Todo el dinero del mundo, de Ridley Scott Por Hugo F. Sanchez En los setenta, antes de que los ranking de millonarios se pusieran de moda en los medios, Jean Paul Getty era considerado el hombre más rico del mundo gracias a sus inversiones en el negocio del petróleo, que se remontaban a la época en que tejió vínculos con los países árabes. Lo cierto es que la excentricidad de Getty superaba los límites de su mansión en Inglaterra y se sabía que coleccionaba obras de arte solo para ser disfrutadas por él y además, que cuidaba cada petro-dolar de sus cuentas bancarias con fiereza. Es decir, que era un avaro de proporciones míticas. Lo cierto es que el secuestro en Roma de uno de los nietos de este señor en 1973, fue la noticia de tapa de los diarios del mundo, primero por el hecho en si pero después, porque el magnate se negaba a ceder ni un dólar de los 17 millones que pedían los secuestradores. La película de Ridley Scott es un artefacto raro. En principio por todo lo que se supo del rodaje, que concluyó y que estaba lista justo para el momento en que estalló el escándalo Weinstein, apenas el iceberg de numerosas estrellas denunciadas por acoso sexual, entre ellas Kevin Spacey…, la estrella de Todo el dinero del mundo. Rápido de reflejos, Scott cortó (literalmente) por lo sano eliminando a Spacey del film (¡al protagonista!) y reemplazándolo por Christopher Plummer. Ahora bien, más allá de lo arriesgado de la apuesta y que la jugada da cuenta de los parámetros despiadados con que se maneja el negocio del cine a gran escala, el relato transita el trhiller, el biopic oblicuo, un estudio sobre el poder, el drama familiar y la política. La enumeración de estos elementos -enraizadas en las diferentes líneas narrativas- en general sirven para demoler alguna película que peca de dispersa, demasiado ambiciosa y hasta confusa. Pero el director británico logra sostener y encauzar todas las variables, aunque no deja de ser una producción industrial manejada con todo el oficio de que es capaz el veterano y prolífico Ridley Scott. El relato se estructura sobre tres personajes: Getty (Plummer), la madre del joven secuestrado (Michelle Williams) y un ex CIA en tareas de negociador con los secuestradores (Mark Wahlberg), más el nieto cautivo (Charlie Plummer) y el principal secruestrador (Romain Duris). Más allá del buen elenco, es indudable que el trabajo de Christopher Plummer es el que concentra los mejores momentos de la película dándole vida a un millonario desalmado, feroz y a la vez humano, una labor que sin la posibilidad de ver la primera versión del film -¿algún día se filtrará?-, deja rápidamente en el olvido que originalmente el papel estuvo a cargo de Spacey. TODO EL DINERO DEL MUNDO All the Money in the World. Estados Unidos, 2017. Dirección: Ridley Scott. Intérpretes: Michelle Williams, Christopher Plummer, Mark Wahlberg, Charlie Plummer, Timothy Hutton y Romain Duris. Guión: David Scarpa, basado en el libro de John Pearson. Fotografía: Dariusz Wolski. Música: Daniel Pemberton. Edición: Claire Simpson. Distribuidora: Diamond Films. Duración: 132 minutos.
The Post: Los oscuros secretos del Pentágono, de Steven Spielberg Por Hugo F. Sanchez Se supone que The Post es una película sobre la libertad de expresión frente al poder político y su cuota irremediable de oscurantismo. Efectivamente, la película aborda la historia de los archivos secretos sobre la guerra de Vietnam, un estudio encargado por el Pentágono en donde se analizaba las razones de por qué Estados Unidos se había involucrado en el conflicto del sudeste asiático y sus conclusiones, que en primer término destacaba que no había manera de ganar la guerra y aun así las diferentes administraciones habían decidido seguir con la misma política. Una vez más Steven Spielberg traza un mapa personal de los hechos y circunstancias que forjaron la sociedad que le toca vivir (la segunda Guerra Mundial con Rescatando al soldado Ryan, la secesión y el fin de la esclavitud en Lincoln, la inmigración en La terminal, la guerra fría en Puente de espías). Sin embargo mientras el relato se va desarrollando con el grupo de periodistas del Washington Post comandados por el legendario editor Ben Bradlee (Tom Hank) y luchan contra reloj para primero desentrañar los puntos básicos del extenso informe y luego poder publicarlos ante las presiones del gobierno de Nixon -que recurrió al bozal legal de la “seguridad nacional”-, la verdadera protagonista es Katherine Graham (Meryl Streep), la dueña del diario, la mujer que se reinventó haciendo lo que debía a costa de romper con su entorno acomodado. Katherine se hizo cargo del diario luego del suicidio de su marido Phil Graham, que había posicionado al medio. Producto de una época en donde imaginar a una mujer al frente de una empresa era prácticamente el ejercicio de alguna mente afiebrada, la película se ocupa de mostrar el entorno en donde se movía Graham, las fiestas de la alta sociedad, el mundo protegido en donde se desenvolvía, pero también el desdén que tenía que soportar de los poderosos hombres que la rodeaban y la aconsejaban a la hora de tomar decisiones. Son varios los momentos en donde se muestra las dubitaciones del personaje -precisa y enorme Streep- y el peso de pertenecer al poder que debía denunciar. Lo interesante del retrato que hace Spielberg es que muestra a Katherine Graham antes de lo que fue el escándalo de Watergate, que ubicó definitivamente al Washington Post como un diario nacional a tener en cuenta, tanto como el todopoderoso The New York Times. Se podría decir afirmar que según la visión del director neoyorquino, la publicación del los archivos del Pentágono fue el ejercicio necesario de Graham y un aguerrido grupo de periodistas para luego encarar la investigación sobre el espionaje que practicó el gobierno (y el partido republicano) en el búnker de los demócatas, que significó la caída del gobierno de Richard Nixon. Casi como el aprendizaje de los superhéroes cuando descubren hasta dónde llegan sus habilidades recién adquiridas y si se quiere, yendo un poco más allá, también sobre aquello de Un gran poder conlleva una gran responsabilidad. Y claro, al principio en el medio y el final, la fiesta romántica en la línea de la mejor tradición de los film del género, con una redacción en marcha (una vieja redacción, se entiende), el protagonismo de los teléfonos públicos para sortear las posibles pinchaduras, las habitaciones de hoteles alejados, las máquinas de escribir, las fuentes, las picardías del oficio, el aire enrarecido por los cigarrillos, las llamadas amenazantes del poder y por supuesto, las rotativas, mostradas una y otra vez por decenas de películas pero nunca, pero nunca, como en The Post. Una puesta magistral sobre un universo periodístico que ya no existe y que para la mayoría de los que transitan los medios, probablemente nunca existió. THE POST The Post. Estados Unidos, 2017. Dirección: Steven Spielberg. Guion: Liz Hannah, Josh Singer. Intérpretes: Meryl Streep, Tom Hanks, Bruce Greenwood, Bob Odenkirk, Tracy Letts, Sarah Paulson, Matthew Rhys, Alison Brie, Carrie Coon, Jesse Plemons, Bradley Whitford, David Cross, Michael Stuhlbarg, Zack Woods, Pat Healy, Deirdre Lovejoy Fotografía: Janusz Kaminski. Música: John Williams. Montaje: Sarah Broshar, Michael Kanh. Duración: 116 minutos.
The Disaster Artist: Obra maestra, de James Franco Por Hugo F. Sanchez Para el Greg Sestero (Dave Franco) el comienzo en el mundo de la actuación estuvo marcado por las dudas de su propio talento, pero en uno de los tantos talleres de formación conoce a Tommy Wiseau (James Franco), otro aspirante a actor que a diferencia suya, tiene una fe ciega en sus capacidades interpretativas. Tommy es bastante mayor que Greg, habla un inglés ininteligible -está claro que proviene de algún lugar de Europa del Este aunque de ninguna manera está dispuesto a admitirlo- y posee una fortuna de la cual tampoco se sabe su origen. Ambos entonces van a la conquista de Hollywood, primero como actores y después, cansados del rechazo en múltiples casting, deciden que el mejor plan es rodar su propia película, The Room. Ganadora inesperada en la última edición del Festival de San Sebastián, The Disaster Artist: Obra maestra, dirigida por James Franco, trajo a la luz de la vidriera mainstream una historia poco conocida del cine, uno de esos secretos guardado con celo por los iniciados. Se trata del rodaje de The Room, una película que costó nada menos que seis millones de dólares financiada íntegramente por el desconocido Tommy Wiseau, en su triple rol de director, protagonista y productor, que al momento del estreno logró el consenso para ser considerada el peor film de la historia, destronando cómodamente a Plan 9 del espacio sideral, pero que al igual que el mítico film de Ed Wood, rápidamente se convirtió en un clásico del cine de culto. El mayor logro de la comedia dirigida por Franco es que a pesar del humor que derivan de las situaciones ridículas a las que se expone el excéntrico Wiseau en el despiadado y cínico mundo de Hollywood, el relato jamás abusa ni se burla del protagonista, por el contrario, The Disaster Artist comprende con ternura el genuino amor que Wiseau siente por el cine, a pesar de que carece por completo de los mínimos conocimientos para llevar adelante una película. Tan desopilante como amorosa con la historia que tiene entre manos, la puesta de The Disaster Artist recrea el cine dentro del cine con innumerables caemos y ofrece un panorama certero del mundillo del espectáculo saturado de traiciones y egos desaforados. Con esto bastaría para que la película sea una buena opción en la cartelera, pero además de todos sus logros, el film de James Franco puede tomarse como una relectura deforme del sueño americano, en tanto las nociones de éxito y fracaso se ponen patas para arriba en la fascinante vida de un perseverante, que transformó sus falencias en virtudes en una epopeya que lo llevó a insertarse en el universo que siempre le había dado la espalda. THE DISASTER ARTIST: OBRA MAESTRA The Disaster Artist. Estados Unidos, 2017. Dirección: James Franco. Intérpretes: James Franco, Dave Franco, Seth Rogen, Judd Apatow, Hannibal Burress, Jerrod Carmichael, Bryan Cranston, Zoey Deutch, Zac Efron, Nathan Fielder, Ari Graynor, Melanie Griffith, Josh Hutcherson, Jason Mantzoukas, Christopher Mintz-Plasse, Megan Mullally, Paul Scheer, Sharon Stone, Jacki Weaver. Guión: Scott Neustadter y Michael H. Weber, basado en el libro The Disaster Artist: My Life Inside “The Room”, the Greatest Bad Movie Ever Made, de Greg Sestero y Tom Bissell. Fotografía: Brandon Trost. Edición: Stacey Schroeder. Música: Dave Porter. Distribuidora: Warner Bros. Duración: 104 minutos.
Star Wars: Los últimos Jedi, de Rian Johnson Por Hugo F. Sanchez La octava entrega de La Guerra de las Galaxias necesariamente obliga a repensar toda la saga, pero además de hurgar en los recuerdos de nada menos que cuarenta años y que cada nuevo episodio hizo que la lista se reordenara en base a las preferencias de cada espectador, lo cierto es que más allá de la sorpresa inicial del comienzo de todo y de los personajes emblemáticos que marcaron la historia en su totalidad, Los últimos Jedi puede ubicarse bien arriba en el hipotético punteo con ocho opciones -nueve dirían los puristas, sumando Rogue One, que no estaba nada mal por cierto-, un relato de transición dentro del gigantesco y desmesurado proyecto ideado por George Lucas allá en los ‘70, pero aun así, una película valiosa. El director Rian Johnson (Looper: Asesinos del futuro, Brick) se hace cargo de la pesada herencia y al menos en la parte que le toca de la épica, toma dos caminos para que Los últimos Jedi sea definitivamente un proyecto personal: la emoción y el humor. Se sabe, en el final de El despertar de la Fuerza, Rey (Daisy Ridley), la nueva heroína de la saga y depositaria de La Fuerza, encuentra a Luke Skywalker (Mark Hammill) en una isla solitaria en los confines del universo. Sin ánimo de spoilear, el encuentro es el comienzo del relato en donde Luke se empeña en demostrar que no es quien se supone que debería ser -con argumentos sólidos y atendibles sobre la necesidad de que los Jedi se pierdan en olvido- y Rey, que navega entre la decepción y el convencimiento de que el ahora viejo maestro es fundamental para la supervivencia de la siempre amenazada resistencia frente al imperio. Pero si Luke no cumple las expectativas, su presencia es fundamental para la historia, no solo por lo que significa el personaje sino que su rentrée a la saga viene cargada de humor, ironía y genuina emoción. Hammil está fantástico, le imprime humanidad a su rol y claro, el encuentro después de tantos años con Leia Organa-Carrie Fisher en pantalla es un gran momento de la película, más allá que se sabe que fue el último trabajo de la actriz. Atravesada por la tecnología aunque (casi) nunca perdió de vista la épica y la lucha entre el bien y el mal, la saga encuentra uno de sus puntos más altos en Los últimos Jedi, con sentimientos a flor de piel de los personajes de ambos lados, como el atormentado Kylo Ren (extraordinario Adam Driver) bajo la sombra permanente de Darth Vader, el peso de su linaje, las decisiones monstruosas que tomó y aún así, todavía ambiguo a la hora de decidir qué camino elegir. Y la nobleza del relato se traslada continuamente y con respeto al recuerdo de los caídos, principalmente con la presencia ineludible del inolvidable Han Solo en los corazones de Leia y Luke. Los sacrificios por la causa, por la libertad, se siguen sucediendo, personajes fundamentales como Rey que suma facetas a su rol o el impulsivo comandante Poe Dameron (Oscar Isaac) que definitivamente termina de asentarse en la historia. Y se agregan secundarios que hacen lo que se necesita -ahí está Laura Dern como una vicealmirante inolvidable- y en contraste, otros que también, pero solo para sobrevivir en un universo sin certezas, como el ladrón y estafador que interpreta Benicio Del Toro. La importancia de Los Últimos Jedi reside en que sigue con pulso firme y una fantástica puesta en escena la guerra entre el imperio y la resistencia, no pierde de vista ni por un minuto la necesidad de entretener, es fiel a la saga de comienzo a fin, pero introduce en el gran río de la historia que le toca contar la cuestión del tiempo, el paso de los años para la lucha y los personajes que la llevan adelante, que no es más que el tiempo que transcurre para los espectadores y sus propias epopeyas. STAR WARS: LOS ÚLTIMOS JEDI Star Wars: The Last Jedi. Estados Unidos, 2017. Guión y dirección: Rian Johnson. Fotografía: Steve Yedlin. Música: John Williams. Edición: Bob Ducsay. Intérpretes: Mark Hamill, Carrie Fisher, Adam Driver, Daisy Ridley, John Boyega, Oscar Isaac, Andy Serkis, Domhnall Gleeson, Anthony Daniels, Gwendoline Christie, Kelly Marie Tran, Laura Dern y Benicio Del Toro. Distribuidora: Disney. Duración: 152 minutos.
En defensa propia, de Steven C. Miller Por Hugo F. Sanchez - Aunque la idea de llevar a un niño a cazar como para acelerar etapas y se convierta de una buena vez en un recio hombre es bastante ridícula, no estamos aquí para condenar el puntapié inicial de un relato, si después de todo con arranques menos felices se han hecho grandes películas. Así que tenemos a un chico de departamento (Ty Shelton) que sufre bullying en la escuela, con un padre muy trajeado en Wall Street (Hayden Christensen), que toma conciencia de que no le dedica el tiempo suficiente al crío y decide llevarlo al pueblo donde nació, matar algún venado y de esta manera, fortalecer al niñito de mamá. De paseo por el bosque, con papá sin traje pero igual de fachero en plan cazador, al pibe no le queda otra que escuchar las máximas del adulto, enrevesadas con lecciones meteóricas de tiro. Así están las cosas hasta que sí, en lo profundo del bosque ven como un tipo le dispara a otro y bueno, se clausura lo que iba a ser un tiempo de calidad entre padre e hijo, se complejiza (ja) la trama y entramos al territorio de En defensa propia. ¿Y cuál es ese universo? Una historia con varias un par de subtramas que no llevan a ningún lado, un trhiller desganado con dos buenos actores como Hayden Christensen y Bruce Willis -error imperdonable, me olvidé de mencionar que el gran Bruce se pasea por el set como un policía resentido por todo lo que le dio a la comunidad y el poco reconocimiento que obtiene por su abnegado trabajo-, al que se le suma Gethin Anthony haciendo las veces de un ladronzuelo que de alguna manera (de cualquier manera, según el disparatado guión) completa la educación de pibito, que a no dudarlo, después de 97 minutos, va a salir de bosque hecho un león. ¿El lector se preguntará quién dirigió el artefacto? Pues bien, aunque la inquietud es tan justa como válida, la respuesta apenas merece que conste su nombre: Steven C. Miller. Sin bio ni nada. EN DEFENSA PROPIA First Kill, Estados Unidos/ Canadá/ Reino Unido, 2017. Dirección: Steven C. Miller. Guión: Nick Gordon. Elenco: Hayden Christensen, Bruce Willis, Gethin Anthony, Ty Shelton, Megan Leonard, William DeMeo, Deb G. Girdler, Tyler Jon Olson, Shea Buckner, Magi Avila. Producción: Randall Emmett, George Furla y Mark Stewart. Distribuidora: Distribution Company. Duración: 97 minutos.
The Square, de Ruben Östlund Por Hugo F. Sanchez Desde el urinario de Marcel Duchamp para acá, el tema de qué es una obra de arte y las posibles respuestas, deriva en otra serie de interrogantes como la cuestión prosaica pero no por eso menos importante que tiene que ver con la asignación de su valor monetario. Y de allí, todo el universo, muchas veces ininteligible y cerrado sobre si mismo, sobre de la validación de las obras, su circulación y el vínculo con el espectador o amante de las artes. Todos estos temas están presentes en The Square, Palma de Oro en la última edición de Cannes. Después de la extraordinaria Fuerza mayor, el sueco Ruben Östlund pone su atención en el mundillo de los museos, las contradicciones de las sociedades opulentas que se interesan y consumen arte a partir de un aceitado mecanismo -de oferta, demanda, marketing, oportunismo y chantadas- de determinados productos culturales. Con un humor feroz, efectivo a pesar de unas cuantas obviedades que conviven sin contradicción con una interesante cantidad de aciertos, Östlund pone en el centro del relato a Cristian (gran trabajo del danés Claes Bang), curador de un prestigioso y muy opulento museo de arte contemporáneo, un buen tipo satisfecho de su trabajo y de su posición del poder dentro de su profesión, que un día sufre un robo menor y a partir de allí todas sus certezas empiezan a virar al absurdo y a la incertidumbre, sobre todo cuando se cuela en su ámbito ordenado y europeo, el tercer mundo, con sus miserias, su falta de educación y sobre todo, con sus necesidades. Sin embargo, The Square no es una película que se asienta sobre el arte para hablar sobre lo mal que está el mundo, por el contrario, no hay ni un momento del relato en donde no se reflexione , con mayor o menor exactitud, sobre qué significa lo artístico y cuál es su sentido, un espiral que recorre buena parte del camino para volver al principio, las personas, destinatarios de las obras que deberían enriquecer la existencia. En ese sentido el director sueco apuesta por un humanismo aquí, ahora y a pesar de, en tanto The Square recrea en todo tipo de ambientes -la escalera en un sombrío edificio de inmigrantes, la cama en donde Cristian hace lo suyo con una amante ocasional, una cancha de basquet donde sus hijas hacen una demostración de gym acrobático-, la muestra de una artista argentina (una tal Lola Arias ¡?) que consiste en un rectángulo de luz como “un santuario de confianza y contención”. El humor corrosivo de la película entonces, esconde en el hueso una mezcla de compasión y desasosiego por una sociedad marchita y anestesiada por el confort, que necesita estímulos y flashes en formato de obras de arte para que les iluminen el resto del mundo. Al menos por un rato. THE SQUARE The Square. Suecia, 2017. Dirección y guion: Ruben Östlund. Intérpretes: Claes Bang, Elisabeth Moss, Dominic West, Terry Notary, Christopher Læssø, Marina Schiptjenko, Elijandro Edouard, Daniel Hallberg, Martin Sööder, Linda Anborg, Emelie Beckius, Peter Diaz, Sarah Giercksky, Jan Lindwall. Fotografía: Fredrik Wenzel. Edición: Jacob Secher Schulsinger y Ruben Östlund. Diseño de vestuario: Sofie Krunegård. Diseño de producción: Josefin Åsberg. Música: Rasmus Thord. Duración: 142 minutos.
Paterson, de Jim Jarmusch Por Hugo F. Sanchez Paterson es un monumental poema épico publicado en cinco tomos entre 1946 y 1958 por William Carlos Williams, uno de los grandes poetas norteamericanos de la segunda mitad del siglo XX. Paterson es también la pequeña ciudad en donde transcurre la última película de Jim Jarmusch, protagonizada por Adam Driver -que muestra como nunca antes en su carrera una amplia paleta de recursos- que se pone en la piel de Paterson, un hombre sencillo, un trabajador que además es poeta y que en cada verso intenta dejar sentado su manera de ver ese mundo acotado en el que transcurre su existencia. Paterson despierta cada día abrazado a su mujer Laura -extraordinaria Golshifteh Farahani-, desayuna frugalmente, toma su vianda y llega a su trabajo como conductor de un colectivo suburbano. Y a la hora del almuerzo o cuando tiene un momento libre, escribe poesía -sincera, esperanzadora, limpia, feliz- en una libreta que siempre lleva consigo. Así cada día, igual pero siempre distinto. Distinto por la luz que entra por la ventana, distinto por los emprendimientos (a veces un tanto fuera de eje) de Laura que Paterson escucha y alienta sin crítica y con auténtico entusiasmo, distinto al final del día cuando sale a pasear su perro y aprovecha para tomar un trago en el bar del barrio, siempre distinto, siempre igual. “Que nunca pase nada” rezaba una línea de “Otoño”, el poema de Mauricio Rosencof en donde con indisimulada nostalgia recordaba un inolvidable amor de juventud y de alguna manera, el poeta uruguayo transmite el mismo sentimiento de serenidad y profundidad que transita Paterson. Por convicción o por su naturaleza, el poeta y chofer Paterson decide vivir en un mundo feliz en donde su propia vida, sencilla, trabajadora y austera, es el origen y el propósito de ese estado de gracia. Alejado de cualquier doble sentido, ironía, ferocidad o sarcasmo -elementos que parecen atravesar buena parte de la existencia de hombre moderno-, Jim Jarmusch concibe una historia estructurada día por día completando una semana, y así, logra retratar un suburbio luminoso, la contracara de buena parte de los relatos en donde ese espacio alberga la mayoría de las veces, miserias y hasta horrores inconfesables. Si había quedado claro que Paterson es muchas cosas (título de un poema, referencia a uno notable poeta, locación de un film, apellido del protagonista), Paterson la película es sobre todo un relato sobre la poesía como instrumento insuperable para dar cuenta del amor, de las formas posibles de la belleza, de la materialidad de la felicidad. PATERSON Paterson. Estados Unidos. 2016. Dirección y guion: Jim Jarmusch. Intérpretes: Adam Driver, Kara Hayward, Golshifteh Farahani, Sterling Jerins, Luis Da Silva Jr., Frank Harts, William Jackson Harper, Jorge Vega, Trevor Parham, Masatoshi Nagase, Owen Asztalos, Jaden Michael, Chasten Harmon, Brian McCarthy. Fotografía: Frederick Elmes. Duración: 113 minutos.
Geo-Tormenta, de Dean Devlin Por Hugo F. Sanchez Desde que el cine existe como tal, el género catástrofe tuvo sus producciones que con al genuina aspiración de entretener, llenó salas en todo el mundo. Tal vez los setenta fue la época dorada del género, con películas sobre fenómenos naturales como Krakatoa: Al este de Java y Terremoto, y otras producto de la desidia del hombre como Incendio en la torre o Aeropuerto 75, por nombrar algunas. A este último subgrupo pertenece Geo-Tormenta aunque en realidad, el monstruoso artefacto intenta combinar el calentamiento global y la ambición sin límites ni de la política internacional. La cosa es así, en un futuro muy cercano, la explotación sin límites del planeta produce una serie de fenómenos climatológicos que deja como saldo millones de muertos y la posibilidad de que se acabe todo. Pero un grupo de científicos e ingenieros al mando de Jake Lawson (Gerard Butler), tuercen el destino con un sistema de satélites que controla luvias, tormentas, maremotos, etc, lo que vuelve a traer a la Tierra una relativa tranquilidad. Pero el sistema supuestamente infalible comienza a fallar y no queda más remedio que volver a llamar al bueno de Jake, que había sido despedido por rebelde o algo así. Y ahí va otra vez el héroe, dispuesto a llegar al meollo del asunto, que en realidad no tiene que ver con alguna falla mecánica sino que se trata de un sabotaje. Para no adelantar demasiado, hay que decir que el asunto tiene que ver con dominar la política mundial, aunque en el camino haya que cargarse unos cuantos países. Deudora directa de El día después de mañana o 2012, Geo-Tormenta saquea sin asco los dos films del actual maestro del género Roland Emmerich, pero sin gracia, con un elenco encabezado por Gerard Butler que como siempre hace cualquier cosa, pero que también tiene a Ed Harris, Andy Garcia y Alexandra Maria Lara, tres buenos intérpretes que aquí no se sabe bien para qué fueron convocados. El disparate tiene grandes cantidades de malos efectos especiales, autoconciencia -no hace nada con eso, no quiere o no puede tomar aunque sea tomar el camino irónico- y en cambio, trata de alcanzar estándares dentro del género que le son inalcanzables. GEO-TORMENTA Geostorm. Estados Unidos, 2017. Dirección: Dean Devlin. Intérpretes: Gerard Butler, Jim Sturgess, Abbie Cornish, Ed Harris, Andy Garcia, Melinda Hill, Zazie Beetz, Robert Sheehan, Alexandra Maria Lara, Mare Winningham, Arnold Chun, Sue-Lynn Ansari y Eugenio Derbez. Guión: Dean Devlin y Paul Guyot. Fotografía: Roberto Schaefer. Música: Lorne Balfe. Distribuidora: Warner Bros. Duración: 109 minutos.
Los perros, de Marcela Said Por Hugo F. Sanchez La complicidad de la sociedad civil con las dictaduras en Latinoamérica es una de las cuentas pendientes con el pasado de muchos países de este lado del mundo y en general, el cine trató la problemática de manera oblicua, urgido la mayoría de las veces por dar testimonio de las atrocidades de los regímenes que abordaban. Luego de El verano de los peces voladores, el segundo largo de ficción de Marcela Said centra su mirada específicamente en la cuestión, a partir del retrato de una mujer, miembro de una familia acomodada, casada con una hombre de negocios argentino, que es testigo de la investigación que lleva adelante la policía sobre su profesor de equitación, un ex militar pinochetista quien sabe que finalmente acabará en la cárcel. Marcela (formidable Antonia Zegres) toma clases de equitación conoce a Juan (Alfredo Castro) y a la par que va desenredando la historia del coronel retirado, crece su fascinación por el siniestro personaje, sin ningún elemento para determinar que el interés se asiente en alguna clase de conciencia del sangriento pasado reciente, sino más cerca de la excitación/capricho de alguien que reclama atención y que siempre, pero siempre, tuvo la posibilidad de concretar cada uno de los deseos. La protagonista, sin que se le conozca ocupación, oscila entre el tedio, su amor a los animales, la rebeldía de quien se sabe que siempre tendrá una red de contención, la condescendencia de su padre empresario (Alfredo Sieveking), el cuasi desprecio de su marido (Rafael Spregelburd) y el machismo que en general pauta su vida y el de las mujeres que la rodean. Una serie de hechos menores dan cuenta de la violencia latente que atraviesa a todas las capas que se decide mostrar en pantalla y también la que se sugiere el fuera de campo, tanto como la reciente dictadura pinochetista. Presentada en la Semana de la Crítica en Cannes y luego en el Festival de San Sebastián donde ganó en la sección Horizontes Latinos, lo que queda en claro es que el film de Marcela Said es una descarnada mirada sobre el estado actual de las cosas en la sociedad chilena y que el relato, más allá de su potencia, se asienta decididamente sobre la ambigüedad y el excepcional trabajo de Antonia Zegres -bien acompañada por Castro y Sieveking-, aunque hay que señalar que lo más interesante del film es ese micromundo de clase alta y su interrelación con el mundo, en tanto el tema de las secuelas de la dictadura transcurre por los carriles esperables, sin sorpresas de este lado de la cordillera, en donde los años de plomo tuvieron y tienen una lugar preponderante en el cine. LOS PERROS Los perros. Chile/Francia/Argentina/Alemania/Portugal, 2017. Guión y dirección: Marcela Said. Intérpretes: Antonia Zegers, Alfredo Castro, Alfredo Sieveking, Elvis Fuentes, Rafael Spregelburd y Juana Viale. Fotografía: Georges Lechaptois. Edición: Jean de Certeau. Sonido: Leandro de Loredo. Dirección de arte: Zimon Briceno. Distribuidora: Aura Films. Duración: 100 minutos.
Una especie de familia, de Diego Lerman Por Hugo F. Sanchez La adopción es un tema que siempre está latente en la sociedad y cada cierto tiempo adquiere el carácter de actualidad cuando llega a los medios de la mano del tráfico de personas. Con mayor o menor suerte, en general el cine aborda esta problemática trata de esquivar los lugares comunes y los golpes bajos cuando inevitablemente, confronta la necesidad de adoptar vs. las necesidades de alguna madre o familia sumidas en la pobreza. Una especie de familia es la quinta película de Diego Lerman y nuevamente retrata el universo femenino, esta vez centrándose en la maternidad, aunque también incluye la violencia ejercida desde el Estado, el machismo y las asimetrías, temas centrales en Refugiado y La mirada invisible. Con un gran fuera de campo que explicaría la historia de Malena (gran trabajo de Bárbara Lennie) y las razones por las cuales se encuentra a punto de viajar a Misiones para adoptar un bebé por nacer, la protagonista muestra un abanico de emociones, en donde se mezcla la expectativa por la inminente concreción de su deseo de ser madre con la incertidumbre del viaje y el miedo de que algo no salga como tenía previsto. Entonces llega el viaje de la médica, que por todo contacto en Misiones tiene a el doctor Costas (impecable Daniel Aráoz), que le facilita el acceso a la mujer que entregará su hijo y el resto de los tramites de adopción legal. Pero nada es lo que parece y mientras se acerca el momento del nacimiento del bebé, el relato se va enrareciendo conforme la historia empieza a girar hacia el tráfico de personas, una red aceitada y siniestra que influirán en las decisiones éticas y morales de la protagonista, sin su pareja -apenas se hará presente al final de su travesía-, solo acompañada por la angustia y su deseo de ser madre. Eludiendo el paternalismo o cualquier mirada maniquea -que por caso y más allá de las buenas intenciones, se insinuaban en Nordeste, un film sobre el mismo tema-, Lerman demuestra una vez más que es un gran narrador, que su mirada sobre los temas que aborda está lejos de ser intrusiva o superficial, y que su sensibilidad pone los límites precisos para no caer en golpes bajos o efectismos. UNA ESPECIE DE FAMILIA Una especie de familia. Argentina/Brasil/Polonia/Alemania/Francia/Dinamarca, 2017. Dirección: Diego Lerman. Guión: Diego Lerman y María Meira. Intérpretes: Bárbara Lennie, Daniel Aráoz, Claudio Tolcachir, Yanina Avila. Fotografía: Wojtek Staron. Música: José Villalobos. Edición: Alejandro Brodersohn. Duración: 95 minutos.