna, Richard Armitage y James Corden. Guión: Gary Ross y Olivia Milch. Fotografía: Eigil Bryld. Música: Daniel Pemberton. Edición: Juliettte Welfling. Distribuidora: Warner Bros. Duración: 110 minutos.
“La vendedora de fósforos”, de Alejo Moguillansky Hace unos años el artista vanguardista Helmut Lachenmann montó en el Teatro Colón una ópera que tenía como base a “La vendedora de fósforos”, del alemán Hans Christian Andersen. La película de Alejo Moguillansky (El escarabajo de oro, El loro y el cisne, Castro, La prisionera), parte de ese suceso para construir un relato que tiene como protagonistas a una pareja: Walter (Walter Jacob), contratado para hacer la regié de la ópera y Marie (María Villar), que sobrevive como acompañante de una gran pianista (Margarita Fernández). Problemas económicos, una hija que se cría como puede entre los dos -la nena se entretiene viendo en la tele Al azar de Baltazar, de Robert Bresson- y la obra que incluye a un foco guerrillero de la Alemania de los setenta va desandando la puesta entre conflictos gremiales de la orquesta y afuera, todos los problemas sociales que se filtran en el augusto teatro. Una niña que va camino a ser la niña de La vendedora de fósforos del presente, movimiento frenético de los personajes, apuro, zozobra (a la manera de Castro, ganadora de la 11º edición Bafici), realismo en falsete, apelaciones a lo onírico y homenajes. Puro y genuino placer cinéfilo. Esta reseña fue publicada en ocasión del estreno de la película en el Bafici 2017, en donde ganó la Competencia Argentina. LA VENDEDORA DE FÓSFOROS La vendedora de fósforos. Argentina, 2017. Guión y dirección: Alejo Moguillansky. Intérpretes: María Villar, Walter Jakob, Helmut Lachenmann, Margarita Fernández y Cleo Moguillansky. Fotografía: Inés Duacastella. Música: Helmut Lachenmann. Edición: Alejo Moguillansky y Walter Jakob. Sonido: Marcos Canosa. Duración: 71 minutos. Estreno en la Sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín (Corrientes 1530).
Han Solo: Una Historia de Star Wars, de Ron Howard Por Hugo F. Sanchez Para los fanáticos de Star Wars hay algunas cuestiones que adquirieron por derecho propio la categoría de canon, una de ellas es que Han Solo es uno de sus personajes más carismáticos, cool y querible de la saga, una suma de cualidades definitivamente ligadas al carácter que le dio Harrison Ford. En ese sentido un spin-off para contar los orígenes de uno de los héroes más festejados de la multitudinaria comunidad geek era una apuesta arriesgada de Disney –hay que recordar que George Lucas vendió su empresa Lucas Film a Walt Disney, que incluyó a Star Wars en el paquete- en principio y fundamentalmente porque alguien tendría que interpretar al icónico personaje cuando era joven. Y claro, nadie, pero nadie, iba a estar a la altura del gran Harrison Ford. La buena noticia es que si bien no es fácil ponerse en la piel del legendario contrabandista y aventurero, Alden Ehrenreich (La excepción a la regla, de Warren Beatty; Salve César!, de Joel y Ethan Coen) merece una oportunidad porque demuestra un carisma que todavía no alcanzó su techo. Se trata entonces de la vida de Han Solo, que desde su entrada triunfal en el comienzo de la saga solo se sabía de su espíritu aventurero, su amistad con el peludo Chewbacca y claro, tratándose de Star Wars, de su legendaria nave El Halcón Milenario. Sin grandes sorpresas, se comprueba que Han creció en un medio hostil, que se las arregló para sobrevivir, que conoció el amor temprano con Qi’Ra (Emilia Clarke), que tuvo un accidentado encuentro con Chewbacca en donde forjaron un lazo para siempre y que involuntariamente, su presencia fue decisiva para el financiamiento de la seminal resistencia contra el imperio galáctico. Ehrenreich acierta al darle un tono ingenuo al personaje y Ron Howard hace lo correcto al mostrar el aprendizaje del futuro héroe rebelde, una escuela forjada en aventuras por calles de varios planetas periféricos de la galaxia y una capacidad de incuestionable para meterse en problemas. Lo cierto es que Han Solo es tan dinámica como cualquiera de las películas que la preceden del gigantesco universo de Star Wars pero con un director de indudable oficio como Ron Howard, la película es un buen relato que encaja correctamente pero carece del brillo que se espera de cualquier capítulo de la saga, es decir, tiene todos los elementos para ser un muy buen film de aventuras pero que no está a la altura de una mística que se viene contruyendo desde hace más de cuarenta años. HAN SOLO: UNA HISTORIA DE STAR WARS Solo: A Star Wars Story. Estados Unidos, 2018. Dirección: Ron Howard. Guión: Lawrence Kasdan y Jonathan Kasdan. Elenco: Alden Ehrenreich, Joonas Suotamo, Woody Harrelson, Emilia Clarke, Donald Glover, Thandie Newton, Phoebe Waller-Bridge, Paul Bettany, Jon Favreau, Linda Hunt. Producción: Kathleen Kennedy, Simon Emanuel y Allison Shearmur. Distribuidora: Buena Vista. Duración: 135 minutos.
Las Vegas, de Juan Villegas Por Hugo F. Sanchez Hace 17 años, cuando el Nuevo Cine Argentino era una pujante realidad, Juan Villegas debutó con Sábado, una comedia angustiosa en donde un grupo de personajes que bordeaban los 30 deambulaban por una desolada Buenos Aires casi sin rumbo con una visión del futuro que se definía entre la soledad y la desesperanza. Después llegaron Los suicidas, Ocio (co-dirigida con Alejandro Lingenti), Victoria y el mediometraje Adán Buenosayres: la película, un camino que lo llevó hasta Las Vegas, donde retoma el género pero de lleno, dispuesto a abordar la nostalgia pero con los elementos de la comedia pura, como los malos entendidos, seguro que la incomodidad de los protagonistas se traduce en humor en la pantalla, aunque sin perder de vista que el tema que lo ocupa son los vínculos, el peso de la historia sí, pero que en definitiva no es para tanto y que ser feliz es una posibilidad razonable. Hay varios elementos para que Las Vegas sea disfrutable de principio a fin, empezando por el elenco encabezado por la extraordinaria Pilar Gamboa –La flor, El incendio, El Pampero-, capaz de hacer querible a Laura, esa madre neurótica, insegura y culposa que se va de vacaciones a Villa Gesell junto a su hijo Pablo (el rapero Valentín Oliva), al mismo edificio en donde conoció a Martín (Santiago Gobernori), el padre de Pablo. La tensión entre esa madre y su hijo -que da sus primeros pasos en el amor con una guardavidas- es innegable desde el vamos con un comienzo tan accidentado como desopilante en la ciudad costera, el prólogo de todos los desaciertos en los que incursionará Laura, disparados principalmente por el encuentro con su ex, que llega para la misma fecha al lugar acompañado por una novia colombiana y bastante más joven. Todo el elenco es eficaz en una historia que se asienta en uno de los tópicos del cine nacional de las últimas dos décadas, es decir, una historia con algún nivel de resolución en la costa argentina, pero el relato se corre y ubica a los protagonistas en verano, lejos de las balnearios invernales de otras películas, con lo que se supone que hace la clase media argentina en las vacaciones, metiéndose en departamentos minúsculos, luchando con otras personas por miserables centímetros de playa, compartiendo espacios con jóvenes y luciendo algún look que volverá al placard cuando terminen los días de ocio. Villegas suma situaciones, demuestra una vez más un oído atento para los diálogos, va seguro sobre esa familia desflecada, amorosa y la mayoría de las veces ridícula, pero que definitivamente merece otra oportunidad, al igual que los otros, los que no pertenecen al núcleo duro como la chica colombiana, como la guardavidas. Si en el comienzo de siglo Villegas había decidido que el final de Sábado necesariamente debía ser devastador y elegía el desayuno de una pareja para mostrar que ya no tenían nada que decirse y a la que solo le restaba definir el momento del fin de la relación, en Las Vegas repite casi la misma escena pero desde otro lugar, luminoso y optimista, el cierre coherente para una película divertida y a la vez conmovedora. LAS VEGAS Las Vegas. Argentina, 2018. Dirección y guión: Juan Villegas. Intérpretes: Pilar Gamboa, Santiago Gobernori, Valentín Oliva, Valeria Santa, Camila Fabbri. Producción: Felicitas Raffo, Andrés Longares, Juan Villegas, Celina Murga. Producción Ejecutiva: Pamela Livia Delgado. Distribución: Cepa Audiovisual. Distribuidora: Cinetren. Duración: 75 minutos.
En pedazos, de Fatih Akin Por Hugo F. Sanchez Katja está casada con Nuri, tienen un hijo y según parece la vida marcha razonablemente bien para la familia. Pero en la oficina del hombre ponen una bomba que acaba con su vida y la de su pequeño niño hijo que estaba con su padre. Katja debe superar el tremendo dolor de la tragedia acompañada por sus padres, sus suegros de origen kurdo y una amiga. Rápidamente la investigación se dirije hacia el pasado de Nuri como traficante, una pasado que se muestra a través de módicos flashbacks en donde se lo ve a Nuri en prisión cuando se casa con Katja. Para la policía podría tratarse de un ajuste de cuentas entre traficantes, pero no, la mujer sospecha que se trata de una cuestión racial, un crimen de odio y la investigación le da la razón, el atentado tiene que ver con la cuestión racial y logran capturar a dos sospechosos neonazis que según el relato, sin duda son los responsables del atroz crimen. Tragedia, luego el courtroom drama, más adelante el trhiller y por último la venganza/martirio. Así se podría resumir los caminos que toma En pedazos, presentada inexplicablemente en la competencia oficial de Cannes, una producción que centra su mirada sobre el tema de la inmigración y la reacción de los grupos ultra que les atribuyen todos los problemas que sufre Europa. Con un gran trabajo de Diane Kruger como la mujer que sufre la pérdida de sus seres queridos, el relato pretende indagar sobre el complejo panorama político de Europa frente a los desplazados de Oriente, pero el director Fatih Akin (Contra la pared) apenas araña la cuestión y se dedica a construir una historia con un buen pulso en cuanto a la tensión, pero abandona rápidamente los temas que pretende retratar y lo que es peor, encamina la historia hacia un terreno cenagoso. Una y otra vez se toman decisiones cuestionables y el dilema moral sobre la justicia por mano propia al que le opone una solución intermedia, no tiene nada de media, menos de solución y si un alto componente de miserabilidad. EN PEDAZOS Aus dem Nichts. Alemania/ Francia, 2017. Dirección: Fatih Akin. Guión: Fatih Akin y Hark Bohm. Intérpretes: Diane Kruger, Denis Moschitto, Numan Acar, Samia Muriel Chancrin, Ulrich Tukur, Johannes Krisch, Ulrich Brandhoff, Hanna Hilsdorf, Yannis Economides, Rafael Santana. Producción: Fatih Akin, Ann-Kristin Hofmann, Nurhan Sekerci-Porst y Herman Weigel. Distribuidora: Mirada Distribution. Duración: 106 minutos.
Yo soy Tonya, de Craig Gillespie Por Hugo F. Sanchez Claro, las películas pueden arrancar o seguir por donde se les ocurra a los creadores, las escenas pueden tener cualquier punto de vista, el perfil de los personajes puede estar construido de múltiples formas. Y así. Pero hay una mirada sobre el total de la obra, tanto del que la construye como del receptor y ahí es donde el asunto se pone interesante. Como todas, Yo soy Tonya es una película que cuenta lo que cuenta y de la manera en que lo hace a partir de una serie de decisiones y es lícito pensar que probablemente la dirección, los productores, incluso parte del elenco, etc, comparten una manera de ver las cosas y llevando un paso más allá la especulación, que están convencidos que hay un público potencial para esa propuesta. La película cuenta la vida de Tonya Harding, una patinadora artística estadounidense con un talento fuera de lo común, que llegó a arañar las grande ligas del deporte pero que quedó rápidamente fuera de la actividad cuando se la vinculó con un atentado que sufrió su principal rival, Nancy Kerrigan. A partir de la cobertura de los medios que se hicieron un festín con el caso, el drama trascendió los acotadísimos márgenes del patinaje artístico en el hielo y se convirtió en una especie de reálity que buena parte del mundo siguió con pasión. La película indaga la vida de Harding, va hasta su infancia desgraciada, su adolescencia ídem y la apoteosis, con sus primeros y desgraciadísimos pasos como adulta. Todo esto se ajusta a la historia real de Tonya (bien Margot Robbie), con un padre ausente, una madre perversa y un esposo golpeador, un grupo de personajes pertenecientes a un universo hostil, triste y desgraciado. Lo cierto es que el relato se detiene com lujo de detalles en cada uno de los mojones del calvario que sufrió la deportista, pobre, rústica, sin preparación. Y según el relato, todos estos elementos fueron trazando el camino que desembocó en el atentado y que Tonya se quedara afuera del patinaje. A través de recursos como los testimonios a cámara de un falso especial de tv, el director Craig Gillespie (Horas contadas, Un golpe de talento, Enemigo en casa, Lars y la chica real) recurre a una puesta que usa y abusa del feismo para dar cuenta de la vida miserable que sufren millones de estadunidenses, white trash en toda su opacidad, que al final tiene como resultado una película miserable que no hace más que potenciar los prejuicios sobre los que menos tienen y abonar la idea de que si bien la sufrida Tonya Harding, que por alguna razón había sido favorecida por el talento del patinaje (una anomalía), su grotesca existencia fue la que la hizo indigna de ese don. Ahhh, Allison Janney ganó el Oscar como mejor actriz de reparto como la madre terrible de Tonya. YO SOY TONYA I, Tonya. Estados Unidos, 2017. Dirección: Craig Gillespie. Intérpretes: Margot Robbie, Sebastian Stan, Allison Janney, Julianne Nicholson, Paul Walter Hauser y Bobby Cannavale. Guión: Steven Rogers. Fotografía: Nicolas Karakatsanis. Música: Peter Nashel. Edición: Tatiana S. Riegel. Distribuidora: Mont Blanc Cinema. Duración: 121 minutos.
Lady Bird, de Greta Gerwig Por Hugo F. Sanchez Christine McPherson tiene 17 años, vive en la ciudad de Sacramento -que según parece es algo así como la nada dentro del estado de California-, está terminando la secundaria y se prepara para ir a la universidad, mientras libra una batalla sin cuartel con su madre. Cuestiones de carácter. Pero Christine es diferente, es una excéntrica que se hace llamar Lady Bird y aunque no se diferencia demasiado del resto de los jóvenes que la rodean -apuros, decisiones equivocadas, idealizaciones varias, intensos sufrimientos que se suman a otros de igual calibre y corta duración-, aunque no se distinga por su belleza, ni por su simpatía, ni por sus calificaciones, ni por una inteligencia desbordante, tiene la convicción de que Sacramento le queda chica y que su destino está en el otro extremo del país, en Nueva York. La primera película en solitario de Greta Gerwig a simple vista puede confundirse como la típica comedia dramática de una joven a la hora de tomar decisiones e ingresar al mundo adulto, sin embargo lo novedoso y tremendamente atractivo de la película es que la protagonista no tiene ninguna de las características que la podrían hacer diferente a miles de adolescentes del mundo y por eso merecedora de un destino grandioso. Sin embargo lo que sí tiene Lady Bird es la determinación que el escepticismo, su escepticismo, bien puede ser el motor de una vida, de su vida. El otro elemento decisivo que la hace diferente es Marion (Laurie Metcalf), su madre, con tanto carácter como ella, una madre tan fuerte para sostener a toda una familia en problemas, una madre que la confronta, que está dispuesta a traducir todo el amor que siente por su hija en una serie de mandatos antipáticos para que Christine (no Lady Bird), entre en razones, estudie en una universidad estatal, se amolde, no sufra decepciones. El duelo entonces se plantea desde el vamos, mientras Lady Bird se equivoca, vive, sueña con salir de su pesadilla de cabotaje (sin tener con qué), las discusiones entre Christine y Marion -formidables Ronan y Metcalf- se suceden a un ritmo frenético, tanto que en uno de esos cruces dentro del auto Lady Bird, no Christine, se tira con el vehículo en movimiento. Lejos de los estereotipos, la directora sostiene con un oído exquisito la voz adolescente durante todo el relato y parece obedecer a una premisa autoimpuesta que podría ser algo así como ‘si sos joven y se supone que tenés la vida por delante, el largo plazo no existe, en tanto siempre habrá tiempo para enmendar cualquier error’. Los amigos, los amores, los amores equivocados, el colegio religioso, la familia amorosa pero incomprensible, todos esos elementos conforman esa anomalía que se hace llamar Lady Brid y la acompañarán en Nueva York o Sacramento. Para siempre. En las antípodas de la llamada Nueva Comedia Americana, Greta Gerwig -habitual guionista de su actual pareja, el director Noah Baumbach- se instala como una referente del género con una película sobre los afectos y el crecimiento, visceral, sin estridencias, compleja, cerebral y a la vez, absolutamente emotiva. LADY BIRD Lady Bird. Estados Unidos, 2017. Dirección y guión: Greta Gerwig. Intérpretes: Saoirse Ronan, Laurie Metcalf, Tracy Letts, Lucas Hedges, Timothée Chalamet, Beanie Feldstein, Lois Smith, Stephen Henderson, Odeya Rush, Jordan Rodrigues, Marielle Scott. Fotografia: Sam Levy. Montaje: Nick Houy. Arte: Chris Jones. Música: Jon Brion. Duración: 94 minutos.